Está en la página 1de 91
CONTRA LOS TECNOCRATAS Le 1972 - ARO INTERNACIONAL DEL LIBRO Granica editor Aguilar 2154, Tol 73-2854 Buenos Aivet, Argentina { | DIRECTOR: Juon Gronica | EDICIONES: Jorgo Piatigarsky ARTE: Leandro Hipélito Regueci ADMINISTRACION: José Zlachevsky VENTAS: Eduerda Butti RELACIONES PUBLICAS: Juan Ignoc SECRETARIA: Carmen Figueroa Acevedo y Rosa Brascé Coleccién LIBERTAD Y CAMBIO dirigida por Eduardo Goligorsky 1. ALEX COMFORT: Los fabrieantes de angustia (EI miedo a Ta ‘onducta sexual) 2 A. 8. NEILL: Hijos en libortad 3. BERTRAND RUSSELL, BARRY FEINBERG y RONALD KAS- RIES: Bertrand Russell responde (Seleccidn ‘do. su correspon doncia) JOHN K. GALBRAITH: Gémo controlar 2 los militares GABRIELLE HUSSHEN y HAYSOND EAN: Cas dodo esién MARGARET MEAD: Cultura y compromiso (Estudio sobre la rupture generactonal) BROOKS R. WALKER: La sootedad del adulterlo JEAN DALSAOE y 4M, DOURLEN HOLLIER: Por y cons 21 aborto 9, ERWIN KNOLL y JUDITH NIES McFADDEN (comp.): Les crimenes de guerra en Vietnam 10, MARTIN SHEPARD y MARJORIE LEE: Maratén 10 1, SLEGUS. La nueva soxualidad 12, HL, MENCKEN: Prontaro de Ts tides y los prejiis 18. Dr, BENJAMIN SPOCK: Adolescencis, agresién y politica 14, ELLEN PECK: El bebé como tramps 15. AUTORES VARIOS: La lbomeién de la mujer: Ao cero 16. BOB DYLAN: Taréatala 17, HENRI LEFEBVRE: Contra los tccnSeratss 18, JEAN GIMPEL: Contra el arte y los artistas 19. JACK WODDIS; El sequeo del Tercer Mundo 20, ROSS V. SPECK: Las nuevas fai 21, WILTELM REICH: La lucha sexual de los j6venes 22, BRIAN J. FORD: Los falsficadores de la ciencia 23, H, L, MENCKEN: Hombres y dioses ea Ta picata 24, EDUARDO GOLIGORSKY: Contra la corsonte Henri Lefebvre CONTRA LOS TECNOCRATAS B granica editor Titulo del original froneés: VERS LE CYBERNANTHROPE {Contra les technecretes) Denoél-Gonthiee, Paris, 1971 © 1967-1971 by Editions Denosl 12 edicién: setiembre de 1972 Traduceién: Serafina Warschaver © by groniea editor, 1972, Hecho el depésito que marca lo ley 11.723, Impreso en la Argentina. Printed in Argentina, Advertencia 1. TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD 1, Las Uuvias de la técnica 2. Los mitos de la teenocracia 3, Vida cotidiana y diversidad 4, Cotidianeidad y felicidad 5. Pasatismo, utopismo, socialismo Il. EL CONTRASISTEMA, 6, Presentacién del slstema 7. Critica del sistema 8. La nociéa de nivel 9, El antisistema Ill. gANTROPOS O CIBERNANTROPOS? 10. La especie nueva 11. Cibernantropo y robot CUASI-CONCLUSIONES INDICE 1 13 iw at 35 45 61 OL 121 Isl 163, 165 17 ADVERTENCIA Este libro, publicado en 1967, no ha per dido su sentido después de los acontecimien- tos de 1968. En efecto: la informatica y la | cibernética penetran, con ereciente fuerza, en | Ja prdctica social, en la gestién mas que en Ja produccién, Pulula el eibernmtropo, ¢No sera el “titimo hombre" anunciado por Nietasche? En ol pensamiento tedrico (0, para decirlo de otro modo, en la “prictica tedrica”), la investigacin urbanistica suplanta, utilizdndo- Jos, a Ia lingiifstica, el psicoandlisis y la eco- noma polities, Dichas ciencias tuvieron su apogeo y declinan ahora, mientras que “lo urbano” est4 en ascenso. Este libro lo habia previsto hace ya muchos ajios. AL. I TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD L LAS LLUVIAS DE LA TECNICA Durante cierto tiempo, ustedes habrin encontrado en la prensa una expresién curiosa, acompaiada por comentarios nO menos sorprendentes, Sefiores inteligentes y competen- tes les explicaban emo Ia produccion en sm conjunto iba a propiciar investigaciones aplicadas a los cohetes, 1 los mi- siles. Es cierto que los dispositivos mis potentes y mejor miniaturizados sesian reservados siempre a las empresas m&s vastas: exploracién de] espacio, destruccién nucle: No obstante, alguus “Iuvias” de a’ técnica caerian inevitable- mente sobre la industria que trabsja para los consumnidores. El humor sombrio de este parsalelo entre las “Ihavias’ de Ja_alta técnica y las “Iuvias” de particulas radiactivas habri sido Io que impidié que estas reflexiones recibieran la aco- ida que siempre se dispensa a las ideas aparentemente novedasas? Sin que provocara protestas, la expresiin des- apareeié en cuanto fue formulada: consagraba una situa- ‘ion dificil de aceptar, Uno (gQué uno? zB] destino? gCada uno de los hhom- bres responsables 0 0? Dejemos esta pregunta de lado), una lanza al abismo fabulosos recursos, en hombres, en medios materiales, en riquezas y en saber. gCon qué obje- to? Para preparar el arma absoluta y para’ constatar que Ja Luna es un montén de gufjarros. La aventura planetaria, intexplanetaria, galéetiea, embriaga y fascina a la gente de Ja Tierra oculténdole, al mismo tiempo, el peligro, el