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SIN RE(REo Daniela Marquez Colodro Dos amigas, Consuelo y Florencia, compafieras de curso, son constantemente hostigedas y moltratades en el colegio por sus propios compaferos, y nada més porque une es considerede fee y is otre obese. En esta, le seguncie novele de ic mires, otra vex clegries y ent smos por el futuro, pero tembign sus rincones oscures, de los que poces se atreven c ha el acoso escolar ¢ bullying, el silencio cémplice de los cercanos ¢ ei miedo de los ofectodes. Une novele sobre ia ci ventud, con sus historias de ‘emor, sus grandes expectatives, y sus dos amigas se iedos, encarnades en les y entreiables. Para mis hijos, como siempre Consuelo Naci un 22 de enero de 1994. Dicen que cuando mi mama me vio, enmudeci6. ¥ no preci samente por el cansancio del parto, Digamos que no fui lo que llaman una hermosa recién nacida, ‘Todo lo contrario, Cuando las visitas llegaron a la clinica con regalos y flores, fue tal el impacto, qué se limitaron a decir que era exquisita, amo- Fosa, terna, pero jamas pronunciaron adjetivos como “preciosa”, “bella” o algo parecido. No era deforme, ni con tres orejas, ni con una cabeza desproporcionada o extremadamente peluda, simplemente era fea. Fui bautizada como Consuelo y creci sin demasiados mimos, con la promesa de que a medida que corrieran los afios me convertiria en una bella jovencita. Asi, mi vida se basé en el cuento del patito feo, rogando a escondidas con cada deseo de cumpleafios que al terminer de soplar las velas me convirtiera en un hermoso cisne. Pero cumpli quince aftos y segui siendo la misma fea, Nada de cisnes. Los ojos juntos y sal- tones, los dientes muy pronunciados y grandes, el pelo excesivamente crespo y grueso, Ja cara bastante redonda. En segundo basico recibi mi primer epodo: la “Cara de flato” Tave que soportarlo todo el afio, a cada momento, por cualquier cosa. Fue tanto, que muchos comenzaron a lamarme asi y olvidaron mi verdadero nombre. En tercero cambiaron “Cara de flato” por “Cara de moco”, el que después, en cuarto, derivé en “Cara de mece’, y as{ los afios pasaron y la lista aumenté. gPor qué a mi?, me preguntaba cada vez gue era objeto de humillaciones y maltratos. No le hacia mal a nadie, cumplia mis obligacio- nes escolares, tenia buenas notas. La frecuencia de esos insultos aumenté sin que yo diera pie a nada, y ese dolor, mezcla de angustia y terror, se hizo cada vez més fuerte, a tal punto que con los afios me propuse pasar lo més inadvertida posi- ble en la sala para que nadie se fijara en mi. Jamés levanté la mano para responder las consultas de 10 las misses, aun cuando fuera la tinica que supiera las respuestas. Nunca me ofreci para nada ni me ref a un volumen demasiado alto. Ni siquiera trabajé en las campafias solidarias. Nada, con tal de no Hamar la atencién de los demés. Asi, ser invisible, ser nadie, se transformé en mi especia- lidad. Recibir las burlas despiadadas de mis com- pafieros en el colegio ha sido como tener una enfermedad crénica, como una larga agonia de Ia que ignoraba si alguna vez podria experimen- tar alguna mejorfa. Cuando nacié mi hermana Esperanza, al afto y medio siguiente de mi Ilegada, dicen que la cera de satisfaccién de mis padres y abuelos se instalé en la clinica. Una especie de alivio y recompensa divina. Esperanza era una nifia hermosa. Algo asi como la versién mejorada de nuestra mamé, que era realmente preciosa. Al fin Ja naturaleza hacia bien su trabajo y esta nueva hija les devolvia la “esperanza” de una descen- dencia bendecida con la belleza genética de los antepasados de mi mama. Mis padres son médicos. El nombre de mi pap es Ratil Miralles y es gastroenterdlogo; tra- baja mucho: en un hospital, por la mafiana, y en su consulta privada, por la tarde. Es muy estu- dioso y'se lo pasa largas horas encerrado en su escritorio leyendo los fines de semana. Tal vez Por eso es tan callado y solitario, Seguramente esté todo el tiempo pensando en los nuevos aven- ces, protocolos y exémenes y en terapias y cosas que no entiendo bien. Me siento muy identifi- cada con él. Mi mamé es dermatéloga, Su nom- bre es Marfa Eugenia Velasco y todos !a llamen “Quena” Tiene una consulta én el edificio del Mall Panordmico en Providencia, Trabaja mucho yatiende pacientes hasta muy tarde. La veo poco, Pero los fines de semana esté més en la casa. En la casa, pero no en la cocina, Para ella, el tema de Ja comida es simplemente matar el hambre, nada mas. Sabores y olores son para las novelas, no Para la vida real, dice siempre cuando le pregun- tan por qué no cocina. Lo suyo es Ja belleza en el sentido mds amplio, desde la decoracién de cada incdn de la casa, el modelo y color de su auto, Pasando por su cuerpo, vestuario, zapatos, acce- sorios, hasta su pelo. Asi, la casa cambia como lo hacen las estaciones del afio, Cortinas, visillos, subrecamas, toallas y manteles duran menos gue el jardinero, al que cambia todo el tiempo, igual que a las plantas, flores, arbustos y juegos de terraza. Lo de ella es el cambio constante para embellecer y mejorarlo todo. Pasamos de corti- nas verte olivo a réjo furioso en mienos delo que une se tarda en acostumbrarse al nuevo color. De manteles de algodén bordados con florcitas en tonos suaves a gruesos tejidos mapuches; de cubrecamas hechos a crochet a multicolores pat- chworks. Todo en ella es asi. Solo se puede tener {a certeza de que lo que se esta viendo hoy puede cambiar maiiana. : Mas ailé de estilos y tendencias en Ja casa, existen espejos por todas partes para admirar cada rincén 0 para mirarse, asunto que yo no hago. Odio los espejos y jamds me miro en uno. Por suerte no cambia de ana, porque nuestra Malucha ya es parte de la familia y porque sin ella moririamos literalmente de inanicion, Mi hermana Esperanza esté a un mes de cumplir catoree aiios. Tiene los ojos verdes y almendrados de mi pap, coronados por un Puhado de pestafias largas y curvds que no nece. sitan maquillaje; el pelo ondulado y negro de mi mama, sin frizes los dientes blancos, grandes, arejos, lo mismo que su sonrisa de labios per. fectamente delineados y rosados. Nada le falta ni le sobra. Nada esté mal ubicado. Todo funciona. ¥ para completar tanta mara illa, es alta y del- gada. Es muy simpatica y tiene mas amigos de fos que seguramenie acumularé en toda mi vida, ‘Aderhés, es graciosa. Cocina queques y gelletes con recetas que baja de internet, chatea en las tardes con no sé cudntos amigos y amigas del colegio —algo que todavia no hago con Floren- cia—, se sabe todas las canciones de moda y las canta y tararea mientras se ducha. Y todo lo que viste le queda perfecto. Se mire en cada espejo por el que pasa y sonrie, igual que mam. Le encantan las cosas lindas, desde sus libretas, su agenda, el mp3, su celular, la mochila del colegio y hasta la billetera. Todo tiene que ser precioso. Ha rechazado varios ofrecimientos de pololeo. Sale con Andrés Rodriguez, el estupendo de cuarto medio que tiene més fans que galén de teleserie; recibe peluches con frecuencia, los que acumula sobre su cama, y si el teléfono suena, seguro que es para ella o para nuestra Melucha. Jamas para mi, Malucha es la nana de la casa. Es una gor- dita muy graciosa, de trenzas negras y gruesas, bajita, y con una gran sonrisa de dientes blan- cos y parejitos, Tiene un lunar negro, redondo y plano en el medio de la pera, y las piernas més peludas que nunca vi, Llegé la casa cuando mi mamé estaba embarazada de mi para ayudarla, cuando atin era una veinteafiera soltera y del- gada. Al tiempo después, con Esperanza ya en la casa, se'fue quedando. Nunca se casé ni tuvo un amor, al menos conocido. Su familia es origina- tia de Loncoche. Su fallecido padre trabajé en la inauguracién del ferrocarril a Pitrufquén cuando todavia era un nifio. Su mamé, dofia Carmen, y su hermano Carmen todavia viven alld. Nunca he entendido por qué su tinico hermano hombre tiene el nombre de su mamé y no el de su papa. Pero, en fin, lo cierto es que su hermano Car- men se dedica a criar abejas, o sea, es epicultor. Se gana la vida vendiendo la mejor miel de qui- lay que he probado en mi vida. Por lo general, viene @ Santiago a comprar materiales especiales para su oficio y aprovecha de salir con Malucha y la invita a tomar once al centro. Desde chicas aprendimos a decirle tio Carmen y a saborear e incluir su miel en el pan, Ia leche y algunos pos- tres. Carmen es ademas voluntario de la Tercera Compaiifa de Bomberos de Loncoche, y todavia vive con su mamé, que es una conocida artesana del cuero. De hecho, en nuestra sala de estar hay un juego de cachos que nos mandé ella para una Navidad. Malucha es de esas personas que pareciera que se duermen y se levantan contentas. Una especie definitivamente en extincion. Eso esta claro. Lo cierto es que gracias a ella hemos tenido 18 una infancia Ilena de risas y juegos y, lo més importante, hemos comido decentemente todos estos afios. No digamos que es una experta coci- nera, pero al menos es buena, Su salsa bolofiesa es de las mejores que he probado, aunque no se compara con la que hace donde Florencia. Nadie puede negarse 2 una bolofiesa, da lo mismo la receta. Charquicdn, porotos granados, pantru- cas en invierno, salpicén en verano, cazuela de vez en cuando, puré de papas con salchichas 0 con huevo frito; todo lo que preparan las santas manos de Malucha es bueno. Florencia é Soy le tipica gorda del curso. Los sabores y aromas de todo tipo de alimentos y alifios son parte de mi vide desde que naci. Mi familia es italiane, Me refiero a que todos los Bassi somos, de alguna manera, gordos. Mi papé es chef y tiene una pequefia empresa de delicatessen ins- talada en la enorme cocina de la casa. Por eso el aroma a sofrito de ajo o a caramelo es parte de mi cotidianidad, como en otras casas lo es el olor a tostadas por las tardes. La miaes de esas familias italianas que esca- paron Ge la Primera Guerra Mundial rambo a América. Mi bisabuelo, Pietro Bassi, era descen- diente de una familia de fabricantes de jabén de Castilla, una de las mas renombradas de la ciu- dad de Savona, al norte de Italia, donde abundan. 