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ata ee ie Gr te Oe | Kee ge) YP ele a RADIO Y CINE EN LA CREACION DE UNA ARGENTINA DIVIDIDA (1920-1946) Weare Uren eas “Tilo otiginal: Gubure of Clas. Radio and Cinema in the Making ofa Divided Argentina, 1920- 1946 de Mauthew B. Kecush Publicado en inglés por Duke Universiy Press (EEUU) Disefio de cublerc: Gustave Macti Imagenes de cabiere fotogramas exaldos de La guere gauche (Lucas Demare [di Argentina, 1942) y Cuprichony milloneria (Batique Santos Discépolo(dir], Argentina, 2940), Museo del Cine "Pablo C. Duzrés Hicken" ee Karush, Matinew B. ‘Cultura de clase: radio y cine en la crescién de una Argontina dvi (1920-1846) -1* ed.- Chicas Autonoma de Suenos Alves: Ariel, 2018, 908 pp.: 28418 om. “Traducida por: Pavla Cortés-Rlocca ISBN 976.907-1496-60-1 1. Historla Argentina. 2, Estudios Cultures. |. Cortés-Rocea, Pai, ad. I. THulo i cob 892.061 Para Alison, Eli y Leab, con amor. Ie icin, agosto de 2013 Reseevados todos los derechos, Queda rigurosamente prohibiday sin la sucoriacién escrica de les reulares del copyright, bajo lee eanciones estableidas en las leyes, In reproduccién parcel o feral de ess obra por cualquier medio 0 procedimiento,Incluidos la reprografiay el teatamienro informatica. © 2012, Duke University Press, Culture of Clas. Rio ana Cinema inthe making of Divided Argreting, 1920-1945 2012, Masthew B. Karush 2013, Paola Coceés Rocea (por la traducciéa) : 2013, Ezequiel Adamovsky (por el préiogs) : ‘Museo del Cine "Pablo C. Ducros Hicken” (por imagenes de cubieres) 2015, de coda lay ediciones e castellano: Edicorial Paidés SAIC Publicado bajo su sllo Arie” Independencia 1682/1686, Buenos Aices ~Azgeacina E-mu: difosion@sreapaldos.com.ar swmipaldorergensina com.ar e0000 ‘Queda hecho el depésito que prevene la Ley 11.723 Timpreso en la Acgention ~ Printed in Argentina Iunpreso en Primera Clase, CCalifornis 1231, Ciudad Ancénoms de Buenos Aies, en julio de 2013, f “Peeada: 3.000 ejemplaces ISBN 978-987-1496-65-1 INDICE Agradecimientos .... ioe i i un Prélogo, Ezequiel AGOMOVSKY siisnnunenne omunnennnenee 13, 17 19 Introduecién La importancia de la cultura de masas. El contexto transnacio: modernidad periférica de Argentina... Una historia cultural interdiseiplinaria. La cultura de masas en los origenes del populismo.. 23 30 33 Capitulo 1. La formacién de la clase en los Battios wes 39 Movilidad ¢ integracién étnica en un perfode de crecimiento... 42 La formacién de las identidades de clase .. 50 Capitulo 2. Competir en el mercado transnacionalnnnnnne 69 Ta industria discogrdfica, el jazz y el surgiznieneo del tango... 71 La radio y la homogencizacién de la cultura de masas.. 88 El cine y la segmentaciGn de la audiencia...... 103 Capiiuic 3. Redisefiar el melodrams populer. 121 ‘Variedades de melodeama popular: teatro, miisica, literatura.....124 Melodrama cinematogréfico: José Agustin Pereyra y Libertad Lamarque .. cose 4B, La comedia populista-melodramatica: Luis Sandrini y Nini Marshall oo 154 tot MATTHEW B. KARUSH Copftule 4. Construir la nacién pormedio dela cutura le nicisais Sitar ete tilde Es posible que el tango mejore? a busca de la nacién en ef intetiOr nse ‘La rubia del camino y el feacaso de la construccién de un mito nacional... Capitulo 5. Politizar el populismo ... a El advenimiento de la intervencién estatal 1:0 Ruptura y continuidad: la cultura de masas bajo Peron La apropiacién peronista de la cultura del melodrama Epilogo. El surgimiento de la clase media (1985-1976) wv 267 Biblogratia Filmografla Discografia selecta Otras fuentes... Inclice onoMAStICO.... eee | i AGRADECIMIENTOS Este libro es una traduccién de Culeure of Class: Radio and Cinema in the Making ofa Divided Argentina, 1920-1946 (Dutham y Londres, Duke University Press, 2012). Agradezco al Grupo Planeta, y par- ticularmente a Emilce Paz, por su interés en publicarlo, y a Duke University Press por su buena voluntad. También debo agradecerle a Paola Cortes-Rocea por haber producido una traduccién tan hicida y accesible. Es un gran placer poder compartir los resultados de esta investigacién con lectores argentinos. ‘Tanto la Fundacién Nacional para las Humanidades de los Estados Unidos como George Mason University me oworgaron los fondos ne- cesarios para hacer varios viajes de investigacién a Bucnos Aires. Alli me ayudaron mucho los bibliotecarios y archivistas que trabajan en el Archivo General de la Nacién, la Biblioteca Nacional y el Museo del Cine Pablo Ducrés Hicken, entre otros. ‘Muchos colegas argentinos y norteamericanas han colaborado con este proyecto, entreellos, Ezequiel Adamovsky, Oscar Chamosa, Christine Ehrick, Eduardo Elena, Federico Finchelstein, Florencia Garramufio, Mark Healey, Joel Horowitz, Daniel James, Alison Landsberg, Andrea Matallana, Natalia Milanesio, Mariano Plotkin, Mary Kay Vaughan, Oscar Videla, y Barbara Weinstein. Agradezco, también, a Patricia Inés ‘Conway, Damiin Dolcera, y Ludy Grandas por su ayuda en la investi- gacién. Pot iltimo, quiero agradecer a mi farnilia y, en particulay a mis hijos, Eli y Leah. A ellos les encanta Argentina, y espero que algiin dia les interese leer este libro. Si lo leen en castellano, mejor. PROLOGO. Ezequiel Adamovsky Conocfamos a Matthew Karush por un notable libro sobre los trabajadores rosarinos publicado en 2002 y por el interesante volu- men sobre la nueva historia cultural del peronismo que compilé jun- to a Oscar Chamosa en 2010, ambos publicados en Estados Unidos (Karash, 2002; Karush y Chamosa, 2010). Con el libro que el lector tiene en sus manos, el trabajo de Karush por fin encuentra un canal para difundirse entre los lectores de habla hispana, Su obra, hasta ahora solo conocida entre los especialistas, promere contribuir a una profunda renovacién en la historiografia argentina. En esca ocasién, Karush reroma su interés por el “populismo” con un audaz estudio de Ja cultura de masas de la Argentina de entre- guerras. La tesis fundamental aparece