aquella era la tarde sealada. junt todas sus pertenencias en una
caja, las apil frente a su retrato, prendi el fsforo y las vio consumirse. por primera vez en mucho tiempo su pecho se sinti un poco ms liviano. cuando los objetos fueron cenizas se par y camin de una punta a la otra de la vaca habitacin. la crcel era ahora algo ms espaciosa. se acost junto a las cenizas y comprob cmo caa la tarde por la claraboya. con la noche le lleg la sensacin de que se era el momento indicado: sali y se trep al semforo ms cercano, donde despleg su negro estandarte y comenz a lanzar indescifrables maldiciones. posedo lo encontr. no entenda qu deca ni qu pretenda. grit, llor, hizo infinidad de seas y prometi lo que nunca se haba animado a prometer, pero l ya no la vea. ni a ella ni a nadie. un grupo de personas se fue amontonando en torno al semforo. los que no lo tomaron por un farsante se postraron debajo suyo, como suelen muchos hacer ante las cosas que su intelecto no les permite resolver. as pasaron veinticuatro horas de ininterrumpida accin, tras lo cual, exhausto por el esfuerzo, se dej caer. muri a los minutos, en medio de las miradas de los mudos adoradores. se fueron dispersando sin que un solo sonido manchara el aire. se encerraron en sus hogares y no volvieron a salir en mucho tiempo. el nuevo prcer de un pas de imbciles acababa de nacer.