7 el aceite de oliva y los*depésitos de soda. Muy joven tuvo que dejar su tierra natal y aventu- rarse a cruzar el Atlantico por orden de su pacre, quien, temiendo el peligro de una inminente guerra, le aconsejé que viajare rumbo a América en busca de un futuro mas préspero y seguro. Tenfa la personalidad y la juventud para hacerlo. ‘Avecindado en Chile y una vez que pudo ahorrar la cantidad suficiente como para pagar un arriendo, comprer refrigeradores de segunda mano, baterias de cocina, utensilics y loza, Pie- tro Bassi logré instalarse con un pequefio res- torén de comida italiana que ofrecia almuerzos a los ejecutivos del barrio de avenida Matta, en Ja capital, el que en honor a su madre llamé La Bolognese di Maria. Con no mas de seis mesas cubiertas con manteles de disefio cuadrillé en tonos blanco y rojo, que mandé a coser a la duefia de la pensién en la que vivia, comenzé a prepa- rar aquellos platos que su mamma le cocinabe con tanto carifio cuando era ten solo un piccolo ragazzo. Gracias ala buena mano de su madre y al recuerdo nitido de sus recetas, vecinos y pro- fesionales del barrio pudieron disfrutar de una verdadera y fresca pasta casera y de una amplia variedad de salsas que no se veian por esos afios en Chile, partiendo por supuesto por la bolog- 18 wv2se, la famosa salsa bolofiesa que tanto adore mos én rai casa hast El negocio familiar crecié y prope, was- asando las fronteras del barrio. Gente de todas jas comunas se acostumbré a almorzar en el res- tordn, hasta que el flujo obligé a mi bisabuelo a ampliar ellocal y aumentar el mimero de meses el doble y luego al triple, manteniendo, por cierto, Bogaceio y familiar de Sempre “Les afios pasaron y nacieron Paclo —m: '— y tio Enrico. Y cuando salieron del cole- ‘cidieron continuar con la tradicién fami- Siirand atin mas el negocio. llecié el bisabuelo, y al poco tiempo, su Entonees, el negocio quedé en manos abuelo Agostino, y mi papé pensé que una wena manera de hacerlo crecer era preparando io mismo que se ofrecia en el restorén, pero “pare llevar”. Confiado en su-proyecto, agrandé ‘a cocina de le vieja y enorme casa en la que vivia la familia y se instalé con el negocio pare: Jelo, haciendo en un comienzo los mismos ple- tos que oftecta La Bolognese di Maria, y después ampliendo la oferta una infinita variedad de productos envasados y preparaciones caseras tipicas de Italia. El negocio fue tan exitoso, que cuando se casé con mi mama, decidié trabajarlo m con ella. Moy, la fabrica de delicatessen funcione en nuestra casa, en la enorme cocina del primer piso. Y tio Enrico esta a cargo del restoran. Los abuelos ya estan retirados. Por lo tanto, en mi casa siempre se ha comido bien y variedad de platos, sino por placer. En mi fami- lia, el momento de comer es especial. No es solo alimentarse; también es comunicazse, es expre- sar carifio por el otro, es acompafiarse y disfru- tar de un sabroso momento familiar, aunque no conversemos mucho. Y estd claro que nosotros si que sabemos gozarlo y se nota a simple Por supuesto, ser la gorda del curso ha sido muy dificil para mi durante todos estos afios escolares. No solo porque para mi desgracia el resto de las nifias del curso son extremadamente delgadas, lo que hace que la diferencia sea deme- siado notoria, sino porque tengo que soportar Jas burlas y humillaciones constantes de todos, y lo doloroso que es sentir cada momento el rechazo que provoco en los demés. Es imposible no darme cuenta de como me miran y adivinar Jo que comentan de mi, Con el correr de los afios y las constantes burlas, mis compaferos han logrado hacerme sentir diferente, extraiia y poco deseada. Lo peor es que cada vez se me hace més 20 soportable sobreponerme a ese desprecio per- manente. A veces me pregunto qué va a ser de i, y 20 encuentro la respuesta. Hago esfuerzos considerebles por proyectar mi vida, pero no logro visualizar aada. La pantalle esté en negro. Estos ultimos meses, mis abuelos se han estado quejando conmigo durante los sébados y domingos familiares. Segiin ellos, ya no soy la isma que cuando pequefia, una nifiite alegre y gracioss, que irradieba felicidad; con los afios ls ido perdiendo ese encanto y esa chispa ten mias Dicen que ando tristona por la casa, como un fantasma, ya no sonrio y me la paso encerrada, Por lo dems, creen que no hay neda de malo con mi aspecto "KL"; para ellos sigo siendo su bella ragazza y que nadie en el mundo es més hermosa que yo. Para ellos, la palabra “gordy es sinénimo de salud y hermosura no solo por- que también ellos fo son, sino porque realmente asi lo creen. Por supuesto no asisten a gio ni entienden el infierno que vivo cada dia. Eso esta claro. Pero me entristeceria angustiar- Jos con la crueldad de mis compasieros; prefiero entonces hacerlos creer que estoy pasando por la anoseade “edad del pevo” para que no hagan 4s preguntas ni se preocupen por mi. Lo que pasa es que los adoro demasiado como para ator- 21 mentarlos con mis problemas. Puedo imaginar la tortura que seria para ellos seberme despre- ciada y humillada dia tras dia. Desde que tengo memoria, al igual que mi amiga Consuelo, soy victime de las buries y con- tinuos maltratos de nuestros compaiieros. Tal vez por eso nos acercamos al comienzo, como una manera de unir fuerzas o juntar calamidades. Da igual. La cosa es que nia ella ni a mi nos cotizan Jas nifias del curso. Somos algo asi como las tipi- cas manzenas machucadas que afgen la frutera; las flores deshojadas y marchites que destifien en el jarron de flores frescas y coloridas. En fin, las metéforas son i as. Lo cierto es que entre las dieciséis mujeres delgades y menudas que hey en el curso, dos no encajamos. Qué se le va 2 hacer. A veces, la vida es extrafia y otras, demasiado injusta y cruel. Rn elo Oi 2 in é sainer haste la case de Flozencia omentos que més atesoro en le vida. No caminar se ha transformado ex 1 hecer, sino porou sin que esos sabores 7 2r0- sa casa tomen forma real y & 0 feliz las doce cuedvas que seperan gates con tal de prober ai ada por él tio Paolo ole carge caminer y sé que 2 transforma: een un La semana pasada miss Abe oportunidad de subir n Historia con un trabajo libre sobre cucleu las unidades que nos pasaron. ¥ como ya es:2- estros ors mos en primero medio } las notes comienzan a valer su peso en oro, habla que aceptar la oferta. De inmediato miré a Florencia, con quien ade- mas comparto banco; ambas entendimos que el trabajo lo hariamos juntas, y en su casa, obvic. Era la oportunidad de sentir esos olores y envol- verme en esos sabores tan especiales que en mi casa jamés se disfrutaban. Si habia algo que definia Florencia, era, primero, su inteligencia a prueba de genios. Y, segundo, su coraz6n. E] més bondadoso y frégil que conoci. ;Qué mas se podia esperer de una amiga? Cuando Florencia me abrié le puerta, el olorcito a cierta variedad de alifios desperté no solo mi apetito, sino todos mis sentidos. Prepa- raban pasta casera y la tla Viola condimentaba una gran olla de salsa de tomates al estragén que seria envasada. Al pasar por la cocina pude ver una gran cantidad de bandejas cubiertas con tallarines kilométricos, estirados unos junto alos otros, sobre mesones. Cubrian todas las superfi- cies disponibles e imaginables. Parecian lanes de diferentes colores. Antes de subir, y mientras miraba boquia- bierta todo el despliegue culinario que tenfan en esa casa, Florencia abrié uno de los cuatro refri- 24 geradores, destapé un frasco de vidrio y sacé una trenza de mozzarella fresca que dividié en dos artes con sus manos. Subimos al segundo piso Paladeando ese queso maravilloso, que comi por rimera vez en esa casa. Para el trabajo con Florencia optamos porla Unided 1, sobre “Entorno Natural y Comunidad Regional’, y especificamente sobre e! papel de Ja sociedad en la creaci6n del paisaje y el efecto ambiental de la accién humana. ;Musica para nuestros ofdos! ¥ es que con Florencia siem- Pre estamos buscando informacion en Internet sobre calentamiento global, contaminacién y calidad del aire. En eso me parezco mucho 2 m: Papa. Constantemente les estoy dando vueltas 2 Jas cosas, estudiando posibles soluciones, tra- tando de entender las causas. No en toda ocasion obtengo respuestas ni resuelvo los problemas, pero al menos estrujo las posibilidades. Eso me deja tranguila. La tarde pasé volando y cuando me prepa- raba para salir, tia Viola nos llamé a comer con Ja promesa de levarme a casa después y no cami- nara sola de noche. No podia creer tanta felici- dad. Comeria con los Bassi esa noche. Cuando bajamos a sentarnos a la mesa, iba muy excitad y preparada para lo que venia. Mis papilas gus- 28 tativas iban en franco precalentamiento y mis gléndulas ya salivaban por adelentado. Dema- siado bueno para ser real. Al entrar al comedon los tios y Marta, la sobrine de le nana, estaban sirviéndose distintos tipos ce pasta desde esas faentes de loza y derramando sobre los platos una buena cantidad y variedad de salsas dife- rentes. Tomate al estragén, bolofiesa con carne picada y no molida; otra de tomates también, pero con mariscos; una de salsa blanca con tro- zos de jamén y arvejes, y, le iltima, de pesto. Por supuesto, un banquete que para ellos era pan ee cada dia. Paladeé cada salsa, cada paste, como si fuera mi tiltime cena. Como si fuera la altima vez que iba a probar ya disfrutar de esos sabores de pastas a la espinaca, al huevo o al pimentéa. Y todo, por supuesto, con la exageracién que me caracteriza. Lentamente, uno por uno, mastiqué, saboreé y me Geleité con esa cena, hasta que mi cuerpo dio Ja sefial de alarma y comprendi que no me cabia un tallarin més. Todos conversaban, como si comer no fuera urgente. Con esa certeza de saber que lo que estds degustando va a estar maiiana. En cambio, yo no. Lo mio era de vida o muerte. No habria otra oportunidad. : Los minutos paseron volando, y sien aigiin momento se me pasé por la mente que lo mic era % ae pura gula, déjé de Bensarlo al ver cémo comian los demas. Qué manera de vaciar fuentes. Pare- cla un concurso de televisidn, de esos en los que nes que comer la mayor cantidad de hot dogs posibles. Més encima, con conversacién incluida. Alverlos comer, conversar entre ellos y servir sus platos tan generosamente, lamenté desde lo més profundo de mi alma no haberme echado todo Jo que queria en el plato en un comienzo. Es que me parecié inadecuado, especialmente porque fui la primera en hacerlo. Por suerte alcancé a repetirme de todo antes de que se acabara. Por- que todo se acabé, no quedé un tallarin suelto. Nada. Antes de subirnos al auto, tia Viola me pasé un paquete de papel craft con mucho cuidado. “Es un engafiito para tu mama’, me