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como “anarquia”. Pero algo no ha encajado nunca bien en esa tesis: ino habra algo escondido bajo la tradicién portaliana? ‘Tanto Sergio Micco como yo pensamos que seria interesante explorar ese periodo para ver hasta qué punto encubria (o no) una * tradicién politica y ciudadana “alternativa’. Decidi iniciar una inves: tigacién al respecto, que partié siendo exploratoria y centrada en la personalidad y trayectoria del general Ramén Freire, ‘A poco andar, sin embargo, y con las primeras evidencias, Ia exploracién se convirtié en una investigacién formal y, luego, en un ‘compromiso personal y politico. Pues no s6lo la figura de Freire tenia tras si hechos y procesos de gran interés historico, sino también, antes, que él y en torno a él, una centenaria tradicién que, ahora, podemos denominar “democracia de los pueblos”. La reconstitucién de esa tra- dicion permiti6 apreciar los valores civicos del proyecto de Estado que Portales y sus conjurados destruyeron en 1830. Y, también, que fue allf y entonces cuando fue sepultada y olvidada la tradicin politica que la ciudadania habria necesitado recordar (o exhumar) no una, sino varias, ‘veces —como hoy—, para construir un Estado acorde a su soberania y reales necesidades. Este libro es el resultado de esa investigacién y de ese com- promigo, La Reina, abril de 2005 Las tropas son esencialmente obedientes, i no deliberan ssino en union de la masa general de los ciudadanos. Desde {que se separan un punto de este principio, ya se constituyen en formal rebelién... Seria un error de edleulo imperdonable el persuadirse que un puitado de soldados puede, en ningun evento, ver el drbitro de la suerte del reino, alterar a eu arbitrio et gobierno, i mucho menos trastornarlo (*Oficio de la Junta Provincial de Concepcién a la Junta de Gobierno en 10 de diciembre de 1811, en Sesiones de los Cuerpos Legislativos, tomo I, pp. 205-207). ret... un deber imprescindible hacerme cargo de ta fuer. za armada para impedir desastres i sostener el orden... Escribi @ las provincias; supliqué a las asambleas;... i las incité a la unién, protestando al mismo tiempo que no me mezclaréa en sus deliberaciones, que respetaria la voluntad de los pueblos espresada pacificamente... i que el ejéreito permaneceria sin ‘mezclarse en movimientos para obedecer las resoluciones det Congreso General i del Gobierno que él constituyese, debiendo yo responder de esta conducta al mismo Congreso... (*Mensaje del ‘Supremo Director General don Ramén Freire, en 12 de agosto de 1823", en S.C.L., tomo VIII, Anexo N* 20, pp. 25-26). 3 jSoldados!: la Patria en tos campos de batalla; habéis sostenido el orden habéis conquistado la independencia de i el imperio de las leyes en medio de vuestros conciudada- nos. Gracias os sean dadas, defensores de ta libertad... ¥ ata sombra de vuestros laureles se reunen hoy pacificamente los representantes de la Nacién para establecer su felicidad. Yo me retiro del mando supremo levando el orgullo de pertenecer al eiército chileno... Recordad que no existe la libertad sin peligros, donde la fuerza armada no sujeta a la potestad civil, o donde los militares se juzgan con derechos distintos de sus demas conciudadanos. Rodead a los padres del pueblo: sed el apoyo mds firme de sus decisiones... ino habremos proporcionado a a Patria una paz gloriosa sino para respetar i sostener los derechos del pueblo (*Proclama de Ramén Freire con motivo de Ja instalacién del Congreso en agosto 13 de 1823", en S.C.L., tomo VIII, Anexo N° 21, pp. 26-27). ‘Para qué carajo sirven las constituciones y popeien si] son incapaces de poner remedio a un mal que se sabe existe! En Chile la ley no sirve para otra cosa que no sea producir la anarquta... el libertinaje, el pleito eterno... ;Maldita ley enton- ces si no deja al brazo del Gobierno proceder libremente en el De mi sé decirle que con ley o sin ella, ‘esa seiora que llaman Constitucién hay que violarla cuando ‘momento oportunol. las circunstancias son extremas (Carta de Diego Portales a Antonio Garfias, del 6 de diciembre de 1834, en B. de la Cruz, compilador: Epistolario de don Diego Portales, Santiago, 1987, Ministerio de Justicia, tomo III, pp. 378-379) Reunidos en junta de guerra los senores coroneles don Benjamin Viel, comandante general de la division estaciona dda en Tango, don José Rondizzoni, comandante del batallén Concepeién, i don Guillermo