terror y el abandono en que viven, Pierden de vista la humilde superficie del globo, salvo cuando sus intereses limitados y feroces les hacen volver la mirada hacia ella, En ambos casos, abandonan aquello que Nietzsche denominaba el 4 HENRS LEPEDvRE, “sentido de la Tierra”. La pierden de vista. Y ya han de- Jegado esos nuevos poderes —Ia aventura, el prestigio— en una mintisoula minorla, Ios cosmonautas, Jos sabios del os- pacio, semefantes a dioses oliimpicos, a los idolos y los hom- bres que detentan el poder. Renunciamiento y dimisiin que se agregan a muchos otros, testimonios de una revolucién posible, abortada hasta ahora. La sociedad en su conjunto, en su concienein y sus relaciones sociales, no recibe de sus obras ands elevadas un principio de desenvolvimiento, La vida social, propiamente dscha, se estanea, retrocede, se enfanga en el pantano de Jo cotidiano, por encima del cual planean los espefismos “cultarales”, Mientras tanto, la pro- duccién material crece, la téenica se perfecciona trastocan- do sus propios planes. Sus resultados se alejan a la estratés- fera para volver solo a la Tierra en la forma més amenaza- dora, Y nosotros nos beneficiamos con algunas “Iuvias” eQuiere decir esto que hay que cortar las alas a Ja ima- ginaciéa, a la aventura edsmica? ,Que hay que redueir el poder de Ia accién y del conocimiento, asi como el poder politico, al nivel de jo trivial, del buen sentido y del “bien- estar"? No. Pero se impone un orden de prioridades, Es extraiio que nadie haya proclamado ptblicamente, aun- que fuere sin gran yesonancia: “No més hazafias césmicas mientras en la Tierta millones de seres humanos sufran hambre, No mis recursos colosales arrojados a los vientos del espacio mientras los problemas de la ciudad y del campo terrestres no se hayan resuelto.” Que tal orden de priori- dades ni siquiera se haya enuncisdo, que nada semejante figure en los programas politicos que se consideran auda- ces, gn0 sera ch sintoma més grave de a crisis de lo que seguimos denominando “socialismo” y de ese seudoconcepto que no podemos apoyar ni rechazar, a saber, ef humanismo? Las masas humanas que se dejan faseinay por las havafias espaciales roviven, en condiciones nuevas, un fenémeno re- ligioso. Tal vez ellas redescubren, en plena inconciencia, el hecho religioso por excelencia (mientras etndlogos, antro- pélogos, socidlogos, psicéloges, se desinteresan de esa ad- mirable inconciencia inclinéndose con delectacién sobre “el inconsciente”). ‘Esas masas participan de} sacrificio. Qué es lo que sactifiean? Su paso de lo realizado a lo posible, de su condicisa a la felicidad. Su ascenso. A qué? Ante qué altar se consama el sacrificio? Ante el infinito cbsmi- ‘TECNICIDAD Y COTIDIANEIDAD 16 co confusamente imaginado, IMimesele 0 no “Dios”. 3Y a quign sactifican? A victimas preparadas y designadas. Como entre los aztecas, esas victimas adoradas son colocadas en él rango de los diosos mientras van a la ceremonia y cuando vwuelven de ella, Tos hétoes aleanzan la grandeza irrisoria de los cantantes, las vedettes, los poderosos, Gigantescas masas s¢ inmolan con sus decepciones, sus ‘privaciones y sus frusteaciones, expianda sus mas justas oxigencias en el altar de las inaccesibles divinidades mediadoras entre Ja Tierra y el Universo. El rito sangriento no tiene lugar ya ea Jas gradas de los templos del Sol. Misiles y rampas de Janzamiento lian reemplazado a aquellos espléndidos monu- amentos. Ya no arrancan ¢l corazén a las victimas. Le arrancan los sentidos a In multitud de espectadores, La técnica més sorprendente es acompafiada asi de una extra- fia religiosidad. Asistimos al smrgimiento de una religién del Cosmos que se trashuce tanto en el fetichisme de los signos del Zodfaco y los hordscopos como en la adoracién a los astronautas, “Ella rivaliza con una religiosidad no menos fascinante y delirante por Eros. Resulta ovidente por otra parte, que el viejo término de “alfenacién” (reli- giosa, ideolégica, politica) es débil para earacterizar esta situacién a Ia vez enonstraosa y normal, intolerable y to- Jerada, abrumadora ¢ imadvertida, Bajemos nuestros ojos y nuestra mente hacia lo que nos todea. No dejemos vagar nuestra mirada, Volvamos a la superficie, la de la Tierra, la de nuestro cuerpo. Y desde allf volvamas a bajar, no hacia Jas profundidades abismales sino hacia la carne y Ia sangre. Dejemos de exmbriagantios. No mds humanidad-Ficeidn (aunque la elencia fiocion tenga tmucho que ensefiarios), Observemos nuestro mierocosmos. Anda mal. Bajo una apariencia deslumbrante, se esti des- integrando. No solo en Asia y Africa, sino alrededor de nosotros y bajo muestva piel. Las casas ocurren como si Jos amos del Cosmos, en un dia no muy