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1
Nietzsche, Friederich. El Anticristo. 1895.
2
Término teológico que hace referencia al Acto del Verbo de encarnarse: vaciarse de sí mismo para volverse
hombre.
3
Ibidem.
1
inserta en el tiempo, adopta la figura de suceso: el paso de la lógica a la
epilepsia se ha consumado…”4
4
Cioran. E. M. Genealogía del fanatismo. Précis de Décomposition. Gallimard. París 1949. Versión castellana
de Fernando Savater en “Adiós a la Filosofía y otros textos”. Alianza Editorial. 1999.
5
Todo lo referente a la crítica histórica, en su “Segunda intempestiva”, se recoge en el summum de la
encarnación de la idea como proceso histórico que culmina (o debe culminar) en la abolición de los principios
por los cuales la historia sobrevive. De esta manera el “nihilismo” no es más que, en realidad, el proceso de la
historia de occidente propio en tanto despertar del quietismo historiográfico.
6
Nietzsche, Friederich. EL Anticristo. 1895.
7
Ibidem.
8
Prefiero utilizar el término original, a sabiendas de la imprecisión de traducir “Voluntad de poder o de
dominio” que es la más aceptada.
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del hombre desprovisto de cualquier sombra de decadencia, en el
sentido de búsqueda formal de una elevación o superación de sí mismo
(visión prototípica de la metafísica nietzscheana)9, al menos en este
pensamiento nuclear, en la que contrapone lo “causal”, entendido, ya
sea en su referencia Aristotélica o del idealismo alemán, como aquella
gratuidad propia de una costumbre corta de inteligencia, que incurre en
el vicio del lugar común donde se reúne todo lo que, en otro campo
extranjero, es absurdo y bestial. A la manera de Hume, la ruptura de la
“reconciliación” (término utilizado también por Kierkegaard en
referencia al Aufheben10 hegeliano), implica la señalización de un vacío:
no hay tal como lo “uno”, la “ousia”, o la causalidad:
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confeccionado, en una pálida sombra desprovista de todo ímpetu vital.
No es este el lugar para esclarecer de manera correcta este punto
importantísimo en el pensamiento de Nietzsche, por lo que solamente
nos limitaremos a exponerlo de manera tangencial. Este proceso que
supo ver claramente Foucault y que no es más que el anuncio de todo su
análisis postestructuralista, es la clave hermenéutica de la cual parte la
crítica acérrima al cristianismo13:
O tal y como decía en otra obra: “no existen hechos morales, sólo juicios
morales”, distinguiendo con ello ese mundo falsario de la consciencia,
del real transcurrir humano: bizarro, agresivo, visceral, instintivo y
enérgico, que sobrepuja toda forma de equilibrio para situarse siempre
por encima de sí.15 La mejor prueba de ese descubrir a tientas la
pluralidad de “pulsaciones” que como hervidero le hacen tomar forma a
ese vapor “espiritual” que es la razón, es que el cristianismo, dentro de
su constitución anímica, no ha escapado de esa verdad: los mejores
tiempos de esplendor del cristianismo se vivieron bajo el reinado de los
papas, y del dominio demente de una mente afectada por la idea de
“Verdad”, “luz” o “Dios”16:
13
Sobre este tema, ver “La crítica nihilista del conocimiento en Nietzsche” de Habermas en “Sobre Nietzsche
y otros ensayos”, versión castellana de Carmen García Trevijano y Silverio Cerca, Madrid, Tecnos, 1982.
14
Nietzsche, Friederich. EL Anticristo. 1895.
15
Ver parte final de “Aurora”.
16
“Las épocas de fervor sobresalen en hazañas sanguinarias: Santa Teresa no podía por menos de ser
contemporánea de los autos de fe y Lutero de la matanza de los campesinos. En las crisis míticas, los gemidos
de las víctimas son paralelos a los gemidos del éxtasis…” Cioran. E. M. Genealogía del fanatismo. Précis de
Décomposition. Gallimard. París 1949.
17
Nietzsche, Friederich. EL Anticristo. 1895. parágrafo que venimos comentando.
4
“El hombre es el animal monstruoso (Untíer) y el superanimal
(Übertíer); el hombre superior es el hombre monstruoso y el
superhombre: ésa es la relación. Con cada crecimiento del
hombre en dirección de la grandeza y la altura crece también
hacia lo profundo y lo terrible: no se debe querer lo uno sin lo
otro, o más bien: cuanto más hondamente se quiere lo uno,
con tanta mayor hondura se alcanza precisamente lo otro”.18
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visto insuperable. El nudo central por el cual se da el drama
postmoderno tiene su punto de partida en esa “ruptura de la
intersubjetividad”21, del socavamiento de todo género de metafísica,
como afán (y he allí el quid y la posible solución) de la reivindicación de
la autenticidad humana. Los procesos económicos, y por encima de
éstos, la superestructura que ya denunciaba Marx, que hoy día se
transparentan en toda su dimensión oligárquica y terrible, dieron pie a
las reflexiones de ambos precursores del llamado “existencialismo” para
la búsqueda individual de sentidos vitales. Hoy, dicho llamado, a partir
de una cada vez más dispersa religiosidad, se torna más urgente y
necesario de precisar el contenido sustancial de lo religioso: es evidente
que el “Cristianismo” como el fenómeno que fue, está desapareciendo.
El primer síntoma lo supieron ver los aquí comentados, pero la
consumación de la enfermedad vino marcado por a penas y sus
influencias, sino por la creciente mediocridad del hombre “normal”,
autosuficiente y orgulloso de su mundo22.
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desmitificador que “culmina” en la caída de los regímenes basados en la
“razón”. El pensamiento de posguerra se ha levantado de en medio de
las cenizas de un mundo agotado, ajado por los grandes proyectos una y
otra vez renovadores que ya no conmueven ni al rebaño más ingenuo.
Esta “precipitación en la nada” en otra parte24, con tono más profético,
Nietzsche lo identifica con el punto culminante del Nihilismo y lo aúna al
comienzo de la liberación completa del hombre, de la aparición de un
ser puro creador, quien es capaz de vivir en la nada, sobre la nada,
siendo, por ello, él fuente y continuo alimento de todo lo “existente”.
Esta es su anticipación, no su acción nihilista del cual él sólo fue
portavoz, sino su intervención “quirúrgica” para sanear la contaminación
axiológica:
24
“¿Qué ha ocurrido en el fondo? Al comprenderse que no es lícito interpretar el carácter total de la existencia
ni con el concepto de “fin”, ni con el concepto de “unidad”, ni con el concepto de “verdad”, se ha llegado al
sentimiento de la carencia de valor. Con ello no se ha llegado a nada, no se ha alcanzado nada; en la
multiplicidad del acontecer falta la unidad que la abarque: el carácter de la existencia no es “verdadero”, es
falso..., simplemente no se tiene ya ninguna razón para insistir en un mundo verdadero... En resumen: las
categorías “fin”, “unidad”, “ser”, con las que hemos introducido un valor en el mundo, han sido nuevamente
retiradas por nosotros -y el mundo aparece ahora carente de valor...” Fragmento n. 12 (XV, 148 a 151;
noviembre de 1887-marzo de 1888) de los Fragmentos Póstumos o Wille Zur Match de Nietzsche según
Heidegger.
25
En El hombre rebelde, Buenos Aires, Losada, 1975. Albert Camus.
7
la inocencia deja atrás a los monos; respecto de los
cristianos, una conocida teoría de la descendencia es una
pura amabilidad...”26
26
Ibidem nota 19.