en las primeras paginas de le "{ntroduccién”: los films, las canciones y los programas radiales de consumo masivo en los afios veinte y treinta del siglo pasado, sin du- das, difundian mensajes conformistas y fantastas de ascenso social, tal como lo hacfan en otzos paises. Pero también “diseminaban versiones de la identidad nacional que reproducian e intensificaban las divisio- nes de clase”. Los directores, locutores, guionistas, misicos 0 duefios de industrias culvurales participaban de [a produccién de ese tipo de ‘mensajes, incluso sin proponérselo. Enfrentados en una competencia desigual con el jazz y los films norteamericanos, encontraron en la busqueda de una “autenticidad nacional” ¢l nicho que les permitia dispurar una audiencia, Para dar con el tono auténtico que buscaban, retomaron elementos de le culeura popular previa, del tango, el sainete y el discurso criollista, inserténdolos en una nueva cultura de masas estructurada segiin el cédigo del melodrama, que plantealva una opo- 14) MATTHEW 8, KARUSH sicién binaria entre un mundo de los pobres/trabajadores, definido como terreno de la ética, la solidaridad y la autenticidad nacional, y tun plano de las clases altas marcado por el egoismo, la inmoralidad y Ja vinculacién con los intereses extranjeros. Asi, a diferencia de otros paises, la cultura de masas en Argentina no conteibuyé a forjar “mi- tos de unificacién nacional”, sino que generé imagenes polarizantes sta”. A su curno, estas imagenes y divisivas, de fuerte contenido “cl: proveyecon mucha de la “materia prima discursiva con la que Perén y Evita construyeron su movimiento de masas”. ; Finamente argumentado y con una s6lida base empirica, el ra- bajo de Karush tendré con seguridad wn importante impacto en la historiografia argentina por lo novedoso y estimulante de sus hips- tesis generales, pero eazabién por la relacion que sus hallargos estax blecen con varios de los nudos probleméticos que han vertebrado el campo. En primer lugar, con toda certeza, se convertiré en una obra de referencia para los estudios de la cultura popular y la cultura de masas de la época, un drea que contintia estando relativamen- te subdesarrollada. Dos cualidades se destacan entre las que asi lo anuncian: por un lado, se crata del primer estudio que presenta un anilisis integrado de la radio, el cine y los diversos ritmos de la ma- sica de consumo popular (tango, jazz, folclore), que hasta ahora ha- bian merecido estudios més bien separados, vinculéndolos, ademés, con expresiones anteriores como el criollismo, el citco y el sainete csiollos y con los cambios en Ia cultura politica y en Ia construccién, de la identidad nacional, A esta mirada holistica, se afiade el enfoque transnacional y comparativo que recorre el trabajo y que se traduce en un aporte particularmente iluminador. ; En segundo lugar, tal como su libro sobre os trabajadores de Rosario, esta obra pone en cuestién un paradigma largamente domi- nante en la historiografia del perfodo, articulado en tozno al concepto de “sectozes populares”. Apartiridose de aquellas miradas que concluian que, luego de 1920, el escenario portetio se habia caracterizado por la disolucién de las identidades de clase, la integracién social de la po- blacién y la aparicién de una cultura civica ajena a todo antagonismo, Karush restituye a las diferencias de clase un ugar central einsoslayable. De hecho, toda la argumentacién gira alrededor de la demostracién de la profunda hostilidad hacia los ricos que matcaba la cultura de masas. Ese rasgo se explica por la situacién periférica en [a que operaban los PROLOGO ns directores, locutores, miisicos y empresarios locales, pero también por la persistencia de una cultura popular previa a la emergencia de la cul- tura de masas, que ya tenéa caracteristicas semejantes. En ste punto, el cuidadoso trabajo empitico de Karush contrasta con la limitada apo- yatura empfrica en la que se afirmé aquel paradigma. Asi, por ejemplo, contra los estudios del desarrollo urbano portefio que postularon el triunfo del dispositivo de integracién de la ciudad y la caducidad de la distincién centro-barrio, Karush demuestra la existencia de diferencias en el consumo de films entre ambas zonas, que responden al perfil so- cloeconémico de cada una. Su argumentacién, sin embargo, avanza un aso més alld del debate que el concepto de “sectores populares” suscité en su momento. Porque Karush no lo discute afirmando la persiscencia de una cultura obrera que se expresaba en los términos propios de la tradicién de izquierda, sino echando luz sobre tn tipo de antagonismo “populista”, en el que los deseos de bienestar, consumo y ascenso social conviven sin contradiccién inevitable con la hostilidad hacia los ticos. Dicho en otros términos, un tipo de clasismo que se exptesaba a través de una identidad “popular” més integradora que la obretista y que no implicaba un rechazo de rafz de la sociedad capitalista (lo que no le im- pedia gencrar un profundo clivaje social de efectos bien reales). En este Punto, es esperable que esta obra reavive y entiquezca un postergado debave sobre el perfodo de entreguerras. En tercer lugar, el trabajo de Karush abre un nuevo eje en el campo de estudios del peronismo, particularmente (pero no solo) el de sus origenes. La vigorosa tesis sobre la reapropiacién de la cultura melodramitica por parte de Pern —que ya habia esbozado, al pasar, Daniel James (2004: 248-249, 268)-, sin duda mereceré debates, ya que contribuye a “normalizar” el fenémeno peronista, pero de un modo inverso al que viene ensayando la historiografia local desde hace algdn tiempo. A la luz del trabajo de Karush, el peronismo no aparece como una anomalfa, pero tampoco como un paso més en la historia de la integracién social argentina y de la ampliacién de la ciudadanfa. Por el contrario, se lo reinterpreta como el desenace es- perable de una historia dislocada y con antagonismos irresueltos. El cardeter “herético” del peronismo, desde