Tupper, comandante del batallon Pudeto.. han considerado i consideran... que la fuerea armada pertenece a la nacién entera i no puede sin hacer traicién. apovar las deliberaciones de un pueblo en particular... que seria quebrantar el juramento hecko por el ejéreito de obedecer ihacer respetar la constitucién, el abrogarse algiin derecho que no le conceda dicha carta constitucional, antes que la nacién entera haya manifestado legalmente su espresa voluntad sobre su inobservancia; Ia citada divisién obedece, como hasta ahora ha obedecido las , bt Patricio Aylwyn 0 Ricardo Lagos) el “estado de derecho”, o lucharon sardo Frei Montalva 0 alvador por transformar sin éxito (como Allende) el sistema de dominaciin. Pero esa memoria no retiene nada acerca de, ni menciona siquiera, el poder constituyente que, en mor mentos criticos, deberia ejercer plenamente —como queria Ramén Freire— la ciudadanta. Por eso, la soberanfa ciudadana no ha sido ni es un actor hist6rico relevante, ni en la memoria politica oficial ni en la historiografia de Chile. ¥ por esto mismo es que los momentos criticos ‘en los que la ciudadania ha ejercido o ha intentado ejercer su poder constituyente (como en el perfodo 1823-1828, liderado por Freire; o en el periodo 1919-1924, liderado por Luis Emilio Recabarren) han sido perfectamente ignorados o, en su defecto, han sido sepultados bajo el epiteto impolitico y delictivo de “anarquia”. Y es por eso que, hasta el dia de hoy, no se ha estudiado sistematicamente ni se ha discutido en seminarios académicos o politicos, por ejemplo, la importancia ¥y significado de las Asambleas Populares Constituyentes de 1823 0 1828, o la Asamblea Constituyente de Trabajadores ¢ Intelectuales de marzo de 1925". No hay duda de que la memoria politica oficial de los chilenos mantiene escondida y sepultada bajo ella una memoria que le es en todo diferente, pues se centra en la légica de la produecién, no en la ‘mercantil; en la democracia participativa, no en la abstraccién del ‘orden en si’; en el desarrollo comunal, no en la globalizacién de los ‘mercados y, no lo menos, en un militarismo ciudadano, subordinado en todo a la soberania popular. {Como mostrar y dejar en plena evidencia el lado oscuro de los héroes y los estadistas ‘oficiales’ del pais? ;Cémo rescatar del olvido y el oprobio los valores y los héroes que expresaron y expresan la soberania de los pueblos? {Como oficializar la memoria soterrada de la ciudadania?®™ De momento, parecer ser una tarea de historiadores. ZY qué hemos hecho los historiadores al respecto? 4. MEMORIA POLITICA OFICIAL E HISTORIOGRAFTA Qué hemos hecho los historiadores? Preciso es decirlo: no mucho. Y esto se debe, en parte, a que el “padre” de la historiografia chilena, Diego Barros Arana, escribié una monumental erdnica en 16 tomos del tiempo-madre y de sus antecedentes coloniales, relato que, apoyado Us. sobre un amplio material documental y dividido en rigurosos periodos yy seceiones, abarca casi toda la anchura de los procesos que estudid, La ‘consistencia empirica de su trabajo es tal, que se impone por si misma ‘como un todo, como impacto de totalidad, No por veracidad o interpre tacién particular fina de casos y procesos espeeficos. Su rango de héroe historiografico ha inhibido la critica. ¥, por esta condicién, se asume como verdadero lo que probé empiricamente y también lo que ‘opins! interpretativamente sin probarlo, Su credibilidad es mayor que la con- sistencia tedrica de su hermenéutica. Pero es evidente que, més alld de su erudicién documentada y su innegable meticulosidad deseriptiva, sus afirmaciones ‘caracterizadoras’ de una persona o situacién —que son muchas, tantas como sus proposiciones empiricas— tienden a ser reiterativas y, a menudo, de gran simplismo, sobre todo porque, una con otra, engarzan tesis politicas subliminales que desnudan su afiliacién oligdrquica, mereantil y pelucona, que se trasluce notoriamente en su interpretacién del periodo 1823-1837. En su obra mayor, por ejemplo, rodea la figura y actuacién del general Ramén Freire con profusién de datos, cartas, documentos y testimonios, pero, cuando redondea sus afirmaciones ‘caracterizadoras’, juzga al personaje construyendo frases despectivas y condenatorias que no tienen correspondencia con la descripcién empirica que é! mismo ha oftecido. ¥ es sorprendente que, mientras sus datos deinuestran que en el periodo seftalado los verdaderos frondistas y anarquistas