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Reflexiones sobre la expansién de sistemas y las relaciones de poder* Roberto Varela** Quiz4 a todos los participantes en es te evento se nos presenta —se nos ha presentado o se nos presentaraé— una pregunta inicial que fundamenta Ia po- sibilidad misma de un encuentro “con les autores’: ges posible la reflexién erftica sobre uno mismo? Creo que to- dos implicitamente estamos apostando por tal posibilidad y algunos explicita- mente lo declaran 0 lo declararfan: en- tre estos me coloco yo pues, como espf- ritu que soy, me tengo a inf mismo como objeto, soy autoconciencia. La dificultad del espfritu para tomar con- ciencia de sf mismo y de sus obras no invalida su posibilidad. Prevenidos de esta inquictud, paso a exponer mi reflexién critica sobre Expansion de sistemas y relaciones de poder. Me voy acefiir, para comodidad del re- lator —no por mi propio gusto—, a dar F Robeno Varela, Expensién de sisimas y rlaciones de poder, UAM Intapalapa, México, 1984. ** Investigador de le UAM Tztapalapa, respuesta a las siete preguntas que se nos hicicron llegar a los ponentes con casi cinco meses de anticipacién. 1. Con qué elementos te6ricos construt mi objeto de estudio? Dado que el cardcter general de la pregunta se presta a Ja generaci6n de respuestas no unfvocas, a mf me suscit6 la siguicnte reflexion. Expansién de sistemas trat6 de cons- truir su objeto de estudio a partir de un solo sistema terico, no de varios. Di- rfa, pues, que no hay propiamente ele- mentos teéricos si éstos se entienden qua elementos. Argumentarfa que sélo hay construccién teérica cuando hay sistema: bien o mal realizado, hacia ese objetivo se dirigié explfcitamente el Ji- bro. Creo que si algdn mérito tiene Ex- pansién de sistemas, es el del rigor, sin complacencias eruditas 0 coqueteos te- ‘Nueva Autropologfa, Vol. XIII, No. 43, México 1992 40 ROBERTO VARELA méticos, para desarrollar con un sélo marco te6rico un s6lo tema, Ahora bien, esta posicién aparente- mente contradice lo escrito (p. 17) en el libro: La investigacién se sitéa, por una parte, en la corriente teérica de la es- cuela neoevolucionista (White, Ste- ward) y, por la otra, en la procesua- lista (Gluckman, Turner, Swartz). Intentamos mostrar que ambas es cuelas no s6lo no son incompatibles entre sf, sino complementarias. Tra- tamos de esclarecer esta complemen- tariedad con el tratamiento conjun- to del anélisis macrosociolégico y del actor oriented approach (¢f. Long, 1977). La contradiccién es ms aparente que real, pues el intento del trabajo fue buscar justamente la complementariedad: creo haber subsumido dentro de la es- cuela neoevolucionista lo que tenfa de positivo la pracesualista. Es mas, la es- cuela procesualista aparece aquf por razones de mi propia evolucién inte- lectual, no por la necesidad de la cons- truccién teérica: es decir, podrfa haber partido directamente de la escuela neo- evolucionista. Partf de facto de la escue- la procesualista, pero las limitaciones teéricas que encontré me Ilevaron a la neoevolucionista: si se quiere, las huellas de Ia historia estén presentes. Yo mismo me lo expliqué (p. 35) en es- tos términos: Aun dentro de sus limitaciones, tan- to la escuela procesualista como la teorfa del intercambio social, fueron un instrumental valioso que nos sir- vi6 para la recoleccién de datos du- rante ¢] trabajo de campo y para ha- cer una primera sistematizacion et- nogrfica (...) Pensamos que el éxito que obtuvimes se debié a que confu- sa ¢ implfcitamente nos conducfa a realizar un anélisis de las ba- ses concretas del poder social: poste- riormente encontramos la formula- cién te6rica rigurosa que faltaba en Adams. 