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Curso: La economía Chilena: visiones alternativas y problemas
INTRODUCCIÓN
EL ENTORNO ECONÓMICO, EL CAMINO HACIA UNA ECONOMÍA LIBRE Y LA
DÉCADA QUE NO SE PERDIÓ
La década de los ochenta fue complicada y difícil para las economías de los países
en vías de desarrollo. La recesión mundial a comienzos de la década condujo a
una combinación empobrecedora de reducciones en los precios de las
exportaciones de estos países y a un alza sin precedente histórico en las tasas de
interés real. Esto ultimo, dados los altos niveles de endeudamiento externo
incurridos a lo largo de la década anterior por numerosos países no exportadores
de petróleo, especialmente el endeudamiento con acreedores comerciales a tasas
de interés variables, exacerbó y prolongó significativamente el impacto negativo de la
recesión. De hecho, la magnitud de las dificultades encontradas al hacer frente a la
deuda externa, —sea por intentar cumplir con el servicio, renegociar las
obligaciones pactadas o realizar una mezcla aceptable delos dos—, generaron una
crisis cuyo alcance se extendió más allá de los impactos de la recesión misma.
En efecto, los años ochenta han llegado a llamarse "la década perdida" para (y por)
el conjunto de países de América Latina, y con bastante razón. De acuerdo con
cifras de la CEPAL, en 1989 toda la región generó un producto interno bruto que, en
términos per capita, fue un 8% menor a lo que produjo en 1980. En la década, sólo
Colombia, Chile y Paraguay, entre 18 países de la región, no sufrieron retrocesos,
al exhibir un crecimiento (promedio) anual per capita de apenas un 1,3%, 0,9% y
0,0%, respectivamente. La década se caracterizó por la estabilidad de precios: ocho
países latinoamericanos experimentaron tasas de inflación de mis del 1.000%, y
Perú, Bolivia, Brasil, Argentina y Nicaragua tuvieron un aumento del nivel de precios
de mas de 11 millones por ciento. Aunque en un momento u otro durante los últimos
años, cada uno de estos países intentó entrar en un programa, —en algunos casos,
varios programas diferentes—, de estabilización y reactivación económica, para
muchos la pesadilla económica que les representó la "crisis de la deuda" y sus
secuelas continua al comenzar la presente década.
Con orígenes que datan desde por lo menos los años de la Gran Depresión de
los 1930, y en muchos casos hasta el día de hoy, casi todos los países
latinoamericanos, en un momento en el tiempo u otro, se han embarcado en
estrategias del desarrollo económico basadas en alguna combinación de
proteccionismo y sustitución de importaciones para impulsar el crecimiento hacia
adentro, control y regulación estatal, no solo para los propósitos tradicionales de
afectar la distribución del ingreso y realizar las inversiones de infraestructura y los
programas sociales, sino también para lograr una ingerencia mas general sobre
una amplia variedad de actividades económicas del sector privado; y la creciente y
directa participación del estado en todos los sectores de la economía, especialmente
por medio de las empresas publicas y los institutos y agencias autónomas estatales.
Aunque por cierto se puede citar un número de casos excepcionales, el movimiento
hacia el centralismo y el proteccionismo fue bastante generalizado, no sólo en
términos de las estrategias internas de cada uno de los países, sino también por el
enfoque de los programas de asistencia propiciados por los organismos oficiales
internacionales que se dedicaron al tema del desarrollo económico.
Aun la lectura mas liviana de la historia de todo el periodo que acompañó a este
conjunto de políticas económicas revela que tales estrategias no trajeron logros
significativos en las áreas básicas de la estabilidad económica, el crecimiento
pujante y sostenible de las economías, ni por ende los mejoramientos prometidos
en el nivel del bienestar económico de los ciudadanos. Al contrario, a lo largo del
período la mayoría de los países latinoamericanos
Sin embargo, a lo largo del período hubo excepciones a esta tendencia global de
dirigismo estatista. Por ejemplo, aunque los países de Centro América aplicaron
tanto la política de sustitución de importaciones, especialmente con la formación del
Mercado Común Centroamericano en la década de los sesenta, así como la
extensiva intervención regulatoria en distintos sectores de sus economías, por lo
general la participación directa del estado fue relativamente reducida, se evitaron
los déficit fiscales y no experimentaron series brotes de inestabilidad
macroeconómica hasta finales de los años setenta. Otro ejemplo lo constituye la
experiencia brasileña entre mediados de la década de los sesenta y el comienzo de
la crisis del petróleo a finales de 1973. Con una serie de políticas diseñadas para
abrir la economía al comercio internacional, reducir la intervención estatal en el
funcionamiento del mercado local y controlar el proceso inflacionario, Brasil alcanzó
tasas de crecimiento económico del 7,4% per capita (tasa promedio anual) entre
1964 y 1970 y de 9,9% entre 1970 y 1973.
Otro fenómeno que tuvo sus raíces en esa primera crisis del petróleo fue la
acumulación de liquidez de parte de los países exportadores de petróleo. Gran
parte de estos recursos fueron depositándose en el sistema financiero comercial
de los países desarrollados. A su vez, la banca comercial, durante los últimos años
de los setenta y a comienzos de los ochenta, inició una agresiva política de créditos
a los países importadores de petróleo, y casi toda América Latina se endeudó
fuertemente alo largo de este período. De nuevo, hubo excepciones a esta
tendencia, mas notablemente en Centra América, donde la inestabilidad política
en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua ahuyentó a la banca comercial y
estos países no tuvieron la opción de endeudarse a tasas de internas comerciales,
con el consuelo ex post de haber evitado por esta vía la crisis de deuda, aunque no
pudieron evitar la recesión.
Sin lugar a dudas, los enormes flujos de créditos ayudaron a todos estos países en
sus intentos de reactivar sus economías, restaurar y mantener los niveles de gasto
interno y absorber, de una manera u otra, los impactos de la menor riqueza
impuestos por los países de la OPEP. En demasiados casos, sin embargo, los
créditos también dieron la oportunidad de postergar cualquier ajuste verdadero
orientado a corregir sus estrategias pasadas de desarrollo económico. En
consecuencia, la acumulación de deuda externa surgió como un factor más que
amenazaba al futuro económico.
La severa recesión mundial de los primeros años de los ochenta, que tuvo sus inicios
en una nueva ronda de alzas del precio del petróleo en 1979 y la nueva política
monetaria restrictiva de la Reserva Federal de los Estados Unidos, fue
caracterizada, como siempre, por un marcado deterioro en los términos de
intercambio para los países en vías de desarrollo. Pero esta vez el problema se
agravó, porque además del abultado nivel del endeudamiento externo de parte de
casi todos los países latinoamericanos, hubo un alza
mundial sin precedentes en las tasas reales de internas, que pasaron desde
niveles negativos hasta un 13% y mas.
Por lo tanto, desde Ia recesión y durante el resto de la década, el tema que dominó la
política económica de América Latina fue precisamente la crisis de la deuda y las
variadas estrategias de renegociación con los acreedores que permitiera la
reactivación económica mientras se intentaba cumplir, bajo términos mis blandos,
con el servicio de sus deudas renegociadas. Sin embargo, como en demasiados
casos el énfasis estuvo casi exclusivamente dirigido a las renegociaciones, con
muy pocos esfuerzos genuinos dedicados simultáneamente a los ajustes
necesarios a las economías internas, la región efectivamente perdió la década de
los ochenta.
Uno de los fenómenos mas interés antes y potencialmente mas promisorios que surgió a
raíz de esta recesión mundial es la renovada sugerencia a favor de la aplicación de
políticas de mayor apertura económica, para aprovechar el comercio internacional y
fomentar las exportaciones, junto a una orientación general hacia mercados libres y
la iniciativa del sector privado, como estrategia básica para ayudar a los países en
vías de desarrollo a superar los problemas severos inherentes en cumplir con las
obligaciones del servicio de la deuda externa y volver a encontrar el camino al
crecimiento sostenido. Particularmente notable ha sido el cambio en este sentido
de parte de las agencias y organismos internacionales, ya que las
recomendaciones (a veces obligaciones) de política consecuentes con esta nueva
estrategia provienen ahora del FMI, el BID, el gobierno de los Estados Unidos (y
sus varias agencias) y el Banco Mundial.