fueron, todo el tiempo, los lideres del patriciado mercantil de Santiago, sus ‘juicios’ caracterizadores afirman, todo el tiempo, que Freire y los liberales fueron los respon- sables de la “anarquia”. Rs como si su calidad de historiador cientifico xno hubiera podido sobreponerse a su condicién de oligarca liberal y,en liltima instancia, de creyente pelucén** “Su interpretacién ‘earacterizadora’ del periodo 182: ejemplo, se puede resumir en lo siguiente: en Chile predominaba en- tonces la ignorancia y la estupidez, sobre todo en provineias, razin por la que no tenfa sentido préctico instalar un régimen democratico liberal, sino, s6lo, uno autoritario, Ademas —segtin él—, la mayoria de los liberales,federalistas y pipiolos eareetan de suficiente ilustracién 1837, por (para Barros Arana, los jefes del liberalismo y federalismo, como José ‘Manuel Infante, eran hombres honestos pero de inteligencia limitada ¥ escasa ilustracién). En cambio, frente a la abrumadora mayoria liberal (Barros Arana dio a entender, sin probarlo, que los liberales ‘manipulaban las elecciones), destacé con fuerza y adjetivos generosos el perfil de la elite ‘aristoeratica’ de Santiago, senalando una y otra vez oe que estaba compuesta de familias de honor, respetables y respetadas, de fortuna e ilustracién, Por mas erudito y concienzudo que haya sido su trabajo historiografico, Barros Arana fue, sin lugar a dudas, en rela- cign a la fase constituyente del tiempo-madre que aqui se comenta, un intelectual antidem de Diego Portales y Joaquin Prieto y el sepulturero de los préceres & | ideales de! movimiento liberal democratico del periodo 1823-1830. Sin Lee alguna, este historiador ha sido uno de los principales artifices rtico, el primer mitificador de la imagen publica de la (perversa) memoria politica oficial de Chile*, ‘Trabajando bajo la sombra maciza proyectada por Barros Arana (que se duplicé con la sombra también maciza y pelucona de Andrés Bello) los historiadores propiamente liberales del siglo XIX (Benjamin ‘Vicuna Mackenna, Miguel Luis Amunategui, José Victorino Lastarria y Federico Errézuriz), pese a sus esfuerzos, poco pudieron hacer para modificar la acrisolada posteridad de los juicios’ emitidos por el “pa- dre" (0 gran ‘juez’) de la Historia de Chile. Sobre todo porque, aunque denunciaron las conductas dictatoriales y atrabiliarias de O'Higgins, Prieto y Portales, lo hicieron de un modo menos monumental y sistemé- tieo que Barros Arana, y porque moderaron su eritica para reconocer, con respeto patristico, la gloria militar del primero (el gran ‘héroe’ de la Independencia), el sablazo propinado por el segundo a sus con- ciudadanos (traicion6 y venei6 a los generales Borgofio y Freire) y la dictatorial genialidad politica del tercero; gloria, sablazo y genialidad que permanecian vigentes, dominadores e intimidantes durante el tiempo en que esos historiadores (fines del siglo XIX) escribieron sus obras, Al dia de hoy ya es un hecho que la historiografia liberal del siglo XIX no fue todo lo convincente que hubiera sido necesario para barrer la polvareda mftiea que levanté el golpe de Estado propinado or Prieto, Portales y otros en ‘recuerdo’ de la dictadura de O'Higgins pero en la ‘6gica’ del sistema mercantil de dominacidn. Acaso por su bajo impacto politico, la historiografia ‘liberal’ del siglo XIX se ha eon- vertido, con el tiempo, en la obra complementaria de Barros Arana, y en el primer archivo de las curiosidades inacuas de la historia (donde Se acumulan las rebeliones derrotadas de la ciudadani ‘aneedsticos' historiadores)™. Reducida la historiografia eritica liberal a un aneedotario lateral, a gran crisis nacional del Primer Centenario (1910: desnacionalizacién de la economia, explosién de miseria social, corrupcién administrativa de Ia oligarquia) no fue interpretada ni asumida como crisis del orden Portaliano, sino como ofra manifestacién del anarquismo liberal de ~~ junto a sus siempre y de su nueva consorte: Ia subversién socialista y anarquista Asi, se atribuy6 Ia crisis a la (liberal) ley antimonopotica de bancos promulgada en 1860, al supuesto contubernio politico de los gobiernos Iiberales con Ia clase terrateniente para bajar el valor de la moneda, y a la proteccién que el Estado (liberal) dispensé al poderoso gremio de los trabajadores portuarios. En esa interpretacién, los juicios histéricos del mercader-banquero Agustin Ross (asociado al mercader-banquero