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Patrimonio y Desarrollo.

Estudios

El Patrimonio Inmaterial en proyectos de desarrollo territorial en Comunidades


Indígenas de Los Andes Peruanos
Intangible Heritage in territorial development projects in Indigenous Communities of the
Peruvian Andes

Beatriz Pérez Galán


Profesora Ayudante Doctora. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)

Resumen
A partir del giro antropológico experimentado en los últimos años en la concepción del
patrimonio inmaterial, en este texto se indaga su uso como recurso en relación a los nuevos
tipos de turismo sostenible desarrollados por las comunidades rurales indígenas de América
Latina. Basándose en las propuestas del enfoque “Desarrollo Rural Territorial con Identidad
Cultural” (DRT-IC), utilizado por ONGs y agencias de desarrollo nacional e
internacionales, la autora sistematiza el conjunto de iniciativas de turismo rural comunitario
desarrolladas por comunidades indígenas al sur del Perú y discute sobre la contribución de
la antropología en estos proyectos.

Palabras clave: Patrimonio Inmaterial. Desarrollo Territorial. Turismo Comunitario.


Globalización. Comunidades Indígenas. Perú. América Latina

Abstract
Beginning with some ideas about the “anthropological turn” experimented by the intangible
heritage concept in the last years, in this contribution the author deals with its use as a
commodity by new types of rural sustainable tourism, especially that community-based
tourism in Latin America. Based on the proposal of the “Territorial Development with
Cultural Identity” view, used by NGOs and public development agencies at national and
international level, the author refers to the group of those initiatives located in indigenous
communities in southern Peru, and discuss about the anthropological contributions to those
projects.

Keywords: Intangible Heritage. Territorial Development. Community based Tourism.


Cultural Diversity. Globalization. Indigenous People. Peru. Latin America
e-rph diciembre 2008 | revista semestral

Beatriz Pérez Galán

Profesora Ayudante-Doctor en el Dpto. Antropología Social y Cultural, UNED (Madrid).

Títulos: Licenciada en Geografía e Historia, especialidad Antropología de América,


Universidad Complutense de Madrid (1994). Doctora en Antropología Social en la misma
Universidad (1999). Estudios Posdoctorales realizados en el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas, Madrid (1999-2000).
Docencia: Profesora Contratado-Doctor, Dpto. de Antropología Social de la Universidad de
Granada (2000-2008). Profesora Visitante en: Universidad Pontificia Católica del Perú,
Lima (2004),Universidad Autónoma de Querétaro, México (2006), Universidad Autónoma
de Madrid (2006).

Líneas de Investigación y Producción científica relacionada:

1- Territorio y Cultura en población indígenas de América Latina


2008 América Precolombina. Otros tiempos, otras culturas. Madrid: Edimat
2008 “Alcaldes y Kurakas. Origen y significado cultural de la fila de autoridades
indígenas” en Bulletin de L’Institut Français d’Etudes Andines
2004 “Autoridades étnicas y Territorio en el sur andino Peruano. El ritual de la renovación
de cargos en Carnaval” en Allpanchis Phuturinqa, 64:9-34
2004. Somos como Incas. Autoridades tradicionales en los Andes Peruanos Cuzco; Madrid:
Iberoamericana/ Vervuert
2002 “Apuntes sobre el universo simbólico de la autoridad en comunidades del sur andino
peruano” en Revista Andina, 35, 247-64
2001- Autoridades étnicas y Territorio. El ritual del linderaje en una comunidad andina,
Anthropologica, 19: 365-382
1998.- “La ritualización de la autoridad en el espacio andino” en Dembricz. A., (ed.), El
espacio en la cultura iberoamericana, Varsovia: Universidad de Varsovia, 217-226.
1997.- “Los andares de la memoria en la construcción andina del espacio”, Política y
Sociedad, 25:135-150

2.- Turismo, Desarrollo y Cultura.


2006, “Turismo y Representación de la cultura” en Anthropologica, 24: 29-50
2003. “Escenificando Tradiciones Incas: Turistas, indígenas y antropólogos en el
Cuzco contemporáneo en: Pérez, Beatriz y Gunther Dietz (eds.) Globalización, Resistencia
y Negociación en América Latina, Madrid: Los libros de la Catarata. pp. 143-165.
2003 “Género y Desarrollo” en Colección Pedagógica Universitaria, 40: 21-30.

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2002 “Dimensiones culturales del Desarrollo” en Ramirez de Haro et al. (eds.), Desarrollo
y Cooperación en zonas rurales de América Latina y Africa. Para adentrarse en el
Bosque, Madrid: Los libros de la Catarata.
1999 “Los beneficiarios de los proyectos de desarrollo: retórica y práctica en ONGs
de Cuzco, Perú” en Carlos Jiménez Romero (coord.), Antropología más allá de la
academia. Aplicaciones, contribuciones prácticas e intervención social. Santiago de
Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, pp. 87-96;

Contacta con el autor: beatrizp@fsof.uned.es

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Los profundos cambios experimentados por la sociedad rural en América Latina en las
últimas décadas tras la clausura de los procesos de Reforma Agraria en los años setenta, los
efectos de las políticas de ajuste de los ochenta y las recientes respuestas de los productores
indígenas y campesinos organizados (Bretón, 2001; Schetjtman y Berdegué, 2003), han dado
paso a una renovación de los enfoques y las prácticas sobre desarrollo rural en toda la
región. Esta renovación involucra una ampliación del escueto horizonte agropecuario
tradicionalmente asociado a los campesinos pobres e indígenas e incorpora una visión
territorial, multisectorial y participativa que se nutre de conceptos y formas de actuar
característicos de la gestión empresarial. En lo conceptual estos nuevos enfoques transitan
de un énfasis en las comunidades campesinas como unidad empírica de intervención de
programas y proyectos, hacia el trabajo focalizado para “grupos de emprendedores” en cada
núcleo poblado; de los campesinos beneficiarios de los proyectos y tutelados por la
instituciones de desarrollo, a su consideración como “microempresarios”, “usuarios” o
“clientes” de las agencias de desarrollo; y de la competición con los municipios en la
búsqueda por recursos escasos, a la “descentralización” como requisito indispensable para
avanzar en la lucha contra la pobreza.

Esta retórica se completa recientemente con un significativo giro en la consideración del


papel desempeñado por la cultura y sus manifestaciones tangibles e intangibles en los
proyectos de desarrollo. Si bien la relación entre cultura y desarrollo no es nueva (Foster,
1969), desde los años noventa existe un consenso generalizado en afirmar el valor de la
diversidad cultural y de la participación democrática asociado al propio concepto de
desarrollo. Este argumento es avalado por multitud de estudios antropológicos que verifican
que los proyectos culturalmente compatibles, esto es, aquellos que cuentan con la activa
participación de la población local y de sus instituciones son económicamente más
eficientes que los que no lo hacen (Kottak, 1996). Así, frente al modelo tradicional que
enfatizaba el papel del estado y la idea de nación culturalmente homogénea como claves
para alcanzar el progreso económico de la población rural, los enfoques sobre desarrollo
actuales destacan la diversidad cultural como recurso reivindicando un mayor papel
estratégico de sus manifestaciones tangibles e intangibles en la lucha contra la pobreza
(Nederveen, 1995; Pérez, 2002). Entre los más utilizados en las dos últimas décadas por
instituciones y organismos de desarrollo nacional e internacionales destacan: “Desarrollo
Participativo” (Chambers, 1983; PNUD, 1990; Cernea, 1996), “Capital Social” (Kliksberg
y Tommassini, 2000), y el de “Desarrollo Territorial con Identidad Cultural” (Fonte y
Ranaboldo, 2007).

