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Presses Universitaires du Mirail

BRUJA
Author(s): Julio CORTÁZAR
Source: Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, No. 31, Numéro consacré en partie au
XVIIIe siècle (1978), pp. 181-187
Published by: Presses Universitaires du Mirail
Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40850567 .
Accessed: 15/06/2014 14:31

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Julio CORTÁZAR

BRUJA

Deja caer las agujas sobreel regazo.La mecedorase mueveimper-


ceptiblemente. Paulina tiene una de esas extrañasimpresionesque
la acometende tiempoen tiempo;la necesidadimperiosade aprehen-
der todo lo que sus sentidospuedan alcanzar en el instante.Trata
de ordenarsus inmediatasintuiciones,identificarlas y hacerlascono-
cimiento: movimientode la mecedora,dolor en el pie izquierdo,
picazón en la raíz del cabello, gusto a canela, canto del canario
flauta,luz violetaen la ventana,sombrasmoradasa ambos lados de
la pieza, olor a viejo, a lana, a paquetes de cartas. Apenas ha con-
cluidoel análisis cuandola invadeuna violentainfelicidad,una opre-
sión física como un bolo histéricoque le sube a las faucesy la im-
pulsa a correr,a marcharse,a cambiarde vida; cosas a la que una
profundainspiración,cerrardos segundoslos ojos y llamarse a sí
misma estúpidabastan para anular fácilmente.

La juventudde Paula ha sido tristey silenciosa,como ocurreen


los pueblosa toda muchachaque prefierala lecturaa los paseos por
la plaza, que desdeñepretendientes regularesy se sometaal espacio
de una casa como suficientedimensiónde vida. Por eso, al apartar
ahora los ojos claros del tejido- un pull-overgrissimplísimo- se
acentúa en su rostrola sombríaconformidaddel que alcanza la paz
a travésde moderadorazonamientoy no con el alegredesordende
una existenciatotal.Es una muchachatriste,buena,sola. Tienevein-
ticincoaños,terroresnocturnos,algo de melancolía.Toca Schumann
en el piano y a veces Mendelsohn;no canta nunca pero su madre,
muertaya, recordabaantañohaberlaoído silbarquedamentecuando
teníaquince años,por las tardes.
- Sea como sea - pronunciaPaula - me gustaría teneraquí
unos bombones.

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182 C. de CARAVELLE

Sonríeante la fácil y ventajosa sustituciónde anhelos; su horri-


ble ansiedad de fuga se ha resumidoen un modestocapricho.Pero
deja de sonreírcomo si le arrancaranla risa de la boca; el recuerdo
de la mosca se asocia a su deseo, le trae un inquietotemblora las
manosvacantes.
Paula tienediez años. La lámpara del comedorsiembrade rojos
destellossu nuca y la cortamelena.Por sobreella - que los siente
altísimos,lejanos, imposibles- sus padres y el viejo tío discuten
cuestionesincomprensibles. La negritasirvientaha puesto frentea
Paula el inapelable plato de sopa. Es preciso comer,antes que la
frentede la madre se pliegue con sorprendidodisgusto,antes que
el padre,a su izquierda,diga : « Paula ». Y depositeen esa simple
nominaciónuna velada suertede amenaza.
Comerla sopa. No tomarla: comerla.Es espesa,de tibia sémola :
ella odia la pasta blanquecinay húmeda.Piensa que si la casualidad
trajera una mosca a precipitarseen la inmensaciénaga amarilladel
plato, le permitiríansuprimirlo,la salvaríandel abominableritual.
Una mosca que cayera en su plato. Nada más que una pequeña,
míseramosca opalina.
Intensamentetiene los ojos puestos en la sopa. Piensa en una
mosca,la desea, la espera.
Y entoncesla mosca surgeen el exacto centrode la sémola.Vis-
cosa y lamentable,arrastrándoseunos milímetros antesde sucumbir
quemada.
Se llevan el plato y Paula está a salvo. Pero ella jamás confesará
la verdad;jamás dirá que no ha vistola mosca en la sémola. La ha
visto aparecer,que es distinto.
Todavía estremecidapor el recuerdo,Paula se preguntala razón
de no haber insistido,alcanzado la seguridadde lo que sospecha.
Tiene miedo;esa es la respuesta.Toda su vida ha tenidomiedo.Nadie
cree en las brujas, pero si descubrenuna la matan.Paula ha guar-
dado en el vasto cofrede sus muchos silenciosuna intimaseguri-
dad; algo le dice que ella puede. Ha dejado irse la infanciaentre
balbuceos y esperanzas; está viendo pasar su juventud como una
tristísimadiademasuspendidaen el aire por manos vacilantes,des-
hojándosedespacio.Su vida es así; tienemiedo,quisieracomerbom-
bones,los pull-oversy las « mañanitas» se amontonanen los arma-
rios; tambiénlos mantelesfinamente diseñadoscon motivosde Puvis
de Chavannes.No ha queridoadaptarseal pueblo; Raúl, AtilioGon-
zález, el pálido René,son testigosde antaño; la quisieron,la busca-
ron,ella les sonrióal rechazarlos.Los temíacomo a sí misma.

