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Ana Zarzuela
Quiso hacer de Pdvsa el motor de su ‘revolución’ bolivariana. Una que por primera vez
en América Latina -decían los ideólogos cercanos a Chávez- iba a ser rica, con
suficiente ‘oro negro’ como para sacudir su autarquía por toda la región. Eso era en
2001, en plena intervención estatal. Ya sobre la mesa de Chávez, desde hace meses, lo
alarmaban las alertas de técnicos y algunos directivos de Petróleos de Venezuela. Pero
es ahora cuando en Miraflores han empezado, por primera vez, a soltar el lastre de
Petróleos de Venezuela y a engranar la marcha atrás, dentro y fuera de sus fronteras. La
petrolera es ya la niña bonita de las pesadillas de Chávez y el heraldo de la peor crisis de
gestión de los ministros Ramírez y Diosdado Cabello, una que tiene además conexión
cubana. La Administración ha devuelto a la nevera de las nacionalizaciones a la
empresa Polar y ha revertido la prohibición de bodegas privadas en las que se distribuya
alimentación. Si cumple su palabra, por primera vez, habrá compensación económica
para la incautación de 11 torres de taladro petrolífero para Pdvsa de la estadounidense
Helmeritch, como exige Barack Obama.
Entre los asesores del presidente saben ya que, a la vista del mayor escándalo de los tres
Gobiernos de Hugo Chávez es mejor empezar a dar por perdidas un par de batallas de la
petrolera para que no se cuestione el conjunto. Pero ya han comenzado a sospechar
también que ni el humo del escándalo de Pdval -la filial de Pdvsa dedicada a la
importación y la distribución de alimentos- ni la ‘transparencia oficial’ después de un
mes de negativas acerca del derrame petrolero sobre la décima parte de la extensión del
lago Maracaibo serán suficientes para opacar todos los fuegos en los que arde ya Pdvsa.
Y es que sus heridas más sangrantes son las que no se ven aún, ni con Pdval, ni con el
conjunto de la petrolera y sus 5.250 empresas satélites.
Las 110.000 toneladas de comida comprada por el Estado que la filial de Petróleos de
Venezuela dejó pudrir sin distribuir, aunque suponen un 9% del total gestionado por
Pdvsa que se logró importar el año pasado, el equivalente casi a las 191.000 que
llegaron a los consumidores -y además la evidencia de que la petrolera estaba muy lejos
del 1,7 millones de toneladas de su propio plan estratégico para este año- no son más
que el cabo de un ovillo que se le empieza a deshilachar a Hugo Chávez en las manos.
Y, aún peor a sus ojos, a enredarse en el organigrama de sus guerras de Palacio, las que
enfrentan a los ‘ramiristas’ con los partidarios de Elías Jaua y entre todos con el
ministro Diosdado Cabello, las tres ‘manos derechas’ de Chávez. Miraflores quiere
culpables que enseñar a la galería. Ha quedado en evidencia que Pdvsa sólo pudo
procesar 3.633 toneladas métricas de alimentos en el primer trimestre, un tercio de sus
objetivos, pero sobre todo, que, después de comprarle al exterior una media de un
millón de toneladas anuales, el 70% del dinero gastado por Pdvsa en importar alimentos
en 2009 se perdió en los recovecos de su laberinto. En 2009 sólo distribuyó y vendió
191.000 tm, lo que deja aún en el limbo a 448.000 millones de toneladas (quizá las
110.000 podridas se descuenten de ellas).
No será suficiente con ver al anterior responsable de Pdval, Luis Pulido, en prisión.
Menos aún para evitar que las aguas de Pdval lleguen al ‘río cubano’. Como ha
desvelado durante las últimas semanas Alejandro Botía en Tal Cual, como Bariven no
tenía experiencia en compra y gestión de alimentos, se creó un equipo de asesores
cubanos para ellos. Y ante la evidencia de que el desorden de gestión de los puertos
impedía descargar mucha de la mercancía en ellos desde que los gestionaba la cubano-
venezolana BoliPuertos, se desviaron muchos barcos de comida a Cuba, hasta 68.000
toneladas métricas (tm) de alimentos. El choque de espadas -después de la denuncia del
Defensor del Pueblo- está servido y estalla ya a las puertas de la Fiscal General del
Estado: sobre su mesa, el informe del Contralor, que le recuerda que la denuncia sobre
los alimentos podridos de Pdvsa tenía más de un año.