Quizás el adjetivo clave que algunos no quisieran utilizar es "perfecto", pero si lo que
se busca es un buen ejemplo de crecimiento con deuda, cl desempeño de la
economía chilena ciertamente califica. Desde la severa recesión, el PGB cayó en
14,1% en 1982, 0,7% en 1983, con una deuda externa que excedía el PGB y con la
peor caída por lejos de los términos de intercambio en toda América Latina, la economía
chilena ha crecido por ocho años consecutivos (incluyendo las proyecciones para
1991). El hecho de que, por el crecimiento registrado, Chile no perdió la década de los
ochenta es una de las razones que explica por que" Chile ha sido ampliamente
reconocido como la aplicación mas exitosa de las políticas del tipo "ajuste estructural".
De hecho, durante el segundo quinquenio de los ochenta las políticas y el
desempeño de la economía chilena recibieron los aplausos y elogios no sólo del Banco
Mundial, sino también del FMI, el BED, la banca comercial y varios gobiernos. Estos
elogios se basaron no sólo en el crecimiento sostenido, sino también por lograr reducir
continuamente la tasa de desempleo (incluso a niveles mas bajos que algunos países
desarrollados), el control estricto de las finanzas publicas, la estabilidad relativa de
precios (especialmente relativo al estándar latinoamericano), una tasa extraordinaria
de crecimiento de exportaciones y una reducción del endeudamiento externo, tanto del
total, como especialmente de la deuda con la banca comercial de mediano y largo
plazo. Estos hechos y cifras que documentan la recuperación de la recesión de la
deuda, ocurrieron simultáneamente con la vigencia del programa de ajuste
estructural del Banco Mundial en Chile.
Todos los párrafos anteriores han tenido el propósito de describir, en términos breves
y muy generales, el contexto económico, a nivel mundial y latinoamericano, dentro del
cual Chile realizó el cambio estructural de su economía. Hacia finales de la "década
perdida", era un hecho que Chile representaba el único ejemplo de los beneficios
que podrían cosecharse mediante la aplicación de una serie de políticas económicas
de acuerdo a los lineamientos de programas de ajuste estructural. Los elogios
expresados por la conducción económica en la segunda mitad de los ochenta, y que
siguen llegando a las nuevas autoridades políticas y económicas, son el justo
reconocimiento por todo lo que se ha logrado hacer en Chile en materia de política
económica a lo largo de estos años de crisis.
Sin embargo, debe ser recordado que la política económica chilena también había
llegado a ser objeto de la misma clase de elogios, de las mas variadas fuentes
internacionales, durante el segundo quinquenio de los años setenta y hasta el
comienzo de la recesión mundial de la deuda. Quizás por la severidad con que esta
recesión afectó a la economía chilena, ha sido demasiado fácil olvidar el hecho de
que Chile se embarcó en un autentico cambio estructural de su economía en
1973, es decir, aproximadamente diez años antes de que el Banco Mundial
comenzara a promover su estrategia de programas de ajuste estructural. Las
medidas especificas de política económica y social que se iniciaron en 1973, y
que siguieron tomándose hasta el
Durante las cuatro décadas anteriores a 1970, Chile era un país Líder, no tanto en
términos del progreso económico y social, sino mas bien en cuanto al movimiento
del continente hacia el proteccionismo y el activismo estatal. Aun antes del intento
socialista de la Unidad Popular (UP) de establecer como norma la planificación
central de la economía, sucesivas administraciones políticas habían llevado al
país a cada vez mis extensos grados de intervención, regulación y estatismo. Es
evidente que en cualquier gobierno, las políticas (y su administración) en el piano
cambiario, arancelario, tributario, etc., tienen su impacto en la mayoría de las
actividades económicas. Pero, hasta 1973, la característica mis notable del
activismo estatal en Chile fue la relativa falta de políticas efectivas generales; por
el contrario, la norma era la aplicación de medidas específicas y discrecionales,
con fuerza y magnitud discriminatoria, y altamente cambiantes en el tiempo.
"Este exceso de control estatal sobre la economía ha hecho que el éxito de las
actividades productivas emprendidas dependa mucho más del padrinazgo
político, el cual concede exenciones tributarias o arancelarias, otorga o niega
precios rentables, permite o prohíbe la importación de sustitutos, aprueba o no
prestamos internos y/o externos, que de la verdadera rentabilidad social de dichas
actividades, y de la capacidad técnica y empresarial de quienes en ellas trabajan.
De este modo, los empresarios buscan mas el acercamiento a los políticos y a los
personeros de gobierno,..., que a los técnicos y profesionales o a los obreros y
empleados que laboran en las empresas y que podrían aumentar la productividad
real de los procesos productivos. Es mas fácil obtener una rentabilidad financiera
cobrando un alto precio permitido por un elevado arancel, que una rentabilidad
real basada en un precio bajo, al alcance de las grandes masas, permitido por
rebajas de costos obtenidas con mejoras reales de productividad. Estas políticas
de proteccionismo han sido, además, las principales responsables de que la
estructura productiva interna se caracterice por un grado importante de
actividades monopólicos".
Precios y mercados
Empresas publicas
Legislación laboral
eran sindicatos formados por ley para proteger los intereses de la profesión
practicada por sus miembros. El monopolio que se generó era férreamente
cerrado, ya que si no se era miembro registrado de un colegio, con las cuotas al
día, no se podía ejercer no sólo como abogado, administrador publico, arquitecto,
bibliotecario, contador, periodista, medico, enfermera, farmacéutico, profesor, ni
tampoco ser funcionario publico en su especialidad. Las leyes daban a los
colegios el derecho de fijar los honorarios que podían cobrar los miembros y los
estándares de ellos, y prohibir a los no miembros ofrecer servicios profesionales
al publico.
Por otra parte, además delos salarios mínimos, había tres características
adicionales en esta legislación que hacían artificialmente mas caro el empleo de
la mano de obra en Chile. Primero, debido a la insolvencia de los fondos de
pensiones, la falta de seguro de desempleo y las alternativas deficientes para el
ahorro que existían en la economía, fue instituido el concepto de la
indemnización, la cual daba derecho al empleado a recibir, si se retiraba o si era
despedido, un mes de salario por cada año trabajado con el mismo empleador.
Dado este costo contingente, los empleadores evitaban, en lo posible, contratar
mis personas. Segundo, de acuerdo al concepto de que los trabajadores tenían
un derecho de propiedad sobre su puesto de trabajo, y con el objeto de
contrarrestar otros incentives para despedirlos, los legisladores crearon una ley
de inamovilidad de trabajo, la cual, entre otras cosas, fijaba otro pago de
indemnización cuando un empleado era despedido sin justificación suficiente.
Tercero, para promover el sentido de participación del trabajador
Mercado de capitales
Otro amplio sector económico severamente afectado por el dirigismo estatal fue el
mercado de capitales, el que siempre proporcionaba una amplia y tentadora
variedad de caminos para la intervención dirigista y rara vez se resistió la
tentación. La forma menos imaginativa y mas común de intervención fue la
fijación de tasas de Meres nominales a niveles "razonables", cualquiera fuera la
tasa de inflación. Otra herramienta común en todos los regímenes era la creación
de líneas especiales de crédito para promover las actividades de moda, según la
autoridad del momento. Con tasas reales de interés negativas,
yconcontrolescuantitativosestrictosenlaasignaciOndecreduos.laactividad bancaria
evolucionó a ser simplemente un intermediario para los redescuentos del Banco
Central y manejar la influencia política que conllevaba la distribución arbitraria de
créditos con tasas reales negativas.
