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oe coLncGéN mnsavos unaves | JOSE, FERRATER MORA CUATRO VISIONES DE LA : HISTORIA UNIVERSAL PRIMERA EDICION Publicada en 1945 SEGUNDA EDICION pom srareca = ua acutAd ; DE FOS Y LEAS TERCERA EDICION cua Publcada on noviembre de 1958 CCUARTA EDICION ; Phelicga seavtetpe'de 1963 EDITORIAL SUDAMERICANA QUINTA EDICION Publicada en julio de 1967 BUENOS AIRES IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depésito que previe- ne la ley 11.723. © 1967, Editorial Sudamericana Sociedad Andnima, ca- He Humberto I? 545, Buenos Aires. NOTA A LA SEGUNDA EDICION Le primera edicion de este libro aparecié en ‘1245. Durante varios atos ba estado agotada. Al ‘peblicarse luego una segunda edicién, be creido con- geniente no solo revisar cuidadoiamente los cuatro ‘espitulos de que se componia, sino también cam- ‘Bex por completo la introduccién que los precedia. Tres resultados he persegsido con ello. El primer’, decanter jones que me parecen abora menos plessibles, El segundo, introducir ideas que sospe- ‘cho més justas, El tercero, ofrecer en forma més clara pensamientos que sigo creyendo ciertos. El sesevo texto es algo més breve que el antiguo; sino ‘ex otras virtudes, espero haber ganado cuando me- ‘eo: en la de la concisién. LEM UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES I Ia eleccién de San Agustin, Vico, Voltaire y Hegel para presentar cuatro visiones de la historia. universal plantea varios problemas. Dos de ellos son previos. Ante todo, gpor qué justamente cus- tro entre tantos fildsofos para quienes la historia universal fué con frecuencia el més fundatnental, ya veces el tinico, de sus problemas? Luego, :por qué emplear el vocablo “visién” en vez de conten- tatse con el mas tradicional y menos discutible de Filosofia”? La respuesta a la primera pregunta es, por lo pronto, atbitratia. De hecho, pueden darse varias respuestas: los nombres en cuestién han sido ele- gidos porque son desde todos los puntos de vista, “importantes”; 0 porque son particularmente co- nocidos —o amados— por el autor; 0 porque sus concepciones son bien perfiladas y no se prestan ficilmente a equtvocos. En este sentido, el lector que reclama otros nombres tendrla en. su haber razones poderosas; mis que nadie reconoce el au- 32, CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL tor de estas lineas que bubiera podido perfecta- mente ampliar el ntimero de visiones presentadas, Ahora bien, si las respuestas son atbitrarias, no lo son totalmente. Hay motivos nada desdefiables Para suponer que una buena parte de las otras fllosofias de la historia universal existentes pueden encajar, sin grandes violencias, dentro de alguna de las cuatro visiones presentadas. Asi, Ia filoso- fla de Ia historia de Marx encaja —una vez prace ticada la célebre inversién por él propugnada— dentro del cuadro de Ia visién de Hegel; Ia filoso- fia de la historia de Spengler encaja —con todas las variantes que se quieran— dentro del cuadro de la visién de Vico. Por otto lado, es dificil en Contrat otras visiones que sean, como las nuestras, tan “comprensivas”. Considerar la historia univer. sal como cristiano, 0 como “renacentista”, 0 como racionalista, 0 como “absolutista”, no son cuatro modos cualesquiera de afrontat el problema. Por lo tanto, aunque las razones primarias de la selec- cién tengan al comienzo un aire de mera preferen- cia personal, terminan por responder bastante fiel- mente a las exigencias de la realidad, La segunda respuesta parece menos vidriosa; es, sin embargo, més embarazosa. Saber por qué se habla. principalmente de viriéw més bien que de LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES 13 Filosofia es cosa que sélo se alcanza una vez se han desplegado las visiones de que se trata. (Debere- ‘0s, pues, terminar aqui la introducci6n y comen- zar inmediatamente libro? Con gusto lo haria- mas si no fuese que el cuadro de toda visién de Ji historia universal tiene un marco, y que éte tiene que ser intelectualmente perfilado. Dos mo- tivos lo componen: Jel_primero_¢s_cl_de Ja razén de set de Ia historia; el segundo, el de Ja finali- dad de la historia. Los examinaremos un poco a Ia carrera, pero esperamos que, al final, resulte claro lo que consttuye, después de todo, el propé- sito capital de estas {fneas preliminares: el mos- trar que hay una unidad iiltima en nuestras cuatro visiones de Ja historia universal. 0 Ante todo, el problema de la raz6n de ser de Ja historia. Nos han repetido tantas veces que el hombre es fundamentalmente una realidad hist6rica, que nos cuesta ya esfuerzo imaginar que la existencia hu- mana haya podido ser concebida de muy otras maneras. Y, sin efbargo, este ha sido con harta frecuencia el caso. En una buena parte de las fi- ~ 14 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL losofias helénicas y helenistico-romanas podemos verlo claramente. Sobre todo en dos de ellas: el platonismo —en un sentido muy amplio de este término— y el estoicismo. Por grandes que fue tan las diferencias entre ellas, tenfan algo de co- méin‘(Era el considerar que por debajo —o por encima— del hombre hay una realidad mis fun- damental cuya mis notoria caracteristica puede describirse de este modo: lo que no muere. To memos, en efecto, el platonismo, Su constante pteocupacién consiste en descubrir ciertas formas de ser permanentes, que persisten tras todo cam- bio, y aun tras toda singularidad: las esencias. No se trataba siempre de negar el cambio y, con él, esta nuestra vida perecedera y contingente. Por el contratio, el platonistno se esforz6 por explicarlos Ahora bien, tan pronto como esta filosofia llev6 su intuicién de la realidad a sus dltimas conse- cuencias, acabé por negar lo que, en principio, deberia haber sido justificado 0, segiin Ia conocida expresi6n, “salvado”, La naturaleza y Ia historia se hallaron en este caso. Consideradas en un co- mienzo como menesterosas de justificacién, ter minaron por ser objetos de aniquilacién. Por en- cima de ellas, a una distancia infinita, se erigié un Principio que queria ser una Vida, pero no LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES 15 pasaba de ser una Idea. “Lo que no muere” eta, pees, tal, porque ya estaba previamente muerto. Ei rechazo de la realidad histérica —y de Ia rea- dad natural— en aras de Ia Idea no conseguia, pecs, vivificar a ésta, Después de haber declara- 6, cuando menos implicitamente, que el hom- bre no era una realidad natural ni una realidad Bistéria, el platonismo tetminaba por n0 poder alojarlo dentro de ninguna realidad: “Lo que no muere” ere perseguido también pot 1k otra filosofia mencionada: el estoicismo, Ahora bien, frente al sumo Principio platénico —o néo- platénico—, situado mis alli del ser, de Ia esen« cia, y aun a veces de Ia bondad, (el estoicismo subrayaba una realidad que no s6lo sobrepasaba 2 las cosas fugaces, sino que era, a su entender, Ja nica existencia auténtica: la naturaleza viva, que renace continuamente.) Parece que los esco- los del platonismo habfan’ sido evitados. Mas en lo que toca a la historia permanecian igualmente firmes. Pues la actitud era en este respecto sen- siblemente idéntica a Ja platénica: una y otra, en efecto, reducian lo hist6rico a lo no hist6rico, lo miltiple a lo uno, lo que se despliega en el tiempo a lo que intenta recogerse en él, Desde este punto de vista, es indiferente que /a realidad 16 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL fuese lo inteligible 0 lo corpéreo, la potencia 0 la presencia, la Idea o la Naturalezal” Caracteristice de una y otra tendencia es la eliminacién de toda visién de la historia y la tendencia a subsumir ésta fen una pretendida mas completa visién del mun- do. Con esto na pretendemos que ni los griegos ni Ios romanos hubieran poseido jamis sentido de’ la historia; algunos de ellos lo tuvieron en pro- porcién altisima, Mas este sentido de Ja historia ‘no fué nuncajni universal ni‘ filos6fico: 0 se con- ceotraba en un pueblo o se limitaba a una expe- riencia. Para que se convirtiera en realidad fun- damental y.en problema era necesatio un acon- tecimiento que no solamente revolviera los tiem- pos, sino también las almas: fué el cristianism Para los filésofos no cristianos, aun para quie- nes, como algunos neoplaténicos, se aproximaron, hhasta rozarlas, a algunas intuiciones del cristia- nismo, la historia s6lo podia ser el mis radical ejemplo de 1o que se habian propuesto a toda cos- ta climinar 0, cuando menos, “subsumir": el cambio. Lo primero que habia que hacer con ella era, pues, atomizarla, Pyede haber —muchos pensaron— historias, pero-no_puede existir una historia, Pues la unidad de la historia supone en éta una cierta “substancialidad” incompatible LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES 17 2a su caricter efimero; ‘considerar Ja historia ‘como una hubiera significado elevarla al rango @ realidad supremi. El filésofo cristiano, en cambio, no necesit6 adoptar semejante actitud. Se diri que 1o mismo acontecié con el hebreo y que la fuerte tendencia de este pueblo en su épo 2 “clisica” a verse como el eje del acontecet hi ‘itico y, por consiguiente, como la sal de Ja his- seria, equivalia a haber obtenido ya esa visién de li historia una que faltaba al pensador helénico. Nada tan justo, Pero una vez reconocidas las nalogias que ligan en este respecto al pensador hhebreo y al cristiano, hay que destacar inmedi tamente sus diferencias fundamentales. Sobre todo Ia siguiente: el pensador hebreo “clisico” no tuvo en lo que toca a su concepcién de la bis toria ningin auxilio proporcionado por la sabidu- tia griega, en tanto que ésta acompafé constan- temente, por lo menos a partir de cierto momen- to, al fildsofo cristiano. Esto explica, dicho sea fe paso, que inientras el hebreo vivid Ia historia como historia universal, no se le ocurrié en ningéin te desarrollar intelectualmente la concep: cid de ésta.