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Moira, diosa de la muerte

Mario Acha Kutscher

Para André Delvaux, cineasta belga director de “Una noche un tren”

Un coro de “castrati” entona una suave y dulce melodía compuesta por la

visionaria y madre superiora de la orden Benedictina, Hildegarda Von Bingen

(1098-1179), personaje destacado de la alta edad media a comienzos del

segundo milenio de nuestra era.

Abre el telón, es de noche, se eleva una luna de cartón y el escenario se

cubre de una luz azul y mortecina; del fondo de la escena sale, entre dos

inmensos árboles de utilería, un hermoso caballero medioeval, vestido a la

usanza de Durero, lleva puesto un brillante yelmo dorado y va montado en un

enorme caballo negro. Avanza y llega hasta la boca de la escena, se hace un

silencio profundo y nos dice con voz áspera y profunda:

- Si hay algo que nos emociona profundamente es el acto de nacer... y si

hay algo que nos aterra hasta los huesos... es el de morir. Nacemos y

morimos con la sencillez de una flor, sin embargo, a pesar de nuestros

esfuerzos, nos sigue sorprendiendo tan terrible verdad... somos la vida de

nuestros padres y la muerte para nuestros hijos... somos el continuo que no

queremos aceptar.

Repentinamente suena un trueno de latón, el caballo negro levanta

furioso las dos patas delanteras y varios relámpagos emblanquecen la

escena por completo. Caballero y caballo negro se hunden dramáticamente

en el piso, simulando una implacable y terrible ciénaga sulfurosa, mientras el

grupo de timbales de la orquesta hacen vibrar los delicados cristales del

candelabro central del viejo teatro de la ciudad.

La escena cambia, los árboles giran y se convierten en pequeñas casas

de madera, entra una veintena de aldeanos con sus instrumentos de

labranza, y en una gran pantalla digital aparece una valkiria con largas
trenzas doradas cantando una antigua aria operática. El director de orquesta

voltea hacia el público, toma el micrófono y nos dice rápidamente:

- Alrededor de estas situaciones humanas extremas, de vida y... de

muerte, gira una gigantesca colección de sentimientos contradictorios que

gobiernan nuestras decisiones cotidianas: felicidad, miedo, ternura,

amargura, desconfianza, generosidad, y entre todos ellos, descolla ese

sentimiento oculto, desnudo, profundo y misterioso que es el amor.

En la pantalla digital aparece un enorme Sagrado Corazón, mientras el

director, moviendo nerviosamente su batuta, prosigue:

-La Vida... la muerte... o el infinito... son temas preferidos de la

dramaturgia (retrato de Shakespeare) y de la poesía (holograma de Ezra

Pound), de la filosofía (foto de Nietzsche) y de la ciencia (Einstein saca la

lengua), de la magia (grabado de Paracelso) y de la religión (toma de

Jesucristo descendiendo de los cielos acompañado por el Aleluya de

Haendel). ¿Será posible que todo el devenir humano gire alrededor de esas

dos situaciones tan simples, cercanas e inseguras?.

El director gira y da inicio al “Réquiem” de Mozart, mientras en la pantalla

se ven algunas escenas de la ceremonia de entrega del Oscar y escuchamos

en la voz de Clint Eastwood que aparece caminando por el pasillo central del

teatro (aplausos y gritos del público):

- Todos nosotros... (hace un gesto para calmarlos) ...todos nosotros

hemos sentido alguna vez la presencia cercana de la muerte, cada uno de

nosotros puede contar su propia historia, narrar sus propias sensaciones y

sentimientos acerca de ella... (en la pantalla se van sucediendo escenas de

muertes extractadas de las grandes películas de la historia del cine) ...sin

embargo, rápidamente el olvido borra nuestros recuerdos, hasta que un día,

cualquier día, alguien medianamente cercano a nosotros se acerca a la

muerte y nos hace recordar lo frágil que es nuestro cuerpo, lo

espantosamente vulnerables que somos. Una sobrina que muere, una amiga
que sufre un accidente, un conocido que es violentado físicamente; entonces,

recién allí nos reconocemos en la desgracia ajena y nos damos cuenta de lo

vulnerables que somos...

