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Benes CONFESION a Te 3 en aCe PCM RE CRU Prologo de Roberto Zamarripa Grijalbo http://larevistaproceso.blogspot.com Juan Carlos Reyna(Tivans, 1980) trabajar fs lim tes entte el periodismo experimental, Ia misicay la ct ca de arte. Tene estusos de posgrado en teoria cities Y @8 colaborador del Colecvo Nortec, ahora Bostich + Fussbile y el Tjuana Sound Mechine, Es cofundador do ta Escuela de Ares Vieusles SOMA, con sode en ls ciudad de México. Escribo en of peibico Reform fl eeminaro Dia Siete y en las rovistas Letras Libres, La Tempestad, Esquire y Gatopardo. Su xo Las) estética(s) de la mundiazacin te vali ok Premio Estatal e Literatura (Baja Calfoia, 2008), en la categoria de periodisme cultura roa oh + http://larevistaproceso, blogspot.com Indice Prélogo. 9 Advertencia... a 19 I. La noche que ejecutamos al licenciado sun 21 TL. Mi ingreso en el mundo del narco. 47 TIL La vida del sicario. o IV. Las érdenes del cartel = 87 V. Los clientes de la organizacién 105 VI. Cuando las alianzas con otros carteles se rompieron a1 Vil. El dia que decidi ponerle dedo a quienes me habian traicionado.... wv 143 ‘VIII. Mi consejo @ los sicarios que estén leyendo estas paginas sain S163 1% Mi muerte sera doloresa y mi final no sera feliz 71 ! see BL soon 185 Sy ah » http://larevistaproceso. blogspot.com Prélogo Sicario, la palabra nos era ajena y ahora resulta pro- pia, casi patentada. El sicario es algo: mas que el hijo dl abandorio social 6 criatura de la crueldad criminal. Como figura individualizada de la violencia extrema ad- quiere sentido no sélo por la posibilidad de ganar un dinero a partir de una accién asesina, sino por constituir un eslabén clave de la cadena de poder que permite la reproduecién, relativamente eficaz, de los distintos ne- gocios relacionados con la criminalidad organizada Sin sicario no hay amenaza consumada, Mas vale que sea un muchacho de ruta efimera que no tenga tiempo ni ganas de entender las razones de la vida. La climinacién del contratio, en el mateo de la desenfre- nada pelea del:crimen organizado y sui presunta con- traparte —el aparato de Estido— es el paso necesatio para garantizar la apropiacién de la riqueza y del terri- torio, El sicatio es el encargado de cumplirlo. La violencia extrema que ejerce es una violencia de aniquiliacion, de supresion de la existencia —Ia inexis- tencia del otro— como la manera répida de acumula- cin de ganancia, de territorio y por ende, de poder. ° oy http://larevistaproceso.blogspot.com 10 CCONFESION DEUN SICARIO Los sicarios actitan bajo esa instruccién, Dejardn la zona de la escasez y de la anemia para escalar, via violencia extrema, hacia la zona de la abundancia y elexceso de poder. ¥ saben que es0 dura poco, como el instante de jalar el gatillo 0 soltar el batazo homicida. Como fenémeno de poder y de dominio el narco- trifico busca el control total del territorio, de las puer tas de entrada y de salida de la droga, de los pasillos para comerciarla, venderla, trasladarla y diseminarla a gran velocidad y con sigilo. ‘Su légica por tanto es mandar o mori, dominar u obedecet. ¥ el ejercicio de su poder se sabe efimero e incierto. Puede ser el poder de muchos sexenios 0 de unas cuantas horas: Lo saben los capos y lo saben los sicarios. Los sicarios buscan atrapar esos instantes de poder, Qué més da, una hora, unos dias, cinco afios. Una bala 0 una réfaga, miles de disparos ciegos o un tiro de gracia. No tiene tiempo ni instrucciones para negociar 0 mediar. Su tarea es tuna: aniquilar En la guerra mexicana la violencia extrema confi- gura ahora la forma suprema de definicién de asuntos piiblicos ante Ia imposibilidad de resolverlos por las vias institucionales. Ni el Estado ni sus instituciones fungen como arbitros © reguladores, menos inhibido- res, de las acciones ilegales del crimen mismas que se expanden hacia el control practicamente total de la vida de la comunidad. El pescador impedido:a salir al mar porque esta ocupado por las cargas indeseadas; cl campesino obli- CONFESION DEUNSICARIO 1 gado a sembrat lo que la mafia indique; el abarrote- ro sometido al pago de la cuota que lo coloca en la quiebra; el migrante que paga por malpasarla en las cstaciones de paso en su ruta hacia Estados Unidos 0 que queda inerte en las matanzas atroces. El empresa rio rendido a los cobros criminales, ala amenaza de los plagios, ala infiltracién en sus negocios. La violencia criminal, junto con la violencia institu- cional, se convierte en la ltima, ya veces quizas la ini- ca, manera de dirimir los gobiernos de los territorios, las posibilidades de convivencia social, los derechos de admisién. El sicario asegura esa légica de supervivencia de las ganancias del crimen en el trafico de drogas, en el cobro de derecho de piso, en Ia obtencién de rescates de secuestrados, en el asalto. Decide asi los asuntos pi- blicos que la autoridad ya no puede dirimi. Atrapa los instantes. Los hace estallar. Confesién de un sicario, de Juan Carlos Reyna (Tijua- na, 1980), abre la puerta de ese infierno y desde el fuego reconstruye voces de barbarie y penitencia, En la voz de Drago describe el herraje del patibulo y los afluentes del tio de sangre que inunda a comunidades mexicanas. Reyna amplifica la voz. para oir el concierto del es- truendo, Rafagas y golpes, la incontinencia verbal como rifle automético del desprecio, el amasijo de quienes aaa Sam ee | http:/larevistaproceso. blogspot.com 2 CONFESION DE UN SICARIO persiguen y quienes dicen ser perseguidos 0 el amasiato de las autoridades con los transgresores. Suenan y ha- blan todos los ruidos y las voces a la vez. Son parte del mismo concierto del cadalso, La vo2 de Drago alude al fin del siglo pasado cuan- dlo lis versiones de los cérteles no adquitian la notorie- dad de la primera década del siglo xx1, Es la descrip- ci6m del origen de Ja extrema violencia de la: guerra mexicana, El testimonio aporta los datos adicionales que se suponfan o se intuian pero que la autenticidad del re- lato certifica. Los sicatios y los policfas acudieron a la misma es- ‘uela: Jos soldados y los matones compartieron instruc- tores e imitan mutuamente destrezas y mafias. También Jas formas eficaces para doblegar con el castigo. Dénde se han educado los sicarios si no es en las técnicas del dolor y la crueldad de las policias, recon- vertidas por la criminalidad con la dosis de resenti- miento social y venganza. La historia de la crueldad contra el enemigo no ha sido escrita solamente por la pélyora criminal, La gue- tra sucia de los afios sesenta y setenta del siglo pasado fue prédiga en incidents de sadismo y brutalidad. Las desapariciones en el mar o en los pozos de comunida- des de Guerrero fueron algo més que leyenda. Todo valia en la defensa del régimen de la Revolucién mexi- cana amenazado pot las “hordas de los comunistas” El atrasamiento de comunidades rurales, la violacién de las mujeres, el levantamiento indiscriminado de po- ‘CONHESION DEUNSICARIO 1B bladores para torturarlos, destrozarlos, y exigirles las confesiones inconfesables, se convirtié entonces en el modo de operacién aceptado y en la escuela de impar- ticién de justicia que acumulé en sus aulas a centenas de muchachos desaparecidos, otros tantos asesinados y miles de familias deshiladas. Hoy asusta la:crueldad de los sicarios cuando la violencia institucional, la violencia del Estado, trazé cl escenario de las toruras: mas alld-del tebuacanazo: Los policias modelo de entonces ascendieron por sus oprobiosos méritos en campaiia para convertirse, en algunos casos, en Jos capos de los nacientes cérteles, Un sicario, por tanto, no es tinicamente un hijo del abandono social o de la desintegracién familiar: Su de- sercién escolar fue suplida por los cursos intensivos en las academias militares o policiacas. Su crueldad tiene manual y no obedece instintivamente a Ja monstruosi- dad de un poder exégeno (el narco) sino la imposicién de un modo violento de:resolver los asuntos pablicos. La guerra mexicana’no es una