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Origen del nombreeditar

Aunque los contemporáneos sintieron desde el final del siglo XIV la excepcional duración del
conflicto, no fue hasta el siglo XIX que la expresión «guerra de cien años» (guerre de cent
ans) se impuso en la historiografía. El medievalista Philippe Contamine ha investigado sobre
las primeras menciones. Aparece por primera vez en la Tableau chronologique de l'Histoire du
Moyen Âge [Tabla cronológica de Historia de la Edad Media] de Chrysanthe Desmichels,9
editada en París en 1823. El primer manual escolar que utilizó esa misma denominación se
debe a un cierto M. Boreau y aparece en 1839 bajo el título L'Histoire de France à l'usage des
classes [La Historia de Francia para el uso de las clases]. Finalmente, la primera obra
titulada Guerre de Cent Ans es de Th. Bachelet en 1852.10

Orígenes del conflicto[editar]


La rivalidad entre Francia e Inglaterra provenía de los tiempos de la batalla de
Hastings (1066), cuando la victoria del duque Guillermo de Normandía le permitió adueñarse
de Inglaterra. Ahora los normandos eran reyes de una gran nación y exigirían al rey francés
ser tratados como tales, pero el punto de vista de Francia no era el mismo: el Ducado de
Normandía siempre había sido vasallo, y el hecho de que los normandos hubiesen ascendido
al trono de Inglaterra no tenía por qué cambiar la sumisión tradicional del ducado a la corona
de París.

Primeras escaramuzas[editar]
Enrique II Plantagenet.

A mediados del siglo XII, los duques normandos fueron reemplazados por la dinastía Anjou,
condes poderosos que poseían grandes territorios en el oeste y sudoeste de Francia. El rey
angevino inglés Enrique II era de hecho más poderoso que su supuesto señor, el rey de
Francia, porque gobernaba un imperio mucho más rico y productivo. En su lucha por limitar el
poder de los soberanos ingleses, el rey de Francia Felipe Augusto apoyó la rebelión de uno de
los hijos de Enrique II, Ricardo Corazón de León, que lo sucedió en el trono en 1189.

El Tratado de París[editar]
Artículo principal: Tratado de París (1259)

Enrique III de Inglaterra (1207-1272), heredó el trono siendo muy pequeño, trajo consigo un
período de zozobras y temores, que desembocó en el desfavorable Tratado de París en 1259.
Enrique abdicaba formalmente al rey francés Luis IX todas las posesiones de sus antepasados
normandos y a todos los derechos que pudieran corresponderle. Esto incluía la pérdida de
Normandía, Anjou y todas sus demás posesiones salvo Gascuña y Aquitania, que había
heredado por vía materna. Estas dos regiones quedaban sometidas al homenaje, una especie
de pago, renta o tributo que Enrique otorgaría al rey francés para conservarlas.

Eduardo I[editar]
Artículo principal: Eduardo I de Inglaterra

Eduardo I de Inglaterra, hijo de Enrique III, no se conformó con esta situación de


sometimiento: construyó una base de poder militar y económico muy superior a la de su padre
y quiso colocar de nuevo a su corona en una posición de fuerza en el continente. Inició
hostilidades contra la Francia de Felipe III (que duraron cuatro años: de 1294 a 1298) pero,
más dedicado a consolidar su poder en el interior de la propia Inglaterra, no hizo nada más
respecto de Francia.
Cuando falleció, otro lapso de convulsiones azotó a Inglaterra. Una Escocia fuerte, motivada y
organizada, liderada por Robert the Bruce, venció a los ingleses en varias ocasiones,
derrotando al sucesor de Eduardo, Eduardo II, y logrando la ansiada independencia.

La guerra de San Sardos y Eduardo III[editar]


Entre 1324 y 1325 se produjo una nueva guerra entre Inglaterra y Francia, conocida por los
historiadores como guerra de San Sardos por el poblado donde tuvieron lugar las principales
acciones. La corona inglesa pasó pronto a manos de Eduardo III, que era solo un niño, pero a
pesar de todo no estaba dispuesto a dejarse vencer con tanta facilidad. El rey de
Francia, Carlos IV murió, como sus antecesores, sin dejar heredero varón.

