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Listado Lecturas Curso Instituciones Politieas 2009 10. u 12, 13. 14, 16. 17, 18, 19, 20. aL Norberto Bobbio, Teoria General de 1a Politica, Madrid: Editorial Trotta (2003), cap. ML, pp. 175-223. Max Weber, La Politica como Profesion, Editorial Espasa Calpe (2° ed., 2001), pp. 93+ 101, pp. 149-164. Platon, Escritos Politicos, Seleccién de Alfonso Gémez-Lobos, Estudios Piiblicos, n° 51 (1993) 338-410 [74 paginas] Aristoteles, Politica, Seleccién de Oscar Godoy, Estudios Piblicos, n° 50 (1993) [53 paginas} Maquiavelo, El Principe, Seleccién por Oscar Godoy, Bstudios Piiblicas, n° 53 (1994) 389-409 [ 20 paginas] ‘Thomas Hobbes, Seleccién de Escritos Politicos, por Oscar Godoy, Estudios Publicos, 1°23 (1986) [38 paginas} John Locke, Seleecién de Bscritos Politicos, por Oscar Godoy, Estudios Piiblicos, n° 23 (1986) [38 paginas). Jean Jacques Rousseau, Antologia Politica de Rousseau, por Carlos Miranda, Estudios Piiblicos, n° 65 (1997) 321-367 [46 paginas} Dectaracién de Independencia de los Estados Unidos (1776). Dectaracién de los Derechos del Hombre y de! Ciudadano (1789), Kart Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Ediciones Mestas (2001), pp. 21-49. ‘John Rawls, Liberalismo Potttico, Fondo de Cultura Econémica (1995), pp. 270-313. Jordi Matas, “Los Partidos Politicos y los Sistemas de Partidos”. en Miquel Caminal, ‘Manual de Ciencta Politica, Tecnos (2° ed. 1999), pp. 317-342, Pablo Lucas Verdl, Manual de Derecho Politico, Vol. 1, Tecnos (3° ed. 1994) cap. IV y V. pp. 82-109. Carlos Santiago Nino, La Constitucién de ta Democracia Deliberativa, Gedisa (1997), cap, IV, pp. 101-153 Robert Dahl, Za Democracta y sus Criticas, Paidos (1991), cap. 6, pp. 103-119. Arend Lijphart, Modelos de Democracia, Editorial Ariel (2000), cap. 3 y 4, pp. 42-52, 59-70. Stephen Holmes, “El Precompromiso y la Paradoja de la Democracia”, en Elster, Jon y Rune Slagstad, ed., Constitucionalismo y Democracia, México: Fondo de Cultura Economica (1999), pp. 217-262. Waldron, Jeremy, “La Concepei6n Constitucional de la Democracia” capitulo XIII en Derecho y Desacuerdos, Marcial Pons (2005), pp.337-372. Gabriel Salazar y Julio Pinto. Historia Conlempordnea de Chile. Tomo 1. Estado, Leguimidad. Ciudadania, Santiago de Chile: LOM (1999), cap. 1, pp. 13-53, 69-98. Carlos Hunceus, Chile, un Pais Dividido. La Actualidad det Pasado, Catatonia (2003), cap. IIL, pp. 93-119. C8 Shia lithe gota Gof leo ae eligi Capitulo U POLITICA Y MORAL I EL CONCEPYO DE POLITICA sado cldsico y el significado moderno de politica que se refiece a todo fo re- pablico y, por lo tanto, de la gran obra de Arist ada Politica, que debemos ado sobre la naturaleza, funciones y partes del Estado, y sobre las diferentes formas de gobierno, principal con el significado de arte o ciencia del gobierno, es decie, de refle yasea de aleance meram tos resultan dificiles de alas obras dedicadas rudio de aquella esfeta de |: mana que, de alguna forma, se refi ethodice digesta, por ponet us e la Edad Moderna, l término ha perdido su significado origi- nal, viéndose sustituido progresivamente por expresiones como «ciencia del Estado», edoctrina del Estado», eciencia politica, «filo- soffa politicas, ete. En la actualidad, se emplea nowmalmente para refetirse a la actividad o conjunto de actividades que, de alguna for- ‘ma, tienen como punto de referencia a la polis, es deci, al Estado La polis puede actuar bien como sujeto de esta actividad y en ese sentido pertenecen a la esfera politica actos tales como el ordenar (0 iacin, refuerzo, destruccién, detrocamiento del padee etc, La prueba esté en que obras que contingan la tradicién del ecatado atistotélico, se denominan en el siglo xix Filosofia del de- recho (Hegel, 1821), Sistema de la ciencia del Estado (Lorenz von Stein, 1853-1856), El 1896), Teo: fa general del Estado (Georg Jel! Elementi di politica (1925), c0% 0 habitual en todas las lenguas mds difundidas de llama histo- ria de las doctinas o de las ideas politias 0, ain més generalmente, del pensamiento politico, la historia que, de haber permanecidlo n= do que nos transmitieron los clasicos, deberia expresiones co: que recoge & La tipologia cldsica de las formas de poder Fl concepto de politica, entendida como forma de actividad o de praxis humana, aparece estrechamente relacionado con el de po- sr una determinada ventaja» (Hobbes)! 0, los medios para obt do, 1 Th, Hobbes, Levitan, cap. X Leviatis Madr, 1983] yed cast deC Moya yA Esco andlogamente, como «el conjunto de medios que permiten conse- uit los efectos deseados» (Russell)? Al ser uno de estos medios el dominio sobre otzos hombres unto al dominio de la naturaleza), el poder queda definido como una relacién entre dos sujetos en la {que uno impone al otro la voluntad propia y determina contra la de aquél su comportamiento. Ahora bien, dado que el dominio sobxe los hombres no es, por fo general, un fin en sf mismo, medio pata obtener ealguna ventaja» 0, mas exactament tos deseados» — ‘dos efec- igual que sucede con el dominio de la natu za—, la definicién del poder como tipo de relaciGn entre sujetos debe completarse con la definicin del poder como la posesién de los medios (de los que los dos principales son el dominio sobre otros hombres y el dominio sobre la naturaleza) que petmiten con: seguir, en efecto, «alguna ventajar 0 los ucfectos d der politico percenece a la categoria del poder de un hombre sobre oto (no del poder sobre la naturaleza) Esta telaciéa de poder se cexpresa de innumesables formas, en las que es posible rcconoce: las férmulas tipicas del lenguajc politico. Como relacién entse gober- nantes y gobernados, entte soberano y sibditos, entre Estado y ciudadanos, entre ordenar y obedecer, etc. Existen diferentes formas de poder del hombre sobre el hom- bre El poder politico no es més que una de ellas. En la teadicion dlisica que proviene especificamente de Arist6teles, se considera ban principalmente tres formas de poder, el poder paterno, el po- der despético y el poder politico. Los eriterios de distincidn se han modificado en las diferentes épocas. se asoma una tincién basada en el interés de aquel en favor del cual se ejerce el poder: el paterno se ejerce en interés de los hijos, el despstico en interés del amo, el politico en interés del que gobicina y del gober- nado (aunque sélo en las formas cortectas de gobieino, desde del ‘momento en que las formas corruptas se an precisamente por consist en tn poder ejercido en interés del gobernante). Aho- ta bien, el eriterio que terminé por prevalecet en la doctrina del insnaturalismo seria el del fundamento o principio de legitimacién {que aparece formulado con clatidad en el capitulo XV del Segundo ‘ratado sobre el gobierno civil de Locke) El fundamento del poder Paterno es la natutalezas el del poder despético, el castigo por el Adelito cometido (la tnica hipStesis para este caso, cs la del prisione- 2. B. Russel, Power. A New Social Anais, Allen 8¢ Unw wad. cast de Echavati, Fl podar en lo hombres yen fos pu ies, 1968], London, 1938 ‘oad to de guerra que ha perdido una guerra el del poder civ cal consenso A estos tres modos de justificacién del poder corees- ponden las tres femulas clésicas del fundamento de las obligacio- nes: ex natura, ex delicto, ex contractu, Sin embatgo, ninguno de los dos ciiterios permite distinguir el cardcter cspecifico del poder politico. De heeko, el que el poder politico se caracterice frente al patcrno y al despético por referirse al interés def gobernante y de Jos gobernados o por fundamentarse en el consenso, no constituye ‘dcter distintivo de cualquier gobierno, sino solamente del buen gobierno, No se trata de una connotacién de la relacién pol tica en cuanto tal, sino de la relacién politica que corresponde al gobierno tal como deberia sez. En la realidad, sin embargo, han existido siempre Estados reconocidos por los escritores politicos ya sea como gobiernos paternalistas 0 como gobiernos despéticos, es decir, gobiecnos en los que la selacién entre soberano y sibditos se asimila bien a la relacién entre padre e hijos, bien a la relacién entre dueio y esclavos, que no por ello son menos gobiernos que los que actiian buscando el bien piblico y se fundamentan en el consenso 1a tipologia moderna de las formas de poder Con el fin de descubrir el elemento especifico del poder politico, parece més conveniente el criterio de clasificaciGn de las diferentes formas de poder que se basa en los medios de que se sirve el sujeto ac- tivo de la relaci6n para condicionar el comportamiento del sujeto pasivo, Con base en dicho criterio, podemos distinguir tres grandes lases en el ambito del concepto amplisimo de poder, Dichas clases son: el poder econémico, el poder ideolégico y el poder politico El primero es el que se sitve de la posesi6n de ciertos biencs, necesatios 0 juzgados tales, en una situacin de escasez, para indu- cit a quienes no los poscen a adoptar una decerminada conducta, consistente principalmente en la realizacién de un cierto tipo de abajo. Fn la posesién de los medios de produccién reside una enorme fuente de poder para quienes los poseen frente a los que no El poder del dueiio de una empresa deriva de la posibilidad que la posesién o disponibilidad de los medios de produccidn le otorga de obtener la venta de la fuerza de! trabajo a cambio de un salatio. En tétminos generales, el que posee abundancia de bienes puede condicionar el comportamiento del que se encuentra en condicio nes de pobreza, mediante Ia promesa y entrega de una remunera- cia. El poder ideol6gico se basa en la influencia que las ideas formuladas de una cierta forma, emitidas en ciertas citcunstancias, ppor una persona investida de una cierta autotidad, difundidas me- diante ciertos procedimientos, poseen sobre la conducta de los ciu- dadanos. De este tipo de condicionamiento nace la importan- cia social en cada grupo organizado de quienes saben, es decir, de los sabios, ya se trate de los sacerdotes de la sociedad arcaica, o de los intelecmales 0 cientificos en las sociedades evolucionadas, toda vez que a tavés de ellos, y de los valores que difunden 0 los se cumple el proceso de socializacié integeacién del grupo El poder pol €0, por iltimo, se basa en la posesién de los instruments a través de los cuales se ejercita la fuerza fisica (las armas de cualquier especie 0 grado) Se trata del poder coactivo en el sentido mas restringido de la palabra, Las tres formas de poder instiruyen y ‘mantienen una sociedad de desiguales, es decit, una sociedad divi- dida entee ticos y pobres, segtin la primeta; entre sabios e ignoran- tes, segrin la segunda; y entre fuertes y débiles, sexvin la tercera. En. tétminos més generales, entre superiores e inferiores, En cuanto poder cuyo medio especifico es la fuerza —se entien- de, como luego se died, el uso exclusivo de la fuerza—, que consti- tye el medio con diferencia mas eficaz para condicionas los com- portamientos, el poder politico es en toda sociedad de desiguales cl poder supremo, es decir, el poder al que todos los demas aparecen, de alguna forma, subordinados. De hecho, el poder coactivo es aquel al que recurre cualquier grupo social (Ia clase dominante de cualquier grupo social), en tltima instancia, o como extrema ratio, pata defenderse de los ataques exteznos o para evitat la eliminacién propia como consecuencia de Ia disgregacién del grupo. En las, telaciones entre los miembros de un mismo grupo social, pese al estado de subordinacién que lz expropiacién de los medios de produccién crea en los expropiados ftente a sus expropiadores, pese a la adhesién pasiva a los valores del grupo por parte de la mayorla de los destinatarios de los mensajes ideol6gicos cmitidos pot la case dominante, solo ef empleo de la fuerza fisica sitve, aunque s6lo sea en casos extremos, para impedir Ia insubordina- cidn 0 la desobediencia de los sometidos, como prueba con profu- sin la experiencia histérica, En las relaciones entre grupos sociales diferentes, pese a la importancia que pueda tener [a amenaza o la sjecuci6n de sanciones econdmicas para inducir al grupo contrario a desistie de un ciesto comportamiento (en las relaciones entre ‘grupos posee menos relevancia el condicionamiento de naturaleza ideol6gica), el instrumento decisivo pata imponer la propia volun- tad es el uso de la fuerza: la guerra Esta distineién entre los tres principales tipos de poder social se ‘encuentra, si bien expresada de diferentes formas, en la mayor parte de las teorias sociales contempordneas, en las que el sistema socia, «en su conjunto aparece ditecta o indixectamente atticulado en tise sub-sistemas principales: Ia organizacin de las fuerzas productivas 1a organizaci6n del consenso y la organizacidn de la coaccin, Inch so la teorfa marxista puede interpretarse de esta forma: ta base real 6 estructura comprende el sistema econdmico; la supetesttuctica, escindiéndose en dos momentos distintos, comprende el sistema ideol6gico y el més propiamente juridico-politico. Gramsci dis gue claramente en la esfera superestructutal el momento del consen. 