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Revista Ambientum

Edición abril 2004 - Aguas

Trihalometanos: subproducto de la cloracion


En la segunda mitad de este siglo la demanda de agua potable se ha incrementado con el crecimiento de la
población, al igual que han aumentado las exigencias de calidad en el agua suministrada.

Es habitual que, ante la escasez o precariedad de las aguas, se emplee cloro como base del proceso de
desinfección, práctica que se realiza desde hace un siglo, debido principalmente a los beneficios derivados de
su empleo, atajando y eliminando epidemias y enfermedades procedentes de las aguas, por lo que, en todo este
tiempo no se ha tenido en cuenta la posibilidad de existir efectos secundarios sobre la salud y el medio
ambiente.

En la década de los 70, a través de investigaciones desarrolladas en Estados Unidos mediante cromatografía de
gases y espectrómetro de masas, se detectó la formación de subproductos de la cloración, entre los que
destacan los THM trihalometanos, especialmente el cloroformo, bromodiclorometano, dibromoclorometano y
bromoformo, posibles causantes, precursores o incentivadores de diversas dolencias y enfermedades.

Según datos de la OMS, la última gran epidemia motivada por la desinfección deficiente del agua fue la de
cólera aparecida en Perú en el año 1991 y que afectó a varios países con cerca de 500.000 afectados y unos
4.000 muertos. Por otro lado, la OMS estima que la desinfección del agua ha reducido un 25% los episodios
diarreicos y la mortalidad en el Tercer Mundo.

La acción del cloro se basa en su poder oxidante; por un lado actúa como bactericida y, por otro, es capaz de
eliminar sustancias que emplean el oxígeno disuelto en el agua para su oxidación, como amoníaco, cianuros,
manganeso, nitritos, etc. El cloro se aplica en exceso, aproximadamente 2mg/l, de manera que se asegura la
oxidación de estos compuestos, de bacterias presentes y, además, queda una cantidad de cloro residual para
continuar desinfectando el agua desde que sale de la planta de tratamiento hasta que llegue al consumidor.

Si este cloro residual s e encuentra en exceso, puede resultar tóxico para el consumo o reaccionar con distintos
compuestos orgánicos presentes en el agua para formar trihalometanos. Por otro lado, si el cloro residual es
inferior al necesario, el agua puede con tener bacterias, protozoos y virus patógenos.

En la actualidad, además del cloro, se emplean como desinfectantes el dióxido de cloro, peróxido de hidrógeno,
ozono y permanganato potásico, todos ellos con gran poder bactericida a largo plazo y capaces de eliminar
contaminantes. En todos los casos se produce algún tipo de subproducto, dependiente del tipo de desinfectante,
cantidad y naturaleza de los precursores presentes en el agua, tiempo de contacto, dosis aplicada, temperatura
y pH.

La Organización Mundial de la Salud, en relación con los subproductos de desinfección, manifiesta que es peor
tener un agua indebidamente desinfectada que tener subproductos de desinfección, pero, en cualquier caso, la
concentración de subproductos deberá reducirse actuando sobre el proceso global de tratamiento.

La formación de los trihalometanos se desarrolla en dos fases; la primera supone el 20 al 25% del total, tiene
lugar en las primeras 24 horas y, la segunda, durante los 4 ó 5 días siguientes. Con esta cinética de reacción
tan lenta, la formación de THM se ve favorecida por la presencia de materia orgánica en el agua residual,
además del aumento del pH, aumento de la temperatura, aumento de la dosis de cloro y aumento del tiempo de
contacto del cloro con el agua. Por ello, para evitar la formación de THM es indispensable someter al agua a
tratamientos eficaces de potabilización mediante coagulación, floculación, sedimentación, filtración a través de
carbón activo para la completa eliminación de la materia orgánica y, posteriormente, cloración según parámetros
de diseño adecuados que minimicen la formación de THM, todo ello antes que prescindir del cloro como
desinfectante.

Estas cloraciones se caracterizan por realizarse en los puntos donde existe la mínima concentración posible de
precursores, a pH neutros, con dosis y tiempos de contacto exactos , de tal modo que el cloro cumpla su función
desinfectante y reste una pequeña concentración residual.

Se han realizado diversos estudios científicos sobre los efectos de los THM sobre la salud humana,
concluyendo que el cáncer de vejiga está asociado a la exposición a concentraciones superiores a los 75 mg/l
de THM durante 35 o más años. Del mismo modo, incrementa el índice de cáncer de colon y, se cree, aunque
los estudios no son concluyentes todavía, que puede incidir en otros tipos de cáncer. Además, estas
exposiciones también pueden afectar al embarazo, provocando abortos espontáneos, peso bajo al nacer,
crecimiento intrauterino retardado, talla pequeña al nacer y defectos en el tubo neural.

Según la OMS, este tipo de riesgo se considera a largo plazo, ya que requeriría el consumo de agua durante
toda una vida, como es el caso de la mayoría de los productos cancerígenos. Según esta organización, la
exposición a estas sustancias supone un riesgo de cáncer de 10 -5, es decir, un caso de cáncer por 100.000
personas que consumen el agua en un periodo mínimo de 70 años. En el caso de la Unión Europea, el riesgo se
considera de 10 -6.

En el caso concreto de España, un reciente estudio elaborado por investigadores del Instituto Municipal de
Investigaciones Médicas IMIM, y del Instituto de Investigaciones Químicas y Ambientales CSIC, ha identificado
trihalometanos en el agua de consumo de cuatro áreas españolas en concentraciones superiores a la media
europea.

Resumiendo, ante el riesgo de la presencia de trihalometanos, previsiblemente cancerígenos, en el agua de


consumo, es preferible el optimizar el diseño, mantenimiento y gestión de las Estaciones de Tratamiento de
Aguas Potables, incluyendo la desinfección mediante cloro, antes que prescindir del mismo para tal función, a
pesar del riesgo de generar sustancias nocivas para la salud.

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