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UNIVERSIDAD DE CUENCA

FACULTAD DE JURISPRUDENCIA, CIENCIAS POLITICAS Y

SOCIALES

CARRERA DE GÉNERO Y DESARROLLO

NOMBRE:

SANTIAGO VIVAR

CATEDRÁTICA:

Mgs. ANA LUCIA IÑIGUEZ

MATERIA:

DERECHOS HUMANOS Y EXIGIBILIDAD

CICLO: 6

AÑO LECTIVO:

2017-2018
La identidad de grupo sustituye a los interese de clase como mecanismo
principal de movilización política

La política social enfrenta cambios paradigmáticos en cuanto que las luchas


por el reconocimiento, están movilizando formas alternativas e innovadoras
entorno a condiciones como la nacionalidad, la etnia, la raza, el género y la
sexualidad, de manera que “la identidad de grupo sustituye los intereses de
clase como mecanismo principal de movilización política. La dominación
cultural reemplaza a la explotación como injusticia fundamental, desde luego,
las luchas por el reconocimiento tienen lugar en un mundo de exageradas
desigualdades materiales.

En otras palabras, la política social adquiere hoy en día, además de su función


distributiva o de intervención para contrarrestar las fallas de mercado, una
función integradora de los derechos del bienestar social, económico y cultural.
Y para cumplir esta segunda función, el Estado debe buscar también a través
de su política social, superar las restricciones de la democracia que impiden el
ejercicio real de los derechos del bienestar, aquellas fallas del sistema que
excluyen a los grupos más desfavorecidos de la política y de lo público.

La dominación cultural reemplaza a la explotación como injusticia


fundamental.

Desde luego, esto no es todo. Las luchas por el reconocimiento tienen lugar en
un mundo de exageradas desigualdades materiales en cuanto a ingresos y
propiedad, acceso al trabajo remunerado, educación, salud y recreación, pero
también, y de modo más descarnado, en cuanto al insumo de calorías y a la
exposición a entornos tóxicos y, por lo tanto, en cuanto a las expectativas de
vida y a las tasas de morbilidad y mortalidad.

La desigualdad material aumenta en la mayoría de los países del mundo


especialmente los países de grandes potencias hacia los países
subdesarrollados.

El reconocimiento cultural desplaza la redistribución socioeconómica


como remedio a la injusticia objetivo de la lucha política.

Desde luego, esto no es todo. Las luchas por el reconocimiento tienen lugar en
un mundo de exageradas desigualdades materiales en cuanto a ingresos y
propiedad, acceso al trabajo remunerado, educación, salud y recreación, pero
también, y de modo más descarnado, en cuanto al insumo de calorías y a la
exposición a entornos tóxicos y, por lo tanto, en cuanto a las expectativas de
vida y a las tasas de morbilidad y mortalidad.

Las exigencias de ‘reconocimiento de la diferencia’ alimentan las luchas de


grupos que se movilizan bajo las banderas de la nacionalidad, la etnia, la ‘raza’,
el género y la sexualidad.

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