(Lo mismo que para el cristiario, la historia es para el hebreo un acontecimiento ti co, dramitico y decisivo.) Pero afirmar la reali 4 18 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL dad de la historia no es todavia buscar una “ de sex” de ella. Esto iltimo es lo que hace — vez primera— el cristiano, Antes del cristiani Ia historia la historia universal— fué, segin k casos, algo eliminable o algo inefable. Después cristianismo se convirtié en una realidad acerca la cual se podia —y se debia— hablar. No sorprenderé, pues, que la primera concep: cién de la historia presentada en este libro sea ctistiana — y, ademés, la agustiniana. San Agus- tin planteé, en efecto, con gran lucidez, una serie de problemas que los anteriores fildsofos habjan ignorado —o dejado de lado—. He aqui tres de ellos, Ante todo, el problema de una razén que corer ctistianismo, pero LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES sesortes ocultos o sus principales “‘causas”: 42 visi6n total _del tiempo bistérico, la suposi- Sm de que este tiempo se desenvuelve s seve! ‘Sodelo We un_grandioso drama, sHe aqui, dicho 2 de paso, uno de los motivos por los cuales i término “filosofia” no ¢s adecuado para ca- sacterizar Ja concepcién agustiniana, No sabemos todavia lo que significa “visién”. Pero barrunta- mes que no se trata de la mera reconstruccién filoséfica de una cierta realidad. Las tres restantes concepciones de Ja historia que van a ocuparnos son muy distintas de la agus- finiana. En importantes respectos son inclusive opuestas a ella. Lo na San a es de- cisién eae a jora deci- sién; lo que part Vall es para San_Agustin_aceptacin_del_misterio; m as ore Agustin es dualida ‘Mas por dcbajo elie kdirecnclsiexbyacea gga cadens Por Jo pronto, las dos siguientes, que Ia historia transcurre segin ley, la cual Puede ser engendrada_por la azn dicada por a yue sin alguna “razn_de set”, calcada sobre €l tipo de raz6n descubierto jor los filésofos antiguos, no podria ni. siquiera sin Ta cual el cristianismo no podia ser entendido, Lego, el problema de una concepcién que a la afitmaba te_naturalezainseficiente_del ot pe Y del mun ba su caracter decisi: ; el problema que planteaba el he- (Gao eee TIT |ttrica se acentué hasta la exasperacién y en la jcual se traslucié también Ja posibilidad de ven- la. El resultado de Ja meditacién sobre estos problemas no fué solamente una reflexién filosé- fica sobre la historia, destinada a descubrir sus 20 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL. LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES 21 hablarse de la historia. Ambas n. esencia- les. La suposicién de que existe je la cual puede darie_razén constituye, en efecto, un cafia- tnaio“ Zot sobre el cual oe borda toda ulterior diversidad... Es una diversidad considerable. Lo es tanto, que a poco que la subrayemos corremos el riesgo de deshacer Ia regularidad de nuestro cafamazo. Por Jo pronto, no es exactamente lo mismo que la ley sea un principio racional o el dictado de tuna providencia. Luego, es muy distinto sostener | rigurosa demostracién, ciertamente que si. Pues que Ja. razén de Ja historia reside en el espiritu fo que importa en nuestro caso no ¢s tanto quidh humano o mantener que alienta en el seno de Pe ae ee otra realidadTomemos, en efecto, a Sin Agustin, < Begs Lear La rasa de ser —la fa razén de ser— de Ia historia, segi la di- vinidad. Por lo tanto, en principio solamente Dios hablar con pleno sentido de la his- toria. \Consideremos ahora a Vico o a Voltaire. temana, sinimpersonal, Ya historia es una razén que se despliega dialécticamente como un momen- % en la evolucién del universos Por lo tanto, s6- la raz6n impersonal —encarnada en ciertas cemunidades 0 en” Gertos individuos— puede ounciar algo significativo acerca de Ja historia: “Seguiremos manteniendo que hay algo de co- ein en sazones de ser —o de acontecer— tan diversas? En Ja medida en que pueda afirmarse algo con seguridad en materia tan reacia a toda No hay duda ‘de que nuestros cuatro autores comulgan en esta creencia;¥ de que, ademis, esta creencia es distinta de la que poseen el filésofo de Ja naturaleza o el del mundo inteligible cuan- Ta razbu de ser de Ia historia es para ellos de do se plantean, como a veces también ocurre, la Saturaleza esencialmente humana. Para(Vico>es cuestiGn, Ja historia. Para i algo que ¢l hombre hace; paraCVoliaity, algo que efecto, 1a historia propiamente no existe. Como Paeresee Miaticts maciad ene caso‘ael conto y del gutente, Ia historia es la primera materia del Jen- __plat6nico, 1a historia ¢% para ellos o Ja eflores- guaje humano, Examinemos, finalmente, a cencia —y, por tanto, la mera supetficie—- de un Ta razén de ser de la historia no es divina ni mundo natural, o la copia —y, por tanto, el en- ee del gran tedlogo para conciliar Ia liber- LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES, 23 deseo de entender este proceso. Se dir enton- que Vico habla de una historia ideal eterna = el modelo de Ja cual tienen que transcurtit historias particulares?sNo es menos evidente cstas historias particulates Je son absoluta- necesarias a Ja historia ideal une ala postre, no la constituyen—. Cualquie- ie sea es de vista que se adopte, seri Sevitable, pues, concluir que nuestros visionarios sebeayan dondequiera que la ley de Ja historia “sciversal es al mismo tiempo la ley que permite: ‘sfirmar Ja plena realidad de esta historia. No hay sebre este punto ningun desacuerdo: Ja historia ‘existe, y la razén de ser de ella no se alcanza al excamotearla, sino al revelarla. Por eso, dar Ge la historia no equivale simplemente a exp Js De ser esto, tendrfamos una serie de filosof = Ia historia —més o menos razonables y mis 0 ‘menos plausibles—. Al no setlo, tenemos un con- jonto de visiones de Ia historia —acaso_ menos sazonables y menos plausibles que las filosofias, como apuntamos al comienzo, més “com Feemsivas"\ Noestos autores apis, en fect a Ja sealidad como a la totalidad; lo que teresa_no son las causas, Gino el principio dq ‘historia. Ahora bien, Se 22 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL gafio— de un mundo inteligible. Tal vez el: es- toico y el platénico terminen por reconocer que’ la historia transcurre segtin ley. Pero nunca Hega- rin a aftrmar que transcurre Ahora bien, esto es lo que uné de Tal quatro “visionarios’ historia es para ello’) fectivamente, una réblidad, acaso no incompati-| le con Ja de la naturaleza o la del mundo inteli- ible, pero en ningin caso simplemente reductis le a Ia de ellos.ySe diré que esto es evidente Solamente en algunos, como Vico 0 Voltaire, pero en modo alguno comitin a todos? No seri diffcil mostrar Jo contrario. Pues’ si para San Agustin a historia esti desde siempre en la mente de Dios, no es menos cierto que se ha hecho po- sible por la libertad del hombre; todos os es- tad humana con Ja predeterminacién divina pue- len estudiarse desde este Angulo. Y si para He- ‘Bel Ja historia es el resultado del desenvolvimien- to dialéctico de Ia Idea, no es menos obvio que se ha hecho posible por el afin que tiene esta Idea de recorrer el calvatio —y la delicia— de sus posibles experiencias; todas as especulaciones del gran filésofo sobre el continuo trascenderse de la tealidad pueden considerarse. como resultados de 24 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL pleto si se limita a poner de relieve la ley dé desenvolvimiento de Ja historia universal, A tnds de esto, y aun por encima de esto, pretend dar una justificacién de ella. El problema de la tazbn de set de Ja historia leva por ello inme- diatamente a Ja cuestién de su finalidad, Mr “t Cémo_acontece Ia historia es cuestién compli- cada, Pero no abrumadora; la paciente investiga ci6n historiogréfica puede proporcionar al respec- to muy satisfactorios resultados. Por gué tiene lugar la historia es cuestién dificil; mas 00 inso- Iuble; la potencia del anilisis filos6fico puede ayudar a no perderse del todo en ese laberinto, scurre Ia histotia es cuestién impo- pata afrontarla no hay mis remedio que dir « la imaginacién. Ninguno de nuestros cuatro autores carecié de ésta. Mas aun: ninguno cteyé que debia emplear grandes cautelas al manejarla. Es comprensible. En Ia busca por una.razén de ser de Ia historia se anda todavia por un territorio relativamente estable: historia ¢s un itinerario —y un itinerario indi pensable—. Sin recortetlo por entero no podria alcanzarse lo que constantemente buscan: una tierra de-promisiOn. primera vista contingente y temporal Ninguno Jos filésofos antiguos alcanz6 —o siquiera 1ié alcanzar— semejante fin. La filosofia las esencias tenfa que negar el cambio —y 41 las existencias—, haciendo de esta vida la smeerte verdadera, el sepulcro del alma. La filo- fia de la naturaleza omnicomprensiva tenia que ‘segir la inmovilidad —y con ello Jas esencias—, ‘Eaciendo de esta vida una parte del todo, una sciispa del gran fuego que todo lo devora y re- ceastruye. La filosofia de las esencias culminaba = un mundo inteligible que resultaba insuficien- ‘te por falta de realidad. La filosofia de la natu- ‘aleza omnicomprensiva culminaba en un mundo ‘existente que resultaba insuficiente por falta de plenitud. Ahora bien, la coexistencia de lo + de lo pleno es lo que nuestros cuatro visiona: ‘sios constantemente persiguen. Esto significa que intentan unir dos formas de ser que por lo usual ‘se repelen mutuamente:/las existencias y las eter aidades. Pues la existencia —bari no. se- completa si no es perdurable. Y la eternidad kL * 28 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL —suefian— no seri perfecta si no es existente. La) salvacién del hombre —eje de estas visiones de Ja historia— no puede hallarse, por tanto, a su entender, ni en Ja huida del alma solitaria hacia el reino de Jos inteligibles, ni en Ja aniquilacién del cuerpo dentro del mundo de Jas cosas natura: les, Puede hallarse tinicamente en una vida que admita, como momento integrante de ella, lo eft mero y perecedero; en una verdad que tenga la experiencia del error, de la culpa y de 1a mentira, La salvacién del hombre, en suma, no puede en. contrarse, segiin nuestros autores, ai en lo que esti ya muerto ni en lo que demasiado se siente que puede una vez morir. Sélo cuando se encuentra —o se vislumbra— esa vida verdadera —o esa verdad viviente— puede decirse que tiene sentido ese conjunto de Zozobras y esperanzas que tejen Ja historia huma- na.