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El inicio del fin.

Un encuentro desafortunado.

El cielo estrellado era iluminado por los múltiples fuegos artificiales que estallaban en él, los niños asombrados
corrían de un lado hacia el otro, los feriantes gritaban para atraer más clientes, los padres reían alegres
bebiendo del vino que ha entregado la cosecha, el festival del pueblo de Cytrus era impresiónate y maravilloso,
todos estaban alegres, excepto un joven, que miraba el cielo con cierta amargura.

-¡Vamos alégrate Max, no pongas esa cara! –susurro al oído la joven que estaba a su lado.

-Me molesta estar con tanta gente, eso lo sabes. –Contesto el joven –me hubiera gustado no haber venido a
este lugar –Susurro lentamente Max.

-vamos, vamos, disfruta del festival. ¿Me podrías conceder ese favor? –Suplico la joven.

-ya te concedí un favor al venir. No me pidas otro. –respiro profundamente y dijo –no lo soporto más, me voy
Noel.

-espera, espérame. ¿Adónde vas, Max? –grito Noel persiguiéndolo.

-voy donde el viejo Wayner, además aun no es la medianoche.

-espera….-Grito desesperada la joven.

Max camino por unos diminutos senderos, se alejaba más y más de la plaza central de la ciudad en donde se
realizaba el festival hasta llegar a un camino sin salida, toco uno de los ladrillos de la pared y esta se movió
creando un pequeño espacio para poder entrar, toco la gran puerta de madera que interrumpía su paso, esta se
abrió al pasar de unos minutos.

-hola querido amigo, ¿A qué has venido? – Grito un viejo sentado en una pequeña silla a lo lejos – ¿no deberías
estar en el festival?

-tu sabes que no me gustan esas cosas, Wayner.

-ven, siéntate amigo mío –Mostrando la silla – ¿Cuéntame, en que te puedo ayudar?

Hubo un silencio que duro unos minutos, Max observo por completo el lugar y algo le preocupaba en gran
manera.

-¿Que sucede, porque tienes esa cara?- Pregunto extrañado el anciano.

-Hay un olor extraño, como a sangre y barro esparcido en el lugar.

-Me lo imaginaba, nada se escapa de tu gran olfato, mira el cielo –Apunto el cielo, se puso de pie y con su
bastón golpeo el suelo, de la nada apareció un grifo que yacía muerto y amarrado por variadas cuerdas.

-¿Cómo lo obtuviste? Ellos solo habitan en el bosque Tafir. Eso queda a 1 mes de aquí a caballo –Dijo el joven
asombrado por lo visto.
-Eso es un secreto que aún no revelare –Esbozo el anciano riendo, tomando su silla y volviendo a sentarse.

-Wayner te lo suplico, dímelo como lo has conseguido, esto es realmente asombroso. Ver una criatura como
esa en un pueblo lejano es imposible –Dijo Max acercándose al viejo que se ubicaba al otro extremo.

-Hay una solo manera que te diga como lo he conseguido, reconcíliate con su padre y deja ese estúpido rencor
que tienes.

-Eso nunca, Wayner sabes que nunca lo hare –Respondió enojado el joven.

-Está bien, está bien, no te alteres. ¿Aun no comprendo él porque de tu enojo? –Dijo el anciano bebiendo un
brebaje de color rojo en un vaso de madera.

-Mi padre es un herrero de baja clase, y que se burlen por sus creaciones me enoja en gran manera –Dijo
ofuscado el joven mirando el suelo- además siempre recibo las burla de los demás por ser el pobre del pueblo.

-Joven, si pusieras las grandes hazañas que ha realizado tu padre –Murmuro el viejo ofuscado.

-Pues bien, me iré. Prométeme que algún día me contaras tus historias viejo Wayner, lo espero con ansias –Dijo
el joven entusiasmado.

-Pronto te lo diré, pronto joven Max Scraftier –Esbozo una pequeña sonrisa el viejo, quien aun bebía de aquel
brebaje sospechoso.