El “descubrimiento” de la cultura como recurso para el desarrollo se ha convertido en uno


de los temas recurrentes en el debate patrimonialista de los últimos años (Carrera, 2005). A
través del decidido impulso en la normatividad internacional promovido desde la UNESCO
asistimos a una propuesta cada vez más integradora del patrimonio cultural acorde con las
reivindicaciones de grupos minoritarios que buscan afianzar sus particularidades en el
contexto global.

En marzo de 2001 la UNESCO definía este patrimonio como "aquellos procesos


aprendidos por los pueblos junto con el saber, las destrezas y la creatividad que los definen
y son creados por ellos, los productos que elaboran y los recursos, espacios y otros aspectos
del contexto social y natural necesarios para su sostenibilidad”. Estos procesos, señalaba el

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documento, “ofrecen a las comunidades vivas un sentido de continuidad respecto a las


generaciones anteriores y son importantes para su identidad cultural, así como para la
protección de la diversidad cultural y la creatividad de la humanidad" (Declaración
Universal sobre diversidad cultural, UNESCO, 2001). Dos años más tarde se precisaba
definitivamente esta definición como: "las prácticas, las representaciones, las expresiones,
los conocimientos, las habilidades, así como los instrumentos, objetos, artefactos y espacios
culturales asociados con ellos, que las comunidades, los grupos y, en algunos casos, los
individuos reconocen como parte de su patrimonio cultural” (Convención para la
salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, UNESCO, 2003). En este documento se
hacía hincapié en sus cualidades particulares en relación a los otros tipos de patrimonio,
tanto en la forma de transmisión que adquiere (de generación en generación), como en su
condición esencialmente dinámica e híbrida ya que es constantemente recreado por las
comunidades y los grupos en respuesta a su entorno específico y como expresión de su
identidad1. Por esa razón, los conceptos de autenticidad, protección y preservación
aplicados en la gestión del patrimonio material resultan inapropiados en el caso de la
cultura viva.

El giro antropológico que experimenta el concepto, al tiempo que lo aleja de anteriores


interpretaciones ancladas en lo popular, lo folclórico y lo tradicional consideradas como
“esencia” de los grupos nacionales, regionales, étnicos o lingüísticos, permite destacar dos
características de este patrimonio de importantes implicaciones en el debate sobre el
modelo de desarrollo:

1. Su sentido procesual e híbrido. En la medida en que éste se define como resultado


de la mezcla y/o la suma de tradiciones autóctonas y foráneas que son reapropiadas
en el contexto local (Beck, 1999; García Canclini, 2000), se desprende de su carga
primordialista para hacer hincapié en los procesos de producción, distribución y
consumo cultural en los cuales adquiere su significado. Así, frente a prácticas
anteriores que consistían en introducir tradiciones y prácticas sociales en museos
etnográficos a partir de elementos materiales o recreaciones en vivo del mundo
rural, hoy asistimos a la reinterpretación del patrimonio inmaterial en clave de
consumo demandado en el mercado turístico (García Canclini, 1995 y 2000;
Aguilar, 2003 y 2005).

2. La puesta en valor de manifestaciones culturales de colectivos sociales minoritarios


y tradicionalmente excluidos (indígenas, inmigrantes, campesinos, mujeres), como
estrategia para la afirmación de la diversidad y la construcción de una sociedad
intercultural. Surgen así los llamados “nuevos patrimonios” que incluyen saberes y
actividades de diferentes grupos sociales vinculadas a territorios, objetos y prácticas
que no reposan tanto en una definición técnica de lo artístico o lo histórico como en

1
Son consideradas manifestaciones del patrimonio inmaterial las tradiciones y expresiones orales (incluido el
idioma), las artes del espectáculo (música tradicional, danza y teatro), los usos sociales, rituales y actos
festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, y las técnicas artesanales
tradicionales (UNESCO, 2003).

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una cuestión de representatividad, reivindicación y autorreferencia de los colectivos


(Quintero, 2005:70).

La promoción y protección a nivel internacional del patrimonio natural e inmaterial de las


comunidades rurales se ha traducido en América Latina en general, y en el sur andino
peruano en particular, en un creciente desarrollo de iniciativas públicas y privadas basadas
en formas particulares de turismo rural sostenible como el ecoturismo, el turismo rural
comunitario y el agroturismo. La novedad principal de este tipo de turismos respecto a los
tradicionales (el turismo cultural y el de sol y playa, entre otros) estriba en que se trata de
un turismo de pequeño formato en el que las comunidades locales desempeñan un papel
protagonista en su planificación y gestión. De este modo, al tiempo que persiguen generar
recursos económicos en las comunidades locales mediante una diversificación de sus
actividades, estos tipos de turismo buscan garantizar la preservación y sostenibilidad
medioambiental y cultural.

Desde una perspectiva antropológica la utilización del patrimonio inmaterial como


potencial factor de desarrollo plantea varios interrogantes: ¿cómo la población rural
transforma sus prácticas culturales como resultado de los procesos globales en los que se
inscribe el turismo?, o ¿de qué manera el rescate y la puesta en valor de las tradiciones
culturales (bienes y servicios) ofertadas al turismo por las comunidades rurales puede
contribuir a reforzar el sentido de pertenencia colectiva, al tiempo que mejorar sus precarias
condiciones de existencia?.

Para abordar desde una perspectiva antropológica el uso del patrimonio inmaterial en
proyectos de desarrollo rural en comunidades indígenas en América Latina, proponemos
utilizar un enfoque procesual y praxeológico de la identidad étnica que, parafraseando a
García Canclini, se ocupe menos de lo que se pierde o se contamina como resultado de su
conexión con el mercado, y más de cómo la población de las comunidades rurales se
reapropia y transforma las manifestaciones particulares de dichos procesos a través de sus
prácticas cotidianas (García Canclini, 1992). Desde esa perspectiva, la contribución de la
antropología en estos proyectos no radica ni en la selección ni en la cosificación de aquellos
rasgos culturales que resultan mas “apropiados” para el turismo, como a menudo demandan
los actores involucrados (Stronza, 2005). Tampoco se restringe al tradicional estudio del
impacto económico, sociocultural y político del turismo (generalmente cuantificado en
términos de beneficios obtenidos, familias ocupadas y transformaciones de las actividades
tradicionales), todos ellos aspectos de indudable importancia2. La puesta en valor del
patrimonio inmaterial de las comunidades rurales para el turismo precisa además de
descripción y análisis etnográfico del proceso por el cual la población de estas
comunidades decide participar en los proyectos, sobre el significado diferencial de esa
participación (en términos de edad, género, clase social e identidad étnica), y sobre el grado

2
Los estudios sobre el impacto del turismo en antropología son abundantes desde fines de los años sesenta. Se
trata generalmente de análisis sustentados en estudios de caso sobre el cambio socio-económico, psicológico,
medioambiental y/o cultural provocado por el turismo en los lugares de destino, y cuyo resultado es raramente
positivo (Greenwood, 1978). A partir de los noventa y con la irrupción de los nuevos tipos de turismo, el
interés de la antropología ha mudado hacia el punto de vista del turista, de sus experiencias y sus
motivaciones. En ambos tipos de estudio. la perspectiva local de los anfitriones -las comunidades rurales-
resulta a menudo ignorada.