(Por eso la historia es para nuestros autores fo solamente una realidad plena, sino una reali- dad que tiene, ademis, un sentido. Desde este punto de vista puede decirse yz que el sentido de la historia es algo que esté “mis allé” de ella, Pues “més alla” no significa ya una realidad en la cual se disuelve Ja historia, sino una realidad ‘por Ja cual Ja historia se mantieney En este res- LA UNIDAD DE LAS CUATRO VISIONES 29 ipecto pocas diferencias hay entre nuestros auto- = Cietto que su “mis alla” es en cada caso muy Gstinto. Para San ‘Agustin, el pallies la) Sadad de los clegidos; para Vico, flo se- | dl ren 125 Fistorias particulares; } \@ —, io de am por eB Peto cada uno de esos “is- = tiene algo de comin: el hecho de que a la =z que el motor de Ja historia constituye la justi- ficacién de ella. La historia universal no es, pues, senecesaria. No es un obstéculo que haya que sal- ‘war a la carrera o una realidad que deba reducirse = otra considerada como mis fundamental, Es ena realidad tan efectiva, que el “més alli” bus- ado hace con ella lo que, segiin Hegel, hace el proceso dialéctico: conservarla a la vez que supri- mirla. La historia universal se. convierte de este modo en un camino, pero en un camino tan in- ispensable como la posada. Si el viajero que Ile- g a ésta se instala en ella definitivamente, lo ‘bace con el bagaje de Ja historia universal. Esto ¢s lo que nuestros cuatro visionarios pien- san tiltimamente acerca de Ja historia y de su sen- tido. Por eso hemos dicho que al llegar a este panto sus especulaciones se convierten en suefios. Hubiéramos podido agregar: y en mitos, :Debe- ‘CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL ‘temos por ello rechazarlas? Hacerlo ast seria vidar lo que Platén insistié en poner de reii que ciertas cuestiones no pueden tratarse sino tejiendo mitos en torno a ellas. La visién de historia culmina asi en una mitologia de la hi tia; el concepto cede el paso a la metifora. sin embargo, no debe desazonarnos. Pues el mit 5 peligroso solamente cuando no tenemos iencia de su presencia, cuando no advertimos esti destinado, tanto como a hacernos de al modo Ja realidad, a consolarnos de ella. Que to sucede con nuestros cuatro visionarios, no parece dudoso, De hecho, sus visiones de Ja hi toria son —y de modo eminente— consolazione por la historia, Las razones de la corisolaci 8 cada caso distintas: para uno es la es pata otro, la repeticién; para un tercero, la inter: venci6n activa; para un iiltimo, Ja impasible —y hasta implacable— contemplacién, Pero la finali- dad es idéntica: hacer ver que el sentido de Ia his- toria es la plenaria justificacién de ella; hacer comprender que todo juicio final implica 1a his- toria universal. La constante fidelidad de nues- tros visionarios a este comin empefio ha pesado ‘no poco en nuestra seleccién. SAN AGUSTIN O LA VISION CRISTIANA Con tal ligereza hablamos hoy de Ja historia y de sus problemas que nos questa esfuerzo imagi- sar lo que debia ser para un hombre que nacié en el afio 354 de nuestra era el descubrimiento de que existia, cfectivamente, una historia. Porque el aso da g s nada menos que el del escubrimiento de J@ historia. El griego no habia tenido nunca la plena conciencia de semejante rea- Jidad. Una realidad: que. no consiste, por lo pronto, “en un conjunto de hechos que han tenido lugar en "un pasado, sino en el hecho mis radical de que cuanto el hombre ha realizado y ha vivido ha sido ¢jecutado y vivido desde algo y para algo, ha tenido, propiamente habland. ‘Como hemos visto en las paginas precedentes, el griego “disico” no puede encontrarle sentido espectfico 4 Ia historia, porque lo que para él tiene sentido, la Ginica realidad que merece set asi llamada, no es Ja historia, sino Ja naturaleza. El griego vive su- mido en Ja naturaleza como una cosa entre las 34 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL demés cosas, sin duda como Ia cosa mis subli pues tiene razén y puede decir, mediante esa fav'sosa facultad del Jogos, lo que su razén h visto, y, sobre todo, lo que ha supuesto. Y lo q el griego supone es precisamente la permanencis Ja inalterabilidad, la Sisaaay pines univer que se aman agua, aire, étomo, idea. El hombr ‘no parece tener entonces otra misién que la d apartar de s{ todo lo que sea cambiante y movedi zo, que la de Iegar, a través de la inestabilids y el cambio, a lo sustantivo y fijo. En ese sentid vale tanto el universo inteligible, de Platén, Ia vida conforme a la naturaleza, de los estoicos En ambos se manifiesta el mismo hortor y la mis ‘ma aversién a lo histérico, la misma exclusién d quello que la razén no puede comprender pot se en grado eminente lo que noes’ nunca, por consis f nida fluencia: el te \El ideal de 1a existencia griega y, en general, “toda Ia existencia antigua es, en cierto modo, vit al dia”, 0, lo que suele ser lo mismo, vi sin tener en cuenta el ayer ni el mafiana, vivir sin advertir el paso de las horas, sin recuerdos ni cro- nologias. En esa existencia, que sigue siendo p: Nosotros motivo de fascinacién constante, él mo ‘mento se confunde a menudo con Ia etemnidad. SAN AGUSTIN © LA VISION CRISTIANA 35 zz el cristiano, en cambio, hay un aconteci- esto que divide y casi enemista los tie presencia: Ia legada d su ripido ‘csivo paso por'la tierra, SOrprenderi un poco que Ia sreligién de lo eterno no excluya, que afirme terminantemente, lo que parece segacién de lo eterno, Pero el cristianismo es ss cosas mis de lo que se supone y no todas que se cree. A veinte siglos de distancia de su siento, todavia nos preguntamos, perplejos, qué consiste. Y como no podemos contestar si de manera adecuada a esta pregunta, hemos limitarnos a repetir 1o que ya en la agénica slogia de San Pablo encontramos:/el cristiani =e es un suceso de la historia y lo que contiene sobrepasa Ia historia, 3 afin dad -jus- Sficacién del tiempo, es Comprensién de la muerte 7 irmacin de la inmortalidad; es, en suma, Jo "=o 7 To otro, escindalo y “locura”, contraste, an- \ se encontré el primer gran cristiano cuya visién de la historia constituye sauestro tema. No es casual que el cristianismo se whiciera cuerpo y alma en quien, segin sus pro- pias confesiones, habia sido lo que Pascal dice del 36 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL SAN AGUSTIN 0 LA VISION CRISTIANA 37. por Dios y el alma. Sette también deo sito, del tiempo y de la historia, “fast Tealidades que el griego habia perseguido en- damente sin conseguir eliminarlas. Por eso ‘stento de San Agustin parece hoy, desde el to de vista religioso, una heroicidad, y desde ‘panto de vista filoséfico, casi un despropésito. entre los cristianos y los paganos, cuya viol ‘excolistica medieval no habia concebido nunca habia sido templada ya en parte por los esfuerzo Obsesionada cada vez mis por las de San Justino, de San Clemente de Alejandrfa “clisicas”, Ia. escoldstica que culmind de Origenes, Ilegara a convertirse en armonta. Sento Tomis fué un ensayo para recobrar la que en San Agustin se pensaba era el cristianismoy] Searquilidad que el cristianismo primitivo habia aquello com la cualse pensaba era la_tradicié ado y que San Agustin habia ignorado, Para iega. 'Pensar el cristianismo fué por lo p to Tomés no hay contradiccién entre la razén ‘San Agustin, tomar el helenismo como érgvy g la fe, porque la unidad de la verdad concilia fo, como un instrumento que s6lo por su eficacia! esalquier desgarramiento de contrarios. Pasa-San podia ser admitido al lado de lo que habia apareci) Agustin no hay tampoco, en ¢l fondo, contradic- do como tan distinto de él. ‘co, pero esta ausencia de contfadiccién no im- Pues bien, lo primero con que San Agustin s@| pide sino que exige cabalmente pensar la fe pot encuentra al proponerse esta hazafia intelectual e be caz6n y justificar ésta por aquélla, Santo Tomas Ja existencia de unas realidades que el griego habia) » toda la escolistica comprenden para creer 0, si excluido por ser irracionales, por no ajustarse all se quiere, creen y comprenden simulténeariente, imperio, al despotismo y a la violencia de la raz6n} porque la comprensi6a no es, siempre qué recta- No se trata sdlo de los misterios, convertidos eq mente se use, incompatible con la creencia. S: dogmas; no se trata s6lo de Dios y del alma, a pel Agustin y toda la mistica’creen para comprender, sar de que San Agustin dice no interesarse mig es decir, creen porque sélo la creencia les dara por. hombre: cloaca de incertidumbre y de error, si multineo depésito de grandeza ia. San —— ‘cristianismo ae io imposible a menos que fuera asimilada de al modo la tradicién intelectual griega, que la Iu 38 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL SAN AGUSTIN 0 LA VISION CRISTIANA 39 Ja gracia aquella raz6n que la misma razén (ea sino w6 Grams Ya historia, para San Agus histor drama de ia salvaci6n.7? * ‘Cuando San Agustin comenz6, hicia el aio 413,, sexcribir su Ciudad de Dios, la penetracién de los bitbaros en el Imperio habia dejado de ‘una filtracién pacifica. Este hecho debia de in: decisivamente en su concepcién de Ja historia, debe olvidarse en ningin mo: que in siente, habla y escribe desde un tiempo habfa logrado poco a poco, tras enormes es- , Feconocer Ia existencia de culturas_actua- 2n, que ilumine la creencia, es catacteristica Ja meditacién. agustiniana sobre la historia y bre el.tiempo,-y a ella habré de reducitse su visién de la historia.LLa filosofia de la [ria de San Agustin es una teologia de la hi ‘escuras y apasionantes de la historia, por lo menos per nuestros dias, que parecen obsesionarse por is ico, es Ia época de & disolucién del mundo antiguo, de la forma é vida que habia parecido y seguia pareciendo ‘edavia a algunos intangible y eterna. Las cau- sss de la llamada decadencia, frecuentemente con- fandidas con sus manifestaciones, nos parecen hoy e indole complicada, si es que, en realidad, puede ablarse de causas. Para el cristiano, todo aquel decrumbamiento y aquel desquiciamiento, toda quella enorme y monstruosa confusién del Orien- 40 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL te con el Occidente, del Sur con el Norte, debi parecer como el anuncio del final del drama San Agustin enuncia y que ya en los com de Ticonio al Apocalipsis se habia anticipado>T¢ de crisis parece ser siempre el. crepiscul de Ja historia, la preparacién para la Uegada del ero, del iltimo y del viviente”, Tal sentimi to resulta mucho mis explicable todavia en aque: os siglos en que parecia advenis, con la répida difusién del cristianismo, el desquiciamiento del imperio y el establecimiento de los birbaros, un fin previsto, el acto titimo de un drama que habia comenzado en un jardin idilico e iba a terminar fn lo que es mis radicalmente distinto. de un idi io: en un juicio. Ante -l gran teatro del mundo, en medio de las rainas del pasado y con Ia espe. ranza y el temor de ese juicio final, escribe San Agustin su teologta de la historia, y todo el con- tenido de esa visién del apasionado visionario debe ser entendido partiendo de esta tinica situacién, 7 Todo debe ser comprendido desde aquf, no slo la visiOn cristina y agustiniana de la historia, sino la misma visién de la naturaleza. Si, como he- ‘mos dicho, la naturaleza era para el griego lo ‘permanente, el gran todo al cual cada ser indivi- dual vuelve en cumplimiento de la universal jus- SAN AGUSTIN © LA VISIGN CRISTIANA 41 Ss de la restitucién, para el ccisians es cliaaly| el mal necesarioye indispensable, porque ti = sa sentido en Ja realizacién del drama de la sscoria. | Para_el_estoico, Ia naturaleza es el fin — todas las cosas, porque Ja naturaleza es la razén ma, el conjunto compuesto de elementos a la reales y racionales. Para el cristiano, la natu: no tiene ningtin sentido sino ha sido hechs | jazz que el hombre pudiera desenvolverse en ella ‘Ei hombre es para el griego y, sobre todo, para '@ cstoico, una parte de la naturaleza; para ci ‘istiano, en cambio, la naturaleza es _u a Zi hombre, el cual es definido justamente como = compuesto de dos elementos contradictorios y, sz embargo, coexistentes: su miseria natural y su gandeza divina, su radicacién en el mundo y ‘ex la tierra y su posibilidad de llegar, por la gracia, asta la contemplacién de Dios. Esta imagen del ombre,-que coincide en ciertos aspectos con la pplaténica, donde se habla, en un anticipador estilo cristiano, de la caverna y de la superficie, de la coscuridad y de la luz, del reflejo y del ser verda- ero, es 1a imagen cristiana por excelencia, y por ello también la imagen agustiniana, de up San Agustin que si cristianiza el platonismo y el neo- platonismo, no deja de platonizar el contenido de 42 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL Ja fe cristiana, de dar forma a lo que amet Constantemente con desbordar toda forma. La natu raleza es, como diti posteriormente Hegel, lo q ‘mente, para que sobre ella pueda desenvolver Como sobre un escenario, el drama de Ia histori _ Us drama que, por lo pronto, se halla ya pres visto, con su comienzo, nudo y desenlace, en I mente de su autor; un drama que es tal vez la co media divina, pero que puede ser llamado a trae lia humana. Mas un drama que, de los concebidos y realizados por el tiene espectadores, sino iinicamente actores. actores son los hombres, todos los hombres. Po hombre consiste’én este su estar enmascarado, en ste su desempefiar el papel que Je corresponde, que le ha sido asignado de antemano desde aque- Hos tiempos en que no habia nada, ni siquiera tiempo, porque todo estaba en el seno de Dios {como modelo y paradigma. La historia comiznza . ¥, propi iamente Cuando 0 la voluntad de Dios, a ® de un siglo después de los Discursos de Galileo 2 y de Descartes sobre algo que es llamado también © Ja nueva ciencia: la ciencia matemitica d turaleza. Ahora bien, de estas dos ciencias, sdlo ‘a una de ellas, a la ciencia fisica, le fué explici+ tamente reconocida la novedad. Ala historia, en cambio (0 a lo que se entendia entonces por his- toria), no podia serle reconocido el titulo de cien- cia nueva, no sélo porque, segiin los hibitos del tiempo, no eramnueva, sino también y muy espe: cialmente porque no era ciencia, Ciencia se llama fdurante el siglo xvii y buena parte del xvii ex: # letusivamente ala fisica y a todo lo que, como la VICO © LA’ VISION RENACENTISTA o7 fisica, es susceptible de ser expresado en £61 matemiticas, de ser sometido a cantidad y medi Lo verdadero es para aquellos apasionados de la ciencia natural lo que puede ser contado. Frente a esta persistente limitacién de las me- jores mentes a los niimeros y a las medidas, Vico sistie ia. teori una tedavia més extrafia metafisica el al hilo de una continua oposicién al cattesianismo triun- bas Para éste, la mente humana es ante todo luna cosa que piensa; para view en cambio, la mente no es ning ¥ ft ciencia humana es, en realidad, imitacion de“la Ciencia divina, y como tal parte muy reducida de lo que Dios conoce y sabe. Dios lo conoce.y lo comprende todo, ino _que que lo lo; el hombre conoce y com- prende sélo algunas cosas, muy ‘Precisamen- te las €. Tas demis las piensa, eto no las entiende. Ahora biengsolo hay dor sas Sane jombre verdaderamente hace: una de ellas es la matemitica, la ciencia de lo mis abstrac- to; otra es la histori 68 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL Sélo para ellas hay criterio de verdad absoluto y, Por lo tanto, absoluta y verdadera ciencia. La cien- ia es, ante todo, para Vico, al revés que pare sus mporineos, ciencia de los jencia eS aeeickioniae ime eso la historia merece ser llamada nueva la vieja ciencia matemitica"y Gan ra toda pretendida ciencia nueva, transito del orden al de te aun ‘arden nuevo en el tiempo, pero anti idea, elo que se lamajlos cursos y recursos de Ja _- JO. CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL dicho, tras el rapto de 1a naturaleza por la historia hha ocurrido, como suele acontecer, el triunfo del raptado sobre el'robador. Toda historia efectiva es, pues, participacién casi platénica de unos sucesos en una historia ideal inalterable, pensada y dictada por una providen- cia. No obstante, esta providencia no es, simple- mente, la sumisién de los hechos a un arbitrario poder ajeno al mundo¥'Si hay, en efecto, un poder extrafio al mundo y superior a él, no existe para desbaratar la idea eterna de la historia humana, sino justamente para hacerla cumplis, para que en ningiin momento la sociedad humana subsista sin orden, es decir, sin Dios. La providencia, que tige la historia y a la cual nada escapa, es, pues, en realidad, vigilancia, mantenimiento del orden es. tablecido desde la eternidad, verdadera policfa. La| providencia rige las cosas humanas, pero las rigel de su cance. El hombre puede hacer lo que quiera con tal de mantenerse en este cauce;fa libertad es libertad para todo menos para desbordarse,/Por| so la historia humana es como un rfo cuyos des: bordamientos se llaman crisis y cuyos recodos ma can los principios de nuevas etapas. La historia (abu serie desrnon yee ene snte de si misma, Por eso) la visién histérica de Vico es una visién renacen- tista, no s6lo por ser la culmi tedrica de} espera. Esta instancia 50, la renovacién constan- de apelacién es el iinaci6r te de un expediente que, de puro interminable y lértas experiencias, luego disueltas por Jas ideas} complicado, ser ya, cuando Ilegue el fin de los claras y_distintas, que alborearon en el Renacimien-} tiempos, completamente ilegible. La historia se con- to, sino también porquy4u eje Jo constituye Ia fe ‘en el renacimiento perpetuo de la especie humana. La historia ha nacido una sola vez con la creacién’ del hombre, pero ha renacido ya muchas veces y parece ir en camino de un renacimiento perpetuo, de una perpetua destruccién y reconstruccién de si misma. La historia se asemeja por ello a un pro- eso jutidico interminable; no es, pues, por azar que Vico ha elegido un término exactisimo: ricorso, Fecurso. El recurso es lo que tiene lugar cuando se renueva un expediente y se va remitiendo a fe- has cada vez mis inciertas el definitivo juicio. Ps San Agustin, el juicio final condiciona Ia visién de la historia, Ia cual tiene que transcurrie répida y violentamente porque el reo ha sido llamado ya a comparecer ante el tribunal supremo que ha de salvarle 0 condenarle,/Para Vico, en cambio, el hombre parece haber interpuesto ante el tribunal de Dios una instancia de apelacién para que el juicio sea menos apresurado, y la primitiva inquie- vierte asi‘en el expediente de la especie humana, en su insistente y casi mecinica apelacién al su- premo juez y administrador. > EI contenido efectivo de cada expediente, es deci, de cada historia, puede ser distinto y res- ponder en cada caso a las condiciones particulares de la nacién apelante; la forma seri siempre la misma y responderi a Ia inexorable formalidad juridica. Cada una de las historias particulates 22 cada una de las naciones es sélo un curso para el recurso subsiguiente y un recurso para el curso anterior, para la etapa que lo habia pzeparado’ y precedido. No hay, a diferencia de #!gunas actua- Jes lamativas, pero atbitrarias morfologias de la cultura, pueblos distintos y casi totalmente inde- pendientes, que siguen en su evolucién las formas que les impone una supuesta y demasiado metafé- rica constitucién biolégica. Si Vico supone tam-¢- bite, como el naturalismo de nuestros dias, una : -infancia, una juventud y una madurez o vejex de | 78. CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL Vico © LA VISION RENACENTISTA 79 trupci6n de la tierra, “lena de violencia”, es la primera consecuencia de la dispersién de los des- cendientes de Cam y de Jafet — “errando feroces por Ja gran selva de la tierra fresca”. De ahi nacieron los pueblos paganos, esos pueblos que Pelton soy sin que se sepa cmo surgieron, pero queMico hace brotar de una dispersién que tuvo lugar tras el diluvio, cuando los hijos de los hijos de Noé se extendieron por las islas y por los paises de Acadia y de Sumeria. S6lo con ellos ‘comienza propiamente la edad divina, pero el paso de la unidad a la dispersién es tnicamente una época de trinsito, la primera grasi crisis histéri- a. La historia se inaugura ci que son, a la vez, el fundament cia; la religion, el matrimonio y Ja sepultura de los muertos, y por eso el proceso de esa gran dis- persion no pertenece propiamente a la edad di- rina, primera fase de cada historia particular, has- tanto no haya un reposo de su vagar errante r las montafias, Este reposo es el refugio en Jas wvernas, que protegen contra las primeras iras de ios: las tempestades. Pues esos hombres prim ivos, que perdieron al Dios que les did origen, fF creerse dioses, por confundir su con su omnipotencia. Sélo cuando los ele- cho de un posible rejuvenecimiento, de una vita- lidad inacabada e inacabable de cada uno’ de los pueblos, rio impide que la juventud sevivida sea muy distinta de la primera infancia/Por eso, toda) filosofia de la historia es, al mismo tiempo, usa * filosofia de a existencia humana — de una exis: tencia que vive vacilante entre el tiempo y la eternidad. La edad infantil es la edad divina, edad esen- ialimente poética 0 creadora, edad de los gigan- tes que empiezan a vivir dispersos en Ja soledad de las montafias. La fidelidad de Vico a la narra’ cién biblica es completa; el pueblo elegido Dios ¢s,, pues, el verdadero principio de la histo- ria/Sin embargo, si el pueblo judio aparece en umbral de Ia historia, no es, ni mucho mei toda Ia historia primitiva. La luminosidad de ptimeros tiempos, de Adan hasta Noé, cede bi pronto el paso a una'época oscura que sobrevies cuando al llegar Noé a la-edad de quinientos afi engendra a Sem, Cam y. Jafet. Esta época nos conservada por el mismo relato biblico, el-cual n habla de la multiplicacién de los hombres sob la tierra, y ante todo, de la aparicién de los gi tes, e305 héroes nacidos del ayuntamiento entre I hijos de Dios y las hijas de los hombres. La 80 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL mentos de Ja naturaleza les persiguieron hasta sus ‘oscuros refugios, comprendieron que la soledad era aparente, y que, por encima de su fuerza, a la ver brutal y sincera, habia un poder que no podian doblegar con sus brazos ni vencer con su indoma- ble espfritu Del reco to de esa fuerza na- cieron la piedad, como norma de vida, y el temor, como forma de relacién entre el hombre y lo sobre- humano/Pero si el temor ha hecho a los dioses, ‘no ha hecho, en cambio, al Dios supremo y ver- dadero, que se halla por encima de todo terror y espanto, porque no es el fuego que todo lo devora, sino el amor que todo lo une. La explicacién del origen de los dioses paganos puede no ser incom- patible con la verdad del Dios de Ja redencién y del amor. Por ser el temor la manera fundamental de la vida, todos los actos de 1a existencia serén, en esa) primera época, actos atemorizados, realizados de ‘acuerdo con la divinidad y jamis fuera de ella. Tal dependencia de lo