Agustin Edwards) adquirieron tal infalibilidad, que se utilizaron como verdades hasta mediados del siglo XX™. De nada sirvié que el profesor Alejandro Venegas, e! médico Nicolés Palacios, el ingeniero Tancredo Pinochet Le Brun, el industrial Luis Aldunate y el latifundista Fran- ciseo Encina denunciaran que la crisis tenia més profundidad histérica que la que denunciaba Ross: la clase politiea civil y militar (0 sea, lo que quedaba de la poderosa oligarquia mercantil) no tenfan oides para 50, pues su objetivo, a esa altura, era tan simple como desesperado: el orden portaliano (“la Repablical”, grité Enrique Mac Iver) tenfa que ser salvado a toda costa®*. ;Cémo? En primer lugar, masacrando a la chusma anarquista y proto: socialista que comenz6 a controlar las calles desde el eambio de siglo (as fuerzas armadas dispararon contra el pueblo en 1890, 1901, 1902, 1905, 1906 y 1907). En segundo lugar, instalando la alta oficialidad de las fuerzas armadas como respaldo y garante de algtin ‘estadista’ que estuviese dispuesto a restaurar, con leves retoques, el orden impuesto or Portales y Prieto en 1830 (se hallaron dos ‘estadistas’ dispuestos @ es0 y a aceptar que se perpetraran selectivos golpes militares de inspiracin portaliana: Arturo Alessandri y Carlos Ibdfiez). En ter- cer lugar, formalizando todo lo anterior en una Constitueién Politica convenientemente redactada, no por el pueblo soberano, sino por un srupo de selectos politicos amigos. ¥, por tiltimo, ‘legitimando’ a poste- riori ante la nacién el operativo realizado mediante la publicacién de “semblanzas” enaltecedoras (mitificadoras) de los nuevos “caudillos”, de discursos para masas que endulzaban la dureza de la operacién constituyente realizada, y de libros tendientes a ‘naugurar’ las nuevas oliticas liberales (ahora anunciadas como democrstieas) Qué hicieron los historiadores durante esta nueva coyuntura constituyente? Unos, siguiendo la huella de Barros Arana (Toribio Medina, Juan Luis Espejo, ete.) se concentraron en la recopilacién archivistica, la monografia erudita y la genealogia oligdrquica. Loable trabajo, sin duda, pero, en esa situacién, politicamente marginal. Otros, como el conocido trio formado por Francisco Antonio Eneina, Alberto fu Edwards y Jaime Eyzaguirre, impresionados por la intervencion enérgi- ca de los nuevos “hombres fuertes”, miraron hacia atris en perspectiva xy escribieron de retorno varios importantes “ensayos histéricos”,en los que no dudaron en estampar la huella de su intencionalidad politica. @Cual era la plantilla madre de esas huellas? No hay que preguntarse demasiado a este respecto: fue la idea de que el argumento central de la historia de Chile era el ‘orden en si’ fandado por el gran esta Portales, el cual habria experimentado una lamentable decadencia liberal y moral, de la cual lo habrfan reseatado, con acciones ytalla de “caudillos” (ya que no de héroes), Alessandri Palma e Ibaiiez de Campo, para bien de la Republica y de la emergente democracia. Apoysindose en su reconocida capacidad “ensayistica”(configuraron el troneo principal del pensamiento politico del siglo XX), el trio de historiadores mencio- nado cimenté aun més, incluso después de 1938, el pedestal heroico de Portales, superando en esto a los historiadores del siglo XIX* De este modo, bajo tal pedestal se podia decir cualquier cosa. Y se dio, por ejemplo, que la restauracién del Estado portaliano en 1925 iniciaba en Chile el liderazgo nacional de las clases medias, y la era de Ja “repiiblica democratica”. Los encendidos discursos para masas que Arturo Alessandri dirigié a su “querida chusma” en la agitada campa- fa presidencial de 1920 hicieron creer a muchos que la Constiticivn impuesta a los movimientos sociales en 1925 estaba inspirada en el contenido democratico de esos discursos. La profusa lectura de los “ensayos histéricos”indicados —ninguno de los euales dejé en claro los objetivos perseguides por los movimientos sociales de ese tiempo— no contribuy6 a despejar la confusién, sino a aumentarla®, Y desde en- tonces, la defensa del Estado portaliano-liberal de 1925 se us6 para liderar la profundizacion de la democracia en Chile. Para aventurar, apoyindose en las masas, programas de aevién reformista e incluso revolucionaria. ¥ porque se creyé que ese Estado era demoeratico y se Je dofendis por ser tal, no se reformé nunca su consistencia portaliana yliberal. La tercera edad det ‘orden en si’ establecido en 1830 se carac- teriz6, pues, por las paradojas y confusiones propias de su fase senil. Y Jos historiadores no despejaron esas paradojas. Del mismo modo que la segunda fase del orden portaliano (la Parlamentarista, entre 1891 y 1925) fue literalmente invadida por movimientos sociales de todo tipo (trabajadores de la FOCH, estu diantes de la FECH, industriales de la Sofofa, ligas de arrendatarios, Profesores de la AGP, oficiales jovenes del Ejército, et.) la fase senil de ese mismo orden (la ‘democratics’, entre 1998-1973) result6 también sal invadida por movimientos de masas (obreros, campesinos, empleados, pobladores, estudiantes, etc), a tal punto, que reforzs la idea de que ¢l orden portaliano-liberal instalado en 1925 era, en sf mismo, no solo presidencialista y liberal, sino, sobre todo, democrdtico social. ¥ que, como tal, debia y podia ser efciente en producir el desarrollo productivo del pais y establecer la justicia social para todos, O sea: que debia ser eficiente en lo que no era, De este modo, pronto se descubrié que si bien el dicho orden, forzandolo con la presién de las masas eallejeras podia asumir ‘actitudes’ democrético-sociales, no estaba en si capacita- do (le pesaba su ‘estructura’ portaliana-liberal) para producir de modo cefectivo y sostenido el desarrollo econémico y social del pais. Hacia 1955, esa incongruencia estaba mas que clara. Y desde ese momento se produjo una paradéjiea bifurcacién en la reflexién tedriea y politica sobre la sociedad chilena, De una parte, la mayoria de los cientistas sociales (economistas, socidlogos y politélogos) concordaron en que el desarrollo econémico y social no era factible ni posible si no se realizaban profundas reformas estructurales al orden establecido, Esto significaba impulsar politicas de cardcter reformista que, si las cosas no resultaban, podfan ser también revolucionarias, no tanto contra el orden politico y portaliano como tal (se creia que era democrético), sino contra el sistema eapi- talista internacional y naciondl. De este modo, se dio la paradoja de ‘que los nuevos “cauaillos” (Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens) promovieron politicas revolucionarias contra el eapitalismo nacional e internacional encajados en el incémodo zapato chino del orden politico portaliano-liberal. Lo cual significaba que era poco lo que podfan (y pudieron) hacer, y mucho lo que podian perder (y perdieron). En esta coyuntura, siguiendo la innovadora y audaz ruta abierta por los cientistas sociales, el materialismo histérico cobr6 sibita vigencia en la politica de la izquierda chilena, pero sélo para quedar aherrojado ‘en el mismo zapato chino de los caudilles: tenia que destruir las per- versidades de la economia capitalista sin destruir las perversidades del Estado (capitalista) portaliano. De otra parte, y dadas las paradojas de la etapa senil, se dio el aso de que politicos, intelectuales y no pocos historiadores se concen- traron en la defensa de la constitucién ‘democrética’ de 1925 (y por tanto, también del ‘orden en sf) y construyeron un gran muro histo- Tiogrétco, ideolégico y legal que limits y sirvié de obstdculo interno 4 los procesos reformistas y/o revolucionarios™. Y muchos que se ha- bian embarcado en el vértigo inicial de esos procesos, a medio camino ae saltaron y se aferraron a la céseara legal del Estado, terminando por arroparse con las poderosas sombras del pedestal portaliano. Tanto, que hasta podia justiicarse o dar via verde a un golpe militar que, a nombre’ de la Constitucién, defendiera la inmortalidad de dicho pedes- tal. Hacia 1973, no hay duda de que, en su tumba, el ministro Portales * pudo lanzar un sareasmo de aprobacién: habian entrado a su servicio no s6lo uno, sino muchos generales Prieto. En 1930 el general Prieto, casi solo, habia atacado por traicién a la mayoria de sus pares y ala gran mayoria de sus conciudadanos. En 1973, fueron tadas las fuerzas armadas las que arremetieron contra la mitad de la nacién or lo dicho, entre 1932 y 1973 pricticamente nadie se preocupé en serio de eriticar, desnudar y combatir la patologia interna de la memoria politica chilena, ni las ambigtedades y confusiones que ella seneraba entre todos los que intentaban hacer politica de desarrollo ‘econémicoy social en la compleja coyuntura historia del periodo 1964- 1978, Qué hicieron los historiadores en ese periodo? Debe tomarse en cuenta que, después de 1950, la