El gobierno del Presidente Allende, igual que en los demás campos, no tuvo que
cambiar la legislación vigente en el sistema bancario para apoderarse de 61, sino
que simplemente Ilevó a su extrema la regulación heredada. Con inflación
creciente y tasas de interés nominales fijas, hizo que las tasas reales fueran mas
negativas que nunca. Se establecieron Iíneas de crédito selectivas para las
empresas del "Área social" pertenecientes al estado y en general para las firmas
expropiadas. Al fijar un 100% de reserva marginal en el crédito bancario, los
controles cuantitativos del Banco Central fueron absolutos. Finalmente, el
gobierno intervino, "compró" y nacionalizó) los bancos privados. Al final de esta
gestión socialista, no había sector bancario privado, y estaban severamente
restringidas las operaciones de las pocas instituciones privadas de ahorros y
prestamos.
Política fiscal
En el área de la política fiscal propiamente tal, quizás la característica más
notable y persistente fue el déficit crónico, los consecuentes créditos del Banco
Central al fisco y la inflación. Sin embargo, al menos durante 1 a década de los
sesenta, hubo una relativa estabilidad en esta materia y un esfuerzo hacia fines
de la década por controlar el déficit. En efecto, entre 1960 y 1964, el gasto fiscal
total fue del 22,1 % del PGB (19,9% sin el servicio de la deuda), los ingresos
fiscales alcanzaron el 17,4% del PGB y el déficit fue, en promedio, del 4,7% del
PGB. Mas aún, aunque entre 1965 y 1970 el gasto creció al 23,8% del PGB (al
21,2% sin el servicio de la deuda), los ingresos aumentaron al 21,7%, con lo cual
el déficit fiscal cayó en promedio al 2,1% del PGB. De hecho, entre 1967 y 1969,
el déficit fue apenas el 1% del PGB y tan sólo el 0,4% en 1969.
Durante los primeros meses del gobierno militar, la política económica fue dirigida
mas bien a la necesidad de restaurar el orden y apagar los incendios mas
urgentes que existían y surgieron. Una de la primeras medidas fue un gran paso
hacia la unificación del tipo de cambio; los seis tipos de cambio oficiales fueron
reducidos a tres, y el nuevo valor mas utilizado en la economía representó una
devaluación del orden de seis a nueve veces.
En el primer capítulo de este libro, Gert Wagner presenta un amplio análisis del
proceso de desregulación que el gobierno militar emprendió en 1973 y persiguió
hasta marzo de 1990. Los cambios involucrados fueron profundos, ya que lo que
se pretendía era la transformación desde un extremo de organización económica,
economía estatal de planificación central, hasta otro, economía libre. Como bien
señala Wagner, en la economía chilena no se ha llegado nunca a ninguno de
estos extremes, pero en comparación con la evolución histórica de la intervención
estatal en Chile hasta septiembre de 1973, el cambio de enfoque instituido por el
gobierno militar fue de fondo e impresionante.
Wagner considera no solo las medidas tomadas sino también, hasta donde la
información empírica lo permite, los indicadores acerca del mayor funcionamiento
del mecanismo de mercado en un amplio espectro de la economía chilena.
Wagner trata explícitamente, entre otros tópicos, las políticas de precios y las
regulaciones que impedían la libre entrada a varios sectores, antes y después de
1973; la apertura de la economía y su integración internacional, el desarrollo de
un mercado de capital y crédito; las regulaciones y sus reformas en el mercado
laboral; las reformas del estado mismo y su relación con el desenvolvimiento del
sistema de mercado, las empresas públicas, la previsión social y la legislación
antimonopolio. quizás la
Gasto fiscal
Una segunda área prioritaria del nuevo gobierno fue la recuperación del control
sobre el déficit fiscal para poder bajar la tasa de inflación. Como el diagnóstico de
la situación señalaba como fuente principal del problema el aumento del gasto y
el tamaño global del estado, el énfasis del programa de control del déficit se
centre" en rebajar el gasto y disminuir la extensión del estado. De hecho, los
logros fueron sustanciales en el primer año. El gasto fiscal total cayó en mas del
25% en términos reales, desde el 44,9% del PGB en 1973 hasta el 32,4% en
1974. A la vez, el ingreso real subió desde el 20,2% hasta el 21,9%. Sin embargo,
aunque el déficit cayó desde 24,7% del PGB en 1973 hasta el 10,5% en 1974,
este ultimo era todavía demasiado alto para alcanzar la estabilidad deseada, ya
que la tasa de inflación en 1974 superó el 375%.
Reforma tributaria
No obstante la insuficiencia del ajuste fiscal inicial, el año 1974 fue muy
importante en términos de crear las bases para un aparato publico moderno y
eficaz para el futuro. Se desarrolló un verdadero presupuesto publico que fue
ordenado y completo, permitiendo así un adecuado control de los recursos
asignados al estado. también se comenzó el proceso de reducir el numero de
empleados públicos y el numero y monto de los subsidios y otros gastos no
esenciales mientras se aumentaron las inversiones publicas. Fue también durante
1974 que se preparó la base de la reforma tributaria, ya que tanto el D. L. 824,
que modificó el impuesto sobre la renta, como el D. L. 825, que introdujo el
impuesto al valor agregado, fueron publicados el 31 de diciembre de 1974.
La marcha hacia la modernización quedó corta, sin embargo, en cuanto a las tasas
de impuesto sobre la renta de las personas. El motive inicial, claro está, fue la
necesidad de controlar el déficit fiscal, y por eso la tasa marginal mas alta en 1975
alcanzó al 80%. Dicho máximo fue rápidamente reducido al 60% y, al llegar a 1983,
se había rebajado al 58%, tasa marginal tan elevada que todavía conllevaba
fuertes desincentivos para el trabajo, el ahorro y la inversión. La tasa promedio
implícita en el sistema alcanzó su máximo de 45,1% en marzo de 1975 y bajó al
26,1% en diciembre de 1983, con reducciones relativamente mayores para los
niveles mas bajos del ingreso imponible. De todas maneras, estas tasas
exageradamente altas, junto con la capacidad técnico administrativa y la voluntad
política de cobrar los impuestos, tuvieron el efecto no deseado de disminuir la
capacidad de ahorro de
la economía privada durante el resto de la década.
Sin lugar a dudas, el paso mis importante hacia la modernización tributaria fue la
derogación del impuesto de compraventa y su reemplazo con el impuesto al valor
agregado en el D. L. 825, con tasa uniforme del 20%. Aunque el IV A al principio no
fue general, ya que se establecieron exenciones junto con varios impuestos
selectivos al consume adicionales al IV A, a través del tiempo estas excepciones
fueron eliminados y el IVA llegó a ser la verdadera columna vertebral del sistema
impositivo chileno. Con respecto a los otros impuestos indirectos, se mantuvieron
tributes especiales sobre los alcoholes, tabacos y gasolinas. además, se
introdujeron varias racionalizaciones a los timbres y estampillas flscales.
