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PROFES FURIOSOS: CUANDO LA VOCACIÓN NO ALCANZA

(OPAZO, TANIA Y JAQUE, JOSÉ MIGUEL) FECHA: 28 DE


JULIO DEL 2017.

“Confieso que me siento desencantada de mi trabajo, siento que no soy


buena en esto, ya no sé qué hacer. Los ‘sapoderados’ son como las
reverendas, no ven cómo son realmente sus hijos, aun no entiendo cómo
hay profesores que aguantan tanta humillación por parte de alumnos y sus
padres. Es mi primer año ejerciendo y realmente quiero tirar la toalla, pero
tengo una familia detrás y una gran deuda con el CAE…”.

“Sapoderados” es una forma cada vez más generalizada en que los


profesores se refieren a los papás y mamás de sus alumnos, y que se
popularizó luego de que los docentes se dieran cuenta de que éstos se
metían a intrusear en sus perfiles de Facebook personales y grupales y el
anterior es uno de los testimonios que se pueden encontrar en la página de
Facebook Confesiones de un/a profe 3. Antes tuvo versiones uno y dos
pero fueron cerradas por la red social por comentarios no acordes con su
política y dejaron viudos a sus cerca de 150 mil seguidores.
La página actual recibe entre 25 y 45 “confesiones” por día y con ese
material Juan Marchant (29), profesor de ciencias y de física en un colegio
de Curicó y creador de la web, quiere publicar un libro recopilatorio a fin
de año.

La motivación de Marchant para abrir esas cuentas fue saber si el resto de


los profesores sentía lo mismo que él. La mecánica es simple: si alguien
quiere publicar, escribe en un formulario creado por los administradores,
quienes luego filtran. Los textos que se postean son anónimos. “Hay
mucho desahogo en la página”, dice Marchant. En general, explica, hablan
de problemas similares, pero a él le ha sorprendido la cantidad de
situaciones de abuso de alumnos hacia los profesores y de éstos hacia los
alumnos que aparecen mencionadas. “Yo he tenido problemas con niños,
pero acá hay profesores que han sido golpeados o que les van a apedrear
la casa. Eso no me lo había imaginado”.
También existe la página Docencia sin decencia, que fue cerrada (y luego
reabierta) por sus administradores hace unos meses y es de las favoritas de
los profesores jóvenes. En diciembre el sitio promovió una campaña que
les decía a los jóvenes que no estudiaran pedagogía. “Sería antiético
llamarlos a ser profes en unas condiciones tan de mierda. Estábamos
cansados del discurso de que con vocación íbamos a cambiar el mundo y
que la felicidad estaba en el aprendizaje de los niños. Esto es un trabajo,
no un apostolado”, explican sus administradores.
En las redes sociales, los docentes se quejan ya no sólo de los bajos sueldos
y la cantidad de trabajo, sino también de que la jornada escolar completa
es como una “guardería para niños”, dicen que los apoderados y alumnos
son cada vez más irrespetuosos e indiferentes, y denuncian que el sistema
pone el acento en obtener resultados en las pruebas estandarizadas más
que en el aprendizaje de los niños.

Profe 24/7
El sábado pasado Alejandro Mora (29), profesor de música en un colegio
particular subvencionado, vio fútbol en la televisión y después fue a un
cumpleaños con su mujer. Pero el domingo no tuvo descanso: revisó
pruebas de tres cursos de básica de 40 o más alumnos cada uno. “Al final,
terminas teniendo profesores detestando lo que hacen porque no pueden
dejar de hacerlo”, dice.