clisiea accién de fuerzas del bien contra los malditos eriminales sino tie- ne mis ingredientes de una balla fraticida entre quie- res se conocen desde pequefios, entre los desertores y los graduados; entre los leales los traidores, Es una batalla emanada de las entrafias de los apa- ratos de seguridad del Estado: Ja realidad lo marca con sus siglas, Direccién Federal de Seguridad (Drs) como promotora de los liderazgos de carteles, los grupos de operacién especial castrense (GarES) para constituir a Los Zetas; los elementos de la arto de la Policia Federal ne Sam sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 4 CONFESION DE UNSICARIO como elementos de las bandas criminales, o los policias municipales que rifien contra los policfas estatales cada uno en defensa de cérteles diferentes. No en balde las acciones eriminales se hacen con uuniformes policiacos 0 militares. No siempre es camu- flaje sino la meritita realidad, Pero esa batalla fraticida desbord6 a las instituciones en pugna y a los tertito- rios en disputa, La guerra declarada en 2007 desde la Presidencia de la Repiiblica rompié las reglas de co- habitacién establecidas y no ha repuesto los términos de convivencia entre el erimen y las instituciones que por décadas mantuvo bajo tolerancia al narcorrifico. O dicho de otra forma, la violencia declarada—y ejecu- tada— no ha remplazado los términos en los que debe desarrollarse la relacién entre policias y delincuentes. Deberia set la ley. Pero no lo es, Disueltas las accio- nes mediadoras de la autoridad estatal, y rebasadas las acciones punitivas y ordenadoras del aparato guber- namental, prevalece la otra ley o Ia otra norma; desde Juego consentida y hasta estimulada por autoridades y uniformados cémplices. Siendo una batalla fraticida, sus gladindores desti- Jan resentimiento, odio contra el traidor o contra quie- nes les han impedido asentar sus poderes, Las leyes duras que penalizan con un siglo de pri- sidn a los delincuentes y las propias cérceles como cen- tos de retencién y sometimiento de los transgresores, no han funcionado para desaparecer 0 siquiera frenar a la violencia. Se han convertido, quién lo dijera, en reprodiictores de la légica de la violencia extrema. Las CONFESION DEUN SICARIO 15 cérceles son los dormitories que le ahorran el pago de literas y viandas a los criminales. Hoylla amenaza para cl transgresor de reglas no esla crcel del Estado sino la mazmorra del narco. Los sica- rios y los capos tienen més miedo a ser traidores al narco ue transgresores de las leyes instituidas. La amenaza es la ejecucién no la reclusién. Porque lo que impera es la ley del crimen no la ley del Estado. La ley del Estado castiga con penas tipificadas en los cédigos y encierra a quienes cometen delitos. Los politicos con cargo de conciencia buscan todas las formulas posibles para ele- var las penas y con ello engrandecer la amenaza y el chantaje: entre més mal te portes mayor sera tu castigo. Asunto que parece tener sin cuidado a los delincuentes porque la ley del crimen simplemente traslada las pér didas y el desgaste en las instituciones hacia las zonas de decisiones criminales. La negociacién y la mediacién que no puede impo- net el Estado se ha trasladado al émbito de decision de Jos delincuentes. Se negocian territorios, pasos de mer- cancias e incluso las penas corporales. Plata o plomo son las divisas, Y las imponen los jefes criminales, an- tes que los jefes policiacos o bien mancomunadamente, pero con un criterio dominante, el del criminal. ‘Antes la distribucién de asignaciones en la cadena criminal se hacia desde el Estado. Pero esa cadena de mando se perdi. Juan Carlos Reyna lo explica a partir de la recrea- cién de diversos incidentes en los que policias y ladro- nes hacen causa comiin, hasta que los jefes criminales ira ee | http:/larevistaproceso. blogspot.com % CONHESION DEUN SICARIO trastocan los convenios. Reyna, en la voz del sicario Drago, describe crudamente la escena de una comida pactada entre tin capo (denominado como Elefante) y tn alto funcionario de la vcr (nombrado como Licen- ciado Ballena): Los) Ti sabes de qué se trata mi negocio, asi que nos ahortaremos pagatte una puta Botella de vino; es mas, hos vamos a ahorrar esta puta comida, me voy a aho- rrar ver tu pinche cara de mongol yendo directamen- te‘al pinche arano: « pattir de ahora'trabajas para mi @Me oyes? Ti eres mio: Dejé que me conocieras nomas para que sepas quién es el verga. Dejé que me conacie- ras para’ que’ sepas quién es tu padre; pinche chilango maricén de mierda, Sé que mi gente ya hablé.contigo y teidijo qué hacer. Sé también quie mi gente ya te-dio tu dinero, Ese dinero salié de mi, pinche joro de mierds, ro lo olvides; ti) comes dé mi mano: La ruptura que ha marcado el déstino de la impu- nidad y de la crueldad, La mano que da de comer, la mano que reparte, la’mano que quita, la mano que es- tira el dedo para sefialar 0 para jalar el gatillo, la mano gue indica, la mano que aprieta, El manotazo que in- virtié los términos del arreglo, La transicién de fin de siglo: ahora mandan ellos. Ellos ordenan, gobiernan, deciden. Desde el meni hasta el teasiego. Pero no todo es salvaje 0 primitivo. El sicario y/o cl capo, tienen en su horizonte una zona de mediacié convertirse en testigos protegidos: Entran a una fran= CONFISION DE UNSICARIO ” ja de entendimiento con la autoridad cuando quedan contra la pared. El testigo protegido es el poder de los secretos. Un poder que permite reinventar los limites. La autoridad supone entonces que puede volver a dictar reglas o dic- tar hasta las declaraciones ministeriales para incriminar a quien se le dé la gana, Es la misma cofradia en una figura pervertida. Las confesiones no divergen sino cambian de tio, auditorio y propésito, Los secretos del sicario y los secretos del testigo protegido, obviamente, son los mismos y adquieren su valor dependendiendo del rol. del procurador. En ambos casos, dichos secretos son ctiquetas invaluables de proteccién o de inculpacién. Pero Ja despracia para el sicario o para el testigo pro- tegido sera la misma apenas abandone a sus socios: Siempre seran cslabones invaluables pero también desechables. Juan Carlos Reyna logra articular las voces del si- silo y la crueldad, del castigo y el delitio, que conver- gen en la vida de un sicario, Acoscumbrado a la me2- cla de sonidos en sus faenas musicales y en la fusion de ritmos y emociones, Reyna logra en Confesién de un sicario una simbiosis particular entre la tortura y la nostalgia, lo efimero y lo perenne, entre el tormen- toy la rendicion, entre el gozo y el arrepentimiento. No lo hace para redimir; simplemente logra describir, conecta los audios y mezcla las voces, los sonidos, los ruidos y los estruendos os Sam sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 8 ‘CONFSION DE UN'SICARIO. Ficl a su estilo, Reyna consuma el ensamble de una confesién y una reconstrucci6n. Susurros de desastre, contados en voz baja que transcurren en medio''del aturdimiento de los castigos y 1a aniquilacién. Reyna delinea el circulo vicioso de la criminalidad mexicana. Todo cabe en un pocito* sabiéndolo acomodar. Todo abe en un paisito, sabiéndolo destrozar. Ropero ZawaRrira * Dicese de un método de tortura policiaco que consistia en sumergir en un excusado al detenido para ponerlo al borde de la asfixia y obligarlo a confeser. Advertencia Esta obra’ reiine las memorias de un hombre que tra: bajé como asesino para una organizaci6n criminal de: dicada al narcotréfico. Drago, como sera nombrado para no revelar su identidad, acept6 reunirse conmigo en nueve ocasiones. Antes de nuestra primera conver- saci6n, aclaré que me veria porque pretendia criticar piblicamente el Programa de Testigos Colaboradores de la Procuradutia General de la Repablica (PR), al que pertenecié durante nueve afios. Sin embargo, al fi- nal de nuestro segundo encuentro, Drago confesé que hablar sobre sus ejecuciones lo tranquilizaba. Aparte de sus declaraciones como testigo, jamés le habia con- tado su pasado a