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RECOUVRANCES: JULIO GORTÁZAR 183

- Sea como sea, me gustaríateneraquí unos bombones.


Está sola en la casa. El viejo tío juega al billar en el « Tokio ».
Empieza Paula a sentirla tentación,por primeravez intensahasta
darle náuseas. ¿Por qué no ?, ¿por qué no ? Afirmapreguntando,
preguntaal afirmar.Es ya algo fatal,hay que hacerlo.Y comoaquella
vez, concentrasu deseo en los ojos, proyecta la mirada sobre
la mesa baja puesta al lado de la mecedora,toda ella se lanza tras su
miradahasta sentirde sí mismacomoun vacío,un granmoldehueco
que antes ocupara, una evasión total que la desgaja de su ser, la
proyectaen voluntad...
Y ve surgirpoco a poco la materializaciónde su deseo. Finas lámi-
nas rosadas, reflejostenues de papel de plata con listas azules y
rojas; brillode mentas,de nueces pulimentadas;oscura concreción
del chocolateperfumado.Todo ello trasparente,diáfano; el sol que
alcanza el bordede la mesa percuteen la crecientemasa, la llena de
traslúcidaspenetraciones;peroPaula fijótodavíamás la voluntaden
su obrae irrumpeal finla opacidadtriunfante de la materialograda.
El sol es rechazado en cada pulida superficie,las palabras de las
envolturasse afirmancategóricas;y eso es una fina pirámidede
bombones.Praliné. Moka. Nougat. Rhum,Kummel,Maroc.

La iglesia es ancha, pegada a la tierra.Las mujeresretardancon


charlassu vueltade misa,apoyandoen la sombraespesa de los árbo-
les placeros el deseo de quedarse. Han visto asomar a Paula bella-
mente vestida de azul, y la contemplaninsidiosas en su furtivo
caminosolitario.El misteriode esa nuevavida las altera,las enajena;
apenas puede tolerarseque el misterioresistatanta prolija indaga-
ción. El viejo tío ha muerto;Paula vive sola en la casa. Nunca hubo
fortunaen la familia; pero ese vestidoazul...
Y el anillo; porquehan vistoel anillo que a veces,en los intervalos
del cine local, se enciendecon insolenciacuando Paula, mecánica-
mente,echa hacia atrás el ala vibrantede su pelo castaño.

Paula reza diariamenteen la iglesia del pueblo. Reza por sí, por
su horrendocrimen.Reza por haber matado un ser humano.
¿ Era un ser humano? Sí lo era, sí lo era. Cómopudo ella dejarse
arrastrarpor la tentación,invadir los territoriosde lo anormal,
desear una figuritaanimada que le recordarasus muñecasde infan-
cia. El anillo, el vestidoazul, todo está bien; no había pecado en
desearlos. Pero concebirla muñeca viva, pensarla sin renuncia...
Aquella medianoche,la figuritase sentóen el bordede la mesa son-
riendocon timidez.Tenía pelo negro,pollera roja, corseleteblanco;
era comosu muñecaNené,peroestaba viva. Parecía una niña,y con

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184 C> de CARAVELLE

todo Paula presintióque una terriblemadurezinformabaese cuerpo


de veintecentímetros de alto. Una mujer,una mujer que su extra-
vío acababa de crear.
Y entoncesla mató.Le fue precisoborrarla obra que fatalmente
sería descubiertay atraeríasobreella el nombrey el castigode las
brujas. Paula conocía su pueblo; no tuvo valor de huir. Casi nadie
huye de los pueblos, y por eso los pueblos triunfan.De noche,
cuando la figuritasilenciosay sonrientese durmiósobreun almoha-
dón, Paula la llevó a la cocina,la puso en el hornoa gas y abrió la
llave.
Estaba enterradaen el patio del limonero.Por ella y por sí misma,
su asesina rezaba diariamenteen la iglesia.

Es de tarde,llueve.Vivires tristeen una casa sola. Paula lee poco,


apenas toca el piano. Quisiera algo, no sabe qué. Quisiera no tener
miedo,evadirse.Piensa en Buenos Aires; acaso en Buenos Aires,
donde no la conocen. Acaso Buenos Aires. Pero su razón le dice
que mientrasse lleve a sí mismaconsigoel miedoahogará su felici-
dad en todaspartes.Quedarse,entonces,y serpasablementedichosa.
Crearseuna vida hogareña,envolverseen el cumplimientode mil
pequeños deseos,de los caprichosminuciosamente destruidosen su
infanciay su juventud.Ahora que ella puede; que lo puede todo.
Dueña del mundo,si solamentese animaraa...
Pero el miedoy la timidezle cierranla garganta.Bruja, bruja.
Para las brujas, el infierno.

