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La estadística dice que antes de diciembre de 2001 eran cerca de 1.000 los
cartoneros de la ciudad, la cifra se incrementó un 3.000 % , es decir que en la actualidad
hay entre 30.000 y 40.000 cartoneros en la Capital Federal. Al Barrio de Recoleta llegan
cada noche más de 300 cartoneros de la Zona Sur de Buenos Aires.
El camión sale desde el lugar establecido, puede ser en Fiorito, Bunge o Caraza,
los días acordados y llega hasta la Escuela Normal Superior N °1 en Lenguas Vivas,
Presidente Roque Sáenz Peña, en la calle Paraguay entre Riobamba y Ayacucho. Cobra
cuatro o cinco pesos por familia y llevan de cinco a diez familias. Parte de ese dinero
son los "arreglos" con la policía. El camionero no gana mucho, pero antes que hacer
nada, prefiere ayudar a los demás. Hay veinte camiones que paran en la plaza Rodríguez
Peña, frente al Ministerio de Educación.
En la prosperidad y en la adversidad
Juan tiene 32 años, mide un metro setenta, tiene el pelo negrísimo, largo y
sucio. Camina medio chueco y muy rápido, sus manos se mueven a toda velocidad
sobre las bolsas. Cuenta con orgullo que él terminó las marquesinas de vidrio del
Village Recoleta el año pasado, por entonces trabajaba en una vidriería. Su señora
Isabel tiene la misma edad, llevan 14 años de casados. Ella es muy simpática, habla y
se ríe: "El camión nuestro es el más lindo". Tiene una de esas sonrisas que no se olvidan
nunca, mezcla de timidez y descaro. Los dos empezaron a buscar cartones y papeles en
la calle, ironía mediante, el 1ro de mayo de 2002, el día del trabajador. Son padres de Giuliana,
de 13 años y Daiana, de 11 años. Cuando salen a "cartonear" los cuida la mamá de Isabel, para
que no queden solos. Viven en Fiorito, partido de Lomas de Zamora. Juan encama la
historia de un destino que él mismo no pudo torcer. Desde los 11 hasta los 22 años
jugó al fútbol en el Club Atlético Huracán, iba a firmar un contrato pero... "vaya uno a
saber, será mala suerte o no se qué. Tenía todo para que me fuera bien y ahora recoleto
basura". Los caminos de la vida son indescifrables, y él todavía se pregunta por qué.
Aldo y los Pasteles Verdes
Carlos Alberto Chaco, 48 años, 8 hijos. El más chico se llama Gabriel, tiene 6
años y acompaña a su viejo a "cartonear". Duerme en el carro mientras su padre
busca un destino y comida en la basura. Carlos Alberto fue cantante de más pibe, era
uno de los seis integrantes de Aldo y los Pasteles Verdes, "un excelente grupo de música
romántica", según sus palabras, de la década de los setenta. Estuvo de gira por Mar del
Plata, Quilmes y llegó a ir a España con su música, luego trabajó en la construcción,
quedó desempleado y ahora está en la calle.
Tiene la cara triste y su mirada se pierde cuando habla. Viste un gorro de lana
azul oscuro, gastado y sus manos están negras y sucias. Saca de la bolsa arpillera de su
carro recuerdos que lleva consigo: un cassette de aquel grupo, la foto del Long Play y
otra de la familia. La gente simple piensa con simpleza: "Yo no terminé en la calle, a mi
ninguna calle me va a terminar, yo acá empiezo, ahora, y espero salir bien..."
Afirma que el destino se burló de él, pero por ahora intenta devolverle una mueca de
alegría por su hijo Gabriel, que se despereza sobre la bolsa y sonríe.
Otros por no "rebajarse a cartonear" roban en la ciudad o los roban a ellos o no hacen
nada (en realidad beben cantidades de alcohol cada vez mayores). Sorprende, y mucho,
la alegría que tienen. No se quejan de su situación, y hasta ayudan a los que mendigan
por las calles.
Los encargados de los edificios les guardan los cartones para los días que
vienen. El día que más juntan es el lunes, porque tienen todos los cartones y papeles del
fin de semana.
Existe una ley por la cual los residuos deben sacarse en bolsas separadas, negras
para vidrios y metales y verdes para cartones y papeles: nadie lo hace. El año pasado
murió un cartonero que se había cortado con un vidrio y para aplicarle la antitetánica, en
un hospital público, antes le pidieron que comprara el suero en la farmacia, nunca llegó. Por
eso, hoy están afiliados y vacunados.
A veces, si tienen suerte, encuentran un cartucho de tinta que pueden vender por
15 pesos, hay personas que compran antigüedades, desde teclados de computadoras a
frascos de perfume: "Todo, todo es reciclable", dice Norma, mientras espera que
carguemos el camión. Las bolsas pueden llegar a pesar unos 90 kilos, por eso tienen que
levantarlas tres o cuatro personas.