nadie, y eso para él era como vivir “en el infierno”. Habia asesinado a sueldo, y al platicar conmigo acerca del asunto, dijo, descubrié que sentia paz, Asever6 que deseaba no sélo olvidar dichas eje- cuciones, sino dejar de matar y comenzar de nuevo su vida. Una parte de él queria pedir perd6n, pero no sabfa cémo, hasta que habl6, Hablar, como si se tratara de una cura verbal, le permitié a Drago reconocerse en algo més que su pasado. ” ve sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 20 CONFESION DE UN SICARIO Drago escribié muchos de sus recuerdos mientras pertenecia al Programa de Testigos Colaboradores. En este libro se hallan versiones editadas y corregidas de esos apuntes. Aunque la voz del nattador le per- tenece a Drago, la mayorfa del contenido fue escrito por mi tras nuestras conversaciones. De igual modo se incluyen descripeiones minuciosas de torturas y homicidios, as{ como las reflexiones contradictorias del asesino que los cometis. Lo que se omite ¢s un juicio moral acerca de los hechos, personajes ui orga- nismos aludidos, El unico fin es dar voz al infierno de un sicario. Juan Casos Reyna 16 de septiembre de 2010 La noche que ejecutamos al licenciado Lo tinico que sé hacer es matar. Fui sicario y primer lugarteniente de un cértel mexi- cano dedicado al narcotrifico, Dejé de ver a mi familia alos doce afos de edid, cuando me hice malandro, Du- rante un tiempo robé carros y a los quince afios empecé a secuestrar. Fue por este delito que me metieron en el Albergue Tutelar de Menores Infractores. Ahi conoci al hijo del comandante de la entonces Policia Judicial del Estado, con quien terminé de madrina, Entré en un grupo especial denominado Politica Criminal y Com- bate a la Delincuencia Organizada, Poco después de un cateo realizado por este grupo, se’ me invit6 a jalar para una de las orgahizaciones criminales mis pesadas del norte de México. Al principio mi trabajo consistia cen matar, luego escalé a jefe de sicarios: Llegué a tener a mi cargo hasta cien pistoleros. No sé a cudintas personas maté, pero sin duda fue- ron las necesarias para mantener mi lugar dentro del cirtel. Lo mas que llegué a cobrar por una ejecucién fueron cincuenta mil délares. Los asesinatos comunes 21 =, ee | http:/larevistaproceso. blogspot.com 2 CONFESION DE UN SICARIO no sé piensan, son enfrentamientos sin premeditacién, pero que las ejecuciones estratégicas se planean duran- te mucho tiempo, con informacién recabada desde an- tes. Como todos, yo también me equivoqué haciendo mi trabajo: una vez, sin quererlo, clavé al gemelo de un abogado. Podria decirse que por el mismo dinero maté dos veces a un mismo objetivo. Los accidentes son inevitables: basta con parecerse a alguien o estar a Ja hora equivocada en cf lugar equivacado, estar, por ejemplo, en el estacionamiento del aeropuerto de Gua- dalajara, en un auto propiedad de la Iglesia pero muy parecido al de un importante narcotraficante. No hay mucho pedo en cumplir con una ejecucién, ‘a menos que s¢ tengan drdenes especifieas. Aunque es ‘muy pronto para decirles cémo se ejecuta a un traidor (0a alguien al que se le debe hacer sufrir, s6lo quiero adelantar que se les mata de una forma lenta y dolorosa. Su muerte debe servir de ejemplo a los demas miembros de la organizacion. Para una ejecucién en via péblica se usa desde un arma nueve milimetros hasta’un cuerno de chivo, mientras que para una ejecucién en privado se utiliza un cable de aceto, con el que se corta la cabeza, o la navaja de costilla, con la que previamente se tortura a quien también ha sido golpeado con un bate de beisbol Hay quienes piensan que entre més ruido haya es mayor el pavor. Yo mas bien creo que sin balas es mejor. Hasta hace un tiempo perteneci al Programa de Testigos Colaboradores de la Procuraduria, General de la Repablica, al cual me uni después de que el cértel por el que yo daba la vida me traicion6, CONPESION DE UNSIEARIO 2B Todo comenzé con el asesinato de un directive de la Procuraduria General de la Repiblica, quien a pesar de recibir dinero de nuestra organizacién comenzé a fa- vorecer a otra, cosa que enfurecié al jefe. El jefe estaba pesado, por eso yo le decia, para mis adentros, Elefante. Cierta noche el jefe me mandé una alerta por ra diolocalizadot. Cuando nos hablabamos por teléfono © radio, lo hacfamos en clave. No voy « dar detalles de las claves porque esté complicado entenderlas, pero el caso es que me dijo que esa noche yo iria conmi com- padce a darle piso al licenciado. A mi compadre, que era el yerno de Elefante, yo le decia Tiburén, por una historia que en un momento mis contaré. ‘Tras recibir Ja alerta, miré mi reloj, me quité las botas y apagué la televisién. Tenfa veinte minutos, queria descansar aun- que fuera un rato, Llegada la hora me preparé: fierro, me dije, y sali hacia donde estaba mi compadre. Terminamos el trabajo poco antes de las diez de la noche. Tiburén sudaba y su mandibula estaba tra- bada, Antes de cada ejecucién, se metia un chingo de perico. Mi compadre, a quien conoci en el tiltimo decomiso que hice cuando era madrina de 1a judicial, fue el que me introdujo en el cartel. El era varios aitos mayor que yo, y en la jerarquia de la organizacién era el segundo al mando, sélo después de Elefante. Mas que su compadre, decia que yo era como su hijo. No sélo porque nos pareciamos un chingo 0 porque, como explicaré mas adelante, fui amigo de su hijo'de sangre, mas bien porque habia sido él quien apadrin6 mi ingres6 a la organizacién. Faas gh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 24 CONFESION DE UNSICARIO Antes de seguir quiero pedir @ los lectores que no confundan a este Tiburén con un mafioso que solia tener el mismo apodo, un famoso pistolero mexicano de la década de los noventa, A este Tiburén, cuyo so- brenombre alude al animal que mi compadre tenia en una piscina que mands ‘construir en una de sus casas de seguridad, asf como al resto de los personajes que aparecen referidos por su apodo en este libro, sélo yo les digo asf y vnicamente lo hago en estas paginas. Lit mascota.de mi compadee; por cierto, alimentaba sus casi dos metros de hambre con los enemigos del cartel que no respondian las preguntas que les hiacéamos; yo mismo los arrastraba hasta la piscina ubicada a un lado del comedor. Recuerdo haber mirado muchos cuerpos amputados, saliendo del agua oscurecida, sin un pie © sin una mano. La noche que ejecutamos al licenciado, mi compa- drey yo hicimos solos el trabajo, es deci, no Hlevé a mis gatilleros de confianza, pues asi se me habia ordenado, Al terminar, Tibur6n me pidié que lo acompafara a si cantén, donde nos esperaba el jefe. Cuando llegamos, desde el pasillo de la entrada vi a Elefante en la ci ra; uno de sus escaltas le abrié el refrigerador y el jefe cogié una bolsa de came cruda y un jartén con jugo del que bebi6 un largo trago, luego dejé el jarron en la mesa y le entrego la bolsa al escolta, Ya en la sala ob: servé la mancha negra que se paseaba bajo el agua, asi ‘como los seis televisores, divididos cada uno en cuatro ccuadros, que registraban lo que sucedia dentro y fuera de la casa, En una de las televisiones vimos que Elefan CONFESION DEUNSICARIO. 