dijo. “Es aceite de oliva con trufa blanca, una verdadera exquisitez”, agregé ‘luego, haciendo una mueca con los labios muy divertida. Con el tiempo de ser amigas, comprobé que tia Viola, para reforzar el significado de palabras, usaba palabras como “delicioso’, “exquisite”, “maravilloso”, “espectacu- lar’, entre muchas otras. Camino a casa, sentada en ei asiento tra- sero de] auto de su mamé, me vine concentrada en todo lo que veia por la ventana: las Iuces de Pd Jas casas encendidas, vétios hombres ebriendo portones y entrando sus autos, seBoras botando basura, perros ladrando detrds de las rejas. De pronto, mi mente volvi6 la mesa del comedor Ge los Bassi, al ruido de cubiertos sobre los ple- tos, a la conversacién de los adultos, 2 las fuen- tes con pastas multicolores y a las risotadas, y no sé qué fue, pero algo me hizo recordar aquella tarde, cuando celebrabamos el cumpleasios Ge mi permana Esperanza. El quinto, creo. Bila usabe un vestido de Blanca Nieves hermoso, gue hacia resaltar su pelo negro y sus ojos impactantemente verdes. Sus zapatos de charol negros brillaban como bolas de pool, y sobre sus labios rosados mi mamé puso una gran cantidad de brillo labial rojo, tan rojo como el cintillo de raso que lievaba _ puesto. ¥ de pronto me vi a mi misma en el bafio, con mi disfraz de conejo peludo color gris, sen- tada en el excusado, Ilorando y sin querer salis, esperando secretamente que mi memé viniera a Togarme que me reintegrara a la fiesta 0 sim- plemente @ proponerme cambiar mi horrendo disfraz, lavarme la cara y bajar. Me vi sentada después en el suelo, con le espalda apoyada en ja muralla, canseda de Ilorar, con esa sensacion de soledad que muchas veces he sentido cuando estoy en medio de la gente. 28 ,_Aguelle tarde nadie vino a buscerme.” Cuando desperté, el bao estaba oscuro. A través de le ventana redonde pude escuchar cue afuera a de regalos. Yo ni pijama. A pesar deg 2 gote de sueto, m= ice as ganas que no recuerdc cém ue la vor de Florencia le que m al. Ya estébamos en Ja aber que cuente con pesar de no ser popvilazes, <2 que repartié Juanita Aguirre pare ir na temp erada este sdbado ¢ celebrar su eanos, nos teniamos la I Fa Florencia Esta semana, Juanita Aguirre cepartid invi- taciones para su fiesta de cumpleaiios en le pis- cina temperada de un club muy exclusivo, pero, como siempre, yo no recibi la mia. No pensé como cuando era pequeiia que tal vez habia olvi- dado entregérmela. Ahora era capaz de com- prender que no me invitaban, que.no me consi- deraba parte de sus amigos y que verme ese die en su flesta no era algo que esperaran. E! sébado de la fiesta seguramente ordenarfa mi closet, Prepararia un poco de manjar casero de leche condensada y veria alguna pelicula arrendada o tejerfa una nueva bufanda. Desde que Marta, la sobrina de Delgadina —la nana de ia casa—, me ensefié a tejer hacia un par de afios, los inviernos se me pasaban entre un derecho y revés, punto 31 inglés, punto tonto y punto arroz. Tenia coleccién de dufandas, pero muy pocas ocasio- nes para lucirlas. Mientras pensaba en mis alte: el sdbado. Al menos a Lucho Garcia tampoco lo invitaron, me conformé después, Habria sido la humillacién maxima que lo invitaren a ly no 2 nosotras. Somos algo asi como los raros del curso. Consuelo es la unica amiga que tengo y que seguro tendré. La inica incapaz de burlarse de mi, La unica capaz de identificarse conmigo. Nos sentamos juntas y hacemos los trabajos en mi casa la mayorfa de las veces. De vez en cuando salimos a tomarnos un helado, aunque ! den en Jas heladerias, asi es que por lo general vamos 2 arzendar peliculas los sdbados por la tarde, y luego “asalzamos” la cocina de mi casa y nos Hlevamos pizzas y “calzones” rellenos de queso, tomate y champifiones portobello. Y, por supuesto, para terminar, nos aprop version premium de helados de leche, con los que ngs echamos en el sillén de le salita a disfruter ya ver toda le cartelera generose, pero puertas adentro. Yo tejo bufandas en tonos verde-caribe- calipso-azul-rey-celeste. Consuelo se come las 2 uafias hasta los codos, y ambas Ilorainos a mares con los dramas que seleccionamos 0 nos mata- mos de la risa con las comedias. Consuelo Cuando el reloj de la sala dio las diez en punto, miss Morgan comenzé el interrogatoric oral de Ciencias Naturales. Odiaba los dias de interrogacién. Pararme frente a todos era uns de las experiencias mds perturbadoras y escalo- friantes que experimentaba eh la vida. Y a Flo- zencia le ocurria lo mismo. Aterrada, como siempre,empecéacomerme las escasas ufias que me quedaban y traté de con- centrarme en las frases del cuaderno para que los ojos de la miss no se encontraran con los mios. No querfa ser la primera. Por favor. No porque temiera no saber alguna respuesta, sino mas bien por evitarme un mal rato. Por suerte no Jo fui. Mi turno fue cuando todos ya estaban dispersos, conversando entre 38 éllos y prestando escasa atencién. Regfesé a mi puesto y me senté silenciosamente junto 2 Flo- rencia, bastante satisfecha con mi 6,2. La pobre. no dejaba de temblar y rasquetear los dedos con- tra la cubierta del bax su escasa suerte, cuando la hora ye estaba por ter- minar, fue st turno, Por més que desviara le aten- cién hacia el reloj de pared gue tenemos sobre el pizarrén, rogande en silencio que los segundos y minutos avanzaran esta vez mas répido que de costumbre, no se salvé. Cuando se levanté de su asiento y comenzé a caminar hacia ad i varios chiflidos, como de piropos, pero co: dejo de burla de muchos compaiieros, seguidos por la carcajeda de algunos, entre los que esta- ban Gonzalo, Matias y Nicolas, los chistositos de siempre. Cuando ya estaba adelante y se giré hacia todos nosotros para esperar la pregunta de la’ miss, pude ver que estaba aterrada. Pobrecita, pensé. Solo esperaba que no se desconcentrare y pudiera responderlo zodo. Se sabia perfecta- mente bien la materi. Mucho mejor que yo. Por qué todos prestaban atencién justo ahora que le tocaba a ella? Ese era justamente e! mayor temor de Floren: 0 que compartimos. Para Desgraciadamente, las tres preguntas pasa- y brevemente. Se devolvié por el pasillo de Is izquierda con su 4,8 dando lastima. Las burics y la exposicién frente a todos eran demasiado potentes como para que cualquier ser no, pudiere concentrarse, pensar y articular res- puesta alguna. Cuando al fin ilegé 2 nuest:> banco y se senté, el curso completo se levanté de sus sillas y se dejé caer, como si bubieran -ebo- tado en sus puestos, en sefial de maxima moé Todos rieron a carcajadas, hasta la miss, que ne se pudo controlar. Todos, menos Lucho y yo. Marte Quispe Mamani llegé a trabajar ami casa como ayudante de mi mamé en le cociv hace unos cuatro afios, cuando atin era una nife, Es la sobrina regaiona de Delgadine Mameni, Ja nana de [2 casa desde siempre, y que de dei- gada ya practicamente no tenia nada. Ambas son perwanas y la tnica casa en la que han vivide en ‘Chile es en Ja nuestra. Tal vez por eso son como de la familia. Marta tiene solo dos afios mds que yo, pero. parecen diez. Todo en ella es adulto. Mis papés te dievon una de las piezas del primer piso, a! lace del escritorio, para que no tuviera que compe dormitorio con su tfe Delgadina, que conce peor gue tio Dante, el hermano menor de mi ma Siempre, desde su llegada a le casa, Mar compartido la mesa’con todos, como una inte- rante més de la familia. Delgadina la inscribié un colegio particular subvencionado que queda como siete cuadras dele casa. Mis papas ron como condicién para tenerla traba- nde que asista al colegio, que traige buenas notas y que ayude a mimamé en la cocina por les Sa acembio, mis papés pagan esos estudios. Marta cursa tercero medio y es muy buena alumna, pero lo suyo es la musica, es una cantante 2n potencia, Se sabe todos los temas que suenan 2a a le sadio y cuando lava la loza o trapea el piso, despliega todo su talento. Le gustan los boleros y el tango; tiene un repertorio infinito. Rara vez se repite uno. A veces, cuando pica cebolla, canta unas beladas desgarradoras y sufridas de unas cantantes peruanas que, segén cuenta, son muy populares en “el Pert”, como dice ella. Al imitar- 28, parece la protagonista de una de las teleseries que ve mi mamé cuando almuerza en la cocina con mi papd y Delgadina, mientras nosotras esta- mos en el colegio. Por lo general, Marta sale con su tia Del- gadina todos los sdbados después de almuerzo a vitrinear. Les gusta el barrio Meigs y el Persa Estacion, Por la noche se quedan en la casa que los. hermanos de Delgadina arrendaron, no sé Génde; 2 DU solo sé que son muchos. Vuelven el domingo por Ia noche, cargadas con bolsas, cuando estamos todos acostados. Rara vez Marta se queda en casa los fines de semana, y eso sole ocurre cuando Del- gadina va e Estacion Central, a la casa de su hijo Néstor, casado, con cuatro hijos mayores. Marta no los soporte, los encuentra antipaticos. Todos trabajan en la construcciéa junto al padre y pien- san que su prime es sina “engreida’, como dice ella. En esas ocasiones en que se queda en Ja casa nos acompeia a Consuelo y a mie arvendar pelicu- las, ayuda 2 mis papés con las p ‘calzones, tomamos helados con galletas caseres de coco, nuestras favorites, que prepara ella mism: tando todo el rato por supuesto, y conversamos de vez en cuando. Me gusta cuando elle se queda no solo porque es alegre y amorose, sino porque nos cuenta sus historias de nifia en su pais, de su cole- gio y algunos chistes con los que nos reimos a car- cajacas. Ademés, como nos lleva la delantera en dos afios, tiene demasiadas historias sobre novios y rivales en su actual colegio. “Que esta semane este chico de los ojos de color me pregunté si que- via ser su novia, que yo lo rechaéé porque es muy creido y porque se ha fijado en otra; que el que de verdad me tiene el corazén tomado es uno més tranquilo, que es de otra clase, uno mas sabroso, gsi me entienden?” Marta es muy entretenida y ademés muy atractiva, Es morena, més bien baja, tiene los ojos rasgados, pero no demasiado; una nariz pequefia y una sonrisa de labios gruesos. iene todo muy bien puesto, especialmente su delantera, bien desarrollada. Los sébados especia- les que comparte con nosotras son siempre dife- rentes. Marta me ensefié lo que sé de tejido; ella es muy hébil con las manos. ¥ asi como es una bala para preparar esas galletas de coco, lo es para hacerse ponchos, chalecos y echarpes