La maldición de los Capetos[editar]

Luis IX de Francia (San Luis).

La muerte de Carlos IV era el fin de la poderosa y prolongada dinastía de los Capetos. Había
sido fundada por Hugo Capeto en 987, y había dado una larga serie de poderosos monarcas
que incluía a Luis VI, Luis VII y Luis VIII, todos ellos comandantes en las Cruzadas. Tras la
muerte del rey siguiente, San Luis, orientador y capitán de la cruzada contra los cátaros, la
dinastía Capeto tuvo aún otro poderoso rey: Felipe el Hermoso. Con él comenzó la
decadencia: Felipe destruyó a la antigua y noble Orden del Temple, llevando al juicio y a la
hoguera a muchos de sus dirigentes, en especial a su último Gran Maestre Jacques de Molay.
La tradición cuenta que De Molay, de pie sobre las llamas que lo consumirían, maldijo a Felipe
el Hermoso, al Papa y a la familia Capeto, profetizando su pronta extinción y olvido.
En efecto, Felipe IV murió en 1314, en el curso del mismo año de la ejecución de los
templarios. Tenía tres hijos. El mayor, Luis X el Obstinado, fue coronado en agosto de 1315 y
murió a los pocos meses, mientras su esposa estaba embarazada. El niño recién nacido iba a
ser coronado con el nombre de Juan I, en razón de su corta edad, recibió como regente al
hermano mediano de su padre, Felipe. El pequeño murió siendo un bebé, por lo que se lo
conoce como Juan el Póstumo. Así, su tío Felipe debió ser coronado de inmediato bajo el
nombre de Felipe V el Largo. Este rey, aunque enérgico e inteligente, era débil de salud y
falleció solo cinco años después, dejando cuatro hijas que no podían heredar en virtud de
la Ley Sálica que él mismo invocó para poder suceder a su sobrino. Le sucedió entonces el
tercer hijo de Felipe el Hermoso (y por tanto hermano pequeño de Luis X y Felipe V): Carlos
Capeto, que reinó bajo el nombre de Carlos IV.
La supuesta maldición de los templarios terminó de cumplirse el 1º de febrero de 1328 al
fallecer este rey dejando solo dos hijas (una póstuma) y ningún varón para heredar. En
apenas 14 años, y luego de cuatro breves reinados, la dinastía de los Capetos se había
extinguido.

La guerra[editar]
Entre los hijos de Felipe IV el Hermoso estaba Isabel (llamada la "Loba de Francia"), que era
la madre de Eduardo III de Inglaterra. El joven rey, de tan solo dieciséis años, pretendió
reclamar su derecho al trono de Francia, consideró que la corona francesa debía pasar a su
madre. Aun así, si la tesis inglesa tuviese acogida, las hijas de Luis X, Felipe V y Carlos
IV tendrían mayor derecho de transmitir la corona, por sobre su tía Isabel de Francia.
Francia no estaba de acuerdo, por lo tanto invocaron la ley sálica, que impedía la transmisión
de la corona a través de la línea femenina, y por ello decidieron que la corona recién
abandonada por los Capetos pasara al hermano menor de Felipe el Hermoso (y tío de Luis X,
Felipe V y Carlos IV): Carlos de Valois. Pero corría 1328, y Carlos había muerto tres años
antes. De ese modo, correspondió según la teoría francesa coronar al hijo de éste, Felipe de
Valois, bajo el nombre real de Felipe VI. Este fue el primer monarca de la dinastía Valois, que
reinó en Francia sin que Eduardo III pudiese hacer nada para evitarlo. Ahora, correspondía
que Eduardo rindiera (y pagase) homenaje al orgulloso Felipe por sus exiguas posesiones, las
pocas que aún conservaba en Francia.

