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DEL RACISMO LATINOAMERICANO Y SUS DEMONIOS
diciembreenero 2010
Edmundo Paz Sold án
¿Sería posible un Obama en América Latina? En clave autobiográfica, uno de los mejores
escritores bolivianos del momento repasa los fantasmas de la discriminación racial en el
continente.
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tipo de discriminación en mi país. Por supuesto, lo que sent í en el extranjero me hizo pensar mucho
en lo que hab ía visto y oído en Bolivia. Un amigo me lo había dicho alguna vez: “Para haber nacido
en Bolivia, hemos tenido suerte”. Un país con mayoría indígena, un pa ís en el que esa mayor ía no
hab ía tenido derechos hasta la revoluci ón de 1952. Pertenec íamos al estamento minoritario con
poder pol ítico, económico y social, e intuíamos que las cosas deb ían cambiar, pero, mientras más
tarde ocurrieran esos cambios, mejor.
Entonces: ¿cómo podía quejarme de los argentinos,
si yo provenía de uno de los pa íses con más Los criollos saben muy bien que han
problemas de discriminación racial en América abusado de los indígenas y temen el
Latina? advenimiento fatal de la venganza
hab ía tenido derechos hasta la revoluci ón de 1952. Pertenec íamos al estamento minoritario con
poder pol ítico, económico y social, e intuíamos que las cosas deb ían cambiar, pero, mientras más
tarde ocurrieran esos cambios, mejor.
Entonces: ¿cómo podía quejarme de los argentinos,
si yo provenía de uno de los pa íses con más Los criollos saben muy bien que han
problemas de discriminación racial en América abusado de los indígenas y temen el
Latina? advenimiento fatal de la venganza
Una historia del racismo en el continente deber ía
incluir el odio entre chiqués y cakquicheles, o entre los incas y los chancas y los huancas, antes de la
llegada de Col ón. Aunque la leyenda negra ha convertido a los españoles en creadores del racismo en
América Latina, lo cierto es que éste ya estaba ahí, en las relaciones entre diferentes grupos
indígenas de todo el continente.
El sistema de castas se ahog ó por el propio peso del fervor clasificatorio. Daba para la risa, si no
fuera porque mostraba una realidad tr ágica. Las autoridades quer ían regular lo que no se pod ía
regular (lo comprobaba el hecho de que se pod ía pagar para ser clasificado como blanco).
En la segunda mitad del siglo xix fue muy influyente en América Latina el “discurso de la
degeneraci ón” europeo. El Facundo (1845), del estadista argentino Domingo Faustino Sarmiento,
expresa el deseo de las élites del continente: modelar las jóvenes rep úblicas en el ejemplo
civilizador del Viejo Mundo, apostar por una inmigración seleccionada de Europa y darle la espalda a
los pueblos originarios de Am érica: los indígenas representaban la barbarie (los negros, llegados
durante la colonia como mano de obra esclava, tambi én la representaban). El poeta y ensayista
cubano Jos é Martí pod ía pedir, en su ensayo Nuestra América (1892), que los gobernantes de la
región aprendieran a hablar “en indio” para poder gobernar mejor a sus pueblos, pero su voz no fue
tan influyente como la de Sarmiento (aunque el Facundo muestra una fascinaci ón por el caudillo que
representa la barbarie, la lectura del libro fue mucho menos compleja).
Hacia fines del xix, muchos
intelectuales comenzaron a
preguntarse por qu é al continente
le costaba tanto encontrar la ruta
de la modernidad. Como una
respuesta salv ífica, apareció el
discurso de la degeneraci ón. Este
discurso us ó teorías médico
biológicas para explicar los
efectos anormales de la
modernización (la pobreza, el
aumento del crimen, la
inestabilidad pol ítica). En sus
teóricos europeos m ás radicales –
Max Nordau, Gustave LeBon –, los
sujetos degenerados eran todos
Las parejas mixtas o interraciales no dejan de ser un porcentaje
aquellos que no correspond ían a anecd ótico del total de enlaces en Am é rica Latina. Una barrera
la norma de la burgues ía: m ás que queda por derribar.
homosexuales, jud íos, gente que
no era de raza blanca. Los
intelectuales hispanoamericanos hicieron suyo este discurso muy r ápidamente, ya que daba validez
científica a prejuicios raciales que exist ían en el continente desde la colonia, y explicaba f ácilmente
las causas del atraso.