divino se manifieste en todos los érdenes de la existencia colectiva, desde} el derecho y el gobierno hasta Ia ciencia y el len: guaje._La unidad de los actos no es, sin embargo, la identidad, sino pura y simplemente la corres: pondencia, la “maravillosa correspondencia". Por VICO © LA VISION RENACENTISTA 8r 80, lo primero que hacen esas sociedades primi- tivas es elegit quién debe regirlas, mas no como ‘monarca sino como representante de los dioses so- bre Ja tierra. El derecho depende de Dios, y no, como en Jas épocas heroica y humana, de la fuer- za 0 de la razén. Lo que caracteriza al gobierno de los hombres es, pues, la teocracia, el gobierno de Dios/éa Ia figura de los hombres superiores, de agiellos que acaso carecen de la razén del sabio o tal vez no poseen la fuerza del guerrero, pero que estin Ienos de Ja intuicién del poeta y del profeta, pues son depésitos de la voz que el dios 0 los dioses escondidos transmiten periédicamen- te a los hombres. De abi la proliferacién de los oriculos, de los signos, de los suefios, de cuanto pueda ser interpretado y penetrado. En estas socie- dades nada se hace sin que preceda a la accién la consultd, y no simplemente una consulta ritual, como las de las épocas heroicas, donde los oriculos perduran, mas sin la primigenia fuerza, sino'una consulta cordial, que el corazén espera y teme a la ‘vez, pues la vor de Dioses la voz del futuro: la voz del destino, En tal gobierno teocritico no desapa- rece, sin embargo, la responsabilidad de los poetas y de los profetas; éstos deben limitarse, sin duda, a transmitir la voz de Dios/pero junto al nudo aca- 82 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL tamiento hay Ja posibilidad de alterar la voluntad) divina por la queja, por el ruego y por el Ianto, Por eso la misién de la teocracia gobernante es interpretar a los dioses, pero Iuego interceder cer: ca de ellos, no sélo viendo, a través de los signos, Jo que pretenden, sino también procurando que! pretendan algo determinado, De abi el prithado) en el lenguaje de una forma de expresién hermé tica, tinica que conviene a la majestad de los dio- ses. El gobernante de las épocas divinas es, a la vex, poeta y tedlogo, Como poeta, dice en suefios) Jo que Jos acontecimientos son en su entrafia Como tedlogo, habla con Dios y habla de Dios, Jo interpela y transmite el resultado de su interpe lacién a los hombres. Lo que asi se busca no es el saber formulario, residuo de una experiencia milenaria, ni la esencia de Jas cosas, sino Ia con: formidad con los designios divinos, que son, por principio, ocultos, pero que no necesitan ni si- quiera ser justos, con esa menguada justicia que representa el querer dar a cada cosa lo que Je corresponde, No es sorprendente que los primeros fil6sofos griegos sean, a la vez, los primeros defen: sores de la justicia contra esa injusticia que es, para ellos, el pretender determinar las cosas de otro modo que por las razones. En Ja época divina, en VICO © LA VISION RENACENTISTA 83, cambio, no hay razones, sino voluntades; no hay justificaci6n, sino obediencia.>La autoridad tiene por misién no el cumplimiento de la justicia ni [a aplicaci6n de 1a fuerza, sino la transmisién del mensaje. Si, en verdad, domina una raz6n. sobre fos hombres, es la raz6n divina, aquella que s6lo Dios conoce integramente y revela parcialmente al hombre, /La revelacién constituye una parte esen- cial de la historia de tales sociedades, hasta el pun- to de que la madurez de ellas se mide, como entre Jos hebreos, por la mayor o menor extensién de las cosas reveladas, por el paso sucesivo del escondi- miento a la presencia, La raz6n es cosa de la auto- tidad, pero la autoridad es s6lo cosa del autor, es decir, del creador, A esta edad sigue casi inmediatamente una épo- ca que es también pottica, pero de una poesia menos elevada y grandiosa. (Ahora hay ya un verdadero Estado, porque el hombre ha perdido una parte de su ingenuidad y necesita, al hacerse mis astuto, un vinculo que le una formalmente ‘con sus semejantes. Los protagonistas de este se- gundo acto de un drama eternamente repetido, no son ya los hombres-dioses, sino simplemente los héroes, esto es, los jévenes. El establecimiento definitivo del errante vagar en una tierra; la nece- VICO © LA VISION RENACENTISTA 85 Jenguaje, en la misma actitud frente a los dioses, actitud de soldado y no de hijo. Los dioses deben ser para estos fuertes héroes servidos mis bien que adorados, defendidos mas bien que temidos. El hé- se sigue creyendo en los dioses, pero su creencia se circunscribe cada vez més a la férmula; los ‘ericulos y los presagios, que eran absolutamente -determinantes en la época divina, son lentamente ‘sustituidos por los ruegos hechos en un lenguaje ‘que ya no se comprende. El hombre obliga a los idioses mediante un idioma donde lo que menos importa es el sentido, y lo que mis decide es el sito, la fSrmula y el gesto. Este formulismo invade fambién la jurisprudencia, cuyo caticter divino siempre una voluntad humana, una volun- que, por lamarse heroica, se coloca mis allé toda justicia y de toda misericordia, El carécter esencialmente irracional de la ley, su independen- ja de a justicia, es para esas terribles épocas la yyor garantia de su excelencia. Pero setia erténeo sr que tal locura refleja la sabiduria de los dio- ; la irracional locura de la época heroica brota Jos hombres fuertes y s6lo de ellos. De abi la iferencia, cada vez més clara, entre el creyente el energimeno, entre la fe y el fanatismo, La cia superficial, desorbitada y violenta es, en 84 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL sidad de defenderla y defenderse, da origen a una} civilizacién donde los hombres no se creen ya dioses, pero si herederos de los dioses. Si la época divina fué la época del predominio del agua, 1s época de los ios y de los manantiales, ‘este nue vo petiodo comienza con el imperio de las ciuda: des, Su caricter distintivo no es ya la ciega y ‘medrosa sumisién de los siervos a los sefiores y def los sefiores a los supremos dioses; la picdad yj el temor son bien pronto sustituidos por la irti tacién, por la taimeria, por la violencia, El cam po invita, a veces, 41 recogimiento y a la admire cin por la majestad de lo creado; Ia ciudad enfw rece, y da origen, segin los casos,-a la opresiéa| 0a la rebeldia. Por eso, toda la época heroica esti Iena de las luchas entre los fuertes y los débiles, entre los patricios y los plebeyos. El derecho la fuerza se sobrepone entonces al derecho divino, que puede ser humanamente loco, pero que seri siempre divinamente sabio. El derecho basado ea] la fuerza, de los aristécratas y los optimates, nol s, en cambio, ni humana ni divinamente sabio: es pura locura humana del que cree que, por tener la fuerza en su brazo, tiene también la sabidutia| cn su cabeza. Por eso impera en esa edad un estilo militar, que se manifiesta en todas las formas del Vico 0 LA VISIGN RENACENTISTA 87 de la raz6n, pero la raz6n no es, como suele frmar el irracionalismo heroico, la servidumbre Jos hombres a lo abstracto, sino el reconoci- jento de algo que esté por encima de los hombres, de lo cual participan todos: el espiritu. Espiritu Ique no es precisamente el orden mecinico, Ia ley formal, sino el orden creador, la vida atormentada ite a 1a materia, la jamés cumplida esperanza. En Ja vida del espiritu se busca Ia verdad de los hechos, pero buscar Ja verdad de los hechos es también indagar lo que hay, en realidad, tras el hombre, tras su distraccién, su violencia y su orgu- llo. Mas para ello es necesario antes librarse de los falsos fdolos, que acaso nos tranquilizan, pero que no nos satisfacen. Si es cierto que, frente a lo sagrado y a lo heroico, impera en esta época hu- mana lo simple, debe tenerse en cuenta que éste se aproxima mis a la simplicidad que a la sim- pleza, La forma de gobierno de esta época —la reptblica popular 0 la monarquia moderada— se halla a gran distancia de la primitiva teocracia, pero a mayor distancia todavia de esa extrafia de- ‘mocracia antiliberal que supone el predominio de lo heroico, de un entusiasmo que no es sino un endio- samiento. La época humana es moderada y razona- ble; Ia raz6n, el deber, Ia ley y la conciencia 86 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL el fondo, la creencia de los hombres en sf mis servidores de los dioses y’ no hijos, llega un ‘mento en que se rebelan contra los dioses. Sigu: encomendando @ Dios sus actos; en rigor; lo q vence es la fuerza primitiva, la desmesura que no sabe ni siquiera cuil ha sido su medida, ley acaba siendo un dictado; no ¢3, pues, la k que a todos alcanza y que puede proceder, en Ja edad divina, de los dioses, 0, como en edad humana, de la raz6n, “Bl fundar Ia ley en la razén es lo propio de €poca humana que, por una extrafia paradoja, parece mas a la divina’ que a la heroica,/Ah domina ya la humanidad sobre si misma, mas este aparente endiosamiento del hombre permite haces Jo. que la época heroica ignoraba o prohibi dar al César lo que es del César y a Dios lo €s de Dios. En la edad divina se da todo a | dioses y nada a los césares; en la heroica, los césa son quienes, en nombre de Dios, pero, en verd en el suyo propio, lo reciben todo,n Ia é humana hay una separacién precisa entre lo huma- no y lo diving-¥, por.consiguiente, lo que en €poca nuestra, que parece aproximarse excesiva ‘mente a la heroica,.echamos tanto de menos: 1a vida intima, La autoridad dimana en la edad bu- 88 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL impiden la guerra de todos contra todos, el desen- cadenamiento de es0s azotes ante los cuales sucles) arrobarse los que se creen tocados de herofsmo: cl Mamado realismo, la politica de gran estilo. Por} so se parece mucho mis a la edad divina que # la heroica, pues si en la primera no hay raz6n, hay por lo menos aquello a que la verdadera re z6n conduce: hay Ja piedad y el sagrado temot, ero si la época humana parece el cumplimien- to de la esperanza de los hombres, el momento de la paz, ello no es sino una apariencia: la edad humana, como toda edad, es transitoria, y por eso la alegria de vivirla y de creatla queda continua- mente empafiada por Ja certidumbre de que, des- de el, mismo momento en que ha empezado, ha entrado en su agonia,Hay una experiencia que resuena constant a lo largo de toda la obra de Vico, que constituye, tal vez, el nticleo de esta obra:\la experiencia de la maldad de los hombres, vista y suftida por Vico en el ambiente napolita- no de su tiempo,/Tan pronto como irrumpe esa “monarquia perfectisima’” que es el despotismo ilustrado, apenas se han tomado las primeras dis- posiciones para repartir todas las cosas segiin jus- ticia, cuando la maldad humana, la incurable locura de los hombres, convierte toda paz en decadencia. Vico 0 LA VISION RENACENTISTA 89 ‘Las causas de