de todos los colores y texturas imaginables. Mueve los pali- los de una manera muy graciosa y veloz, Yo trato de hacer lo mismo con los mios, pero no le llego a los talones. Pasamos mucho tiempo juntas tejiendo, sobre todo en invierno, cuando la Iluvia empaiia Jas ganas de salir de Delgadine y no hay guign ia saque de la casa, Répidamente anuncia gue se queda y, acto seguido, Ja casa comienza a oler a picarones, su especialidad invernel. Este afio se acercaba el invierno, y con é) mi pleafios. Mi mama Ilevaba semanas comen. tando en Ja mesa las ganas que tenia de cocinar elguna vez para mis amigos del colegio, apzove- hando que cumplia quince afios. A mi la idea . Por ultimo, 62 mirame a mi~Lo mio es peor y no me quejo. No hay mucho que hacer con mi aspecto. Mis ojos, mis dientes, el mentén y la nariz que tengo se van a quedar en mi cara para siempre. Para qué decir este pelo indomable. En cambio, tt puedes solu- cionarlo yendo a la nutricionista, haciendo ejer- Cicios, pidiéndoles a tus papds que te hagan una dieta, en fin, hay muchas soluciones, Por ditimo, baja un poco por salud y listo. Nadie quiere que Seas una siiper modelo. Comparate contigo, no con las demés. —Qué facil decirlo. Ta no vives en mi cuerpo. No tienes idea de lo que tengo que soportar cada dia, primero conmigo cuando me despierto y me miro al espejo y recuerdo quién soy, y después con los dems, en el colegio, en la calle... No creo que pueda sobrevivir a esto por mucho tiempo mas. —2Estds loca? Si tus paps te oyeran, se moririan de pena. —Sabes... es por ellos que sigo aqui, Nada mas. Sabia que no tenia argumento alguno que pudiera calmarla. En cierta forma le encontraba raz6n, pero no podia reafirmar esos sentimien- tos en ella. Al revés, queria convencerla de que todo iba a pasar, de que con el tiempo este epi- 58 Sodio iba a ser solo un recuerdo sin isiportan- cia, de que no valia la pena detenerse en lo que ese trio de compatieros pudiera pensar, decir 9 creer. Pero no era verdad. Florencia habia reci- bido un trato humillante al extremo y estaba en todo su derecho de pataiear. Incluso pensé que ese desahogo podia ser bueno pera ella. Solo que sus palabras finalmente me asustaron y no quise hablar mas. No recuerdo cudntos minutos estuvimos sentadas en esa banca, debajo del ciruelo, en silencio. Al final, salimos del parque arrastraado Tos pies por la tierra y dejando detrés una pol- vareda insoportable, En nuestras espaldas y en forma invisible nos levamos toda la amargura de aquella tarde, y pox, sobre todo, les ganas de desaparecer, 66 Florencia Esa mafiane, mi casa amanecié alborotada. Venian Consuelo y Lucho a almorzar. Mis abue- los paternos no vendrian, como eia costumbre, pues estaban ese fin de semana en Vifia del Mar visitando 2 unos amigos. Como cada sébado, mis papas amasaban y cortaban pasta para tener un almuerzo familiar y casero. Para mi suerte, el smi contemplaba ravioli a la marinara. Del- gadina se ocupaba de la salsa, Marta ayudaba 2 batir los huevos para el zabaione y yo ponia la mesa en la terraza. Al fin legaba el calorcito tan propio de la primavere, Por la tarde tenfamos entradas para ir a ver una pelicula francesa de un ciclo de cine gue Lucho venie anunciando hasta el cansancio. Aunque nuestra amistad con él no era tan estre- 67 cha como la que teniamos eritre nosotras, nos sentfamos muy cercanos y nos unia un carifio muy especial. Se trataba de mutua admiracién, a prueba de todo. Ademés, ultimamente nos encontrébamos en la biblioteca casi todos los recreos. Mientras todos gritaban y jugaban en el patio, nosotros viviamos el no-recreo en una especie de mundo paralelo, algo més acogedor y protegido. Era la primera vez que Lucho venia a almorzar a la casa y Consuelo debia llegar de un momento a otro. Cuando soné el timbre supuse que eran ellos, pero al salir a abrirles, vi que era tio Dante que venia bastante afligido. Con un “hole” desa- brido entré corriendo a la cocina, suponiendo que alli estarfa mi mamé. Al verlo tan ansioso, corri tras de él para saber qué pasaba. El abuelo ‘arlos, su papa, habfa sufrido ur infarto y estaba muy grave. Era preciso que viajaran ese mismo dia a Puerto Varas, donde vivia junto a Meche, su segunda esposa. Lo sentiamos muy cercano, aunque lo vefamos solo durante las vacaciones de verano, cuando nos trasladabamos hasta su casa a disfrutar del clima y de la vida surefia. Delgadina y Marta se hicieron cargo del almuerzo; Consuelo y Lucho, que ya habian lle- 68 gado, ayudaron a mi mamé a comprar los pasajes por internet; mi papa preparé un bolso con un par de cosas pare los dos; tio Dante hizo un par de llamadas, y a los pocos minutos nos sentamos ala mesa a almorzar en el més absoluto silencio, a la espera del radiotaxi que los llevaria al aero- puerto. Mi mamé apenas probo la ensalada. Cuando nos despedimos en le puerta, mi papd me dio mil recomendaciones porque era la primera vez que nos quedébamos solas con Del- gadina y Marta en Ia casa, sin los abuelos. Nos seftalé que habie plata en la caja de madera guar- dada en el escritorio, si ocurria cualquier cosa que lo lamara, que me cuidara y volviera tem- prano. Luego miré a Lucho en seal de “cuida- las” y nos alent a partir para no legar tarde ala pelicula. Nos fauimos caminande hacia el metro justo cuando se estacionaba el radiotaxi frente‘a la puerta. Camino al cine me fui mirando los ciruelos que pintaben el ambiente urbano con sus colo- res, pensando en mi mama. Debe ser horrible saber que tu padre se esta muriendo y que tal vez no vas a alcanzer a verlo con vida. A lo mejor debi ir con ellos, pensé. La pelicula era de un director famoso, 6 alguna vez lef que trat6 de suicidarse, pero ahora volvia con una nueva pelicula. Habla renacido algo asi. Lucho se sabia su vida el revés y al dere- cho y, mientras esperébamos gue comenzara |g funci6n, nos dio una cdtedra sobre su vide yse obra. A Ia salida los invité 2 comer a la casa, Seguro Delgadina nos tendria aigo Era muy carifiosa, més aun chore que solas quign sebe por cudntos dias, ll entrar, el silencio me parecig aterrador. Mis paps ya no estaban. Delgedina estaba en fa cocina y Marta habia ido al centro comerci Apumanque. Entré encendiendo Iuces. Nunca me gusté la oscuridad, Veniamos muertos de hambre, listos para cevorarnos la fuente de ravioli que sobdré del terzo. Mis papés y tio Dante apenas comie- 2, Consuelo puso la mesa en la cocing, a pesar Ge los intentos de Delgadine por arrebatarie los platos y cubiertos. Lucho se senté a leer el diario Y yo me puse a calentar la pasta. Al fin nos sen- tamos a disfrutar. No Slevabamos mds de cinco minutos comiendo, cuando soné el teléfono, Delgadina contesté en a cocina ¢ inmediata- ‘mente me miré a los ojos. Algo habia pasado, Lo Roté en su expresion. En ese preciso momento 70 oimos un portazo en le casa y yo di un salto de susto. Era Marte que venfe entrando con un par de dolsas. Delgadine me estiré el auricular y yo me paréa atender. " ~Esdon Paolo que la esté llamando, Venga, pues. ~Als, spapd? —contesté con temor a escu- char algo terrible. ~Bella ragezza.. —2Pasé algo? sCémo esté el abuelo Carlos? —Tu abuelo... murié —dijo con la voz seca. —Papa.. —Con le mama vamos a hacer los trdmites acd y te voy a Hamar para ver como te vienes al uneral, que seguramente va a ser el lunes. Voy a rater de comprar tu pasaje desde acd, —3Cémo esti ella? —Muy triste, hija. Igual gue tio Dante y que Meche. Fue todo muy répide. Pero al menos alcanzemos a llegar y pudieron despedirse por unos minutos. —Te voy a llamar més tarde o mafana tem- preno para ver el tema del pasaje. —Ok. Un beso. — Otro. alguna vez lef que traté de suicidarse, pero ahora volvia con una nueva pelicula, Habia renacido 0 algo asi. Lucho se sabia su vida al revés y al dere- cho y, mientras esperébamos que comenzezs la funcion, nos dio una cétedra sobre su vida y sa obra. A la salida los invité a comer a ie casa, Seguro Delgadina nos tendria algo preparado, 'Y carifiosa, més atin ahora que estariamos solas quién sabe por cudntos dias Al entrar, el silencio me parecié aterragon, Mis papas ya no estaben. Delgadina estaba en Cina y Marte habia ido al centre comercial angue. Entré encendiendo luces, Ni inca oscuridad. Veniamos muertos de hambre, listos pece Orarnos Ja fuente de ravioli que sobré dei uerz0. Mis papés y tio Dante apenas comie- ‘on. Consuelo puso la mesa en le cocina, 2 pesar Ge los intentos de Delgadina por arrebevarle ios piatos y cubiertos. Lucho se senté @ leer el diario y Yo me puse a calentar la pasta. Al fin nos sen- tamos 2 disfrutar. No Ievabamos mis de cinco minutos comiendo, cuando soné ei teléfono. Delgadina contesté en la cocina € inmediata- mente me mird alos ojos. Algo habla pasado. Lo noté en su expresiOn. En ese zeciso Momento id oimos un portazo en la casa y yo di un salto de susto. Era Marta que ven‘a entrando con un par de bolsas. Delgadina me estiré el auricular y yo me paré ¢ atender. —Es don Pacio que la esté llemando. Venge, —Bella ragazea. —sPasd algo? ;Cémo esta el abuelo Carlos? ~—Con la mamé vamos a hacer los trémites aca y te voy a llamar para ver cémo te vienes al neral, que seguramente ve a ser el lunes. Voya tratar de comprar tu pasaje desde acd, —3Como esta ella? —Muy triste, hija, Igual que tio Dante y que Meche. Fue todo muy répido. Pero al menos alcanzamos a llegar y pudieron despedirse por unos minutos. —Te voy a llamar més tarde o mafiena tem- prano para ver el tema del pasaje. —Ok. Un beso. —Otro. n Esa noche los padres de Consuelo habfan salido a cenar, por lo que enviaron un radio- taxi para llevarla a su casa. Mi amiga aproveché el impulso para llevar a Lucho que Je quedaba en el camino. Los despedi en la reja y me quedé esperando hasta que el auto plateado de patente naranja desaparecié. Entonces, algo, una sen- sacion extrafia, me invadié en ese momento. Como no hacia el frio de otros dias, para rela- jarme decidi echarme en la hamaca que tenemos colgada entre dos de los pilares de la terraza. Y ahi me quedé, tendida, mirando les estrellas, tratando de conectarme con mi abuelo Carlos. linaginando cémo seré estar muerto, qué vie~ jes emprenderemos cuando nos llegue la hora. jAcaso me estard viendo? ;Sabré que ya lo extraiio, que tengo pena? Le habré dolido en el momento final? ;Doleré morir? Cuando seht{ frio miré mi reloj. Eran ya casi la una de la mafiana. Hora de subir. Como pude me zafé de la hamace. Siempre es mas fAcil subirse que bajarse, al menos para mi. Pasé por la cocina, me serviun poco del zabaione dela fuente que habja sobre la cocina, cerré las puertas de la casa con llave, apagué las Iuces y subi. Descorr las cortinas de mi pieza para recibir el impacto de las estrellas frente a mi y busqué la redondez n duminada de le luna, pero no la encontré. Una vez en la cama y en pijama, me senté a disfrutar de mi postre favorito. El problema fue que la magia del momento duré poco. O el poci- llo era muy pequefio o Ja cuchara muy grande. Resignada lo dejé sobre el velador. No tenia ganas de leer esa noche. Sabla que no podria concentrarme. Me disculpé con Garcia Marquez y apagué la luz de la ampara. Mientras trataba de conciliar el suesio pensé en la fuente de zabaione que ahora reposeba sobre una de las bandejas del refrigerador. Recordé su sabor reciente en mi paladar y sent/ unas ganas incontenibles de bajar por més, Solo un poco, total eran huevos batidos y anicar. Nada del otro mundo. Y en eso estaba, decidiendo si ir o no, cuando me dormi. n Siempre wg gusié caminar, Desde chica. 