Eastwood prende una habano delgado y largo, hace una pausa, lanza

una bocanada de humo y continúa:

- ¿Sabe usted cuantas guerras en curso tiene el mundo en la actualidad?

Se acerca el micrófono a la boca para decir con voz ronca y susurrante:

-¡Fyfty... four!- ¿Cincuenta y cuatro guerras?, ¡Oh My God!. ¿Dónde? Si

lo de Bosnia ya acabó...

- Entonces hay cincuenta y tres guerras en curso, pensó rápidamente el

director de la orquesta.

- Efectivamente... continua Eastwood, ...actualmente hay: 28 guerras

civiles, 4 territoriales, 13 de secesión o de liberación, 2 guerras santas, 5

guerras de clase y una guerra de expansión. Algunas de ellas llevan más de

40 años de duración, como en Birmania; otras son de fecha reciente como en

Ghana; pero el resultado es el mismo: muerte, mutilación de miembros y

cientos de miles de refugiados.

En la pantalla se suceden una serie de fotografías de manos, piernas y

brazos ortopédicos, mientras suena insistentemente una alarma al fondo del

teatro. Repentinamente se oscurece la escena, la pantalla muestra en

silencio una serie de fotografías de cementerios de todas las creencias en

diversos lugares del mundo... y luego... se oscurece. Suenan seis

campanadas, es la hora del Ángelus (rezo Cristiano de las seis de la tarde).

Empieza la batalla

Sorpresivamente, desde los palcos del teatro, un grupo de niños de la

calle, entre ocho y diez años de edad, empiezan a pelear con exceso de

realismo, enarbolan trapos sucios como banderas; mientras por los pasillos,

varios niños más, avanzan pistola en mano, amenazando a los espectadores


con violencia. Llegan al centro de la escena y construyen una barricada

hecha con juguetes de todas las épocas y culturas, desde allí, parapetados,

lanzan granadas que explotan ruidosamente fuera de escena. La escena

está bañada por una luz verde, las sombras son azules.

Lentamente emerge del piso, al sonido de la percusión y de las maderas

de la orquesta un imponente personaje, lleva puesto una túnica blanca de

mangas anchas y una máscara diabólica de porcelana brillante con grandes

cejas arqueadas y emite un típico sonido gutural del teatro Kabuki:

-¡Ooooooooooh!

Gira violentamente la cabeza y su desordenada melena sigue con

precisión el movimiento, luego alzando una rodilla y doblando el pie hasta

mostrar la planta; proyecta con fuerza gutural y pausada, una voz profunda y

grave que dice:

- En todas las grandes ciudades de mundo... (reconocemos la voz de

Orson Welles), ...las personas han sentido la presencia violenta de las

pandillas juveniles, tema y motivo de innumerables películas y obras de

teatro...

La orquesta toca unos compases de “West Side Story” de Bernstein

(1918 - 1990). Welles prosigue:

- Hoy después de 40 años de la aparición de este fenómeno urbano, han

aparecido las pandillas infantiles... ¡Ooooooooh!.

Haces de luz se concentran sobre los niños que luchan tras la barricada

mortal de juguetes. Welles, que se ha subido sobre una plataforma, continúa

asumiendo posiciones típicas del teatro Kabuki y nos dice (susurrante):

- Asociar la muerte con la vejez, de alguna manera se considera natural;

pero asociarla con la niñez nos parece totalmente injusto y hasta

monstruoso; sin embargo (con voz normal), algunos estudiosos de la tragedia

humana, han detectado otro problema, estiman que existen (levanta la voz)

entre 50 mil y 200 mil niños peleando como soldados armados alrededor del
mundo... (ruge) ¡Ooooooooh!, niños menores de 15 años que luchan y matan

por alimentos, miedo y protección (susurrante) Niños que se vuelven

prematuramente expertos en el sórdido lenguaje de la violencia.

Nuestro personaje gira sobre si mismo y continúa como en una danza de

exorcismo:

- Liberia... Mozambique... Burma... Sri Lanka... Nicaragua... El Salvador...