2 te caminaba sin prisa, ditigiéndose a la sala donde lo esperabamos. Una vez que estuvo sentado, Elefante pidi6 a uno de sus escoltas que trajera un portafolios. De inmediato, cl escolta se puso enfrenté de una televisién, se estiré por encima de ésta, le dio un jalén y soné un chasqui do seco, El muro sobre el que estaba montado él apa- rato se abrid, quedando al descubierto un espacio lo suficientemente grande para que pasata'una persona y para que cupieran los paquetes de cocaina que ahora se asomaban, Bl maletin, que estaba a un lado de la droga, era de piel café y tenia hebillas metilicas. Mi compadre lo recibi6 de manos del escolta, lo puso sobre la mesa de centro, sin abritlo, y volte6 a ver a Elefante; que asa vvez me volted a ver a mi, Segundos después ellos dos se rieron y me miraron; entonces yo también me rei. —Te has portado muy bien —dijo Elefante—, has cumplido con todo lo que se te ha pedido y no tienes problemas con nadie. La gente a tu cargo esta controla- da y, en cuanto @ los trabajos que se te han encargado, rno:has dejado cola que te pisen. Sin embargo, ti y yo sabemos que no todo lo que brilla es oro y precisamente sobre es0 ¢s Jo que quiero que hablémos nosotros tres. Los miembros de la escolta, como siempre, fingian no escuchar De golpe, senti que mi fusca se habia vuel- to més pesada. =A partir de hoy nada estard tranquilo —advirtié Tiburén—, ahora que le dimos piso al licenciado, los federales vendrin por nosotros. Estin por acabarse las vacaciones, compadre, aunque el pedo puede compo: pny aa sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 26 ‘CONFESION DE UNSICARIO nerse, siempre y cuando tivestés de acuerdo, Ha llega- do la hora de portarnos como familia. @or qué no hablaste antes conmigo @ solas?, me pregunté en silencio mientras escuchaba las palabras de mi compadre. Calmado, cabrén, me die, un soldado de la organizacién no hace preguntas, un soldado obe- dece: Entonces uno de los escolias abris el portafolios y Jo puso frente a mi. —Todos saben que soy agtadecido, con la. gente fiel —~asegur6 Elefante elevando el tono de su vo2—, necesitamos que te hagas pasar por tu compadre para que estos cabrones del gobierno se apacigiien y la or- ganizaci6n siga trabajando. La organizacién es tu fami- lia, todos estamos por debajo de la organizacién, ahora te toca. a ti, mafana le tocaré a tu compadre y algiin dia ‘me va‘a tocar a mi. Nosotros ya lo hablamos y ereemos que esto es lo que més conviene, Que:me hiciera pasar por mi compadre. La idea me sacé de onda, era como de cura. Péro no era cura por que Elefante y Tiburén, obviamente, no etan cabrones de cura, Aunque mi compadre era mayor que yo, como ya dije, nos pareciamos fisicamente, incluso alguna vez alguien relacionado con el cértel nos lleg6-a confundit. LLas negociaciones muchas veces se hacen cara a cara, pero era raro que Tiburén se apersonara en operativos ‘o negocios. No creo que en ese momento la procuta- duria hubiera tenido una foto actualizada de Tiburén, A pesar de todo, la idea era mas bien absurda. —Lo que va a pasar es lo siguiente —advirtié Elefante—: te van a llevar y luego te van a procesar, ‘CONFESION DEUN SICARIO Fr ingresards al Centro Federal de Readaptacién Social Niimero Uno. Por hacerlo, recibirés dos portafolios como el que tienes enfrente, uno ahora y ¢l otro cuan- do salgas. Nosotros te vamos a dar todo lo que nece- sites para cumplir con lo que te pedimosi vas a andar en Jos catros y con la gente de tu compadre, te vas a vestir como tu compadre y hasta vas a tragar como tu compadre. $i no te digo que vas a coger como tu compadre es porque no sé qué tanto le guste esta idea ala comadre, Tiburon y Elefante se carcajearon y yo escuché re- botar en las paredes el agua de la alberea, Se me habia puesto seca la boca. Al terminar de reft, Elefante frun- 6 el cefto y pregunté: —2Qué tienes que decir a este respecto? —Sefior, lo primero ¢s que le agradezco su confian- 2a —aunque mi boca seguia seca, no dejé de hablar—, usted slo ordene y yo hago todo para ganarme ese dinero. El jefe sonrié complacido mientras Tiburén me ob- servaba en silencio, —"Tu compadre te va'a poner a alguien para que te explique cémo vamos @ empezar —dijo sefialando a Tiburén, quien a su vez, luego de sentarse, asegur6: —Yo sé que me aprecias y que harias esto y mucho més por mi, como ya has demostrado. Eso si, pien- sa que ahora es diferente, que ya me empapelaron. Sabra qué acuerdos se estén haciendo arriba, pero la cosa es que ya traigo a los agentes tras de mi, que no puedo salir del frente y que yo no puedo estarme es- esos aa sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com w CONFESION DE UNSICARIO condiendo y dejando a un lado los negocios pendien- tes. Las cosas estan cambiando, el pedo ahora sf se ha puesto cabrén. En este punto Elefante interrumpi6 a Tiburén, quien inmediatamente guard6 silencio, —Te van a llevar a'la fiscalia especializada y vas a declarar que ti eres al que estan buscando, Luego vas a estar arraigudo hasta que te trasladen al penal, donde a Jo mucho pasaras un aio, que ¢s lo que dura el pro- eso. Luego nosotros haremos que te saquen LLos escoltas permanecfan inméviles mienteas mis jefes hablaban. En las pantallas la imagen estaba con- sgelada’y hasta la piscina lucia en calma, Elefante me miro fijamente: —Cuando salgas vas a estar forrado. Tienes mi pa- labra de que ya que pase todo esto podris gastar tu feria en lo que quieras. Ni siquiera tendris que seguir jalando sino quieres, te conseguités una ruea y los ne- gocios que tienes @ tu cargo seguirdn su curso, Nos- otros seguiremos en lo mismo y ti serés un hombre rico al que la orgenizacién cuidaré siempre. Eso sf, si aceptas, hay que empezat ya, Antes dle continuar, quiz’ deba decit ahora que cuando se cre6 la Agencia Federal ‘de Investigacion (art) el gobierno pacté con las organizaciones del nar- coitéfico toda una serie de nuevos acuerdos, o al me- nos €s0'es lo que ofa decir a Tiburén. Tal y como su- cede cada vez que México cambia de presidente, los directivos de la Procuraduria General de la Repablica se apalabraron con cierta gente que estaba, segtin Ti- CONFESION DE UNSICARIO, 2» burén, enemistada de manera directa con él. Asi que el, licenciado muri6 por apoyar a esta gente, aun habiendo recibido dinero de parte de Elefante. Su asesinato era necesario pero puso en aprictos a la organizacién. Ya sélo seria cuestién de semanas para que aptehendieran a.uno de los cabecillas del cértel, el mas visible y el mas odiado de los cuales era mi compadre. Pero volvamos a donde nos quedamos: la feria que me darian era més de lo que habia ganado hasta enton- ces, Bastaba, pues, con pasar un afio clavado, para estar forrado a mi salida, rehacer mi vida en el lugar que quisiera y con la ruca que quisiera. Eso si, si no lograba obtener la libertad durante el primer afio, lo mas segu- ro era que me quedara en el clavo toda mi vida. Como me gustan los riesgos, acepté. Entonces el jefe le pidi6 a Tiburén que, como parte del acuerdo, se quitara las joyas que trafa y me las diera. Una de sus esclavas tenia escrito su nombre. De mi compadre pata abajo todos éramos llamados también por claves y, por lo tanto, no sabia los nombres reales de la mayoria; de Tiburon si. Poco después salimos todos de la casa Hasta ef dia que aqui he narrado, yo vivi en una casa de seguridad que el cartel me asigné y que no que- daba lejos de la de Tiburén, camino hacia la cual recibi una llamada a mi celular privado, cuyo nime- to sdlo tenia, ademas de Elefante y de mi compa dre, mi comadte, que era la hija del jefe y la esposa de Tiburén, con quien ella habia dejado de tener re- laciones sexuales desde hace tiempo. Al menos eso Fo ah » http://larevistaproceso. blogspot.com 30 CONFESION DEUNSICARIO era lo que mi comadre decia, que me'buscaba a mé para que echaramos pata a espaldas de mi compa: dre, quien por su parte cogia con la mujer de Ele- fante, que cogia con cualquier mujer que no fuera su mujer. Nuestras vidas sexuales, pues, eran una porque- ria; La comadre me llam6 para citarme en un punto medio del camino hacia mi casa. Queria hablar urgen- temente pero nadie debia vernos, asi que escopi6 la esquina de un parque con muy poca iluminacion. Evie dentemente, si alguien del cartel me veia con ella, todo se iria ala verga. Cuando Megué al lugar de la cita di varias vueltas antes de estacionarme detris de la comadre, Luego me bajé, miré a mi alrededor, caminé hacia su camioneta en la que ella me aguardaba y entré por la puerta del copiloto. Mi comadre estaba maquillada, tenia los la- bios pintados de rojos y olia bien, Pero también tenia Jos ojos irritados y las manos apretadas al volante. “Tengo algo muy importante que contarte: esta ma- fiana escuché a tu compadre hablar por el radiolocali- zados, quiere hacerte pasar por él para después matarte: Trae una bronca muy grande con los colombianos y no sabe