0 (al que llama sociedad civil) y el momento del dominio (al que llama sociedad politica o Estado). Durante sigtos, los e liticos han distinguido el poder espititual (lo que hoy llam: ‘deolégico) del poder temporal y han incerpretado siempre el po. det temporal como la unién del dominium (que hoy lamariamos Poder econémico) y el imperium (que hoy llamatiamos poder pro piamente politico). Tanto en la dicoromia tradicional (poder es (estructura y superes. smpre que se interprete tructara) aparecen las tes formas de poder, correctamente el segundo tétmino en und y oto caso, como com puesto de dos momentos. La diferenci Ja teorfa tradicios e! poder ideolégico y el politico reflejan, mas 0 menos inmediata- mente, la estructura de las relaciones de produccién El poder politico El hecho de que la posibilidad de recuttic a la fuerza sea el elemen to distintivo del poder politico frente a las otras formas de poder no quiere decir que el poder politico se tesuelva en el uso de la fuerea, Fl uso de la fuerza constitaye una condicién necesatia pero no suficiente para la existencia del poder politico. No todo grupo social capaz de emplear, incluso con cietta continuidad, la fuerza (una asociacién de delincuentes, una banda de pitatas, un grupo subversivo, etc) ejerce un poder politico. Lo que caracteniza al poder politico es la exclusividad en el uso de la fuerza respecto a odes los demés grupos que actéan en un determinado conte social, exclusividad que es el resultado de un proceso que se desa- 180 rrolla en toda sociedad organizada para la monopolizaci6n de fa posesion y del uso de los medios con lo que resulta posible ejercer la coacci6n fisica. Este proceso de monopolizacién se produce si- multaneamente con el de criminalizacién y penalizacién de todos los actos de violencia no realizados por las petsonas autorizadas por los detentadores y beneficiatios de este monopolio. En Ia hipétesis hobbesiana que sitve de base ala teoria moderna del Bstado, el paso def estado de naturaleza al estado ci anarquia ala arguia, del estado a duee cuando los individuos renun uno la fuerza propia que los hace stado de naturaleza para ponerlo en manos de una sola persona o de un dinico cuerpo que, desde ese momento, ser4 el tinico autorizado para empleat la fuerza frente a ellos. Esta hip6tesis abstracta adquuicte profundidad histética en la teoria del Estado de Marx y Engels confotme a la cual las insttuciones politicas de una sociedad divi ricas tienen como funcién pi nante mantenct la propia dominacié, objetivo que no puede alean- raise, dado el antagonismo de clase, mis que wiediante la organizacién sistemética y eficaz de la fuerza monopolizada (por ello, todos los Estados son y no pueden no ser, dictaduas). En esta dizeccidn eshoy clisica la definicién de Max Weber: «Por Estado debe entenderse un instituto politico de actividad continuada, cuando y en la medida en que su cuadzo adminiscrativo mantenga con éxito la pretensién de monopolio legitimo de coaccién fisica, para el mantenimiento del orden vigente»?. Esta definicién se ha convertido, practicamente, en lugat comin de la cienci 7G B Powell escriben en as acreditados: lo sefiala que el uso legtimo de que recorre la accién del sistema politica, dindo- su especial cardcter ¢ importancia y su coherencia como sistema Tas aue fienen cierto derecho, gene- obediencia me- mos de sistema politico, iteracciones que afectan el uso —real 0 posi ca legitima® 1985, vol 1 pp. 3. 4 GA Almond y G B Powell Compuative Potice A Developmental Approach, Pouitica MORAL DEREcHO La supremacta de Ia fuerza fisica como instrumento de poder les de las cuales son, ademas de la fuerza fisica, el dominio sobre los bienes que da lugar al poder cconémico y el dominio sobre las ideas que da lugar al poder ideolégieo) puede demostrarse mediante la consideracin de que, aunque cn la mayor patte de los Estados histéricos el mono- polio del poder coactivo haya intentado 0 conseguido mantenerse mediante la imposicin de las ideas (slas ideas dominantes,segt una conocida expresin de Marx, «son las ideas de la clase dominan- ten), de los dei patni a la rligidn civil, del Estado confesional a la religién del Estado, asf como mediance la concentracién y direccién de las principales actividades econémicas, existen, sin embargo, gru- 10s politicos organizados que han podido permit fa des-monopol zacién del poder ideolSgico y del poder econdmico (por ejemy Estado libecal-democratico catactesizado por la libertad de disentit, aunque dentro de ciectos limites, y por la plaralidad de centros de poder econsmico), Hasta ahora, no ha existido ningtin grupo social organizado que haya podido consentir Ia des-monopolizacién del poder coactivo, hecho que suponcia, ni més ni menos, que el final del Estado y que, en cuanto tal, consti verdadero litativo fueta de la historia al reino incemporal de la utopia Consecuencia directa de la monopolizaciGn de fa fuerza en el Ambito de un deretminado terticorio y con referencia a un determi- nado grupo social son algunos de los caracteres que habitualmente se attibuyen al poder politico y que lo diferencian de cualquier otra forma de poder: la exclusividay, la universalidad y la inclusividad que manifiescan tos de- io la formacién de grupos armados independientes y a sojuzgy dlispersar a aquellos que se formen, ademas de mantener a raya las infltraciones, injerencias o agresiones de grupos politicos externos. Este cardcter distingue a un grupo politico organizado de la socie- tas de latrones (el latrocinium del que hablaba san Agustin). Por universalidad se entiende la capacidad que poseen los detentadoes del poder politico, y sélo ellos, de adoptar decisiones le cidn y el destino de los vecursos (no s6lo econiémicos) Por i vidad se entiende 1a posibilidad de intervenin imperativamente en todas las posibles esferas de actividad de los miembros del grupo, Politica compara na con irigiéndolas hacia un fin deseado 0 apatténdolas de un fin no deseado sixviéndose como instrumento del orden jurfdico, es deci de un conjunto de normas primatias di ‘grupo y de normas secundacias dtigidas a los fancionatios espec Frados, autorizados para intervenit en caso de violacién de las rnormas primarias. Esto no quiere decir que ningtin poder pol se ponga limites. Pero se trata de limites que varian de una forma~ tin politica a otra. Un Estado teocratico extiende su poder a la ‘asfera rcligiosa, mientras que un Estado laico se detiene ante fa misma. Igualmente, un Estado colectivista extiende su poder a la ‘esfera econémica, mientras que el Estado liberal cldsico se abstiene de hacerlo. El Estado omni-inclusivo, es decir, el Estado al que inguna esfera de la actividad humana pecmanece exttafia, es el {Estado totalitazio y, por su naturaleza de caso-limite, la sublimacién de la poltica y la politizacién integral de las relaciones humanas. EI fin de la pol Una vez sefialado como element del que se sirve, se hacen inttiles las tradicionales definic teleolégicas que tratan de definis la politica mediante el fin o los fines que persigue Respecto al fin de la politica, lo nico que puede decirse es que, si el poder politico es, justamente en 1azén del monopolio de la fuerza, el poder supremo de un determinado ‘grupo social, los fines perseguidos por los actos de los politicos son fos fines que, en cada momento, se considetan preeminentes para an determinado grupo social (0 para de dicho grupo social). Por poner alin ejer les y sociales, la unidad del Estado, la concordia, la pa piblico, ete; en tiempos de ps y exterior, el bienestar, fa Prosperidad 0, dicectamente, la potencia; en tiempos de opresion por parte de un gobierno despético, la conquista de los derechos iviles y politicos; en tiempos de dependencia de una porencia exttanjera, la independencia nacional Lo cual quiere decir que 20 existen fines de fa politica de una vez y para siempre, y mucho menos un fin que los incluya a todos y que pueda ser considerado el fin de la politica. Los fines de la politica son tantos como metas un grupo organizado se propone, segin el tiempo y las citcunstan- cias. Esta insistencia sobre el medio antes que sobre el fin se corres- ponde, en todo caso, con la communis opinio de los tebticos del Estado, que excluyen tos fines de los asi llamados elementos cons: tirutivos del Estado. Valga nuevamente, por todos, Max Weber: nes de in» Desde el los abastecimientos hasta a proteccidn del arte, no ha mnalmente no haya sido perseguido 1 ha habido ningun ¢o tencia indispensable: la coaccign Hsia? Esta exchisién del juicio teleolégico no impide, sin embargo, que pueda habl: re de, cuando menos, un fin mini mo de la politica: el orden piblico en las relaciones incernas y la defensa de la integtidad nacional en las relaciones de un Estado con los demas, Este fin es minimo porque es la conditio sine gua on para la obtencién de todos los demés fines, por lo que resulta, ldgicamente, compatible con ellos. Incluso el partido que desea el desorden, 1o desea no como objetivo final sino coma momento ‘obligado para modificar el orden existente y ctear un nuevo orden Resulta licito hablar del orden como el fin minimo de la politica, Ptincipalmente, porque éste es, 0 deberia ser, et resultado ditecto de la organizacién del poder coactivo. Porque, en ottas palabras, este fin (e1 orden) coincide con el medio (e! monopolio de la fuer" za). En una sociedad compleja, basada en la divisién del trabajo, en la estratificacion de estamentos y clases, en algunos casos cn la superposiciOn de pueblos y razas diferentes, s6lo ef recurso e ‘iltima instancia a la fuerza impide la disgregacidn del grupo, ‘yuelea, como ditfan los antiguos, al estado de naturaleza Hasta tal punto es asi, que el dia en que fuese posible un orden esponténeo, como han imaginado diferentes escuclas cconémicas y politicas, dé Jos fisiGcratas a los anarquistas, o los propios Marx y Engels en la fase del comunismo plenamente realizado, ya no habria, hablando estrictamente, politica Si se consideran las tradicionales definiciones teleolégicas, no seta dificil advertir que algunas de ellas no son definiciones desexip- tivas sino prescriptivas, en el sentido de que no definen lo que con- creta y normalmente es la politica, sino que indican eémo deber set la politica pata ser una buena politica. Otras se difes que aqui se oftece s6lo por los eérminos (las palabras 5M Weber, Wischft und Gesllicaf, vol 1 cit (ed. cast de 1958, p44] Jos6fico resultan con frecuencia delibecadamehte obscuras) Toda la historia de la filosofia politica rebosa definiciones descriptivas, em- uistorélica Como es sabido, Arist6veles afitma que ir, sino el vivir bien (Politica, 1278) ‘Ahora bien, éen qué consiste la vida buena?, éedmo se distingue de fa mala? Y, si una clase politica tiraniza a sus sibditos condeniindo Jos una vida miserable y desgraciada, épuede ser que no haga