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iano Lutereau es Doctor Licenciado en Psicologta y Filosoffa por la Univer- sidad de Buenos Aires, Se desempe- fia como docente ¢ investigador de fas cltedras de Estética, Psicologia Fenomenolégica y Clinica de Adal tos en la. misma Universidad. Profestor Titular y Asociado en UCES. Miembro del Foro Analiti- co del Rio de la Plata. Es autor de los libros Lacan y el Barroco, Hacia tuna esta de la mirada, La caricia jones sobre la Laformacspecular. Fandamentos fenomenoligicos de to imaginario en Lacan y Los usos del ago, Estétca y dice HISTERIA Y OBSESION: INTRODUCCION ALA CLINICA DE LAS NEUROSIS CONCEPTOS FUNDAMENTALES DEL PSICOANALISIS Directores SANTIAGO RAGONESI- JUAN Manet. Quinoca LuciaNo LuTEREAU Histeria y obsesion Introduccién a la clinica de las neurosis 4 ed Buenos Ares Lata Via, 2014, - 128 pp. 20313 cn. ISBN 978-950-649-588-0 4. Pscodnal COD 150.195, Titulo Imagen de tapa: Hytro, Contacto: wow hyuroes © 2014, Letra Viva, Libreria y Editorial ‘Av. Coronel Dfsz 1837, Buenos Aires, Argentina letraviva@imagoagenda.com worm imagoagenda.com ‘Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina ‘Coordinacién editrial: Leandro Salgado Queda prohibia, bajo as sanciones que marca las eyes, la eproduccién total o parcial de esta obrabjo cualquier ndtoda de impresin includes a reprografi, la fotocopia yeltratariento previa autrizaclén escrita det titular del copyright. indice Notadeleditor 2.0... 0000 9 éQuéeslaneurosis?.. 2... 1 El sintoma neurético . . . 4 Una clinica de la pregunta Seed Larespuesta ala regla analitica. ©... . 31 éQué quiere el sujeto histérico? . .. . . 39 Lahisteriaenandlisis. 6. ee 45 Transferencia e interpretacién en la direccién de are eee ee reece eee ee eee 59 El laberinto de Ia neurosis obsesiva. . . . .71 ‘Amor, deseo y goce en la obsesin. . . 75 Transferencia einterpretacin en la neurosis cbsesva 86 Direccién de Ja cura y posicién del analista 101 Téctica, estrategia y politica del andlisis. . . . . 103 El falo como operador del deseo... 6... m2 El objeto ay el deseo delanalista. 2... 118 A Santiago Ragonesi y Rocio Svarzman. “.,elhllo que permite establecer a fantasia como deseo del Otto, Seencuentran enton- ces sus dos términos como hendidos: uno cen el obsesivo en la medida en que niega el deseo del Otro al format su fantasma acen- ‘uando lo imposible del desvanecimiento el sujeto, e otzo en el histérico en la me- dida en que el deseo s6lo se mantiene por lainsatisfaccién que aporta ali escabullén- dose como objeto.” Jacques Lacan (1960) Subversiém det su- jeto y dialéctica del deseo en el fnconscten- te freudiano, Nota del editor Luego de la publicacién de Introduccién a la clinica pst- coanalttica (escrito en colaboracién con Lucas Boxaca), este volumen contintia la tarea editorial de oftecer al lec- tor textos que, de forma concisay rigurosa, introduzcan a los mas arduos problemas de la practica del psicoanilisis. El objetivo de este libro es el tratamiento de esas dos formas de la neurosis que son la histeria y la obsesién. En el primer capitulo se expone una teflexién general acerca del ser neurético. En los dos capitulos siguientes se presentan los elementos capitales para el diagnéstico 10 capitulo se retoman supone aquello que debe explicar. Por eso es que junto al nnceptos se presentan diversos frag idos a transmitir la teoria ~para no recaer en la especulacién o el dogina-. Asi, por ejemplo, es que los dos capitulos centrales realizan una relectura de dos célebres casos freudianos (el caso Dora y el Hom- 9 cian toteens bre de las ratas) para demostrar el cardcter paradigmati- co que les corresponde. De este modo, tiene el lector en sus manos un libro de inspiracién lacaniana que se caracteriza, entonces, por su retorno a Freud. LeanDo SatcaDo 10 éQué es la neurosis? sentido del sintoma es lo real, 1o real en tanto se pone en cruz para im- pedir que las cosas anden en el sentido de dar cuenta de s{ mismas de mane- 1 