cémo zafarse.” Noms terminé de hablar, la comadre empez6 a llo- rar y yo senti un hoyo en el estémago. ‘Algunos meses antes, Tiburén se habia robado un cargamento de cocaina base en el aeropuerto de la ciu= dad de México, donde cada semana llegaban cientos de kilos de esta droga procedentes de Sudamérica, los cuales eran introducidos al pais desde Colombia o Bo- ‘CONFESION DE UN SICARIO a livia, Hasta antes de que el gobierno federal cambiara de partido, esta operacién nos era muy sencilla, pero después, cuando la oposicién lleg6 al poder, nuestro contacto fue atrestado. Ese dia, los gatilleros de Tibu- 16n, que si habian alcanzado a recoger'el cargamento, no supieron a quién pagarle, pero mi compadre no hizo mayor esfuerzo por resolver el asunto 0 por regresar la droga, De todo esto, Elefante no se enteré hasta un par de meses después, cuando llegaron a nuestro pais vatios colombianos en busca de sui dinero. Un earga- mento como el que aqui he referido equivale a muchos millones de délares en las calles de Estados Unidos, por lo que los colombianos venian decididos a matar. Por su parte, mi compadre estaba dispuesto a no pa gar ni un délar por el cargamento, decisién en la que fue apoyado por Elefante, Asi que la nica manera de restituir la relacién con los colombianos era entregar al responsable del desmadre, 0 a quien se harfa pasar por el responsable del desmadre: Si acataba la orden de convertirme en Tiburon, motirfa. El problema era que si no lo hacia también me cargarfa la chingada. Y todo estoa pesar de haber sido un eslabén ejemplar: ‘como lugarteniente de la organizacién nunca bebi, ni fumé, ni loqueé frente a mis patrones, siempre fui efi- ‘caz en mi trabajo y, mejor atin, discreto. La organiza- cién era mi nica familia. La comadre seguia llorando cuando me dijo cémo fue que escuché aquella conversacién: “El radio de tu compadre estaba en altavoz y of al jefe darle un cagadén de palo. Que valia verga, que el ey http://larevistaproceso. blogspot.com 2 CONFESION DE UNSICARIO dinero ya no era el problema, que el pedo ahora era desafanar a esos cabrones, que cémo habia sido tan pendejo. Y entonces tu compadre le contesté que la metcanefa habia. pasado de una mano a otra, que los federales se iban a quedar con los paquetes y no sé qué mas —Ia comadre, slo hasta entonces, solt6 el volan- te—, Seguin les of, los colombianos ahora quieren que el.cartel pague el doble.,. dicen que quieren el dinero en ocho dias y que ni eso asegura que no se aceleren.” Por un momento mi comadre dejé de Horan. Ase sgur6 que le habia oido decir a Tiburén que silo mata- ban se haria un cagadero, que a nadie le convenia ese desmadre. —[Tiburén] le dijo que ya se habia hecho fama de traidor, porque ya tenia mucho tiempo metiéndose en los dominios de otta gente y porque se habia llevado a todos entre las patas. [Elefante] le dijo: “Te van a dar piso, cabron”, —Gon que asi esta el pedo... —comenté luego de quedarme eallado durante tunos minutos ‘Que me maten ami pensando que soy mi compadre. Seguro que luego, para que no hubiera sospechas,'me harian pozole. El cabrén al que hace apenas unos meses quiso levantar un comando de sicarios en la carretera; el cabron que cubti con mi cuerpo mientras los sicarios que venian por él descargaban sus cuernos de chivo con- tra la camioneta; el cabrén que mantuve bocabajo mien- tras cortaba cartucho y disparaba a todos lados en lo que llegaban refuerzos; el cabrén, pues, al que le salvé la vida, es el mismo cabrén que habia decidido chingarme CONHESION DE UN SICAKIO. 33 Sin decir nada mas, mi comadre se acereé hacia y chupé mis ligrimas con sus labios. Luego acaricié mi cuello con su lengua. Era la altima vez que nos ve- imos. Aunque estaba asustado me puse muy calien- te, me desabroché la bragueta, desabotoné su blusa, le arranqué el sostén y le chupé las tetas, Imaginé que sus escoltas, ocultandose, nos vefan. Poco después me bajé el pantalén, mi comadre me la mam6, y luego en el asiento del copiloto se me monté, encima, mordién- dome los labios y las orejas. Cada vez me ponia més caliente, A continuacién la sujeté de las caderas con coraje, la giré hacia el parabrisas, la tomé de los cabe- llos y la penetré por el ano, Estaba bien encabronado. Mientras ella gemia y se zarandeaba alrededor de mi miembro, lloré, Entonces golpeé su cabeza con. los puiios y mordi su espalda hasta que sangr mientras seguia gimiendo, Al final, luego de explotar dentro de ella, la empujé contra la ventana, le di una cachetada, me sequé las lagrimas, me subi los pantalones, me bajé del auto y cerré la puerta de golpe, Ya en mi carro me engrané pensando, Estaba bien confundido. Aunque sabia que era cierto, me resistia a creer lo que tecién me habian confesado y me ditigi mi casa de seguridad, En los alrecledores todo estaba oscuro. Volvi a sentir pesada la fusca, a pesar de que la apretaba a mis costllas. Empezaba a creer lo que me habia dicho la comadte, estaba seguro de que en cual: quier momento me matarian, Aunque el acuerdo ha- bia sido dejar pasar unos dias, bien podian haberme seguido hasta el parque. Entonces decidf que si moria ah » http://larevistaproceso. blogspot.com yy CONHESION DE UN SICARIO Jo harfa como mueren los sicatios:llevindome por de- lante a cuantos pudiera, Con més raz6n si se trataba de mis traidores, la gente por la que yo daba la vida a cambio de nada. ‘Cuando llegué a mi cantén abrf la puerta con cuida- do y empumié mi fusca, Todo parecfa estat tal y como Jo habia dejado. Después de unos segundos guardé otra fusca en mi chamatra, tomé los dos millones y medio de pesos que tenia en una caja fuerte, cogt un cuerno de chivo, una granada de fragmentacién, algunos car- padores y varias cajas de tiros. Todo lo empaqué en una bolsa de piel negra. Luego busqué las laves de una camioneta que mantenta estacionada afuera del depar- tamento y me asomé por la ventana, atin no habia ama- necido, Ct ‘Antes de salt, of€l ruido que un motor hace al apa- garse, el de unas puertas que se abrian y el de varios pasos. Lo siguiente qué escuché fueron varias réfagas de cuerno de chivo y el estallar de los vidrios de las ventanas. Las paredes de la casa temblaban. Tomé el ccuerno, lo cargué y entre la oscuridad disparé hacia cl lugar del que venian las balas, Luego sali corriendo por la ventana trasera. Ya valié verga, me dije. El patio estaba muy chico y decidi saltarme la barda. De la pri- sa resbalé y por poco me parto el hocico. Pero no, me paré de volada, cogf el cuemo y crucé el lote baldio que estaba detris del cantén, corti y no me detuve hasta lle- gar a una gasolinera, Guardé el cuerno en la bolsa. Me pesaba un chingo, estaba sudando y cagado de miedo. De milagro aquellos cabrones no supieron para dénde CONFESION DE UN SICARIO 35 habia jalado; de milagro, ademas, no habia un placa © alguien que pudiera hacerla de pedo. Me'acerqué a uno de los despachadores, quien me miré medio asus- ado. Yo creo que le saeé de onda que estuviera bien sudado y con la bolsota en mi espalda —Compa, edénde cojo un taxi? —le pregunté con la vou mas tranquila que pude. Aqui a un lado es el sitio —contesté sin mirarme alos ojos. Me acerqué al primer taxista y le pregunté dénde estaba su carto, Ya adentro abri la bolsa y saqué una feria, Cuando el taxista se subi6, puse dos billees de quinientos pesos en el asiento del copiloto. Me mir6 por el retrovisor. “Coja carretera”, le ordené. El bato se queds callado, encendié el taxi y volvio fa verme por el retrovisor. Le pedi que me llevara hacia ‘1 su, al puerto que esta a una hora de la ciudad donde acontecié todo lo que he narrado, Aunque no puedo sefialar exactamente de qué localidad se trata, confesa- ré que era en la costa del Pacifico mexicano. Yo creo que el chofer estaba igual de cagado de miedo porque hizo cuarenta y cinco minutos de camino. Al llegar al puerto ya estaba por amanecer y el taxista me dejé en tun hotel de paso. En la tecepci6n pedi un cuarto con ventana a la calle, A pesar de que lo intenté, no pude dormir. En tad del insomnio revisé los duetos