lejano, tuvieran que abandonar este navio perdido, la Tierra, por un planeta mejor y ante los aplausos de fos néufragos. Las cosas ocu- rren como si la especie humana reconociera sn fracaso y se confesara perdida junto con sv morada, la Tierra, Si la hhumanidad fracasa, si se multiplican los ‘signos de Ya gran frustracién, el pensamfento Mcido es el que debe extraer Tas conelusiones, 2 LOS MITOS DE LA TECNOCRACIA Si examingramos uno a uno los sectores de 1a actividad social que conciernen al “hombre”, comenzando por uno de Jos més importantes, la medicina, comprobarfamos inme- diatamente que la crisis del “hombre” y del ltumanisme es, en primer lugar, prdctica. Ni Ia organ in de la profesién médica, ni la ensefian- za, ni las investigaciones en esta materia, Comesponden Jas exigencias de una sociedad que coloque al hombre en primer plano, Esto es tan evidente que nos abstendremos de poner el acento en ello y proseguiremos nuestra argu- mentacién en otro sentido, En esta sociedad donde las cosas tienen més importancia que el hombre hay un objeto-rey, un objeto-piloto: e] au- tomévil, Nuestra sociedad, llamada industrial técnica, po- see ese simbolo dotado de prestigio y de poder. La dictadura del auto, es decir de los lobbies que influyen, segin sus in- tereses, en las decisiones econdmicas y la opinién pablica, es una dietadura absurda. La téenica autoriza ya (lo pevini- tiria desde hace mucho tiempo si estuviera orientada 70- cionalmente) la construceién de yehiculos mis pesfectos que el coche de cuatro ruedas, el autocraft (sobre colchén de aire), por ejemplo, o diversos tipos de heliedpteros. Sobre las earrocerias de los coches se multiplican los signas de la técnica para ocultar la indigencia técnica: cromados, aletas, lineas aerodingmicas. EI absurdo resulta visible: los coches norteamericanos, capaces de velocidades considerables, en un pais donde le velocidad en las rutas esth severamente limitada, se cubren con esos signos de la velocidad. 8 HENRE CEFEOVRE, La irracionalidad va aun més lejos, Todos recordaran que un efudadano norteamericano inicié una campafia contra Jos fabricantes de esos enormes vehiculos, contra su in- creible desprecio por Ia seguridad de conductores y pasaje- 0s, Para hacer que lo escucharan, preciso, eso héroe mo- demo, afios de lucha tenaz, su calidad de abogado y el apoyo de R. Kennedy. La’ mayoria de los ataques con- tra la dictadura del antomévil (los de Lewis Munford, entre otros) dejan de lado las posibilidadas téenicas y estin teft- dos de impotente nostalgia. Pero ello no quita que hoy en Gia todo hombre culto (como se dice) sepa a qué atenerst el coche es un instrumento incomparable y puede ser irre- mediable, en los paises acocapitalistas, como elemento de desculturalizacién, de destruceién por dentro del mundo ei- vilizado. Sin embargo, este objeto-tey es anticuado. Bi automévil entra en una ostructura jerfrquica compaesta de delicadas diferencias: desde el coche pequefio al gran- de, desde el coche bien hecho y “terminado” al coche ris- tico, desde el coche vulgar al coche con personalidad. Esta jeranquia corresponde a la jerarqufa social, Ia expresa y actiia sobre ella. Fl coche es “estruetuzadc-estructurante”. Tiene sus razones que la raz6n no compyende: razones de Estado, razones econdmicas, razones sociolégicas. Reemplaza los medios de circulaciéa mas racionsles (piblicos) o mis per- fecctonados. Produce el absurdo a manos Ilenas. gPor qué influyen los lobbies del automévil? Ya conocemos fa absur- da razin. Ese bien de consumo, amado “durable”, se des- valoriza con extraordinaria rapidez y Tega a ocurrir que los fabricantes aceleron esa desvalorizacién. El objeto-rey, le cosa-piloto, se destruye a sf misma. Jamas un objeto llamado durable alcanzé un ritmo tal de “autodestruccién”. El cap tal que se invierle en su produceién alcanza, pues, una ra- pidez de rotaciin acelerada, la auténtica rapidez de circu lacién1 del automévilt Pasemos al principal problema del urbanismo moderno. Se disponen a despanzurrar las ciudades —lo que queda de ellas—, para dar paso a la avalancha de autos. Sin em- 4 Esto es uno de los procedimientos del nepeapitalismo para con tranestar la tendeneia descublerta por Mare al descenso del benefi- io medio en In industria capitalise. Algunes economistas y socid- Jogos, que no comprénden nada de lo que ocurze alrededor de elles, siguen afirmmda, sin embargo, que ol marxisino ha. cadueado, ECNICIDAD ¥ COTIDIANEIDAD 19 bargo, en Jo que concierne a Ia citculacién, estamos apenas en el balbuceo de la técnica, Algunos serios estudios reali zados, gno proporcionaran el material que permitiia la cons- truccién de calzadas zodantes répidas, material que, segén dicen, seria