Sean las que fuesen las razones, fue evidente en la segunda mitad de 1974 que
el país tendría que reducir nuevamente su nivel de gasto. La continuación de la alta
tasa de inflación, junto con la persistente situación de desequilibrio
macroeconómico, exigían un crecimiento restringido del crédito interne. Y la
recesión internacional, a raíz del alza del precio del petróleo, también forzó una
reducción del gasto interne. De hecho, las circunstancias eran especialmente
negativas. Con el aumento del precio internacional del petróleo, el gasto no podía
mantenerse con créditos externos porque simplemente no estaban disponibles
para Chile por razones políticas. Tampoco existían reservas internacionales que
permitieran mantener el gasto por medio de un
El éxito de este programa fue asombroso, no sólo para superar la crisis coyuntural
que lo exigid, sino también porque sentó las bases para el cambio permanente que
se percibe hasta hoy respecto a la necesidad de responsabilidad fiscal. A pesar del
hecho de que Chile fue el país mas afectado por la recesión internacional del
petróleo, la caída en los términos de intercambio le significó una pérdida real (pesos
de 1977) de unos $34.000 millones, aproximadamente el 14% del PGB de!974, el
déficit fiscal fue reducido a tan sólo el 2,6% del PGB en 1975, en comparación al
10,5% registrado en 1974. El déficit siguió bajando al 2,3% en 1976,1,8% en 1977 y
0,8% en 1978, para después convertirse en superávit de 1,7%, 3,1 %y 1,7% del
PGB en 1979,1980 y 1981, respectivamente. Al ver este desempeño fiscal
retrospectivamente, y considerando la falta de éxito en controlar el déficit fiscal que
caracterizó la mayoría de los demás países latinoamericanos a lo largo de la
"década perdida", es difícil evitar la conclusión de que para Chile la casi absoluta
ausencia de asistencia externa de cualquier tipo durante los años del ajuste fue
una bendición ex post, pues se vid obligado a realizar el ajuste fiscal (y
económico) sólo, con sus propios esfuerzos, y lo hizo.
Parte de dicha reorientación exigía que los gastos fiscales que debieran
emprenderse, fuesen hechos bajo el criterio de eficiencia y de un rendimiento
económico y social que excediera a los costos. Para ayudar en el cumplimiento de
este criterio, se institucionalizó un extenso, estricto y detallado sistema de
evaluación y control de todos los proyectos públicos de inversión. El desarrollo, la
descripción y el análisis de este sistema, único en América Latina, es el típico del
estudio de Sergio Rudolphy, que aparece como capítulo 4 de este libro.
Gasto social
De la misma manera, los subsidios sociales fueron diseñados de manera tal que se
mantuvieran en lo posible los incentives a favor de los esfuerzos personales. Por
ejemplo .un desempleado acogido a un programa de asistencia debía percibir
siempre menos ingreso que lo que ganaba en un empleo normal. O una familia que
hacia un esfuerzo mayor para acumular cierto nivel de ahorros obtenía una vivienda
subsidiada de mejor calidad.
En la previsión social, el gobierno del Presidente Pinochet realizó una de las reformas
más trascendentales y novedosas en la economía chilena. El antiguo sistema de
reparto fue reemplazado en 1981 por uno basado en la capitalización individual, en la
cual los aportes obligatorios son colocados en cuentas personales para la jubilación.
Estas cuentas son manejadas por instituciones privadas (Administradoras de Fondos
de Pensiones, AFP) que compiten entre si y operan bajo las normas definidas en la ley
y los controles de la Superintendencia de AFP. A la edad de jubilación, si los ahorros
provisionales son insuficientes como para brindar la pensión mínima (determinada por
el estado), el estado debe proporcionar al jubilado un subsidio para suplir la diferencia. Al
instituir el nuevo sistema, los trabajadores tuvieron la opción de permanecer en el
sistema antiguo o cambiar al nuevo; todo nuevo trabajador, sin embargo, debía entrar
al nuevo sistema provisional. Al finalizar el año 1988, había aproximadamente 3
millones de afiliados al nuevo sistema, y los fondos de pensiones acumulados
superaban los US$ 3.000 millones que se encuentran invertidos en una amplia
variedad de instrumentos en el mercado de capitales chileno.
En el Capitulo 3, Maria del Pilar Rozas describe y analiza en detalle todos estos y
varios otros aspectos del gasto social en Chile bajo la nueva estrategia de la
política social introducida por el gobierno militar. Estas políticas constituyen una
parte integral del ajuste estructural que el país experimentó entre 1973 y 1990.
Empresas publicas
Un tercer área general que marcó la política económica y fiscal durante el gobierno
militar fue el tratamiento de las empresas en manos del estado, las publicas
tradicionales y las demás. La primera medida fue "normalizar" las 259 empresas
confiscadas durante la UP; mis de 200 fueron devueltas al sector privado durante
1974, el resto a lo largo de los siguientes cinco años. Además, entre 1975 y 1976
CORFO vendió la mayoría de sus acciones bancarias mediante licitaciones de
paquetes accionarios, y entre 1978 y 1980 se realizaron otras ventas significativas de
empresas. Finalmente, y quizás mas importante para la salud general de la economía y
de las finanzas publicas en particular, CORFO y el resto del sector publico emprendieron
una política generalizada de racionalización de las operaciones de las empresas
publicas, quitándoles todos los privilegios tributarios y anticompetitivos, de manera
que ellas operaran mis eficientemente en un ámbito competitivo y produjeran
resultados positivos, en vez de seguir contribuyendo al déficit fiscal.
De esta manera, entre 1973 y 1981, el sector publico redujo el numero de sus
empresas desde aproximadamente 620 que tenía la UP a 66, dos tercios del numero
que estaba bajo control estatal en 1970. Aunque el esfuerzo fue notable en estos
términos numéricos, los efectos prácticos sobre la ingerencia del estado en la
economía no deben exagerarse. En 1981, el empleo total de las empresas en manos
estatales todavía representaba mis del 3,3% del empleo agregado de la economía.
En 1980, estas empresas "explicaban" aproximadamente el 20% del PGB, mientras
que el patrimonio de tan sólo las 12 filiales mis grandes de CORFO equivalían al 60%
del patrimonio de todas las firmas registradas en la Bolsa de Comercio. Por supuesto,
gran parte del tamaño económico total de las empresas estatales se explicaba por el
hecho de que tres de las mas grandes, CTC, CHILECTRA y especialmente CODELCO,
habían sido privadas hacia finales de la década de los sesenta. De todas maneras, a
pesar de los esfuerzos realizados, y al contrario de la crítica dirigida al exceso de
privatización, durante ese periodo se ve que los efectos de cualquier "fiebre de
privatización" habían sido mayormente controlados, ya que el estado empresario
seguía teniendo una enorme importancia en la economía chilena.
En el sentido práctico, el principal logro de los primeros ocho años de la política fiscal y
empresarial del gobierno militar fue el establecimiento de una economía mixta y un
saneamiento de las finanzas publicas. En las empresas estatales propiamente tales,
se logró implantar un nuevo estilo gerencial, dirigiendo los esfuerzos hacia la
eficiencia de cada una de ellas en su propio rubro y generando dividendos para su
dueño: el estado. De hecho, el progreso en ese sentido, es decir hacia el
autofinanciamiento, fue notable ya que al entrar los años ochenta CORFO en su
conjunto generaba utilidades. Sin embargo, todavía quedaban focos de ineficiencia al
estilo anterior; tan solo tres empresas, CAP, LAN Chile e IANSA generaron en el año
1981 perdidas de US$144 millones". así, no obstante los innegables progresos que
fueron alcanzados en el control y reducción de las empresas publicas entre 1973 y
1981, al final de cuentas, tal como lo expresaron Barddn, Carrasco y Vial:
"El Estado es aun, con mucho, el agente productivo mas importante y su presencia en
la minería de cobre es cuasi monopólico, ocurriendo otro tanto en las
telecomunicaciones, la generación de energía, el salitre, hierro carbón y acero, el
transporte aéreo y ferroviario, la provisión de petróleo, agua, gas y servicios tales
como la salud y educación, obras viales, etc."19
Entre 1981 y 1985, no hubo nuevos progresos en cuanto a disminuir el tamaño del
aparato productivo estatal. Aun ciertas venlas que se habían anunciadas, los cases
de CAP y Laboratorios Chile, fueron detenidas. Durante este período, aunque no
hubo un retroceso a todas las prácticas nocivas del pasado, algunas empresas, entre
ellas CTC, EMPORCHI, LAN, ISE y Laboratorios Chile, se encontraron involucradas
en controversias en torno a un alegado abuse del poder de mercado, competencia
desleal, que surgía del hecho de que no existía para ellas la amenaza de quiebra
(Wisecarver, 1986).