2. gCémo desarrollé el método seguide? Si el objeto de estudio fue desarro- llar un an4lisis preciso de las secuencias evolutivas especfficas que me permitie- ra caracterizar en particular a cada una de ias nueve comunidades estudiadas y al conjunto de ellas en relaci6n con otros conjuntos —se trataba de un ob- jeto de estudio construido teéricamen- te, no de una realidad extramental—, entonces el método a seguir endria que ser el expuesto (pp. 90-91) explicita- mente en el libro: primero, el ntimero y tipo de unidades operantes que con- formaban las comunidades en su pro- ceso evolutivo; segundo, el sistema energético en que se basaban dichas unidades 0, en otros términos, los re- cursos que controlaban las unidades operantes; tercero, los dominios que formaban esas unidades y los niveles de integracién de las diferentes unidades 0, dicho de otra forma, cémo se rela- cionaban las unidades operantes por medio de dominios y niveles de inte- graci6n. Este método fue el que seguf ma- chaconamente durante todo el libro. Basta ver ef indice del capitulado: he- cha una previa identificaci6n del domi- REFLEXIONES SOBRE LA EXPANSION DE... 41 nio superior —problemética sobre el sistema polftico mexicano— y un acer- camiento preliminar demogrdfico a las comunidades —componente energéti- co primario—, se sigue el mismo es- quema para el andllisis de cada una de ellas: a) caracterizacién global; b) uni- dades operantes y recursos que contro- lan; ¢) dominios y niveles; d) evolucién de la estructura de poder. 3. gon base en qué consideraciones opté por estos elementos y no por otros? Esta pregunta es endemoniadamen- te diffcil de contestar. Pido su perdén y benevolencia si, por mds esfuerzos que haga por contestar con absoluta fran- queza —honestidad intelectual— y sin restricciones mentales de ninguna es- pecie, no satisfago a nadie, ni a mf mis- mo. Dirfa primero, que mi ignorancia fue el ingrediente mds contundente de la opci6n tomada, que al mismo tiempo descarté otras. Ni entonces ni ahora he pretendido conocer todas las posibili- dades teéricas: sélo algunas conozco suficientemente; otras las conozco su- perficialmente; quizd las més, ni si- quiera sé de su existencia. EI siguiente paso serfa preguntar- me por qué conozco las que conozco. La respuesta es sencilla: son las que estudié en mis afios de estudiante novel de la antropologfa, con excepcién, pa radéjicamente, del modelo neoevolu- cionista que a fin de cuentas fue el que adopté, Ahora bien, me queda claro en la conciencia que la formacién que re- cibf, una vez olvidado todo lo que NA. 43 aprendf, expresa la inquietud intelec- tual por una antropologfa social en biisqueda de lo comiin en la diferencia; cl no reposar de la inteligencia al en- contrar principios de aplicacién parti- cular a sociedades y culturas particula- res, sino buscar principios generales aplicables a cualquier tipo de sociedad o cultura. Lo anterior me llev6 a asu- mir ciertas posiciones teéricas y a dese- char otras: mi encuentro favorable con. el neoevolucionismo se debié a la afini- dad de preocupaciones intelectuales se- mejantes. En suma, acepté paradigmas teéricos generados desde la antropo- logfa. 4. gCémo se insertaron estas opciones en determinados contextos de discusién cientifi- 6a, institucional y social, mds amplios? La discusién académica e institu- cional en las ciencias sociales del pafs —no prejuzgo si era cientifica 0 no— de los afios setenta era en torno al mar- xismo. Algunos de sus exponentes pro- clamaban, sin que a mi modo de ver probaran, que el ‘inico método cientifi- co en ciencias sociales era el marxista: los dem4s no eran cientfficos. Nunca me satisfacieron los resultados concre- tos en su andlisis de lo politico. Por otra parte, descalificaban cualquier plantea- miento tedrico que no fuera marxista considerdndolo ‘funcionalista"’, por mds alejado que de éstc estuviera, obje- tiva y subjetivamente. El universo cla- sificatorio de las teorfas antropolégicas, o més ampliamente de las teorfas socia- les, se redujo a una burda dicotomia, facil y perezosa, de‘marxistas” y“‘fun- 42 ROBERTO VARELA cionalistas” con un excluyente non da- tur tertium. En este contexto escribf el libro: el reto era mostrar que sf habfa un fertum guid qaudens te6rico legitimo cieniffica- mente entre el funcionalismo y el mar- xismo. Si se revisa el libro con cuidado, se advertiré que aun la misma palabra “funcién”’ aparece en una o dos oca- siones y s6lo en el sentido de ‘*X es funcién de’’ y no de “‘X tiene la fun- ci6n de’’. Es més, la palabra “‘estruc- tura”’ es también a su modo la gran au- sente: no aparece en el tftulo del libro (preferf, siguiendo el consejo de Angel Palerm, utilizar‘‘relaciones de poder’* en vez de‘‘estructuras de poder”). Esa palabra aparece en el cuerpo dei libro pero en un sentido muy preciso y dife- rente al de