Según Rodrigo Cornejo, docente de la Universidad de Chile e investigador


del Observatorio Chileno de Políticas Educativas (OPECH), la sobrecarga
laboral de los profesores tiene múltiples expresiones. Hay factores ya
conocidos: los bajos sueldos, la falta de tiempo de descanso dentro de la
jornada y el hecho de que los profesores realizan en promedio 13 horas
semanales de trabajo adicional en sus casas, simplemente porque el tiempo
no les alcanza. Por ley no deberían pasar más de tres cuartos de su jornada
en aula, pero las encuestas demuestran que en realidad están ahí alrededor
de un 90 por ciento del tiempo, explica Cornejo. Sin embargo, agrega el
experto, es la creciente desmotivación y pérdida del sentido lo que más
está afectando el ánimo de los profesores.
“La sociedad te exige que seas intachable, un ejemplo, un referente, sin
ninguna yayita, pero que además pases los contenidos, que te vaya bien en
las evaluaciones. Es una dualidad, ser un docente pero también un
‘mentor’”, dice Felipe León (29), profesor en un colegio de Maipú.

Según Cornejo, en las últimas décadas, de la mano del aumento en las


cargas laborales de los padres y la incorporación de la mujer al mundo del
trabajo, los profesores dicen que los niños vienen un poco más solos de la
casa y con cierta fragilidad emocional, lo que los obliga a dedicarles
muchas más horas al tema formativo, valórico y de convivencia. Pero a la
vez, agrega el especialista, “se les presiona para pasar contenidos a
contrarreloj, tener buenos resultados en el Simce o la PSU, y además que
haya un involucramiento emocional y vincular, que cumpla un rol que
eventualmente realizaba la familia. Y se genera un sinsentido del trabajo,
porque cumplen con los contenidos por temor a ser mal evaluados, pero
no es algo que los convence ni crean es beneficioso para sus estudiantes”.

De acuerdo a la sicóloga y académica de la Universidad Central, Patricia


Guerrero, los profesores están frente a una paradoja: tienen leyes de
inclusión que los invitan a acoger a todos los estudiantes, pero por otro
lado se les exige rendimiento. “En mis investigaciones veo que tienen que
pasar currículums extensos, tener alumnos tranquilos y sentados todas la
horas… incluso en algunos colegios de baja matrícula tienen que ir a la
casa a buscar a los chiquillos para no perder la subvención”, dice.

Nueva familia, nueva escuela


Guerrero explica que hoy ocurre lo que los expertos llaman el new public
managment, es decir, la organización de la escuela como si fuera una
empresa de producción cualquiera. Según la sicóloga, los profesores no
pueden ser managers, se tienen que encariñar con los niños y niñas para
traspasarles su amor por el conocimiento. “Los alumnos no son clientes,
porque no siempre tienen la razón. ¿Usted puede reprobar a un cliente?”.
“Esto se ha transformado en una empresa donde cada uno se rasca con sus
propias uñas, es muy competitivo. Antes era más fácil trabajar con los
niños, pero ahora creen que son clientes, que siempre tienen la razón. Y el
colegio, cero apoyo”, opina Claudia Márquez, profesora de educación
física.
Para Raúl Rojas (67), quien jubiló el año pasado de su trabajo como
profesor de enseñanza básica, antes era fácil distinguir entre un niño de
quinto y uno de séptimo, pero ya no. “Uno los ve en situaciones mucho
más adultas, pierden la inocencia prematuramente”, dice. Además agrega
que antes eran más participativos, tranquilos, amistosos y respetuosos, “no
sólo con nosotros, también entre ellos”, explica. En la década del 2000,
cuenta, comenzó a notar cambios y hubo una explosión de la mano de la
reforma. “Ahora pasan mucho más tiempo en las escuelas y se genera un
agobio, porque pierden muchas actividades lúdicas, al final la tarde es una
extensión de lo mismo de la mañana. Están más agrandados, más
competitivos y muchas veces despectivos con los profesores”.

