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*Jess nace entre el 5 al 6 a.C.

A un costado estaba el cuartel general


del ejrcito romano.
Puesto que era Dios quien
castigaba sus pecados, las
curaciones eran miradas como
contrarias a la voluntad divina.
No podan elegir con quin casarse
No podan tener bienes
No deban hablar con nadie en la calle
No podan estudiar
No entraban en la sinagoga
Sus rezos no servan para nada
Los maridos se podan divorciar
de ellas por cualquier motivo.
Podan ser maltratados y aun
vendidos
Los nios no eran nada, pues no
conocan la Ley.

Slo tenan derechos cuando cumplan


los doce aos y medio.
Estaba prohibido curar a un
enfermo. O sacar a alguien de
un pozo
En sbado no se poda realizar ningn tipo de trabajo.
No se poda cocinar, ni siquiera arrancar espigas .
Hasta contaban los pasos que daban.

Ello era considerado una ofensa


grave contra Yav.
Pensaban que quedaban impuros
- si tocaban a un difunto,
- o a un leproso
- o a una mujer con la regla,
- o entraban en la casa de un pagano

Para poder presentarse ante Dios


Los enfermos y los pobres despus de un contacto impuro, necesitaban
eran pecadores. realizar lavatorios con gestos y rezos en
Por eso manchaba el hebreo, idioma oficial casi desconocido por
contacto con ellos. el pueblo.
JESS
Jess naci, vivi y muri en este
complejo entramado social de
Palestina.

En esta sociedad predic y anunci


que el Reino de Dios estaba cerca.

Ante los conflictos y realidades de su


tiempo Jess no pas de largo.

En esa sociedad concreta y real


present un nuevo rostro de Dios.
Jess tom partido. Se jug la vida, y se puso
del lado de los excluidos.

Comi con ellos, conoci sus necesidades, les


dio esperanzas...

Les hizo ver que no eran despreciados,


ni castigados por Dios

La Buena Nueva que les da es que:


Dios los quiere y los prefiere.

Por eso su actitud firme y heroica de consolar y


atender con cario a todos los que aquella
sociedad despreciaba, segn decan, en nombre
de Dios.
Las autoridades intentaron por todos los
medios que Jess cambiara de actitud y de
predicacin.

Pero ni amenazas, ni torturas, ni la muerte


misma, le hicieron cambiar de actitud.

Hay que conocer bien las circunstancias histricas de Jess para entender
lo serio de su lucha a contracorriente en defensa de la vida y del Dios de la
Vida.

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