poli- tica y que el poder que ¢jerce no sea un poder politico? El propio Aristoteles distingue las formas puras de gobierno de las formas co- rruptas (¥, antes que él, Platon y, después de él, muchos otros esc toces politicos durante una veintena de siglos). Aunque lo que di tingue las formas corruptas de las formas puras es que en aqueéllas la vida no es buena, ni Aristteles ni todos los demas escritores politi cos que le han seguid ciones politicas. No deben llevarnos a en, nales que atribuyen a la politica fines diferentes del orden, como el bien comtin (el propio Aristéceles y, tras él, el aristotelismo medie- val) o la justicia (Platén), Un concepto como el de bien comtin, por inucho que sc lo quicta libesar de su generalidad, por la que puede significar todo y nada, y asignarle un significado plausible, no puede designar mas que aquel bien que todos los miembros de un grupo tie- rien en comtin, bien que no ¢s otro qne la convivencia ordenada, en. una palabra, el orden. En cuanto a la justicia, en sentido platénico, sise la entiende, una vee disipadas todas las fnfalas ret6ricas, como el principio en funcién del cual es bueno que cada uno haga aquello que le cottesponde en el Ambito de la sociedad como un todo (Repsi- bliea, 433a), justicia y oxden resultan ser lo mismo Orras nociones de fines, como la felicidad, libertad o igualdad, son exc controvertidos, y también en este caso interpretables d 1mds diversas, como pata que puedan obtenerse indicaciones dtiles pata identificar el fin especifico de la politica ‘Otta forma de escapar de la dificultad de una definicidn teleo- logica de politica es la de definirla como aquella forma de poder {que no tiene més fin que el poder mismo (en la que el poder es, al tiempo, medio y fin 0, como suele decitse, fin de si mismo) «El catécter politico de la aceién humana —escribe Mario Albertini— emerge cuando el poder se convierte en un fin, se busca, en cierto sentido, por s{ mismo, y constituye el objeto de una actividad espe- ican’, a diferencia de lo que sucede con ef médieo que ejerce su 6M Alberni sha politica, on La police ef alt seg, Givifié, Milano, 1983, 9, propio poder sobre el enfermo pata cutatlo, 0 del nifio que impone fu juego @ sus compafteros por el placer no de ejercer un poder, sino de jugar. A esta forma de definic la politica cabria objetar que no define tanto una forma especifica de poder como un modo especifico de ejercerlo, por lo que conviene igualmente a cualquier foima de poder (ya se trate de un poder econdmico o idel6gico, ete) El poder pot el poder es la forma degenerada del gjezcicio de cualquier forma de poder, que puede tener por sujeto tanto a quien ejerce el poder con mayisculas, que es el poder politica, como a quien ejerce un pequefio poder, como puede set el de un padre de familia 0 un capataz que supervisa a una docena de tabajadores. La raz6n por la que puede patecer que el poder como fin de si mismo es caracteristico de la polities (aunque serfa mis exacto decit de un cierto hombte politico, del hombre politico maquiavélico) estrbs enel hecho de que no existe un fin tan especifice pata la politica como sf existe, en cambio, para el poder que el médico ejerce sobie J enfermo, o el del nifio que impone un juego a sus compafieros. Si el fin de la politica (y no del hombse politico maquiavélico) fuera realmente el poder por el poder, la politica no serviria para nada Probablemente, [a definicion de la politica como podet por el po- der detiva de la confusién entre el concepto de poder y el de potencia. No hay duda de que entre los fines de la politica se incluye también el de la potencia del Estado (cuando se toma en consideracién la telacién del estado propio con los demas) Peto na cosa es una politica de potencia y otra el poder por el poder. ‘Adems de que la potencia no es més que uno de los fines posibles de la politica, un fin que, razonablemente, s6lo ciectos Estados pueden perseguie La politica como relacién amigo-enemigo Ente las definiciones més conocidas y debatidas de la politica se cuenta la de Carl Schmitt (recogida y desactollada por Julien Fre- uund), segdn la cual Ia esfera de la politica coincide con Ia esfeca de fa relacién amigo-enemigo. Con base en esta definicién, el campo de origen y aplicacién de la politica serfa el antagonismo y st funcién consistiria en la actividad de aunat y defender a los arnigos y de dispersar y combatir a los enemigos Para dar fueiza a su definicién basada en una contraposicién fundamental (amigo- cenemigo), Schmitt la compara con las definiciones de moral, de arte, ete, cambién éstas basadas en contraposiciones fundamenta- les, coma bueno-malo, bello-feo, cfc : Pucs bien, a ditinién politics especie, quella la due pueden ins acciones y motios politicos, es fa ditincin Se amigo y enemigo {1 En la medida en que no devva de onos Sriteros, sa distincidn se correspon ene dominio defo politico eriosrelatvamentesst6nomae que proporcionan distin Slones como la del bi ye! mal en lo moral, ls de blleza y fealdad Freund se expresa, diésticamente, en los siguientes te «Mientras aya politics, dividité las’ colectividades en amigas y enemigas. Y coment 5, pata tolerat idades agonales o luchas de partdas, y reservar al gobiern deracho de designar igo exterior. [.] Es clato, pues, que la posiciéa amigo-enemigo es polticamente fundamental? Pese a su pretensién de valee como definicién global del fend- meno politico, la definicidn de Schmitt considera la politica desde tuna perspectiva unilateral, aungue importante, que es la del pai cular tipo de conflicto que distinguitfs Iz esfera de fas acciones poltticas. En otras palabras, Schmitt y Freund parecen estar de acuerdo sobze estos puntos: la politica tiene que ver con la contflic- tividad humana; existen varios tipos de conflictos, fundamental- mente, los conflictos agor los antagonisticos. La politica cubic el campo en que se desatrollan los conffictos antagonisticos. No parece existir dda sobre que ésta es a perspectiva que adoptan los autores citados. En este sentido, asegura Carl Schmiet La oposicign o el antagonismo constiruye la ms incensa y extrema dde todas las oposiciones, y cualquier antagonismo concreto se aproximard santo mis 2 lo poltico cuanto mayor sea su cexcanis al punto extremo, a eli, 1932 1988, 9.56) essence du potitique, Siey, Pati eo, Ediors Nacional, Mi 9. Ibid, p 359 10 C Schmi, op it, p59. 197 ‘omo bien puede observarse por los pasajes citados, lo que siensn x mente dichos autores al defini apoitica con base en la de a amigo-enemigo es el hecho de que existen confictas en rmibres y entre grupos sociales, y que entre estos conflit wmtigagos diferentes de todos los demés por su paricl organ el nombre de conflictos snto se trata de comprender en qué dad, y, por tanto, en qué se distingue ide relaciones conflictivas de que el elemento distintivo lictos que no pucd: 1vés de la fuerza, 0 que, -cmts0 & ala discusi6n, El cot cexcelencia como Freund han extapolado su definiién fe politica es Ia guerra, Concepto que comprende tanto la guerra te ene no lntocta intra Altona bien, ha cost eb ce 70 de conilicto que viene caracterizado de fo fuerza Pero, si esto es cierto, Ia det eminente in de pol lidad, incompatible con la ofrect rencia al monopolio de la fuerza. No imo término, una coat Gin de la misma. Precisamente en la medida en que el poder pa eto del qu esr par. conseBit 's propios fines, y que dicho instrumento es la fuerza fisica, és Spee al que se apela para eclver los conflctos al donde sa 0 tevoluci6n tendria como efecto Ia disgtegacién del Estado 0 del orden internacional, que son, de hecho, los conflievos en los que, Jocados los contendientes uno frente a otro como enemigos, It mea es la mors tua 11 § rouad, op cit, pp 602-605, PoLitica ¥ woRAL Lo politico y to social mente a lo que sucede en la tradicién clésica, conforme a a de la politica, entendida como esfera de todo aque- 10 de relaciones les, de forma tal que lo «politicos viene a coincidir con lo «so- ‘doctrina desacrollada sobre la categoria de la politica resul- rtamente, reductiva. Resolver, como se ha dicho, la categoria politica en la actividad que posee directa o indirectamente re- con la organizacién del poder coactivo, significa restringit el «politicos respecto al de lo «si substraido a la esfeca de la po sndo lugar ala contraposi conteaposicién (por iarx, ¥, hoy, de u ino del Césat) respecto <0 (ya se trate del teino de Dios o de Mammo: es lo que distingue la el Estado del no- csfera de Ia politica de la esfera de Estado, donde por esfera de la no-p. de, en cada caso, bien la sociedad r ar en que seenctentran los individuos con independencia de cualguie impo- sici6n, contrapuesto al ordenamiento coactivo del Estado). El tema fandamental dela filosoffa politica moderna es el ema de los conti- nes, unas veces mas adelantados otcas mas retrasados, segtin los dife- rentes autores y las diversas escuelas, del Estado como organizacién, de la esfera politica, bien respecto pecto a la sociedad individuos) También, desde este pr de Hobbes que aparece arti damentales, que constituyen las partes en que est divido el conteni- do del De cive. Estas tes partes se denominan: libertas, potestas, religio El problema fundamental del Estado para Hobbes y, por tanto, dela filosoffa politica cs el problema de las relaciones entre la potestas simbolizada por el gran Leviatin, de un lado, y la ibertas y la religio, de otro. La libertas designa al espacio de las relaciones naturales, donde se desarrolla la actividad econdmica de los i duos estimulada por la incesante lucha por la posesién de los bienes naturales, es decir, el estado de naturaleza (interpretado reciente- mente como la pretiguracién de la sociedad de mercado); la religio designa el espacio reservado a la formacién y a la expansién de la vida espirisual, cuya concreci6n hist6rica se produce en fa instira- cidn dela Iglesia, es deci, de una sociedad que, por su naturalezs, es distinta de la sociedad politica y no puede confundirse con ella Respecto a esta doble delimitacién de los confines del tettizotio de la politica suzgen cn la filosofia politica moderna dos tipos ideales dc Estado: el Estado absoluto y el Estado liberal. El primeto tenden- te a extender, el segundo a restringir la propia injerencia frente a la sociedad econémica y frente a Ia sociedad religiosa. En la filosofia politica del siglo xix, el proceso de emancipacién de la sociedad con relacién al Estado avanza canto que, por primera vez, desde dife rentes angulos, se propone la hipétesis de la desaparicién en un jano del Estado y, consiguientemente, a absor~ lo social, o el fin de la politica. Segin lo hasta pecto al concepto mis amplio de «so: fica exactamente cl fin de una sociedad pata cuya cohesi6n resu necesatias relaciones de poder politico, es dex i in ef uso de la ica no significa, pot tanto, in social. Significa, pura y simplemente, el fin de aquella forma de ‘organizacién social que se tige por el uso exclusivo del poder coactivo Politica y moral EI problema de la zelacién entre politica y no-politica se relaciona con uno de los problemas fundamentales de la flosotia politics, el problema de la relacién entre politica y moral, La politica y la moral tienen en comin el campo sobre el que se extienden, que es el cazt~ po de Ia accién o de la praxis humana, Se afirma que se distingnen pot el diferente principio 0 crterio de justificacién y de valoracién de las respecrivas acciones, con la consecuencia de que aquelto que resulta obligatorio para la moral no tiene por qué set obligatorio , yaquello que resulta licito en la polfticano tiene por ito para la moral. Es decir, que pueden existir acciones thorales que son impoliticas 0 (apol ricas consi- deradas inmorales (0 amorales), El descubrimiento de esta diferen: da atribuido, con taz6n o sin ella, a Maquiavelo —de quien coma el ftombre de maquiavelismo toda ceorfa de la politica que sostiene y defiende la separacién de la politica de la moral—suele sex