Por primera vez está en cuestión el ministro Ramírez, presidente de la petrolera, aunque
insiste en la responsabilidad de operadores privados y en el “boicot” de la oposición, ha
confesado que los alimentos podridos estaban “no conformes”, aún a costa de rebotar
nuevas sospechas sobre los tejados de Bolipuertos, la empresa también estatal encargada
de la distribución nacional bajo mando de Cabello. Ramírez tendrá que dar cuentas ante
una comisión parlamentaria, pero sobre todo, ha perdido ya el control de Pdval, ahora
en manos del vicepresidente Jaua. Es sólo el preludio de la ‘Nueva Pdvsa Socialista’ de
Chávez que ahora llegará con un aterrizaje forzoso y -si Miraflores encuentra la
fórmula- con nuevos pagadores, a ser posible foráneos.
TODA PDVSA HACE AGUAS
Lejos queda 2006, cuando Chávez paseaba los galones de la entonces mayor petrolera
de Latinoamérica, el tercer proveedor de crudo en los mapas de George W. Bush y
aseguraba que estaba listo para ser el “proveedor de todo occidente”. Hoy Pdvsa respira
por las heridas de la operación, de su músculo financiero y del tejido de una diplomacia
con la que buscaba la hegemonía al sur del Río Grande. No hace ni cinco años, las tres
grandes petroleras paraestatales se repartían los galones, los proyectos y el mapa
americano de la mayoría de las reservas de hidrocarburos del continente. Hoy, sólo el
ranking por reservas favorece aún a Petróleos de Venezuela y deja a la brasileña en
segundo lugar, por delante de Petróleos de México; pero Petrobrás le pisa los talones de
la producción a PEMEX y, según los analistas independientes, hace meses que bordea la
producción real de Pdvsa. No es nada, en realidad, que no haya sucedido ya, en la senda
de las estatalizaciones, con el desaparecido Intevep, con la crisis de las empresas de
Guayana, el Metro de Caracas, o la Electricidad de Caracas. Pero, en la piel de Pdvsa,
esta vez la ‘habilidad’ anti-Midas del presidente bolivariano empieza a pasarle facturas
más que energéticas y económicas.
En 2009 sus beneficios cayeron un 35%, sus ingresos un 42% (hasta 4.600 millones,
menos de la deuda pendiente con proveedores), nada que se pueda explicar, como
pretenden los mensajes de Ramírez desde la bajada de precios (además el precio del
petróleo venezolano se ha mantenido este año unos 13 dólares por encima del promedio
del año pasado) y las restricciones impuestas por la OPEP. Su producción máxima -lo
advierte la OPEP- no alcanza los 2,9 millones de barriles diarios (lejos de los 3,2 que
proclama el gabinete de Ramírez) y ha perdido un tercio de capacidad productiva desde
que se estatalizó con el modelo chavista, un millón de barriles diarios de diferencia
desde la llegada al poder de Hugo Chávez. Las divisas no han alcanzado para los nuevos
‘mejoradores’ de la faja del Orinoco, se ha tenido que conformar con arrendar buques
para la explotación offshore con más de tres décadas de vida; ya ni cumple el contrato
colectivo porque carece de recursos. La propia directiva confiesa que tiene escasez de
personal cualificado para la Faja y sus planes gasistas, aunque desde 2003 ha triplicado
su mano de obra, hoy con 110.000 trabajadores, parte de ellos los ‘digeridos’ en cada
expropiación.