Peor todavía, por lo menos así parecía, fue el hecho de que hubo una "re
estatización" de gran parte de la banca y de muchas de las empresas mas
importantes del país que estaban relacionadas con los bancos que fueron
intervenidos. En efecto, a raíz de la recesión mundial de la deuda de 1982 y 1983, y
en parte debido a ciertas irregularidades acumuladas en la regulación y en el manejo de
los bancos privados durante los años anteriores, el gobierno intervino 16 instituciones
financieras. Como consecuencia de que la propiedad de estas estaba
complejamente interrelacionada con los mayores grupos económicos del país, la
intervención conllevó el control estatal de gran numero de las empresas mis
importantes del sector privado productivo. De esta manera, el estado no sólo volvió a
controlar mis del 60% de los depósitos del sistema financiero y los dos bancos mis
grandes, el Banco de Chile y el Banco de Santiago, sine también las mayores AFP y
grandes empresas industriales, tales como COPEC, INDUS, INFORSA, CCU, Celulosa
Arauco, entre otras. Este conjunto de empresas "desprivatizadas" fue denominado el
"área rara" de la economía chilena, y el hecho de su existencia constituía una gran y
visible incógnita respecto al futuro, no sólo sobre la continuidad del proceso de
privatizaciones, sino también de todas las reformas económicas que se habían
puesto en marcha desde octubre de 1973. Dicha incógnita fue resuelta en 1985, ya
que a partir de entonces y hasta el final del gobierno militar se traspasó al sector
privado el patrimonio y el manejo de unas 50 empresas del "área rara", junto con
unas 17 empresas publicas tradicionales.
Al final del proceso en 1990, las únicas áreas en las cuales el estado todavía
mantenía una presencia dominante eran la gran minería de cobre, la provisión de
petróleo, el servicio de aguay las obras viales. Mas aun, aunque el numero de
empresas en manos estatales no parece haber bajado tan dramáticamente,
desde 48 a fines de 1983 hasta 45 al final de 1989, es importante resaltar que de
estas ultimas, 14 son "nuevas", habiéndose creado precisamente con el objeto de
facilitar su posterior privatización. Tal es el caso, por ejemplo, de las diez
empresas CORFO de servicios sanitarios, una por cada región (menos la quinta y
la metropolitana donde ya existían empresas publicas), que fueron creadas en
reemplazo del Servicio nacional de Obras Sanitarias, dependiente del Ministerio
de Obras Publicas, con la meta de, primero, instituir el criterio empresarial en ese
servicio y, segundo, proceder a su privatización como empresas.
Esto ultimo ha sido tal vez lo más controvertido del proceso de privatización, ya que
en su momento se argumentó que los precios de venta habían sido bajos en relación
a los flujos netos que podían esperarse de estas empresas en el futuro. En un intento
por medir la "pérdida fiscal" que pudiera haber surgido en la venta de las empresas,
Liiders señala que aún con fuertes sesgos a favor de la hipótesis de una perdida,
ésta no habría excedido nunca, ni en el peor de los casos, al 15% del valor de las
ventas realizadas. En todo caso, para que esta critica tuviera siquiera una validez
potencial, sería necesario suponer que en el futuro las políticas gerenciales que
conducían a los flujos netos positivos de las empresas vendidas serían
mantenidas. Sin embargo, si tal
Política tarifaria
Sin embargo, para los servicios públicos, donde es poco probable que aparezca
una competencia efectiva, los llamados monopolios naturales tales como
electricidad, telefonía, agua potable y alcantarillado, se requería de una
estrategia mas compleja. además de someter a las empresas publicas en estos
sectores al régimen general dela política económica, fue necesario desarrollar una
política tarifaria.
Desde el comienzo del gobierno militar, las autoridades enfatizaron dos criterios en
esta materia: primero, que los precios pertinentes reflejaran los verdaderos costos
de producción y segundo, que las empresas en cuestión recibieran ingresos
suficientes para permitir el autofinanciamiento. Para electricidad y teléfonos, las
pautas que se siguieron inicialmente fueron dictadas por la legislación de 1959 que
garantizaba, al menos formalmente, un 10% de retorno sobre el capital invertido,
descontados los costos de operación y la depreciación; para los otros sectores, las
reglas no eran tan claras, ni siquiera en principio.
A la vez, el costo del capital para las nuevas inversiones marginales en capacidad
se define en términos de la mejor alternativa tecnológico económica disponible para
el país en el corto plazo; durante algún tiempo, esta fuente marginal ha sido la
instalación de turbinas de gas. Finalmente, para pasar desde los costos marginales
de energía y capacidad (potencia) a las tarifas que 1 as empresas distribuidoras
pueden cobrar a sus clientes, se agregan los costos de capital para expansiones
marginales de la red de distribución y las perdidas inevitables de energía que
ocurrirían a los largo de una red de distribución Optima.
Este sofisticado sistema de tarifas fue introducido paso a paso a partir de principios
de 1980, con la aplicación informal de precios de transferencia de ENDESA a
CHILECTRA. En mayo del mismo año se inició la negociación de tarifa libre para los
clientes con capacidad instalada que excedía los 4.000 Kw, y se introdujo por
primera vez el recargo de invierno (la poca de peak en el sistema eléctrico chileno).
Dado que la aplicación inmediata del sistema completo (en octubre de 1980) habría
causado incrementos severos en algunas cuentas mensuales, particularmente para
los clientes residenciales con consumos bajos, se puso en práctica un programa de
ajustes transaccionales para eliminar la brecha entre las nuevas tarifas objetivas y
las antiguas que todavía contenían los subsidios cruzados.
Para completar la reforma de la regulación de este sector, se publicó una nueva ley
general de servicios eléctricos en septiembre de 1982 (DEL 1 del
Para el agua potable y alcantarillado, en cambio, se logró algún grado de éxito hacia
la racionalización de la estructura tarifaria, mas notablemente con
Estabilización macroeconómica
En el capítulo 12 de este libro, Luis Felipe Lagos analiza el éxito relativo de las
políticas de estabilización emprendidas en los años setenta. Concluye que, si bien
la estrategia ortodoxa adoptada tuvo éxito en llevar a la economía a un nivel de
inflación permanentemente mas bajo, la rapidez con la cual se alcanzó este nuevo
ritmo inflacionario fue menor, y los costos de hacerlo fueron mayores, de lo que
podría haberse logrado de no haber emitido simultáneamente señales
contradictorias a la estabilización. En especial, Lagos señala a las políticas salarial
y cambiaria como elementos que, al contrario de contribuir a la rápida eliminación
de la inflación, mas bien introdujeron grades de inercia al proceso inflacionario.
En este mismo sentido, los anuncios respecto a la garantía estatal para los
depósitos del SINAP plantearon dudas respecto a la determinación de las
autoridades de lograr un verdadero control sobre el déficit fiscal.
No obstante estas incongruencias, el hecho es que Chile si tuvo relativo éxito en la
lucha antinflacionaria, especialmente en comparación con los (varios) programas
heterodoxos ensayados en Argentina y Brasil. Es más, el compromiso respecto al
control del déficit fiscal, bajo casi cualquier circunstancia, pareciera haberse
enraizado en Chile. De hecho, al comienzo de la crisis de la deuda, la
determinación de no incurrir en déficit fiscal probablemente contribuyó a la
profundidad de la recesión que experimentó Chile en 1982. En respuesta al
aumento notable del gasto fiscal, —mas de la mitad del aumento del gasto
agregado del país—, el fisco aumentó sus
ingresos en más del crecimiento del PGB en 1981. así, todo el peso del ajuste que
requería la economía en ese entonces recayó en el sector privado, lo cual profundizó
la caída en la actividad interna. después, el déficit creció desde 2,8% del PGB en
1982 hasta 6,3% en 1985, pero volvió a caer rápidamente durante los restantes
años de la década (todo dentro de los convenios acordados con el FMI). Y en los
primeros dos años del nuevo gobierno democrático, el manejo fiscal ha sido
sorprendentemente conservador.