conside- ada como el problema de la autonomia de la politica. Fl problema rece al mismo ritmo que la creacién del Estado moderno y de sa gradual emancipacién de la Iglesia, que llga, en los casos exizemos, hasta la subordinacién de la Iglesia al Estado y, por tanto, ala su iacia absoluta de fa politica. En realidad, lo que se llazna autonomia dela politica no es orra cosa que el reconocimiento de que el critezio on base en el cual se considera buena 0 mala una accién politica (y, no se olvide, que por accién politica se entiende, segtin se ha dicho hasta aqui, una accidn que tenga por sujeto u objeto a la polis) es diferente del criterio con base en el cual se considera buena o mala toa accién moral. Mientras el exiterio con base en el cual se juzga una accién como moralmente buena o mala es el respeto ala norma cuyo mandato es considerado como categérico, independientemente del resultado de la acci6n (ehaz lo que debas y que suceda lo que sea», el criterio con base en el cual se juzga una accién como politicamente buena o mala es, pura y simplemente, su resultado (chaz lo que debas para que suceda lo que quieres). Ambos criterios son inconmensura- bles. Esta incomensurabilidad se expresa mediante la afirmacién de que en politica vale la méxima «el fn justfica los medios». Maxima que encontré en Maquiavelo una de sus exptesiones més intensas: en bs tay 3 resultados. Haga, pues, el princip tener el Estado, y los medios que honrados y seri alabados por todos rnecesario pata vencer y man~ 2 siempre serin considerados Por contra, en moral, la maxima maquiavélica no vale, ya que para que se juzgue moraimente buena una accién, debe realizarse sin ningain otco fin que el de cumplir con el propio deber 12. El Principe, XVIIE 2000, p 121) cast, de E Leones fungl, Eepasa Calpe, Madi, 191 na de las interpretaciones més convincentes de esta contrapi én es Ia contraposicién weberiana entie la ética de las eonvic. ciones y la ética de la responsabilidad: [.) hay wna diferencia abismal encre aetuac bajo wna mi tica de las convieciones de conciencia (hablando en cét y pone el re Bl universo de la moral y el de la politica se mueven dentro del Ambito de dos sistemas éticos diferentes y contiapuestos. Mas que de inmoralidad de la politica 0 de impoliticidad de ta mox deberia hablar mas correctamente de dos universos éticos q mueven siguiendo principios diferentes segrin las diversas situacio- nes en que se encuentran los hombres en su actividad. De estos dos tunivers0s éticos son representantes dos personas diferentes que a tian en el mundo sobre vias destinadas casi siempre a no encontrar se. De un lado, el hombre de fe, ei profeta, el pedagogo, el sabi que mira a la ciudad celeste; de otro, el hombre de Estado, el caudillo de hombres, el creado: de la ciudad terrena. Lo que cuenta pata el primero es la puseza de las intenciones y la coherencia entce acciSn e intencidn; para el segundo, la certeza y Ia fecundidad det resultado. La asi llamada inmoralidad de In politica se resuelve, bicn mirado, en una moral diferente de la del deber por el deber La moral por la que se debe hacer todo aquelio que esté a alcance pata realizar los objetivos que nos hayames propuestos, toda vez que sabemos, desde el principio, que secemos juzgados con base en nuestro éxito. Le cortesponden dos conceptos de virtud, el de virtud clasica, para el que evirtuds significa disposicién al bien moral (contrapuesto al stil), y el de virud maquiavélica, para el ‘que virtud es la capacidad del principe fuerte y advertido que, haciendo uso tanto de la «zona» como del eleén», triunfa en el intento de mantener y reforzat su propio dominio. La politica como ética del grepo Quien no quieia detenerse en Ja constatacién de la incomensurabi- idad de estas dos éticas y desee tratar de comprender Ia raz6n por Ia que lo qué esté justificado en un cierto contexto no Io esté en ‘otro, deberd plantearse dénde reside la diferencia entre estos dos contextos. La tespuesra es la siguiente: el criterio de la ética de las, convicciones se utiliza, normalmente, para juzgar acciones indivi Guales, mientras que el critetio de la ética de la responsabilidad socle emplearse para juzgar acciones de grupo 0, en todo caso, realizadas por un individuo en nombre 0 por cuenta del grupo propio, ya se trate del pueblo, Ix nacidn, la iglesia, [a clase, el partido, etc. En otros términos, puede decirse que a la diferencia entze moral y politica, o entre ética de las convicciones y ética de la responsabilidad, se corresponde también la diferencia en individual y ética de grupo. La cial, con cual o que es obligatorio en moral no tiene por qué ser obligatorio en politica, puede traducirse en esta otra formula: aquello que es worio para el individuo no tiene por qué set obligatorio para el grupo del que forma parte. Piénsese en la profanda diferencia en ¢l juicio de filésofos, redlogos, moralistas sobre la violencia segtin se tate de actos de vi ‘grupo social del que cl palabras, segiin se tate de viol exeepciones, condenada, 0 de violencia we, salvo excepcione plicaci6n en la consideracién de que en el caso de Ia viole individual no resulta préctieamente nunca posible tecuttit al cx ‘a personal, generalmente, salvo stitucional, generalmen- tio de justificacién de Ia extrema ratio (salvo en el caso de legitima dofensa), mientras que en las relaciones entre grupos el recurso a la justificacion de lencia como extrema ratio resulta habitual ‘én por la cual no se justfica la violencia in en el hecho de que est, por ast decir, pro- cia colectiva, de forma que resulta cada vez dual radica justa duo se encuentre en la situacién de tener que recurtie a la vi como extrema ratio. Si esto es cierto, podemos ded cuencia importante: la no justificacién de a violen reposa en tiltima instancia en el hecho de que sc acepta, como colectiva Fn otras palabras, no hay aecesi- dual porque reposa sobre la aceptacién de una convivencia que 3° rige por la préctiea continua de la violencia colectiva La contraposicién entre moral y politica, ast entendida, como contraposicin entte ética individual y ética'de grupo, sirve tam- 193 bign de ilustracion y explicacién a la secular disputa sobre la srazén de Estado». Por arazén de Estado» se entiende el conjunto de cipios y de méximas con base en las cuales acciones que no estatian justficadas de realizaclas un individuo, quedan no sélo justificadas, sino en algunos casos directamente exaltadas y glorificadas si las realiza el principe, o cualquiera que ojerza el poder en nombre de! Estado Que el Estado tenga razones qué el individuo no posee o no puede hacer valer es otta forma de poner en evidencia la difeten cia entre politica y moral, en la medida en que esta diferencia se refiera al diferente critetio en funcién del cual se juzgan como ‘buenas 0 malas la acciones en los dos 4mbiros. La aficmacin de que Ja politica es la raz6n del Estado encuentra una perfecta cortespon- dencia en la afirmacién de que la moral es la razén del individuo Se trata de dos razones que casi nunca coinciden. Es més, de su conttadiccién se alimenta la secular historia del conflicto entre ‘moral y politica Lo que, acaso, habria que afiadir es que la 1az6n de Estado no es més que un aspeeto de la ética de grupo, aunque se trate del més espectacular, si no por otra azn, porque el Estado es Ia colectividad en su mas alco grado de pot pre que un grupo social actia en defensa propia frente apela a una ética diferente de la que generalmente se aplica a los individuos, una ética, esto es, que responde a la misma iGgica que Ja raz6n de Estado. Asi junto a la razén de Estado, la historia nos oftece, segtin el tiempo y lugar, bien una tazén de partido, bien una razéa de clase o de nacién, que representan, con otro nombre peto con la misma fuerza y las mismas consccuencias, el principio de auronamia de la politica, entendida como autonomfa de los princi- pios y de las reglas de acei6n que valen para el grupo como totali- dad frente a las que valen para el individuo dentro del grupo, [Traduecién de Antonio de Cabo y Gerardo Pisa uw Btica ¥ PoLttica Como se plantea el problema Las investigaciones que, cada vez.con mayor frecuencia, se realizan cen nuestro pafs acerca de Ia cuestiGn moral, recoman el viejo vema de la relacién entre moral y politica. Tema viejo y siempre nuevo, 494 ya que no existe cuesti6n moral algana en ningtin campo que haya Zncontrado una solucién definitiva. Anngue mas célebre por | Sntigiedad del debate, la autoridad de los escritores que en al han participado, la variedad de los argumentos aducidos y Ia im- pottancia del tema, el problema de la relacidn entre moral y politica ho se diferencia del problema de la relacién entre la moral y todo cl resto de actividades del hombre, lo que induce a hablar habitualmente de una ética de las relaciones econdmicas 0, como sucede con frecuencia en estos afios, del mercado, de una ética sexual, de una ética médica, de una ética deportiva y asi sucesiva- mente, Se tata en todas estas esferas diferentes de la actividad humana del mismo problema: la distincién entre to que resulta moralmente Ifcito y lo que resulta moralmente iicto. El problema de las relaciones entre ética y politica resulta més grave en la medida en que a experiencia histdriea ha demostrado, al menos desde la disputa que conttapuso a Antigona con Creonte, yl sentido comin parece haberlo aceptado pacificamente, que el hombie politico puede comportarse de formas diferentes a la moral comin, que un act ‘en moral puede ser considerado y apre- ciado como Ifcito en politica; que la politica, en resumen, obedece aun cédigo de reglas o sistema normativo diferente de y, en parte, incompatible con el e6digo o sistema normativo de la conducta moral. Cuando Maquiavelo atribuye a Cosme de Medici (y parece que con aprobacién) la frase de que los Estados no se gobiernan con el pater naster en la mano, trata de decit, y da por asumido, que el hombre politico no puede desarrollar su accidn caracteristca siguiendo los preceptos de la moral dominante que, en una sociedad cristiana, coincide con la moral evangélica. Por irnos a nuestros dias, Jean-Paul Sartre, en una conocida obra de teatro, Les mains sales, sostiene 0, mejor dicho, hace sostenet a uno de sus perso-najes la tesis de que quien elige una actividad politica no puede por menos de mancharse las manos (de fango 0 incluso de sangre) Por tanto, pese a que la cuestién moral se plantea en todos los campos de la conducts humana, cuando lo hace en la esfera de la politica, asume un carcter sumamente especial. En todos los otros, campos, [a cuestiGn moral consiste en la discusién sobre cual es la conducta moralmente licita y viceversa, cul la ilicita y, acaso, en uuna moral no tigorista, cual sea indiferente, en las relaciones éco- némicas, sexuales, deportivas, entre médico y enfermo, entre maes- ‘to y alumano, ete. La discusién se da sobre cules son los principios o las reglas que, respectivamente, los empresatios o los comercian tes, los amantes o los eényuges, los jugadores de paquer o de fit- bol, los médicos y los cirujanos, los docentes deben adoptac cio de su actividad. Lo que generalmente no esta en disc es la propia cuestiGn moral, ¢s decit, que exista una cuestién moral, en otras palabras, que sea plausible plantearse el problema de la moralidad de las tespeetivas conductas. Refirimonos por ejemplo al campo en el quc, desde hace afos, se esta produciendo entre los rmoralistas un debate particularmente vivo: el de la ética médica y, de modo més general, el de la bioética. La discusién es vivacisima en lo relativo a la licitad o ilicicud de ciectos actos, pero # nadie se le ocutre negar el propio problema, es decir, que en el ejercicio de Ja actividad médica surjan problemas que aquellos que los tratan estén acostumbrados a considerar morales y que, al consideratlos tales, se entiendan perfectamente entre ellos, aunque no se pongan de acuerdo sobre cuales son los principios o teglas que deben ob- servarse