El derrame del lago Maracaibo, aunque es el más extenso y afecta a las relaciones con
Bogotá y los envíos a Washington, sólo es el último de una secuencia que pasa en los
últimos meses por el derrame aún sin solucionar en la bahía de Amuaycito y dos fugas
de gas en el Orinoco. En el último año, abarrotada de compromisos de inversión propios
y ajenos -el proceso la adquisición de las empresas eléctricas- y con un flujo de caja
ajustado, Pdvsa recurrió al financiamiento externo y contrajo más de 13.000 millones de
dólares en deuda nueva en un solo año. Esto elevó la relación entre su deuda y
patrimonio de un 9 a casi un 30%. Y hasta el papel de Pdvsa como ‘caja de caudales’ de
la revolución ha empezado a erosionarse, aunque tiene filiales para distribuir leche en
polvo, cosechar maíz y construir buques cisterna y a sus empleados también trabajando
en programas sociales, frecuentemente con maestros y médicos cubanos. En los últimos
doce meses, sus aportes al Fonden cayeron un 95%, hasta los 569 millones de dólares.
Ya durante 2009 destinó 1.555 millones de dólares a la compra de alimentos, un 29,3%
menos que el ejercicio anterior y ni el escándalo de ‘Pudreval’ (como la conocen ya los
venezolanos), opaca que la red de Pdvalitos, los establecimientos dedicados a distribuir
toda esa comida, se redujo en un 39% durante los últimos doce meses.
Ni la movilización de más de 600.000 toneladas de comida en 2009 -aunque ahora sólo
reconozcan que se repartieron 190.000- para subvencionar la cesta de la compra de los
venezolanos a través por cierto del ‘brazo alimentario’ de Pdvsa, Pdval, ni el control de
los silos de cereales por parte del Estado, ni la intervención en más de 3.900 empresas
de alimentación y distribución con la Ley Orgánica de Seguridad y Soberanía
Alimentaria, o la nacionalización de los gigantes del sector como la cadena de
hipermercados Éxito, los galpones a Polar y el decomiso de 114.000 toneladas de
alimentos y nacionalización de la empresa Monaca (de accionariado español) han
contenido el doble tentáculo del desabastecimiento y la inflación, que en los cinco
primeros meses del año ha escalado un 11,3% y que según los analistas locales cerrará
el año en torno al 35% en su cota interanual. El escándalo de Pdval (compras a precio
oficial y ventas en mercado paralelo), ha evidenciado que ni el control del precio básico
de los alimentos fijado por el Estado en un país en el que el 80% del consumo es de
importación le ha podido poner ‘puertas al campo’. Todo lo contrario: los controles
represan la inflación, desincentivan la inversión y la producción y cuando se aplican los
ajustes, los precios se disparan más aún. Lo han hecho los agrícolas, más de un 44% en
este año.
Pero sobre todo, Petróleos de Venezuela dejó de entregar 18.700 millones de dólares al
BCV. Hasta 2005 debía aportarle todo lo percibido por exportaciones, desde 2008, sólo
el 42%, una línea roja que ya se salta también. Opera cada vez más fuera del escrutinio
público, en una tierra de nadie en la que han prosperado el escándalo de los maletines
con Buenos Aires, o ahora el de Pdval. La compañía pagó la deuda inscrita ante la
Comisión de Bolsa y Valores (SEC) de Estados Unidos en el 2005, de modo que ya no
tiene que presentar declaraciones financieras a esta institución. Y el Fondo de
Desarrollo Nacional del gobierno venezolano, que ha recibido más de 30,000 millones
de dólares de Pdvsa desde el 2005, opera fuera de los libros oficiales. Nada que pueda
esconder que ni a Pdvsa le llega al cuello la camisa de sus deudas, ni a Miraflores y sus
Fondos Sociales -sobre todo el Fonden- les salen unas cuentas que se saldaban hasta
ahora sólo gracias a los números de Pdvsa. Sólo a la vista de sus más de 24.000
millones de deuda y del retraso en más de 5.000 millones de dólares en pago a
proveedores se entiende -según los analistas- que emitiera bonos de deuda por unos
6.000 millones de dólares el año pasado; que en junio suscribiera un crédito sindicado
por 1.500 millones de dólares (aunque esperaba por las emisiones de Citgo) y que haya
terminado por nacionalizar a los proveedores rebeldes. Y es que Pdvsa es la primera
rehén de su laberinto: en la Memoria 2009 no detalla el monto de las cuentas a pagar
con proveedores, pero sí reconoce que el retraso afectó a sus planes: ante la caída de sus
ingresos retrasó pagos y exigió a todas las empresas de servicios, incluyendo taladros,
una rebaja de tarifas; las que no se acoplaron -casi una veintena- acabaron en la sala de
espera de las nacionalizaciones.