Historia de Chile tendié a convertirse de modo crecionte en una disciplina acadé- mica cobijada en y subordinada a la institucionalidad universitaria. Esto significaba que debia trabajar cubierta por la toga solemne de Ia ciencia, la objetividad y, quiérase 0 no, de la neutralidad politica. Bl desparpajo con que los historiadores del siglo XIX (Benjamin Vicufia Mackenna, Ramén Sotomayor Valdés, Federico Erréauriz, Valentin Leteliery otros) trataron los problemas politicos de su pasado reciente ¥ de su propio tiempo comenzé asi a desaparecer. En parte, por las cexigencias cientfieas¢ institucionales propias de la toga académica’ en parte, porque los nuevos académicos vivian de su trabajo universi- tari, yen parte, porque la Universidad comenzé a ser un instrumento ideoldgico controlado y supervisado por el Estado o por la Iglesia, en un periodo en que Chile y el mundo estaban divididos y acicateados por la Guerra Fria. La tendencia general de la historiografia universitaria fue, por todo eso, eludir el estudio del tiempo presente, concentrarse en los tiempos lejanos (coloniales 0 postcoloniales), despegarse de las peligrosas ciencias sociales y convertir a Barros Arana 0 Toribio Medina en el paradigma historiografico a imitar y reproducir. De un modo u otro, la “objetividad cientifica”, junto con ser un buen principio (positivista)epistemolégico, era al mismo tiempo un buen refugio para las inclemencias que eventualmente desencadenara la Guerra Fria, Se produjo as una suerte de mitalogizacién y fetichizacion de los datos, los archivos, las fuentes y os métodos. Lo que era importante para el u tiempo presente, lo trascendente para la vida de todos, las urgencias dorivadas del subdesarrotlo del pais podian esperar: a ciencia se debia a si misma, y el que no la practicaba como debia ser, podia y —sobre todo— debia irse”, En ese contexto, cada “escuela historiogratica” exigié a sus se- guidores el cumplimiento riguroso de sus normas, métodos y teorias (ia de los Anates de Fernando Braudel, la “flolégica” de Leopold von Ranke, la cuantitativista de Pierre Vilar, Ruggiero Romano o Ernesto Labrousse, la marxista de José Stalin o Louis Althusser, ete.) y se abandon6 el riesgoso tiempo presente para las ‘generalizaciones’ de las ciencias sociales y las “presunciones ideolégicas” de aquellos que pensaban politicamente fuera o en los bordes de la universidad. Los principales historiadores chilenos del perfodo (Mario Gongora, Néstor Meza, Eugenio Pereira, Alvaro Jara, Rolando Mellafe, Julio Heise, Herndn Ramirez, Sergio Villalobos, Marcelo Carmagnani, Armando de Ramén, ete.) se volvieron, cual mas, cud menos, colonialistas, cuanti- tativistas, indigenistas, estructuralistas o institucionalistas, lo que los. condujo a utilizar con todo esinero metodologias auxiliares derivadas del derecho, la estadistiea, la demografia, la economia, el materialismo Historico, ete." Es cierto que se avanz6 en el conocimiento ‘estructural’ de la sociedad chilena del perfodo culonial y parte del siglo XIX y se Profundiz6 monograficamente él estudio de ciertos procesos especificos (comercio colonial, instituciones laborales de la colonia, la coyuntura independentista de 1810, instituciones de derecho, evolucién general del capitalismo chileno, la guerra civil de 1891, etc.), pero no se alter6 a mitologia de los grandes héroes y estadistas, ni se deseontaminé a memoria politica de las adulteraciones que la aquejaban, Sélo se (referido al periodo 1823-1830) cam- bigndolo por otro mas prudente y neutral: el de “periodo de ensayos Politicos". Es notable que se haya legado a la crucial coyuntura de 1973 sin que la historiografia hubiese acumulado un bagaje intelectual de peso para nutrir la cultura politica del pais desde una perspectiva més rica, dialéctica y social que la que proyectaban por entonces —sin eso histérico— las cioncias sociales. éQué cambios introdujo el golpe militar de 19% restauracién portaliana impuesta por el general Aus ‘modifies el concepto de “anarqn y la explicita } Pinochet? En | actualidad se da nuevamente en el pais la paradoja de que, siendo casi undnime entre los chilenos (y en el sentir universal) ol rechazo y desprestigio de la forma en que ese general impuso el orden neoliberal ‘ue hoy rige a los chilenos —violando los derechos humanos ¥ civiles 3s. de los que promovieron la reforma profunda del orden establecido en 1925—, es también unanime la aceptacién de ese