y aplicatse, Nada distinto sucede en la actual disputa sobie la motalidad del mereado'. Sélo alli donde se defienda que el met cado como tal, en Ia medida en que es un mecanismo tacionalmen- te perfecto, no puede ser sometido a valoracién al moral, el problema se plantea de forma semejante a ia que ‘tadicionalmente pata el problema de la moral en la politica Pero con la siguiente diferencia: incluso en las valoraciones mo- ralmente mas desprejuiciadas del mercado nunca 5 tener conscience y razonadamente la inmoralidad del mercado sino, como mucho, su premoralidad © amoralidad, es decir, no tanto su incompatibilidad con la moral como su eatdcter ajeno a toda valoracién de orden moral. Fl amigo a altranza del mercado no tiene necesidad alguna de a xcaclo no se gol na con el pater noster. Como mucho afitmara que no se gobi cen absolut, Naturalmente, el problema de las relaciones entre moral y po Iitica s6lo tiene sentido si se esté de acuerdo en considerar que existe una anozal y sise aceptan en general ciertos preceptos que la ccaractetizan, Para estar de acuerdo sobre la existencia de la moral y sobre algunos preceptos generalisimos negativos como memine laedere, y positives como suum quique tribuere, no hace falta estar tema filoséfico pi de acuerdo sobre su fundamentaci6 excelencia sabre el que se han di digndose, las escuelas filos6ficas. La relacién on la ética es muy compleja, por lo que podemo: 1._Vésse AK Sen, «Mercato morale: Biblioteca del pp 827 196 decir que el desacuerdo sobre los fundamentos no prejuzga el acuer~ do sobre las reglas fundamentales Como mucho, habria que precisar que, cuando se habla de moral en zelacién con la politica, se hace referencia a la moral social y no a la moral individual. Esto es, a la moral que se retiere alas acciones de un individuo que interfieren con la esfera de act vidad de otros individuos y no a la que se refiere a acciones relat ‘vas, por ejemplo, al petfeccionamiento de la propia personalidad, independientemente de las consecuencias que fa persecucion de dicho ideal de perfeccién pueda tener para los demas, La ética tradicional siempre ha distinguido los deberes respecto a los demas dc los deberes respecto a uno mismo. En el debate sobre el proble- ma de [a moral en la politica se ponen en cuesti6n, exclusivamente, los deberes respecto a los demas. ePuede someterse la accién politica al juicio moral? A diferencia de otros campos de Ia condueta bn de la politica el problema que se ha planteado tiadicionalmente no se tefiete fanto a cules sean las acciones moralmente licitas 0 ilfeitas, sino si tiene sentido planteatse el problema de fa licitad o ilicitad motal de la accién politica Por poner un ejemplo que ayude a comprender la diferencia més clatamente que una la disertaci6n. No existe ningiin sistema moral que no incluya precep- tos dirigidos a impedi cl uso de la violencia y el fraude. Las dos principales categotias delictuales contempladas en nuestros cédigos penales son los delitos violentos y de fraude En un célebre capitulo de El Principe, Maq) sostiene que el buen politico debe co- nocer bien las artes del leén y de la zorta Ahoia bien, el le6n y la zorra son el simbolo de la fuerza y de la astucia En los tiempos modemos, el més maquiavélico de los escritores politicos, Vilftedo Pareto, clasificado entre fos maquiavelistas en tun conocido libro tecientemente puesto de nuevo on circulacion!, sostiene trangui los politicos son de dos categ aquellos en los que predomina el instinto de la persistencia de los agregadas, que son los leones maquiavélios, y aquellos en los que prevalece el instinco de la combinacién, que son las zottas maquia~ vélicas, En una célebte pagina, Croce, admitador de Maquiavelo y ina, en la esfera 2. Me cefero a Barnhass, The Machavllass; Defenders of Freedom, Pate ‘sam, London, 1943. (rad, cast de C. M* Reyes, [or Maguiavelisas:defnsort dele Wertad, Bees, Buenos Sites, 1953) POLITICA. MORAL DERECHO de Macx por su concepcién realista de la politica, desatrolla el tema de la chonestidad politica», dando comienzo a su escrito con las siguientes palabras que no precisan comentario alguno: «tra rmanifestaci6n de la comprensi6n vulgar de las cosas de la politica cs la petulante peticién que se hace de honestidad en la vida pol tica». Tras haber dicho que se trata del ideal que habita en cl énimo de todos los imbéciles, explica que «la honestidad politica no es otra cosa que Ia capacidad politicas* La cual, afiadimos nosotros, es 10 {que Maquiavelo llamaba viret que, como todo el mundo sabe, no guarda relacién alguna con la virtud de la que se habla en los trata- dos morales, empezando por la Etica a Nicémaco de Arist6reles. De estos ejemplos, que podrian multiplicarse, patececia no po- derse extraet otta conclusién que la de la imposibilidad de plancear el problema de las relaciones entre moral y politica en los mismos términos en que se plantea en las ottas esferas de la condacta humana, No ¢s que no hayan existido teorias politicas que hayan sostenido la tesis contraria, la de que también la politica cede, 0, mejor dicho, debe ceder ante la ley moral, sino que no han conse guido nunca afitmarse con argumentos realmente convincentes y han sido consideradas tan nobles como intitiles El tema de la justificacién Mis que a la argumentacién sobre la moralidad de la politica, des- tinada a contar con una escasa fuerza persuasiva, la mayor parte de Jos autores que se han ocupado de la cuestién han tomado nota de la ein de la historia y de la experiencia comin, de la gue se deriva ta enseftanca de Ia separacién entre moral comiin y conducta tica, y han dicigido su atencién a tratar de comprender y, en éltima instancia, justficar esta divergencia. Creo que es posible resumir toda o al menos gran parte de ta historia del pensamiento politico moderno en la biisqueda de una solucién al problema moral en la politica, interpretandola como una serie de intentos de dar una justificacisn al hecho, de por si escandaloso, de fa contradiccién evidente entre moral comin y moral politica, Cuando frente al problema, los autores adopran este enfoque, no se proponen pres- exibir lo que el politico debe hacer. Abandonan el campo de la preceptiva y se colocan en un terreno diferente, el de la compren- iar en (i, Secs e politics, Lat 165 ferad cant e E,Pevzon, Bice y politica: sepudas de la Co entica demi mismo, mda, Busnes Aies, 1957) sign del fendmeno. Accptando la distincién, hoy” habitual, entee ica y meta-ética, Ia mayor parte de las moralidad de la politica, en las que es rica la fil edad moderna, son, prioritariamente, de meta-ética, aunque excluir reflexiones secundarias, no siempre intencionales, de ética Hablo conscientemente de «justificacién». La condueta que pre- isa justficacidn es la que no se adapta a las reglas No se justifica la observancia de la norma, es decir, la conducta moral, La exigen- cia de justificacién nace ctando el acto viola o parece violat las reglas sociales generalmente aceptadas, tratese de reglas morales, jutidicas 0 consuetudinarias. No se justfica la obediencia sino, si se ppiensa que posee algin valor moral, fa desobediencia. No se justi- fica la presencia en una reunién oblig general, no existe necesidad alguna de normal; es necesario dar una justificacién, si se desea salvarlo, del acto que peca por exceso 0 por defecto Nadic reclame una justfi- caci6n del acto de una madte que se arroja al rfo para salvar al hijo que esté 2 punto de ahogarse Ahota bien, se espera una justifica- cidn si no lo hace. Uno de tos grandes problemas teoldgicos y metafisicos, el problema de la teodicea, nace de la constatacién det ‘mal en el mundo y en Ia historia, Céndido no se atormenta para justificar la existencia del mejor de los mundos posibles. Su fun- ‘iGn, como mucho, eta la de dar una explicacién o una demostra- cidn del hecho de que el mundo es asi y no de otra forma. Un mapa Adelanto que, frente a la enormidad del problema, me he propues- to una tarea rouy modesta, Creo que podria resultar de algrin inte- 163 presentat, a modo de introducci6n, un «mapa» de las diferentes y opuestas soluciones que histéricamente se han dado al problema de la zelacién entre ética y politica Se trata de un mapa, ciertamente, incompleto ¢ imperfecto, ya que se encuentra sometido a la posibilidad de un doble error: res- pecto a la clasificacién de los tipos de soluciones y respecto al encuadramiento de las diferentes soluciones en uno u otto tipo. Fl primer e1xor es de naturaleza conceptual; el segundo, de intexpre- tacién histérica. Se tata, por tanto, de un mapa que debers, sin duda, revisarse posteriormente con ulteriores observaciones, Pero, entre tanto, creo que puede oftecer cuando menos una orientacién 4 quien, antes de aventurarse en un terteno poco conocido, desce conocer todos los caminas que lo surcan 199 Todos los ejemplos provienen de Ia filosofia politica moderna, de Maquiavelo en adelante. Es cierto que la gran filosofia politica nace en Grecia, pero la discusién del problema de las relaciones entre Gtica y politica se vuelve particularmente acuciante con la formacién del Estado moderno, y recibe por primera vez un nom- bre que ya no perders nunca: «razén de Estado» @or qué motivo? Aducieé algunas razones, aunque con mucha precaucién. El dualismo entre ética y politica es uno de los aspectos del gran contraste entre Iglesia y Estado, un dualismo que no podia racer mas que con la contraposicién entre una institucién cuya isin era la de ensefiar, ptedicar, preconizat leyes universales de conducta, reveladas por Dios, y una institucién cuya fun cin era la de asegurar el orden tempos ciones de los hombres entre si. La contraposicién entre ética y politica en la edad modeina se resuelve, en realidad, desde el primer momento, en la contraposicin entre la moral cristiana y la praxis de aquellos que ejercen la accién politica. En un Estado prectistiano, en el que no existe una moral institucionalizada, el contraste cesulta menos evi- dente, Lo que no quieze decir que el pensamiento griego lo ignore Basta pensar en la oposicién entre las leyes no escritas a las que se remite Antigona y las del titano, Ahora bien, en el mundo griego no existe una moral, sino varias morales Cada escuela filosdfica tiene su propia moral. E! problema de la relacin entre moral y politica, all donde existen diferentes morales con las que confron- tar la accién politica, deja de tener un sentido preciso. Lo que suscité el interés del pensamiento griego no fue tanto el problema de la relaci6n entre ética y politica, como el problema de la rela- cin entre buen y mal gobierno, del que nace la distincién entre rey irano. Si bien se trata de una distincién interna del sistema politico, que no hace referencia a la relacién entre un sistema nor- mative como la politica y otto sistema normativo como la moral Cosa que sf sucedera en el mundo cristiano y posteristiano La segunda razdn de mi elecci6n es q) jalmente con la formaci6n de los grandes Estados tertitor a aparece cada vez mas como el fuga: en que se expiesa la voluntad de potencia, en un escenario mucho mas vasto y, por tanto, mucho ‘més visible, que cl de la venganza urbana o de fos conflictos de la sociedad feudal. Particularmente, cuando esta voluntad de potencia se pone al servicio de una confesién religiosa. El debate sobre la raz6n de Bstado estalla en el perfodo de las guerras religiosas. La contraposici6n entre moral y politica se zevela en todo su deamatis: mo cuando acciones moralmente condenables (piénsese, por poner ann un ejemplo notable, en la noche de san Bartolomé, alabada, por fora parte, por uno de los maquiavélicos, Gabriel Naudé) se reali- ganen nombre de la fuente misma, originaria, nica y exclusiva del orden moral del mundo, que es Dios Puede afadizse aun una tercera razén. Sélo en el siglo Xvt se asume esta conttaposicién también como problema prictico y se trata de datle algin tipo de explicacién. El texto canénico es, una vyex mas, El Principe de Maquiavelo, en