El joven decidió irse de aquel lugar, camino nuevamente por esos estrechos senderos. Su pensamiento era
difuso, el rencor y odio por su padre no disminuía, las burlas de los demás jóvenes por culpa de su pobreza lo
hacían ofuscarse aún más. De pronto se encuentra con una persona desconocida, este vestía una capucha que
cubría su rostro y en su espalda llevaba un gran bastón, Max sorprendido se hizo a un lado y dejo pasar a aquel
extraño joven. Max sentía un extraño sentimiento, el olor que desprendía aquel joven no era muy común, lo
cual le llamo enormemente la atención.

El extraño joven siguió su camino, toco aquella enorme puerta y esta se abrió al instante, el joven miro aquel
viejo sentado, se inclinó y despojo de su traje que lo recubría. Aquel joven tenía su piel totalmente pálida, ojos
de color rojo intenso, torso delgado y rostro firme y delgado, extendió sus brazos y le entrego aquel bastón que
sostenía al viejo Wayner.

-Te estaba esperando, joven Mago. El día prometido ha llegado. Es nuestro deber el proteger las llaves y
eliminar el mal de nuestro mundo. –Dijo el viejo alzando el bastón.

-He llegado señor, yo Dante Roadom protegeré al elegido.

-El joven que haz de proteger ya lo viste. Es aquel que te topaste en tu trayecto hacia acá. Su nombre es Max
Scraftier.
-¿Scraftier dijo? –Dijo sorprendido el joven mago- ¿El guerrero dorado?

-Sí, es el hijo del mejor guerrero del reino de los humanos. –El viejo sintió un extraño sentimiento, algo de la
nada lo alerto –Esto es realmente malo, ya han llegado.

El viejo hizo sonar su bastón dos veces, de pronto el grifo que estaba muerto abrió sus ojos, descendió del
techo y extendió sus alas, el viejo junto con el joven se subieron en el lomo de aquella hermosa bestia. El viejo
Wayner extendió sus manos y recito una frase “Dispalam”. De la nada el techo desapareció, el grifo se dirigía a
su nuevo destino; el hogar del joven Max Scraftier.

El asecho de la obscuridad

Max caminaba sin rumbo definido, sus pensamientos eran caóticos, un completo desastre. Mientras caminaba
por el pueblo observaba atentamente a los demás disfrutar de la fiesta, el cólera aumentaba
considerablemente al alegarse de la plaza central yendo en busca de su fiel compañero; su caballo.

El pueblo de Cytrus era la capital de la provincia de Almudena, pueblo caracterizado por la elegancia y
delicadeza en su edificación, en el las personas podían vivir relativamente bien gracias a las cosechas de uvas y
especias, lo cual permitía una vida cómoda, y en ciertos casos de lujo, aunque para Max, este no era el caso. Su
hogar ubicado en el bosque Fanir no entregaba para nada los beneficios descritos, siendo su padre el herrero
del pueblo, quien no tenía tantas ganancias debido al desinterés por el uso de la espada. Es por esto que los
jóvenes del pueblo se burlaban del joven Max, además de las constantes mofas asociadas a su familia. La
“inservible de su madre” o “la inmóvil madre” catalogada por los jóvenes, además de la “puta de tu hermana” o
“lame hombres”. Estos aspectos perturbaban considerablemente al joven, pero de igual manera recibía el
apoyo de sus dos amigos, Noel y Ferid, quienes lo ayudaban y protegían.