todavia escaso? En calles, subtes y edificios, el empleo de alfombras y calles rodantes no progresa para nada. Los procedimientos con Ios cuales se quiere mejorar Ia circulacién son anticuados, EI gran hallazgo es ocultar Jos coches ea playas subtersiineas. Construir en muchos aiveles, reservando uno de ellos a la cfreulacién, parece afin demasiado audaz, demasiado costoso, casi ut6pico. Una pa- réjisis de imaginacién completa las limitaciones burocriticas, motivadas y justifiadas por razones financicras. ‘Con relacién a las posibilidades, los planes, proyectos y programas representaa mds © menos lo que un encendedor con relacién al dispositive de encendido de un cohete. Ni los materiales, ni los procedimientos de realizacién, tienen Ia menor proporeién con lo que permitiria Ia técnica. Ni siquiera se puede afirmar que estin en retraso, que hay un desajuste. Estomos hablando de un abismo. ¢Qué se estudia, caué es lo que se elabora con gran despliegue de célculos y de aptitudes? Solo normas, reglas que limitan la aceién y el pensamiento. {Qué decir de aquello que oficialmente se denomina “urbanismo” sino que se trata, tedricamente, de una ideologia y, pricticamente, de las reglas destinada’ x paralizar la construcciéa de las ciudades en lo que hay de menos raciopal bajo la apariencia de una racfonalizacion téenical Los urbanistas se dividen en téenicos de Ia circulacién y en estetas que manejan, en planes masivos, contrastes de lineas, volimenes y colores, como si el “habitar” se definiera por el consumo de esos contrastes espectaculares, Sc ignora To que es un tiempo social, un espacio social apropiado y se quieren construir ciudades nuevas. En cuanto a Ja cons- truceién de inmuebles, todas saben qué ficil serfa transfor- mazla. Los materiales contra ruidos, por ejemplo, existen ya y también los materiales que permiten una prefabricacion amy acelerada, Bastaria producirlos industrialmente y em- plearlos en gran escala, en forma inteligente. Lo que se Ila- ana “urbanismo” no es otra cosa que un conjunto demasiado coherente —un sistema— de estipulaciones y limitaciones que mantienen esta actividad esencial al nivel estricto de un 0 HENRI LEFEBVRE ninimam téarico, Y ello, reducienco una situacién y uma aetividadl, a habitar, a una realidad bratalmente material, a una funcién: el habitat. Z La audacia, Ia aventura, es reclamar un ucbautismo a “es cala humana”, es decir, a la escaia inezquina de la aldea, do la parroquia y de? pabellén. Qué inquietante es el ein- pleo de ess expresién, “io humano’? jComo si ya se tuviers que combatir o aprobar otro urbanism? jComo si Mega- Ispolis fuese sobrehumanal Como si no hubiera que reivin- dicar, contra la ausencia inhumana de un pensamiento urba- nistico, un urbanismo a nivel de la téenica, es deeir, de lo ‘humano realizado revolucionariamente, superindose sin des- conocerse por ello. te te “oportunidad y el momento de denunciar um malen- tendido, La imagen’ del tecnécrata se ha vuelto popular. Se la acepla o se la vechaza, BI teenGerata, hombre de cono- citpientos iéenicos, detentarfa el poder o deberia tener'o, segiin unos; para otros, en cambio, habria que rechazarlo. ‘La imagen del tecnécrata es objeto de una doble critica. Segsin Ia critica de derecla, le dictadara dle Ta teenocracka deberio sbortnarse a un ideal mis clevado, patriotcn, na- cfontl, humanista, religioso. Segrin la critica de izquierda, el aan deberia a bajo cl control de los oxganis- mos de la clase obrera, los sindicatos y partidos, Nadie pa- rece dudar de la existencia del teendcrata. Es indiscutible que tilizando esta imagen de un tipo moderno, algunos grapes, animados por una ideologfa, Ta del ractonalismo tecnicista, adquieren influencia y hasta intentan obtener el poder politico de decisién. Reforzando la imagen, Ia trans- Forman en ideologia, Una pretendida “izquierda” sueia, asi, con realizar la fiecién tecnocrdtica. A los hombres calificados de tecnécratas se les atribuyen eminentes aptitudes y el don de Je eficacia, Tendrian el casi monopolio de elles. Serlan eapaces de descubrir las soluciones técnicas a los problemas precisos planteados por Ja prictica e imponer dichas soluciones (de ordenarlas). Pero, si observamos lo que ocurre en realidad, esos hom- bres no existen. Los que denominamos “tecnécratas” y que vemos actuar (sobre todo en el sector piiblice de la econo- mia y de In vida social en Francia) no dirigen, solo dispo- nen de un poder de decistén limitado, En realidad, inge- nieros convertidos en administradores, ejecutsn Ins érdenes TECNICIDAD ¥ COMDIANEipAD a1 del poder politico que dispone de “estrategias variables”, EI poder se impone a los teendcratas sin delegar las opel nes decisivas. Los teenderatas