especial, el capitulo XVIII ‘que comienza con estas fatales palabras: idad y no con astucias no muestra que los prin que han dado poca jmportancia a su palabrat La clave de todo es la expresin «grandes cosaso. Si se comienza a discutir sobre el problema de la accidn humana, no desde el punto de vista del principe, sino desde el punto de vista de las egrandes cosas, es decir, del resultado, entonces el problema moral cambia completamente de aspecto, se invicrte radicalmente El largo debate la tazén de Estado es un comentatio, que ha durado siglos, ala iendo a nuestra tipologia, después de esta advertencia, 1ea- lizaré otra mas De las doctrinas éticas que enumeraré, algunas tienen un valor prevalentemente prescriptivo, en la medida en que no pretenden dar una explicacién de la contraposici6n, sino a dale tina solucién préctica Otras cuentan con ua valor fundamental mente analitico, en la medida en que tienden no ya a suge debe resolverse el problema entre ética y politica, sino a indicar cual es la razén de la ‘el.no haber tenido en cuenta las diferentes fu ha conducido a grandes confusiones, Por ejemplo, no tiene sentido tefucar una doctrina prescriptiva haciendo observaciones de tipo realista, al igual que no tiene sentido oponerse a una teorla analiti ‘ca proponiendo una mejor o la mejor de las soluciones a la contra~ posicion Divido las teorias propuestas para el problema de la telacién entre moral y politica en cuatro grandes grupos, si bien, en la reali 4. [lend cast de E Leodets Jung, Hspata-Cale, Madrid 2000, p 120} dad, no siempre tesultan netamente separables, sino que con fre cuencia se mezclan unos con ottos, Distingo las teorfas monistas de Jas dualisas. Las monistas, a su vez, en monismo tigido y monismo flexible. Las dualstas, en dualismo aparente y dualismo teal. Deno del monismo sigido incluyo a aquellos autores para los que no existe contradiccién entre moral y politica porque existe un solo sistema normativo, o el de la moral o el de la politica. En el monismo flexi- alos autores para los que existe un solo sistema normativo, el de Ja moral, que sin embargo admice, en determinadas ciccunstancias 0 para determinados sujetos, derogaciones o excepciones justificables con argumentos pertenecientes a la esfera de lo razonable, En el dualismo aparente, sitéo alos autores que conciben motal y politica ‘como dos sistemas normativos distintos pero no totalmente indepen: dientes el uno del otto, sino colocados el uno sobre ef otto, en un orden jerarquico F tores para los que moral y politica son dos sistemas normativos dife- rentes que obedecen a diferentes critetios de juicio. He dispuesto las diferentes eorfas siguiendo el orden de su progresivo mayor distan- ciamiento entre los dos sistemas normativos EI monismo rigido Del monismo sigido existen tan sélo, naturalmente, dos versiones, dependiende de que la reductio ad unsom se obtenga resolviendo ls politica en la moral o, al contratio, la moral en la politica Ejemplo de la primera es la idea, mejot dicho, el ideal, upica ‘mente del siglo xvt, del principe cristiano, tal como apatece repre sentado por Erasmo, cuya obra, La educacign del principe cristiano, de 1515, es més 0 menos contempordnea de El Principe de Maquia- velo, del que constituye la antitesis més radical Bl principe cristiano de Erasmo es la otta cara del rostro demoniaco del poder Algunas citas. Erasmo se ditige al prineipe y le dice: «El buen principe debe procutar con todas sus fuerzas no perder el afecto de fos suyos. Crée- me, queda desprotegido de su mejor escolta el principe que pierde el favor del pueblo Por el contrario, la benevolencia de! pueblo se gana, hablando en general, con aquellos procedimientos que més se alejan de [a ticania: clemeneia, afabilidad, equidad, civilidad, benis: nidad». Estas virrudes, exclusivamente morales, no cienen nada que ver con la virtud en el sentido maquiavélico de la palabra O bien: «Si desea entrar en competencia con otros principes, no pensar hhaberlos vencido porque les haya arrcbatado wna parte de st impe tos s6lo los venceré verdaderamente cuando sea menos corrupto que ellos, menos avaro, arrogante e iracundo Y, més adelante, pre- junta el principe: suztw.Y cesponde: ePerseguit las co- Be honestas, no hacer mal a nadie, no vender las magistiacutas, ni dejatse corromper por los regalose! La satisfaccidn del principe se ‘encuentra en ser justo, no en hace «grandes cosas» El segundo ejemplo proviene de Kant En el apéndice al divino libro La paz perpetua, distingue entte el moralista politico al que condena, ¥ el politico moral, al que exalta, El politico moral es el gue no subordina la moral alas exigencias de la politica sino que interpreta los principios de la prudencia politica haciéndoles con sistentes con la moral [1 Ia proposicién siguient ‘encierta una teotia mil veces jay! conteadicha por la prictica Pexo hhonradez vale mis yy aun es la condicion ine Pata un estudioso de la m tar interesante saber aque tanto Erasmo como Kant, aunque paitea de teortas morales, es decir, de findamentos de la moral, diferentes, recurten, con el fin de sostener sus tesis, al mismo argumento que, en la teoria ética de hoy, llamatiamos «consecuencialistas, es decir, que tiene en cuenta las consecuencias. Contratiamente a fo que afitman los maquiavéli- inobservancia de las reglas morales corrientes es la condicién para tener éxito, nuesttos dos autores sostienen que, 3 Ia larga, el éxito Ilega al soberano respetuoso de los principios de la moral universal. Lo que es tanto como decir: «Haz el bien, ya que es tudeber. Pero también porque, independientemente de tus intencio- s, 11 acci6n tesultacd premiadar. Se trata, como puede verse, de tun argumento pedagégico muy comin, pero no de graa fuerza per suasiva, Digémoslo mas claramente: se trata de un argumento débil que no se corrobora ni en la ni en la experiencia comin Como ejemplo de ién de monismo, es decit, de reduccién de fa mora ido a Hobbes, natural mente también aqui rouitica oaaL oenecno mente después de que algunos criticos recientes hayan puesto de Telieve la que se ha denominado claridad llena de confusi6n del dnutor de Leviatdr, y hayan prevenido al lector, atrapado y fascina- ddo por Ia fuerza I6gica de la argumentacién hobbesiana, respecto de interprctaciones excesivamente unilaterales. A mi juicio, sin tembaigo, resulta, pata clertos aspectos, dificil encontrar un autor fn el que el monisto normative resulte mas riguroso, y el sistema normativo, con exclusiGn de todos co, es decir, el sistema de normas que derivan de la voluntad del Soberano legitimado pox ef contrato social. Pueden aducicse mil tiples argumentos. Para Hobbes, los subditos carecen det derecho de juzgar lo que es justo e injusto ya que dicho derecho se refiere s6lo al soberano, y sostener que el sibdlito tenga derecho a juzgar lo que es justo e injusto es considerado una teoria sediciosa. Si bien el argu- ‘mento fundamental es que Hobbes es uno de los pocos autores, quiz el tinico, en el que no existe distincién entre principe 7 tira no. Y no existe esta distineién porque mo existe la posibilidad de distinguir el buen gobierno del mal gobierno, Finalmente, toda vez jque me he referido a la contraposici6n entre Iglesia y Estado como Contraposicién determinante pata comptender ¢l problema de la raz6n de Estado en los siglos xv y Xvi, recordaré que Hobbes reduce la Iglesia al Estado Las eyes de la Iglesia son leyes s6lo ent la medida en que son aceptadas, queridas y reforzadas por el Esta 1egat la distinci6n entre Iglesia y Estado, reduciendo la primera al segun ina la razén misma de 12 contraposicién Teorfa de la excepcion Segiin la ceoria del monismo flexible, el sistema normativo es ‘sélo. Fl sistema moral, ya tome su fundamentacién de la revelaci (6 de la maturaleza de la que la razén humana, con sus fuerzas ‘inicamente puede extraer las leyes universales de la conducta Aho- 12 bien, estas leyes, precisamente por su generalidad, no pueden aplicarse a todos los casos. No hay ley moral que no prevea excep iones para circunstancias particulares. La regla «no matary no se ica en caso de legitima defensa, es decit, en el caso en que la violencia resulta el tinico remedio posible, en dis cunstancia, frente a la sa 0 tcitamente, acepta la mayor parte de los sistemas normativos se aplica en ef caso en que um afiliado a un movi nario sea arrestado y se le pida que denuncie 2 sus propios compa eros. En todo sistema juridico es una maxima consolidada que lex specialis derogat generals. Esta maxima resulta igualmente valida th moral, y en esa moral codificada contenida en fos tratados de teologia moral para uso de confesores Segtin la teoria que estoy exponiendo, lo que @ primera vista parece una violacin del orden moral, cometida por el detentador del poder politico, no es otra cosa que una excepcién a la ley fnoral realizada en circunstancias excepcionales. En otras palabras, To que justifica la violaciGn es la excepcionalidad de la situacién en Ia que el soberano debe actuar, Dado que estamos tratando de sefalar los diferentes motivos de justificacién de la conducta no moral del hombre politico, el motivo, en este caso, se enciientra en ia presuncién de la existencia de un sistema normativo diferente, peto dentro del tinico sistema moral admitido, segiin el cual se considera valid la excepeién pata caso excep- cionales Lo a izala condicta del soberano es Ia extraordi jones excepcionales en que intra frente al hombre comin. Esta frecuencia se debe al de que actia en un contexto de seluciones, pot ejemplo, con los ottos soberanos, en los que Ia excepcidn queda cievada, pese a que pueda parecer contadictorio, a regla (aunque no es contradic- torio, ya que se trata de una regla en el sentido de regularidad, y la regilatidad de un comportamiento contratio no se supone que suprima la validez de la regla dada) Si bien pudiera parecer que la excepcién resulta siempre ventajosa para el soberano (y os justa mente esta ventaja la que ha sido considerada con hostilidad por parce de los moralistas), puede darse también el caso contrario, aunque mis raramente. La excepcién, en efecto, puede actuat ex- tensivamente para permitit al soberano lo que esté moralmente prohibido, pero puede también actuar de modo restrictive prohi- bigndole la realizacién de acciones permitidas al hombre comtn: noblesse oblige. es preciso ext do que florecieron durante el siglo xv, a los que se debe la mas intensa y continua reflexién sobre el tema de las selaciones entre politica y moral, evan, con frecuencia, juristas, por lo que resultaba natural pata ellos aplicar a la solucién del problema que Maquiave- lo habia puesto en el orden det dia, una solucién netamente dualis- 12, como veremos en un momento: el principio bien conocido para os jutistas de la excepcién por circunstancias excepcionaies en estado de necesidad. De esta forma, podian salvaguardat el 205 pio de wh tinico cédigo moral y, al mismo tiempo, ofrecer a los foberanos un argumento en favor de sus acciones ecalizadas en Fiolacién de dicho cédigo, que servia para cubrit «aquel rostco demoniaco del poder» que Maquiavelo habia desc cAndalo, Jean Bodin, escritor cristiano y jurist inicia su gx De la République, con wa iavecriva contra Maquiavelo (una invee tiva que era obligada pata un escritor cristiano), peto al tratar de la diferencia entre el buen principe y el tirano sostendrs que «no puede consideratse tirinico aquel gobierno que deba valerse de medios como el asesinato, el robo o la confiscacién, u ot:os medios violentos o de las armas, como sucede necesariamente en el mo- mento de cambio o de restablecimiento de un régimen». Cambio o testablecimiento del régimen son, justamente, aquellas citeunstancias excepcionales, aquel estado de necesidad, que justfica actos que, en circunstancias normales, habrian sido considerados inmorales La teoria de la ética especial Para ilustrar la segunda causa de justificaci6n de la separacién entee moral comin y conduera politica, me