Existe consenso entre los docentes en que hoy muchos papás y mamás
descansan en que el colegio les enseñe contenidos a su hijo y, además, los
eduquen. “Pero la educación se aprende en la casa; el colegio está para
enseñar”, dice Reinaldo Camaño (35), profesor de inglés en un colegio
particular subvencionado en La Florida, a quien le ha tocado ver a papás y
mamás muy demandantes para pedir resultados académicos: que el niño
aprenda, que el niño sepa y que se saque buenas notas. “Pero no trabajan
con ellos en torno a ese objetivo. Les exigen resultados y no tienen idea
qué hizo el niño durante el día. ‘Bueno, yo estoy pagando equis plata en
este colegio y por lo tanto debería hacerse todo en el colegio’ es parte de
su discurso”.

Para este apoderado más exigente y reclamón, cuentan los profesores, no


hay horarios ni vías de comunicación prohibidas. Así es como si el docente
compartió su número de teléfono con algún papá, rápidamente su
WhatsApp puede llenarse con mensajes a las diez de la noche preguntando
por alguna tarea o material que hay que llevar al día siguiente. Algunos
profesores sacan pantallazos de esas conversaciones y las comparten en
sus grupos de Facebook.

Elizabeth (33), profesora de primer ciclo básico en una escuela de Pedro


Aguirre Cerda, ha recibido mensajes por Facebook de algún apoderado
que la busca y ocupa la red social para excusarse por la inasistencia de su
hijo. Por eso, se dedica en cada reunión a explicarles a los papás por qué
es importante que los niños vayan al colegio, pero aún así muchos no los
mandan. Su impresión es que cuando los niños pasan a primero básico
asumen que ya son grandes. Incluso, los mandan sin útiles al colegio,
venden los que la Junaeb les regala. “Yo les digo, ‘su hijo llegó sucio, lleno
de mocos’, y me responden ‘pero tía, si yo le dije que se bañara’, y tengo
que explicarles que el celular no va a bañar al niño, no le va a cortar las
uñas, porque creen que todo se soluciona con el celular. Es súper triste,
una lucha constante”.

-Oiga, profe, le fue tan mal a mi hijo en la prueba, ¿qué hacemos?


-Bueno, podríamos partir porque se lea el libro para la próxima.
– Jojojo, ¿en serio? ¡A mí me dijo que se lo leyó!
– Pues fíjese que a mí me dijo en mi cara que no se lo había leído.

Mensajes como estos recibe Claudio (36) de los apoderados en un colegio


privado en La Dehesa: “¿Puede vigilar usted que a mi hijo le guste leer?
Es que yo no sé cómo hacerlo”, “Ay, profe, está tan desordenado este
niñito, dígale usted que se ordene, que a mí no me hace caso”, va relatando.
“Tienen una obsesión por incumbirse en todo porque en el fondo necesitan
compensar que no están realmente presentes cuando se les necesita. Por
ejemplo, en cosas tan simples como presentación personal, porque los
cabros llegan hediondos, desordenados y sin materiales”, afirma.

Según Rodrigo Cornejo, hoy se tiene una expectativa demasiado alta con
respecto a la escuela, la idea de que los profesores pueden solucionar cosas
que la familia no está resolviendo. “Yo veía a los apoderados muy
cansados, superados y con muchas exigencias. Agobiados por el sistema,
por el horario, por los mismos niños y, claro, en general poco
comprometidos. Criar requiere de mucho esfuerzo, estar ahí y enseñar
valores es exigente y requiere trabajo, pero ¿te quedan energías después
de un día de pega?”, dice Claudia Montes, quien luego de ocho años dejó
la docencia y se instaló en el Centro Cultural Estación Entretecho.
Para Eliana Melo, que se jubiló el año pasado como profesora de lenguaje,
la desconfianza y la burocracia con que se los controla termina por
aplastarlos. “Hay cero libertad. Todo está reglamentado y supervisado.
Tienes que hacer lo que te dicen, cómo te dicen y hay que registrar todo,
para tener respaldo”. De hecho, cuenta que varios docentes jóvenes han
tenido problemas por saltarse los conductos regulares y, por ejemplo, citar
a un apoderado o notificarle del mal rendimiento académico de hijo por
WhatsApp. “Todo tiene que hacerse con el debido proceso. Si el
apoderado no va a colegio y firma en el libro que tomó conocimiento, el
problema después es para ti, no para él”.