de la ventilacién, abr’ la tinica rejilla que hallé y, como sucede en las pe- Iiculas, guardé la bolsa con las armas y el dinero. Poco después me baiié, y para la hora de la comida bajé a la Faas sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 36 CONFESION DE UN SICARIQ recepcién. El tipo que despachaba era un viejo que no despegaba los ojos de un televisor con pésima senal, Ante él saqué un billete de quinientos pesos y le dije: “Quiero que me traigas una puta”, el hombre me mir6 de reojo, tomé el billete, no contest y siguié viendo la television. De lo que menos tenia ganas era de coger, pero no queria levantar sospechas, A los treinta, minutos toca ron a mi puerta, La puta era morena y tenia el busto enotme. A la luz del dia se miraba cateada, Saqué dos billetes de quinientos pesos. —Quiero que te quedes el resto de la tatde y tam- bién la noche, lo que haga falta te lo pago en la mafiana. —Lo que tii quieras —me contest ella con una sontisa, ~ —Saldré un momento comprar condones y algo de beber, no quiero que salgas de la habitacién —antes de irme le prendi la television, A pesar de que habia pagado mucho para que se me protegiera, estaba huyendo como un perro. En la calle prendi mi radiolocalizador y los dos celulares que tenia, Marqué a cuatro de mis gatilleros y ninguno me contest6, luego revisé la lista del resto de mis contactos, Alacran es el apodo que utilizaré para referirme a un federal que trabajaba para mi, un agente al que le habia tomado confianza hacia mucho tiempo. El fue el Linco que contest6.a una de las alertas que envie por dlradio. —2Cémo esta, sefior? A sus drdenes. —Necesito tu ayuda, CCONFESION DE UN SICARIO 7 —Lo que se le ofrezca, sefior —me contesté tan normal como siempre. Tal como si hablara con alguien del cartel, le pre- gunté en clave si alguien de Ia organizacién se habia communicado con él. Me respondié que no. Entonces le dije que tenfa serios problemas con mis patrones y que la Ginica manera de resolverlos era con su ayuda. —No le digas a nadie que hablamos, ya te daré ins- trucciones mas tarde. Después de hablar con Alacrin, marqué otto par de ntimeros pero nadie me contests. Decidido a hacer tiempo antes de volver al hotel, busqué una tienda de celulates, donde compré un aparato con un néimero del puerto, y entré en una tienda deportiva, en la que compré un bok ligero, un cambio de ropa y unos tenis. Luego volvi a hacer mis llamadas pero nadie contest6. Al final compré algo de comida, esperé a que se hiciera més tarde y volvi hacia el hotel. Al llegar, desde Ia calle miré hacia mi cusarto y me pereaté de que la ventana estaba abierta, Entré en la recepeidn con sumo cuidado: no habia nadie, Ia televi- sion permanecia encendida, con el volumen muy bajo, yeel bafio estaba abierto, Instintivamente saqueé la fusca que guardaba debajo de la chamarta y la pegué a mis costillas. E! hotel entero en silencio. Subi a la segunda planta, donde estaba mi cuarto, y me acerqué despacio por el pasill la puerta estaba abierta, Para qué darle Jargas al asunto?, me dije, partémonos la madre de una vez. Entonces me acerqué, escuché un débil gemido y se me secé la boca. Empujé la puerta con cuidado: Faas sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com a CONFESION DE UN SICAKIO: Ja puta estaba tirada sobre el suelo. Respiré profundo, ‘empuié la fusca y miré a mi alrededor. Me acerqué a alla sin guardar el arma, y me hinqué. Su cara estaba lena de sangre, al verme comenz6 a medio decir algo. Como hablaba muy bajito, acerqué el oido a su boca: que habian tocado la, puerta, ella habia preguntado quién era, que le habian dicho que era.el servicio. de limpieza. Miré el cuarto detenidamente: las limparas estaban ticadas, los-cajones abiertos, el armario roto. La reja que cubria el ducto de ventilacién estaba rota, Adentro ya no habia nada, Valiendo verga, me dije. Entonces reconstrui en mi mente lo que segiin yo, luego de ha- ber mirado el cagadero, habia sucedido: apenas la puta quit6 el seguro, empujaron la puerta dertibandola, Debieron de ser uno, quizé dos giieyes, me dije y pen- sé: le dieron varias bofetadas en la cara, la aventaron contra la cama, la encafionaron y, por la sangre en su entrepierna, seguro la violaron. Cuando terminaron, tal vez se comunicaron con otros hombres y entre to- dos hurgaron el cuarto, por so hallaron el ducto de ventilacién, la maleta negra con mis armas y mi dinero. “Dinos donde esta el duefio de la maleta’, le habra exigido a la puta alguno de ellos, sacando su navaja de costilla, “No te vamos a matar para que le cuentes a ese cabrén lo que va a vivir si lo agarramos”, le habran advertido. Al alejar mi ofdo de su boca vi que la mujer sangraba atin mas entre las piemas. Antes de volver a pensarlo, tomé una almohada, la apreté sobre su cara y disparé. CONFESION DE UNSICARIO Po Sali del hotel corriendo y ain peor de como habia llegado: se habian llevado mis armas y mi dinero, slo me quedé la bolsa y la ropa que acababa de comprar, la pistola que cargaba conmigo y cl dinero que traia en los bolsillos. ¢Por qué no me habian esperado para matar- me? Como me tarde, quizai pensaron que me di cuen- rade que habjan caido y que habia huido de nuevo. Seguro me estaban buscando aqui en el puerto y en las salidas ala carretera. Otra vez era de noche y la falta de suefio comenzé a hacer estragos en mi; estaba mareado y me dolfa la cabeza, Volvi a marcarle a Alacrén, quien me dijo que Jamentaba mi situacién y que hatia lo po- sible para que saliera bien librado: “Para eso estamos, sefior, pero necesitaremos dinero”. Un par de minutos después de que colgué con el agente, ocurtié lo que menos esperaba, Tiburén mar- 6 a mi celular. Al ver que era él, las manos empeza- ron a sudarme y respondi sin decir nada, Hubo un silencio. Es denigrante ver hasta dénde hemos caido des pués de todo lo que hicimos juntos —escuché que me decia—. Quiero que te abras a la verga de donde estés, sabes muy bien que los traidores por hierto mueren y a tino se te va‘a dar aviso, —Eso lo hubieras pensado antes de mandatme a tu gente. —Esciichame bien, hijo de tu puta madre —me in- terrumpié—: vas a valer verga y ¢s0 ya esté decidido, ‘vamos a encontrar y yo me encargaré de que te cargue la chingada. Faas sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 9 CONFESION DE UN SICAKIO. —Elefante necesita desquitarse eon alguien por tu cagadero, , pendejete de mierda —volvié a interrum- pirme—, ti noms vas a hablar cuando yo te diga que hables... —Me dices traidor y que me vas a mandar matat y toda esa bola de mamadas, pero aqui el traidor eres 1, pinche culero, yo daba la vida por ti, te consideraba mi familia... Tiburén no tardé en interrumpir nuevamente; —2Vas a chillar, pinche enano cagado? Métete 1 pute lloriqueo por el... —fue entonices cuando apagué el aparato, cuando apagué todos los aparatos. El corazén me latia ripido y la boca se me habia secado de nuevo. Toda la vida habia recibido érdenes y acatado los designios de quienes ahora estaban deci didos a matarme. Si caia en sus manos, mi muerte seria atin mas lenta y dolorosa que la de aquellos a quienes yo mismo ejecuté, Este es mi destino, pensé. Tiburdn tenia raz6ni el que @ hierro mata, a hierro termina. Tomé el par de celulares que habia apagado poco antes. En cuan- to encendi el primero, vibrd: era Alacrdn, que volvié aasegurar que me ayudarfa, El acuerdo que hicimos fue el siguiente: él y otros agentes me acompaiarian a cobrar la feria que yo deberia pagarle por su ayuda, A mi mu- cha gente me debja cuotas por vender a menor escala y quedamos que, ademés de datle parte de la feria, lo de- jarfa que aprehendiera a mis deudores. Aun asi, lo més importante de todo fue que le daria santo y seiia sobre el asesinato del licenciado de la Procuraduria General de CONFESION DEUN SICARIO a la Repablica, asesinato que habia temovido demasiado Jas cosas. Le pondria dedo, pues, a Tiburén. Antes de seguir, quiero hacer tina pausa para dejar cla- ras algunas cosas. Y és qué, en una organizacién, mas ain, en tun mundo en el