satisfactoria, satisfactoria al menos para el amo,” Jacques Lacan (1974) La tercera Habitualmente se sostiene que la clinica de la neu- rosis tiene forma de pregunta. Sin embargo, écémo en- tender esta afirmacién? De manera eventual, suele con- fundirse este aspecto estructural con una circunstan- cia més 0 menos empirica: que quien consulta se acerca de si mismo, etc, No obstante, estas hes no hacen mas que apelar al yo como instancia de referencia para la orientacién del tratamiento. Al res- pecto, Freud propuso una advertencia que tiene valor paradigmatico: n ucdane Lateran “Tanto legos como médicos, que tenden atin a confun- dir al psicoandliss con un tratamiento sugest len atribuir elevado valor la expectativa con que el pa- ciente enfrente el nuevo tratamiento. A menudo creen que no les dara mucho trabajo cierto paciente por tener este gran confianza en el psicoanglisisy estar plenamen- te convencido de su verdad y productividad. ¥ en cuan- to a ott, les parecerd més i pues se mues- tra escéptico y no qulere creer nada antes de haber visto cl resultado en su persona propia. En realidad, sin em- bbargo, esta acttud de los pacientes tiene un valor harto escaso; su confianza 0 desconflanza provisionales ape- nas cuentan frente alas resistencias internas que man- tienen anclada la new De este modo, la relativa confianza o desconfianza del paciente no es un factor de importancia para Freud, punto en el cual podrfamos hablar de una actitud “imaginaria” esto e&, variable segiin el momento de la consulta y sus- pendida de la mayor o menor empatfa que pueda tener- se con el analista y no de los efectos mismos del disposi- tivo-. Dicho de otra manera, que quien consulta “tenga iciar un tratamiento no es un indicador en el que el analista pueda apoyarse con firmeza, mucho me- nos asumir el caso como tun interrogante acerca de la po- sicién subjetiva en la causa del padecimiento. De hecho, Ja referencia freudiana contintia con un esclarecimien- to suplementario que permite prever todo lo contrari A. Freud, S, (3918) “Sobre la iniciacén del tratamiento” en Obras completas, Vol. XIl, Buenos Aires, Amorrortu, 1995, pp. 127-128. 2 Hea y obsedén,Intvoducelén ala linia de as neurosis "Es cleto que la actitud confiada del paciente vuelve muy agradable el primer trato con el; uno se la agrade- ce, pesea lo cual se prepara para que su previa toma de partido favorable se haga pedazos ala primera dfcultad que surja enel tratamiento, Al escéptico see dice que el analisis no ha menester que se Ie tenga confianza, que tiene derecho a mostrarse todo lo exitico y desconfia- do que quleta [..]y que su desconfianza no es més que tun sintorna entre los otros que él tiene, y no resultard perturbadora siempre que obedezca conciencudamente alo que le pide la regla del tratamiento."? Eneesta tiltima indicacién hay tres cuestiones para su- brayar y que cabe considerar con detalle en este primer capitulo: por un lado, si las actitudes imaginarias pue- den ser consideradas tan sintomndticas como lossintomas, el Otxo -que parecerfa, segiin suele decirse, algo propio de la neurosis~ no se reconduce a una actitud yoica, éno FE ecemm nae onsen a “decntana Poeee ere nce east cate Sanaa ‘esta situacién. De este modo, la desconfianza implica un modo de x beiecctdeemimcmecsn = arpiorpponarrpriear rea a B l cian Lateent hay modos concretos de reconocer esta puesta en forma de un interrogante analitico, para no afirmar solamen- te una po ue suele enunciarse al cir que el neurético se pregunta por el deseo del Otro)? tima cuestién a presentar: la neurosis se reconoce como un modo singular de respuesta a la asociacién libre -al gual que las psicosis y las petversiones-. El sintoma neurético La clinica psicoanalitica tiene en su centro el s{ntoma. De un modo indirecto, aunque certero, lo decfa Lacan cuando -en la “Apertura de la seccién clinica” (1977)~ ica “consiste en el discernimiento tre el sfntoma y las demas formaciones del inconsciente. Porque no