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Querido sobrino Abraham:

La verdad es que tratar de elogiar tus logros, de dar reconocimiento a


algo que está muy por encima de lo que uno pueda entender, conocer o saber,
es una misión casi imposible, tanto como la tuya propia, en la que nos has
deleitado desde que eras un niño con apenas un año y más tarde, durante todo
el trayecto de tu educación. Ahora vemos en un sólo miembro de nuestra
familia, no un logro sino que nos traes en bandeja de oro de la Universidad de
Miami, Tus Summa Cum Lauden en tres carreras a la misma vez. Ingeniería
Biomédica, Física Pura y para cerrar con broche de Oro, un Minor en
Ingeniería Electrónica.
Cualquiera estaría contento con una sola de ellas, pero eso no sería el
trabajo, ni para nada podría demostrar la entrega y abnegación que todos
sabemos, tú, Abraham, empeñas y desempeñas hasta el cansancio y con
excelencia en lo que te abocas. Podría hablar de lo orgulloso que nos sentimos
todos. Podría decir que nos vemos como parte de tus logros, podría asimilar
parte de tus aplausos y congratulaciones. Pero no sería justo. Es algo que en lo
personal y de manera muy consciente, has venido trabajando para llegar, a
lugares que estoy seguro mi mente aún no imagina. Pero que el mundo y en
especial los que lo requieran a corto plazo verán los aportes que entregaras al
mundo para el beneficio y la cura de muchas de las enfermedades y de los
problemas que la gente tiene o pueda tener.
Hablar de ti, es algo difícil, tanto como hacerlo de tu padre, de Albert
Einstein y de tantos sabios que ha habido en el mundo. Es complicado pues
para ser justo uno debería de hablar tu lenguaje, el que por más que he tratado
siempre está vedado a mi conocimiento y cultura. Me consta que te mueves en
una estratósfera en la que ni con el apoyo de un avión podría alcanzar. Te he
visto estudiar, no como uno sabe o conoce, te he visto y me he enterado de
tus varios días sin dormir y, paradójicamente, en vez de mostrar algún
cansancio o decaimiento, en los instantes de ocio, sé que te pones a seguir a
otras clases en otras universidades, para estar al tanto de mucha más
información de la que necesitas.
Eres, mi querido Abraham, sin lugar a dudas un pozo sin fondo en lo que
se refiere a tu apetencia intelectual. Lo eres, pero esto no quita, de que eres un
buen hijo, un maravilloso hermano y ni qué decir de amigo. Los que te conocen
te veneran por tu simple y cariñosa manera de ser. Por tu forma tan especial
de bajar a nuestro mundo para dejarte entender, por tu bondad, en no
catalogarnos no con lo que somos o sabemos sí cómo nos quieres y respetas.
En otras oportunidades y, me refiero a muchos años antes de este
precioso momento, te he dicho que no tengo la menor duda que recibirás El
primer premio Nobel de nuestra familia. Lo sé, no por el afecto, los lazos o el
amor que te tengo, como sí por cómo sé que sabes y te empeñas en saber
más. Espero que esta carta intrascendente al lado de tu maravillosa labor,
pueda algún día llegar a manos de mis nietos y de los tuyos y que ellos sean
testigos de que la visión que tenemos de tu recién proyectado futuro, es fácil
de predecir. Porque tú eres difícil de emular.
Que Dios te de las alas que requieres para que la distancia por alcanzar
sea tan fácil como lo que ya has logrado y que el mundo aprecie de tus
inventos y de las maravillas que estás por darnos a todos. Quiero extender mis
felicitaciones, con el debido respeto y la consabida admiración a tus padres
que de algún modo te trajeron a este mundo y siempre te han llevado de la
mano por los caminos por ti escogidos. A tus hermanos por haberte dado el
espacio, el tiempo y las comodidades suficientes como para sin ocasionarte
molestias, siempre estuvieron codo a codo, aprendiendo de ti, admirándote y
queriendo. Todo esto, como herramienta necesaria para alcanzar el éxito que
ya tienes y que vislumbramos hasta los que más lejanos de ti estamos. Con mi
amor y bendición, de quien te quiere, admira y sigue cada uno de tus logros.
Tu tío, Samy.
Samuel Akinin Levy

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