proponen soluciones a los problemas oficialmente zeconocidos y formulados y el poder estatal elige entre ellas Agreguemos a dichas consideraciones una observacién importante. De todos nuestros anilisis precedentes y los que van a continuacién, resulta que la ley de desarrollo desigual es esencial. El concepto y Ia ley de desarrollo des- igual, formulados por Lenin, se aplican a paises. regiones zonas, seetores de la economia, de la cultura, de la eiencia, a Tas ramas de la industria, a las empresas y secciones de empresas, eteétera, En particutar, la vida cotidiana const tuye an sector mal desarrollado y, al mismo tiempo, subor- ganizado (es decir, a la vez atrasndo y saqueado) de esta sociedad burocritica de consumo dirigido, El desarrollo desigual ba teemplazado Ia relativa cohe- rencia del capitalismo competitive y sus tendencias regula. dors (formacidu de tasas de beneficio medio, ete.), Pero ello signifiea quo, mis alld de eiesto Ifmite, la realidad social se desintegra, Esta tendencia y esta posibilidad explican, en parte, la ideologia reinante: el fetichisimo de la eoheron, cia, de la forma y de la estructura, En ciertas condiciones, la intervencién de un grupo definido, que entra en escena como agente socio-econdmico-politico, puede restablever, al menos provisoriamente, la coliereneia de ana sociedad que ro constituye ya una totalidad espontinea. Los grupos y elubes tecnoexiticos, gno evahian las posibilidades de dicha situacién, en Francia y en otras partes? Rs posible supo- nario, aunque para jugitr ese rol se encuentren en tna posh cién inferior a la del ejéccito o de un partido dotado de un gran aparato. Un amplio sector del, piblico cree que los teenderatas tharén reinar la técnica “pura”. La pretendida tecnocracia 8 Nociva no tanto por su acelin real como por la imagen gue da de si misma y de la sociedad, Segén esta imagen, uuna racionalidad social, al fin madura, reina yao va a rel, nar préximamente. Esta ereencia tan ‘difundida en la opis nién pabliea proviene de la propaganda segiin Ja cu ta nicionalidad social es una ideologia. Esta icleologia es el producto mental de la tecnocraeia, su justilicacién: la com- ensacién de su impotencia y de sw ineapacidad, u contri. 2 HENNE CEFEBVEE, buefén real a Ia aceién de poder. Los protendidos tecné- cratas organizan segin normas que les fijan desde afuera y por razones que nada tienen que ver con la técnica, las Giudades, Jos tervitorios, Ia cireulacién, tas comunicaciones, el consumo. Por encima de una inmensa incoherencia, pla- nea una ideologia de la coherencia (del sistema) que no tiene mis base que wna semiplanificactén econdmica, inse- ‘gura de sus objetives y recursos. La ideotogia de Sa rucio- nalidad técnica ooults Ia falta de aplicacién técnica a la vida préctica. Su pretendida racionalidad tiende a coinci- dir con su sbsurdidad. Gierta sociologia ha contribuido bas- tante a acreditar estos mitos, es decir, la ideclogia de la teenoeracia. Se ha escrito mucho sobre el “medio téenico” en oposicién al “medio natural". Se ha hablado de la “so- ciedad tecnicista”. Como tales formulaciones cayeron un poco en el] descrédito, los socidlogos las reemplazaron pot otras denominaciones que no son mucho mas yalidas: socie- dad de consumo, de placer, eivilizacién de la imagen, ete. No son mis ciue denominaciones aue, si bien son atin insu ficientes, sevelan algiin rasgo_caracteristico (por ejemplo, Ja que nosotros proponemos: “sociedad burocritica de cor sumo dirigido”). A cada perfodo, a cada ciencia Hamada “humana”, corresponden representaciones ‘lusorias, hhuma- redas que disimulan hechos y coneeptos. El mito de Ja tecnocracia tiene consecuencias que deti- van, como él mismo, del enfoaue sociolézico. Como la gente fe imagina que reina ya la teenicidad, odia a la técnica. Al treet que las nuevas ciudades responden a imperativos tée- nnicos, al iguorar quie las deficiencias son de otro orden ( munciacién, gananefas, estrategia polttica), Tos fracasos des- acreditan a la técnica. No se inerimina la insuficiencia téeniea, No se comprende que los oxganizadores y orfta- nismos cesponsables acumnulan Ios signos de la teenicilad (de la racionalizacién téonica) para disimular su ausencia. El engafio sobre sus proyecciones se vevelbe pero se inter preta en forma iluso‘ia, El desequilibrio entre las exisien- Gias y la realidad crea una desconfianza engafiosa ya que ta vida cotidiana no implica ¢l conocimiento de sus propias condiciones, AI contianio: tas disimula. Dichs deseonfianza suscita y alimenta la afforattza. Se acusa a Jos teendcratas de toda clase de errores y, por su intermedio, se ataca a Ta Yonica inisma, Se pierden de vista sus posibilidades, Lo ‘TeGNIcIDAD ¥ COTMDIANEIDAD 