6
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de autonomía para seleccionar y recrear aquellas manifestaciones de su identidad que son


ofertadas al turismo. Todo ello genera percepciones en torno al propio grupo –a sus rasgos
diferenciales-, y lo afirma como tal.

Con el énfasis etnográfico puesto en el actor localizado y en los procesos y estrategias de


apropiación cultural, en este texto se presenta el panorama de las iniciativas de desarrollo
territorial basadas en el rescate y la promoción para el turismo del patrimonio inmaterial en
los últimos años en comunidades rurales indígenas del Perú3. Lejos de plantearse como una
panacea que resolverá la situación de pobreza y exclusión que viven estas comunidades, se
propone observar estos proyectos como un espacio desde el que la población rural, a partir
de la utilización de su cultura viva como un recurso participa de los procesos globales.
Dicha participación no está al margen de la desigualdad ni tampoco de las estructuras
políticas y económicas dominantes, pero las circunstancias actuales proveen de
oportunidades para pensar en un modelo de desarrollo, aún por construir, basado en el
reconocimiento sustantivo –ni folclórico ni marginal- de la diversidad cultural [Ilustración
2].

Ilustración 2. Asamblea comunal. Máximo órgano de representación política democrática


de las comunidades. Comunidad de Chahuaytire, Pisac, Calca, Cuzco [02.02.2007]

Turismo sostenible y Desarrollo Rural Territorial con Identidad Cultural (DRT-IC)

En los últimos años, un número creciente de países ha comenzado a reconocer el potencial


del turismo como recurso económico cuyos beneficios pueden dirigirse hacia la lucha

3
Este trabajo se ha beneficiado de las discusiones y los materiales resultado de mi participación en el
proyecto de excelencia de la Junta de Andalucía “Estudio Comparado de las políticas de protección del
patrimonio histórico en España” (P05-HUM-620), así como del intercambio en el aula con mis alumnos de
doctorado del Programa “Antropología Social y Diversidad Cultural” de la Universidad de Granada. El
trabajo de campo para este trabajo se desarrolló en el Departamento de Cuzco, los meses de febrero y marzo
de 2007, gracias a una ayuda a la investigación del Plan Propio de la Universidad de Granada. Agradezco al
profesor José Castillo su apoyo y disponibilidad permanente para el debate.

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contra la pobreza4. En 1999 el secretario General de la Comisión sobre Desarrollo


Sostenible de la Organización de Naciones Unidas instaba a los gobiernos a “aprovechar al
máximo las posibilidades del turismo con miras a erradicar la pobreza, elaborando
estrategias apropiadas en colaboración con las comunidades locales indígenas”
(E/CN.17/1999/5/Add.3). Unos años más tarde, la Organización de las Naciones Unidas
proclamaba 2002 “Año internacional del Ecoturismo”5. Con motivo de este evento,
agencias de desarrollo, universidades y centros de investigación de todo el mundo
difundieron ejemplos de buenas y malas prácticas relativas a los efectos del turismo en las
regiones pobres (McLaren, 2003). ONGs y asociaciones de la sociedad civil
comprometidas con el fomento de un turismo sostenible y compatible con la reivindicación
de la diversidad cultural, contando con la activa participación de las comunidades rurales de
América Latina, constituyeron valiosas redes de información e intercambio de experiencias.
Desde entonces, y bajo el paraguas de la sostenibilidad económica y cultural como motor
de desarrollo rural territorial, distintos organismos dependientes de las Naciones Unidas6,
así como ONGs y asociaciones de la sociedad civil7, agencias de desarrollo nacional e
internacional, el Banco Mundial y los Bancos de Desarrollo Regional, han consolidado
líneas estratégicas que contemplan programas y proyectos de investigación e intervención
basados en el turismo sostenible.

A pesar de la heterogeneidad de sus intereses y de los programas que aplican, todas estas
organizaciones parten de una misma constatación: el valor económico que las nuevas
formas de turismo confieren al patrimonio inmaterial y natural del que tienen abundancia
las comunidades rurales de América Latina. Entre las potencialidades que comportan estos
nuevos tipos de turismo para el desarrollo rural en América Latina destacan las siguientes
(OMT, 2004; Fonte y Ranaboldo, 2007; Berdegué, 2007):

 La articulación de estrategias que valorizan los recursos físicos, naturales,


sociales y culturales que poseen los territorios rurales en América Latina, a
menudo ubicados en reservas de la biosfera, parques naturales o zonas con
una naturaleza privilegiada.
 La valorización de la cultura y del entorno por parte de los turistas
contribuye al reconocimiento público de las capacidades de la población
rural que adquiere un papel central en estos proyectos.

4
En 2002 el turismo fue la principal fuente de ingresos en divisas de los 49 países menos desarrollados (con
la excepción de la industria petrolera en sólo tres de ellos), y ocupo el tercer puesto entre los grandes sectores
de exportación de mercancías. En 2001, los ingresos por turismo internacional de los países en desarrollo
ascendieron a 142.306 millones $ USA (OMT, 2004:9).
5
La Declaración de Québec sobre Ecoturismo (2002) recoge las múltiples formas en que el turismo puede
convertirse en un aliado de un desarrollo territorial sostenible.
6
Es el caso de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO),
Organización Internacional del Trabajo (OIT), Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA),
Organización Mundial del Turismo (OMT), Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y del
Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
7
Destaca el Movimiento del Comercio Justo del que surge, a fines de los años noventa, el concepto
“comercio justo del turismo” aunando los principios del turismo sostenible, del consumo ético y el enfoque de
la Responsabilidad Social Corporativa. Entre las redes creadas bajo este enfoque a nivel internacional
consultar: “Fair Trade in Tourism Network” (http://www.tourismconcern.org.uk/), Indigenous Tourism Rights
(http//www.tourismrights.org), Acción por un Turismo Responsable (http://www.turismo-responsable.org).

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 La diversificación de las fuentes de ingresos en las áreas rurales, sin


necesidad de que la población abandone sus lugares de residencia.
 La creación de espacios que promueven encuentros interculturales entre
turistas y anfitriones.
 La emergencia de actores y redes en las sociedades rurales dedicadas a
explorar estrategias de desarrollo basadas en la valorización de la cultura y el
medioambiente.