ésta pueden ser enumeradas en un ‘orden estremecedor: la corrupcién moral, Ia lucha de clases, Ia anarquia, Jas guerras civiles, el utili tarismo, la tiranfa, el predominio del instinto, el dinamismo infatigable, la invasién extranjera. Los pocos hombres de bien que hay al final de la época Jbumana, esos pocos justos en nombre de los cuales pedia Abraham al Eterno que salvara a Sodoma y Gomorra, quedan anegados en la corrupcién de Jos més; dispuestos en un principio a intervenir para salvar al mundo de su perdicién, se van reti- rando poco a poco, se encierran en si mismos, se inmensa y dolorosamente solos. Es el mo- mento de la soledad, de la crisis, de la disoluci6n. I retorno a la simplicidad primitiva parece enton~ ces la salvacién para esa corrompida humanid humana, entre Jas ruinas de la civilizaciéa, pero ste estado, que parece a primera vista la acentua- ‘ién de la corrupcién y de Ia violencia, no es sino 1 recobro de la ingenuidad, el comienzo de otra edad divina y teocritica, Ia renovacién del expe- diente. Los instintos vuelven a dominar en esta época, pero ya sin Ia astucia. En ello se cumple a identidad de sustancia de la historia; en ello se cumple lo que la historia es, en el fondo: una VIO 0 LA VISIGN RENACENTISTA gt San Agustin espera, con San Pablo, un final pré- ximo, pues “el tiempo es corto” y “la figura de este mundo pasa”; ante la misma mentira, Vico pide que se renueve, pide seguir viviendo en la mentira, pero seguir viviendo. ¥ es que, en dltima que, en fin de cuentas, logra vencer Jas mayorap instancia, San Agustin, Vico y todos nosotros vivi- ilusic mos en la esperanza de no mori de un modo © de otro, en esta vida 0 en Ia otra vida, en la verdad o, si es preciso, en la'mentira misma, Pues el hombre, que necesita acaso obrar y saber, no vive para obrar o para saber; el hombre no vive pata saber: el hombre vive para perdurar. 90 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL transmigracién, un continuo renacimiento, una i terminable agonia./ En esta agonia de la historia en que culmina visién de Juan Bautista Vico, se halla Ja prueba Ia imposibilidad de alcanzar para siemy tun estado perfecto, pues Ja historia ideal eterna desde luego, eterna, pero también ideal, esto es, tuada en un inasequible Iugar celeste. Lo que Vi lama la “Repiblica eterna’”“esté refido con tremenda realidad de la historia, que sigue infat. gablemente su curso, que no se detiene nunca, en medio de Ia paz ni en medio de la guerra, ni Ja dulzura ni en’ la aspereza. La historia es petua agonia, pero mientras hay agonia hay vis y mientras hay vida hay esperanza. Si existe identidad de sustancia de la historia, puede ftrarse, pues, s6lo en la vida agénica. La ver de la historia es su agonia; Ia realidad de Ia his toria es su lucha. Y aqui radica, precisamente, mis firme consuelo de esa visién, que condena los hombres a Ja inquietud sin fin, pero que | promete una existencia también sin fin, perpetua mente renovada. Ante la mentira de la histori JOLTAIRE O LA VISION RACIONALISTA Estamos tan habituados a ver en x de Ja burla constante y de Ja facil y & ada ironia, que nos cuesta cierto esfuerzo der de la superficie a la re que tuvo, como todos los induras, y, como casi todos los filésofos, sus in- \dables abismos. Y, sin embargo, por dificil que sea escapar de la superficie, habremos de ha- Ho si queremos que la realidad humana de Vol- ire y de sus suefios emerja tras su realidad indana y cortesana, Esa realidad comienza a brirse en aquella dimensién que mis er contribuido a modelar ieee habitual Voltaire y del volterianismo: la ironfa.-Quie- son de veras irénicos saben que Ia ironia es, muchas veces, més que una forma de ocultar draméticas experiencias, una forma de hen- ir Ia vida, de ocultarse o, si se quiere, como Pas- decia, de distraerse/Por eso Ia ironfa lleva con jencia prendido en su ligereza el poso de una 96 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL VOLTAIE 0 LA VISIGN RACIONALISTA 97 ‘fan amargura. No en vano fué el método prefe- Bis vinculos de los que pueda hacer sospechat su is Evalidad mutua, hay en Voltaire, detris de la fa- de sus burlas y de sus veras, una vida te a la cual ef tumulto de la corte se torna mis sosegada existencia, Ni Helvecio, ni Hol , ni Daubenton, ni Matmontel, ni ninguoo de colaboradores y amigos de la Enciclopedia, pue- en este aspecto comparirsele. Todos ellos _ wiesan la vida a bordo de la nave de un opti- smo sin tacha y casi sin medida, Ello acontece, re todo, en quienes, como Holbach y Helvecio, encontrado ya, después de la destruccién de los los tradicionales, sus nuevos idolos. El materia- , que no es s6lo una particular concepcién re la constitucién del mundo fisico, sino una ral y una fe, les es suficiente para sentir que egado a un puerto al abrigo de todas las tem- les. Pero Voltaire no es materialista ni ha egado a ningin puerto; quiere vivir desde creen- jas firmes que sean a la vez ideas claras, y como ‘materialismo, si puede ser una firme creencia, es ni mucho menos una clara idea, se encuen- junto a sus compafieros de lucha, embarcado Ja misma nave que ellos, en la mayor soledad aislamiento/Entre otras muchas cosas, la ironia designa una manera de vivir que es el vivir veia en ella la manera de hacer reconocer a demés que ellos, tan presuntuosos y locuaces, poco sabian nada; los segundos velan en ella le manera de comportarse el verdadero genio, el pose, frente a la seca capacidad de anilisis, fantasia creadora. En uno y otto caso, empero, Ja ironfa era todo menos lo que, acaso también ir6nicamente, creemos de ella; en el refr y en el decir irénicos, la procesién va por dentro. Por dentro iba la procesién de Voltaire mientras ironizaba, y lo que nos compete hacer, si quere- mos Iegar, aunque sélo sea hasta .los arrabales de la realidad humana y no cortesana de Voltaire, €s descubrir en qué consiste esta procesién tan encubierta. No es cosa facil. Por una parteyVol- taite ironiza no s6lo sobre lo que no cree, sino) también, y muy especialmente, sobre lo que cree; sus creencias y sus dudas se hallan igualmente re cubiertas por Ia niebla de una ironfa que, a fue de ser tan insistente, resulta casi desesperante. Por otra parte, y a pesar de su tan proclamado amor por las razones claras, es, como muy pocos pensa- dores de su tiempo, un hombre de contradiccion Con excepcién de Rousseau, con quien le unen VOLTAIRE © LA VISION RAGIONALISTA 99, blema, los resultados a que llegan son bien distin- 98 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL solo — solo en medio de la mis estruendosa pafifa, La soledad de Voltaire es, asi, al revés la soledad de Rousseau, una realidad que le al propio tiempo, problema, Rousseau se ¢1 tra realmente solo; debajo de Ia encina en concibié y redacté las primeras piginas de su mer Discurso, al lado de Madame de W: en las puertas de Ginebra, en toda ocasién hay Rousseau un hombre que se halla solo y se c place en su soledad, la cual no es sino una foi de Megar a una mayor intimidad con la leza. Voltaire, en cambio, esti mucho peor; encuentra, no real, sino problemiticamente En sus afios de Londres, en Cirey, en la corte Federico If, en Verney, en Paris, ensalzado, deado, acosado, sin tiempo para volverse sobre propio, siente hasta qué punto es enojosa una edad que ni siquiera puede permitirse el consu de permanecer consigo misma, Por eso puede un alivio ia firme soledad real de Rousseau fi a esa incierta y problemética pero no menos efe tiva soledad de Voltaire. ‘Mas si Rousseau y Voltaire, que la leyenda la historia nos presentan tan irreconciliables, den unirse en Ja rafz comin de una soledad para uno es una realidad y para otro es un pi su quebradiza realidad mundana, es relativamente facil, porque Rousseau es un hombre que se pre- senta 0, por lo menos, que quiere presentarse, como dice al principio de sus Confesiones, “en toda la verdad de su naturaleza”. Ello es posible justamente porque Rousseau cree firmemente que esta su naturaleza es su realidad — y su verdad. La experiencia fundamental de Rousseau es el des- cubrimiento de que verdad, realidad y naturaleza son una y la misma cosa, 1o cual quiere decir, tam- bién, que son una y la misma cosa la falsedad, la apariencia y la civilizacién o fa cultura. Al pre- sentarse como un hombre en la verdad de la nate. raleza, quiere Rousseau presentstse como lo que para él ¢s todo hombre una vez se ha desprendido de Ia impureza y el egoismo de la cultura: como un corazén que siente, pero que también razona, con esa raz6n natural que de é1 brota cuando es verdaderamente sincero, cuando tiene fe, esperanza y catidad, Experimentar esto quiere decir comba- tir todo lo que no sea naturaleza, sinceridad, y en liltima instancia, bondad. Ahora bien, cuando un hombre busca de modo tan apasionado Ia bondad quiere decir que ¢s lo que menos halla en el am- tos. Hiallar la realidad humana de-Rousseau tras” oO CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL biente que respira. El “mas amante y sociable de los seres humanos”, el que “siempre tiene el co- raz6n en los labios”, es el que “cuanto mis ve el mundo, menos puede acostumbrarse a su tono”, Rousseau predica Ja naturaleza y Ja vuelta a Ja naturaleza, porque cree que con s6lo volverse na- tural se volvera el hombre naturalmente bueno. La experiencia de Rousseau es, asi, por una parte, la experiencia de la maldad de los hombres, y, por otra, Ja experiencia de la posibilidad de su cura- cién por Ia regresin a su estado natural. Si comparamos esta experiencia fundamental de Rousseau con la de Voltaire, de la cual se deriva, con su visién del hombre, su visién y su suefio de la historia, hallaremos, como he dicho, un pai- saje muy distinto, pero, més alli oa través de él, una sorprendente coincidencia.gVoltaire parte tam- bi usseau, de la maldad de los hom- bres. En sus escritos, en sus conversaciones, pro- bablemente en su meditar solitario, hay unas frases que vuelven constantemente, que se repiten, apa- tecen donde menos pueda imaginarse, a modo de estribillo. Estas frases son: “las locuras del espiritu bumano” y “la estupidez humana”, es decir, Ia crueldad, el egofsmo, la injusticia, la ignorancia. Pero mientras para Rousseau toda esa locura y es- VOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 101 tupidez no tienen otro motivo que el apartamiento del hombre de su auténtico ser, que es Ia natura- leza,fara Voltaire todo es debido a que sigue esa misma naturaleza, que ¢s instinto, confusién y-des- mesura. Si el uno sostiene que el hombre es mal- vado, porque se ha apartado demasiado de Ja na- turaleza, el otro indica que lo es porque no esté todavia bastante lejos de ella. Uno y otro indican, empero, que el hombre es malvado, y por eso la experiencia de Rousseau y de Voltaire es, en el fondo, una y Ia misma, como es una y Ja misma su soledad, y