Mercado de capitales
El trabajo también analiza en detalle los tropiezos que surgieron a lo largo del
proceso y la aparente indecisión y claros errores de la autoridad económica frente
a las diferentes instancias de insolvencia que surgieron a lo largo del período entre
1975 y 1983. De especial interés es el análisis pormenorizado que ofrece Valdés
de los cambios legales y del enfoque y atribuciones de las distintas
Superintendencias que tienen ingerencia en el mercado de capitales y que se
institucionalizaron durante 1 a época en respuesta a las dificultades que emergieron.
inversión extranjera
Legislación laboral
La verdadera política laboral del gobierno militar emergió con una serie de iniciativas
legales entre 1979 y 1981, incluyendo, muy significativamente, la Constitución
política de la Republica en 1980. El punto central que motivaba todas las
reformas fue la creación de un marco institucional que respetara los derechos
legítimos de todos los afectados por las relaciones laborales, tanto los
trabajadores, como los empresarios, así como los consumidores y otros sectores
que no eran parte directa en las negociaciones.
Reforma provisional
Ya se ha hecho referenda alas reformas realizadas al sistema chileno de previsión
social, quizás la reforma mas significativa y duradera en el campo laboral. El
proceso de reforma empezó en 1974, cuando paso a paso se eliminaron los
beneficios discriminatorios, se uniformaron las asignaciones familiares y la edad de
retire y se redujeron las tasas de contribuciones. Los elementos netamente
redistributivos, asignaciones familiares, la pensión mínima y beneficios por
.cesantía, salieron del sistema de previsión y su financiamiento fue traspasado al
presupuesto general de la nación.
Comercio internacional
Otra delas grandes Iineas de reformas al sistema económico en Chile fue la apertura
al comercio internacional. A comienzos de 1974, el gobierno anunció su decisión
de efectuar una reforma arancelaria, tanto para aprovechar las ventajas del
comercio internacional y fomentar el sector exportador, como para introducir un
elemento externo de competencia en los mercados chilenos internes. Con tres
sucesivas rebajas de tarifas durante ese año, se redujo el promedio aritmético de
los aranceles desde el 105% hasta el 57% y la tasa máxima desde 750% hasta
120%24. también se creo el Comité Asesor de política Arancelaria, encargado de
elaborar un programa de reforma arancelaria. En menos de cinco años, y después
de modificar el programa recomendado por el Comité, en junio de 1979 se alcanzó la
meta de un arancel uniforme del lO por ciento. Aunque a raíz de la recesión de
los años ochenta, esta política sufrió un retroceso temporal, los aranceles subieron
en 1983 al 20% y después, en 1984, al 35%, en 1985 se volvió<5 a rebajarlos, primero
hasta el 30% y, en junio del mismo año, al 20%. Mas adelante, en enero de 1988,
fueron rebajados al 15% (y a mediados de 1991, bajo el nuevo gobierno, al 11%).
Por otro lado, Hachette distingue dos efectos de la apertura, un efecto precio cuyo
impacto fue negativo pero estático, y otro dinámico, debido al cambio de eficiencia,
la adopción de nuevas tecnologías y de mezclas mas económicas de factores de
producción. Este efecto dinámico dominó después del efecto precio y especialmente
después de la recesión de 1982/83. Dentro del efecto, se detecta una mayor
productividad de la inversión, una gran diversificación de producción, una nueva
composición de 1 a producción y el empleo y, en general, un sector dinámicamente
eficiente. Finalmente, se concluye que la liberalización del comercio exterior tuvo
un impacto claramente positivo en el empleo total de la economía, absorbiendo los
sectores agropecuario y pesca mas empleo de lo que se había perdido en el
sector industrial.
Sector agrícola
En el capítulo 7 de este libro, Rodrigo Mujica analiza la evolución del sector agrícola
bajo las políticas impulsadas por el gobierno militar para el período 1974 a 1987.
Argumenta que probablemente la política de mayor impacto inmediato para la
reactivación del sector agropecuario fue la restauración del derecho de propiedad.
además de garantizar este derecho a los dueños titulados de tierras, el gobierno
realizó" una enorme tarea de creación de títulos de dominio; se regularizaron casi
110.000 títulos de pequeños agricultores y casi 67.000 mas para indígenas, y se
vendieron casi 53.000 parcelas a los campesinos rurales. En total, se crearon
aproximadamente 230.000 nuevos propietarios legales durante este gobierno.
En materia de políticas económicas mas generales, el agro quedó sujeto a las mismas
reglas no discriminatorias que se aplicaron en el resto de la economía, incluyendo la
libertad de precios, la aplicación del régimen tributario y la apertura al comercio
internacional, aunque primero fue necesario deshacer la complicada red de monopolios
estatales de comercialización. Con todo, fue en el agro donde se mantuvieron algunas de
las excepciones mas notables a estas reglas generales. En especial, se mantuvo la
intervención de precios por medio de bandas de precio para el trigo, remolacha y
oleaginosas hasta 1980, cuando los mismos agricultores pidieron su derogación.
además, se sujetó al agro a la tributación en base a la "renta presunta" (el 10% del
avaluó fiscal) en vez del régimen de impuesto a la renta. también, en un programa
más bien de ingeniería veterinaria que de rentabilidad económica, se prohibió
prácticamente la importación de animales en pie de los países vecinos para lograr el
estatus de país libre de la fiebre aftosa. Aparte de este ultimo programa, lo mas cerca
que Ilegó el sector al sistema de libre determinación de precios fue durante 1980
1981, cuando solo los productores de leche y azúcar recibían una protección
excepcional. Resultado de las políticas y de las condiciones económicas generales, el
sector agrícola creció entre 1974 y 1981 a una tasa promedio anual del 5,7%,
excediendo el crecimiento global de la economía.
Sector forestal
Sin embargo, el desarrollo del recurso forestal constituye una de las escasas áreas
donde el gobierno militar aplicó una política específica de fomento. En efecto, y
siguiendo una larga historia de incentives especiales para la plantación y explotación
de los bosques, la política excepcional hacia el sector consistió en un subsidio a los
costos tanto de plantación como de administración de los bosques. Wisecarver
describe el sistema de incentives que se diseñó, analiza los enormes resultados
habidos en la generación del recurso y considera los distintos argumentos que
podrían esgrimirse para justificar la intervención específica en este sector. El trabajo
pone especial énfasis en el hecho de que la mera existencia del recurso no basta para
garantizar su contribución a la riqueza del país. también son crucialmente necesarias
políticas económicas que permiten el aprovechamiento complete y eficiente del
recurso. Las políticas de apertura al comercio exterior y de eficiencia en la operación
de los puertos, junto con la garantía del derecho de propiedad y las reformas
modernizadoras a la legislación laboral, han probado ser eficaces hasta la fecha para
incentivar la producción y exportación de los bienes derivados del bosque chileno, al
contrario de la experiencia del pasado, con el recurso pero sin el aprovechamiento
económico correspondiente. De mantenerse este nuevo ambiente de políticas
económicas, el futuro del sector forestal chileno es en extreme promisorio.
Sector transporte
Por supuesto, Chile no podía aislarse y evitar esta recesión mundial, de la misma
manera en la cual no se pudo evitar el impacto negativo de ninguna recesión
mundial a lo largo de los últimos sesenta años. No es ésta la ocasión para entrar en
los detalles respecto alas causas de la profundidad de esta ultima recesión en
Chile; es claro que hubo factores tanto internes como externos que influyeron. Por el
lado de la política interna, es evidente que la inconsistencia entre la política de tipo
de cambio fijo, la virtual indexación, a la baja, por lo menos, de los salarios, y la
precaria situación patrimonial del sistema financiero interne, junto con la tardía e
incompleta supervisión regulatoria de los bancos, complicó enormemente el ajuste
necesario de la economía frente a la recesión y contribuyó a profundizar la crisis
interna.