Uno de los tipos de turismo rural sostenible que más expectativas ha despertado en América
Latina es el denominado “Turismo Rural Comunitario Indígena” (TRCI). El TRCI es
definido como “una variante del ecoturismo en el que pequeñas comunidades rurales
comparten sus hogares y su entorno natural con los turistas y les permiten conocer, a través
de los propios habitantes, sus costumbres, sus tradiciones, su forma de vida y su entorno
natural” (Maldonado, 2006:3). Más allá de la definición normativa y ante la avalancha de
ofertas que inundan el mercado en los últimos años apropiándose de la retórica de la
sostenibilidad (Ruiz, 2002; McLaren, 2003), en los últimos años, movimientos sociales,
comunidades anfitrionas e instituciones implicadas han tratado de precisar la naturaleza de
esta forma de turismo más que como un producto o una forma de vender, como un modelo
de desarrollo8.

La renovación de temas y enfoques sobre desarrollo rural en América Latina ha


consolidado la asociación conceptual entre las nuevas formas de turismo y el desarrollo
sostenible en América Latina. Así, mientras las discusiones hasta los años noventa partían
de identificar a los beneficiarios de los proyectos de desarrollo sobre la base de lo que no
eran ó, más concretamente, de lo que carecían: “pobres”, “con necesidades”
“subdesarrollados”, y su cultura era ignorada o considerada como un obstáculo a la
modernización9, los actuales señalan la necesidad de valorizar todo lo que la población
rural posee (Molano, 2006:24). Dicha valorización convierte los bienes de los pobladores
en “activos” - tangibles e intangibles- y cuantifica su valor a precios de mercado: capital
físico (vivienda, equipos, tierra, vehículos, animales, capital mobiliario, electrodomésticos),
capital financiero (dinero efectivo, cuentas bancarias), capital humano (educación, salud),
capital social (relaciones sociales, institucionalidad, participación política y ciudadanía,
autoestima) y capital cultural (conocimientos, capacidades, identidad cultural y sus
manifestaciones). Sobre estas bases se asienta la propuesta básica del Desarrollo Rural
Territorial con Identidad Cultural (DRT-IC), al que Schejtman y Berdegué definen como

8
La “Carta del Turismo Sostenible”, elaborada en la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible (Lanzarote,
1995), es el documento más completo al respecto. Contempla diecisiete medidas que ayudan a precisar los
contornos difusos de este turismo. Destacamos las siguientes: actividad integrada a una estrategia de
desarrollo sostenible más amplia, bajo impacto del visitante en el entorno cultural y ambiental, uso sostenible
de los recursos, máximo respeto a las culturas locales y a la diversidad ecológica, participación local de la
comunidad en la planificación y control de los recursos, y responsabilidad colectiva en la organización y
gestión de beneficios.
9
Bajo los paradigmas de la modernización (años 50 y 60) y de la dependencia (años 70 y comienzos de los
80), la idea del progreso conseguido a través del cambio tecnológico, la urbanización y la aculturación,
otorgaba un escueto papel a la cultura de las poblaciones locales, habitualmente considerada un mero
obstáculo para conseguir el desarrollo. Una revisión detallada del papel otorgado a la cultura en el discurso
sobre desarrollo se encuentra en: Escobar, 1995; Viola, 1999; Rist, 2002.

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“un proceso de transformación productiva e institucional en un espacio rural determinado


cuyo fin es reducir la pobreza rural, basándose en la valorización de bienes y servicios de
un país o región que poseen un carácter distintivo” (Schejtman, 2003:1).

A partir de experiencias internacionales de proyectos DRT-IC que han despertado en los


últimos años un enorme interés tales como el Programa Leader aplicado en el marco de la
Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea, agencias de desarrollo nacionales e
internacionales, universidades y centros de investigación de todo el mundo debaten sobre la
valorización de la imagen del territorio rural, incluida la identidad cultural como un
patrimonio que junto con el paisaje puede convertirse en motor de desarrollo en las áreas
rurales de América Latina10.

La gestión del Patrimonio Inmaterial y los proyectos DRT-IC en Perú

Las evaluaciones sobre el estado del patrimonio inmaterial en Perú señalan la coexistencia
de dos orientaciones políticas de gestión cultural claramente diferenciadas, resultado de
emplear una lógica dual que divide las manifestaciones culturales peruanas en criollo vs
andino, moderno vs tradicional, urbano vs rural.

Así, mientras un grupo de instituciones públicas como el Instituto Nacional de Cultura


(INC) se dedican a la protección y conservación del patrimonio cultural histórico, artístico
y arqueológico del Perú, y en menor medida a la promoción de tradiciones y costumbres de
la población indígena, su folclore y sus costumbres al registro y a la difusión de fiestas,
danzas y música enmarcando su trabajo en la agenda global de instituciones multilaterales
como la UNESCO o el Convenio Andrés Bello; otras, inspiradas en la idea de la cultura
como recurso a menudo en coordinación con los agentes privados de turismo, se
especializan en promover la inserción de las artesanías y la gastronomía a los mercados
internos y externos insertar algunas de estas expresiones culturales al mercado, caso del
Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) y sus distintas Direcciones
Regionales (DIRCETUR), el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Comisión de
Promoción de la Exportación y la Comisión de Promoción del Perú (Alfaro, 2005:6). En
uno y otro caso, es notoria la asociación conceptual entre “tradición”, “pueblos indígenas”
y “herencia prehispánica” recibe sensiblemente una mayor atención.

Un sucinto repaso a las iniciativas que cuentan con la participación pública en relación a la
difusión y preservación del patrimonio inmaterial peruano en los últimos años, confirma

10
Entre las instituciones de ámbito internacional que aplican el enfoque DRT-IC en sus proyectos de
desarrollo en América Latina están: Fundación Avina, Banco Mundial, Conservación Internacional, COSUDE
(Agencia Suiza para el Desarrollo), Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), OXFAM-
Internacional, Center for the study of the Preservation and Restoration of Cultural Property (ICCROM),
Fundación FORD, Banco Interamericano de Desarrollo (BIRD). Entre los programas y proyectos regionales y
nacionales se cuentan: Red Internacional de Metodologías de Investigación de Sistemas de Producción
(RIMISP); Internacional Development Research Center (IDRC); Corporación Regional Programa de
Capacitación en Desarrollo Rural (PROCASUR); Programa de Apoyo a los pueblos indígenas de la cuenca
amazónica; Proyecto Corredor Puno-Cusco y Proyecto de Manejo de Recursos Naturales en la Sierra Sur del
Perú (MARENASS).