esta mirada, aparece como un componente bastante més independiente de la figura del lider y de la coyuntura de su encumbramiento. Es la propia cultura de ma- sas previa la que esté saturada de “herejias”. rr] MATTHEW B, KARUSH Finalmente, ¢ libro también resulta une inesperada contribucién al nacience campo de estudios histéricos de la clase media en Argentina. Por un camino distinto y apoyandose en el estudio de otro tipo de faentes, el trabajo de Krush confirma (y a la vez ayuda a explicat) lx persiscencia de visiones binarias de la sociedad hasta entrada la década de 1940, una de las resis cencrales del estudio sobre la formacién de la clase media que quien eseribe publicé en 2009. All, la ausencia de tun espacio “intermedio” en el modo de imaginat lo social se explica- boa pot la imercia de las visiones previas (que las tradiciones politicas dorinantes no habian tenido demasiado interés en desafiar) y por la existencia de fuertes lazos de solidaridad politica que unfan a Jos tra- bajadores con parte de los sectores medios. A estos motivos, el trabajo de Karush agrega la presencia de unz poderosa culeura de masas con. componentes “populistas”, que reproducia una visién de Io social en la que el “pueblo” se oponia (en bloque) a los ricas. Por lo demés, este libro también hace suya la resis que ubica la consolidacién de una identidad de clase media en tiempos del peronismo y por efecto de su inrupcién: segiin Karush, fue la politizacién de los mensajes me- Jodraméticos por obra del régimen peronista y la identificacién del pueblo espectficamente con los trabajadores lo que terminé de dividir a un piblico/ pueblo que con anterioridad petmanecfa indiferenciado, abriendo la puerta, ahora si, 2 Ja posterior aparicién de una cultura de masas de manera especifica orientada a la clase media y purgada de mensajes antagonistas. Por la centralidad que le ovorga 2 la categoria de “clase” em ta lec- cara de los fenémenos culturales y politicos, y por la heterodoxia con que la utiliza, la obra de Karush seguramente serd recibida con algunas reservas tanto entre los colegas que comulgan con los paradigmas hoy dominantes como entre los que se afirman en una visién marxista més ‘ortodoxa. Sin embargo, la coherencia en su argumentacién, la solidez de su andamiaje empicico y la novedad y relevancia de sus plantea- mientos hacen de su aparicién algo digno de celebrarse. INTRODUCCION En 1932, el escrivor Roberto Arle describe cl desaffo que enfren- tan Jos lideres comunistas en Argentina: “De cien proletarios [...] 90 ignoran quién es Carlos Marx [...] pero 90 pueden contestarle en qué estilo daba besos Rodolfo Valentino, y qué bigote usa José Mojica” (Ary, 1999: 95). BL pesimismo de Ade en relacién con el porencial revolucionario de los trabajadores nacionales era premonitoric. Mal ‘que les pese a una generacién de intelectuales de izquierda, la gran ma- yorla de la clase trabajadora argentina rechazaria al Partido Comunista y al socialismo, apoyando en cambio el movimiento populisca lidera- ‘do por Juan y Eva Perén a mediados de la década de 1940. Pero més iluminador que el diagnéstico de Arle acerca de la conciencia de la clase trabajadora es su referencia al cine. Arlt reconoce ne solo que los ccabajadores constituyen una porcién significativa de la audiencia de la cultura de masas en Argentina, sino también que la cultura de masas que consumen debe de haber tenido un impacto significative en su conciencia, pozencialmente tan decisiva como la experiencia de Ja explotacién o la participacién en la lucha de clases. El hecho de que ‘Arlt mencione a dos estrellas de Hollywood para sostener este punto es también reveladar. Al invocar a Valentino y Mojica, llama la aten- cidn sobre la poderosa influencia de América del Norte en Ja culeura comercial en Argentina, La sugerencia de Arie de que fa cultura masiva tiende a diluic la conciencia de clase anticipa el planteo de los historiadores contem- 1. Elcomentorio de Arlt ere porte de un debate con eliter de! Partido Comu- Fislo, Rodalfo Gholi (veoee Solfo, 2001: 405), 18] MATTHEW B. KARUSH porineos que desctiben la década del veinte y del treinta como un perfodo en el cual la conciencia de clase trabajadora y militante de los aflos anteriores cedi6 paso a una identidad menos clasisca. Para estos académicos, la foreciente economia argentina dio lugar a una suerte de integracién nacional en la que las ideologias radicales fueron reem- plazadas por la biisqueda de una movilidad ascendente. A principios del siglo XX, los politicos y los intelectuales estaban acechados por el espectro de una numerosa clase trabajadora inmigrante deslumbrada porel sindicalismo y el anarquismo. Unas pocas décadas después, estos temores se habjan disipado. Los nuevos “sectores populares” —funda- mentalmente hijos argentinos de inmigrantes~ se concentraban en el desarrollo personal y eran mucho menos hostiles al Estado y a la na cién que lo que habfan sido sus padres; apoyaban la integracin ala so- ciedad argentina como un modo de acceso a una vida més confortable (Gutiérrez y Romero, 1995).? La radio y el cine se ven como contribu- clones a este,proceso. A través de las distribuidoras cinemacogrdficas y las emisoras fadiales instaladas en Buenos Aires, los argentinos de todo el pais se vieron expuestos de manera creciente a una cultura nacional, comin. Es mds, esta nueva cultura masiva supuestamente alenté el consumismo y las aspiraciones de las clases medias y, por lo tanto, reforzé al declive de la milicancia proletaria. A pesar de esta dinamica, Argentina estaba més dividida en 1950 gue lo que estaba en 1910. Aunque toda una generacién de traba- jadores se habia alejado de las ideologias de izquierda ostodoxas, su entusiasmo por él peronismo revela que permanecian dispuestos a adscribir a una identidad de clase. Juan y Eva Perén movilizaron a los trabajadores de la nacién alrededor de un proyecto de organizacién social corporativa y de una industrializaci6n