Mis padres poseían un bajo capital cultural, económico y social, al
igual que todos en el barrio. La posibilidad de poder incorporar capital
cultural era muy compleja, ya que el campo social en el cual me movía era muy precario. El Cortijo, barrio de la comuna de Conchalí, entregaba a sus habitantes bajas posibilidades de una movilización social, y por ende, la mayoría tenía un bajo capital económico, un capital social muy débil y un precario capital cultural. Esto lo absorbí en mi niñez, pero de igual manera, comencé a incorporar un capital cultural por cuenta propia, acumulando información y conocimiento que en definitiva me trajeron beneficios dentro del campo en el cual me desenvolvía.
Posteriormente, en la enseñanza media, me traslade en la ciudad de
Talca y entre al Liceo Marta Donoso Espejo, incorporando nuevos conocimientos que consolidaron el capital cultural que tenía en Santiago. El campo social en cual me desenvolvía no era muy distinto que el de la capital, y mi capital económico no se vio modificado positivamente. El cambio drástico que sufrió mi vida fue entrar a la Universidad, específicamente la carrera de derecho en la Universidad de Talca. Aquí pude contemplar la diferencia gigantesca entre los capitales que disponía, en comparación con los de mis compañeros. La mayoría poseía un enorme capital cultural (ya que sus padres eran profesionales) que a su vez se convertía en un capital social muy fuerte. La competencia que tenía era impresionante y logre ver la diferencia que teníamos. El campo en el cual competía era muy desfavorable.
Después de pasar un año, me retire de la carrera de derecho y entre a
estudiar sociología en la Universidad Católica del Maule. El capital cultura que incorpore al estudiar derecho me favoreció enormemente, ya que facilito las exigencias requeridas en la nueva carrera. En comparación a mis compañeros (que recién entraban a la universidad), poseía un capital cultural incorporado que mejoraban mis posibilidades en la competencia dentro del campo de la sociología.