Lo que colmó la paciencia de Catherine Larenas (26) no fueron sus


condiciones laborales. Ella terminó hastiada de sus colegas del jardín
infantil, donde trabajó sólo un año antes de dedicarse a otra cosa, porque
ni siquiera tenían el cuidado de no decir garabatos delante de los niños.
“Hay gente que aunque le quiten niños(as) por sala, le aumenten las horas
para planificar, evaluar, va a seguir haciendo mal su trabajo, porque no
tiene vocación y porque no sabe mucho de educación”, asegura. Hoy es
profesora de twerking, un estilo de baile, y trabaja para una empresa de
fumigaciones. En una semana recibe lo que antes le pagaban en un mes,
pero confiesa que está frustrada por no trabajar en lo que estudió.
Enojados, pero no tan arrepentidos
Aunque se percibe un malestar fuerte en las redes sociales, varios
profesores reconocen que son un gremio quejón y que, con todo, hay
muchos felices en sus trabajos. Dicen que todo es parte de la convicción
de que su trabajo es importantísimo. Por eso les duele la escasa valoración
social de su rol. “Me he topado más de lo que quisiera con preguntas del
tipo: ‘Si tú eres un tipo inteligente y capaz, ¿por qué terminaste siendo
profesor?’, como si fuera una salida alternativa frente al fracaso de no
haber postulado a otras carrera más prestigiosa y rentable”, cuenta Alen
Quinteros, profesor de historia, quien agrega que para él, como para
muchos colegas, postular a pedagogía era su primera y única alternativa.

La profesora de matemáticas Tania Gaete lleva nueve años enseñando en


el Instituto Claudio Matte, ubicado en el barrio Franklin, el mismo del que
ella egresó. Dice que a pesar de las extensas horas de trabajo, del desgaste
emocional por la vulnerabilidad afectiva y económica de sus alumnos y de
la presión en términos curriculares, su experiencia ha sido enriquecedora
y llena de aprendizajes significativos. “Valoro lo poco rutinaria de esta
labor. Los alumnos nos entregan mucha vitalidad y el impacto que se tiene
en ellos va más allá de la disciplina”, cuenta.

Reinaldo Camaño dice que le agrada lo que hace pero le gustaría poder
pasar más tiempo con su familia y ganar más. “Es una dicotomía que he
visto mucho. Tengo muchos colegas que dejaron de hacer clases y
manejan taxis, venden detergentes, pusieron tiendas de grow shop,
importan productos por internet para vender. Viven tranquilos, no se
llevan pega para la casa, ni tienen un jefe molestando, pero yo no lo haría.
Hasta el momento, no”.

“Uno no puede generalizar respecto al profesorado, este es un fenómeno


complejo”, dice Hernán Hochschild, director ejecutivo de Elige Educar.
Según él, el problema no es sólo de políticas públicas sino cultural, ya que
muchas prácticas se han instalado como si fueran ley pero no lo son, como
por ejemplo el exceso de planificaciones. “Estamos súper claros en que
hay profesores saturados y tienen todo el derecho a quejarse. Pero hay que
caminar y mascar chicle. No podemos quedarnos todos llorando, hay que
empujar para que esto cambie. Este asunto es demasiado importante como
para quedarnos de brazos cruzados”, afirma.

¿CUÁNTO GANA UN PROFESOR?