Los espa ñoles regeneracionistas de fines del xix –Altamira, Ganivet, Maeztu, Costa– fueron muy
leídos. Exploraban las causas profundas de la crisis de Espa ña con el lenguaje médicobiológico de la
época, que conceb ía a las naciones como organismos. Había que diagnosticar los males del pueblo
enfermo y proponer una terapia.
¿Una muestra? Hacia 1885, el historiador boliviano Gabriel René Moreno escribió Nicómedes Antelo,
un texto en el que se apoyaba en la autoridad de los sabios modernos para enfocar un tipo particular
de degeneraci ón: el producido por causa de la mezcla racial. En un pa ís mayoritariamente ind ígena
como Bolivia, Moreno propon ía eliminar a los indios para evitar el mestizaje: “la exterminación de los
inferiores es una de las condiciones del progreso universal”.
Los escritores indigenistas –desde
Clorinda Matto de Turner hasta
Rosario Castellanos, pasando por
Icaza, Alegría, José María
Arguedas y Alcides Arguedas —
narraron lo que el crítico peruano
Antonio Cornejo Polar llam ó la
“heterogeneidad sociocultural ” de
la región, buscando, entre otras
cosas, denunciar la situación de
abuso y opresión en la que vivían
los indígenas, tratando de
concienciar a la clase media de la
necesidad de un trato más
humanitario hacia el indígena,
bajo la amenaza de un posible
Aun con la normalizaci ón pol ítica en algunos pa íses y la
levantamiento en caso de que eso
inclusi ón de muchos ind ígenas como cargos electos, la mayor ía
no ocurriera. No eran sigue discriminada socialmente y desempe ñando los empleos
revolucionarios, eran reformistas peor remunerados.
(algunos de ellos, como Alcides
Arguedas, nunca pudieron superar
sus prejuicios, y a pesar de pedir que se tratara mejor al indio, lo encontraba culpable del atraso).
En el Caribe, los escritores de la negritud buscaron afirmar los valores, la cultura de los pueblos
negros. Las narraciones y los poemas indigenistas y de la negritud sirvieron para explorar los
modelos de interrelación entre grupos étnicos, la verdad acerca de las relaciones sociales en el
continente. Su gran limitación fue que, as í como produjeron relatos tan crudos como vívidos del
presente, fueron incapaces de so ñar el futuro. A estos escritores les costaba imaginar la sociedad
que podr ía venir despu és del levantamiento, de la irrupción del cambio. Acaso simplemente las
condiciones no estaban dadas para imaginar más allá del presente.
Era más fácil de imaginar la guerra de las razas, una amenaza que ha estado presente en el
imaginario criollo desde la colonia. En ese imaginario, los criollos saben muy bien que han abusado
de los indígenas, y temen el advenimiento fatal de un momento hist órico en que sobrevendr á la
venganza. En las tradiciones de los pueblos andinos existe el momento del Pachakuti, que se
entiende como un cataclismo que permitir á que los de abajo pasen a estar arriba, y los de arriba
sean los nuevos oprimidos. La moral de la historia no puede estar m ás clara. Y la cultura opresora,
que ha devorado simbólicamente a las culturas originarias, teme que la venganza se materialice
literalmente y termine siendo ella la devorada. En algunos textos del primer indigenismo –en Wata
Wara (1903), de Alcides Arguedas – se pueden encontrar escenas de antropofagia indígena, que a la
vez que presentan una imagen que los deshumaniza, narran el momento temido de la guerra de las
razas.
El siglo xx comenzó en la región andina con pongos, y con escenas de canibalismo indígena y
enfrentamiento entre las razas, y terminó con las contradicciones que han permitido votar por un
vicepresidente indígena y, a la vez, discriminar a su mujer. Pese a los avances en materia de
derechos civiles y en la inclusión política y social de los pueblos originarios, los prejuicios no
desaparecieron; aprendieron a esconderse la mayor parte del tiempo, aunque de vez en cuando
emergieron a la superficie con la furia con que retorna todo lo reprimido.
En Bolivia, la elección de un presidente ind ígena en 2005 hizo pensar a muchos analistas que
permitiría la superaci ón de los viejos prejuicios, la discriminación y el racismo que marcaron la historia
del pa ís. Evo Morales fue elegido con un apoyo considerable de las clases medias, tradicionalmente
reacias a cederle el poder a los indios. En su discurso de asunci ón presidencial, Evo se acordó de los
500 años de abusos y de explotaci ón, pero tranquiliz ó a los que recelaban de él al decir que no
buscaba ning ún tipo de revancha.