los estructuralistas briténi- cos. En efecto, la definf en el interjuego de tres conceptos: unidades operantes, dominios y niveles.! El marxismo tampoco aparece, co- mo fécilmente lo advierten olo adverti- r4n mis amigos marxistas. Es m4s, no polemizo abiertamente con él. El am- biente intelectual estaba tan densamen- te ideoiogizado que en algunos campos fo finico que se podfa percibir era lo que habfa: ideologizacién de posiciones sin posiciones. ¢Por qué no adopté el marxismo? Mi formacién como antro- pélogo no se dio en cl vacto, sino cn un espacio ya ocupado afios antes por la fi- losoffa. En esos afios aprendf que desde una posicién filoséfica materialista no se podfa construir ciencia, pues los pre- T "Dos conceptos anallticos que tomador conjunta- mente proporcionan el marco principal para anslizar Ina extructuraie de poder que forman las unidades ope antes: dominio y niveles” (p. 41). supuestos de ésta son metafisicos y no vienen con el dato sensible, ‘‘mate- rial’; asf pasa con el concepto mismo de ‘‘causalidad”” que no es un dato de Ja experiencia sino que el espfritu lo construye. Una posici6n epistemol6gi- ca que no viera al espfritu humano como esencialmente activo y solo exter- namente excitado por los datos sensi- bles estaba condenada a no explicar cientfficamente nada: era otra version de! positivismo. 5. 2Cudl geneatogia tedrica 0 cisntifica general asumt explicilamente y qué quedb —en su caso— implicita? Asumf explfcitamente la teorfa energética de Adams sobre el poder so- cial, la cual nos remite directamente a Leslie White, a Lotka, al evolucioni mo, la termodindmica y a principios de la fisica sobre sistemas abiertos aleja- dos del cquilibrio termodindmico. 6. ¢Cémo modified el resultado de la in« vestigacién la visién que originalmente tenia del problema? Quizé convenga recordar, aunque sea brevemente, cémo se desarrollé la investigacién para no dar una respues- ta simplonamente triunfalista. Partf, en continuacién con el trabajo sobre Tlayacapan,? de la escuela procesualis- F Roberto Varela, Prresrar politiques 4 Tlayecopan, ris: Institut d’Ethnologie, Archi- 1 431 78, 1973. (Versién en exper fol: Process politicos m Tiepecopen, Morror, UaM Tata. palape, México 1984.) REFLEXIONES SOBRE LA EXPANSION DE... 43 ta y la teorfa del intercambio social de Blau. Los resultados de la investigacién en marcha —1973 a 1976— desborda- ron los planteamientos teéricos inicia- Jes: con los instrumentas teéricos utili- zados no me explicaba el por qué, el c6mo y la direccién del cambio socio- cultural, Jugando al optimista fue un exitoso fracaso. Aunque desde mediados de 1973 habfa entablado con Richard Adams una relacién amistosa y profesional profunda, habfa comenzado a leer su obra y lo habfa escogido como tutor en el programa de doctorado, no fue sino hasta 1976 que decidf tomar su marco te6rico para el andlisis de mi investiga- cién. La tiltima etapa del trabajo de campo ya la hice bajo su éptica del po- der social. Por ello podria contestar ¢s- ta pregunta diciendo que no modifiqué el problema inicial cuando seguf cl punto de vista de Adams, pues el cam- bio ya se habfa dado y en forma dra- mitica. 7. ¢Cémo evaliio hoy, a la luz de poste- riores comentarios y criticas , en su caso, de NAL 43 trabajos propios iiltimas, la aproximacién de entonces al fenémeno estudiado? Desafortunadamente s6lo conozco dos comentarios escritos, fuera de citas breves, hechos por parte de Claudio Lomnitz sobre Expansitn de sistemas: sus observaciones son muy favorables y no me darfan pie para hacer ajustes mayo- res. Tampoco ha recibido comentarios nogativos por parte de alumnos de la UAM © de Ja ENAH: quiz4 sean estu- diantes cautivos. Los trabajos o reflexiones que re- cientemente he estado realizando se han encaminado a ver Ja otra cara de la moneda: fenémenos de desconcentracién del poder en la cispi- de del dominio politico. He estado examinando dos series de procesos —Ia venta de empresas pa- raestatales del gobierno federal y los procesos clectorales a partir de 1988— a la luz de la teorfa energética de Adains. He encontrado plenamente s2- tisfactorio su planteamiento y no veo la necesidad de modificarlo o de acudir a otra fuente de inspiracién.

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