2. vee que nos Hevaban ai zoclégico del Par iano, Esperance rogaba que la 208 0, més grande, que paréra- ensar, Peciz jugos, bebidas, lo asunio era detenerse por el mayor tempe posible, mogtrande une nerida en el pie o trevindoncs de convencer de que vemitaria ier minute. Era como esos equipos de e cuands van genando frente 2 an rival complicade hacen tiempo chuteando de alld para Le que sea con ‘arecia porque no queria detenerme. Lo mio era avanzar, continuar. ¥ es Jo que me caracterize hasta hov. Con ios afios me converti en una especie 8 de taxi humano. Comence @ memnorizar NOM" ees de calles, 2 descubsix atajos, ¢ seconoce® cntejardines y acboles. Empect vyendome @ c282 e Florencia ida y vuelta, cop mp3 en mis joidos. Son solo doce cuadras, Después, amplié vc horizontes caminendo 2) Apumandes desde Ta casa, que queda come 2 veints cuadras. Al ver que era perfectamente CAP22 segui haste [2 coe atta del dentist, como treinta y im y asi. Hoy, muchas veces lego hasta jpajando por Providencia. Me guste Teatro dele jversidad de Chile, ver mirar ala gente y devoerme En algunes 0; venicades Io hago cambiendo el TAO aburrirme, y me voy por él Parace Bost ‘vie guste mucho ese ugar SOOT todo en en primavera. No sé por 36, PEF? me hace se en otfo pais, aungue, bueno, Aunce rhe estado en. stco pais. Otras veces me devuelvo PEt el mismo amino de ida, Todo depende de Peatarde mis ganasmellevaroacaming darme cuenta, hasta los pasajes co serciales dhe bros usados que hay un poco més abajo dela { Animo. estacion del metro Marwel Montt, Teno 62% seemar mi propia biblioteca no Solo less prestados del colegio. AEM ES: contaba sin ges- far con diez mil pesos, los ane equivelian a dos % meses de mesada. ‘ Neuen 6 exagero si confleso que est doe NE SAERE Si confeno que sew a titalos. Me impr infinidad de autores Compeanel dde autores y ediciones. Compren se me presentaba vers esentaba un universe infinit: niverso infinito por desce- cia absolute. nacho entrar y salir de ca ores, y come siempre teniemes clase del recveo largo de | rae, Comimes mas rapido de to habi- Consuelo. Cuando soné 4 ti estbamos paradas en la suerta ce ‘eniamos felices de la biblioteca, cada v0 para estzenar. Consuelo Hevaba semanas comentande q ieer algo de José Donose, y al fin io cor con El jardin de al lado. En cambio, yo no tenia a ningin autor en mente, asi que «me dejé llevar por le sugerencie de don Luis. Al Snal, me traje un "bro de poemas de Vicente Huidobro. Nunca lo habia leido, pero sabia que era uno de los mas destacados poetas chilenos. Estaba ansiosa p por tener fa cabeza ocupada. Durante las ultimas semanas, co! engas, Jas cosas en Ja casa estaban muy tristes. Mi mama no lograba recuperarse dela muerte del abuelo, se quedaba dias enteros en pijama, sin levantarse y sin cocinar. Y eso era demasiado raro en ella, tan alegre y llena de vida siempre, Pero tanta tranquilided literaria no podia estar exenta de problemas. Para nuestra desgracia los siguientes en lie- gat a la puerta de la sala, después de nosotras, fue- ron Matias, Gonzalo y Nicolés. Venian riéndose a carcajadas detrés de Lucho. Se burlaban despiada- damente de él, y le gritaban hueco, fleto, tirandole cascaras de naranja, tratando de achuntarle a su trasero. Senti una mezcla de miedo y pena. Pero él no se inmutd, como si no se diera cuenta, y siguid caminando como ajeno a la escena de esa pelicula. Escena de la que él era protegonista. Al no haber reaccion de Lucho, el trio del terror desistid e hizo un rapide barrido ocular para encontrar en quién mds descargar tanta energia reprimida. Para nues- tra fatalidad, se encontraron con nosotras, Més bien conmigo. —Pero miren a quién tenemos aqui.. — coment6 Nicolds con esa ironia que tanto temor me habia empezado a provocar con los afios. —sQué no es la doble de Gatibela? —grité Matias. 80 ple! —agregs Gonzalo—. {Qué digo, triple, le séxtuple! Mirenla, con mas curvas —iCérrete, cerda asquerosa! —grité Gon- zalo muy cerce mio, tanto que pude sentir su aliento y la saliva salpicar desde su boca y caer sobre mi cara, con una rabia y un desprecio hacia mi que no terminaba de comprender. No le habia hecho nada. Ni siquiera lo habia mirado. Nunca. En ese momento ya estaba précticamente el curso entero presenciando el espectaculo. Me sentfa acorralada, Surlada y humillada delante de todos. Miraba sin ver, buscando un espacio, un momento para salir corriendo. Para tomar a Consuelo de le meno y escapar. Pero los segun- dos avanzaban y no era capaz de moverme. Haste que me salvé, providencielmente, la voz dela inspectora Ardit! llamandoles la atencion y ordenandoles que se fue: mediatamente a la inspectoria. weno a uno, entramos a la sala. La clase comenz6. Czeo que tard¢ al menos veinte minutos en calmarme y deshacer el nudo que llevabe en mi garganta. Lioré, pero timidamente, sin que nadie lo notera. Nadie, salvo Consuelo. Esa tarde, el tiempo transcurrié con esa sensacidn de tempo real que poces veces exper: 81 mento. Por lo general, se me pasa volando o ands demasiado lento. Afortunadamente, Ja tarde sin Matias, Gonzalo y Nicolés fue una especie de casis en el desierto, No recordaba un relajo simi- lar dentro de la sala en todos mis afios escolares. A pesar de la angustia que atin sentia después del mal rato vivido y delle presencia de les brujas del club de Juanita Aguirre, me sentia segura. Es extrafio, pero recién ese dis descubri que hacia mucho rato que vivia mis dias de clases envuelta én una especie de terror inconsciente, Al final, pude disfrutar de los Gltimos minutos de ese clase, a pesar de todo lo que pasé, Desgraciada- mente, no logré adivinar lo que esa reprimenda provocaria en ellos. 2 Lucho ya estaba afuera, esperéndonos. Este recreo duraba quince minutos, tiempo suficiente para encontrar algo nuevo pare leer o simple- mente para ojear el diario o alguna reviste, pero jams con el estémago vacio. Eso bien Jo sabia yo. —Voy corsiendo al bai. No me demoro nada. Te espero afuera —dijo Consuelo ecelere- damente. —Ya. Salgo altiro —respondi, limpiando las miges que cayeron sobre nuestro banco. Répida- mente, y mientras masticaba el ultimo pedazo de pan, tapé el pléstico, Jo meti en su bolsita y me giré para guardarlo en mi bolso, sin advertir que el trfo del terror habia entrado a la sela, y que para mi desgracia me encontraba sola. —Miren 2 quién nos encontramos aqui... A la “Gooooooorda de Chile’, (Un aplauso! —grité Gonzalo y los otros acataron. « Mientras ellos aplaudian y chiflaban, mi corazén dio un brinco tan fuerte que por algu- nos segundos jurarfa que dejé de Jatir. El miedo se apoderé de mi y en menos de lo que me di cuenta ya estaba sudando y respirando mal. Traté de simular que no los habia ofdo, y empecé a caminar hacia la puerta pera escapar, sin levan- tar la cabeza. 8 ipa, puerca asquerose) ;Adénde crees que vas? ;Piensas arrancar como un cerdo? jHas. visto c6mo corren y chillan desesperados cuando sedan cuenta de quelosvana attapar para matar- los? jLos has visto guatona de mierda? —grité también Nicolds, con ese tono que tanto temia. En ese minuto asumi que estaba demasiado lejos de la puerta como para que no me agarra- ran si corria. Pude sentir el odio que me tenfan y me asusté de verdad. Como nunca antes en mi vida. Tanto, que podia escuchar cada latido de mi coraz6n retumbar en todo mi cuerpo. Estaba aterrada. —iAcaso creiste que echéndonos e le vieja Arditi encime te fbamos a dejar tranquila, gorda hedionda? —agzeg6 Matias. Entonces, los tres se acercaron a mi, lo sufi- ciente como para sentir su respiracion. Me rodea- ron y comenzaron a escupirme. ‘Una y otra vez, entre insultos, garabatos y descalificatives cada vex més crueles. Cerré los ojos pare no ver mas sus rostros rabiosos y comencé a Hlorar silencio- samente, rogandole 2 Dios que me hiciera des- mayar para no presenciar més este castigo, r tras sentia sus babes correr por mis mejilias, mi nariz, mis labios y mi frente. Cuando los escupos comenzaron a ser cada vez mas espaciados temi 8 gue empezaran con los goles, pero afortunada- mente —si es que en algo he sido afortunada en mi vida— justo cuando uno de ellos me daba el primer empujén y yo perdia el equilibrio, entré Lucho. Qué pasa aqui! —grité con un tono yun yolumen de superhéroe que nunca of antes salir de su boca. Yo continuaba con los ojos cerrados, temblando. Y aunque el empujén estuvo a punto de botarme, por primera vez mi peso sirvid para algo y lo impidio. —Y ahora Hlegé el “fleto” del curso a defen- der ala gorda. Qué lindo espectaculo. ;Por qué no postulan a un circo? —dijo uno de los tres. Probablemente Nicolés. Lucho ya estaba parado delante de mi impidiendo que me hicieran algo més. Podia sentir su presencia. A ios pocos segundos entré también Consuelo. Imagino el susto que le did ver esa escena, pues 2 los dos segundos se puso a gritar descontroladamente, a pedir ayuda, muy nerviosa. —Y ahora llegé la “Cara de churrete” pare completar el cuadro. Qué bonito! ;Alguien tiene una cémara para capturar a este grupo de raros? —grité uno de ellos. —Te salvaste por esta vez, guatona misera- 26 garganta ingoportable y que seguro me ibaa res- friar. Me dio pena entristecerlos con lo que me habia pasado. Sabia que iban 2 sufrir tanto o més que yo con lo ocurtido. Por suerte me creyeron. Ademés, mi mamé se vela radiante