Homenajes y refugiados[editar]
A Eduardo III no le parecía lógico pagar a Felipe un homenaje por tierras que habían
pertenecido a sus antepasados desde hacía siglos y que él mismo tenía el derecho de su
parte para ser soberano de Francia. Se veía como un rey derrocado en Francia al que se
obligaba además a pagar tributo al usurpador por el uso de sus propios territorios. La situación
no podía durar.
Encontró por fin el modo de dañar a Felipe: uno de los parientes del rey francés, Roberto de
Artois, se había rebelado, y Eduardo lo acogió como a un hermano en su corte inglesa. La
reacción de Felipe VI fue inmediata: en un golpe de mano rápido y perfecto, invadió y se
anexionó la región de Gascuña, propiedad de Eduardo. Eduardo respondió reclamando, por
enésima vez, su derecho a ocupar el trono de París.

La guerra interminable[editar]

Miniatura de la batalla de Sluys, en las Crónicas de Jean Froissart.


Una vez iniciadas las hostilidades (ya en toda regla, no como simples escaramuzas), la suerte
de ambos bandos fue fluctuante y pendular. Al principio, los ingleses de Eduardo efectuaron
unas muy importantes operaciones terrestres en 1339 y 1340, y obtuvieron además una gran
victoria naval en Sluys. Eduardo utilizaba una táctica copiada de sus enemigos
(la chevauchée). Atacaba la campiña desprotegida en sitios donde las tropas francesas eran
débiles o estaban ausentes, y se adueñaba de ella. Mataban salvaje y cruelmente de manera
indiscriminada a hombres y mujeres, adultos y niños, religiosos y seglares, violaban a mujeres
y niñas, incendiaban, saqueaban y robaban las posesiones de los campesinos. Al ser estos
parte de una sociedad de tipo feudal, se sobreentendía que era responsabilidad y obligación
de Felipe de Francia protegerlos contra estos salvajes ejércitos extranjeros. De este modo,
además de hacerse con tierras, suministros y prisioneros, Eduardo socavaba la autoridad de
Felipe ante los ojos de su pueblo campesino.
En 1346 los franceses entablaron batalla con Eduardo en Crecy y en 1356 con su hijo
el Príncipe Negro en Poitiers. Ambos combates concluyeron con resonantes victorias inglesas,
en la segunda de las cuales los ingleses se garantizaron una mejor posición de fuerza en las
negociaciones posteriores al sorprender y capturar al rey Juan II de Francia (que había
sucedido a su padre Felipe en 1350), y a un gran número de nobles y caballeros. Prisionero el
monarca, los franceses se vieron obligados a ceder y firmar el Tratado de Brétigny (1360), que
devolvía a Eduardo III todas sus posesiones originales salvo Normandía.

El contraataque[editar]
Tras la victoria inglesa en la batalla de Sluys Francia decidió aplicar las mismas tácticas
navales. Comenzaron entonces, a partir de 1360, a hacer rápidas y devastadoras incursiones
contra la costa meridional de Inglaterra, que culminaron en el saqueo e incendio
de Winchelsea. Pronto se aficionaron a este tipo de operaciones, y los ataques anfibios se
convertirían en la pesadilla de las guarniciones y población civil inglesas costeras por lo
menos hasta 1401. Descubrieron además que Eduardo comenzaba a hacer regresar sus
tropas para defender sus islas, por lo que los campesinos franceses empezaban a ver
disminuir las espantosas chevauchées británicas. Así, los pocos ingleses que aún recorrían la
campiña francesa se vieron obligados a retroceder progresivamente en medio de las tierras
secas y arrasadas que los franceses dejaban a sus espaldas. Muchos murieron de hambre y
enfermedades (principalmente disentería y escorbuto), y nunca se volvieron lo suficientemente
fuertes como para plantar cara a los defensores de Francia.
A pesar de la victoria en su propio país, Francia pagó muy cara la expulsión del invasor en
esta etapa de la guerra. Mandaba las acciones el delfín Carlos (más tarde coronado como
Carlos V). Su condestable, el ambicioso e inteligente Bertrand du Guesclin, le aconsejó no
enfrentarse, sino recurrir a una política de hostigamiento de las columnas inglesas en
retroceso, dejando ante ellas solamente tierra arrasada. Esta prefiguración de la táctica
de Von Clausewitz implicó, entonces, que los campesinos y civiles franceses vieran sus
tierras, antes quemadas por los invasores, nuevamente arrasadas y destruidas, esta vez por
sus propios protectores, con el afán de "salvarlas".
La guerra alcanza su mayor extensión en esta época, al rebasar por primera vez los límites de
Francia. Así, en 1367, los ingleses del Príncipe Negro auxilian a Pedro I de Castillaen
la batalla de Nájera, mientras que su hermanastro Enrique recibe la ayuda de caballeros
franceses dirigidos por el propio Bertrand Du Guesclin. La victoria final de Enrique en la guerra
civil castellana brindará a Francia un poderoso aliado en el plano naval (cuya hegemonía
había correspondido hasta entonces a Inglaterra de forma indiscutida) que destruye la
escuadra inglesa en La Rochela y saquea o incendia numerosos puertos ingleses
(Rye, Rotingdean, Lewes, Folkestone, Plymouth, Portsmouth, Wight, Hastings)
entre 1377 y 1380, año en que las flotas combinadas del almirante castellano Fernando
Sánchez de Tovar y su homólogo francés Jean de Vienne llegan incluso a amenazar Londres.
De forma paralela, Du Guesclin protagoniza varias incursiones en Bretaña, cuyo duque se
había aliado con Inglaterra.

