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Contabutadores
Arturo Souto Alabarce
Coyote 13
y otras historias
Aut6nom:Ahora estéel marco en el comedor, situado
de tal forma que no hay manera de no fijae
se, de no interesarse en él
A Justino le gucho recibir visitas
¥ los amigos, los conocides que Hegan a su
‘casa, lo primero que proguntan es:
A esto, Justno, es de buena suerte?
Y Justino, bufanda al cuello, enrojecida la
nariz,frotindose las manos sontie
Que mi exposa le cuente sefior icenciado,
No escondas tu cara
ios. Debs exucharl, porque podria suce
no permitiis que os aborde, Desputs,
escribidme diciéndome el sitio donde le vis.
teis po
ltima ver. Yo me encargaré del resto
Sucedié una tarde, a Ia hora en que la
visibilidad es peor, cuando luchan las Iuees
del sol y los far
les. Paseaba yo muy trang
lo por los barrios bajos, por exos barri
hay case di
3s donde
‘empefio, teatrillos indecentes,
mercados de ladrones y yentanas com flores
Y canarios, Me habla detenido a curiosear el
cscaparate polvoriento de Ia tienda de unanticuario, cuando vi reilejarse una sombra
jque se detenia a mi expalda, Pensindo que
seria algiin pordiosero, saqué maquinalmen-
te unos centavos del bolsillo y me volvi dis.
ttafdo. ;Qué horror! Una cara espantosa, una
cara comida de putrefaccién, una mueca
terrible de cadiver verdeante, agusanad
corroldo, Retro
di, dejé caer los centavos
y entonces el hombre me dijo alge
hacia mf, se ev las manos a la cara como si
quisiera ‘arafdrsela, Yo, casi paralizado por
el terror, queria hit, pero me flaqueaban
las piernas, Aplastado contra el escaparate
veia impotente eémo se acercaban aquellos
s, aquella boca navseabunda,
quella pesadilla, ¥ hablaba, deca no se qué
costs, con su vor due, implorante, y no
podia yo sino ahogarme de angustia, padecer
siglos que no eran sino segundos. Pero el
hombre se detuvo, Araiténdose, se quitd Ia
a y se quedé
Yo casi
no podia tenerme en pie. No sabia que decir
ni qué actitnd tomar. Me hubiera gustado
patearlo por haberme dado el susto mayor
de mi vida, Y el ho
implorante, me dij:
_Verdad que expanta? :No le habré asus
tado demasiado?
nbre, con su vor dulzona
Yo, repuesto, me avergoncé y le dije que
no, que éstaba muy bien hecha, que pareeta
real, que era maravillosa
‘Son muy baratas. Esta no es de las mejo
res, pero tengo més, algunas muy bonitas. Ya
verd —y lurgando en el saco que portaba al
hombro, me enselié muchas caretas, algunas
{que en su género eran verdaderas obras macs
tras, Me maravillaba su arte, pero sobre todo
su materia, obviamente una goma o un pis.
tico nuevo que apenas se diferencia de la piel
humana, Eran costoss, demasiado para mt
No podria yal cabo no queria, con
guna. Me
‘alos recuerdos, Decliné las ofertas, las reba
jas, y Segui mi camino, pero el viejo, zal
al hom
a venderme una, una tan
sélo, Ya oxcurecta, se hacia tarde. Le dije mil
veces que no me interesaban, que no tenia
suficiente dinero. Apreté el paso, me puse
ispero, grosero, pero el hombre porfiabacomo mi sombra, insistia dulaén, pesado
Ihumilde, quejumbroso, Més aiin: me detuvo
por el brazo en una esquina mal alumbrad
¥ me obligé a contemplar sus méscaras
No quiero ninguna