esa noche, Estaba de muy buen dnimo y al parecer su cri- Sis estaba quedando atrés. Todos comian de muy buena gana la lasafia que preparé en sefial de su recuperacién, comentando la inminente llegada a Chile de un cantante francés muy famoso que ellos querian ir a ver con unos amigos peruanos gue conocieron en el restorén, pero no lograba enchufarme y conversar. Solo tenia la sensacion de Ia saliva de mis compafieros deslizandose por mi cara y sus insultos repitiéndose una y otra vez en mi mente, sin parar. De pronto, y con una tonta excusa, me disculpé por la comida, dije que irfa por el jarabe de siempre y que me acostaria Mi mam se'ofrecié a Ilevarme un guatero 2 le cama, a tomarme la fiebre y a acompafiarme un rato después de comer. Justo cuando salfa 4 comedor entré Delgadina con el postre. Zabaione calentito con baicoli, comento con la cara llena de risa, como quien anuncia que vamos a canter el cumpleafios feliz. Pero al ver mi plato intacto se giré y me miré con susto. Era mi lasaiia favorita, con espinacas, salsa blanca, fondos de alcachofa Be ¥ pollo cesmenuzado, y yo ‘no habia probado bocado. No supe qué explicacién darie que fuera creible y simplemente la abracé, me disculpé con sila y self. Solo querfa meterme a la ducha otra vez y dejar que el agua caliente corziera por mi Tostro todo el tiempo que fuera posible. Queria borrar ese olor y esa sensacién de mi mente; per- Germe debajo del vapor para siempre y entrar ¢ una dimensién desconocida. No me sentia bien, Al dia siguiente emaneci realmente enferma y no fui al colegio. No volvi nunca més, 8s Florencia falio una semane completa a cla- ses después de aquella humillacién. Hablaba- mos todos los dias 2or teléfonc. No era to mismo 2! colegio sin ella, Para qué decir Jos recreos-sin recreo en ia biblioteca, Por suerte tenia a Lucho, que aunque no se perecia a mi amiga, era todo un. personaje. Ese martes me asusté cuando la inspectora Arditi salié de Ja sala después de convanicarnos cue Florenct colegio por un buen tiempo tres sufrir un lamentable accidente el dia anterior. Tomé mi celular, lo escondi en la pre- tina de mi falda escocesa y pedi nermiiso wera ir al baito. No podia creer que alge ie nubiera pasado a mi amiga sin que yo lo supiera. ;Chocarfa en aute con sus papas? Ayer hablamos por teléfono 91 y no me cont6 que tuviera planes para salir en le tarde. Bueno, la noté algo triste y callada todavia, pero nada més. Tal vez se accidenté dentro de su casa, én la cocina, 0 resbalé en la ducha. Algo asi perfectamente podia ocurrir. De hecho, a nuestra Malucha le pasé el afio pasado y se fracturé cuatro costillas. La pobrecita no podia bostezar ni reirse porque el dolor era insoportable. A esa hora de la mafiana no sospechaba ni remotamente lo que en realidad le habfa ocurrido. Por mi mente solo pasaron imagenes de ella con una pierna con yeso, un cuello ortopédico 0, alo més, un parche en su frente, Me lo conté Marta, Je sobrina de Delgadina, cuando al fin me comu: qué con su casa. —Consuelito, fijese que Florita andaba muy istona estos dias, ni queria salir de su habitacién, pero nunca nos imaginamos que podia llegar a eso —me comentd afectada. —sLiegar a qué? No te entiendo —le dije. —Bueno, lo que hizo Florita anoche, pues. —3Lo que hizo? ;Qué hizo? ;No fue un acci- dente? ——Aceso no sabe que se corté les venas en bafera? —me disparé Marta sin aviso, con su acento peruano. —}Cémo? —le dije, aunque habia escuchado —3¥ cémo esta ahora? ;Qué dijo el doctor? —pregunté asustada. —Que fue un milagro que no se ahogara en el agua 0 que se desangrara mas, que los cortes no fueron muy profundos, y que con un par de transfusiones y reposo pronto estaré mejor. Eso si, habl6 de que tiene que ira un psiquiatra. —jPsiquiatra? —Eso escuché. Pero no sé mas, Después le pregunta a la “sefio” cuando la vee, pues. _—Esta tarde me voy a pasar del colegio a a clinica. En qué piso estén? —En el tercero, pero no me acuerdo de la pieza. Ahi preginteles a las sefioras de le recep- cién cuando llegue. —Ok. Gracias, Marta. —De nade. ~—Chao. —Chaito. Cuando salimos del colegio esa tarde con Lucho nos fuimos caminando hasta el supermer- cado que estd a ocho cuadras. Entre los dos j tamos lo que tenfamos y le compramos un ramo de astromelias en tonos blancos y rosados. Al salir del ascensor, el olor a clinica se instalé en mi nariz y senti una pena infinita. Caminamos en silencio hasta la pieza 314 y 94. esperamos ¢] “adelante” después de golpear sua- vemente la puesta. Entramos en puntillas. Abi estaba nuestra amiga, acostade en le cama, con los ojos semiabiertos y le tez més blanca que vi en mi vida. En el sofa, ubicado entre la cama y la ventana, estaban sentados los tios con cara de angustia. Pobres, seguramente no durmieron en toda la noche. ojeras profundes y Esteban contentos, aun cuando nc lo reflejaren sus rostros cansados y preocupades. Debia ser terrible para ellos estar en esa situacién. Espe- cialmente para tia Viola, que hebie perdido a su acia muy poco. De solo imaginarlo me mismo tiempo, sin darnos cuenta. Le entregamos las flores 2 la Ha per en florero. Ambos se ‘@ la puerta, me acer- la besé en la frente. le miré 2 los ojos qué despacio hasta ella Estaba fia. Al incorporarm 95 y ella coincidid con los mios. Al fin sonrié. La conocia muy bien y sabia la pena que estaba sin- tiendo en esos minutos. Se quedé mirandome un buen rato, como si conversara conmigo a través de sus ojos. Después, miré a Lucho y le sonrié también, Estuvimos cinco minutos sin decirnos nada, no era necesario hablar, ya que nuestras caras, mezcla de alivio y preocupacién, lo decian todo, Cuando volvié a cerrar los ojos, decidimos irnos. Seguramente necesitaba descansar. Al salir de la pieza nos encontramos con los tios sentados en uno de los sofiis de dos cuerpos de la salita de espera. Al vernos, inmediatamente se pusieron de pie. —1Ya se van? —pregunté tio Paolo. —Si —contesté—. Es mejor que descanse. Esta agotada. —Gracias, gracias por venir —se sumé tia Viola, abrazandonos. —Espero que cuando todo esto pase y vol- vamos a la casa me puedan decir qué le pas a nuestra bella ragazza. De pronto dejé de ser la nifiita maravillosa y sonriente de siempre y se convirtié en una pequefa triste. Mi intuicién de padre me dice que algo le pasé. Si no, spor qué Ro quiso volver més a la scuola? Estamos muy preocupados y ya no sabemos cémo ayudarla 36 —agzego tio Paclo con ese tono de angustia que solo encuentras en los padres. —Por supuesto cue si, tio. Cuando esto pase, varnos a converser entre todos. —Gracias, mijite. Gracias e los dos. Cuando nuestra criatura vuelva a le casa les voy a prepa- rar le mejor pasta que heyen probado en toda su vida —ofrecié tfa Viola con carifio. —Adiés —concluyé Lucho, que hablaba por segunde vez desde que compremos las flores en el supermercado. Nos despedimos de Ios tfos entre besos y abrazos, y nos devolvimos por el r i para tomar el ascensor. Durante el camino, nin- guno de los dos abrié la boca. ibamos demasiado impactades y tristes. Estaba segura de que el silencio de Lucho escondia incontenibles ganas de lorax, pero no me atrevi a preguntérselo, Parte de la amisted qué teniamos era el respeto por la personalidad dei otro. El tenia la suya, muy hacia adentro, muy silenciosa. Yo. disfrazada de fuerte. Tenia que protegerme de alguna manera, sno? Nadie es perfecto. Bueno, esté claro que nosotros tres no. A esas alturas no me quedaban ufias en los dedos y la confusién me tenia mareada. Solo tenia una certeza: nuestra amiga hebia tratado de 7 matarse y nosotros sabiamos muy bien por qué. Es més, no solo lo sabfamos, sino que lo habia- mos presenciado, vivido y padecido junto a ella curante afios, pero de manera mucho més cruel en estos tltimos meses. ¥ lo peor de todo es que sus padres no sospechaban nada, no imagina- ban ni remotamente lo que Je ocurria a su hija dia tras dia en el colegio. Los nuestros tampoco. Estaba claro. Por lo pronto habie poces cosas cle~ ras, Entre éstas, que tenfamos que hacer algo por Florencia. Algo definitivo y urgente. No podia- mos permitir que ella volviera a sentirse tan des- preciada otra vez. Ese “algo” fue lo que nos mentuvo concen- trados y mudos todo el camino hacia el metro y Juego a cada uno hasta su casa. Entre nubes blancas e imagenes difusas empecé 2 volver Por las sensaciones que me invadian supuse que estaba sofiando. Pero no lo tenia muy claro. Tal vez no era un sueiio. No estaba segura. De pronto algo se desperté en mi, 2, mezcla de dolor y presion en mis mufecas. Entonces comprendi lo que me pasaba. Estaba hospitelizeda, y automatica- mente, como un interrupter que se enciende, recordé lo que hice. Como si fueran las imagenes de una pelicula de le cual yo era protagoniste, los gritos, sus rostros rabiosos sobre los sus ojos violentos, sus babas chorredn- entera, colgando desde sus propios rostros como perros, ese olor repugnante, hasta que de una especie de tir 99 * pronto pude ver con claridad el momento de los cortes, la abertura limpia y pareja de la carne, mi lanto desconsolado en la tina de agua caliente, y la angustia. Ese gran nudo ciego y doloroso ins- talado en mi garganta, imposible de desetar. Ahi estaba la vision de mi cuerpo inmenso debajo del agua, de mis pliegues enormes y mis musios anchos, aumentados. ¥ luego, ver el agua tefirse dea poco y pasar de la transparencia pura al rojo intenso. Al descanso final. Traté de mantener mis ojos abiertos, pero no pude hacerlo con naturalidad. Sentia un peso incalculable sobre mis parpados. ¥ frfo. Mucho fio. Me dolia la cabeza. De pronto y alo lejos of Ia voz de mi mami. La imaginé junto a mi papé, sentados a mi lado, afligidos y expectantes. Hasta que comencé a sentizla cada vez mas cerca de mi Incluso pode oler su perfume de siempre. Pero por mas que lo intentaba, no lograba abrir mis ojos y reaccionar. Ni siquiera moverme. ;Qué me pasaba? Solo sabia que estaba despiomada sobre na cama, en una pieza que no era la mia y que mis padres me acompafiaban. Nada més. —Florencia, amore. mio —escuché @ mi mamé, casi susurrante. —Mmm —traté de pronunciar la palabra “mamé”, pero mis labios no se despegaron. 