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Debajo del negro empedrado se escucha un rumor. Se escucha el rtmico pisar de pies callosos.
Se escuchan aves, se escuchan hojas. Se escucha el suave murmurar de las espinas, de las ramas, de las
plantas. De la Tierra. Debajo del suelo se pueden or las plegarias, de manos alzadas al cielo y ojos
suplicantes. Debajo quizs se supo or luego, el murmullo de tibias lgrimas, descendiendo por las
roca llamada Tierra. Se puede ver en los rincones, a un pueblo sin armas. A un pueblo que danza y
se aviva junto a la llama en la cima del cerro. Se siente, como caricia, como desliz, como beso y como
soplido. Como si fuera una brocha, como si fuera un lienzo. Los dedos, y la dura superficie de roca.
como uno. Y se hace propio el miedo. Y se hace propia, la tristeza y la pena, que baja por la venas, y
Se oyen dientes, que rompen rocas. Se oye a lo lejos, palabras de otras tierras, que hablan de
gentes, que hablan de ideas. Que hablan del ms grande entre los grandes, del seor, del dueo. Y se
siente en carne propia el dolor, se trasfigura en nosotros el estigma sagrado de los pueblos de piel
que en un momento una cabeza baja, y un pueblo se somete. Y al abrir un libro, tenemos la sensacin
de no ver nuestro idioma all. Al orar, tememos no estar hacindolo de la manera adecuada.
Debajo de los metros e incontables metros de tierra, aqu mismo, an se escucha el sobrenatural
retumbar, de aquellas manos cobrizas, de aquellos atavos inmemoriales, azules como el ms azul de
los cielos. Se oye el rumor de los dioses olvidados, perdidos, bajo toneladas de aos transcurridos, en
Oriolus.