Max subió en el lomo de aquel animal e inicio el viaje que lo llevaba hacia su hogar. Mumu (El nombre del
caballo de Max) comprendía lo que sentía su compañero, por lo cual comenzó a galopar intensamente,
intentando dejar atrás los lamentos. Max observaba con atención el cielo, pensaba que no había nada más
hermoso que las estrellas, fieles compañeras en su trayecto hacia su hogar. Max golpeo levemente en el lomo
de Mumu, lo que indicaba el habitual desvió para descansar; un pequeño rio que se anteponía al bosque Fanir.
Max descendió del animal y bebió un poco del agua, se mojó su rostro y se dejó caer en el suelo observando
nuevamente las estrellas, ellas eran quienes los calmaban de aquellos pensamientos caóticos, el joven
lentamente cerró sus ojos. En su sueño, Max se encontraba con una hermosa mujer de cabello blanco que en
su cuello sostenía una extraña llave, esta desprendía un olor a sangre y a barro, al intentar acercarse a ella y
hablarle esta desaparecía, de pronto mira su entorno y todo se vuelve obscuro, unos ojos rojos lo comenzaban
a observar, lentamente sentía su cuerpo desfallecer, los ojos se acercaban aún más hasta que devoraban
totalmente su ser, Max como todas los días despertaba del mismo sueño, en la misma parte, cuando moría.
-No te preocupes amigo, fue solo un mal sueño –Dijo el joven acariciando a Mumu.

De pronto ve por el sendero principal a una centena de jinetes negros montando unos extraños caballos, el
joven decidió esconderse entremedio de la gran vegetación existente, observo detenidamente aquellos sujetos
y algo le llamo sospechosamente la atención, el olor que desprendían era a muerte. Max quedo atónito al ver
aquel suceso y sin dudarlo se abalanzo hacia su caballo reiniciando su viaje, un mal presentimiento golpeaba su
ser; su familia. El joven quien conocía como la palma de su mano el bosque Fanir comenzó a tomar atajos,
Mumu corría los más rápido posible, en solo 15 minutos lograron llegar a su destino, siendo que normalmente
toma alrededor de 45 minutos llegar a su casa yéndose por el sendero principal. Max despertado abrió la
puerta de su casa y vio a su padre, quien estaba limpiando una extraña espada dorada.

-¿Qué sucede Max, porque tienes ese rostro? –Pregunto preocupado Adelist, el padre de Max.

-Vi unos extraños jinetes negros viniendo hacia acá. –Tomo una leve pausa y siguió. ¿Por qué estás tan
tranquilo? ¿Dónde está Pandora?

-Pandora está en el pueblo de Cytrus, dijo que iba a buscarte.

-¿Qué es esa espada? Nunca antes la había visto. –Max noto un extraño olor en el ambiente, sentía que antes lo
había percibido, al recordarlo su asombro fue enorme, olía a sangre y a barro.

-Ven siéntate, es hora de que sepas toda la verdad. Mi verdad –Adelist extendió su mano y dejo en la mesa una
extraña llave que llevaba escrito a su alrededor “La llave del rey humano, creada por el rey mago”, Max se
acercó lentamente y la tomo, miro perplejo a su padre y dijo;

-¿Qué mierda es esto? ¿Por qué mierda huele de esta forma? –Grito desesperado.

-Tranquilízate, siéntate primero –Tomo un leve suspiro y continuo- Esa es una llave del mago y yo estoy a cargo
de cuidarla en nombre del rey, pero mi tiempo ha llegado y es tu deber ahora el protegerla.

-¿Qué? No entiendo nada.

-Eso es obvio, empezare desde un principio. Hace 200 años atrás ocurrió el peor desastre de la historia, los
reinos de los humanos, el reino de los elfos, el reino de los orcos, el reino de los gnomos y el reino de los magos
quienes vivían en armonía iniciaron una guerra intentando subyugar al otro, poder tener el control absoluto
del mundo. Gracias al gran mago la guerra se detuvo, dividió la tierra en cinco reinos y entrego a cada rey una
llave que permitía el acceso y salida de cada reino, pero si alguien deseaba lograrlo debía cruzar el reino de las
tinieblas, lo cual es imposible. –Extendió su brazo y le mostro la espada dorada a su hijo- Yo soy el guerrero
dorado, quien apoyo al rey en la guerra. Además de ser el guardián de la llave del mago de los humanos. Ahora
será tu deber, hijo mío.