Asimismo, existían al menos tres factores que debieran haber forzado una
contracción del gasto interno: (1) Chile es un exportador neto de minerales y todos
estos precios bajaron al comienzo de la recesión mundial, disminuyendo el ingreso
del país; (2) con el alza sin precedentes en las tasas de interés real, el sector
construcción se detuvo repentinamente; y (3) el ingreso de capitales externos en
1982 bajo" a la cuarta parte del flujo del año anterior. Sin embargo, el estado no
rebajó su gasto; al contrario, tal como se ha mencionado, lo aumentó en 3,6
puntos de porcentaje del PGB e intentó financiar el aumento con mayores niveles de
tributación. Por eso, la exigencia macroeconómica de rebajar el gasto del país fue
traspasado por completo al sector privado. Además, hubo un reajuste salarial en
agosto de 1981 que trajo un importante aumento en los salarios reales en ese
momento. así, la reducción del gasto privado, junto con el incremento en los costos
de trabajo y capital y la inflexibilidad a la baja de los precios (especialmente los
salarios), condujo casi directamente al aumento en la cesantía y la disminución de
la actividad productiva.
Es cierto, sin embargo, que la magnitud de los efectos externos fue también
notablemente significativa. Por ejemplo, la pérdida de ingreso que el país sufrió por
la caída en los términos de intercambio en 1982, relativo a 1980, ascendió (en
pesos de 1977) a $18.900 millones, un 5,7% del PGB; para 1983, la pérdida por esta
causa fue similar. A la vez, el mayor costo por concepto de servicio de la deuda
externa alcanzó los $ 15.500 millones en 1982 y $20.500 millones en 1983. La suma
de estas pérdidas de origen externo excedió a la disminución del PGB en estos
mismos dos años.
De hecho, durante los años recesivos hubo vueltas atrás en materia de política
económica. En los meses después de abandonar el régimen de cambio fijo en junio
de 1982, la autoridad pasó de tropiezo en tropiezo en busca de un nuevo régimen
cambiario en el cual los agentes económicos confiaran. En el proceso, se implantó
el control de cambios y se creo el "dólar preferencial" (léase: subsidio) para los
deudores en dólares. Se duplicó, como medida "transitoria", la tasa uniforme de
aranceles al 20% y unos meses después al 35%. Se estrenó una política
"antidumping", con sobrecargos arancelarios en contra de la importación de varios
bienes, frente a acusaciones de competencia desleal de parte de los países
exportadores. Se llevó a cabo un fuerte aumento de créditos del Banco Central, con
lo cual se perdió gran parte de las reservas internacionales. Se volvieron a erigir
barreras a la entrada en el transporte colectivo urbano, y se restauró la política de
bandas de precio, junto con un poder comprador con precio piso para el trigo y, mas
adelante, para unos pocos cultivos adicionales. Y quizás lo más significativo, se
intervino nuevamente en el sector bancario, lo cual conllevó la estatización de facto
de las empresas del "área rara".
clones como motor para el desarrollo. A su vez, para que las exportaciones
pudiesen seguir creciendo, se requería de sustanciales inversiones y, dada la
coyuntura difícil que enfrentaba la economía chilena, coyuntura que incluía los
todavía bajos precios mundiales de los principales productos de exportación,
notablemente para el cobre, y el elevado nivel de la deuda externa que restringía
el acceso del país a recursos externos de los mercados internacionales de
capitales, era necesario emprender un esfuerzo significativo de ahorro interno.
Fomento de exportaciones
Consecuente con estas metas, entre 1985 y marzo de 1990 se siguió una política
cambiaria consistente en devaluaciones diarias en función de la diferencia entre la
tasa de inflación interna y la externa, con el objetivo de mantener el tipo de
cambio real en un nivel suficientemente alto como para estimular las
exportaciones. En este mismo sentido, en mayo de 1985 se volvió a rebajar la
tasa uniforme de aranceles al 30% y en junio al 20%; en ambas instancias, la
rebaja arancelaria fue "compensada" por medio de una devaluación adicional que
en principio dejaría inalterada la posición económica de las industrias que
competían con importaciones. Mas adelante, en 1988 el nivel de aranceles fue
reducido nuevamente al 15%, con la devaluación adicional correspondiente; además,
en esa oportunidad se estableció el nivel de los aranceles por ley, eliminando así la
atribución del Ministro de Hacienda de alterarlos por medio de un simple Decreto
Ministerial. también se introdujeron varias medidas relativamente menores para
fomentar las exportaciones y, tal como documenta Fernando Ossa en el capítulo
8, la respuesta de parte de los exportadores fue excepcional, especialmente en
cuanto al crecimiento de las exportaciones no tradicionales.
déficit fiscal
Respecto a la política fiscal, cabe recordar primero que, como parte de la respuesta
gubernamental a la recesión, el déficit del gobierno central había aumentado
notoriamente, desde un superávit del 1,7% del PGB en 1981 a un déficit del 2,3%
en 1982, 3,8% en 1983, 4,0% en 1984 y 6,3% en 1985. En cambio, con la renovada
gestión económica, el déficit bajó al 2,8% del PGB en 1986 y al 0,1% en 1987; de
allí en adelante, el déficit fue mantenido a niveles por debajo de los acordados en
sucesivos convenios con el FMI. Cabe destacar también que este control del déficit
se logró sin perjudicar ni al programa de inversiones publicas, ya que el ahorro del
gobierno aumentó significativamente, ni a los gastos sociales, aunque la presión
sobre estos últimos comenzó a disminuir debido a la eliminación paulatina de los
programas PEM y POJH, que fue posible gracias a las reducciones continuas en la
tasa de desempleo a lo largo del quinquenio.
Reforma tributaria
mas notable aun es el hecho de que el control del déficit fue logrado mientras
simultáneamente entraba en vigencia una segunda reforma tributaria que redujo las
tasas y cambió las bases del impuesto sobre la renta. A ese efecto, en 1982 el
entonces Ministro de Hacienda Rolf Liiders nombró una comisión de reforma
tributaria, en un esfuerzo por encontrar un nuevo régimen impositivo mas acorde
con la reactivación económica del sector privado en base a, entre otras cosas, la
capitalización en vez del endeudamiento de las empresas. además de una serie de
modificaciones menores, dicha comisión recomendó un cambio radical en el
sistema tributario, un cambio que involucraría la sustitución del impuesto sobre la
renta por un impuesto general sobre el consumo.
progresiva, de las personas dueñas de las empresas. Con estas medidas, las
empresas de hecho reinvirtieron mayores fracciones de sus utilidades, disminuyendo
así sus niveles de endeudamiento externo e interno.
Para las empresas extranjeras, en cambio, la tasa adicional no fue eliminada, pero
mas tarde el nivel de dicha tasa fue rebajado desde 40% hasta aproximadamente 34%,
en concordancia con la reforma tributaria realizada en los Estados Unidos, de manera
tal que el impuesto chileno a la renta no constituyera un desincentivo a la inversión
extranjera. En este mismo sentido, entre 1986 y 1988 se introdujeron otras
modificaciones para incentivar en el país (mejor dicho, para no seguir desincentivando)
la inversión de instituciones y fondos mutuos extranjeros.
Otro aspecto de la política tributaria del quinquenio que merece señalarse fue la
introducción de ciertos incentives tributarios, fundamentalmente para inducir mayores
niveles de ahorro e inversión, —los ahorros adicionales al 10% obligatorio en los
fondos personales manejados por las AFP fueron eximidos del impuesto a la renta;
se puede deducir anualmente de la base imponible el 20% del monto (hasta un tope)
que las personas invierten en acciones, depósitos y otros valores, siempre y cuando los
plazos de vencimiento sean de a lo menos un año—, pero también en concepto de
contribuciones al financiamiento de las universidades y otras instituciones de
investigación y educación superior. En cierto sentido, la introducción de tales
incentives tributarios representó un retroceso respecto a la política establecida de
uniformar y simplificar al máximo todos los tratamientos impositivos; sin embargo,
frente a las tasas marginales de impuesto personal tan alias, el use de incentives se
convierte en un instrumento de política viable, aunque claramente del tipo "segundo
mejor".