Angola... Sudán... Ruanda... Sierra Leona... Cambodia... Irán...

Se detiene y avanza rápidamente con pasos cortos a la boca de la

escena y se inclina hacia el público.

- La lista de países es larga, y en ellos, por una u otra razón, los niños

son enviados al frente de batalla, algunos armados de fusiles de asalto

capaces de disparar 600 balas por minuto, otros... (levanta el brazo

izquierdo) ...otros van armados con simples palos afilados de madera. ¿Será

posible regresar a la niñez a estos pequeños asesinos programados?...

¡Ooooooooh!.

Golpe de platillos y el personaje desaparece... queda flotando en el aire,

su enorme túnica blanca; mientras en la pantalla electrónica, apreciamos una

serie de fotografías de varios tipos de armas de guerra con sus

especificaciones técnicas, precio y lugar de adquisición.

En medio de la escena, los juguetes son aplastados violentamente por un

enorme tanque que hace temblar las estructuras del teatro.. el público se

levanta instintivamente de sus asientos y retrocede.

-Calma señoras y señores, calma... por favor, les rogamos regresen a

sus asientos. Reclama inquieto el director de orquesta, mientras hace una

señal para que bajen el telón, las luces del teatro se van encendiendo poco a

poco, y al cabo de unos minutos todo regresa a la normalidad.

Intermedio
En el hall del teatro, el público asistente, muy diverso por cierto y con

gran presencia de jóvenes universitarios, comenta la obra animadamente;

algunos críticos toman nota y el humo mortal de los cigarrillos se apodera del

ambiente. Tercera llamada, se apagan las luces... ¡shhh!... veamos...

Segundo tiempo: después de la batalla

Suena una explosión, abre el telón, en medio del humo vemos a veinte

hombres erguidos encima de una mesa larga, no tienen piernas, visten

uniformes de varios ejércitos y llevan muchas condecoraciones; al frente,

veinte sillas de ruedas se encuentran cuidadosamente alineadas y se

escucha una voz exasperante que nos dice en traducción simultánea del

alemán, en un tono francamente odioso:

- El objetivo de todo ejercito, es derrotar al enemigo, aniquilarlo con el

menor esfuerzo posible, y con el menor número de victimas de nuestro lado.

En la pantalla: fotos de Adolfo Hitler ensayando gestos dramáticos frente a

un espejo, mientras los hombres mutilados giran sobre la mesa con gran

esfuerzo, se escucha una muchedumbre desaforada que grita

constantemente: ¡Sieg Heil!... ¡Sieg Heil!.

Se abre un segundo telón, una enorme marioneta de madera del jerarca

Nazi aparece gesticulando, al fondo vemos un muro de ladrillo con svásticas

pintadas con sangre fresca, la voz prosigue (siempre en alemán):

- Una de las estrategias de combate consiste en incrementar el rango de

precisión de las armas, que actualmente es de tan sólo una víctima por cada

cien disparos (repite furibundo y temblando), ¡se imaginan, sólo una víctima

por cien malditas balas!.

La marioneta avanza y trata de golpear a los hombres mutilados. Varios

locos en harapos salen de abajo de la mesa, y mientras defienden y

acomodan de mala manera a los mutilados en las sillas de ruedas, van

imitando voces y gritando desaforadamente... uno por uno y en desorden:


- Otra estrategia de guerra.., consiste... en buscar herir al enemigo...

antes que matarlo..., no solo porque se saca... a un hombre de combate..., si

no porque se obliga... a que se utilicen... recursos valiosos... (todos a coro)

para cuidarlo y evacuarlo.

La marioneta cae estrepitosamente y las sillas de ruedas giran a gran

velocidad por todo el escenario. El director de orquesta desde la pantalla

electrónica inicia el cuarto movimiento, Adagietto muy lento de la quinta

sinfonía de Mahler (1860-1911), ¿Se acuerdan de “Muerte en Venecia”?.