La luna de miel duró poco: el proyecto
político de Evo y su partido, el MAS
(Movimiento Al Socialismo), es de clara
índole etno populista, y afirma la
supremacía de la mayoría indígena a la vez
que rechaza a la regi ón amazónica del país
(en la que se encuentra enclavada Santa
Cruz, la ciudad más próspera de Bolivia).
reacias a cederle el poder a los indios. En su discurso de asunci ón presidencial, Evo se acordó de los
500 años de abusos y de explotaci ón, pero tranquiliz ó a los que recelaban de él al decir que no
buscaba ning ún tipo de revancha.
La luna de miel duró poco: el proyecto
político de Evo y su partido, el MAS
(Movimiento Al Socialismo), es de clara
índole etno populista, y afirma la
supremacía de la mayoría indígena a la vez
que rechaza a la regi ón amazónica del país
(en la que se encuentra enclavada Santa
Cruz, la ciudad más próspera de Bolivia).
Los deseos de autonom ía de esta región
oriental chocaron con la resistencia de un
Gobierno deseoso de un sistema econ ómico
en el que el Estado vuelva a ocupar el lugar
central, y por ello desconfiado de la iniciativa
empresarial de Santa Cruz. La demonización
del Oriente por parte de Evo y su
Administración ha producido una mayor
polarización nacional y una exacerbación del
racismo desde ambas partes. Si cambas y
collas se burlaban uno del otro y tend ían a
caricaturizarse entre sí, ahora han agregado El presidente de Bolivia, Evo Morales, no contribuye
a esta burla un toque de rechazo. con sus pol íticas a la superaci ón de los prejuicios
raciales en Am é rica Latina sino, m á s bien, ahonda
La clase media boliviana quería un líder la herida y fomenta la crispaci ón y el revanchismo.
indígena capaz de un discurso incluyente
que fuera a articular las divisiones
inherentes en el pa ís. No tuvo a un segundo Mandela, tuvo a un primer Evo. A Evo no le interesa
oficiar de estadista capaz de estar más allá del bien y del mal y de unir a los contrarios; lo que él
quiere es afirmar la conciencia étnica de los grupos indígenas y refundar Bolivia simbólicamente en
torno a lo ind ígena. Si el pa ís se autodefini ó alguna vez como mestizo, a la manera de M éxico y
tantos otros pa íses latinoamericanos, Evo quiere que se defina como ind ígena, aunque eso no tome
en cuenta a los que no lo son.
Hubo una época, a mediados del siglo pasado, en que los indios no podían entrar a las plazas
principales de las ciudades. A fines del siglo pasado, para excluir a las mujeres ind ígenas de la
búsqueda de ciertos trabajos, se pon ía en la prensa que se buscaba “se ñoritas de buena
presencia ”. Las cosas est án cambiando rápidamente. Los indígenas est án conquistando su dignidad
a la fuerza, los grupos tradicionalmente excluidos han conseguido tener representatividad, aunque
eso no significa que la discriminación o el racismo hayan desaparecido. Los que antes eran racistas
lo siguen siendo, s ólo que ahora cuidan más sus palabras y se aseguran de decir ciertas cosas sólo
ante gente de confianza; los excluidos, los que antes no eran racistas, están aprendiendo a excluir,
a discriminar. La revolución de Evo triunfa, aunque el coste, las heridas en el consciente y en el
inconsciente, parece excesivo. Un pa ís de por s í dividido está aprendiendo a dividirse aun más.
Bolivia muestra en extremo lo que ocurre en todas partes del continente: mientras más se globaliza
el mundo, mientras más nos conectamos, parecería que se hace más urgente defender las
particularidades locales. Quiz ás ésta sea una forma de defender una identidad propia:
abroquel ándose m ás y más ante lo otro, aunque lo otro muchas veces sea alguien tan cercano como
nuestro vecino, nuestro compatriota.
Has dado en el clavo. Sólo
Enviado por An ónimo (no verificado) el S á b, 12/12/2009 15:42.
Has dado en el clavo. Sólo faltó que explicaras que como buen carita blanca y desde Cornell por tú
complejo de superioridad te es imposible diferenciar dictadura de democracia bajo el gobierno de
morales. Tipo oenegeista extranjero. Entiendo tu simpat ía a travez de tu complejo. Se nota lo poco
que te queda de boliviano. No deber ías quejarte, kara gringo.
» responder
Qué pena que tengas esas
Enviado por Nicol ás Calleja (no verificado) el Lun, 21/12/2009 05:15.