Los avances en el proyecto amazónico de Petrobras -transportará desde este año 5,5
millones de metros cúbicos por día del combustible, para generar unos 760 megavatios
(MW) de electricidad- adelantan por la derecha al Gasoducto del Sur de Chávez, que
sigue huérfano de realismo, financiación y socios. Y ni siquiera Rusia, que coquetea con
una sucursal de la Guerra Fría en tierras bolivarianas y anuncia desde hace meses un
Banco ruso-venezolano ha conseguido que Gazprom o Lukoil, con su promesa de 3.000
millones para invertir en la Faja del Orinoco vayan hasta ahora mucho más lejos de las
buenas palabras y los entretenimientos militares a cuatro manos. Pdvsa se aferra a la
posibilidad de proveeer a China, Vietnam y Rusia, para lo que necesita pasar en tres
años a unos 4,9 millones de barriles desde los menos de 3 millones actuales, pero no
suelta las promesas de seguir enviando a sus aliados -sin cobrarles nada a cambio- hasta
un 15% de lo que el país exporta. Los analistas descuentan que esa generosidad
bolivariana que le ha llevado a donar 53.000 millones de dólares a 33 países -casi un
tercio a Cuba- en su década de gobierno, a reflejar en sus informes 11.500 barriles
diarios de diésel a Bolivia, o dos torres de perforación con personal (como las que
escasean en Venezuela) será ya muy pronto un viento de otra historia. El Gobierno de
Chávez no dejará de venderles a sus 18 socios de Petrocaribe 200.000 barriles diarios, al
menos por el momento, pero ya cambió las condiciones de pago aplazado y -aunque sea
a crédito- se aferra a los precios de tiempos mejores, las cotizaciones flexibles en
sintonía con el mercado y la promesa de una dependencia garantizada por décadas.
Del gas ni hablar. No, al menos por ahora. Hoy la producción de gas natural es tan baja
que no permite llegar ni a la mitad de las necesidades nacionales y Pdvsa aún tiene
sobre la mesa el hundimiento de la plataforma de Aban Pearl, apenas días después de
que Chávez orquestara en ella una de sus inauguraciones majestuosas, que hará que se
lo piense dos veces con el acelerón de los proyectos de explotación de gas natural costa
afuera, que es donde el país posee la mayor cantidad de reservas libres. Venezuela
cuenta con reservas de gas por el orden de los 150 trillones de pies cúbicos, pero están
asociadas al petróleo en un 85% y sólo las importaciones podrán compensar su déficit
de 1.500 pies cúbicos de gas por día, aunque esperaba producir 1.500 millones de pies
cúbicos diarios. El ministro Ramírez mira ya otra vez a la Faja del Orinoco y a su
petróleo. Intenta olvidar el retraso en las licitaciones, los recelos de muchas
multinacionales y el paso atrás de Petrobrás, o Chevron. Ahora que el Servicio
Geológico de EE UU determinó que en ella hay 513.000 millones de barriles de crudo
extraíbles, quiere “producción temprana en dos o tres años”, busca un órdago técnico
con el que limpiarle alguna mancha a Pdvsa y acallar la oleada de escándalos. Es su
última baza. Pero sabe que se juega en manos multinacionales. Y es que, si ahora su
directiva reconoce que no hay suficiente personal especializado que requiere la Faja, el
modelo de empresas mixtas impuesto por el Gobierno de Caracas ha terminado por
dejar en manos de Pdvsa el 60% del capital accionarial y las reservas y el crudo
producido, pero también, la carga de las inversiones que ahora no puede cumplir.