alcanza con sostener que el sintoma sea una tealizacién de deseo mas 0 menos desfigurada (como lo ¢s también el suefio) ni una formacién de compromiso © comprometida con una verdad de palabra (como lo es 4, Aqulse condensan los desarrollo lacanianos respecto del grafo del deseo, que no serén tornados en esta ocasin ~como aproximacion, ‘estructural- para privilegiar una via de acceso ms concreta all todo de formacién discursiva que implica la neurosis, dado que “Apertura dela seccin clinica” en Orniear?, No. , 1981, p. 39. Hiserlayebssin, Inrodverdn a clinica dels neurosis también el chiste), sino que encontramos un hilo con- ductor para aislar su especificidad al interrogar su cardc- ter de satisfaccién sustitutiva. ‘Ahora bien, éa qué deberfa su privilegio clinico el sin- toma? Justamente a esta satisfaccién a la que conduce, cena que se fundamenta como el motot pulsional de un tratamiento y que, paradéjicamente, suele manifestar- se con extrafieza -dado que el analizante no se recono- ‘con esa satisfaccién... aunque sabe que eso le concier- nne de un modo intimo-, En efecto, ¢s tan extrafia esta satisfacci6n que se la suele vivir como padecimiento. Asi Jo expresa Freud en una de sus més significativas defini- ciones clinicas del sintoma: “Los sintomas [...] son actos perjudiciales 0, al menos, {ndtiles para la vida en su conjunto; a menndolla persona ‘se queja de que los realiza contra su voluntad, y conlle- van displacer o suftimiento paraella Su principal perjul- clo consiste en el gasto animico que ellos mismos cues- tan y, ademis, en el que se necesita para combatirlos.”* Importa subrayar el cardcter clinico de esta definicién el aleance que de ella se desprende para la prictica del psicoanilisis y, en particular, para la puesta en marcha del dispositivo- que pociia ser vinculada con el “penar de més” de que hablara Lacan en el seminario 11 -y que justifica, de forma perentori la intervencién del analis- 2 oof 6. Bread, S. (1916-17) "23" Conferencia: Los eaminos dela formacién de sintoma” en Confrencias de introduc al psicoandlss, en Obras Luciano toteesy ta-7 Dicho de otro modo, se trata de una definicién cli- nica y no metapsicoldgica, como la que podria extraerse del caso Dora cuando se enlaza el sintoma de la tos con la fantasia sexual respecto del padre, El sintoma como ex- Presi6n de fantasfas inconscientes, en funcién del con- cepto de sobredeterminacién, he aqui una concepcién especulativa y las palabras de Freud en dicho contexto lo demuestran: “Deotra manera, los requisitos que suelo exigit a una ex- plicacién de sfntoma estarfan lejos de satisfacerse. Segiin uuna regla queyo habia podido corroborar una y otra vez, pero no me habfa atrevido a formular con validez uni. | versal, un sfntoma significa la figuracién -realizacién- de una fantasia de contenido sexual,.."* No obstante, como habré de verse en los capitulos si- Buientes, los presupuestos tedricos de Freud acerca de lo que debfa encontrar en la exper on motivo de obstéculos. En todo caso, se tra- ta de interpretar clinicamente esas definiciones metapsi- coldgicas (asf también lo hace Freud cuando, en el mis- 7 “Digamos que, para una satisfaccién de esta indole, penan demasiado. Hasta cierto punto este penar de més es la tinfea justificaciin de restr intervencién....] Los anlistas nos metcmos encelasunto en la medida en que creemos que hay otras vias, mis clas colaterales de su expresi frase se ocultaba su contraria: que el padre era ein un= vermégender Mann {un hombre sin recursos). Esto sélo podia entenderse sexualmente, a saber: que el padre no tenfa cursos como hombre, era impotente.” pp. 42-43. A partirdeestaindicacignfreudana puede entreverse Oto de la histera siempre campea entre la omnipotencia y la impotencia, es decir, o ben ~para decile con Nasio= es un Otto fuerte que abusa de su fuerza para frustrary humnillaral sujeto (que se queja de queno da lo que patria dar), bien es debily, al requerit compasién, someteal sujetoporlapledad