liderada desde el Estado. Se ditigicron a sus seguidores como “trabajadores”, celebrando asi su cardcter proletario. El peronismo polarizé al pals a partir de una fron- tera de clase y creé una identidad nacional fragmentada que persistiria por décadas. De algiin modo, una sociedad caracterizada por la inte- gracién étnica y Ia caida de las ideologias de izquierda también con- tenfa Ja semilla de la explosi6n populista y de la intensa polarizacion 2. Elargumento de “los sectores populares” se ho convertida en une suerte de acuerdo histodogratico, Por un resumen, véare Gonzales Leonel (2001: 201-237), INTRODUCTION le clasista que la sucedié. Este libro sostiene que la clave para entender esa paradoja reside en una revisién de la cultura masiva de las décadas de 1920 y 1930. Adlt tenia raz6n al enfatizar el entusiasmo de los trabajadores por el cine, pero estaba equivocado al suponer que este pasatiempo-se.dio a expensas de la conciencia de clase. El cine, la miiticay:laradio que se produjeron en Argentina entre los afios veinte y-tréinta pusieron'a circular el conformismo, el escapismo y la fancasia de ascenso social; pero también diseminaron versiones de la identidad nacional que re- producian ¢ intensificaban las divisiones de clase. Enfrentando una dura competencia con el jazz y el cine de Hollywood, los productores culturales argentinos intentaron competir a partir de ofrecer aquello que la cultura extranjera no podia dar: la autenticidad nacional. Los directores de cine argentinos, as{ como las radios y las discogrificas nacionales, letristas, mtisicos, actores y guionistas, comaron prestados elementos de formas culturales anteriores como el tango y esa forma teatral breve y cémica conocida como el sainete. El resultado fue una cultura masiva profundamente melodramética que alababa la digni- dad y la solidaridad del teabajador humilde, mientras denigraba al rico como egoista ¢ inmoral. A pesar de los esfurerzos por modernizar y me- jorar la cultura masiva nacional, los medios argentinos tendéfan 2 ge- nerar imagenes y una narrativa en las que la identidad nacional estaba prototipicamente asociada con los pobres. Los historiadores que han visto la radio y el cine como instrumentos de integracién nacional y de formacién de las clases medias han pasado por alto este clasismo pro- fundo. En lugar de mitos nacionales unificadores, la industria cultural argentina generé imdgenes y narrativas polarizantes que funcionaron como el material narrativo en bruto con el cual Juan y Eva Perdn cons- truyeron su movimiento de masas. La importancia de la cultura de masas El objeto central de andlisis de este libro son las mercancias de la cultura de masas: peliculas, grabaciones y programas de radio produci- dos por capitalistas que buscaban atraer a una audiencia pare producir un rédito econémico, En tanto tales, estas fuentes presentan un parti= cular desaflo para el historiador. En el sentido més bésico, no pueden 20 MATTHEW 8, KARUSH ser vistas como seficjo directo de la conciencia popular. Los artistas que hacen las canciones y las peliculas populares estén bastante lejos de ser el cludadano medio. Incluso algo més importante: la relacién ‘encre estos artistas y la gente que consume los productos que hacen ¢s cualquier cosa menos simple o directa. Las compafiias grabadoras, los estudios de cine, las emisoras radiales y los anunciantes intervienen, al igual que el Estado, los intelectuales, las revistas populares y los ctiticos, Como resultado de las mitltiples mediaciones, el mercado de Ja cultura masiva no le da a la gente simplemente lo que ellos quieren. A través de estrategias dle marketing, segmentacién de audiencias, de- Gnicién de género, y de muchas otras formas, los medios capicalistas de pot si sometidos a complejas y competitivas presiones externas— contribuyeron a delineae los gustos de la audiencia.? Muchos de estos efectos cambian de manera impredecible a través del tiempo, aunque algunos son universales. Como sefialé Stuart Hall hace mucho tiem- ‘po, los medios masivos tienden a dirigir su atencién hacia el consumo y alejarla de la produccién, y, por lo tanto, a fragmentar a los grupos sociales en consumidores y @ disefiar nuevos modos de segmentacién que facilicen la acumulaci6n capitalista (Hall, 1979: 315-348). En sin- resis, la culcura masiva no ¢s tanto un teflejo de las actitudes, valores y cosmovisién de su audiencia, sino més bien una de las fuerzas que los forman. ‘Dentro de la tradicién marxista, los argumentos que describen a Jos medios masives como centralmente manipuladores suzgen de los trabajos de Theodor Adorno y Max Horkheimer. En su ataque a la “industria cultural” publicado en 1947, enfatizaron Ia predictibilidad y homogencidad de le cultura masiva. Sostuvieron que las peliculas Fla mésica comercial alentaron una respuesta pasiva sin dejar nin- gin espacio para la imaginacién de Ja audiencia. El resultado fue una Clase trabajadara despolitizada, incapaz de pensar por si misma o de generar cualquier critica al statu quo (Adorno y Horkheimer, 1979). Esta mirada va mas all de fa afirmacién de que la cultura de masas ayuda a modelar la conciencia popular, para sostener que es siempre ¢ inevicablemente un instrumento de control social y de manipulacién 3. Por ejemplo, Keel Hagstrom Miller ha demostrade recientemente eémo. a Conientos de! siglo 30: la ncustie dlscoaratico en Estaces Unidos he forma 13o las percepciones y azociaciones raciales (Miley, 2010} INTRODUCCION j2u vertical. Desde 1970, los investigadores del érea de estudios culturales y de historia cultural tienden a rechazar esta mirada pesimista y que incluso se podria considerar como condescendiente. Dentro de los es- tudios culturales, se ha reconceptualizado el consumo como un pro- ‘ce30 activo en el cual los consumidores producen sus propios sencidos a partir de las mercancfas que oftece la industria cultural. Desde esta perspectiva, la culeura es un espacio en dispura; la gente comin est4 formada por las imagenes y los sentidos diserninados por la cultura de masas y, al mismo tiempo, reformulan esos sentidos de acuerdo con propésitos propios.