que constantemente s¢ juege el poder, el dinero y la vida, el valor mas importante de todos es la lealtad, A qué se debe, aun asi, que él mundo del narco esté lleno de traiciones? A que todos andamos tras la feria, por lo tanto llega un punto en que hay riza que no se conforma con lo que le sueltas Es entonces cuando empieza a corret la sangre V el hilo de las lealtades se revienta. ‘Aquellos que nos hemos dedicado al nateotrifico cometemios este error al menos una vez en la vida: su- poner que a la placa le bastan los miles de délares que tuno entrega mensualmente para proteccién. Pero los placas siempre quieren mas. En nuestro pais las tiendas de narcomenudeo tienen cola, igual que las tortilletfas. En los bares de toda la Repiblica hay siempre un encargado que sabe quién es el que vende'la droga y detris de éste siempre hay un policia, un director de Seguridad Publica, un presiden- te municipal, Todo mundo sabe porque todo mundo, por medio de los intermediaios infinitos, se enriquece y consume el producto, Los funcionatios del gobierno, como muy pocos, son tnos atascadas. Y no’se confor- ‘man con el dinero, los muy hijos de puta piden que hasta se les mande su bolsita de perico. Los muy putos creen que se trata de una pifiata. cr es » http://larevistaproceso. blogspot.com 2 CONHESION DE UNSICARIO El dinero que se mueve ¢s mucho y toda la gente metida en esto quiere que se le deje trabajar en paz. No asi la policfa ni las autoridades. El gobierno siempre quiere la rebanada mas grande del pastel. En los desplicgues que hace la autoridad, es normal que narcos de otros grupos lleguen a luchar por nuevos tetritorios, obligando al que estaba antes que ellos @ defender su plaza, Pinches agentes federales: los placas no tienen llenadera. Primero se les da un aviso: se les rafaguea. La cosa es que aqui, en realidad, no hay ni segundo ni tercer aviso, Si con eso no entienden, pues a chingar a su madre. Asesiné a muchos funcionarios que no cumplieron_ con sus partes del trato, ¢Cémo es posible que un fun- cionario reciba, por ejemplo, cien mil pesos por sema- na, y al otro dia vaya y catee una casa de la organiza- ‘ciGn? Si ta agarras dinero tienes que tener los huevos para decir “érale”. Ahora bien, volviendo a donde estibamos, es decir, al momento en el que hablaba por teléfono con Alacran, luego de pactar cual seria nuestro acuerdo, éste me dio la direccién de un hotel de paso donde nadie podria hallarme, me asegur6. Confiado, me subi en un auto- bis de vuelta a la ciudad, Al llegar tomé un taxi que me dejé en el hotel. Abi pude dormir un par de horas, durante las cuales tuve un suefio. Estaba en un lugar montafioso con una ruca mayor que yo. Ella me tomaba de la mano y me conducfa, 0 conducia al nifio que yo era, por un bosque. En medio CONFESION DE UNSICARIO 6 de este bosque habia un lago enorme de agua transpa- rente donde la ruca y yo nos sumergfamos y luego nos abrazébamos. La ruca, aunque eta mayor, no sabia na- dar, raz6n por la cual se sostenia de mi violentamente, agitando los brazos, al mismo tiempo que se refa. En mi suefio era semana santa, Habja una casa de campa- jia a un lado del lago, en cuya orilla habfa una canoa. La ruca y yo, que de pronto estabamos desnudos, su- biamos a la canoa, remabamos hasta que se hacia noche y los peces se volvian de colores fosforescentes. En- tonces ella se hacia mas y mas vieja conforme la noche avanzaba, y yo me hacia mas y mas joven. Luego la ruca me abrazaba por la cintura y me juraba amor eterno mientras yo la besaba y la acaticiaba. Desesperado, le decia ala ruca que necesitaba hablar, que necesitaba volver a casa, aunque no sabja dénde era mi casa, Pero lla me decia que era semana santa y que eso era lo nico que importaba, Por alguna raz6n yo sabia que, si queria olvidar todo lo que hasta ese momento me habia llevado a odiarme a cada instante, lo que necesitaba era volver a entrar en el agua, Entonces me paraba sobre la canoa y me quedaba mirando el reflejo de la una derretirse sobre las montafias. Y justo en ese instante me desperté. ‘Todavia bastante adormilado me vesti y caminé has- tw el bafo, donde me miré en el espejo. Hacia mucho tiempo que no Jo hacia y me descubri avejentado. Mi- nutos después, cuando me asomé por la ventana, des- cubri que Alacrin y sus hombres se habian estacionado en doble fila y no habjan apagado los motores de sus eco. aa gh | http:/larevistaproceso. blogspot.com # CONFESION DE UNSICARIO camioneras. Sus metralletas apuitaban al techo de los autos. Detris de mf tocaron a la puerta. Lo primero que vi cuando abri fue un caiién, luego la cacha de una fusca impactindose en mi frente. Terminé en el pis micnttas todos me apuntaban con sus armas. Todos, excepto Alaeran, estaban encapuchados. La sangre me escurria por la cabeza cuando senti otro golpe, pero ccon tina éacha mas grande, como de cuetno, y dos, cua- tto, siete patadas en el estémago. Después me envol- vieton la cabeza con una funda negra que amatraron a mi cuello, Entonces sentf otro golpe en la cabeza y me esposaron, La funda estaba empapada de sangre. Recordé el suefio de la noche anterior: un enorme lago enfrente de mi, la luna derritiéndose sobre las monta- ias blancas del reflejo, ? Alacrén se me acercé. —Si seris pendejo, equé chingados pensaste que era? Tu amigo? Ya valiste verga —dijo otto de los agentes, quien me cogié por los hombros y me arrastré al exterior de Ja casa, Mis pies rebotaron en los escalones. Una ver afue- ra, me tiraton al concreto y alguien me dio otra patada. Volvieron a arrastrarme y me aventaron en la’ que st- puse era la cajuela de una de las camionetas que habia visto por la ventana, Hacia mucho calor y sentia que la cabeza me iba a estallar. Por supuesto, di por hecho que me matarfan, Minutos después escuché a Alacrin hablar por su radiolocalizador, que tenia prendido el altavor CONFESION DEUN SICARIO. 4 —Ya lo tenemos, sefior. —Pisamelo —dijo una voz que reconoci de inme- diato: era Tiburén, —No se lo puedo pasar —respondi¢ el agente, an- tes de pedirle en clave un dinero que habian acordado, segiin percibi. —Yo contigo no acordé nada, hijo de tu puta ma- dre —replicé el que fuera mi compadre—, Me marcas para venderme a un cabrén que ni siquiera te he pedi- do... pisamelo para saber que si lo tienes. —No —replice Alacrin—. Ayer lo cazamos en el puerto y lo dejamos ir només para que usted pudiera decidirse por la cantidad. No vamos a esperar més. La sangre y el sudor me escurrian por los cachetes. 2Cual sera el precio que tengo? Como no se pusieron de acuerdo, las camionetas se echaron a andat y estu- vieron dando vueltas durante media hora, luego se apa- garon los motores y ninguno de los agentes hizo ruido. Cuando me sacaron no tenia fuerza en los brazos ni en Jas piernas. Me arrastraron por.un pasillo muy estrecho, subimos por unas escaleras que parecian metilicas, conté cinco pisos, Finalmente me cargaron entre varias manos mientras hablaban sobre lo que iban a hacerme en las préximas horas, que si iban.a violarme igual que a la puta del hotel, que si el cartel no pagaba para que me mataran, ellos de todos mo- ddos lo harfan, Reconoci algunas de las voces: agentes a quienes les habia dado dinero para que me prote- gieran, Antes, todos se dirigian a mi habléndome de usted. Me decian sefior o licenciado. Antes, ninguno pecoese er ah » http://larevistaproceso. blogspot.com 4% CONFESION DE UNSICARIO de ellos me tuteaba, ahora todos me decian puto, rata, hijo de tu’ chingada tnadre. “gSabes qué es lo que le pasa a los traidores? Se los carga la chingada”, of decir a uno. Justo en ese momento me tiraron en el piso y senti mi cabeza estrellarse en el concreto. Cortaron mi ca- tmisa, luego los pantalones y la funda. De pronto me vi amarrado a una silla con cinta adhesiva industrial. En el cuarto ni siquiera estaba Alacrén, s6lo habia cuatro agentes encapuchados ‘con las manos enfundadas en ‘guantes de létex. Uno de ellos me golped dos veces en la cara y senti que la nariz.se me rompfa, “Tengo més dinero del que hallaron en mi