Deuda externa
Aunque las políticas de ajuste estructural, desde 1973 hasta 1990, fueron generalmente
diseñadas no en función de la coyuntura, sino con miras a alcanzar las metas de
largo plazo de impulsar el desarrollo y combatir la pobreza, siempre surgían
problemas coyunturales que debían enfrentarse. Esto fue especialmente importante
durante la segunda ronda del ajuste estructural después de la recesión de 198283 y
sus secuelas en torno a la
deuda externa del país, por un lado, y el colapso e intervención de gran parte del
mercado privado de capitales, por el otro.
La formulación de una política para la deuda externa se hizo una exigencia inevitable,
dados los eventos que rodeaban la crisis internacional y sus efectos en Chile. El país
gozó de un enorme aumento de créditos del exterior entre 1979 y 1982,
especialmente en 1981, pero es muy importante tener presente que la mayor parte
fue deuda del sector privado. Muy explícitamente, el estado no daba su aval a ningún
crédito otorgado por la banca comercial internacional a los deudores del país. Sin
embargo, con la recesión, el corte repentino del flujo de créditos hacia el país, el alza
de las tasas reales de interés y la devaluación del peso chileno en 1982, muchos de
estos deudores se volvieron insolventes y las presiones de los acreedores externos
para que el estado asumiera las responsabilidades correspondientes crecieron
frenéticamente. Al fin, cuando en 1983 el estado tomó la decisión de intervenir la banca
local, también se convirtió en deudor de facto frente a los acreedores externos.
Entre 1983 y 1985, la autoridad económica tomó una serie de medidas frente a la crisis,
incluyendo la creación de un subsidio a los endeudados en dolares,
reprogramaciones de deudas internas y externas y la firma de convenios con el EMI
y el Banco Mundial. Con la relativa garantía de un programa macroeconómico serio
tras estos convenios, entre 1983 y 1986, Chile logró reprogramar el 100% de las
amortizaciones que habrían vencido, junto con el 76% de los intereses, siendo
capitalizado el resto.
Sin desconocer en absoluto los notables logros de las políticas enfatizadas en estos
últimos años, también es cierto que lo fundamental fue la vuelta a los lineamientos
económicos trazados e iniciados en el ajuste estructural que comenzó en 1973, tal
como lo expresó el mismo Ministro Buchi:
"Las buenas perspectivas que hoy ofrece la economía chilena, son en buena
medida el resultado de los esfuerzos emprendidos a mediados de la década
pasada en orden a abrir la economía al comercio exterior, desarrollar el mercado
de capitales, modernizar la legislación laboral, eliminar los controles de precios y
regulaciones excesivas, racionalizar el gasto publico y el sistema tributario y
transferir al sector privado la propiedad de ciertas empresas estatales. El objeto de
todas estas reformas es darle curso libre a la iniciativa de las personas. La llave del
desarrollo y la superación de la pobreza están en la libre iniciativa particular.
"A partir de la crisis que en 19821983 sacudió a toda América Latina, en Chile se
ha venido aplicando una política económica que ha redoblado los esfuerzos de
ajuste estructural"2.
Esta declaración hace eco de la declaración del Ministro de Hacienda Jorge Cauas
en el mes de abril de 1975, cuando le tocó presentar a la opinión publica chilena el
programa de austeridad en la política fiscal; también refleja, en gran medida, el
comienzo de la cosecha de lo plantado en ese entonces: "Los llamados milagros
económicos no son tales. Son sólo el resultado del trabajo y el ahorro realizados en
el marco de una política económica coherente. Ellos normalmente se han
producido después de situaciones de
El proceso de ajuste estructural que fue llevado a cabo en Chile entre septiembre
de 1973 y marzo de 1990 fue profundo y alcanzó virtualmente todos los sectores y
actividades de la economía. Aunque no todas las medidas tomadas fueron
consecuentes, y aunque se cometieron algunos claros errores en el camino, por lo
general el conjunto de políticas económicas tuvieron el efecto de transformar y
modernizar la economía. El resultado es un sistema económico basado, por sobre
todo, en la libre iniciativa privada, un crecimiento pujante liderado por el sector
exportador, la eficiencia en la asignación de los recursos disponibles al país y
mayores perspectivas para alcanzar un mejoramiento generalizado del bienestar
de todos los chilenos. Es el propósito de los estudios contenidos en este libro
describir lo que se hizo en materia de política económica a lo largo del gobierno
militar y los resultados generados. Por la aplicación constante y persistente de
principios básicos, a nivel macroeconómico, la responsabilidad fiscal; a nivel
microeconómico, la libre determinación de precios en un ambiente competitivo
bajo la iniciativa privada, la garantía del derecho de propiedad, la apertura al
comercio internacional y un régimen de reglas claras, generales y no discrecionales, el
gobierno militar Iegó al nuevo régimen democrático una economía sana y creciente,
con amplias perspectivas para el desarrollo sostenible hacia el futuro.
Por otro lado, sin embargo, si han habido esfuerzos para dar vuelta hacia el pasado
en materia de Legislación laboral, iniciativas que conllevan una amenaza verdadera
al crecimiento sostenido de la economía, especialmente para el sector exportador. De
hecho, la tasa de crecimiento económico surtió una significativa disminución en 1990
en comparación a la de 1989, lo cual, es cierto, debe asociarse a una política de
ajuste en el gasto para frenar la inflación, pero también es cierto que ello coincidió con
lo que fue prometido por el programa de la oposición política a lo largo de la campaña
presidencial: se aumentaron los impuestos y se propusieron modificaciones a la
legislación laboral que restablecerían algunas de las prácticas anti empleo y anti
inversión del pasado.
Quedarán dos pruebas serias que el nuevo sistema económico debería aprobar para
poder concluirse que la modernización ha enraizado. ¿Cual será la respuesta de las
autoridades económicas y políticas a la próxima recesión a nivel mundial,
cuandoquiera que surja? Y ,¿cómo se perfilará la evolución de la próxima campana
política para elegir un nuevo presidente y congreso? Si a través de estas dos pruebas
se logra evitar la vuelta a las políticas estatistas, intervencionistas y populistas,
entonces efectivamente se habría dado un paso fundamental en el camino del
desarrollo con la consolidación del sistema económico construido a lo largo de todo el
proceso del ajuste estructural.
Reflexiones retrospectivas
Primero, cabe recordar que aún antes de la caída del gobierno de la UP, un numeroso
grupo de economistas profesionales había preparado un extenso documento sobre el
estado de la economía, la necesidad de reformas profundas y un programa amplio para
realizarlas. Con la llegada al poder del gobierno militar, pareciera que este plan
satisfacía las necesidades percibidas por la autoridad política, quizás especialmente
en cuanto a su rechazo del control centralizado de la economía que venía
propiciándose por los gobiernos anteriores, en particular por los socialistas de la UP;
también puede ser que fue ésta la única alternativa que estaba disponible para el
nuevo gobierno.
Segundo, mucho mas que un simple documento, todo el proceso de prepararlo tuvo el
efecto de juntar el núcleo de un equipo de profesionales que
A lo largo del proceso de ajuste estructural, este equipo de profesionales preparó los
proyectos de ley, manejó el compromiso del gobierno dispuso el instrumental
requerido para dar forma a las modernizaciones y convenció a los gobernantes de las
bondades de las reformas que se proponían llevar a cabo. Es demasiado simple
protestar, como muchos lo han hecho constantemente, que esta labor, al realizarse
bajo un gobierno de facto, fue políticamente fácil. Sin embargo, dicho régimen,
después de efectuar amplias y detalladas consultas entre las partes afectadas,
instituyó todas estas políticas económicas que, en el fondo y de hecho, le quitaron
a si mismo, como gobierno, instrumentos de poder discrecional al instaurar la
libertad económica.