100 quila. Ya pasé lo peor. Descansa — repitio varies veces en el mismo tono. Empecé a verderme otra vez. La voz de mi mamé fue haciéndose cada vez més impercepti- dle. Como si alguien bajara el volumen de una radio lentamente. Hasta que al fin volvi a entre- garme al cansancio y no insisti més en abrir los ojos o conversar. No sé cuénto rato pasé, tal vez hores. Hasta que de pronto mi mente se activé de nuevo y al in desperté. El dormitorio estaba en penum- bra. Seguramente era tarde y la hore de visitas ya habia terminado, ya que mis papds no estaban. Asi, casi a oscuras, tuve tiempo de pensar, y ya no sole de recordar. Medité largo rato, sin lograr detener la engustia, mezcla de culpa y de temor al futuro, hasta que al fiz pude llorar, sola y sin alarmer e nadie més. Sole y Iibremente. No sé cudnto tiempo pasé en eso, hasta que ' cansancio me vencié y volvi a dormirme. cama y la ventana, con la miisma cara de angustie, aunque més tranguilos, ya que afortunadamente Florencia estaba fuera de peligro. Me pregunté si mejor me acostaba con pijama de une vez para seber quién maté a Cristién Kustermann o bajaba a prepararme algo de comer. Répidamente, mis ‘ripas en hueiga sugirieron lo segundo. Tenia que ngerir algo pronto. Con el cuerpo a oy Tos pies cada vez més helados traté de tantear las pantuflas, cuando de improviso escuché la puert de abajo, la de entrada, cerrerse con fuerza. Era demasiado temprano para que fuesen mis papas Seguro Esperanza habia llegado con sus amigos, re costumbre en ella llevar un grupo a le casa los viernes 0 los sdbados por la noche. Bueno, ade- ands of varias voces yy risas diferentes de hombres y snujeres. No fue tan dificil adivinar que se trataba de mi hermana. Salté de la cama para it a la cocina a calen- algo y de pasada ver quiénes eran los invi- iados esta vez. Tendrian los mesones de la cocina ocupados con botellas, eso ya lo sabia. Ultima- mente, Esperanza traia 2 ese tipo de amigos, con jotella incluida, cuando los papés salfan con los Torres al cine y a bailar. Como no llegaban nunca antes de las tres de la mafiana, tenian tiempo sufi- ciente para pasarlo bien sin que nadie los vigilara. los Bajé las escaleras, me asémé al pasillo y pude distinguir las voces de Claudia y Pancha riendo en elliving, Son sus mejores amigas; el grupo lider de su curso. Por lo general, van de compras, escogen Ja misma ropa, escuchan similar misica y hablan igual, con los mismos modisrnos y gestos. ‘Una ver abajo sent{ el olor del tabaco que sr4pidamente se peseaba por toda la casa. Supuse ademés que esas voces masculinas desconocidas serian de sus amigos nuevos. los que conocié la semana pasade en la fiesta de no sé qué colegio. Con ei tiempo habia perdido la capacidad de concentracién con respecto a las nuevas amista- des de mi hermana. En puntillas corri a la cocina como si estu- iere arrancando de !a policia. Una vez adentro ya salvo, saqué el plato con arroz y croquetas de pavo que dejé Malucha listo para mien el refrige- rador y lo meti al microondas, mientras llenaba un vaso con jugo y disponia cubiertos, servilleta y pan en una bandeja. Malucha es marevillose, pensé, mientras hacia equilibrio con todes esas cosas. Cuando la desagradable y repetitive alarma del aparato eléctrico me anuncié que mi plato ya estaba con le temperatura justa para ser devo- rado, entré a la cocina Esperanza, seguida de dos 105 tipos que definitivemente no eran del ‘colegio. Con un “hola” desabrido, sacaron unos vasos del mueble que esta sobre el microondas y hielo del congelador como si conocieran la casa de memo- ria; me miraron como si necesitaran confirmar algo, no sé qué, y salieron de la cocina. Esperanza vaciaba un megapaquete de papas fritas caseras sobre un gran bol de madera y no se dio cuenta de ia mirada que me echaron sus amigos. Muda y sin involucrarme, tomé mi bande y sali de la cocina hacia las escaleras, chancle- teando con mis pantuflas igual que mi mama. Si, es en'lo tinico que nos parecemos, en ia manera de chancletear. Bueno, yo hubiere preferide otro tipo de similitud, Asicamente hablando. Cual- quier cosa, su pelo, ja estatura, sus ojos, sus dien- tes tan blancos y parejos como los de una barbie su piel, suave y sin defectos. Algo, lo que fuera, iLas pestaflas! Habria agradecido toda, sii que- Jas. Pero no. La naturaleza hizo lo que quiso y no me quedé més que aceptar su voluntad, No Hevaba més de dos 0 tres peldaios cuando uno de los afortunados de ia noche le pregunté algo a Esperanza sobre mi, Entonces, me detuve para escuchar —sQuign era esa de la cocina? —pregunté una de las voces masculinas. 106 —Consuelo, mi hermana mayor —coritesté Esperanza, mientras seguramente se Menaba un eso con Coca-Cola y un chorrito de ron, su trago favorito. —;Tu hermana? —Si, mi hermana. ;Por? —;Hermanas de papa y mamé? —Si, de papé y mama. ;Qué onda? —Es que son demasiado distintas —agregé . No era la misma voz. —O sea, no tienen nada que ver —siguid el rimero. : Rapidamente, Esperanza cambié de tema y sugirié que los galanes pusieran algo de musica. Ella sabia que yo estaba abajo, y que era muy fac- tible que estuviera escuchando. : Subi las escaleras, caminé por el pasillo det segundo piso con mi bandeja humeante, pero ahora con menos hambre' que al bajar. Cer'é la puerta de a pieza con el pie para no escuchar nada mas, Y no és que esas palabras me sorprendieran o fueran nuevas para mi, Al contrario. Simplemente venien a reafirmar no solo lo distintas que somos —siempre he tenido muy claro que es asi y que esa diferencia no solo tiene que ver con colores, rasgos fisicos y contextura—, sino a recordarme que por més que con los afios me acostumbrara @ lo7 ser quieh soy y a verme como me veo, era indiscu- tible e irzesistiblemente fea. ¥ esa noche me dolié especialmente més que en otras ocasiones. No supe por qué Dejé le bendeje sobre la cama de Esperanza para abrir la mia, ponerme el pijama y acostarme Ge una vez. Pero algo, una especie de fuerza supe- Hor y cruel me hizo mirarme antes al espejo. Tal vez queria enfrentarme a mi misma. Observarme detenidemente y repasar una y otre vez lo més ne fea y ya no solo imegi- © suponerlo. Necesitaba encontrarme con nls ojos saltones de vestafias cortes y gachas, mis dientes enormes y pronunciados, mi pelo indo- mabie e incorregible, e! mentén demasiado sobre- saliente y mi piel llena de imperfecciones. ¥ ah ane quedé, grebando en mi memoria cada detalle de mi misma por un largo rato. Al fin, me saque tas pantuflas, me puse el pijame y recogi el libro del suelo para retomar a Ampuero, La comida se enftié en mi plato y ya no quise comer. Antes de seguir con la lectura recordé a Flo- rencia, Por primera vez me sent identificade con sila en el dolor, y hasta pude entender por qué lego a ese extzemo. 108 El, lorencia Cuando bajé del auto esa mafiana, unis pies tuvieron que hacer un gran esfuerzo por sopor- tarme y mantener el equilibrio. Una semana internada me habia pasado la cuenta. Estaba débil. ‘Tras cruzar el umbral de la puerta principal Ge Ja casa, me encontré con Delgadina y Marta, que me esperaban con su mejor sonrisa; también estaban mis abuelos Agostino y Letizia, que se veian visiblemente emocionados, y con Consuelo mordigndose las uftas, Verlos me apené alin més, Todos me abrazaron y me dieron la bienvenida. Rapidamente sent{ olor a albahaca y me imaging que Delgadina estaria preparando pesto. La ima- gen del mortero de marmol y la albahaca molida, los pistachos y las cabezas de ajo esparcidas sobre el mesén me abrié el apetito, Al fin estaba en casa 109 y coinerla decentemente. Mis dias de clini meni pare enfermos habfan terminado. De la mano de mi mamé y en silencio subi lentamente los peldafios hasta egar 2 mi dor- mitorio, que estaba muy ordenado y con la cama abierta, lista para recibirme. Las cortinas descorri- das dejaben pasar la luz del sol, que destacaba los colores de un precioso ramo de fresias en tonos amarillo y fucsia, dispuesto sobre mi escritorio, en eljarrén de cristal de la abuela que tanto me gusta. Sobre mi velador, ademés de le ldmpara con légri- mas y la foto de mis papds, habia un pequete de regalo de varios colores, que seguro era para mi. Cuando al fin todos salieron y me quedé sola en le pieza, me puse un camisén nuevo que esteba sobre la sillita ubicada al lado de la ventana, y me meti en la cama. Seguro me lo compro la abuela. Ella siempre estd llena de detalles, especialmente conmigo. Estiré las piernas intentando llegar Io més al fondo posible para alcanzar lo frio de las sdbanes. Traté de relajarme con la mente en blanco, pero répidamente comencé a sentir los latidos en las heridas atin vendadas. Todos esos dias en la clinica los habia sentido. Eran como ayuda-memoria, un post-it 0 como un “tor- pedo” que me recordaba permanentemente lo que habia hecho. Entonces, volvié le angustia, ese horrible sentintiento tan dificil de manejar, mezcla de desolacién, desorientacion y miedo, gue hacfa mucho tiempo se habia apoderado de mi, Creo que recién en ese minuto, acostada en mi cama, entendi que algo habia cambiade en mi para siempre. Que algo terrible habia pasado conmigo. 