* Historiadores culturales como Lawrence Levine entienden el consumo de la cultura masiva de un modo parecido: “Lo que la gente puede hacer y efectivamente hace es reforrnar los objetos creados para ellos para que asi se ajusten a sus propios valores, necesi~ dades y expectativas” (Levine, 1992: 1373). Lejos de los todopoderosos y monoliticos productos que Adorno y Horkheimer imaginaron, las mercancias de la cultura de masas per~ miten lecturas opuestas. Para Jiirgen Habermas, los medios masivos ayudan a que el capitalismo supere su perpetua “crisis de legitimidad”, pero no sin generar una serie de contradicciones. El capitalismo, segiin Habermas, busca expandir la conciencia del consumo privilegiando la libre eleccién del consumidor privado por sobre la responsabilidad social y civica; pero en tanto esta nueva forma de conciencia amenaza valores y pricticas culturales establecidas, es que requiere de legiti- macién, Asi, la cultura masiva evoca la antoridad moral de antiguos patcones de la vida comunitaria y familiar con el objeto de legitimar tuna sociedad caracterizada por el consumismo y la mercantilizacion del ocio. Las referencias sepetidas a esos antiguos valores proven a los consumidores de los medios para criticar el capitalismo (Habermas, 1975). Siguiendo a Habermas, George Lipsitz ha mostrado cémo al- gunos programas de la televisi6n norteamericana de la década de 1950 mostraban a fannilias no blancas y de clases trabajadoras para fomentar ‘al consumo en los espectadores. Estas familias les recordaban a los espectadores un pasado querido y enraizado en la solidatidad de las clases trabajadoras y de la comunidad, y al mismo tiempo les sugerian que todas Jas necesidades individuales podfan set satisfechas a través 4, Pore un detaile de esto tendencie dentro de los estudios cultwrales, véaxe Storey (2008: 48-62). 221 MATTHEW B. KARUSH. de la adquisicién de objetos. A pesar de que esta reconciliacién del pasado con ef presente era titil para los anunciantes, se trataba de algo inherentemente inestable (Lipsitz, 1990: 39-75). La critica de cine Miriam Hansen llega a una conclusién similar en su estudio sobre el cine mudo norteamericano. El primer cine, sostiene Hansen, hizo de Jas formas de entretenimiento y de las tradiciones culturales anteriores sit material de base, despolitizéndolos en el proceso de apropiarse de ellos. Pero esta despolitizacién nunca fue absoluta. La persistencia de estas tradiciones anteriores indica que el cine contenfa la posibili- dad de “esferas puiblicas alternativas”. Grupos subordinados, como las, mujeres y los trabajadores inmigrantes, a veces podian encontrar en el cine un espacio pare elaborar puntos de vista propios y autSnomes (Hansen, 1991: 60-125). Los trabajos de Lipsitz, Hansen y otros sugieren que las mercancias dela cultura masiva son inherentemente polisémicas. La subordinacién dela produccién cultural al capitalismo no oblicera Ia existencia de sen- tidos alternativos u opuestos. Por el contrario, la biisqueda de un rédito fomenta el reciclaje y la reutilizacién de elementos que van en contra del impulso privatizador del consumidor capitalisca. Como resultado, Ja cultura de masas, como la cultura en general, posibilitan y restringen, entregando un limitado y variado set de materiales discursivos en bruto a partir de los cuales los consumidores pueden producir sus propios sentidos, El andlisis del proceso de produccién de sentido necesita pres- tar atenci6n al contexto de recepcién ~cbmo y dénde los consumidores interactiian con la cultura de masas-, asf como alos puntos de tension © a las contradicciones latentes que existen en los textos mismos. Finalmente, las mejores teflexiones de los estudios culturales y de la historia cultural nos recuerdan la importancia politica de la cultura de ‘masas. El cine y la radio constiruyen lugares importantes para la elabo- racién de identidades, valores y aspiraciones que pueden ser la base para fa accién politica 5. Lo posiiided de lecturas cltemotivas de la clase traboladore sobre tos pro gromos de felevision que recupera Lipsitz dialoga con las conciusiones de Otros historiodores de ta cultura norleamertcons. Michael Denning 1987] revela, por ejemple, sonticos subversive: conteniias en la “novela de diez Gentoves" dat siglo 5k INTRODUCCION 123 El contexto transnacional: la modemidad periférica de Argentina Tanto la produccién como el consumo de la cultura masiva habi- tualmente se dan en contextos transnacionales. Aunque la gente asisca a cines locales y escuche la radio en el living de su casa, mucho de lo que consume es importado, ¢ incluso la cultura de masas producida en el pais se créa en didlogo con estilos y practicas extranjeras. Las audien- cias argentinas descriptas en este libro disfrucaron de las peliculas y la miisica importadas igual que de los productos locales, y ese contexto formé el modo en que interpretaban lo que vefan y escuchaban. Por su parte, los productores argentinos comperfan de manera conscien- te contra los objetos importados que gozaban de privilegios técnicos, econémices y culturales. En suma, se traté de una cultura de masas formada de manera decisiva por lo que Beatriz Sarlo ha llamado “la modernidad periférica” de Argentina. Al examinar los circulos inte- lectuales y literarios del Buenos Aires de los afios veinte y treinta, des- cribe una “cultura de mezcla, donde coexisten elementos defensivos y residuales junto a los programas renovadores; rasgos culturales de la formaciéa ctiolla al mismo tiempo que un proceso descomunal de importacién de bienes, discursos y practicas simbélicas” (Sarlo, 1988: 28). Extendiendo el concepto de Sarlo a toda América Latina, Nicola Miller enfatiza cl cardcter “desparcjo y dependiente” de la modernidad atinoamericana, en la que la soberanfa politica formal se combina con la dependencia econdémica (Miller, 1999: 3).