La suerte cambia de bando[editar]


Inglaterra quiso, entre 1360 y 1375, retomar la iniciativa de una guerra que la estaba
devorando, pero la suerte había cambiado de bando y favorecía ahora a los franceses. Los
estrategas ingleses sir Robert Knolles, en 1360, y Juan de Gante en 1363 formaron cuerpos
expedicionarios que atacaron el continente, pero fueron masacrados por los defensores
franceses.
El rey Eduardo había muerto, y su sucesor, Ricardo II de Inglaterra, volvió a sufrir la maldición
que había perseguido a todos los reyes niños: tensiones políticas, convulsión social, una fiera
lucha por la sucesión o al menos la regencia, todo ello envuelto en el espantoso caos de una
guerra internacional que amenazaba con extenderse a Europa entera. Depuesto Ricardo por
iniciativa de su primo Enrique de Lancaster en 1399, los vientos de guerra rotaron 180º una
vez más. Hacía una generación entera que Inglaterra solo sufría derrotas frente a Francia,
pero de pronto los desembarcos en las islas comenzaron a ser rechazados y los ingleses
invadieron Francia con moderado éxito en tres oportunidades: en 1405, 1410 y 1412. Enrique
de Lancaster fue coronado como Enrique IV de Inglaterra luego del derrocamiento de Ricardo
II, y su hijo, Enrique V, sería el encargado de llevar la guerra nuevamente al corazón de
Francia.

Enrique V[editar]
Enrique V de Inglaterra.

Artículo principal: Enrique V de Inglaterra

Nombrado caballero dos veces, Enrique se mostró desde muy joven como un jefe confiable,
decidido, experto en táctica y organización logística y muy frío y racional.
Si se considera que los estrategas franceses estaban mandados por un rey inestable, Carlos
VI, de escasa personalidad, enfermo, desorganizado y propenso a frecuentes ataques de
demencia, es fácil comprender las ventajas de que gozaron las tropas de Enrique.
Los nobles franceses se habían dividido en dos facciones que disputaban entre sí y
acorralaban a Carlos: los partidarios de la casa de Armagnac contra los de la casa de
Borgoña. Las virtudes de Enrique como general y gobernante así como esta división interna
de los franceses llevarían a estos últimos al desastre de 1415.
A la edad de 12 años (en 1399), el futuro Enrique V fue nombrado caballero por primera vez
en un campo de batalla irlandés por Ricardo II, que lo había tomado como rehén para
garantizar el buen comportamiento del padre de Enrique. El solo hecho de que un rey rival de
su familia, que sería asesinado por su padre, lo armase caballero en un campo de batalla y
con solo doce años, demuestra a las claras el coraje y la bravura que el joven Enrique
demostró desde muy niño.
Más tarde, muerto Ricardo y un día antes de la coronación de Enrique IV, el nuevo monarca
llamó a su hijo, que al día siguiente se convertiría en príncipe de Gales, y lo nombró caballero
por segunda vez. Este brillante joven conduciría la guerra en Francia.