Luego gira hacia la cámara y nos comenta susurrante en primer plano sin

dejar de dirigir:

- Es decir, paradójicamente estamos jugando con las mismas razones

humanitarias que evitan las guerras. Es por ello que se han inventado las

minas explosivas, que provocan múltiples heridas, producen pérdida masiva

de sangre y septicemia (infección generalizada), muerte o mutilación...

después de algunos días por supuesto.

Sonríe hipócritamente y se concentra de nuevo en la dirección.

La escena queda vacía

Se escucha el tic tac nervioso de un reloj. Un centenar de locos

harapientos entran de rodillas, buscando meticulosamente algo en el piso. El

director de la orquesta inicia la “Cabalgata de la Valkirias” de Wagner (1813 -

1883). De vez en cuando alguno de los locos salta grotescamente en el aire y

queda inerte en posición horripilante. Al fondo el caballero medioeval se bate

a duelo con la marioneta de Hitler, mientras el personaje de túnica blanca

camina con pasos cortos entre los locos con los brazos extendidos y nos dice

con voz susurrante a través del micrófono escondido dentro de su máscara:

- En la actualidad existen 110 millones de minas explosivas enterradas en

64 países. (mapamundi con puntos rojos explosivos en la pantalla

electrónica). Minas que cobran dos mil víctimas cada mes. Las más
pequeñas, del tamaño de una barra de jabón, cuestan apenas 25 pesos.

Algunos países tienen minadas provincias enteras... ¡Oooooooh!.

El personaje danza, la marioneta fascista vence al caballero y nos

muestra su cabeza cercenada, el director de la orquesta nos comenta

sonriente desde la pantalla electrónica:

- Es el arma de los pobres, se pueden fabricar caseramente, las hay de

plástico, saltarinas, direccionales e inteligentes. El problema es que no

distinguen civiles de militares, guerreros de pacifistas, adultos de niños

inocentes.

Hace una ligera venia con la cabeza y prosigue muy serio su labor de

director. El personaje Kabuki de máscara blanca y enorme melena continúa:

- Son armas crueles de bajo costo y larga duración. Según una de las

muchas inútiles convenciones mundiales establecidas: al terminar una

guerra, los campos minados deberían ser marcados y limpiados por los

ejércitos comprometidos, cosa que rara vez sucede... ¡Oooooooh!.

Cae al piso entre los ya numerosos cuerpos inertes de los locos, el

director de orquesta desde la pantalla electrónica, comenta siempre

insoportablemente sonriente:

- Eliminar todas las minas del mundo actualmente, costaría alrededor de

33 mil millones de dólares, y el mejor método para encontrarlas, a pesar de

toda nuestra tecnología, consiste en... (exagera la sonrisa y levanta las cejas

cínicamente) ...ponerse peligrosamente de rodillas y revisar el terreno

centímetro a centímetro, removiendo cada piedra con sumo cuidado.

Se pone serio y sigue dirigiendo, el personaje Kabuki se levanta y ruge:

- Oooooooh!..., el informe del Comité Especial de Desarme de Naciones

Unidas en Ginebra, estima que solo para limpiar, con los métodos existentes,

las minas plantadas en el veinte por ciento del territorio de Afganistán, se

necesitarían 4,300 años.

Los locos a coro, cantando y bailando como niños:


- ¡Cuatro mil.. tres cientos...aaaños!, ¡Cuatro mil.. tres cientos... aaaños!,

¡Cuatro mil.. tres cientos...aaaños!.

Todos bailan desaforadamente, a la marioneta le explota la cabeza, el

personaje Kabuki se eleva fuera de escena.

-¡Ooooooooh!,

El caballero medioeval cabalga sin cabeza, entran los niños de la calle y

todo se hunde en el piso, truenos y relámpagos, el director de orquesta

sonríe, la escena queda vacía.

Mientras tanto... 110 millones de minas causan mutilación y muerte en

todo el mundo sin motivo alguno, sin guerras en curso, tan sólo como una

sorpresa macabra, regalo de “Moira” diosa de la muerte que se acerca

coquetamente para invitarnos a bailar. Baja el telón, termina la música,

aplausos...

México, 30 de Junio de 1996

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