° En los afios vein- te y teeinta, los argentinos estaban completamente absorbidos por la modernidad y adoptaban con entusiasmo los estilos, la tecnologia y los gustos més recientes. Al mismo tiempo, la posicién visiblemente subordinada del pafs en los circuitos econémices, politicos y culturales también producfa aimbivalencia, un nacionalismo defensivo y nostal- gia localista, Algo similar a esa “cultura de mezcla” que Sarlo encuentra en la novela de vanguardia es también visible a nivel del consumo masivo. Como Benjamin Orlove y Arnold Bauer han argumentado, la particular crisis de la identidad poscolonial en América Latina pro- duce una demanda casi incesante de productos importados (Orlove 6. Para ore formulactén, véase Gorcla Canetn (1995). 24 MATTHEW B. KARUSH y Baues, 1997: 1-29).? Luego de independizarse de los imperios euro- peos a comienzos del siglo XIX, las elites redefinieron su relacién con Europa y buscaron nuevas justificaciones para las jerarquias raciales enraizadas en la experiencia colonial. El consuro fue un elemento clave en este proceso de formacion de ‘a identidad nacional. Al con- suinir las importaciones euzopeas, los latinoamericanos se abocaron ai esfuerzo de crear versiones locales de le modernidad, que, segiin ‘entendian ellos, debia tener su centro en Europa. En el siglo XX, al Tocus de Ia modernidad fue deslizindose de manera creciente hacia stados Unidos, y una cultuca activa del consumo fue extendiéndose mis alld de las elices. Las corporaciones estadounidenses penetraron cen los mercados latinoamericanos de un modo que no tenfa preceden- ces hasta entonces, produciendo el ambicioso esfuetzo de diseminar la “culcura corporativa” norteamericana en ¢l extranjero: Junto con los productos norteamericanos vino la fascinacién con la novedad, el eshas individualista y el ideal del sedmade man (O’Brien, 1999). Como de- muestra Julio Moreno en el caso mexicano, la llegada de productos, negocios y agencias publicitarias desde Estados Unidos no produjo un proceso de americanizacion de diseccién tinica. Por el contratio, los negocios nosteamericanos tuvieron éxito solo cuando adaptaron sus mensajes al nacionalismo mexicano, produciendo una suerte de “zona intermedia’ en la que la modernidad cosmopolita podia reconciliatse con la tradicién de México (Moreno, 2003).8 La creciente influencia comercial de Estados Unidos cuvo consecuencias profundas y comple- jas para América Latina, produciendo discursos hibridos mds que una dominaciéa culeural directa. las investigaciones recientes sobre la influencia de la cultura de ‘masas norteamericana en América Latina han alcanzado conclusiones similares. Bryan McCann ha mostrado que Ja introduecién del jazz cen Brasil en la década del eceinta, asi como la dominacién de fa in- dusttia discogratica local en manos de las multinacionales Columbia y RCA Victor, no americanizaron Ia musica popular brasilera. Por el 7. Véose fombién Saver {2001; 150-152}. 8. Pora une revision que remarque a influencio de los productos nerteamericn- hos. vouse Paver (1999), én at contexto argentino. Ricardo Salvatore (2005: 2)6.235] musta Como lo ogencia J. Walter Thomason se apropié del men Soje nasionaiitte para vencer objet0s cle consumo. INTRODUCCION 125 contratio, estas corporaciones apelaron 2 los aficionados brasileros con nuevos hfbridos que mezclaban los ritmos locales con arregios cosmopolitas (McCann, 2004: 137-145). Al igual que otros negocios norteamericanos que buscaban triunfar en los mercados latinoamert- canos, los productores culturales tuvieron que adaprar sus productos al contexto local. Sin embargo, América Latina también recibié un flujo de productos importados de la cultura de masas que estaban disefia- dos originalmente para el mezcado norteamericano. Aqui también, los historiadores tienen abordajes complejos. Eric Zolov argumenta de manera convincente que la adopeién del rock por parte de la juventud mexicana en las décadas de 1960 y 1970 no deberia ser considera- da una instancia de imperialismo cultural. Una generacién de chicos mexicanos de clase media se apropiaron de ciertas preferencias y préc~ ticas culturales norteamericanas con el objeto de disefiar una identi- dad nacional alternativa y contracultural (Zolov, 1999).? De manera similar, el jazz y las peliculas de Hollywood ejercian en Latinoamérica luna atraccién irresistible como simbolos de la modernidad, Pero los atinoamericanos no capitularon simplemente a la dominacién cultu- ral, Por el contrario, se apropiaron de las formas culturales importadas para sus propios propésitos, generando asi alternativas nacionales que buscaban reconciliar lo local y lo cosmopolita. En la Argentina de los afios veinte, tras varias décadas de un répido crecimiento econémico, se habia producido un amplio espectro de productos nacionales e importados disponibles para un siempre as- cendente segmento de la sociedad. Junto con la creciente demanda en gastronomia, cigarrillos ¢ indumentaria, Argentina también importa- baun creciente némero de maquinas de escribir, bicicletas y teléfonos. 1Las agencias de publicidad locales imitaban las técnicas de sus colegas norteamericanas, usando sondeos de mercado y sofisticados disefios para expandit los mercados. Al mismo tiempo, la introduccién de la radio y el cine extendié la democratizacién del consumo a la esfera cul- tural. Casi de un dia para otro, las nuevas tecnologies transformaron la vida cotidiana de muchos argentinos, en particular la de aquellos que vivian en Buenos Aires y otras ciudades. En los afios treinea, haba 18 9. Otros trabajos recientes que examinan e! complejo uso que s letinasme- fegnos hicleron Ge la culture oe mosar de Estados Unidos son los de Seige! (2008) y Allerio (2009: 239) 26) MATTHEW 8, KARUSH radioemisoras en la capital y se exhib(an peliculas en més de 150-cines en los distintos barrios de Ja ciudad. Junto con las producciones nacio- rales, estas radios y cines oftecian a sus anunciantes una programacién fija de miisica jazz y peliculas de Hollywood. En 1927, Argentina se habfa convertido en el segundo mercado para el cine de Hollywood, superando asi a su més extenso vecino, Brasil.!