una y Ja misma su esperanzay/Ambos buscan con vehemencia 1a bondad y, en Gltimo término, poco importa dénde sefialen que Ia bon- dad se encuentra;/foco importa que el hombre sea, como dice Rousseau, naturalmente bueno, 0 que haya, como Voltaire afirma, una bondad na- tural del hombre regido por Ia raz6n.3 ‘Lo que se encuentra tras las nubes de la ironia de Voltaire es, pues, simultineamente una desespera- ciéa indisolublemente unida a una esperanza, La desesperacién tiene su causa en Ja experiencia de Ja maldad, que para él equivale a la ignorancia, La maldad del hombre, su crueldad y su locura, son pfopias de su permanencia en la naturaleza; la es- peranza, empero, surge por Ja visién de la posibi- 4102 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL lidad de un pulimento gradual del hombre, por el paso de la pasién a la raz6n, de la ignorancia al saber, de Ia oscuridad a la luz, de la locura al buen sentido, Pero-si el hombre puede ser pulido, no puede ser transformado; la eternidad del carictet hhumano no es para Voltaire incompatible con la ilustraci6n de este caricter; ilustracién, esto es, aderezamiento, composicién y alifioEl hombre es, asf, para esta desesperada esperanza que consti- tuye Ja experiencia fundamental de Voltaireytina naturaleza que puede ser adornada, una ignorancia que puede alguna vez, sobreponiéndose a si misma, ‘comenzar a razonar. Esta misma experiencia de Voltaire y de Rous- seau —el hecho de que el hombre sea en este momento actual cruel y desenfrenado— conduce, pues, a ambos a una solucién radicalmente dis- tinta, Rousseau desconfia de todo lo que no sea naturaleza; Voltaire desconfia de todo lo que no sea‘ civilizacién y pulimento. Si habla también, como hemos indicado, de una bondad natural, hay que tener en cuenta que semejante bondad no apa- rece sino cuando la raz6n despierta de su temeroso escondite, pues la raz6n, tan majestuosa y resplan- deciente, es, en el fondo, cobarde, y sélo irrumpe en el mundo cuando cesan Jas luchas que puedan VOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 03, comprometer su existencia, Hay un pequefio es tito de Voltaire en este respecto sobradamente significativo, En este escrito, titulado Blogio bisté- rico de la razén, se pinta la situacién de Europa desde la invasién de los barbaros, pasando por la época merovingia, por la Edad Media, por la toma de Constantinopla y por las sangrientas luchas re- ligiosas de la época moderna. Pues bien, durante todo ese tiempo en que reinaron, segin Voltaire, la ignorancia, el futor y el fanatismo, Ia raz6n permanecié escondida con la verdad, su hija, y s6lo en un momento, informada de lo que ocurtia, se \decidi6 a salir medrosamente, tocada por la piedad, aunque, afiade Voltaire, “la razén no suele ser pre- cisamente muy tierna”. Esta sequedad y cobardia de la razén y de Ia verdad, este sorprendentefilis- teismo, demuestra bien a las claras lo que Voltaire entiende por ilustracién y pulimento del hombre, razén y Ia verdad pretenden sélo, al parecer, frutar de los bellos dias”, mientras haya bellos dias, y regresar a su escondite tan pronto como sobrevengan las tempestades. Ello quiere decir que Ia razén y la verdad pueden sucumbir fécilmente ante Ja furia destructora de los hombres y, por consiguiente, que son, frente a la naturaleza, lo mortal y perecedero. Pero quiere decit también que To4. CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL lh razon es todo menos la omnipotencia, que ¢s prudencia y buen sentido, mas también debilidad, cobardia y flaqueza. La razén es para Voltaire, a diferencia de lo que seri para Hegel, no lo que se impone por si mismo, sino algo que el hombre debe por su propio esfuerzo conquistar. Esta conquista de la razén, que se esconde y cculta de continuo, es lo que constituye precisa: mente Ia historia del hombre. La razéa no se te- vela, sino que se descubre; se descubre dirigiéndose hacia ella, a pecho descubierto, descendiendo hasta su pozo y procurando convencerla,/El mito de la raz6n oculta es, asi, la demostracién de esa debili dad y precariedad del espiritu en que algunos ven hoy su modo de ser frente a la inmensay aplastan- te naturaleza, que pesa mucho més y vale mucho menos. El espiritu, la razén y la verdad pueden desaparecer violentamente, bartidos por las fuerzas elementales, a quienes poco importa Ja lama-ex- tremadamente sutil, pero extremadamente valioss, del espiritu, Si la raz6n seesconde, ello puede set atribuido a cobardia, pero también a prudencia, pues sin ese escondimiento desapareceria Fl des- cubrimiento de la razén, su aparicién sobre la su- petficie dé stra y, desde luego, sobre una muy ‘escasa superficie, representa, por lo tanto, para VOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 105 uestro filésofo y para todos los que, confiando en el valor de la raz6n humana, desconfian de su poder, el advenimiento de una edad dispuesta para cl espiritu. El espiritu se instala en el pecho de los hombres cuando éstos le han concedido el alo: jamiento que corresponde a su condicién. Mas, gquiénes pueden darle alojamiento? La quebradiza fragilidad de la raz6n y de la verdad, su temor, su cuidado y recelo, no parecen lo mis a propésito para que, ya que se deciden a emerger de su pozo, se instalen en el corazén de quienes las hagan servir para fines egoistas. En realid verdad y Ia razén no pueden, Voltaire, ins- talarse en el corazén de nadie,/El corazén es la gran mentira, el ugar de Ja agitacién y del cam- bio, el asiento del valor, pero también de Ia vin- culacién a esa terrible naturaleza que destruye el ‘espititu tan profito como se pone en movimiento. Y el espiritu es todo menos heroico; por eso se esconde ante la crueldad y Ja locura/Quienes pue- / den darle seguro alojamiento no son, pues, los hombres de corazén, sino los hombres de inteli- gencia, los que buscan la paz y no la guerra, los que buscan el bien/La arbitrariedad del coraz6n s la misma arbitrariedad de Jas pasiones, que tal vez son bienintencionadas, pero de las que hay 106 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL que desconfiar radicalmente, pues de buenas inten- ciones, dice el conocido proverbio, esté empedrado el infierno,/Voltaire no busca, por lo pronto, la buena intencién, sino la intencién recta; la urgen- te mecesidad que tiene de que su creencia.sea a la vvez una clara idea Je impide hallar para la verdad y Ia raz6n otto alojamiento que-no sea el de la mente, que es tal vez fria pero no engafiosa/La frialdad de la razén y de la verdad, su parquedad, su poca ternura, son precisamente para Voltaire la mayor garantia de que jamés han de engafiar. El hombre de contradicciones que es Voltaire se nos muestra ya en esta primera visién de una raz6n aspera y rigurosa, pero que, por su misma aspereza, puede, més que el corazén y el senti- miento, alcanzar Ia bondad tan buscadgLa des- confianza de Voltaire hacia el coraz6n y el senti- miento tiene su causa, mis que en ellos mismos, cen el resultado de sus actos: coraz6n y sentimiento, estupidez y egofsmo, han hecho, hasta el presente, Ja historia humang/Ahora bien, tal historia no es para él mis que’ la historia de las desmesuras, pues “la mayor parte del género humano ha sido y seri durante largo tiempo insensato e imbécil, y aacaso los més insensatos han sido los que han que rido encontrar un sentido a las cosas absurdas, po- VOLTAIRE © LA VISIGN RACIONALISTA 107 ner Ja raz6n en Ja locura”./*Poner Ia razén en la locura” significa usar de la raz6n para apoyar lo que no es razonable, usar de la inteligencia para encubrir Ja ignorancia. El descubrimiento de la razén no es, por lo tanto, suficiente para convestir en civilizacién Ia barbarie; por su misma contex- tura y debilidad, la razén se presta a todo, Puede dar origen a la verdad mis estricta, pero también a la mis monstruosa mentira. Ahora bien, Jo que se trata de buscar, tras haberle dado alojamiento Ja raz6n, es lo realmente verdadero; ¢s la verdad. La verdad ¢s lo que Voltaire busca en Ia histo- tia, a la cual quiere podar de todas esas frondosas amas que para él son la mentira: las fabalas, los mitos, las leyendas,Voltaire busca la escueta ver- dad de la historia sin advertir que todo eso que parece adorno y gala, la fabula y la leyenda, perte- rnece también a la yerdad de la historia, contra lo que pudiera parecer, a la verdad més desnuda. Si, por un lado, quiere comprender Ia historia y saber Jo que verdaderamente ha pasado en ella, por el otro quiere criticarla. La actitud critica frente a 1a historia se halla para Voltaire y para toda la ilustracién unida a ese fino sentido hist6ri- co que el siglo xvi comienza a poseer frente al grandioso y absolutista racionalismo del siglo xv. 08 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL. _ No es casual que quien de tal suerte critica et sado sea capaz de reconstruitlo con tan buena ; el terrible critico de las fabulas que es Voltai €s al mismo tiempo el hombre que puede habl durante horas y horas de las més diversas y tas fabulas y leyendas; el hombre que dice “no hay otra certidumbre histérica que la certi- dumbre matemitica”, afiade a continuacién que todo le es bueno para hacer la historia. “Hare ice Voltaire— como La Fléche, que se aprove- i chaba de todo.” Peso aprovecharse de todo es lo mis distinto que puede darse de la matemitica, sa ciencia de Jos ascetas; aprovecharse de todo es coger de las cosas todo lo que el matemitico des- cuida: el color, el detalle, el fondo y el trasfondo, lo que hay y lo que se supone, lo que parece oci- trir y lo que realmente ocurte 0, como Voltaire dice casi roménticamente, “el espiritu de Jas na- + ciones",La verdad de Ja historia es su espiritu; encontrarlo debajo de la apariencia de los hechos resonantes, de los personajes influyentes, del fra- gor de las guerras y de la astucia de los tratados, s encontrar lo que Ja historia es: su verdad, Lo que Voltaire quiere es “leer Ia historia en fil6sofo", y leer la historia en fil6sofo es para 1 ticaipo ea que vive jeer ef pasado a Ia luz de la YVOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 109) én y de la critica/Nuestra época, que, pese a tan proclamado historicismo, dispara desde Ja a de su enotme petulancia los mis despectivos uiebros sobre el siglo x0x, al cual, por lo me- s, suele calificar de estipido, y sobre el siglo al que, a lo sumo, y haciendo grandes con- jones, acostumbra llamar, con notable olvido las propias miserias, ridiculo e incomprensivo, stra época tiene bastante que aprender de aque- bienintencionados fildsofos, que tal vez filo- faban mal, que acaso eran un poco vanidosos, ¢ iban sin muchas contemplaciones a lo suyo, que en ningin momento dejaron de ser lo ¢ algunos de los intelectuales de hoy son cada menos: verdaderos hombres»¥-claro esti que f set hornbre no ha de entenderse ahora lan- ¢ todos