Dicen que los dinosaurios se extinguieron por no poder adaptarse a un nuevo
entorno. Si esto fue causado o no por la caída de un meteorito frente a las costas de Yucatán es secundario, sencillamente no eran aptos para su nueva realidad. El elemento común de ciertos pensadores e ideas es sostener que somos engranajes de una máquina llamada sociedad, y que en vez de colaborar voluntariamente, debemos dejarnos guiar por sabios maquinistas -ellos, claro- para alcanzar el "bien común". Indefinible como es, el bien común no puede ser concebido como algo distinto al bien de las personas, subjetiva y libremente fijado. Somos únicos e irrepetibles en personalidad y proyectos de vida, aunque varias teorías no lo tomen en cuenta. ¿Deberíamos llamarlas jurásicas?
Jurásico sería pensar en la explotación empresarial, cuando en el pasado pre-
capitalista todos eran empresarios, sujetos a la directa y "cruel" compra o abstinencia del consumidor de productos precapitalistas Donde Marx vio salarios retenidos (plusvalía), la realidad muestra que muchos cambian la posibilidad de ganancia empresarial por un salario estable y una vida sin tanta incertidumbre. Quien carga con ella es el dueño de laboratorio farmacéutico que paga salarios e insumos por 5 años, con ninguna certeza de que su producto se venda. Los consumidores siempre estamos buscando nuevos precios y productos. Lo menos que merece el capitalista en realidad es hacerse rico, pues enriquece relativamente mucho más la vida de cada consumidor y empleado. Marx no era tan tonto: cuando las estadísticas oficiales ya demostraban lo contrario a su fantasía de la explotación mediante salarios, las eliminó como referencia de la siguiente edición del segundo tomo de El Capital.
Jurásico sería pensar en que el Estado pueda estabilizar la economía. Donde
Keynes vio ciclos y excesos del mercado, la realidad muestra que la banca central con sus emisiones de billetes y papeles varios caotiza el sistema de precios y genera booms y recesiones como la Gran Depresión. Esto genera cortoplacismo y consume capital cultural y material. Las consecuencias no son todas evidentes, pero sí muy costosas. El pleno empleo es una obsesión keynesiana, donde la realidad dice que la productividad es lo importante y el empleo total algo usual en ausencia de intervención estatal para la asignación de talento humano.
Pero llamar jurásicos a quienes sostienen esas ideas fantásticas es hacerles
un favor, al menos los dinosaurios alguna vez vivieron una realidad acorde sin darle la espalda. En cambio, los ideólogos colectivistas nunca concordaron con el hábitat llamado realidad. Pero para lograr avances reales, se debe respetar la realidad. Como dijo Francis Bacon “La naturaleza, para ser comandada, debe primero ser obedecida”. ¿Cuando daremos el paso filosófico y paradigmático para dejar que esas nociones se extingan? Así cada individuo y el conjunto, podrá sobrevivir y progresar en lo que siempre ha sido y será, un universo con leyes inmutables e inviolables. Ignorarlo trae graves consecuencias.