Las mujeresno tienentoda la culpa. Si creenque Paula vendeen


secretosu cuerpoes porque el origende tal insólitobienestarles es
incomprensible. Está la cuestiónde su casa de campo. Las ropas y
el auto, la piscina, los perrosfinosy el tapado de visón. Pero el
amanteno habita en el pueblo,eso es seguro; y Paula no se aleja
casi nunca de su residencia.¿ Habrá hombrestan poco exigentes?
Ella cosecha las miradas,recogecomentariospor boca de pocos
amigosde familiaque acuden a veces,con lenguaje librede pregun-
tas, a beber una taza de té. Sonríe tristemente y dice que no le
importa,que es feliz.Sus amigos,antiguos cortejantesconvencidos
del imposible,compruebantanta felicidaden la mirada de Paula.
Ahorahay como un brillode fósforoen sus pupilas claras. Cuando
vierteel té en las finas tazas, su gesto tiene algo de triunfante,
contenidopor un carácter tímido que se rehuyea sí mismo la
ostentaciónde lo logrado.
A solas, Paula recuerdasu laborde demiurgo;la lenta,meticulosa
realizaciónde sus deseos.El primerproblemafué la casa; teneruna

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RECOUVRANCES: JULIO CORTÁZAR 185

casa en las afuerasdel pueblo,con la comodidadque su ocio recla-


maba. Buscó el lugar,el ambiente;cerca del camino real, aunque
no excesivamentecerca. Tierras altas, aguas sin sal. Creó dinero
para adquirir el terrenoy estuvo por confiarsea un arquitecto
para que le construyesela residencia.Sin embargola detenía el
temorde manejarcuestionesfinancieras, acrecentarsospechaslaten-
tes en todo saludo,más precisamenteen los muchossilenciosdesde-
ñosos. Una tarde,a solas en su tierra,pensó crearla casa pero tuvo
miedo.La vigilaban,la seguían; en los pueblosuna casa no brotade
la nada. No debe brotarde la nada. Había que acudir al arquitecto,
entonces;Paula dudaba, amedrentándoseante cada problema.Irse
del pueblohubieraconcluidocon todo; eso,y ser valiente: los impo-
sibles.
Entonceshizo algo grande: crear,no la casa, sino la construcción
de la casa. Aplicándosenoche y día, logró que la residenciafuera
edificadasin despertaren nadie el temidoazoramiento.Creó paso
a paso la construcciónde su finca,y aunque hubo días en que se
preguntóqué harían los obrerosal concluirla,tuvo al finla satis-
facción de ver que aquellos hombres se marchaban en silencio,
contandosu dinero.Entoncesentróen su casa que era verdadera-
mentehermosa,y se dedicóa amueblarlapoco a poco.
Era divertido;tomaba una revista,en busca de un ambienteque
la complaciera,elegía el lugar precisoy creaba cosa por cosa esas
predilectasimágenes.Tuvo gobelinos; tuvo un tapiz de Teherán;
tuvoun cuadrode GuidoReni; tuvopeces chinescos,perrospomera-
nia, una cigüeña.Los pocos amigosque acudían a la casa eran reci-
bidos en habitacionesprolijas,de discretogustoburgués; Paula los
esperaba cordialmente, los llevaba a pasear por la casa y los jardi-
nes, mostrándoleslos crisantemosy las violetas; y como ella era la
discreciónmisma,los visitantesbebían su té y se marchabande la
residenciasin descubrirnada nuevo.
Integróuna bibliotecacon volúmenesrosa, tuvo casi todos los
discos de Pedro Vargas y algunosde Elvira Ríos; llegó un momento
en que ya poco deseaba y su caprichosólo halló ejercicioen alguna
golosina,un perfumenuevo, una sazón de pescado. Pero después
Paula quiso tenerun hombreque la amara, y aunque vaciló largo
tiempoentrerecibiren su lecho a cualquiera de sus fielespreten-
dienteso crear un ser que cumplieraen todo sus románticasvisio-
nes de antaño, comprendióque no había alternativay que le era
forzosodecidirsepor lo último.Un amantedel pueblo hubierapre-
guntado,inquiridohasta descubrir,más allá de la sonrisa,el poder
de la bruja. Y entonceshubiera sido el terror,la persecución,la
locura.