Lo ha empezado a orquestar, a la fuerza, con su particular batalla a los ‘taladros’, lo
justo como para espantar aún más a las multinacionales: si la dirección de Pdvsa
reconocía que necesitaba 191 torres perforadoras nuevas para cumplir sus planes de
perforación, en 2009 sólo consiguió 71 activas. Los taladros de arrendamiento privado
han huido desde 2003, más ahora que escasean en todos los mercados. Chávez empieza
a sospechar que ‘parió un ratón’ con su modelo de soberanía energética y quiere, otra
vez, volver a cambiarlo. Con el actual, el Estado venezolano deja el 40% del crudo de la
faja del Orinoco a las empresas transnacionales, que lo pueden comercializar fuera de la
estructura operativa de Pdvsa por lapsos que podrían extender hasta por 40 años, la
opción a la que se acoge del Consorcio Nacional Petrolero Ruso. Pero además, las
estrecheces financieras de Pdvsa han dejado su producción futura en manos de Moscú y
Pekín. Aunque el Estado Venezolano tiene los más bajos niveles de rentabilidad de sus
bonos, del 15,55%, los bancos de inversión y los analistas descuentan que Pdvsa aún
tenía capacidad de endeudamiento, pero no más allá de un año.
Ni la declaración oficial por parte de Barack Obama de que se busca un suplidor que
pueda amortiguar a Arabia Saudí y sumar en un 10% las importaciones de
hidrocarburos a Estados Unidos, ni las ventajas de la proximidad venezolana (a sólo
cinco días de transporte) han llovido a favor de Pdvsa. Todo lo contrario. Semestre tras
semestre, Petróleos de Venezuela pierde cuota en el mercado norteamericano, a favor de
Petrobrás y PEMEX, antes de nada. Las tres mayores agencias de calificación de bonos
de Estados Unidos colocan la deuda de Venezuela por debajo de nivel de inversión
aceptable, mientras la petrolera brasileña y la mexicana disfrutan de una calificación de
inversión. Tras un trimestre en el que sus exportaciones descendieron un 10,49%, en
menos de tres años ha pasado de ser el tercer suplidor al quinto lugar, por detrás no sólo
de Canadá (2,4 millones de barriles por día), México, Arabia Saudí (1,2 millones), sino
de Nigeria, (aumentó su despacho en 16,94% en abril) según el Departamento de
Energía de EEUU, con apenas 950.000 barriles diarios Las exportaciones de Libia
subieron 158,7% al variar de 63.000 a 163.000 barriles por día, mientras que las de
Colombia aumentaron 68,5%, al pasar de 251.000 a 423.000 barriles diarios.
Citgo, con 2.402 millones de dólares de deuda propia, ya no puede ser ni siquiera el
tentáculo para la pesca financiera de Pdvsa en las plazas internacionales. A la vista del
repudio en los mercados y de las advertencias de los bancos de inversión y las agencias
de rating (Fitch lo ha rebajado a B+), Citgo -con dos líneas de crédito por 1.100
millones de vencimiento próximo- ha tenido que desistir de su idea original de emitir
1.500 millones de dólares en Bonos Globales, emitir sólo 300 y recurrir a préstamos
bancarios en dos créditos por 1.200 millones de dólares. Ni siquiera el uso como
garantía de tres de sus refinerías fue suficiente. Y, a la vista de la advertencia de la
Secretaria de Estado de Comercio de EE UU y los litigios pendientes por más de
43.000 millones ante el Ciadi -la mayoría a punto de su resolución- y del
reconocimiento del Ciadi el 16 de junio del arbitraje de la denuncia de la taiwanesa
OPIC, por primera vez, en Miraflores y el despacho del ministro Ramírez empiezan a
sospechar que los 25 acuerdos de comercio firmados con los países de origen de las
multinacionales no serán tan fáciles de driblar. Para cubrirse las espaldas en el futuro,
Pdvsa evita ahora incluir cláusulas arbitrales en los contratos.