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esta afirmación. Entre las más relevantes, tanto por el volumen de fondos destinados como
por la atención política y mediática recibida, destacan:

- La ejecución del proyecto Qhapaq ñan (Camino Inca) por el Instituto Nacional de
Cultura (INC), con el objetivo institucional de fortalecer el proceso de autogestión y
autodeterminación cultural de la población local (INRENA, 2004).
- El fomento y el reconocimiento de los llamados raymis, fiestas populares
contemporáneas que recrean algún episodio del calendario festivo de los incas. En
febrero de 2001 y tras una larga controversia legislativa, el Congreso peruano los
oficializo como “festivales rituales de identidad nacional” (Pérez, 2006) [Ilustración 3]

Ilustración 3. Representación turística del Pisac Raymi (festival de Pisac). En primer plano
se observa a un grupo de actores profesionales mestizos caracterizados como el Inca, su
esposa la Coya y sus ayudantes. En segundo plano, ataviados con monteras rojas y
portando sus varas de autoridad, se sitúan los alcaldes tradicionales de las comunidades
indígenas. Pueblo de Pisac [04.08.1998]

- El “Proyecto de Reordenamiento y Rehabilitación del Valle del Vilcanota” del


Banco Mundial y cofinanciados por el Gobierno peruano, cuyo objetivo prioritario
es recuperar el atractivo histórico, ecológico y cultural de los municipios ubicados
en la ruta turística hacia Machu Picchu (Chávez, 2005). Uno de los componentes
principales del Proyecto Vilcanota ha sido la convocatoria de Ferias Municipales de
Programas Comunitarios (FMPC) con el objetivo de fomentar iniciativas
innovadoras de desarrollo en estos municipios vinculadas al nuevo segmento de
turismo rural.
- El fomento realizado por el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo
(MINCETUR, 2003) del sector de las artesanías.
- La inclusión del Turismo Rural Comunitario como estrategia de lucha contra la
pobreza que contempla el Plan Estratégico Nacional de Turismo (PENTUR, 2005-
2015). Este plan es la hoja de ruta de la actuación pública en materia de turismo del
Perú (http://www.mincetur.gob.pe/turismo/OTROS/pentur/pentur.htm).

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La falta de unidad en el criterio utilizado por las instituciones públicas encargadas de la


gestión del patrimonio inmaterial en Perú y la inexistencia hasta la fecha de un plan
nacional de intervención sobre patrimonio inmaterial, tiene varias consecuencias. Por un
lado, es señalado como causa de la influencia permanente del sector privado en la
definición de sus estrategias (Alfaro, 2005: 49). Por otro, está directamente relacionado con
la explosión en los últimos diez años de multitud de micro-iniciativas de rescate y de
invención de aquellas expresiones artísticas más fácilmente vinculables al mercado (caso de
las artesanías, rutas paisajistas y/o culturales para el turismo), desarticuladas entre sí y
escasamente vinculadas a la cultura viva de las familias de las comunidades rurales. Por el
contrario, buena parte de las iniciativas de turismo rural han usufructuado y acentuado una
imagen primordialista, quasi esotérica, de la cultura andina muy frecuente en los
Departamentos de Cuzco y Puno de mayoría indígena quechua y aymara y que reciben
proporcionalmente la mayor cantidad de turistas de la región.

El turismo y la población indígena en el Perú

La vinculación de las comunidades rurales peruanas con el mercado turístico no es en modo


alguno un fenómeno nuevo. En mayor o menor medida el desarrollo de la industria en la
región, una de las más importantes en cuanto al peso económico que comporta desde los
años cincuenta (excluyendo la crisis de fines de los ochenta), ha contado con los pobladores
indígenas del medio rural en el desempeño de sus actividades [Ilustración 4].

Ilustración 4.Turistas en el mercado artesanal indígena de la comunidad de Raqchi, San


Pedro, Cuzco [21. 03. 2007], pg.13

Frecuentemente el papel otorgado a esta población en las formas de turismo tradicional


cultural y últimamente el de aventura, ha sido el de mano de obra explotada, bien como
porteadores en las rutas más turísticas como el Qhapaq Ñan (Camino Inca), arrieros,
artesanos en serie o como meros objetos turísticos, sin tener en cuenta ni sus derechos
laborables ni de propiedad sobre el territorio y sus recursos materiales e inmateriales
(Grupo de Trabajo sobre Turismo Responsable y Comercio Justo, Centro Bartolomé de las
Casas, 2007).

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La actividad turística en el Perú se remonta a fines de los años cincuenta pero no será hasta
1969, a través del Plan Turístico Cultural PERU-UNESCO (COPESCO), cuando el estado
peruano promueva el desarrollo de esta industria principalmente en Cuzco que goza de un
extraordinario patrimonio cultural con el santuario arqueológico de Machu Picchu como
marca del país. En esos mismos años y muy cerca de allí se gestaba una de las primeras
experiencias de turismo rural con participación indígena más conocida a nivel
internacional, “Isla Taquile”, en el Lago Titicaca, Departamento de Puno. Tras su aparición
en la guía turística South American Handbook, los indígenas taquileños entraron en la
escena internacional como mercaderes de finos textiles hechos a mano y se convirtieron en
poco tiempo en un modelo mundial para el turismo alternativo (Zorn, Farthing y Healy,
2007) 11.

Durante los años setenta y ochenta el registro de llegadas de turistas al Perú refleja una
tendencia estable, tímidamente creciente, que se trunca estrepitosamente entre 1988 y 1994
como resultado de la situación de violencia política y la epidemia de cólera experimentadas
en el país. A partir de 1995, la llegada de turistas internacionales se recupera y con ella el
interés por parte del estado peruano y de los inversionistas privados para fomentar el
turismo. En pocos años este sector se convierte en uno de los de mayor crecimiento, solo
por detrás de la minería (Ruiz, 2002).

El antecedente inmediato de las iniciativas de turismo rural sostenible en el Perú se remonta


a 1996 al “Programa Integrado de Apoyo al Desarrollo del Sector Turismo en Perú”,
cofinanciado por la Unión Europea y la Comisión de Promoción del Perú (UE-Promperú).
Este programa, el primero tras la dura década de violencia política vivida, se planteaba
fomentar desde dentro los atractivos culturales tangibles e intangibles del país” (Coppin,
1999)12. Tras casi dos años de trabajo de campo y utilizando el enfoque DRT-IC aplicado
por el Programa Leader en Europa, el proyecto identifico seis zonas de intervención
repartidas entre la región sur (Barrio de San Blas, Urubamba y Ollantaytambo) y el norte
(Olleros-Chavín,Túcume y Cajamarca). El desarrollo de estas experiencias, que
incorporaban por primera vez en el Perú criterios como el fortalecimiento de la identidad
cultural, el respeto al medio ambiente y la intervención activa de las comunidades locales,
constituyen hasta la fecha el mejor intento articulado por parte de las instituciones públicas
peruanas de promoción del turismo rural sostenible en el país13.

Al término del programa en 1999 y agotados los recursos disponibles, la continuidad de


estos proyectos quedo en manos del sector privado, consolidando la tendencia observada en
la gestión del patrimonio cultural. De hecho, los proyectos surgidos en los últimos siete a
ocho años corresponden, casi en su totalidad, a iniciativas del sector privado o con una

11
En octubre de 2007 la producción textil de isla Taquile fue declarada por la UNESCO “Obra Maestra del
Patrimonio oral e inmaterial de la Humanidad”.
12
Este programa fue codirigido por la consultora belga en turismo internacional Lieve Coppin y financiado
con un millón de euros. Sobre la fundamentación y la metodología seguidas consultar: Coppin, Lieve, “El
llamado de la tierra”, y “De campesinos a operadores turísticos”, ambos editados por UNESCO.
13
La promoción de estas y otras experiencias se realizo a través de dos ferias internacionales de turismo
sostenible celebradas en Cuzco (ALTUR-98) y Cajamarca (ALTUR-2000), respectivamente.