serviré de una nueva catego- ria juni reconocer que cescas analogias entre ter arse con prudencia Ahora bien, como conse da claboraciéa y de su constante aplicacién en la cas puede ofrecer elementos de reflexién y sugerencias practicas para campos afines, como el de la casuistica moral y politica. A diferen de la relacién entre regla y excepcién, que se refiere a la parti cularidad de una situacién —el vestado de necesidad>— la ce tence ius commune y ius singulare se refiete, en primer término, a Ja patticularidad de los sujetos, es decir, al status de ciettos sajetos ‘que, precisamente en raz6n de dicho status, disfrutan 0 padecen un régimen notmativo diferente del de la gente cotriente. También en este caso puede hablaise de excepcién frente al derecho comin, si bien fo que distingue a esce tipo de excepcisn de la examinada en ol punto anterior es su referencia no ya a.un tipo de sitvactén sino ‘un tipo de sujeto, independientemente de si la tipicidad del sujeto se deriva de su condicién social, por la que el ordenamiento jurfdi- co a que queda sometido el noble es distinto de aquel al que se somete el butgués o eiudadano, o de la actividad desasrollada, com base en Ia cual, por poner un ejemplo conocido, se ha ido formado io largo de los sigios el detecho mercantil, como sexcepeidne at ‘Aplicada al discuzso moral, la categoria de ius singwlare puede servit, a mi juicio, inmejorablemente, como introducei6n al capi Jo de las asf lamadas éticas profesionales. Entendiendo por ética profesional el conjunto de reglas de conducta a que debe conside- Frrse sometida la persona que desarrolla una determinada actividad que, por lo general, difiere del conjunto de normas de la moral Y din, por exceso 0 por defecto, es decir, porque impone a los fniembros de la corporaciGn obligaciones mis rigidas o porque les Eximen de obligaciones impracticables, como la de decir la verdad fn el caso del meédico frente al enfermo de una enfermedad incura~ fle, Nada impide denominar a éstas éticas profesionales, morales singulares en el mismo sentido en que se habla, en la teoria juridica, de dercchos singulares, tanto mis en la medida en que los propios {suarios se complacen en atribuitle un nombce especifico y particu jarmente comprometedor como consccuencia de su solemnidad: deontologia. {Constituyen los que desarrollan una actividad politica algo que pueda set asimilado 2 una profesién o a una cozporacion? Quede bien claro que aqui no se traia de tomar posiciones fiente al actual problema del «profesionalismo politico». De lo que se trata es de saber si la actividad politica es una actividad con ca~ facteristieas especificas tales que exijan un régimen normative lar con la misma raz6n de ser que cualquier ota ética la de permit el desarrollo de dicha actividad y alcan- EI fin del ddel mismo modo que el del médico es la salud o el del sacerdote, Ja salvacién de las almas. Plantearse la cuestién en estos términos nada tiene de extraio. La reflexién sobre la naturaleza de Ja 2c- tividad politica comenz6 en la antigua Grecia donde se la considers una técnica, una forma de hacer material (el poiéin) y, por com- paraci6n de este arte con otras formas de arte en que se exige para su éxito, una competencia especifica. El didlogo platénico El Politico, cuya intencién es la de explicar en qué consiste Ia ciencia regia, es decir, el saber propio del que debe gobernar, es una docta comparacién entre el arve de gobernat y el de tejex Por otto lado, la comparacién tan frecuente que s¢ ha vuelto ret6rica entie el atte de gobernar y el de pilotar una nave, nos ha dejado como hevencia Ia palabra «gobierno» y sus detivados, de los que nos setvimos actualmente sin memoria de su primicivo significado, salvo al verlo reaparecet en situaciones y ambientes histdricos muy diferentes, como cuando aprendimos que a Mao le llamaban. el egran timonele 207 ‘Allo largo de toda la historia del debate secular sobve la raz6n de Estado, junto ala justficacién de la «inmoralidad» de la poltice, deducida del argumento del estado de necesidad, se desarzolla el ‘que deriva de Ia naturaleza del arte de la politica, que impone a quien lo eercita acsiones moralmente reptobables pero exigidas por la natutaleza y los fines de la propia actividad. Si existe una Sica politica diferente de la ética, ello depende, segiin este razona- miento, del hecho de que el politico, como el médico, como el comerciante o el sacerdote, no podtfan realizar su trabajo sin obe- decet a un cierto ebdigo que les es propio y que, en cuanto tal, no tiene por con el cédigo de la moral comin ni con el de otras profesiones La ética politica se convierte asf en la ética del politico y, en cuanto ética del politico y por ende especial, puede Contar con motives justificados para aprobar una conducta que al vulgo puede parecer inmoral, pero que al fldsofo se le aparece sencillamente como la adecuaci6n del individuo-miembro a la ética del grupo. Si se repasa el pitrafo de Croce citado, se comprobata cémo la consideracién del arte de la politica como una profesién entre otras no ha petdido nada de su perenne vitalidad Condenan- do la comin y, a su parecer, equivocada demanda de los «imbéci- les» de que el politico sea honesto, Croce leg a pronunciar la siguiente frase: Cuando se trata de sanae de los propios males o de som ‘operacién quitdrgica nadie exige aun hombre honesto[..] sino que todos exigen, buscan y tratan de procurase, muy al contrario, mé dicos y cf restos 0 deshonestos, siempre que sean tos en la medica y la citugia[.] e 0s de politica, por el contratio, se relat sepan hacer su diff hhonestos, dotados de aprieudas de rente. [.] Ya que es evidente que los pecados que pued sobre un hombte dotado de capacidad y genio politico, ten a otta étea de actividad, lo harén impropio para dichas dtexs, pero no pata la politica” Querria lamar la atencién sobre el «impropio» que lleva 2 . a.una «propiedads [proprieta, es decir, ele decoto, N. del T] de la politica, que no es, evi- dentemente, la de la moral 7B Croce, stones polieny, ce, pp 165-166 208 La teoria de la superioridad de Ia politica pasaré, ahora, de las concepcioncs de un monismo atenuado 0 foregido, «la moralidad es una sola pero su validee cesa en situa- ones excepcionales o en esferas de actividad especiales», a una Soncepcién de dualismo declarado aunque aparente. Reclamo algo Ge rolerancia para esta insistente referencia a categorfas jurfdicas pero, fambign en este caso, queieia servitme de un bien conocido Principio jurisprudencial conforme al cual cuando dos normas es- Fin colocadas una sobre otra, ¢s decir, en orden jerdrquico, si resul- fan antindmicas, prevalece la superi En relacién con el problema de las relaciones entre moral y politica, una de las posibles soluciones es Ia de coneebirlas como dhs sistemas normativos distintos pero no totalmente independien- fesel uno del ofr0, sino colocados uno sobre otto, en orden jerée- Gquico. Natucalmente, una solucién de este tipo puede contar con os versiones: de los dos sistemas normativos, el motal es superior 4 politico, o bien, el politico es superior al moral. De la primera version puede encontsarse un ejemplo caracterfstico en la filosofia prictica de Croce, de la segunda, en la de Hegel. En el sistema de Croce, economia y ética son diferentes, pero no optestas ni coloca- das en un mismo plano. La segunda es superior a la primeta en la medida en que pertenece al momento del Espiritu que supers el momento infetiot. La politica pertenece a la esfera de Ia economia yno a la de la ética No he dicho que «superat» quiera decir ser Superior también en sentido axiolégico, pero, de hecho, cada vez ‘que Croce se plantea el problema maquiavélico de la relacién entre ‘rica y politica, parece admivie que la diferencia entre los dos mo- rmentos es una diferencia axiolégicamente jerdequica, aunque no siempre quede claro cudles sean las consecuencias. éDebe conde- ca contraria a la moral? Qué significa que lespués se admite que existe w cesfeca notmativa superior? Se trata de preguntas cuya sespuesta es muy compleja. Croce ha vuelto sobre este tema infinitas veces, Aqui me refecicé a un pasaje del volumen titulado, justamente, Etica y politica, en la que se insist sobre un aspecto: la esfera de la politica es la de Ia utilidad, los negocios, los tats y las Iuchas, y, enestas contiauas guetras, individuos, pueblos y Estados se mantie- nen al acecho contra individuos, pueblos y Estados tratando de mantener y promover la propia existencia, respetando la del oto en la media en que resulte provechoso para la propia Después, continuando con su razonamiento, adviette que es preciso preca- 209 pouirica MosAL DERECHO verse frente al difundido ertor de separar una y otra forma de vida ‘a echazar las absurdas moralizaciones y a considerat, @ falsa cualquier discrepancia que crea descubtitse entre la ica y la moral, ya que la vida politica o prepara la vida moral 6 es, ella misma, instrumento de una forma de vida moral, En resumen, en la dialéctica crociana, que es una dialéctica no de los ‘opuestos sino de los diferentes —del cual uno es superior al otxo—, itica se consideran como dos cosas diferentes y, como se ima parte del pasaje citado, la polttica ocupa la posi jor y Ia moral la superior Hegel, pot el contrario, aunque admire la existencia de dos sistemas, considera jetdtquicamente superior al sistema politico y, en esta superioridad del sistema politico, encuentra un axgumento Sptimo de justficacién de la conducta inmoral del hombre polis- co, en la medida en que sea conforme a una norma superior, por la gue debe considerarse abolida, y por tanto invélida, una norma incompatible con ella del sistema normativo infetior Por referirnos clisico ejemplo escolar, sien el sistema normative de un grupo de latrones o de piratas 0 de «masnadieri» 0, épor qué 102, de zingatos, por no hablar de la mafia, la camorra et similia que ppertenecen a nuestra experiencia cotidiana, existe una norma que considera licito el robo (se entiende de las cosas que no pertenecen alos miembros del grupo), resulta evidente que la norma que pro- hibe el robo existente en el sistema normativo considerado inferior, ya sea el del Estado, el de la Iglesia o e} de la moral de los que no Pertenecen al grupo, debe considerarse implicitamente derogada 2 norma del sistema normative que se stados, en el fondo, podrian sex ellos tambign, segiin [a famosa frase de san Agustin, magna latr ‘Con mayor 1az6n, quien considera al Estado no como un mag- num latrocinium sino como lo «acional en sf ¥ pata sh, como el momento tiltimo de Ia eticidad que, a su vez, es el momento iltimo del Espiritu objetivo (de la filosoffa prctica en el sentido tradicio- inal de la palabra), debers imponer los itmperativos limos del Estado por encima de los impezativos de la motal individual, El sistema de Hegel comstituye un buen ejemplo, y muy iluminador, también por su singularidad, de la inversi6n total de las relaciones entre moral y politica que habia recogido una de las méximas ex- presiones del pensemiento kantiano. De hecho, sirve espléndida- ‘mente para ilustrar una forma de justificacién de la inmoralidad de la politica distinca de todas las examinadas hasta ahora, Hegel no cexpulsa a la moral en el sentido tradicional de la palabra del siste- superior, Los on ma, sino que Ia considera un m Frupirita objetivo que encuentca su cumplimiento en la moral colec- iva o eticidad (de la que es portadora el Estado) Hegel era un admirador de Maquiavelo al que habia dedicado in su obra de juventud sobre la Constitucién de Alemania En fase los predicadores cuando entran en escena los hifsares con sus Eibles relucientes Acaso debe ceder la majestad del Estado, «de Sea rica estructura del ethos en si que es el Estado, ante los que le Sponen [a «papilla del corazén, de ta amistad y de la inspiracién»? En el partafo 337 de su Filosofia del derecho resume breve pero exhaustivamente su doctrina a este respecto. El pécrafo comienza asi ‘SSeha discutido mucho tiempo la oposiciSn entre moral y politica y Jp pretension de que la segunda sea adecuada a la primeta»’. Ahora bien, Hegel nos da a entender que se trata de una discusi6n a la que hha pasado su momento, se ha vuelto anacrSnica, al menos desde que se ha comenzado a comprender que el bien del Estado posee una ‘justificacién» completamente diferente de la del bien de los indivi- duos. El Estado tiene una razén de set «concretar y sélo esta existe tia concreta puede servir como principio para su acci6n, no un im perativo motal abstracto que prescinda complecamente de las exigencias y de los vinculos que impone el movimiento hist6xico del {gue es protagonista no el individuo, ni siquieca la summa de los ciuda- danos individuales, sino el Estado. De aquf se deriva, entre otvas cosas, fa conocida tesis de que s6lo la Historia universal, no una moral ahistérica impuesta puede juzgat sobre el bien o el mal de los Estados, de la que depende la suerte del mnundo ms que de la conducta, por moral que sea, de uno u otro individuo. Desde este punto de vista me parece adecuado que pata Hegel la moral individual es inferior en lo relative a idez a la moral del Estado y que debe ceder ante ella cuando la ‘misi6n hist6rica del Estado lo exija EI fin justifica los medios 5 la que ha pase- nombre de «maquiavélicay, ya que, con razén osin ella, se dice que proviene del autor de Fl Principe. En este caso el dualismo se base en la distinci6n entre dos tipos de acciones, las rlosofia del derecho, as. cat de A Mend de Montero, Caridad But 1368, p 277), 211 POLITICA MORAL, DERECHO acciones finales con un valot insinseco y las acciones insteumentales, on un valor sélo en la medida en que sitven para obtener un fin, que fal dnico al que se otorga valor intrinseco. Mientras que las acco nes finales, consideradas buenas en si, como ayudar al que sufte y,en ‘reneral, todas las wobras de misericordia» sejuzgan pot sf mismas, en cuanto acciones edesinteresadas» que, por tanto, se tealizan sin nin ‘xin interés distinto del de realizar una buena accidn, las acciones ins trumentales 0 buenas en funci6n de algo distinto de elas, se juzgan con base en su mayor o menor idoneidad para alcanzat wn fin No existe ninguna teorfa moral que no dé cuenta de esta dist cién Por poner un conocido ejemplo, a ella se corresponde la distinci6n weberiana entre acciones racionales conforme al valoc (iwert-rational) y acciones tacionales conforme al fin (ewveck-rati nna!) Al igual que no existe teoria moral que no advietta que una misma accién puede recibir juicios muy diferentes dependiendo del convexto en que se desatrolle y de la intencién con la que se tealice ‘Ayudar al menesteroso, una aceién que suele citarse como ejemplo dde accién buena per se, se convierte en una accién buena por ota raz6n, y como tal debe juzgaise, si se realiza con la fi de ‘obtener un premio de virtud. Si el qu liza no obtiene el premio, se podra, enconees, decir que la accidn fue racional con relacién al valor peto, ciertamente no, con relacion a la finalidad. Lo que constituye el micleo fundamental del maquiavelisno no es tanto el reconocimiento de la distinci6n entre acciones buenas per sey acciones buenas por ota tazé6n, sino la distincidn entre moral y politica con base en esta distineién. Es decir, la afirmacién de que la esfera politica es la esfera de las acciones instrumentales que, en ‘cuanto tales, deben juzgarse no por si mismas sino con base en su ‘mayor o menor idoneidad para alcanzat un fi ‘qué ha podido hablarse, a prop6sito de la solucién maquiavélica, de amoralidad de la politica, a la que correspondetia, aunque la expre- sign no se haya incotporado al uso cot ria), la «apoliticidad de [a moral» Amoralidad de la politica en el sentido de que la politica, globalmente considerada, como conjunto de actividades reguladas por notmas y valorables segiin un cietto criterio de tiene nada que ver con la moral, globalmente considerada, también ella, de acciones reguladas por noriias diferentes y valotabies con un criterio de juicio distinto En ste momento resulta evidente Ia diferencia entre una solucién det tipo de la que estamos hablando, basada en la idea de la separacién y la independencia enere moral y politica, y que, por tanto, pod llamarse dualsta, sin atenuacién, y las soluciones anteriormente exa- sminadas en as que falta © a sepavacin, puesto que la politica queda Tglobada en el sistema pocmativo moral aunque con un estaruto “acia, siendo moral y politica distintas pezo se la esera no politica (la aut, para entenderos, se jerna con el pater noster) como la esfera en que es incorrecto el satin dstinclon entee medios y fines, ya que toda acid debe ‘er considerada por sf misma en funcién del valor o disvalor intcin- Seco a la misma, independientemente de su fin. En una moral i n general, en una moral del deber, Ia con {deracion de un fin externo a la accién no solo resulta inadecuada, Sino imposible, ya que la tun fin distinto que el cur mente, su fin "Aunque la expresiGn «cl fin justifica los medios» no se encuen- tra literalmente en Maquiavelo, sucle considerasse como equivalen- lo XVIII de Ei Principe en el que, al piantearse el problema de incipe debe respetat los pactos (cl principio facta sunt servanda, los pactos hay que cumplilos, es un principio oral universal independientemente de que su fundamento sea re~ Tigioso, vacional, utlitario, ete), responde que los principes que han hecho «grandes cosas», no los han tenido muy en cuenta, Re- salta elaro de este pasaje que lo que cuenta en la conduct dk frombre de Estado es el fin, a «gran cosar. Y es la consecucién del fin la que vuelve licitas las aeciones, como el no tespetar los pactos establecidos, condenado por el otto cédigo, el o6digo moral, al que festin sometidos el comtin de los mortales. Lo que ya no resulta tan aro es ea qué consisten las grandes cosas. Ahora bien, una prime- ra respuesta aparece ya en que lo importante para el pei ‘Una segunda respuesta, atin mds clara y completa, es la que se encuentia en un pasaje de los Discusos (ll, 41) en el que se celebra Ampliamente la teoufa de la separacidn: «En las deliberaciones en fque esti en juego la salvacién de la patria, no se debe guard ninguna consideraci6n a lo justo 0 lo injasto, lo piadoso o fo cruel, fo laudable o lo vergonzoso. »”. No hay nada nuevo bajo el sol tarts ia prima dec di To b case de M iwi, Alianza, Mads 213 POLITICA MORAL DERECHO dicho pasaje Maquiavelo no hace més que ilustrar con palabras patticularmente eficaces la maximai sals rei {is ley suprema es la salvacién del Estado). La Tlustaci6n se produ. ‘eal contrapones al dnico principio que debe guiar el juicio pol ‘co, el principio de ssalvacién de la patria», otros posibles criterios de juicio de Ia accién humana, basados, respectivamente, en la distincidn entre lo justo y lo injusto, lo piadoso y to cruel, lo loable y lo ignominioso que hacen referencia, aunque desde diferentes puntos de vista, a ctiterios de juicio de la moral comin Las dos éticas De todas las teotlas sobre Ia relaciOn entre moral y politica, la que ha llevado a las més extremas consecuencias la tesis de la sepata- ci6n y que, por tanto, puede considerarse como la més consecuen- temente dualista, admite ia existencia de dos morales fundadas (0s de juicio de las acciones diferentes, que llevan a isma acci6n no necesariamente coincidentes y, por ejemplo, hoy vweberiana de la distincién entre ética de la cor responsabilidad. Lo que distingue a estas dos morales es precisa- ‘mente el diferente criterio que asumen pata jurgat buena o mala tuna accidn, La primera se sirve de algo que esté antes que la acci6n, tun principio, una norma, en general, una cicrta proposicién pres criptiva caya funcidn es la de influic de forma mis o menos deter minante sobre la tealizaci6n de una accién y, al tiempo, la de permitirnos jazgar positiva o nega base en la constatacién de la conformidad 0 disconformidad de risma con la acciGn abstracta contemplada en la norma. La segun- da, por el contrario, para otorgar un juicio positive o negativo de tuna accin se sitve de algo que sucede después, es decir, del res tado, y otorga un juicio positivo o negativo a la accién, con base en la obtencién o no del resultado propuesto, Popularmente, estas dos étieas pucden también llamarse ética de los principios y étiea de los resultados. En la historia de la filosofia moral se corresponden, de un lado, con las morales deontol6gicas como la kantiana y, de otro, con las morales teleol6gicas como ta utilitarista. Estas dos éticas no coinciden, Lo que es bueno respec principios no ticne pot qué ser bueno tespecto a los resu Yiceversa. Con base en el principio «no matar», debe condenarse pena de muerte Ahora bien, con base en el resultado, tras una siporética constatacién de que la pena de muette poice un gran poder de intimidaciOn, podria estar justifiada (y, efectivamente, Ree abolicionistas se han esforzado en demostrat, con datos esta feos en la mano, que carece de este gran poder) Esta distincidn surca toda la historia de la filosofia moral inde pendientemente de la conexién que pueda tener con la distineion Pre moral y politica Resulta relevante respecto a esta distincién, Guando se sostenga que la ética del politico es exclusivamente la {ica de la responsabilidad (o de los resultados), que Ia acci6n del litico se juzgue a partir del éxito 0 fracaso, que el juzgatla con el Miterio de fidelidad a los principios es dar prueba de un moralismo fbstracto y, por tanto, de poco sentido para los asuntos de este mundo. Quien actia siguiendo los principios no se preoeupa del resultado de las propias acciones: haz lo que debes y que suceda lo {gue sea, Quien se preocupa exclusivamente del resultado, no se Shelina tanto por un sutil respeto a la conformidad con los princi- pios: haz lo necesatio para que suceda lo que quictes Fl juez, como fe ha lefdo con frecuencia en los periddicos, que pregunta al retro- tista carrepentido» si los terroristas se habfan planteado el proble- ina del no matars, reptesenta la érica de los principios El terroris- fa que tesponde que el grupo se habia planteado tan sélo el problema de tener éxito o fracasar, representa la ética del resulta- fo. Si'se arrepiente, no es porque sienta remordimientos por haber violado la ley moral, sino porque estima que, finalmente, la accién politica emprendida habia facasado en telacién con los fines pro~ puestos. En este sentido no puede decitse, con propiedad, que s° haya atrepentido, sino sélo que se ha convencido de haberse equi- vocado No ha reconocido fa culpa, sino el exror Puede no alcanzaise el objetivo, pero también puede alcanzarse un objetivo distinto del peopuesto. El terrorista que atencé conta chiduque Ferdinando declard, durante el interrogatorio: «No revi que tias el atentado Hegaria Ia guerra Creta que el atentado agitarfa a la juventud, inciténdola a las ideas nacionalistas». Y uno de sus complices, que err6 el golpe, declaré: «Este atentado ha tenide consecuencias que no era posible prever Si hubieta podido prever fo que se iba detivarse de él, me habria sentado yo mismo sobre la bomba para haceime pedazos» a superfluo insist en la ejemplificacién dc esta cono- jén, aunque si debe observarse que resolver toda la politica en la ética de Ia responsabilidad constituye una extensién I pensamiento de Weber que en materia de ética (y no de meta- &tica), 0 de convicciones personales (y no de teoria abstracta) no a8 estaba, sin duda, dispuesto a efectuar dicha reduccién, En la acci6n del gran politico, ética de la convicci6n y ética de la tesponsal dad no pucden ir separadas, segiin Weber. La primera por sf sola, Hevada hasta sus dltimas consecuencias, es propia del fanético,figu- ra moralmente repugnante. La segunda, totalmente apartada de las consideraciones de principio de las que nacen las grandes acciones y ditigida exclusivamente al €xito (recuérdese ef maquiavélico

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