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EL UNIVERSAL - 23 DE OCTUBRE DE 1997

Tendencias

Cuarenta años tiene el edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de


Venezuela

La tercera casa de Carlos Raúl Villanueva

Edificio emblemático de la obra de Carlos Raúl Villanueva, representa a cabalidad la esencia de una
arquitectura entendida como hecho social.

PAULINA VILLANUEVA

El edificio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Ciudad Universitaria tiene cuarenta años


perfilando su figura azul dentro del campus universitario. Escribir acerca de esta particular obra de
Villanueva significa para mí un compromiso en cierta forma inevitable. Pero es algo con lo que tengo la
costumbre de lidiar, pues, cada vez que hablo de Villanueva y de su obra, estoy hablando de mi padre,
del arquitecto y del hombre. Para él su condición humana era indisociable de su vocación para la
arquitectura, concebida como hecho social.

En sus documentos, en sus cartas, aun en las familiares, siempre firmaba orgulloso: 'Villanueva, el
arquitecto', 'Tu padre el arquitecto'. Este edificio que continúa con nosotros hoy, ya un tanto envejecido y
bastante maltratado, puede ser considerado su casa junto a las otras dos, Caoma y Sotavento, y en ella,
me atrevo a afirmar, tuvo también una gran familia.

Es igualmente significativo para mí que Sotavento, la casa que se construyera mi padre en el Litoral
Central, esté cumpliendo también 40 años en 1997. Sotavento me pertenece hoy en día y hago uso
frecuente de ella. Me gusta pasar el tiempo en sus chinchorros, observar la casa, disfrutar de ella y
reflexionar algunas veces acerca de sus cualidades; buena parte de esa reflexión se tradujo en el trabajo
de ascenso que acabo de presentar titulado Villanueva en tres casas. Y para decirlo muy rápidamente,
tomé las tres casas como paradigmas o ejemplos a los cuales referir la totalidad de su obra como
arquitecto. El edificio de la Facultad se corresponde precisamente con el paradigma representado por
Sotavento. Así que me voy a permitir discurrir por las ideas contenidas en los tres capítulos de esta
tercera casa titulados Casa y cuerpo, Casa sin rostro y Casa transparente.

Casa y cuerpo

Khalil Gibram nos recuerda: 'vuestra morada es vuestro más grande cuerpo, crece bajo el sol y duerme
en la quietud de la noche', morada y cuerpo se funden en estas palabras de Gibram y nos acercan a una
dimensión distinta de la arquitectura. Dimensión que es alcanzada generalmente sólo por aquellas
edificaciones primitivas, anónimas, sedimentadas en el tiempo e integradas armónicamente al medio y a
sus propias exigencias funcionales, dimensión que muchas veces ha estado bien alejada de los
resultados alcanzados por la arquitectura como disciplina en el ámbito profesional. Loos y Le Cobusier,
cada uno a su manera, expresaron reiteradamente la necesidad de acercarse a obras con este valor de
integración para aprender de ellas; integración que hallamos por demás en la naturaleza: en los nidos de
las aves, en las conchas de los caracoles. Es aquella arquitectura que, como el caracol, se adapta
perfectamente al organismo que la habita y se transforma en su mismo proceso de vida, es lo que
podríamos definir como una arquitectura 'natural'. No es limitante, no es opresiva, nos acompaña y nos
cobija sin coartar nuestra libertad, nos permite crecer, respirar, vivir y ser al mismo tiempo, he allí una de
las más grandes cualidades de este edificio.

Nos sentimos bien en él y ha sabido dar cabida a los cambios que han sucedido en el tiempo, a los
crecimientos y decrecimientos de matrícula, de estructuras de funcionamiento, de personas y de objetos
que han ocupado sus espacios y que han ido dejando algunas huellas, ya sin significado para algunos de
sus habitantes: el viejo sistema de parlantes en desuso desde hace bastante tiempo, algunas de las
placas de los talleres de composición, la campana que se guindó en la fachada norte cuando se tomó la
Facultad durante el período de renovación y así muchas otras cosas que forman parte de la memoria de
la Facultad.