-Espera, espera, espera. –Dijo Max atolondrado.- Es mucha información, no sé cómo procesarla.
-Solo debes entender que la llave es muy importante, ya que quien reúna las cinco llaves se convertirá en el
gobernador absoluto, nosotros existimos para prevenir eso.

Adelist observaba a su hijo impresionado, Max quien demostraba bastante madurez lo demostraba aún más,
sorprendido por la reacción positiva de su hijo tras contarle la historia le entrego la espada, fue hacia la bodega
y saco otra, miro hacia la ventana y comprendió que la situación era compleja, los jinetes negros ya habían
llegado. Le indico a Max la ventana y el joven se escondió, los jinetes entraron al hogar, comenzaron a revisar el
comedor y la cocina, el joven sostenía fuertemente la llave, se la guardo en su pantalón y se abalanzo hacia el
jinete, le atravesó la espada por el torso y este cayó. Max alegre por su hazaña se dirigió hacia su padre y este
grito;

-Cuidado, debes cortarle la cabeza para que desaparece, estos seres están muertos.

Max se dio vuelta y asombrado vio como el jinete se levantaba, este comenzó a atacar y Max lograba
defenderse a duras penas, el joven observo por la ventana y su asombro era mayor, los jinetes iniciaron el
ataque hacia su hogar arrogando flechas con fuego, Max preocupado observo el cuarto de su madre pero el
jinete le impedía su paso, el joven salto y le corto la cabeza al cazador obscuro. Adelist le indico que fuera a ver
a su madre y este obedeció, al abrir la puerta su asombro era mayor, habían 3 jinetes que rodeaban a su madre.

-Malditos, aléjense de mi madre ahora.

Los jinetes se abalanzaron hacia el joven, Max los esquivaba mientras intentaba atacarlos pero era imposible
hacerles daño ya que eran más en número, el joven ofuscado grito y lanzo su espada hacia uno de ellos
logrando atravesar su cabeza, corrió hacia el otro extremo y golpeo con su puño a uno de los jinetes, le quito su
espada y le corto la cabeza, se acercó rápidamente hacia el ultimo que quedaba y lo partió en dos, sostuvo la
espada y la clavo en el suelo junto con el rostro del jinete, los enemigos fueron eliminados. Max se dirigió hacia
donde estaba su madre postrada, ella aun dormía plácidamente como si nada hubiese ocurrido, el joven
amarro la espada dorada en su cinturón y sostuvo entre sus brazos a su madre, camino rápidamente hasta el
comedor esquivando cuidadosamente las leves llamas que se alzaban entre los escombros, llego hasta el
comedor y vio un sinnúmero de cadáveres inmóviles, su padre los había derrotado. El joven observo por la
ventana y su temor aumento, los jinetes obscuros aumentaban en número y esto era desfavorable.

-Esto es imposible, aunque seamos muy buenos con la espada en algún momento nos cansaremos. –Exclamo el
joven hacia su padre.

-No te preocupes Max, pronto han de llegar. –Dijo Adelist mostrando una gran sonrisa.

Los jinetes se acercaban rápidamente hacia el hogar de Max, al percatarse sintió un olor extraño en el
ambiente, provenía del cielo, al mirar su asombro fue enorme, el viejo Wayner junto con el joven desconocido
descendían del cielo cabalgando aquel grifo que vio muerto. Estos bajaron de la bestia y aniquilaron todos los
jinetes con llamas que los consumieron, Adelist llamo a Max y al joven desconocido.
-Queridos jóvenes les tengo un favor que pedir, cuiden a Judy y diríjanse al bosque Fanir, los jinetes no conocen
muy bien el terreno, por lo que ustedes tendrán la ventaja.

-De acuerdo, vamos….-Dijo Max hacia el joven mago.

-Dante Roadom, ese es mi nombre. ¿Y el tuyo?

-Max Scraftier, el protector de la llave del mago

Los jóvenes sostuvieron sus manos y se observaron detenidamente, incrédulos del futuro que les ha de
suceder, ya que esta reunión ha de ser el inicio de la obscuridad, por ende, del fin.

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