° ‘Como en otras partes de América Latina, la adopcién entusiasta de tecnologia y contenidos culturales de Estados Unidos no obliteré las pricticas culturales nacionales, pero si ejercié una poderosa influencia. Los representantes argentinos de las comparitas discograficas multina. cionales producian muchos discos de tango marcados por la influencia de los arreglos y la instrumentacién del jazz. Pero, a pesar de esta in- fluencia, esos discos seguian ofreciendo al piiblico una alternativa clara al jazz importado y doméstico. Las radios nacionales desarrollaron una férmula de programacién que enfatizaba el tango y el jazz, més un creciente grupo de radioveatros, modelados en parte por los guiones de Hollywood, en parte por las tradiciones teatrales y literarias naciona- les. De modo similar, los estudios de cine argentinos elaboraron un es- tilo cinematogréfico que combinaba elementos de Hollywood con un localismo autoconsciente. As{, las industrias culturales producian lo que llamaré, parafraseando a Miriam Hansen, “modernismos alterna- tivos’, que reconciliaban la modernidad cosmopolita con la tradicién local (Hansen, 2000; 10-22). En otras palabras, los productores cul- turales argentinos competian por las audiencias locales emulando los estindares técnicos y estilisticos fijados por los productos norteameri- canos importades, incluso cuando distinguieran su propia produccién y remarcaran en ella su angentinidad, Este esfuerzo autoconsciente de representar la nacién era visible en el rechazo de muchas orquestas de tango a incorporar baterfas, en Jas letras de tango que recurrlan al lunfardo, en los guiones y persona: jes cinematogréficos extrafdos de la tradicién nacional del melodrama popular y en incontables otras formas. Todos estos gestos significaban, esfuerzos por construir y metcantilizar la autenticidad. Como sefia- la Michelle Bigenho, cualquier afirmacién de “autenticidad cultural 10, Sobre le evolueién del consumo en Argentina, véase Rocchi (2008: 131-189). Acerca de la importecion de pelcuios, Rocchi (2008: 181) y sobre elnomers de estacione: de roadie y cines, Rocchi (2003: cap. 2) i INTRODUCTION \27 ¢ histérica [...] proclama una continuidad con an punto de origen imaginacio, situado en un pasado histérico 0 mitico” (Bigenho, 2002: 18." Al evocar una supuesta esencia inmutable, las representaciones de lo auténtico offecian una consoladora experiencia de pertenencia para quienes enfrentaban un mundo ea répida y descontrolada trans- formacién. La evocacién de la aurenticidad fue la unica estrategia dis- ponible para los pequefios productores culturales. Al carecer de los recursos de sus competidores del Norte, podian esforzarse por obtener, pero nunca lograr del todo, un estilo y una técnica moderna. Pero su marginalidad global les dio acceso privilegiado a la tradicién local. ‘Los modernismos alternatives en Latinoamérica han sida visibles para los investigadores fundamentalmente como elementos de los pro- gramas intelectuales y oficiales del nacionalismo cultural. El etnomusi- célogo Thomas Turino describe asi el proceso: Binacionaismo culural hativolmente incice que una nueva culture nacional :ex6 creda @ port de lo mejor Ge lo cultura necional "recicional" y de 6 mejor de fa culture extranjeta y "moderna". es deck cormopolta, Les elomen. tos lecalistas (@). souchos, mdsice folcibrica) dela mezcio etn ahi corn une Para hacerle frenté a la crisis provocada 5, Sobre | cdvenimiento det protecciorisme cinematogrénce después de 1943, vase Kiger [2009: 27-85). POLITZAR EL POPULISMO 1231 por la escasez de pelicula virgen, los estudios intentaron negociar me- jores condiciones con las cadenas de cines nacionales, y cuando ese esfuerzo fracasé, el conflicto llegé a manos de Perdn, secretario de Trabajo y Previsién Social. Perén respondié con un decreto a favor de los estudios que establecfa un sistema de alquiler a porcentaje asi como una cuoza de peliculas nacionales que los cines tenian que exhi- bit. Bajo una forma levemente modificada, este decreto modelaria la industria del cine nego de la cleccién de Perén en 1946: una ley san- cionada en 1947 requeria que las peliculas nacionales constituyeran el 25 % de los estrenos en los cines portefios y el 40% en los del resto del pais. A la vez, el Banco de Crédito Industrial comenz6 a oftecer finan- Clamiento para los productores nacionales, que también recibieron un, subsidio sustancial generado por una pequefia tarifa agregada al precio de la entrada. Aunque estas medidas no logaron restaurar Jas ventas internacionales, si revivieron los niveles de produccién cinematogré- Scos; en 1950, la industria estrené 56 peliculas, llegando finalmente al alto mimero alcanzado en 1942. La agresiva intervencién estatal también tuvo un efecto significativo sobre la naturaleza de los films que se producfan. Los bajos niveles de capitalizacién combinados con las peculiaridades del aparato proteccionisca argentino fomentaron la produccién de peliculas de bajo costo que recibfan la mayor parte de su financiamiento de los subsidios y que tenfan asegurado un tiempo en cartel, independientemente de su calidad. El gobierno peronista también buscé moralizar y nacionalizar el cine local. Ademds de la censura, ef régimen usé varias herramientas para lograr estos objetivos. Las peliculas consideradas “de inverés nacional” disfrutaban de acceso preferencial a los créditos gubernamentales; pero, ademés, el gobierno centralizaba le distribucién de pelfcula viegen, emulando a le OCIAA al repartir el material entre los productores a los que favorecia, En 1949, con la designacién de Ratil Alejandro Apold, el ex jefe de Prensa de Argentina Sono Film, como subsecretario de Prensa ¢ Informaci6n, el