Enrique contra Escocia y Gales[editar]


Ya en vida de su padre, Enrique debió hacerse cargo de difíciles operaciones militares.
En 1400 prestó servicio contra los escoceses y algunos meses después se le ordenó reducir la
rebelión de Owain Glyndwr, un noble galés que se atribuía el derecho a ser Príncipe de Gales.
Fue estudiando a los enemigos galeses (en 1402) y Enrique aprendió a utilizar las tácticas
guerrilleras que tan rendidos servicios le prestarían más tarde. Estaba, además, bajo la
supervisión de sus dos maestros de estrategia, genios militares ambos: Harry
Hotspur y Thomas Percy, conde de Worcester, parientes entre sí. Durante ese mismo año y el
siguiente Enrique se vería forzado a enfrentarse a los dos en combate, y se demostraría capaz
de vencerlos. En 1403 los dos maestros traicionaron al Joven Enrique y a su real padre y se
aliaron con Glyndwr. En una épica marcha forzada, Enrique consiguió evitar que Hotspur y
Percy unieran sus tropas con las del galés y los derrotó en Shrewsbury. El príncipe en persona
mandó el ala izquierda de su ataque en aquella oportunidad. Shrewsbury fue su verdadero
bautismo de fuego (donde murió su mentor Hotspur) y también su bautismo de sangre, ya que
Enrique recibió una flecha en pleno rostro. Sin embargo, siguió luchando hasta el fin del
combate con el astil sobresaliéndole de la cara.
La guerra contra Gales duró todavía cinco años más, pero el joven no participaría en ninguna
otra batalla. Los combates campales no eran comunes en esos tiempos, y las guerras se
desarrollaban principalmente sobre la base de sitios de ciudades, asedios de castillos y
saqueos de zonas productivas habitadas solo por la población civil.

Enrique V, coronado[editar]
Enrique IV falleció en 1414, dejando el trono a su muy capaz primogénito. Así llegó al trono un
Enrique V con 26 años, veterano de dos campañas internas, herido en acción, experto en
táctica, alumno de los mejores maestros e inteligente en grado extremo. El nuevo rey
comprendió de inmediato que, derrotados los enemigos Escocia y Gales, tenía que volver su
atención hacia Francia de inmediato, o Inglaterra sería aplastada. Rodeándose de hombres
adictos y capaces, se dispuso entonces a hacer la guerra en territorio del rey francés.
Apenas coronado, Enrique intentó, pese a todo, evitar la guerra con Carlos VI. Le ofreció
casarse con la hija de aquél y tratar de resolver el problema de las posesiones inglesas en
Francia sin derramamiento de sangre. Mientras negociaban, ambos monarcas armaban
grandes ejércitos en previsión de una traición o rotura de las conversaciones que condujera a
un conflicto bélico. Las tentativas de paz se rompieron por fin en la primavera de 1415 y
Enrique decidió ejecutar su plan: una invasión en toda regla del reino francés.
Su ejército estaba compuesto de 8000 caballeros, 2500 soldados de otras categorías, 200
artilleros especialistas, 1000 hombres de servicios y apoyo y 10 000 caballos. Para cruzar
el canal de la Mancha se necesitó una gran flota de 1500 buques (aunque algunos autores
mencionan solo 300), que Enrique había mandado construir, confiscar o comprar. Los ingleses
salieron de Southampton el 11 de julio y desembarcaron en el estuario del Sena dos días más
tarde. Luego de poner sitio y conquistar Harfleur, Enrique marchó hacia Calais, partiendo de la
primera ciudad el 8 de octubre, con su ejército debilitado por una grave epidemia de
disentería.
Pero los franceses no estaban ociosos: el anciano mariscal francés duque de Berry, recibió la
orden de interceptar a Enrique, mientras las tropas de Carlos VI se establecían en Saint-
Denis y las del mariscal Boucicault se preparaban en Caudebec, 48 km al este de Harfleur.
Por el otro lado, el condestable Carlos d´Albret vigilaba el estuario del Sena. Los ingleses, que
deseaban cruzar el Somme, descubrieron con horror que estaban quedándose sin vituallas,
por lo que Enrique decidió dirigirse hacia Pont St. Remy y hacer noche frente a Amiens.
El día 21 de octubre los ingleses se pusieron en marcha hacia la pequeña aldea de Agincourt,
donde se enfrentaron con el grueso del ejército francés en la madrugada del 25 de octubre de
1415.
La batalla de Agincourt en una miniatura del siglo XV.