23, realizable parece utopia en la peor acepeién del término, La gente se repliega en un pasatismo que al mito do la tecnocracia perpetiia, Doble ventaja para Ja ideologia y ‘pars las instituciones establecidas: a su vez, el pasatismo se convierte en una idealogia, Disfrazado de culto de la calidad, un neomslthusianismo ataca las realizaciones me- diocres de la pretendida técnica. Tdeologfa de derecka, es decir, reaccionaria, disimula en segundo término fas das obligaciones que pesin sabre la vida cotidiona y su profunda miseria. Pesmite soslayar la arganizacién de la vida cotidiana y el pillaje a que la somete el neocapita- lismo. El neomalthusianismo recurre a Ja naturaleza (aban- donada por lo ficticio), al estila (perdido en el camino), a la calidad (muerta), Y asf sitve, a sa vez, de tema ideo- Vogico. La naturaloza, ol estilo, In calidad, se vuelven a encontrar durante las vacaciones. Asi da vueltas el torni- quote del absurdo, Y se pacde pasar indefinidamente de un seudohumanismo elisico 0 roméntico, que se pronuncia contza Ia técnica, a un entusiasino por la téeniea que silencia las lagunas de la teenicidad y Ja distancia que la separa de lo cotidiano. Los mitos de Ia tecnocracia mantienen una ideologia de Ja aue forman parte, En el nivel mas alto, dicha ideologia adonta la prostancia de una filosoffa. Dejamos para més adelante el andlisis del estructuralismo gue, pastiendo de la nocién cientifiea de estructura, Tega, por extrapolacién, a un neofilasofismo. Seguimos estando en Ia ideologia propis. yy dizoctamente teenicista. jCudntos pensadores y sabios estin sumergidos. en Francia, en una especie de éxtasis ante el mundo técnico! Frecuentemente, la ideologfa no aleanza un nivel de ela- poraciém. A ese nivel, sus promotores y portaestandartes se denunciarfan y ella los denunciaria revelando so tendencia 2 convertirse en una casta, en un grupo de presiin y de decisién, en una clase. Como toda ideologia, en el momento en que prolifera con toda viruleneia, es todavia difuse, mal formulada, El dia en que se formule puede sonar sa toque de agonia, Trataremos de precisar un poco sus contornos para ubjearla mejor ‘La gente llamada de detecha o “reaccionaria” parece pen sar que hay dos clases de teendcratas, los buenos y los malos, los benéficos y los peligrosos. Estos tiltimos serian los de “iz- By} HENRI LEFEBVRE, quierda” 0 Ios que obodecen al comunismo. Tendiian en reserva un ciimulo de ideas perversas, destruetoras de la sana tradicién, de los recuerdos, de las normas de la socie- dad francesa, bajo el manto de Ix téentca. Por otra parte, es posible que esta tendencia de derecha se atenée. Aun en el caso de que Ia izquierda actual desaparezca, como también la ideologia de devecha como tal, 1a “derecha” quedari. La gente de derecha sigue siendo Io que era: son los que se conservan sin cambio. Han perdido desde hace mucho tiempo la capacidad de crear ideologlas y mi- tos. La “iaquierda” los ba zelevado de esa actividad aunque actualmente esta izquierda poco productiva snefie con su pasado y ni siquiera sepa hacor su autocritica. Reconoci- ‘ble aunque disfrazada, la vieja “derecha” esté alif para reco- ger los despojos de Ia ideologia de izquierda. La imagen del tecndcrata proviene de esta tiltima, La inquierda parece pensar que el reino de la técnica vendrd gracias a ella. Segin ella, los hombres de derecha que prometen Ia efica- cia técnica no quieren y no pueden cumplir sus promes planificacién, satisfaccién de las necesidades sociales, racio- nalizacién de la vida social, internacional y nacional, ete. A la izquierda corresponde controlar Ja entrada a le tierra prometida, Ambas “tendencfas” estin de acuestio, de hecho, en una ropresentacién: el mito de la tecnoctacia. Hs por ello que nada se asemeja mas a un “tecnécrata de izquicr- da” que un “teonderata de derecha”. En cuanto a los tecnd- cratas reales, esta confusién les permite maniobrar, oscilar de uno a otto lado, superar a su manera la oposicién (segtin ellos superada) de la izquiorda y la derecha en nombre de Ta primacia de la técnica. Tenemos buenas razones para pensar que la izquierda lamada “revolucionaria” 9 “eomunista” no esexpa al mito de la tecnoeracia, Debido a la influencia soviética esté sensibilizada por el prastigio de la planificacién autoritaria y por algunas “sobredoterminaciones” ideologicas (el dog- matismo en li interpretaci6n del marxismo)- Sobre Ja técnica misma, podemos nar qne simulta neamente: a) tiende a cerrar la sociedad, a tapar el horizonte (es- pecldlmente can la eibernética, jque afianaa el “cosmos” de Ta cantidad y la cuantificacién de} cosmas!). La técnica se vuelve obsesionante y, en consccuencia, determinante. In- ‘THCNICIDAD ¥ COTIDIANEIDAD 5 ‘ade el pensamiento y Ia accién y, por Io tanto, les fija su Iineas b) amenaza con destruir ese mundo cerrado, liquidado, donde iv “nica posible se reduce al funcionamiento auto- mitico ya la estructuracién de equilibtio perfecto; ella devasta el mundo y puede legar al extremo de la destruc- cién nuclear; ) abre las puertas de lo posible a condicién de que esté invertida en lo cotidiano. Por lo tanto, Ja técnica es la que cieira y abre Ia salida, la que oscurece y despeja el hoxizonte. En cuanto a ln ideo: logia de los tecndevatas, de los socidlogos que discurren sobre la sociedad teonificada, ella bloquea ol conjunto. Ocul- ta las contradicciones (sobre todo la contradiccién entre el encierro de nna sociedad immovilizada por estructuras de equilibrio y Ia apertura de uma sociedad que va hacia To posible por las vias de la discusién y de la efervescencia). 2Qué hace falta para disipar las ieologias y los mitos? ‘Tiempo. Decepciones. Experiencias y comprobaciones. Contraataques tedricos. Audacia y paciencia, virtudes revo- lucionarias. Es verdad que en el transcurso del siglo, la ética y la estética del trabajo, Ia ideologia del trabajo y del traba- jador, la filosoffa de la actividad productiva y de la crea- cién, nos decepeionaron, es verdad que un desplazamiento masivo de afectividad y de actividad (sin hablar de las acti- idades materiales) se ha voleado hacia Ios esparcimfentos. Pero si es justo afirmar que estos esparcimientos preparan nuevas decepciones y frustraciones, ghacia dénde se orien- tarn pronto las esperanzas y los anhclos? 3 VIDA COTIDIANA Y DIVERSIDAD Las “Iluvias” de Ia téeniea aleanzan a lo cotidiano. Este se beneficia con ciertos descubrimientos sientificos. Seria ‘idfeulo negar e papel del frfo y el ealor en su aplicacion douéstica, Jo mismo que el de la eleetricidad, el agua co, sriente y el gas etileno en nuestros campos, como tambien maravillarse declarando que la vida se ha trausformmade Limitémonos a sefialar que solo han cambiado las euali, dudes mecdnicas derivadas de la técnica y en objetos cela, tivamente simples. Ta alta técnica penetra en lo cotidiano en forma de Sedget.” El estadio de una lista de los gadgets més inge- Poses, 1m euadro de su aplicacién a Io cotidiano, debe per. Br de un trabajo detallado sobre la vida cotidiana, Creonos gue de Ta acumulacién de gadgets resulta una obstruceidn que en nada modifiearé a la vida cotidiana. Cuando al gulen se dedica a la “prospectiva” con respecto a lo cot iano, cuando imagina su porvenir, se lo representa comp una enorme acumulacién de gadgets, tanto en las novelas de antiefpacién como en obras serias como Ia de Michel Ragon, Les cités de Vavenir3, To que se consume empleando un gadget s un signo de teenicidad, Aquf también el consumo de signos y significa. clones juega un rol. Se entra en lo imaginario mientras so cree estar en lo real idéntico a lo racional. zDeberia indig. namos esa mezela de suefio y de practicidad que aparece f Atefactos, mocanismas, (2, de la T.) *M. Regon: Les cités de Tavenir, Encyclopédie Plandte, 1968, 23 TENSE LEFEVRE todos Tos dias en tantas publicacfones destinadas a la mujer y-aun a los maridos? ¢Rechazaremos por principio lo ima- ginario? En absoluto. "Pero el rol del pensamiento critico es, en primer lugar, descubrir las confusiones. Lo imagina- Hio social, producido por el lenguaje, en general, sostenido ‘por determinadas imigenes y simbolismos, comporta enga- fag, ilusion, mistifieacién, A pastir de determinado estrato, Jo imaginario se separa de lo real y, precisamente entonces, es tomado como real, como lo real. El pensamiento critico debe elucidar la oscilactén entre Jos dos términos (lo real-racional, lo imaginario-ficticio), poniendo fin por el conocimiento @ ese parpadeo (que re" cuerda al del significante y del significado en el signo, pero con otra amplitud). El consumo de signos de la técnica, en los gadgets, hace olvidar que el gadget y el objeto técnico de uso corriente (comprendido el antomévil) son solo la ‘parodia de los verdaderas objetos técnicos y que la multi- plicacién de esos pilidos sirmulacros reeliza, en el mojor de los casos, algo tan complicado como Io cotidfano, que esti muy por debajo y bien lejos de ln alta complejidad de la técnica, La lectora o el lector de semanarios consumen textos pu- blicitarios. El coleccionista de Naveros acnmula los signos de la propiedad, Pero la propiedad es 0 no es. El espectador do strip-tease consume los signos del crotismo. Pero el er0- tismo no se consume mediante signos, se hace. Es un acto sieinpre diferente, es una obra lograda o irrisorfa, El con- sumo de signas, simbolos y significaciones, slo puede dejar insatisfecho. De igual modo que