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Cortesía Ing. MSc.

Luis Fernando Restrepo G

La Bonanza minera y petrolera


Colombiana ¿Bonanza o Tsunami?

Tomado de la Revista DINERO 08/06/2010

Autor: ANDRÉS FELIPE ARIAS

La bonanza minera y petrolera debe capitalizarse como una gran


oportunidad para aumentar el bienestar de las generaciones
presentes y futuras de colombianos. Ello, por supuesto, exige
mucha disciplina durante la fiesta.

Todos hablan de la gran bonanza minera que se avecina. Es como si


el país estuviera esperando un tsunami de dólares que va a acabar
con la economía. Tanto así, que el término enfermedad holandesa
se volvió a poner de moda. Parecería que hay terror. Vale la pena
aterrizar la discusión.

Sí existe un riesgo. De materializarse una avalancha de recursos


externos atribuibles a una bonanza de recursos naturales no
renovables (petróleo, carbón, oro, etc.) -y de no implementarse una
política para administrar dicha avalancha- la economía
experimentará una apreciación del tipo de cambio real. No solo
caerá el precio del dólar. También puede haber un proceso
inflacionario o burbuja especulativa en sectores no transables de la
economía (propiedad raíz, construcción, mano de obra, servicios
públicos, etc.).
Cortesía Ing. MSc. Luis Fernando Restrepo G

Si la apreciación real es muy fuerte y rápida, de tal manera que no


alcance a ser compensada por incrementos en productividad,
muchas empresas industriales o agrícolas terminarían cerrando.
Como resultado, por un lado, aumentaría la tasa de desempleo y,
por otro, la base industrial y agrícola quedaría reducida ante el
boom minero y de sectores no transables.

Antes de empezar a correr con espanto es necesario medir el


tamaño del monstruo. El Ministerio de Minas estima que, entre 2010
y 2015, el volumen de inversión en petróleo y minería alcanzará los
US$47.000 millones. Esto corresponde a exploración y desarrollo de
hidrocarburos; expansión y modernización de refinerías; a inversión
en gasoductos y oleoductos; a exploración y explotación de
proyectos mineros no petroleros; y, por último, a expansión de la
producción de etanol y biodiesel.

A esto habría que sumarle los mayores flujos de exportaciones


atribuibles a la expansión en inversión. Del documento de regla
fiscal del Gobierno se puede estimar ese mayor flujo exportador en
US$67.000 millones entre 2010 y 2015.

Supóngase que solo el 50% de la nueva inversión en minería


provendrá del exterior. Así las cosas, solo entre 2010 y 2015 la
bonanza podría generar un influjo de US$90.000 millones
adicionales a la economía. Si más del 50% de la nueva inversión se
financia en el exterior, el monto será aún mayor. Mejor dicho, la
bonanza es grande. Por lo menos tan grande como una tercera
parte del PIB, 3,4 veces las reservas internacionales actuales y 18
veces el déficit en cuenta corriente del país en 2009. Con un
monstruo tan grande los temores no son infundados. La fiesta
puede terminar en guayabo mortal y con varios hospitalizados.

Pero algún día tenemos que aprender a comportarnos en la fiesta y


salir contentos en vez de salir inconscientes y camino a la clínica. La
bonanza no tiene que ser un tsunami o una borrachera. La bonanza
puede y debe ser riqueza y prosperidad para Colombia. En efecto, la
bonanza debe capitalizarse como una gran oportunidad para
aumentar el bienestar de las generaciones presentes y futuras de
colombianos. Ello, por supuesto, exige mucha disciplina durante la
fiesta.
Cortesía Ing. MSc. Luis Fernando Restrepo G

En primer lugar, se requiere una regla fiscal que obligue a ahorrar


una parte de la bonanza. Esto por equidad con las próximas
generaciones de colombianos y porque la disciplina fiscal ayuda a
tonificar el tipo de cambio.

En segundo lugar, se hace necesario un fondo de estabilización en


el exterior, que deberá ser nutrido con parte del ahorro derivado de
la regla fiscal. El Gobierno deberá comprar dólares con parte de los
mayores ingresos fiscales de la bonanza para nutrir el fondo. Ello
también tonificará la tasa de cambio.

En tercer lugar, la política monetaria debe cooperarle al Gobierno:


mayor intervención cambiaria por parte del Banco de la República
en determinadas coyunturas y ¡por amor a Dios! no aumentar la
tasa de interés por temor al crecimiento derivado de la misma
bonanza.

Por último, se debe utilizar parte de los recursos de la bonanza para


apoyar la agricultura y la industria en su transformación productiva
y en sus esfuerzos de preservación de empleo.

Si hay juicio y disciplina durante la fiesta, esta va a durar y no habrá


heridos. La bonanza puede y debe ser una fuente de mayores
recursos, más empleo y más inversión social y productiva para los
colombianos.

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