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Creó su hombre.Su hombrela amó. Era bello, fino,se llamaba


Esteban,jamás quería salir de la casa : así tenía que ser. Ya ente-
ramenteaislada de sus semejantesPaula negóel té a sus viejos ami-
gos y éstospresintieronla regenciade un machoen la casa. Tristes
de corazónse volvieronal pueblo.

Ella recuerdaahora su laborde demiurgo.Es casi de noche; Paula


no está tristey sin embargohay una mano fríaque se apoya en su
pecho,cubriéndoleel hueco entrelos senos con una firmeopresión.
« Estoy cansada » se dice. « He tenido que pensar tanto,desear
tanto...» Comprende, sin palabras,la tremendafatigade Dios. Tam-
bién ella necesitasu séptimodía para ser enteramentefeliz.
Estebanse reclinaa su lado, mirándolacon hondosojos negros;le
sonríe,un poco como un hijo.
- Paula - murmura.
Ella le acaricia el pelo sin hablar.Es difícilno sentirsematernal
con ese muchachodemasiadosensible,desasidode todolazo humano,
íntegramente dado a la tarea de adorarla.Esteban no hace pregun-
tas, parece estar siempreesperandosu voz. Es mejor así.
Y de pronto,como una lejana llamada de cuernos,Paula tiene
la débilpero distintasensaciónde estarenferma,de que se va a mo-
rir,de que el séptimodía viene sin aplazo posible.

Cuando los dos médicosretornanal pueblo, es bien poco lo que


tienenque decir.Lo mismoal día siguiente.En la tardedel tercero,
el automóvilde los médicosrodeala plaza y se detieneante la coche-
ría principal.
Es entoncesque los amigosde Paula debenlucharcontrael desa-
tado rencorde todo un pueblo cristiano.Las esposas,las hermanas,
los profesoresde moral lugareña; hay quienes aspiran a que Paula
se corrompaen la soledad de su casa, librey abandonada como su
vida. Lo que se elige en este mundoha de mantenerseen el otro.
Y son pocos,apenas cincohombressilenciososlos que acudenpor la
noche a la residenciapara velar el cadáver de la amiga.
Los empleadosde la cocheríay dos mujeres de la granja vecina
han puestoa la muertaen el ataúd y montadola capilla ardiente.Los
amigosencuentran, casi sin sorpresa,a Esteban.Lo ven por primera
vez, estrechan su mano. Esteban parece no comprender;está sen-
tado en un alto sillón de respaldocalado, a la derechadel cadáver.
A intervalosse levanta,va hasta Paula y la besa en la boca; un beso
fresco,fuerte,que los amigos contemplancon espanto.El beso de

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un joven guerreroa su diosa antes de la batalla. Después vuelve


Esteban a su asientoy se inmoviliza,mirandopor encimadel ataúd
hacia la pared.

Paula ha muertoal atardecery es medianocheya. Los amigos


están solos, con ella y Esteban. Afuerahace frío y algunos pien-
san en el pueblo,en las botellas de agua calientede los lechos,en
los boletinesde radio.
En semicírculomirana Paula que yace sin esfuerzo,como por fin
liberada de una carga superiora sus pequeños hombrosque han
conservadosiemprealgo de la formaniña. Las larguísimaspestañas
viertenuna mínimasombrasobre los pómulosgrises.Los médicos
han dicho que su muerteha sido lenta pero sin lucha, como una
madurezde fruto.Y por los cinco amigospasa, alternativamente, el
mismotiernoy manido pensamiento: « Parece dormida».
¿ Por qué entratantofríoen la habitación? Es repentino, por bo-
canadas crecientes.Tal vez un fríoque nace de adentro,piensanlos
amigos;suele sentirseen los velatorios.Un poco de coñac...Y cuando
uno de ellos mira a Esteban, rígido en su sillón, siente como un
horrorque repentinamente le crecey le invadeel pelo, las manos,la
lengua; a través del pecho de Esteban está viendo los calados del
respaldodel sillón. Los otros siguensu mirada y lividecen.El frío
sube,sube como una marea.Más allá de la puertacerradase yergue
de prontola masa espesa del montede eucaliptusbañado de luna; y
ellos comprendenque lo están viendoa travésde la puertacerrada.
Ahorason las paredesque cedenanteel paisaje del campo,la granja
vecina,todobajo una cruda luz de plenilunio;y Estebanes ya como
una burbuja de gelatina,bello y lamentableen su sillón que cede
como él ante el avance de la nada. Del techoentraun chorrode luz
plateada quitando nitideza los resplandoresde la capilla ardiente.
Por la suela de los zapatos sientenahora los cinco amigosfiltrarse
una humedad de tierrafresca,con césped y tréboles,y cuando se
miran,incapaces de pronunciarla primerapalabra de revelación,
están ya solos con Paula, con Paula y la capilla ardienteque se
levantadesnuda en medio del campo,bajo la luna inevitable.

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