El sueldo puede variar ampliamente según en qué tipo de colegio trabaje.
En colegios municipales y subvencionados los salarios se rigen por el
estatuto docente, que determina un valor mínimo para la hora de alrededor
de 13 mil pesos el que cambia con cada reajuste del sector público. La
mayoría de los profesores trabajan un promedio de 30 horas semanales, lo
que suma un total de $ 416.880 pesos brutos mensuales como mínimo (hay
colegios que pagan un valor hora mayor o aumentan el sueldo con bonos
u otras subvenciones que también vienen del Estado). La nueva carrera
docente estipula que, en el tramo inicial, los profesores deberán ganar un
mínimo de 800 mil pesos (brutos) por 44 horas semanales, cantidad que
muy pocos profesores pueden hacer. Los profesores que trabajan en el
sistema particular se rigen por el Código del Trabajo y pueden ganar hasta
35 mil pesos por hora cronológica. Los docentes chilenos son los que
reciben las remuneraciones más bajas de todos los países OCDE, un 39
por ciento menos que el promedio. Esta semana, y en el contexto de la
implementación de la nueva Ley de Carrera Docente, el Ministerio de
Educación anunció que en promedio las remuneraciones de los profesores
del sector municipal subirán un 30% a fin de mes.
EL PROFESORADO EN CIFRAS
8 de cada 10 docentes dicen que se sienten satisfechos con su trabajo
(Encuesta “Voces docentes”, de Elige Educar y el Centro UC de Políticas
Públicas).
28% aumentaron los jóvenes que desean estudiar pedagogía en el proceso
de admisión 2017.
34% de los docentes dice sentirse apoyado por los apoderados en el
proceso de enseñanza del estudiante (Encuesta “Voces docentes”, de Elige
Educar y el Centro UC de Políticas Públicas).
1/3 de los docentes encuestados no recomendaría su escuela a un colega o
amigo para trabajar (Encuesta “Voces docentes”, de Elige Educar y el
Centro UC de Políticas Públicas).
15% aumentó la cantidad de estudiantes que pusieron como primera
preferencia pedagogía.
ALGUNAS CONFESIONES SELECCIONADAS
“Cada vez un veo una confesión que denigra a la educación parvularia
me recuerdan a mi viejo tirándome para abajo cuando decidí entrar a este
mundo y puta que da rabia… “.
“Me metí a todas las sapoderadas impasables del colegio en el bolsillo
coqueteándoles. Desde la tía del almuerzo a la directora no pueden creer
que las haya domado”.
“Trabajo en un colegio donde los cabros tienen cero respeto por sus
profesoras/es (la mayoría son profesoras), al extremo tal de sufrir
violencia verbal y física constantemente. Cuando se reclama en dirección
o en consejo de profesoras, la directiva desvía el tema y hace oídos
sordos”.
“Confieso que me importa un rábano los resultados del SIMCE, sé que
bajaron mucho los puntajes con relación al del año anterior, pero no iba
a exponer mi embarazo y mi salud por preparar esta medición”.
“Hola, soy profesora de “EDUCACIÓN” Física. Me da rabia cuando
algunos colegas dicen que no corremos en las clases o no practicamos
actividades en conjunto con los alumnos, ¿se han puesto a pensar que son
4 o 5 clases diarias? ¿Qué ser humano resistiría esa carga física durante
toda la semana, el mes y el año?”.
“Cada día que pasa odio más trabajar como profesor, lo hago por dinero
para pagar deudas y sobrevivir económicamente, pero el costo emocional
y físico me está pasando la cuenta. Te consumes como ser humano
lentamente. Espero algún día dejar de trabajar en esto”.
“Que alguien me explique por qué las psicopedagogas ganan más plata
que nosotros los profes. Sin ánimo de generar polémica, pero es algo que
me llama la atención durante este poco tiempo que llevo en el sistema”.
“Estoy chata de tener que guardar la compostura porque vivo y trabajo
en un pueblo chico. Si tomo, los apoderados andan comentando ‘uy,
andaba tomando la tía’. Me baño en el lago y al otro día ‘uy, la tía se
andaba bañando en el lago’, ente otras cosas… ¿Qué se cree esta gente
que uno por ser profe deja de ser persona?”.

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