Otro rasgo importante y singular en obras de esta naturaleza, es la íntima relación de identificación que
se establece entre el creador y su obra. Identificación en sus cualidades tanto materiales como
espirituales, identificación que deriva en este caso de una simpatía instintiva profunda que se expresa en
sutiles afinidades. Franqueza, sencillez, naturalidad, fuerza, claridad, este edificio comparte con mi padre
tantos rasgos, que es siempre Villanueva el que está allí a través de su edificio y lo que cataliza esta
síntesis es su amor por la arquitectura y su condición de maestro. Proyectar y construir una Facultad de
Arquitectura fue algo muy especial para él, y esa plusvalía otorgada a la obra es importante tenerla
presente y ahora cito para ustedes la sentencia de Le Corbusier que escogí para introducir este capítulo
en mi trabajo: 'La pasión hace un drama de las piedras inertes', y yo agrego: 'en nosotros está el
comprender ese drama y no sólo las piedras inertes'.

Casa sin rostro

En este edificio, al igual que en Sotavento, el acento está puesto en el espacio interior, ese espacio fluido
que todos disfrutamos diariamente. Exteriormente el edificio funciona con otra dinámica, no tiene
propiamente un delante ni un detrás, es un volumen que se desarrolla en el espacio, lo importante está
dentro. Si Sotavento es difícil o casi imposible fotografiar desde fuera, este edificio comparte junto con
otras obras, como la Plaza Cubierta o el Aula Magna, esa ausencia de rostro. Puedo decir que el exterior
es importante desde el interior. El valor expresivo del edificio desde fuera trasciende lo puramente
arquitectónico y trasciende igualmente al valor de una fachada convencional. Podríamos decir que se
trata casi de una escultura habitable, no hay nada que coarte lo que el edificio quiere y debe ser. Se
acentúa el valor de la forma como un todo. Los elementos de protección solar, los bloques calados, la
estructura acusada, las cubiertas del cuerpo bajo y los panos de los taquitos azules de la obra de
Alejandro Otero forman parte de ese todo. El edificio está allí, tiene una presencia pero no reclama en
forma espacial a nuestro ojo, forma parte natural de todo aquello que lo rodea. Adentro está
verdaderamente lo importante, allí es donde la arquitectura se ha hecho generosa, en la amplitud de su
planta baja en la que se desparraman nuestros estudiantes entre clase y clase, en la variedad de
espacios que nos ofrece para su uso cotidiano. Es arquitectura que es toda cuerpo y espacio. Casa
transparente

La transparencia y la liviandad son dos rasgos característicos de esta arquitectura. En ella estar dentro
es también en cierta manera estar fuera. En edificios como éste se plantea una particular relación entre
exterior e interior. Siempre hay aberturas para que entren la luz y el aire, para ver un pedazo de cielo, un
atardecer. Si llueve afuera, llueve adentro también. Un día le reclamaron a mi padre la ausencia de
cerramientos y la entrada del agua de lluvia, él respondió que prefería que el edificio se inundara unos
tantos días al año, pero que fuera fresco, aireado y abierto la mayor parte del tiempo. Comparto ese
principio y agradezco siempre que no tengamos que estar encerrados en una caja con huecos. Es una
transparencia real, no asociada al vidrio, sino a una ausencia de límites. Es un edificio que vive como
cualquier ser viviente. Vive con la luz, igual que El Avila, envejece con el tiempo y cambia sus
costumbres como cualquier otro ser vivo.
'Bajo este sol la arquitectura nacerá', dijo Le Corbusier refiriéndose a la luz del trópico. Deseo agregar un
dato curioso, este edificio fue inaugurado por Pérez Jiménez el 28 de diciembre de 1956 y su costo total
fue de 10 millones 777 mil 637 bolívares con 81 céntimos, esto nos da una medida de los cambios que
se han operado en el país en estos cuarenta años. Para terminar deseo afirmar que en edificios como
éste Villanueva pudo alcanzar su ideal más hermoso y realizar sus sueños de intelectual, pues pudo
legarnos sueños tan particularmente ricos, vivos y poéticos, que hicieron de él un artista.

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