los minutos a la calle para acuchillar projimo; ser hombre verdadero es para el inte- il tener el valor de decir clara y distinta- te lo que él cree ser verdad/Sélo esta enorme ingenua confianza en la verdad de lo que se de muchos historicistas. Ea fin de cuentas, el 110 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL clogio volteriano de la raz6n es un poco mis sin- cero y posiblemente algo més valiente que los elogios actuales sobre cualquier desventurada rea: lidad. Pues también Ja razén y Ja critica, Ja queja y la utopia son una realidad que hay que tener en: cuenta en Ja historia, 1a cual no es s6lo la histo- tia de las guerras y de las paces, sino también y muy en particular Ja historia de los deseosy de los afanes de los hombres para que haya guetras © para que haya paces. La lectura de Ja historia ‘en fildsofo no significa, por lo tanto, mas que la ctitica de una realidad en favor de otra realidad, tan justificada cuando menos como la primera, para Voltaire, desde Iuego, mucho mis digna: realidad de Ja lucha por Ja luz, por Ia clari contra la miseria, la oscuridad, la supersticién, exagetacion, el fanatismo, el desconcierto de pasiones, la groseria de las fabulas. Todo —miseria y fanatismo, groseria y desconcie pertenece a 1a historia, y ello hasta tal punto el misma/Voltaire,. apresurado desmontador mitos, llega a preguntarse si hay algo mis crueldad ¢ infortunio en Ia historia humana. do Voltaire se lo pregunta, después de haber p ducido gran parte de su obra, al cumplir los 6 VOLTAIRE © LA VISIGN RACIONALISTA 32x afios de edad, es precisamente cuando irrumpe en su vida la més amarga experiencia: el desastre de Lisboa, el terremoto que asolé a esta ciudad en 1755, cuando la misma naturaleza pareci6 resistir. se alos designios de los reformadores /En realidad, todo lo que Voltaire habia dicho-y escrito hasta aquella fecha, todo.su combate y toda su lucha, habian sido Ilevados a cabo, dentro de su irénica amargura, con la esperanza de que hablaba de un’ pasado, de algo que no pédia volver porque empezaba Ja época en que la humanidad, cansada de tanta indigencia, egaba a ver un poco claro en si misma. Ver claro en si misma significaba pata Voltaire saberse en un mundo que podia do» -minar con su esfuerzo, en un universo del que iba @ quedar desterrada para siempre la ignorancia(La identificaciéa del mal con la ignorancia, que habia resonado con tanta insistencia durante la vida de Voltaire, iba, sin embargo, a queda muy pronto mis que desmentida. Hasta 1755 habia en Voltaire casi por partes iguales un poco de ironia, un poco de esperanza y un poco de amargura. A partir de 1755 no Je quedaba ya apenas mis que Ja amar- guray'No es casual que toda la obra fundamental de Voltaire, aquella que responde a sus mis entra- fables experiencias y no sélo a las exigencias del 112 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL contorno,, sea posterior, en poco o en mucho, a esta fecha, es decir, a esta experiencia. No s6lo, desde luego, el Poema sobre el desasire de Lisboa, donde afirma literalmente que existe sobre la tierra un mal cuyo principio nos es desconocido, sino el ‘grueso de su obra histérica, la mayor y la més significativa parte de sus cuentos, la lucha contra el optimismo, que parece una mania, pero que es, en el fondo, para todo buen entendedor, Ia expre- sin de una tragedia,/A este Voltaire, racionalista desesperado, es al que debe referirse la visi6n de Ja historiay/que si antes fué Ja lucha del hombre contra la naturaleza y Ia pasién de 1a naturaleza, ahora es ya Ja lucha contra ese desconocido, mi- tico y, sin embargo, terriblemente existente princi- pio del mal. La historia se convierte, asi, para este maniqueo sin saberlo, para este hombre deseoso de una luz que brilla débilmente en el fondo de iun insonda- ble abismo, en una cruzada, en una organizacién de los hombres de buena voluntad dispuestos al rescate del principio del bien. Los maniqueos su: ponian que en el gran teatro del mundo tenia Iu- gar la mis grandiosa escenografia metafisica: a cada uno de los principios creados por el Dios de Ia bondad se oponia un principio creado por el VOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 113, Dios del mal; acada nueva luz, una nueva tiniebla; cada nueva grandeza, una nueva miseria. De un modo andlogo, en el no confesado maniqueismo de Voltaire hay una. sucesiva y jamés terminada produccién de bienes y de males, de alegrias y de desdichas. Pero mientras los maniqueos dejaban que el especticulo corriera preferentemente a cargo de los dioses, Voltaire pide una decidida interven- ; cién de los hombres. El piblico, que era simple espectador en Ja tragedia maniquea, que se albo- fozaba o sufria con las vicisitudes de las potencias divinas, abandona su pasividad, sale del patio ¢ irrumpe en el escenario. Lo que hasta entonces se le habfa pedido era simplemente Ia resignacién Ja queja, 1a actitud angustiosa y expectante has+ ta ver en qué pataba toda aquella fantasmagéria de luces y de tinieblas; lo que ahora se le pide es cobrar conciencia de lo mucho que le va en el re- sultado del conflicto, advertir que su papel puede ser decisivo. Lo que se le pide no es alegrarse 0 entistecerse, sino intervenir, mezclarse con la gen- tuza que pulula en el escenario, revolverse quijo tescamente contra las fechorias y los entuertos. Voltaire pide, en suma, precisamente porque est desesperado, la intervencién. Pero, gquién puede intervenir en Ia historia sino » 114 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL aquel que sea capaz de dar alojamiento a la ra- z6n frigil, asustada de puro andaren malas com- pafiias? La buena voluntad no basta; la cabeza clara, bien que necesaria, no es suficiente. Sélo el poder que sea a la vez amante de a raz6n y bien- intencionado.podré preservar a la raz6n, una vez rescatada, de los embates del mal que por doquiera la acecha. De abi esa extrafia alianza propugnada por Voltaire y los iluministas de su tiempo, esa sorprendente amalgama de la sabiduria con Ia es- pada, ese al parecer incomprensible ayuntamiento de Ia ilustracién con el despotismo. Sélo cuando hay una unién semejante puede haber para ellos luz verdadera, sin temores de extincién al menor soplo, Ahora bien, tal unién, que es lo mis desea: ble, es también lo mis infrecuente; leer la historia €n filésofo significa justamente averiguar en qué ratos instantes se ha producido en el escenario del mundo el rescate de la razén y su conservaciéa ,por el despotismo ilustrado. Por eso hay que hacer la historia buscando todos aquellos indicios que ‘nos permitan determinar la contribucién de cada pueblo a Ja gran cruzida, na sélo, desde luego, de cada pueblo de Occidente, sino también de aquellos pueblos y tendencias que, poco conocidos ‘menospreciados hasta entonces, no han sido menos VOLTAIRE © LA VISION RACIONALISTA 115 decisivos para aliviar el peso tremebundo de la h toria: la China ante todo, la India, los Arabes, el judaismo racionalista, el cristianismo social. La pre- ferencia de Voltaire por la China, a la que supone, como ningin otro pueblo de la tierra, razonable yy moderada, coincide con el movimiento de apro- “ximacién @ todos los pueblos de los que se conocia solamente lo que contrastaba con la propia cultu- ra; coincide con el interés por todo lo que se salia del marco de la historia de Occidente, tinica que ha bia sido tratada, hasta bien entrado el Renaci- miento, por los mejores historiadores. La historia - occidental, la sucesién de los pueblos judio, griego y-romano, envueltos por una nube de birbaros, es estimada entonces como una de las historias posi- bles y no como la Gnica, El entusiasmo por una América que comenzaba entonces a perfilarse co- mo una tierra de promisién para todos los que cestuvieran fatigados de vivir en Europa, Ia imagen idealizada de una China préspera, culta y tole- rante, el interés pot todo lo humano por el hecho de ser humano, toda esa amalgama de hechos y de ‘esperanzas se encuentra expresada con la mayor transparencia en la visién hist6rica de la ilustracién racionalista. Leér la historia en filésofo es, por consiguiente, abatcar la ancha faz de la tierra, des- 116 CUATRO VISIONES DE LA HISTORIA UNIVERSAL ctibi las costumbres de todos los pueblos y aveti guar sobre todo cuill es el fondo de razén que late bajo las supersticiones y los fanatismos. Por eso la visién histérica de Voltaire es, dentro de su con- cordancia con el ctistianismo —ningtin occidental, aunque se llame Voltaire, puede eludirlo por en. tero—, lo mis alejado que cabe de la visiin cris- tiana, no tanto por su racionalismo, por su critica mordaz, como porque, a diferencia del cristiano, ve en_la historia una setie de hechos que se hallan alojados, con selativa. independencia, en diferentes espacios_y tiempos. El cristiano ve Ja historia como un crescendo continuo, como una sinfonia que tiene cada vez notas més agudas, que acaba en una inalcanzable fuga; el racionalista de la Ilus- tracién la ve como un contrapunto, como algo que puede ser repetido, reproducido, redoblado, La repeticién no es, sin embargo, la consecuencia de una ley, sino el producto de la intervencién de los hombres — de los hombres que, teniendo ef poder, son al mismo tiempo ilustrados. En la lucha entre los principios del bien y los principios del mal no hay una Providencia que disponga la victoria de unos o la derrota de ottos; si el prin- cipio del bien triunfa, es decir, si la luz, la razéo y la verdad consiguen sobreponerse momentinca- VOLTAIRE 0.LA VISISN RACIONALISTA mente al error, a la ignorancia y a las tinieblas, ello acontece por el aprovechamiento de una co- yuntura extremadamente favorable, por un inespe- , rado y magnifico azar, : Lo que hay de azaroso en la historia es lo que hay de tremendo, pero también lo que hay d2 esperanzador, pues el azar y no Ja fortuna es lo 7 que puede ser forzado. Por eso la obra de Jos hombres dispuestos a la lucha es tan decisiva, que puede decirse que si ha habido alguna vez épocas que han surgido de la penumbra en que se en- cuentra sumergida Ja historia, ello ha ocurtido sobre todo por esos pocos hombres que las han forjado. En el inacabable contrapunto de Ja his- toria han existido, ciertamente, épocas de este tipo, épocas civilizadas, lo cual significa, para Voltaire, épocas en que se ha dado, aunque con brevedad excesiva, el peregrino ayuntamiento del poder y de la clara luz de la razén que razona sobre las verdades. No es sorprendente que esas épocas, que Voltaire hace ie ‘en lo que toca al Occiden- te, a cuatro, tengan todas un mismo estilo a pesar de sus mutuas diferencias: la edad clisica de 5 iegos, el siglo de Pericles y, un poco més allé, Piatacecte Ja cultura helénica en el Cercano Oriente por la virtud de Alejandro; la edad del 117

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