Qué pena que tengas esas opiniones, das a conocer tus complejos y miedos al escribir en
forma anónima, cuando se tiene argumentos se pone la cara y se afirman las opiniones, si no
te gust ó el artículo refútalo, pero con argumentos, acomplejado.
» responder
Saludos Edmundo, he leído
Enviado por Jorge (no verificado) el Lun, 07/12/2009 19:34.
Saludos Edmundo, he leído con atención tu artículo y comparto tu parecer. Yo soy peruano,
heredero de una tradici ón cultural costeña, de profesión historiador por la UNMSM. A mí también
me interesa el tema del racismo y la discriminaci ón social. En la segunda mitad del siglo XIX
peruano, despu és de la Guerra del Pacífico, mi país qued ó moralmente destruido y en vez de
buscar soluciones, buscó culpables de la derrota, los encontr ó en la masa de gente que yo califico
como "no blanca", es decir, indígenas, negros, chinos y mestizos. Esto debido a la influencia, que
caló en los intelectuales y políticos de las principales ciudades de mi país como Lima, del
spencerismo o "darwinismo social", que tra ía como premisa la eliminación de estas personas en
aras del progreso. Seg ún esta ideolog ía aquellos intelectuales cayeron en el error de no conocer a
los indígenas sino construir una imagen falsay peyorativa de él. Incluso, sat forma de pensar se
testimonió en tesis universitarias. Dos de los muchos estudiantes que escribieron una tesis con
eats ideas fueron Clemente Palma y Manuel s ánchez Palacios, personajes que estudio en mi tesis
de licenciatura. En 2007, en mi pa ís un sicoanalista ha publicado un libroque ayuda a entender un
poco esta nefasta situaci ón, él se llama Jorge Bruce y su libro "Nos hab íamos choleado
tanto"......otro investigador que puede ayudarnos a entender esta temática es Todorov.
Finalmene, en mi país no se dio esa teor ía de la degeneraci ón sino la teoría de la eugenesia, algo
igualmente de ridículo.
los indígenas sino construir una imagen falsay peyorativa de él. Incluso, sat forma de pensar se
testimonió en tesis universitarias. Dos de los muchos estudiantes que escribieron una tesis con
eats ideas fueron Clemente Palma y Manuel s ánchez Palacios, personajes que estudio en mi tesis
de licenciatura. En 2007, en mi pa ís un sicoanalista ha publicado un libroque ayuda a entender un
poco esta nefasta situaci ón, él se llama Jorge Bruce y su libro "Nos hab íamos choleado
tanto"......otro investigador que puede ayudarnos a entender esta temática es Todorov.
Finalmene, en mi país no se dio esa teor ía de la degeneraci ón sino la teoría de la eugenesia, algo
igualmente de ridículo.
Ojalá esto sea el inico de muchos intercambios de ideas. Espero me escribas. Cuídate
» responder
GLOSAS
Enviado por Periodiquero Javier Qui ñones (no verificado) el Mar, 01/12/2009 16:53.
1. Explicable, el racismo. Imagino que la necesidad de los grupos humanos de diferenciarse de
otros naturalmente apela a lo más obvio, el color del cuerpo (la piel, el pelo, los ojos); así
procedieron todas las sociedades humanas al entrar en contacto con otras razas y fenotipos, as í
procedemos todos en nuestras propias vidas. 2. Recuerdo haber leído en documentos
novohispanos la clasificaci ón "Saltapatrás" (equivalente supongo al "Salta trases" y no al
enigmático "Allí te estases"). Los nombres de las castas nos resultan hoy más ridículos si
comparamos a los "blancos" latinoamericanos la "gente de bien" mexica a la que alude Carlos
Fuentes en "Las buenas conciencias" con los nórdicos europeos; entiendo que debieron matizar
tanto los colores de las personas los de por s í mixtos espa ñoles, y sobre todo sus herederos
directos, los "criollos" y neocriollos, al fin de alcanzar a distinguir su propia pardura del tinte de la
masa. 3. Lo característico del racismo mexicano, naturalmente, es la simulaci ón de una igualdad
inexistente. Las élites mexicanas carecen del esp íritu democrático norteamericano, pertenecen a
otra época, son castas aristocr áticas que se conciben a sí mismas, en la intimidad, muy superiores
a pesar de las evidencias de su mediocridad relativa como élites nacionales. Gran parte de la
subcultura mexicana (leyes, libro de texto, monopolios televisivos, etc.) se orienta a ratificar dicha
ilusión.
» responder
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