orden por parte de las actuales clases politicas civil y militar. Es poco probable que Au gusto Pinochet suba al pedestal de los “padres” del Estado (no tanto , por sus crimenes ‘portalianos' sino por la forma ‘antiportaliana’ en que acumulé una gran fortuna personal en la banea mundial), pero ya es lun hecho que su ‘obra’ (neoportaliana) ya esta sobre el pedestal de los reggimenes politicos estables, asegurando asf la codiciada “gobernabili- dad” que necesitan los politicos civiles para gobernar y prosperar. A tal «grado, que podrian de nuevo comprometerse de lleno en la defensa de su ‘legalidad’, ignorando, como siempre, la ilegitimidad del sistema y Ia marginada soberanfa popular. No debe extrafiar, asi, que en tiempos de la Concertacién de Partidos por la Democracia se haya rendido un solemne homenaje en el Congreso Nacional y en los grandes periédicos al general Joaquin Prieto Vial, ni que se haya creado una considerable expectacién ‘oficial’ en torno al desentierro del cadaver momificado del “padro” del Estado: Diego Portales, que fue de pronto ‘descubierto’ en la cripta de la Catedral de Santiago. a¥ qué han hecho o hacen los historiador frente a la ‘jaula de hierro” que, segtin el sociélogo Tomas Moulian, dejé el general Pinochet, como herencia a la gran masa ciudadana? En las iltimas décadas, los historiadores no se han preocupado mucho, ni del tiempo-madre de nuestra historia ni del pantedn tradicional de los héroes, sino de los sujetos sociales que han padecido, desde el fondo marginal de su ciudadania, los rigores del cuadrifisico orden portaliano, Sin embarg algunos historiadores se han preocupado por retomar esos viejos temas| uno (Alfredo Jocelyn-Holt) para asociar el patriciado mereantil de e: fos (y de todos los tiempos) a la imagen amable y progresista de la\ ‘modernizacién’; otro (Simon Collier), para recorrer el tiempo-madre en alas de “las ideas” que los inteleetuales de entonees publicaron sobre “la independencia” y sobre el subsiguiente “orden republicano”, de Diego Portales". S6lo el historiador Sergio Villalobos se ha atre- vido, con no poca valentia, a publicar un libro en el que denuncia la figura y la persona de ese dictador; lamentablemente, sin denunciar el proyecto mereantil y pelucén que lo inspiraba, ni la destruccién del movimiento democratico-liberal que Ie estorbaba, Ninguno de estos historiadores, por lo demds, relevaron o reseataron la importancia de ese ultimo movimiento y la actuacién de sus lideres principales (por ejemplo, del general Ramén Freire)". De modo que la soberania ciu- dadana, golpeada y marginada por el golpe militar de 1830, olvidada 6 1y sepultada por las restauraciones de 1925 y 1978, a diferencia de la momia de Portales, no ha sido exhumada todavia de su tumba. Bn lo que a nosotros respecta, este libro pretende reconstruir la historia del tiempo-madre trabajando la documentacion y las erénicas de ese periodo con el objetivo de detectar qué se estaba desarrollando en la masa ciudadana de entonees, que tanto molesté al patriciado de {santiago al punto de que, encabezado por Prieto y Portales, rompié todas las tradiciones coloniales y posteoloniales para perpetrar el inédito cuanto sangriento golpe de Estado de 1830 y constituir luego un orden politico librecambista, centralizado y, en esencia, antidemo- crdtico, Parece legado el tiempo de que se intente rescatar lo que alli y entonces crecia por s{ mismo, y fue cereenado. Por esto, pero por razones de método, el intento que se realiza con este trabajo se llevs 1 cabo leyendo la obra monumental de Barros Arana en doble clave aceptando ¢ incorporando lo que él ‘probs’, y rechazando o refutando lo que él, sin pruebas, juzg6 y ‘conden6’. Como prueba neutral, se utilizé exhaustivamente la rica coleccién documental de las Sesiones de los Cuerpos Legislativos, recopilada por Valentin Letelier en 37 vohimenes, ademés de otras fuentes, Naturalmente, este trabajo esta dedicado a la masa ciudadana de Chile, y en especial, a la juventud. Novas 1. La misma lucha por la democracia se ha entendido como la nevesidad de establecer un régimen liberal centrado en el Congreso més bien que en el ‘autoritarismo (aristocrético) que deriva del centralismo presidencial, Ver de Ricardo Donoso: Las ideas politicas en Chile (Buenos Aires, 1975, EUDEBA), Primera edicisn: 1946 2 Alberto Edwards Vives: La fronda aristoerdtica, Historia politica de Chile (Santiago, 1952. Editorial del Pacifico), especialmente pp. 68°72. La primera tdicidn de este libro es de 1928. BI eoncepto de “Estado en forma” lo toms ‘dwards del flosofoaleman Owald Spengler, quien a su vez lo tomé del eon cepto hogeliano de “espiritu del pueblo", El mismo concepto vs plenamente asumido —con el agregado del adjtivo “aristocratic por el historiador Mario Gongora en su Ensayo historio sobre la nociin de Estado en Chile on los sigios XIX y XX (Santiago, 1981. Bd, La Ciudad), ver pp. 12-16. 