el consumo de los signos de Ia técnica y del poder. Los signos no son inocentes ni inofensivos: grupos y agentes sociales los lanzan 0 se apo- deran de ellos. Hacen de ellos signos de exclusion 0 de inelusign en determinado grado de jerarqufa expresada por signos que, de entrada, parecen decir otra cosa (la técnica, por ejemplo, en el caso privilegiado del autombvil). El consumo, siempre igual a si mismo, de los signos de Ja técnica forma parte de las ilusiones de los signos y del consumo. El término “sociedad de consumo” disimula un aspecto de dicha sociedad, en particular las nuevas formas de pobreza que marcan est sociedad: el escarnio de lo coti- diano, el frfo y miserable rigor de los “conjuntos” urbanos, la sitnacién dé endeudamiento y de dependencia socioeco- ‘TRONICIDAD ¥ coTMIANEMDAD 29 némica, la escasex creciente de espacio y de tiempo, etester ra, Ese término encubre una ‘deologiay us apologia Al mismo tiempo va lejos, mucho més lejos de lo que sospechan sus promotores, EI consumo real, el de lo real, es destructor, Los consu- midores devoran las riquezas y obras de veiute siglos ins cluso Is ciudad. Este consumo real se completa con un com. sumo en lo imaginario y de lo imaginario, desdoblado tam. bién él: consumo de imigenes (cine, television, reproduc. ciones) y consumo do signos. En particular los de la publi. eidad misma, bien de consumo de primera Knea, La sociedad Hamada de consumo ofrece a sus miembros el consuino de especticulos. Estas palabras significan que Ja vista y el ofdo funcionan como érganos devoradores de imdgeues y sonidos, de palabras y de significaciones, y que ese alimento audiovisual comporta a la vez una vasta infor. macién y una profunda frustracién, Aqui también hay paso del uno al otro, cobertura de una por la otra, ascilacién, parpadeo, torniquete. El mundo se da en especticulo —exteriorizado, transformado en objeto segiin el modelo de la imagen y del signo, sustraido a la participecién activa— para alimentar el consumo devorador, El consimidor de significaciones toma el significante por el significalo. Se le vende muy caro el signo de la cosa de la que eree apropiarse. El consumidor de signos téenicos es doblemente engafiado pues una técnica es una. prictiea 9 no es nada, En efecto, ese consumidor devora la ideologia de Ia tecnicidad, la misma en todas partes, siempre idéntica a s{ misma, Es innecesario repetir que esta soudoactividad absorbe y deglute sin cesar un género particular de lo que denominanios culture, La transformacién de miltiples cul- turas en mereancias de consumo monétono Tleva asimismo a su parcelacién, su dislocacién, su ideologizacién, Todo esto ya se ha dicho. Dejemos a los idedlogos especializados la tarea de discernir los “lades buenos" y “malos” de dicho pro- ceso. Tales idedlogos, especialistas del buen sentido, de la via intermedia y del justo medio, no faltan nunca.” Agre guemos aqui a los anilisis criticos esta observacién: cada Vez se acentiia mis el espectéculo uniforme de la téenica ¥> por consiguiente, de las puras y simples significeciones Que se ofrecen (y se venden) a la gente sumergi tidiano, 30 ‘HENRI LEFEBVRE En las pantallas de cine y televisiéu, como en la “reali- Gad’, o} folldore y Ia técnica se complementan con éxito y se equilibran pasando de uno al otro, Asi el especticulo del mundo, Jos esparcimientos, el turismo, conforman su estructura ante nuestros ojos. Su campo de significaciones sigue la ley de una oposicién adecuada: por un Indo, pasa- tismo, nostalgia, variedades, visitas a las bellezas muertas de Jos museos y las ciudades antiguas y medievales; por el otro, cohetes, misiles, oiudades cientificas, instalaciones pro- digiosas pero idénticas en todas ‘partes. Entre ambos, el abandono de Jo cotidisno, Concebido asf, es decir, situado en la sociedad contem- porinea, lo cotidiano aparece encajado en el hueco entre el pasado folklérico y las virtualidades de Ja téenica, Ese hhuceo podrfa y deberia Ienarse, Permanece vacio y es lle- nado falsamente con una sustaneia ambigua. Esti organi- zado como ausencia y presencia ilusorias. Agregamos que est institucionalizado y constituido y que el mas simple cambio, el més previsible y menos ineluctable, plantea pro- blemas ilusorios y aparentemente insolubles. Con este enfo- que, la pfldora ‘anticonceptiva tiene mis importancia que los cohetes interplanetarios. Suscita mis objeciones y obs- téculos que entusiasmo. Efectivamente, la pfldora resque- braja una cotidianeidad que, no nos cansazemos de repetilo, €s, hajo Ta dgida del Estado, de las jerarquias burocriticas y la organizacién protendidamente racional de la prictica social, la institucién caracteristica de nuestra época.

También podría gustarte