maleta. Les puedo dar mas de lo que les van a pagar.” ‘Aparentemente nada de lo que dijera importaba. ‘Uno de'los policias sacé una navaja de costilla y la co- locé sobre la mesa delante de mi. Aun lado de la nava- ja pusieron tres radiolocalizadores, dos celulares y dos cuernos de chivo. Mi pistola, Ia tinica que habia guar. dado entre mi ropa, la empufiaba uno de los agentes. Lo Giltimo que recuerdo fue que observé mi arma acer- cindose velozmente hacia mi rostro. La sangre se me metia en los ojos cuando me los taparon y me Ilenaron la boca con un trapo. w Mi ingreso en el mundo del narco Ingresé al cartel, como ya mencioné en el capitulo an- terior, mientras jalaba como madrina en la Policia Ju- dicial del Estado. Poco después de un decomiso en el ue participé, recibi la invitacién de Tiburén. Pero en Ia vida de las personas siempre hay un antes, sobre eso quiero hablar ahora, Como tambien ya dije, aunque de modo superficial, mientras estuve recluido en el Albergue Tutelar de Me- nores Infractores conocé a una persona que habia sido apresado por asesinato, como yo. Este cabrdn, a quien yo le decia Ganso por su nariz prominente, se dedicaba a asaltar camiones de carga, y era hijo de un importante ‘comandante de la Policia Judicial que estaba en la né- mina de Tibur6n. Desde el principio el Ganso y yo nos hicimos com- pas pues éramos los nuevos en la correccional, un lugar donde conviene hacer equipo pronto para poder de- fenderte de las putizas. Lo conoci, pues, el primer dia, después de que el grupo de los infractores antiguos me diera una putiza en el comedor. A la hora de la comida me cogieron de los brazos y de las piernas, me estiraron a Faas sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 8 CCONFESION DE UNSSICARIO en el aire y entre todos me golpearon en la espalda, el culo, el pecho, los huevos y la panza, hasta dejarme bien madreado, Cuando me estaba levantando el Ganso Ja mano: “A mi también me novatearon, pero los pinches putos no nos van a aga- rrar de sus puerquitos si somos dos” ‘A los seis meses las cosas habian cambiado y éra- ‘mos nosotros quienes haciamos las novatadas. Ganso y yo salimos mas o menos por las mismas fechas, Desde que estabamos adentro me prometi6 que me conseguirfa jale con el comandante, y una vez afue- rano tardé en cumplir su promesa, La misma noche en {que salimos me lo presenté: —@Sabes qué es una madrina? ‘Mi primera respuesta fue el silencio. - —éQuieres 0 no quieres trabajo, cabron? —Simén, si quiero. ‘Horas después el comandante me llevé a beber con Ganso y varios policias al lugar donde escuchatia acer- ca de Tiburén por primera vez. Yo habia oido hablar del cartel pues tanto los vecinos de mi barrio como los robacarros y hasta los internos del tutelar mencionaban a Elefante y su organizacién, Pero de pronto fueron los judiciales quienes empezaron a platicar sobre su poder y su crecimiento; que si el cértel ha comprado jueces y funcionarios, que si ha reclutado un montén de sica- ios mas, que si esta creciendo de manera incontrola- ble. Sélo dos de los presentes habian visto en persona a Elefante pero todos conocian las anécdotas sobre las ejecuciones que ordenaba cuando era traicionado y CONFESION DE UN SICARIO 4” las fueron contando una a una. Estaba amaneciendo cuando el alcohol se terminé y alguien mand6 a traer un perico, Yo me marché del lugar discretamente. A finales de los afios ochenta, Elefante ya contaba con una red de trasiego de cocaina y estaba aliado con muchos de los jefes de otras organizaciones. Su poder creefa de tal manera que, entrados los afios noventa, el gobierno mexicano se vio obligado a iniciar una duri- sima persecucién contra él, persecucién que lo llevo a cultarse en un rancho en las afueras de su ciudad, jun- to con un grupo compacto de gatlleros y algunos de sus familiares, al tiempo que las autoridades aseguraban estar cerca de encontrarlo y aprehenderlo, Le habian cateado un par de casas de seguridad, y en un restau- rante de mariscos habian arrestado a uno de sus lugar- tenientes mientras éste insultaba, ebrio y pasoneado, a Jos miembros de una banda de miisica grupera, La persecucién provocé un reordenamiento en la jerarquia de la organizacién criminal de Elefante, Ti- burén formaba parte del cartel desde el principio, pero fue en aquel momento cuando ascendié dentro de la estructura de manera més que acelerada, Elefante no tenia hijos varones y mi compadre se habia casado con Ja hija mayor de éste. Elefante advirtis que Tiburén era tun eabrén muy trucha, tanto que le habia cedido no solo a tna de sus hijas, sino también parte del negocio que habia construido. Todo a pesar de sus excentrici- dades, como la de tener un animal depredador en la piscina de su casa. ates aa sgh | http:/larevistaproceso. blogspot.com 50 CONPESION DEUNSICARIO. Para contrartestar los cateos y decomisos que por entonces el gobierno estaba propinando al cartel, Ti- burén creé pequefios ejércitos de sicarios, matones que eran entrenados por mercenarios que habjan per- tenecido, segiin decian, al ¢jército estadounidense. Asi nacié el brazo armado de Elefante, dirigido por Tiburén, que le permitié a la organizacion ejercer una fuerte presién sobre el gobierno calentando la plaza, como se dice coménmente cuando se hacen més fre- cuentes las balacerus. Durante la misma época, Tibu- rén convencié a Elefante de invertir atin mas dinero en sobornos: la némina del cirtel abarcarfa a funcionarios y policias. Esta doble situacién, como era de esperarse, reestructuré la organizacién de Elefante: a cambio de proteccién, entregd a muchos de los miembros de me- nor jerarquia de la organizacién, asi como toneladas de droga echada a petder, con la cual los policias fingieron varios decomisos. ‘Mientras todo esto sucedfa, Elefante cargaba ener- sias y hacia ejercicio en su rancho, combatiendo la obe- sidad que tantos problemas de salud le habia traido Parece que la dinica culpa que siempre sintio, sin importar las ejecuciones de familias que ordend, fue le de comer en exceso, Durante el tiempo que permane- ci6 en su rancho, Elefante recupers el equilibrio fisico y emocional que habia perdido, Para cuando volvi6 a activar su liderazgo en el cértel, con Tiburén como su bbrazo derecho, ya estaba renovado. Es importante sefialar que hasta antes de la ascen- sién de mi compadre, Elefante reinaba desde la som- CONFESION DE UN SICARIO. 3 bray pues lus autoridades no contaban con los datos exactos de su identidad ni con los de su lugar en el mundo del narcotrifico, Sin embargo, la renovacién del edtel,y la suya propia, lo puso en boca de todos y volvié visible su influencia en varios estados de la Re- piiblica, asi como sus alianzas con otros capos. No obs- tante, poco antes de llegar a la cima, la misma persona que lo habia ayudado a acrecentar su poder provocaria su caida: la avaricia de Tiburén llev6 a Elefante a ene- mistarse con otros capos y a perder la complicidad del gobierno que con tantos esfuerzos habia ido urdiendo, sobre todo tras la alternanecia del afto 2000, Pero sobre esto hablaremos mas adelante, Por lo pronto volvamos a donde estabbamos: mi in- reso en el mundo del que ahora hablo, Tras la cclebra- cidn de nuesta salida del tutelar, al dia siguiente de la borrachera busqué al comandante, No habia dormido. Supongo que él.tampoco, después de las puntas que se habia metido durante la peda. Lo encontré en la co- mandancia. Me dio cuatro mil pesos y me llev6 aun hotel de paso de la zona centro de la ciudad, donde me recogié horas mas tarde para regresar a la comandancia y presentarme a la célula que él denominaba Politica Criminal y Combate a la Delincueneia Organizada, El ‘grupo en cuestién estaba integrado por diez. elementos que trabajaban despejando rutas para el narcotrafico. En realidad, todos eran madrinas que tenian contacto directo con Tiburon, quien les pagaba generosas can- tidades de dinero. La primera ver.que vi a Tiburén fue un dia que el Fo ah » http://larevistaproceso. blogspot.com

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