3. Esun mito difundido fuera y dentro de Chile. Ver por ejemplo de PJ. Moreno: Legitimacy and Stability in Lotin America. A Study of Chilean Political Cul ture (New York, 1969. NY-U'P), ver en particular pp. 91-1 4 Amott de ejemplo, ver de E. Boeninger: Democracia en Chile Leceiones para ‘a gobernabilidad (Santiago, 1997. Editorial Andrés Bello), passim ©. Godoy (Pd. Cambio de régimen politico Santiago, 1992. Ediciones Uni Wervidad Catélica), pp. 40 y 46. Laa cursivas son nuestcas, 6 Sobre el tema de Ia efcienciay eftcacia de un orden politico, ver de J. Linz: ‘La quiebra de las democracias (México, 1990, Alianza Editorial), pp. 96-52; 7 10. a. 13, 1 tambien de N. Bobbio: EY futuro dle ta demucracia (México, 1984, PCE. e=pecialmente eapitules I y VI, y SM. Lipset. BY hombre politica Las buses sociales de a politica (Madeid, 1987. Tecnos), pp. 6779, Un mayor desurrollo de esto problema en (i. Salazar & J, Pinto: Historta contemporinen de Chile. Estado, legitimidad, eiudadanta (Santiago, 1999, Fditonal LOM), volumen 1, pp. 13-19. Ver el importante estudio de R Putnam: Making Democracy Work: Coie Tra ditions in Modern Italy (Princeton, New Jersey, 1993. P.UPD, passion 9 el de RL Rotberg (Edt: Patterns of Social Capital. Stability and Change in Historical Perspetive (Cambridge, UK, 2001, CUP), en especial, pp. E17 y 375-395, Det propio R. Putnam (Bé.): Democracies in Flux: the Evolution of ‘Social Capital in Contemporary Society (Oxford, 2002, O.UP). También de G. Selazar-“De la participacion ciudadana: capital social constante y capital sovil variable" en Proposiciones N* 28 (Santiago, 1998. Editorial SUR), pp. 136-183, y “Memoria histéricay eapital social”, en J. Durston & F Miranda is.) Capita socal y politieas publicas en Chile Santiago, 2001. Naciones Unidas. CEPAL}, volumen I, pp. 11-22 Mayor desarrollo de este problema en G. Salazar: "Construceién de Bstado en hile: la historia reversa de la legitimidad!, en Proposiciones N° 24 (Santiago, 1994. Editorial SUR), pp, 92-110. En genera, el tema de la momoria politica noha sido suficientemente trabaja {bo por los cientstas sociales en Chile. Con todo, ver los bosquejos de Augusto Samaniego y Sofia Corroa en M. Garces et al. (Comp.). Memoria pars un ‘nuevo siglo, Chile, miradas a la segunda mited del siglo XX (Santiago, 2000, Baitorial LOM); también Maria A lanes: La bafaliade a memoria, Exeayos hstortos de nuestro siglo. Chile, 1900-2000 (Santiago, 2002. Planeta). Mayor andlisis sobre este problema en G, Salazar:“Tendencias tranalberales 4el movimiento ciudadano en Chile (1973-1996), Apuntes para una teorfa del ‘ambio historic’ en M. Canto (i): Las organizacionescitles en la transicion (México, 1998, Oikoumene), pp. 22-46 La tendencia del actual gobierno es formar la conciencia ciudadena de los nitos ensesndoles a conocer las institucionea vigentes dl Estado y las leyea ¥ normas que las rigen. Ver del Ministerio de Educacidn: Formavion ciuda: dana. Actividades de apoyo para el profesor de Historia y Ciencias Sociales (Gantiago, noviembre de 2004, ME), passim 1a sistematizacion més acabada de a vsién oficial sobre Bernardo O'Higgins Puede hallaree en el libro de Jaime Byzaguirre: O'iggins (Santiago, 1946, Zigzag), Primer Premio en el Concurso Nacionsl O'Higgins convocad por el Gobierno de Chile. Sigue siendo excepcionalmente ilusteativo e! libro de Adam Smith: Jnvestiga aprendizaje politicos, 1810-1833 (Santiago, 1978. Editorial Universitaria, donde se sostiene que en Chile ne hubo anarquia porque se vivie una ‘risis" politica més bion externa que fue constantemente manejada y controlada por In elite eriolla, que aprendis en poco tiempo el arte de construir y consoligar sus instituciones politieas, Es importante incluir tambien el libro de Julio Alemparte: Carrera y Freie: fundadores de la Republica (Santiago, 1963, Nascimento), que separa el proceso de la independencia del de construeeion

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