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Pareciera que nos preocupa la muerte, por aquello de que tenemos memoria,
sabemos que la muerte pasa, y que eso que le pasó al otro nos puede pasar a nosotros, y
entonces uno comienza a pensar en los pendientes con la vida. Maria Zambrano en 1992
nos dice que el hombre es el ser que sufre su propia trascendencia, y es ese deseo de
permanecer lo que le ha puesto a temblar tanto tiempo.
Pasamos ensayando la muerte y no la vida, nos preocupamos por nuestro ser natural
y por tanto efímero. No hablo de cuestiones espirituales, si no, de ese deseo que nos mueve,
y que muchas veces nos aferra más a ese oscuro laberinto que es la muerte, que a la
claridad que tiene la vida. Cesar vallejo nos contaba que el moriría en parís con aguacero,
día del cuál ya tenía el recuerdo.
Goytisolo, nos aclara un poco el panorama, dice que la muerte es una puta, con todos se va,
a nadie desprecia y a todos les cobra con la vida. La muerte es la primera prueba del destino
y preocuparse por ella puede ser una perdida de tiempo.
Entregarse a la muerte es dejar de sentir, de hacer, eso que dejamos pasar como
tiempo vacío, vivir de aquello que no queremos y para eso que no hemos elegido. Y si bien
nos consterna la muerte, allá ella, que se preocupes sobre su función en el mundo y la
interminable lista de trabajo por hacer. Y bueno les dejo con un poco más de Sabines: