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Se me permitir que antes de referir el gran suceso de que fui testigo diga algunas palabras

sobre mi infancia, explicando por qu extraa manera m e llevaron los azares de la vida a
presenciar la terrible catstrofe de nuestra marina. A l hablar de mi nacim iento, no imitar a la
m ayor parte de los que cuentan hechos de su propia vida, quienes empiezan nom brando su
parentela, las ms veces noble, siempre hidalga por lo menos, si no se dicen descendientes del
mismo emperador de T rapisonda.1 Y o , en esta parte, no puedo adornar m i libro con sonoros
apellidos; y, fuera de m i madre, a quien conoc por poco tiempo, no tengo noticia de ninguno
de mis ascendientes, si no es de Adn, cuyo parentesco me parece indiscutible.2 D o y
principio, pues, a mi historia com o Pablos, el buscn de Segovia: afortunadamente Dios ha
querido que en esto slo nos parezcamos.3 Y o nac en C diz, y en el famoso barrio de La Via
que no es hoy, ni menos era entonces, academia de buenas costum bres.4 La memoria no me
da luz alguna sobre m i persona y mis acciones en la niez, sino desde la edad de seis aos; y si
recuerdo esta fecha es porque la asocio a un suceso naval de que o hablar entonces: el
combate del cabo de San V icente, acaecido en 1 7 9 7 .5

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