La batalla, trascendental para la guerra de los Cien Años, se desarrolló en tres fases:

 Fase I
 Los ingleses avanzan, atravesando la tierra de nadie de 1 km que los separa de los
franceses. Los arqueros ingleses lanzan una lluvia de flechas sobre las posiciones
francesas.
 Los ballesteros franceses responden al ataque. La caballería ataca por ambos
flancos, pero muchos caballeros no llegan a tiempo de ocupar sus posiciones. Las
monturas chocan contra las estacas que los arqueros ingleses han colocado para
protegerse, arrojando al suelo a sus jinetes, que son masacrados.
 Fase II
 Derrotada su caballería, la infantería de Carlos intenta asaltar el centro inglés.
 Los arqueros ingleses reaccionan «canalizando» al enemigo hacia donde se
encuentran las unidades más fuertes de la infantería propia; los franceses caen en la
trampa.
 En la melée de infantería, los arqueros ingleses matan a muchísimos franceses,
disparándoles a corta distancia.
 En medio del intenso combate, Enrique V recibe un golpe de maza en el casco, que
abolla el acero y le arranca los adornos. De no haberlo llevado colocado, hubiese
perdido la vida.
 Los infantes y caballeros ingleses (ahora a pie) se mueven con mayor rapidez que los
franceses, impedidos por sus pesadas armaduras. Los franceses se convierten en
víctimas fáciles y son obligados a retroceder.
 Fase III
 Luego de escasa media hora de combate, la victoria inglesa es total. Los de Enrique
poseen ahora incontables prisioneros, y calculan anhelantes los suculentos rescates
que recibirán.
A primera hora de la tarde, sin embargo, Enrique toma una decisión que ha sido cuestionada
por todos los historiadores posteriores. Al recibir noticias de que su campamento había sido
atacado, ordena la matanza de todos los prisioneros, que son atacados con hachas por sus
guardianes y asesinados en escasos minutos.

Un éxito inútil[editar]
La increíble victoria de Enrique contra un enemigo que lo duplicaba en número no pudo, sin
embargo, ser aprovechada por el rey inglés. Enrique no poseía alimentos ni pertrechos para
continuar la campaña inmediatamente, por lo que retrocedió hasta Calais para embarcarse
hacia Inglaterra. Las tropas desembarcaron en Dover el 16 de noviembre. De haber podido
continuar hasta París y autocoronarse rey, es probable que la guerra de los Cien Años
hubiese terminado antes del fin del invierno. Sin embargo, continuaría por otros 38 años.
En 1420, el vencido Carlos VI se vio obligado a aceptar el Tratado de Troyes, que deshacía
los términos del Tratado de París, casaba a Enrique V con la hija de Carlos y reconocía al
monarca inglés como heredero al trono francés tras la muerte del rey.

Últimas acciones de Enrique V[editar]


Desplazado de este modo de la línea sucesoria el delfín Carlos, hijo de Carlos VI, todos
creyeron que Enrique V legaría ambos tronos a su hijo Enrique, que tenía a la sazón unos
pocos meses. Pero por una ironía de la historia, Enrique V murió inesperadamente en 1422,
antes que Carlos VI. Dos meses más tarde lo siguió a la tumba el rey de Francia. Los hechos
se precipitaron entonces. Incumpliendo el Tratado de Troyes, Francia decidió coronar al
delfín Carlos en lugar de al niño Enrique VI como estaba pactado.