régimen habia creado una indusccia cinematogesfica en la que cadz decisién artistica estaba sujeta al control politico (Maranghello, 2000a: 56-100; Schnitman, 1979: 91-106; Barnard, 1986: 41-43). Los empresarios radiales argentinos nunca confrontaron el tipo de crisis que enfrentaron sus colegas en el cine. Sin competidores ex- tranjeros y libres de Ia coerci6n que supone depender de la impor- tacién de materiales de base, las estaciones de radio no necesitaron 232 MATTHEW 8, KARUSH de la proteccién del Estado. Pese a eso, los pedidos de intervencién escatal fueron frecuentes. Muchos observadores sentfan que la mala calidad de la programacién radial combinada con su poderosa influen- cia sobre las masas requerfa de intervencién del Estado. A fines de la década de 1930, la campafia para “nacionalizar” la radio gané muchos adherentes que estaban preocupados por la vulgaridad generalizada y esperaban que la radio promoviera “la elevacién espiritual de la masa de trabajadores y de la gente humilde” (cit. en Marallana, 2006: 174) Yel gobierno parecia acordar; un informe producido por la Comisién para el Estudio y la Reorganizacién del Sistema de Radio, formada por el gobierno de Ortiz en 1939, proponia un importante control escatal. Sin embargo, al enfrentar la resistencia de las emisoras, el gobietno no logré sancionar la propuesta. La radio argentina, como la industria cinematografica del pais, experimentaria una vigorosa intervencién estatal solo después del golpe de Estado del 1943 y particularmente después del surgimiento del régimen peronista. La politica del gobierno militar fiente 2 la radio estaba profunda- mente influenciada por la Iglesia catdlica y en particular por monsefior Gustavo Franceschi, que querfa moralizar y proteger a la juventud ar- gentina, resguardndola de la influencia corruptora del tango y ense- Aandoles a hablar el verdadero castellano. A los dias de asumir el poder, el gobierno promulgé un decreto contra el uso del lunfardo en Ia ra- dio, una medida apoyada con entusiasmo por La Nacién y otros parti- darios del esfuerzo por higienizar la cultura de masas. Durante los tres afios siguientes, el gobierno militar decreté que las estaciones de radio debian tener propierarios argentinos, debian dedicarle cierto tiempo a Ja misica folelérica nacional y limitar la transmisién de radionovelas. ‘Apenas unos meses antes de que Pern asumiera la presidenci, el go- bierno lanzé una serie completa de regulaciones radiales destinadas a seemplazar las reglas que funcionaban desde 1933. Consagraban el rol del Estado como “guardién moral” encargado de vigilar los contenidos de los programas radiales y contrarrestar la influencia de los intereses comerciales. Las nuevas replas dictaban que si una red emitfa varias obras de radioteatro, al menos una “debia estar vinculada a le historia o la tradici6n argentina’. Ninguna radionovela podia desarrollarse en tun lugar frecuentado por criminales o incluir prostitutas 0 alcohélicos. Es més, las reglas prohibfan ciertas afectaciones cémicas, incluyende timbres nasales, “distorsiones afeminadas’ o gritos cxagerados. ¥ tal tee POUTIZAR EL POPULISMO. [233 vez lo més oneroso era que Jas estaciones estaban obligadas ahora a ptesentar una copia por escrito de cada radioteatro, cada cancién cada anuncio ante la Direccién General de Radiodifusién, varios dias antes de la emisién. La oficina entonces cortarfa o corregirla los guio- nes y las letras como le pareciera conveniente (cit. en Matallana, 2006: 48-51; Castro, 1991: 209-215). El régimen de Perén mantuvo esencialmente inalterado este sis- tema de censura mientras expandia de manera dramética el rol del Estado en la industria radiofénica. Como propietario de las ondas radiales, el gobierno forzaba a los duefios de las radios a vender sus licencias. En julio de 1947, la transmisién de un discurso de Peron en Radio Belgrano fue interrumpido por una voz que decfa “no crean nada; son todas mentiras”. El régimen respondié cerrando la estacién hasta que el duefio, Jaime Yankelevich, acepté venderla. A cambio, Eva Perén nombré a Yankelevich administrador de la emisora. Al aco. sar a otros duefios de radios con inspecciones frecuentes y costosas demandas de emisién, el gobierno los obligé a seguir su ejemplo. A fines de ese afio, Ia vasta industria de radio comercial en Argentina habfa sido sustituida por dos redes de propiedad estatal: una en torno ala red de Yankelevich y la otra alrededor de la de su antiguo compe- tidor, Radio El Mundo (Sirvén, 1984: 116-118). Al mismo tiempo, el régimen de Perén utilizé la escasez internacional de papel prensa para obligar a los principales periédicos del pais a vendérselos a sus aliados. En 1951, cuando La Prensa—el tiltimo que resistié— fue forzado a ven des, el gobierno habia silenciado a la oposicién y montado un disposi- tivo de medios masivos oficiales bajo la direccién de dos entidades: la compafia privada Editorial ALEA, dirigida por el secretario privado de Perén, Carlos Vicente Aloé, que tenia la cadena de diarios oficial asi como la red radial El Mundo, y la Subsecreratia de Informacién y Prensa, bajo la direccién de Apold. En unos pocos aftos, los medios masivos comerciales de Argentina habian desaparecido, reemplazados por una vasta maquina de propaganda (Cane, 2011: 199-232) Ruptura y continuidad: la cultura de masas bajo Perén __Eladvenimiento de una extendida intervencién estatal de los me. dios masivos tuvo un efecto dramatico sobre las vidas y los resulta- 234 MATIBEW 8. KARUSH dos creatives de miisices, actores y otros artistas populares argentinos, Letristas, muisicos, guionistas de eeatro y cine, directores y radiopro- gramadoves tenfan que ubicarse dentro de la maquina de censura im- puesta por el gobierno milicar y mantenida por el régimen peronista, ‘La creacién de productos culturales permanecia en manos de artistas independientes que buscaban atraer a una audiencia en

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