13
e-rph diciembre 2008 | revista semestral

fuerte participación de éste (empresas, agencias de turismo, tour operadores, ONGs), sin
apenas articulación entre ellas, con criterios dispares y en ocasiones contrapuestos.

En la actualidad, el mayor número de proyectos de turismo rural con participación indígena


se concentra en tres departamentos: Ancash, Puno y Cuzco. Los circuitos ofertados
incluyen: el entorno cultural y ecológico de las comunidades ubicadas en la Cordillera
Blanca, las islas del Lago Titicaca -que amplían la oferta pionera de Taquile-, y Cuzco que
posee la oferta más variada situándose a la cabeza de la región en el desarrollo del turismo
cultural (96%), turismo urbano (92%), turismo de naturaleza (67%) y turismo rural
comunitario indígena (21%) (Memoria de actividades del Grupo de Turismo Responsable y
Comercio Justo, Centro Bartolomé de las Casas, Casa Campesina, 2006:6).

Si bien el turismo rural comunitario o turismo vivencial, como se conoce este segmento en
el Perú, todavía atrae a un porcentaje relativamente bajo de turistas que contratan este
servicio en sus lugares de procedencia (cálculos informales lo sitúan por debajo del 3% del
total que recibe la región), buena parte de la actual oferta de trekking y ecoturismo actual,
suele incluir alguna actividad de turismo vivencial en las comunidades para conocer y
compartir el entorno natural y cultural de la población indígena. A menudo, el paquete
incluye alojamiento y alimentación en las propias casas de los anfitriones o en algún lugar
habilitado para ese uso [Ilustraciones 5 y 5b].

Ilustración 5. Alojamiento de turismo rural comunitario construido por la Asociación de


tejedores y prestadores de servicios turísticos Ñaupa Awana Wasi, comunidad de
Chahuaytire, Pisac, Calca, Cuzco [25.02.2007]

14
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Ilustración 5b. Interior de la habitación (idem)

Un primer recuento informal de estas experiencias en el Departamento de Cuzco realizado


in situ en 2007, alcanza la veintena. Su origen se remonta en el caso de las más antiguas
una década atrás al Proyecto UE-Promperú. Pese al rápido crecimiento experimentado por
este sector y a las enormes expectativas generadas, no contamos con estudios o
sistematizaciones que den cuenta del alcance global de estas iniciativas y de sus efectos
entre la población rural.

Entre los proyectos de turismo vivencial con participación local que se ofertan actualmente
en la región de Cuzco, destacamos por su mayor grado de institucionalización acorde a los
principios del turismo rural sostenible los siguientes:

- Posada Amazonas, de la comunidad nativa Ese’eja de Infiern y auspiciado por la


Empresa Rainforest Expeditions (Tambopata), y Albergue Casa Matsiguenka, en el
Parque Nacional del Manu.
- Turismo vivencial en comunidades de las provincias de las provincias de Calca y
Lares. Estas comunidades ofertan sus servicios en coordinación con “La Casa
Campesina” del Centro Bartolomé de las Casas (Cuzco), empresa social que
desarrolla varias líneas de investigación aplicada en el ámbito rural.
- Parque de la Papa constituido por seis comunidades del distrito de Pisac (Amaru,
Cuyo Grande, Chahuaytire, Pampallacta, Para-Paru y Sacaca) en las márgenes del
río Vilcanota, auspiciadas por la ONG “Asociación quechua-aymara Andes” que
ofrecen programas de ecoturismo.
- Red de Turismo Vivencial Pacha Paqareq, primera red de este tipo en el Perú en la
que participan cinco comunidades altoandinas de los Departamentos de Cuzco
(Cachiccata, Chillca, Patabamba y Raqchi), y Puno (Uros). Estas experiencias son
patrocinadas por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el
gobierno peruano a través del Fondo de Cooperación y Desarrollo (FONCODES), y
ejecutados a través del “Proyecto Corredor Puno-Cusco”.

15
e-rph diciembre 2008 | revista semestral

El germen de estas iniciativas en las comunidades proviene a menudo del impulso recibido
por parte de estos proyectos a un producto concreto que se convierte en signo distintivo
para el turismo. El rescate de artesanías y textiles tradicionales que se viene realizando en
las comunidades por parte de ONGs, empresas sociales y, en ocasiones, antropólogos y
otros investigadores particulares que facilitan la venta posterior del producto, ha servido
como acicate para que algunos de los grupos de tejedores y artesanos indígenas decidan
emprender sus proyectos en turismo vivencial [Ilustración 6].

Ilustración 6. A la puerta del local de la asociación “Centro de Textiles del Cuzco”, ubicada
en la comunidad de Chahuaytire, Pisac, Calca, Cuzco [02.03.1007]

Concretamente en la ciudad de Cuzco hay dos instituciones dedicadas al rescate, difusión y


comercialización de los textiles indígenas elaborados con técnicas tradicionales. Por un
lado, el Centro de Textiles Tradicionales de Cuzco (CTC), asociación fundada en 1996 para
capacitar en técnicas tradicionales a grupos de tejedores indígenas y comercializar
posteriormente sus productos, y por otro, la Tienda de Tejedores y Tejedoras del sur andino
Manos Andinas, impulsada desde 2004 por Casa Campesina del Centro Bartolomé de las
Casas, empresa social que desarrolla una línea de comercio justo y turismo responsable. El
CTC adquiere una cantidad de tejidos a precios más ventajosos a grupos de tejedores de
nueve comunidades indígenas (Chinchero, Chahuaytire, Pitumarca, Patabamba,
Mahuaypampa, Accha Alta, Acopia, Sallac y Chumbivilcas), y los comercializa en la
tienda-museo que posee en una de las avenidas más céntricas de la ciudad de Cuzco. Como
incentivo para atraer turismo, además de una exposición permanente, la tienda-museo del
CTC ofrece demostraciones en vivo que realizan los tejedores indígenas. Por su parte, Casa
Campesina provee de la infraestructura y capacita a los tejedores para realizar la venta
directa de sus productos. En la actualidad, un total de catorce comunidades campesinas
repartidas en las provincias de Cotobambas, Calca y Canchis, forman parte de este proyecto
(Grupo de Trabajo de Turismo Responsable y Comercio Justo, Casa Campesina, Centro
Bartolomé de las Casas, 2007) [Ilustración 7].

16
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Ilustración 7. Tejedores y tejedoras indígenas del “Centro de Textiles de Cuzco” tejiendo en


el local de la asociación. Comunidad de Chahuaytire, Pisac, Calca, Cuzco [02.03.2007]

Ambas instituciones, con objetivos y formas de operar distintos, han ejercido una notable
influencia en la percepción de la población rural de las comunidades de esta región sobre su
patrimonio inmaterial y las posibilidades económicas que éste puede atraer. De hecho, los
lugares habilitados para la exhibición y comercialización de sus productos son mucho más
que eso. Se trata de espacios de aprendizaje e intercambio cultural entre tejedores y
tejedoras rurales, donde se instruyen sobre otras experiencias, se adiestran en la técnica de
sus propios diseños y en el de otras comunidades, y observan y se desenvuelven frente a los
turistas [Ilustración 8].