Otra vez, la guerra[editar]


La respuesta inglesa fue coronar al bebé como rey de Inglaterra y de Francia. Decidiendo
eliminar al rey Carlos VII, al que la teoría inglesa consideraba un usurpador, invadieron
nuevamente Francia y pusieron sitio a Orleans, última ciudad del reino que permanecía fiel al
atrapado rey francés. Todo parecía indicar que Carlos VII tendría que ceder a las pretensiones
del rey-niño de Inglaterra. Sin embargo, la historia de la guerra de los Cien años daría aquí
(1428) un inesperado giro, de la mano de una ignota muchacha campesina.

Juana de Arco, la Doncella de Orleans[editar]

Juana de Arco liberando Orleans, óleo de Jules Lenepveu, Panteón de París.

Artículo principal: Juana de Arco

Una joven iletrada nacida en Domrémy, llamada Juana de Arco, creía haber sido elegida por
Dios para librar a su país de los ingleses. Con 17 años de edad, consiguió reunir un grupo de
soldados y librar en 1429 a Orleans del asedio inglés.
La victoria de Juana motivó y concienció a soldados y campesinos franceses y les mostró un
camino a seguir y un líder a quien imitar. A este triunfo de la Doncella de Orleans (como se la
conoció desde entonces) siguieron otros, como los de Troyes, Châlons y Reims, donde, en
presencia de la joven, Carlos VII fue formalmente coronado.
A partir de este punto, la campaña militar de Juana comenzó a caer en una espiral
descendente: fue traicionada por su propio rey y finalmente, cayendo en desgracia, fue
capturada en 1430 por las tropas de Juan II de Luxemburgo-Ligny que servían al duque de
Borgoña, Felipe.
Los jefes militares franceses, envidiosos del éxito de la joven, habían estado conspirando a
sus espaldas. Temían el ascendiente que Juana estaba tomando sobre el rey Carlos y, sobre
todo, les aterrorizaba el hecho de que la intervención divina (a través de Juana) estaba
convirtiendo la guerra feudal que era la guerra de los Cien Años en una lucha nacional y
popular.
Fue entregada a los ingleses, juzgada por la Inquisición bajo la acusación de hechicería,
condenada a muerte y quemada en la hoguera en Ruan (1431).

Francia se hace más fuerte[editar]


La situación se volvía complicada. Francia tenía ahora dos reyes. Coronado Carlos VII en
Reims, los ingleses entronizaron en París a su propio rey, Enrique VI, apoyado solamente por
Felipe de Borgoña. Con inteligencia, los franceses partidarios de Carlos llegaron a un acuerdo
con Felipe, remarcando aún más el aislamiento en que se encontraba Enrique. Este episodio
sucedió en 1435 y se conoce como Tratado de Arras.
Inglaterra necesitaba imperiosamente a Borgoña como aliado militar. A falta de él, los
carolinos atacaron y ocuparon París al año siguiente.
Como precaución en caso de que el conflicto se prolongara (medida clarividente, porque el fin
de la guerra tardó aún veinte años en llegar), Carlos VII aprendió de los errores de su
antecesor y, reestructurando profundamente al ejército francés, logró dotar a su corona de un
ejército permanente por primera vez en la historia. Francia lograba así una fuerza militar
profesional, entrenada, preparada siempre para entrar en acción y aguerrida, en vez del grupo
desorganizado de entusiastas caballeros y campesinos feudales que se reunía de cualquier
modo en los momentos más inesperados, y que había favorecido al éxito enemigo en tantas
oportunidades.
Como es lógico, la reforma militar no tendría éxito si no se acompañaba de profundos cambios
en la economía, la infraestructura, las finanzas y la propia sociedad. Habiendo reconstruido las
finanzas del reino, Carlos mandó construir un impresionante conjunto de fortificaciones
militares, canalizaciones hidráulicas, puertos seguros y una mejor y más consistente base de
poder para sí mismo.

Luchas internas en Francia[editar]


Juana de Arco en la hoguera antes de su ejecución.