3C6mo enfrentarfa la vida de ahora en ade- lante? No tenia Ja mas remota idea. Solo sabia que no queria volver a salir de mi cama, de mi dormitorio ni de mi casa nunca mis en la vida. ¥ el “combo” incluia el colegio, que no pensaba pisar en los préximos veinte afios. Consuelo 3416? —dife después de correr al teléfono advertida por Melucha, Estabe impresionado. Nunca es para mi, —2Consuelo? —me dijo une voz que no reconoci. Si. Con ella. ;Quién es? , TMarlena Lopez —respondié con amabi- lidad, Seguro queria pedirme un cuaderno para copier materia atrasada, pensé, —Hole —dije. —Hola, Te Nemo porque, bueno, no sé cémo decirte que... Mire... mejor métete al blog de Juanita Aguirre, Elle y sus amigas escribieron algo sobre ti y Florencia. —Ah... ~dije, sin saber qué més agregar. Acto seguido, senti un escalofrio recorrerme entera y el mismo temor que me provoce’el tric del curso cuando me insuita gratuitamente. —Lo siento. Solo #2 pido que no me nom- bres. Nunca te llamé, sok? —Ok. —Chao —dijo y cortd. Subj répidamente las escaleras de dos en dos y entré e nuestra pieza, donde tenemos un com- putedor que compartimos con Esperanza, en un mini escritorio que se ubica al iado del mueble donde esté el televisor, frente a las camas para- Jelas, Rare vez lo ocupo. Lo miré, me senté en la cama y dudé, No sabia si estaba preparada para lo que venia y no queria pasar otro mal rato. Al fn, respiré hondo, estiré el brazo, lo encend! y esperé que se cargara para entrar a internet. Busqué el Blog en Google y me quedé inmévil hasta que se abrid. En silencio comencé a leer lo que Juanita y sus amigas comentaban sobre mi'y Fldrencia, Las palabras “ “fea” “guatona’, “cerda’, “asqueros: y “perdedora” se repetian una y otra vez, Pero n0 fue sino hasta que aparecieron garabatos y frases en tonos abiertamente sexuales que entré en una especie de shock y comencé a llorar. No podiz creer (o que estaba alli escrito. Esperanza, que estaba en el baito aliséndose el pelo, salié répidamente al escuchar mi llanto Florencia bamos en el metro esa tarde con Marta. Hecia un calor desesperente dentro del vagén, que pare colme iba replete. Ese dia aos ofre- cimes pave it a la Vega Central 2 comprar les condimentos pare el negocio, y ya estaba arre- pentida. Como Marta salie temocano ese lunes ¥ yo no estaba yendo al colegio, era lo minimo que podiemos hacer. Ademés, ella me juré que practicemente no tendrfamos que caminar, Une ver dentro, pude sentir varias sniradas sobre mi cuerpo, pero craté de pensar et: otra cosa. Marta canturreaba bajite eno de sus boleros favori- tos, mientras yo iba concentrade en un escolar un poco menor que yo, que ibs acompanado de una mujer de alzededor de unos cuarente aiios, calva, sin cejes ni pestahas y con unas ojeras muy 8 profundas. Elle tba senteda, y Ede pie 2 gu lado, : No sé por qué, pero io imaginé con él rostro de Seguro tiene cancer, pensé. Y segaro es Gonzalo. ¥ de pronto volvi a aquella mafana de Tenian exactamente la misma nari ylosm clases, a la imterrupcién de la inspectora yasu Glos. Los observé de tanto en tanto pare Fostro compungido saliendo de Ja sala con su AOteran que los estaba irando. Yo sé lo gue es mochila al hombro, temiendo Jo peor. Mas bien Seatir ese tipo de incomodidad, Conozco x sabiéndolo. Sabiendo que su mamé habja muerto dien esa sensacién, mientras él estaba en el colegio. Recordé el fune. Entonces, no sé por qué, secordé aquel ral, la iglesie, el frio, el par de chicas tocando la maiiana de invierno hace ai, UNOS fos, cuando ‘arra, a todos nosotros sentados a un costado la inspectora Ardit id en ia sala y secé y2 Gonzalo, en u nana de toda la vida @ Gonzalo de ja clase. madre habla muerto y de su abuela, al otro, No recuerdo haber visto a be una larga enfermedad, Siempre g upimos que su papé ese dia estaba enferma de cance, practicamente desde Pensaba en eso, recreando en mi mente el ds Tostro de l2 mamé de Gonz Jo, cuando el tirén de Marta me hizo reaccionar para que nos bajé- Famos porque ya estébamos en la estacion de] tan pélida, tan f Gonzalo no tenfa hermanos y su Padre, un metro Patronato. Antes de bajar, me volteé para Sante hombre de negocios, se io pasebs Yet por iltime vez el rostro de esa madre y el de 260 Por el mundo, Les pocas veces que lo su Bijo, pero la multitud me lo impid deba len vestido, al extremo sleg & mi papd usar un traje ast, Ni g Para el matrimonio de tio Dante, Ese tarde, mientras vialabe con Marta, pude wer an el rostro de esa desconocida la verdeders care de Is muerte, y sentf una pene infin por | Ske-muchacho, Lo imaging sentado en una bat ce de iglesia, Horendo frente al at 120 Consuelo Cuando miss julia, la directora, abrié la puerta de su oficina y nos hizo pasar, sentf un miedo insoportable e incontenibles ganas de huir a toda velocidad. Afortunadamente, mis papas estaban conmigo y me tomaron de le mano para entrar. Era la primera vez gue estaba ahi y me perécié un lugar bastante acogedor. Bn uno de jos muros colgaban al menos unos veinte cua- dros enmarcados en blanco, con trabajos de Arte de alumnos dei colegio. Se veian muy bonitos. Sobre su enorme y desproporcionado escritorio. habia una torre de carpetas azules plastificadas a punto de caer, y mas alld, un teléfono Ileno de Iuces que se encendian y apagaban. A su derecha y sobre otra mesa, se encontraban su computa- dor y un tazdn de cerémica blanco con la pala- 13 bra “Paris” impresa en negro, leno de [épices grafitos amarillos con puntas extremadamente afiladas como lanzas. La ventana que estaba 2 su espalda daba a un patio que nunca habia visto. Tenia unas ramas gruesas repletas de hojes ver- des y flores rosadas. En silencio esperé que miss Julia empezara a hablar. Mi papé me tomé de la mano y no me le solté en mucho rato. Sabia que de mis palebras dependia la permanencia en el colegio de varios compafieros y que eso me tenie angustiada y cul- posa. No querfa comprometer 2 nadie ni causar dafio algano a los demés, pero entendia que si queria quedarme y seguir estudiando aqui convivencia con ellos serfa insoportable, impo- sible, y nada bueno saldria de ello. ‘Miss julie comenz6ahablary yo morderme les ufas de la mano que tenia libre. Cuando me pidieron los nombres senti nauseas y sin control alguno me puse a llorar, Raépidamente me refugié en el pecho de mi papa y le pedi que nos fuéra- mos, que no importaba, que habfa muchos otros colegios y que yo estaria mejor. Entonces, senti Ie voz de miss Julia, quien se habia levantado y ya estaba en cuclillas, a mi lado. —Querida, tranauila. $é que lo has pasado mal, Sino te sientes preparada, podemos dejarlo pera otro dia Solo te pido que lo tomes con calma. Todo se va a solucionar. Cuando te sien- tas mejor podemos volver a reunirnos. El colegio te va a apoyar y yo personaimente voy a hacerme cargo de esta situacion. —Yo... bueno... —me costaba hablar. Estaba aterrade y recién comenzaba a dimensionar el efecto de ese maltrato en mi vida. Imaginendo ademis que Florencia habia sufrido atin mas que yo. Mucho mas. ¥ creo que fue sv imagen acostada en esa cama de hospital con las mufieces vendadas, la que me hizo heblar. Répi- damente recordé la escena de Gonzalo, Matias ¥ Nicolés escupiéndola en le sala, insuiténdola en le kermesse y tantos otros momentos horri- bles para ella; fue suficiente. Se lo debia a ella. Ye Lucho también, aunque al parecer a él no le importaba demasiado. O al menos no tanto come para cerrar el afio y mandarse a cambiar 2 su casa, Estaba claro de que si no era capaz de hacerlo por mi, bueno, tenia que hacerlo por mis amigos. Al final, fue més sencillo de lo que crei. Di los nombres del trio del terror y el de Juanita Aguirre y sus amigas, las del blog. Ademis, les conté todo le que Florencia vivié en ios ulti- mos meses. Acto seguido, miss julia me abraz6, as me dio las gracias y me prometié que las cosas cambiarian. Felicité e mis pepds por su apoyo, por acompafiarme y defenderme, y consintié en cerrar mi afie escolar, atendiendo a mis excelen- tes notas y alo sucedido. Antes de salir, nos abrazé nuevamente y nos desed felices fiestas de fin de afio. Reconozco que me senti muy epoyada, pero atin culpable y temerosa. Sabia que mis compaiieros se mere- cian un castigo, pero tal vez no uno tan éréstico, O tal vez si. Al salir de la oficina y pasar por él patio, la sola posibilidad de cruzarme con alguno de ellos me perturbé més de lo imaginable. Caminé ate- rrada mordiéndome las ufias. Afortunadamente nada ocurrié. Bra horario de clases y los pasillos estaban vactos, como si fuer domingo. Salimos del colegio, subimos al auto y nos S alejamos de ahi. Mi papé me mirabe por el espejo retrovisor de tanto en tanto. Cuando coincidia- mos, me guifiaba un ojo. Eso lo hace siempre que esta angustiado. Senti pene por ellos, por mi. Durante el vigje, sentada atrés, me pregunté gué vendrfa ahore, Florencia y yo no volverie- mos al colegio en lo que quedaba del afio escol y le sola posibilidad de enfrentarme 2 Juanita y a sus amigas o de soportar las humillaciones de 128 ‘Gonzalo y sus secuaces me paralizaba, ‘Mi mamé me pregunté si queria acompa- nara @ independencia a comprar telas. Se habia fomado le maftans libre y queria comprar unos velos estampados para redecorar el ventanal de 42 cocina, Acepté. Esa tarde, mi papé amé a le casa y pre- Dor mi. Solo querfa seber cémo estaba, Ne recordaba haber recibido una Hamada suya Ww Florencia Navided legd de pronto y, como siempre, dela mano de log brownies bafiados con choco- jete amargo que prepara mi mamé cade afio en esas fechas y que decore con queso mascarpone Es tlempo de mermeladas caseras, de pandoice con pasas, frutas seces y abrillantadas, pifones J Pistechos; de fosaccia en versién dulce Con pis- fachos, y ya ne la tipica que comemos durante el #40 con aceite de olive, salvia y queso; de ravioli Soici hecho con pasta dulce, ricota ¥ chocclaze, ¥ ¢e torta pasquelina de acelgas cortadas finas evo, queso rallado. sal, y nigjorana picada, y rellena ademds ce huevos enters que al hornearse quedan cocidas. Diciembre es un mes ‘eralmente delicioso, Nada que hacer, y salteadas con ajo, eee 7 ae ‘Adoro ver la casa decorada ea rojo y blanco, y los pinos que lanquean le puerta de entrada Huminados con Iuces multicolores, igual que Jos pilares de la terraza. Para qué decir lo feliz que me hace hornear amaretti, unas galletas hechas con pasta de almenéras, y decorarlas con mi mamé, Delgadina y Marta. Hecemos cientos de estas y armamos lindos canastillos que regalamos 2 nuestros familiares, amigos clientes especiales. A pesar de que ya no necesitaba las vendas en mis muiiecas, seguf usdndolas para proteger Jas cicatrices dei sol y mantener las propieda- des de las cremas cicatrizantes que me receté e) doctor. Esta tarde vendrian Lucho y Consuelo ¢ la casa, Delgedina prepararia un kuchen de ricote con aréndanos que vimos cocinar en Ja tele dias atrés, y mi mamé seguro nos regalonearia con pandolce. Marta dejaria amavetti o galletas de coco horneadas y pasariamos un rato juntos, los tres, como hacia mucho tiempo. Lucho tenia mucho que contarnos acerca de Ja situacién en el colegio, ia expulsién de nuestros agresores y del ambiente postraumé- tico que quedé en el curso. Especialmente con Juanita y sus amigas. Yo queria compartir co: 130 peuta expecta en bullying escolar y habia logrado sas no solo relacionedas fa con palillos y lana para ‘Sefare 2 tejer el punto arroz. nostrerie sus primeras histocietas {de le clinica. : x6 nos pondrlemos al dia de tantas ‘biamos vivido en los uitimes meses, sobre le llamada de Gonzalo Parrz ‘erior. De sus disculpas por t: ante todos estos aiios, del colegic be postulando y hasta de su ofreci- visitarme un die de estos, solo pare 2 volverfa al colegio en marzo, sa ¥ Gue, sin espe- encontrado los mejores amigos ia tener. De una cosa si estaba segura: trabajaria duro para jamés volver a mirarme con esos ojos despiadados. 132

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