1) La más grave es la pena. Consiste en la pérdida o menoscabo de derechos personales
que el Estado causa al sujeto que ha violado un deber jurídico, y se traduce concretamente en la supresión de la vida (pena de muerte); de la libertad por un mayor o menor tiempo (reclusión en establecimientos penitenciarios), o en la restricción del derecho de residir donde plazca (extrañamiento, relegación), o en la privación de bienes patrimoniales (multa, comiso). 2) La ejecución forzada. Consiste esta sanción, cuando es posible y necesario, en el empleo de medios compulsivos contra el violador de la norma para lograr el mismo resultado que se habría obtenido si él la hubiera cumplido espontáneamente. Si, por ejemplo, un grupo de individuos ocupa un terreno ajeno y se resiste a abandonarlo, será expulsado por la fuerza pública. De manera análoga, si el deudor no paga, puede el acreedor, si concurren ciertos requisitos o condiciones, embargarle uno o más bienes, hacerlos vender luego en pública subasta para, con el precio logrado, satisfacer su crédito. Y si una persona levanta un edificio violando las normas de construcción, se verá en la necesidad de demoler la obra o, a sus expensas, lo hará la municipalidad respectiva. 3) Indemnización. Es la compensación o resarcimiento con el cual se repara un daño causado a otro. Por ejemplo, el que hirió intencionadamente o por imprudencia a una persona deberá pagarle los gastos de curación, las sumas de dinero que dejó de ganar en su actividad mientras se medicinaba, el daño moral, esto es, los dolores físicos y las aflicciones espirituales sufridos con motivo de las heridas, etc. Del mismo modo, el deudor que no cumple la obligación que le impone un contrato o no la cumple en el plazo acordado, deberá pagar, a título de indemnización, todos los perjuicios generados al acreedor por el incumplimiento o el cumplimiento tardío. 4) Nulidad de los actos jurídicos. Esta sanción consiste en la ineficacia de dichos actos (contrato, testamento) cuando no reúnen algún requisito que exige la ley para su existencia o validez. Por ejemplo, no tiene validez el contrato celebrado con un enfermo mental o un menor de edad, porque la ley exige que los contratantes sean capaces, es decir, mayores de edad y mentalmente sanos; tampoco tiene valor (existencia) el matrimonio celebrado entre dos personas del mismo sexo, porque la ley concibe el matrimonio como un contrato pactado entre un hombre y una mujer; igualmente, no tiene validez alguna el testamento otorgado sin testigos y el contrato que, debiendo otorgarse por escritura pública, se hace por un documento privado, etc., etc.