Los ingleses no eran el único problema de Carlos VII: el hambre y las pestes venían
persiguiendo a su dinastía desde el principio mismo. El comienzo del siglo XV había
encontrado a toda Europa sumida en una profunda crisis económica cuyas causas
permanecen ocultas incluso para los historiadores del siglo XXI. Esta crisis se había ensañado
particularmente con Francia (campo de batalla de largas y furiosas guerras y reyertas) y
afectaba en especial la producción agrícola y el comercio, que en el siglo XIII habían
significado tanto para Europa.
Ahora, tras los centenarios saqueos e incendios provocados por los invasores, Francia pasaba
hambre una vez más y, como parece lógico, la peste volvió a hacer su aparición.
Así, los nobles de la Casa de Anjou, viendo que el monarca pretendía proseguir la guerra
hasta las últimas consecuencias, comenzaron a conspirar contra él y convencieron a su hijo
Luis (el futuro Luis XI de Francia) de que se plegara a la conjura.
Carlos consiguió sortear el peligro que amenazaba aislarlo y dejarlo sin poder. Para
acrecentarlo, estableció una ventajosa alianza con Suiza y con varios reinos de Alemania. A
pesar del respiro que este apoyo le procuró, Carlos sin embargo era consciente de que
continuaba gobernando un país inestable, muerto de hambre, que ya casi no producía
cereales, cercado por la peste y con la siempre presente espada de Damocles representada
por su poderoso vecino inglés que en cualquier momento podía decidir invadirlo y atacar de
nuevo.

Los problemas de Inglaterra[editar]


Su enemigo, sin embargo, no se encontraba en mejor forma: de la soberbia victoria en
Agincourt habían pasado a la humillante derrota de París.
Enrique VI era aún menor de edad, y afrontaba problemas parecidos a los de Carlos: luchas,
recelos y rivalidades entre los nobles y príncipes reales de su casa.
Buscando serenar la situación internacional, el joven rey solicitó y obtuvo la mano
de Margarita de Anjou, sobrina de su rival Carlos VII, con la que se casó en 1444. Una vez
casados, la posibilidad de una paz de compromiso basada en los lazos familiares se
vislumbraba cercana.
Sin embargo, de las dos facciones en que se habían dividido los ingleses, una estaba en favor
de la paz (encabezada por Juan de Beaufort, duque de Somerset). Pero la otra preconizaba la
guerra y su prosecución hasta el exterminio. Sus jefes eran Humberto, duque de
Gloucester y Ricardo, duque de York.
Para colmo de desgracias de los ingleses, Enrique VI comenzó a seguir los pasos de Carlos
VI, el padre de su enemigo. Poco a poco comenzó a mostrar síntomas de locura, que pronto
se convirtieron en una clara, permanente e incapacitante demencia.

El fin de la guerra y la victoria de Francia[editar]

La batalla de Formigny por Martial d'Auvergne.

Las reformas y mejoras realizadas por Carlos VII rindieron sus frutos: lentamente la presión
francesa comenzó a hacer retroceder al enemigo y fue poniendo sitio y reconquistando, paso
a paso, todas las posesiones inglesas en tierra francesa.
Sin el apoyo borgoñón, los ingleses debieron entregar Normandía en 1450 y la preciada
Aquitania en 1453. Ese año, que hoy se considera el del final de la guerra, la única posesión
que se permitió conservar a los ingleses fue la ciudad costera de Calais.
Una vez desaparecidos los motivos del conflicto, la guerra terminó silenciosamente. Ni
siquiera se firmó un tratado que certificara la paz añorada pero nunca alcanzada durante más
de un siglo.

Las consecuencias[editar]
Enfermo Enrique VI, Inglaterra quedó, tras el fin de la guerra de los Cien Años, en manos
de Lancaster y York, enemigos declarados y absolutamente enfrentados ideológicamente
(Gloucester estaba en prisión). Guiados por intereses personales, no se preocuparon por
consolidar la flamante paz, sino que embarcaron a su país en una sangrienta guerra civil
dinástica que se conocería como la guerra de las Dos Rosas.
En Francia, por su parte, la monarquía autoritaria fue consolidada por Luis XI, hijo de Carlos
VII. Luego de grandes conquistas (Borgoña y Picardía, por ejemplo), la Casa de Valois se
extinguió como lo había hecho antes la de los Capetos.
Estas caídas prefiguraban el fin de los estados feudales y el comienzo de la Europa Moderna
que se harían realidad en el siglo siguiente.

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