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a por ello con todas nuestras fuerzas y posibilidades. Esto significa que no
prestaremos atencin al hecho de si alguien lo logr con anterioridad o a lo que los
dems nos puedan decir respecto a nuestra capacidad o la falta de ella para llevar
nuestro objetivo a cabo (lo cual no significa dejar de escuchar consejos).
Sintonizaremos con nuestra Naturaleza, la que nos sabr guiar si nos
concentramos en ella. Si nuestros esfuerzos encontraran barreras, insistiremos.
Pero lo haremos hasta un cierto lmite. Ir ciegos hacia lo que creemos que
deseamos es alejarnos de la Naturaleza. Es no atender a su sabidura. Su voz, en
cierto estadio de nuestra situacin, estar expresada por las trabas y las barreras
impuestas. Nuestro fracaso a determinado nivel estar dado por sus gritos
dicindonos:
Detente! Esto no es para ti! An no lo sabes, pero no es lo que quieres ni
necesitas!
Consideremos el caso ms extremo. La mxima contrariedad a la que se puede
enfrentar el individuo en esta vida: la muerte. Quin de nosotros no deseara vivir
eternamente? Al menos, es lo que pensamos que desearamos para nosotros y
nuestros seres queridos. Pero slo la Naturaleza sabe que esto no debe ser as. Y
por ello es que no lo es. No necesitamos comprender todo. Basta con que ella lo
comprenda y nos gue.
Se hace imprescindible entender que s debemos luchar por lo que deseamos.
Pero hasta el lmite de no contrariar a las fuerzas de la Naturaleza. Incluso la
muerte, segn hemos podido ver ms arriba, en determinado momento, situacin
y lugar, puede significar lo mejor si comprendemos que tarde o temprano a todos
nos llega. Entonces no se trata de rehuirle por siempre puesto que sabemos que
esta posibilidad no existe. Saber descubrir el momento exacto y no poner
resistencia es parte de nuestra capacidad innata y que slo deberemos saber
aplicar en el momento adecuado en concordancia con nuestro permanente
contacto con la Naturaleza. Ya que tendremos que irnos algn da, intentemos
llevar una vida de aprendizaje y finalmente podremos escuchar su voz
hacindonos saber que nuestro mejor momento, el adecuado, ha llegado.
R. S.
El ocaso de la maldad