Ilustración 8. Telares indígenas. Comunidad de Chahuaytire, Pisac, Calca, Cuzco


[02.03.2007]

A partir de experiencias como ésta, grupos de emprendedores de estas comunidades se han


organizado para captar recursos y participar en programas de capacitación y asistencia
técnica de valorización y recuperación de patrimonio cultural para el turismo, promovidos

17
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por la UNESCO, el Banco Mundial, los bancos regionales, fundaciones y ONGs


internacionales y, en menor medida, por el Estado peruano.

Las alianzas que establecen con instituciones supracomunales (ONGs, empresas,


asociaciones y agencias de viaje nacionales e internacionales) para obtener recursos y/o
asistencia técnica para la puesta en marcha de sus iniciativas, arroja un panorama
profundamente heterogéneo: comunidad-empresa privada, comunidad-ONG, comunidad-
empresa privada-ONG y comunidades-entidades sociales, entre las más frecuentes. A nivel
local, ello depende de la combinación de tres factores: la experiencia previa de los grupos
con instituciones y proyectos de desarrollo, el emplazamiento geográfico de las
comunidades en relación a las rutas más turísticas (caso de las comunidades de las islas del
Lago Titicaca, Valle Sagrado), y la existencia de Planes Municipales de Desarrollo
Turístico en cuyo diseño intervienen, desde la Ley de Municipalidades de 2003, las
comunidades a través de sus representantes. Este último factor es especialmente relevante
en el caso de aquellos municipios ubicados en las rutas turísticas ya que es frecuente que
los nuevos ediles, algunos de los cuales son indígenas, conviertan en una prioridad política
la captación de fondos para el desarrollo de planes turísticos con participación local14.

De las iniciativas señaladas las más consolidadas e interesantes por el tipo de recopilación y
difusión que realizan las comunidades de su patrimonio inmaterial, son aquellas que
cuentan directa o indirectamente con el apoyo del estado peruano y de los municipios, ya
sea en alianza con operadores turísticos encargados de buscar mercados para estos
productos o bien a través de instituciones de desarrollo que facilitan la contratación de
asistencia técnica en los mercados locales para la capacitación de los grupos proveedores de
estos servicios.

Este es el caso de los proyectos co-financiados por el Fondo Internacional para el


Desarrollo Agrícola de las Naciones Unidas (FIDA) y el Estado Peruano en los últimos diez
años: Marenass, Proyecto Corredor, Feas y Sierra Sur (http//www-ifad.org).

Buenas prácticas en desarrollo territorial. La red de Turismo Vivencial Pacha


Paqareq15

“Nuestra identidad cultural es conocernos, de qué familia procedemos, cómo son nuestros
pueblos, sus costumbres, su comida, su ropa típica, todo eso hemos revalorizado, hemos
rescatado todo eso (…)”.
“Las ropas que usted está viendo, todo eso se había perdido, entonces poco a poco hemos
recuperado todo eso. En el turismo vivencial somos el primer grupo que hemos recuperado
las ropas típicas y de ahí recién ya casi toda la comunidad las está utilizando. En otros

14
Siguiendo experiencias exitosas en otras partes de América Latina (Porto Alegre) y del Perú (Villa el
Salvador), la Ley de Municipalidades de 2003 otorga nuevas competencias a los municipios -entre los que se
incluyen la elaboración de Planes de Desarrollo Turístico- e instaura la elaboración participativa de los
presupuestos a partir de delegaciones de vecinos de las cabeceras municipales y de las comunidades
indígenas, ampliando la participación política de esta población tradicionalmente marginada.
15
Las cinco asociaciones prestatarias de los servicios de turismo vivencial que conforman la red Pacha
Paqareq son la Asociación de Jóvenes por el desarrollo de Cachiccata, la Asociación de Servicios Múltiples
de Patabamba, la Asociación de Turismo Vivencial de Raqchi y la Empresa de Turismo Vivencial de Uros
Kanthati.

18
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pueblos ya casi no utilizan, así que nosotros hemos sido como un ejemplo y ahora están
tratando de recuperar en otras comunidades” (entrevista a Humberto Rodríguez, Grupo de
Turismo Vivencial “Raíces Inkas”, Comunidad de Raqchi, San Pedro, Cuzco, Marzo, 2007).

[Ilustracion 9]

Ilustración 9. Prestatarias de servicios turísticos de la “Asociación Raíces inkas”,


Comunidad de Raqchi, San Pedro, Cuzco [22.03.2007]

A partir del enfoque de Desarrollo Rural Territorial con Identidad Cultural (DRT-IC) y
aplicando una metodología especialmente innovadora en el ámbito del desarrollo rural16, en
pocos años los proyectos FIDA en Perú han obtenido un notable impacto económico y
social en más de ochenta mil familias de las comunidades rurales de la Sierra Sur, lo que les
ha valido el reconocimiento nacional e internacional (Trivelli, 2003; Zutter, 2004; Molano
2007b).

Concretamente los proyectos FIDA buscan la activación y el fortalecimiento de planes de


negocios propuestos por las propias familias basados en una amplia gama de actividades
que incluyen desde el turismo rural comunitario indígena y los productos locales con
identidad, pasando por el mejoramiento en la crianza de cuyes, el engorde de ganado
vacuno, el incremento de la producción lechera y sus derivados, y la ejecución de
tecnologías de información y telecomunicaciones. Especialmente interesante es el caso de
las cinco iniciativas que conforman la primera Red de Turismo Vivencial en Perú Pacha
Paqareq, constituida en 2006 con el apoyo técnico y financiero del Proyecto Corredor, a
propuesta conjunta del estado peruano (Ministerio de Agricultura) y el Fondo Internacional
de Desarrollo Agrícola de la Organización de las Naciones Unidas (FIDA).

16
Entre otros instrumentos metodológicos utilizados por los proyectos FIDA en Perú, uno de los más exitosos
se refiere a la forma de asignación competitiva de los recursos económicos a los grupos de emprendedores, la
cual se realiza a través de concursos (individuales, grupales o intercomunales). Un estudio detallado sobre la
teoría y práctica de esta metodología y su impacto social se puede consultar en: Immerzeel y Cabrero, Pacha
Mama Raymi. La fiesta de la capacitación, Lima-La Paz: Dexcel-Masal, 2003.

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Lejos de restringirse a la receta empresarial para constituir microempresas, el enfoque


territorial integral que maneja este proyecto comprende la oferta de una serie de servicios
necesarios para hacer realidad las iniciativas de turismo rural como motor de desarrollo que
vienen planteando las comunidades en los últimos años, respetando su autonomía tanto en
la toma de decisiones como en la planificación y gestión del producto. La gama de servicios
es amplia e incluye desde la formalización de los documentos e inscripción de sus
directivas en los registros públicos que posibilite la apertura de cuentas bancarias para
establecer alianzas y contratos con ONGs y organismos públicos del Estado para recibir
fondos, pasando por la provisión de créditos no reembolsables para que las comunidades
seleccionen y contraten en los mercados locales la asistencia técnica precisa para poner en
marcha sus iniciativas. Estos especialistas pueden ser yacheq, es decir, maestros indígenas
de otras comunidades que capacitan a los grupos en el trabajo de recuperación de técnicas
tradicionales de tejido, cerámica, conocimiento del entorno para la formación de guías
locales, o bien técnicos en turismo o economistas que les orientan sobre aspectos
directamente relacionados con la gestión y contabilidad empresarial. Se contempla
asimismo la financiación de estancias breves a otras comunidades (pasantías) con proyectos
turísticos con participación local para conocer de primera mano la experiencia y compartir
inquietudes, temores y dudas [Ilustración 10].

Ilustración 10. Prestatario de servicios turísticos de la comunidad de Patabamba con su hijo


en el salón comunal. Ambos observan su imagen en Televisión en un anuncio publicitario
de la empresa “Chaski Aventura” encargada de promocionar el turismo rural en su
comunidad, Comunidad de Patabamba, Coya, Calca, Cuzco [12.03. 2007].

Asimismo con la activa participación de los comuneros se realiza una tarea de recopilación,
registro y difusión (impresa y audiovisual) de aquellas manifestaciones diferenciales del
patrimonio inmaterial que cada comunidad posee. Más de una decena de comunidades se
han beneficiado ya del registro y difusión de su iconografía textil y de su tradición oral que
son posteriormente editadas y/o filmadas17. Por último, se incentiva una labor de promoción
17
El cortometraje Patabamba Pallay – Entretejiendo Pasado y Futuro, sobre la tradición textil en la
comunidad del mismo nombre, obtuvo el premio en el Festival Nacional y Primera Muestra Internacional de
Cortometrajes FENACO 2004.

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de marcas de productos locales mediante la participación de estos grupos de emprendedores


en ferias regionales e internacionales a través de las cuales, eventualmente, obtienen el
reconocimiento necesario para tramitar la denominación de origen para algunos de ellos. Es
el caso del Paraqay Sara (maíz blanco) “Gigante-Cuzco”, denominación de origen
obtenida para un grupo de comunidades andinas de esta región en 2006. Se trata del
segundo producto después del pisco peruano con denominación de origen.

En conjunto estas iniciativas de rescate, difusión y protección del patrimonio inmaterial


impulsadas por los proyectos FIDA en el Perú constituyen un ejemplo coherente de
desarrollo territorial, localmente definido y globalmente difundido de “productos y
servicios con identidad” que se aleja de las versiones estereotipadas que cosifican y
reinventan manifestaciones culturales para el turismo sin la participación de las
comunidades.

El rescate del Patrimonio inmaterial para el turismo en los proyectos DRT-IC

La literatura crítica respecto a la utilización de tradiciones culturales para el turismo,


coincide en señalar su origen foráneo y su destino mercantil como señas de inautenticidad
(Greenwood, 1992; Crick, 1992), obviando como a menudo muestran los ejemplos
etnográficos que las fronteras entre “lo propio” (entendido como lo prehispánico o lo que
está al margen de las mezclas) y “lo reapropiado” (como resultado de los procesos globales
de mestizaje e hibridación), son sumamente artificiales.

Al comienzo de este texto aludíamos a la naturaleza dinámica del patrimonio inmaterial


como resultado de su conexión con los procesos globales de los que el turismo es un buen
ejemplo. La atribución de la autenticidad del patrimonio inmaterial a pretendidas
condiciones de aislamiento o inmutabilidad histórica del grupo que es necesario preservar,
implica renunciar al argumento de la producción histórica y, en consecuencia, no
primordial de los grupos (Barth, 1976). Lejos de esa perspectiva, consideramos que
cualquier propuesta de desarrollo rural territorial con identidad cultural (DRT-IC) que
pretenda ser asumida a largo plazo por los grupos locales debe renunciar a la invención del
nativismo, el primitivismo o a la búsqueda de un pretendido comunitarismo que impregna
fuertemente el imaginario sobre las comunidades indígenas de América Latina. Éste, como
cualquier otro modelo de desarrollo, genera y es generado a su vez en el conflicto social:
por el uso y explotación de los recursos con los agentes externos (tour operadores,
agencias), por la titularidad del patrimonio cultural que otorga legitimidad sobre la
explotación de ese recurso (con otros grupos de la comunidad, con el municipio, con las
instituciones publicas encargadas de la gestión del patrimonio cultural), y por la inevitable
aparición de procesos de diferenciación socioeconómica en el interior de las comunidades
por los que unos ganan y otros pierden.

El caso de la Red Pacha Paqareq muestra que el desarrollo con identidad cultural no
reposa en una visión exótica o esotérica de las costumbres de los indígenas, muy frecuente
en el entorno de la ciudad de Cuzco. El “paquete cultural” diseñado para el turista que
acude a estas comunidades es una invitación a compartir su cotidianidad a lo largo de varias
jornadas: sus ocupaciones diversas como campesinos, artesanos, arrieros, sus expectativas

21
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de vida y las de sus hijos definidas, a menudo, de forma transnacional y casi siempre en
relación a su hinterland citadino, sus productos, su tradición oral, así como el
extraordinario patrimonio natural y arqueológico en el que se ubican.

Es pronto para descifrar cuáles de esas manifestaciones se afianzarán con el tiempo como
rasgos diacríticos de su identidad colectiva, pero las iniciativas emprendidas en cuanto al
proceso de tangibilización de su patrimonio cultural (mediante la generación de marcas, la
recopilación de iconografía textil y de tradición oral y la inscripción de todo ello en los
registros de la propiedad intelectual) no es resultado ni de una versión nostálgica e
intelectualizada de la identidad étnica para satisfacer al turismo. Se trata de una oportunidad
innovadora para que las familias de estas comunidades participen directamente en la
gestión de sus iniciativas, y definan qué hacer, cómo hacerlo y con quién hacerlo sin
renunciar a su especificidad como grupo.

De este escueto panorama se deduce que cualquier sistematización de las experiencias


desarrolladas en materia de turismo rural sostenible en comunidades indígenas de América
Latina en general, y del Perú en particular, requiere de una reflexión holística que exceda la
receta empresarial del éxito y asuma que vincular el desarrollo a la identidad cultural en
áreas rurales no significa sólo buscar formas para vender las tradiciones.

Frente a la creciente mercantilización del patrimonio inmaterial para el turismo, es urgente


resituar el debate en las atribuciones políticas y económicas de los respectivos estados
nacionales en América Latina en el apoyo a iniciativas de desarrollo rural territorial basadas
en la valorización, no folclórica ni marginal, de las identidades étnicas. Este caso muestra
que esa puesta en valor requiere, entre otras medidas, de la consolidación del espacio
político ocupado en los últimos años por la población indígena de las comunidades
campesinas a nivel local, regional y estatal; de una labor de capacitación y el reciclaje
permanente de los profesionales al servicio público encargados de gestionar el patrimonio
cultural (material e inmaterial); del acopio, registro y protección legal de las producciones
culturales tangibles e intangibles de estos colectivos; y, en definitiva, de la promoción de
iniciativas de identificación y gestión del patrimonio cultural que involucren la
participación de la sociedad civil en asociación con los municipios como representantes del
Estado.

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