que produce (yala que no podri poner remedio). Cf. Naio, J.D. (1990) Eldolr en la histeria, Buenos Aites, Paldés, 1991, cesta via, se puede entrever ‘c6mo el Oto de a histeriasierapre est concernido en su perversin, dado que se lo requlere a partir de su deseo, Dicho de otro modo, cl fantasia histério estan perverso como toda fantasia y, en est sentido, cabe cuestionar esa deriva contempordnea que se encanta con diagnosticar a las parejas de las histéicas como perversos Gncluso en libros que hablan del “psicdpatay su complemento", Histelaycbsesién,tnreduecén a clinica de as neurosis Entre los comentadores del caso Dora, este pasaje se ‘ha prestado a las més diversas confusiones. Ya sea por- que se ha presentado como un punto de partida el modo en que Ta histérica hace existir Ta relacion sexual (a tra- eel sintoma capital de Dora? jo Thiporta aqui tanto es- tablecer el recorrido que podria llevar desde la satisfac- ign oral en la tos hacia el catarro (asociado al fluor al- bus y la masturbacion infantil), sino advertir, en primer lugar, Ig simultaneidad entre ‘cuentra asociada con otr: a Freud entender Ia i eS requerido por el deseo que se le supone. Si la sefiora K tiene un valor para Dora, este radica en set el signo del 57 laciano Lateran deseo del padre que puede desear a pesar de su impoten- _cia.fPor eso el Ctro de la histeria no es una forma ideali- zada (un “padre ideal”), sino que es ~como dijera Lacan sin del Otro que interesaria mas por su deseo que por sty ley... si su ley no fuera fsma del deseo, rax6n de la neurosis de Dora porque demuestra Ja "are madura” de esta tltima en el amor de la histérica por sendiente de cualquier relacién tierna, dado que bien se puede amar al padre que se odia), esto ¢s, el punto en que su sintoma responie'a ese sintoma del padre que es la pregunta por la causa de su deseo en este sintoma se recorta también cudl es la posicién pri- 22, CF. Lacan J. (1969-70) El seminario Buenos Ales, aidés, 2008, oF si dec algo que devenio consent: ‘Soya a de papa. Tengo un cate come 4: Hime haemo, come enfemaraimams. De deg at ila psiones ue se eran porla enfermedad, (1905) nto de andlsis de un caso de histria (‘Cao Dora)” ‘momento paroxistico de una 2 cones coed i ts ect dl mani son requ habia "engaado” por nu mu se scontangsdeun nba tater ena en el seminario 17-* el “amo castrado”, es decir, una ver- De este modo, la tos es el sintoma que esté en el co- padre (ques indepe ‘una mujer (que no es la madre). En otros términos, en Fuarpasiva, estos, al que acusa de querer llevar su deseo Fama forma de satisfaccién, que la tomaria como objeto “un seductor es la degradacién de un deseante-, respec ~ todel cual el analista debe cuidar el cardcter discrecional de su intervencién. Transferencia e interpretacién en la neurosis histérica, entonces, son los dos prSximos pun- - tos.alos que cabe atender, ‘Transferencia e interpretacién en la direccién de la cura Para dar cuenta de la puesta en acto de la transferen- cia en la histerfa no hay mejor situacién clinica que el primer suefio del caso Dora. El texto del suefio se resu- ‘me con los siguientes elementos: en Ia casa hay un in- despierta; entonces ella se viste con rapide y, su madre pretende salvar un alhajero, el padre dice: quiero que yo y mis dos hijos nos quememos a causa de tu alhajero". Luego descienden la escalera y, una vez aba- ~ jo, Dora despierta, Una vez esclarecidos los diferentes hilos asociativos que se desprenden del material, la interpretacién del sue- fio, segiin Freud, consiste en ubicar el designio al cual responde, dado que se trata de un suefio que aconteci6 cen forma tepetida después de la escena del lago. En ese contexto, Freud pone de manifiesto el designio diurno de 59 Luciano Lateseau permanecer a salvo del sefior K, esto es, Asimismo, sintoma de enuresis, De este modo, el ntic] tial onirico se traduce del modo si suient es muy fuerte, [Querido papé, clas cuando yo era nifia, para que no moje mi cama” Ahora bien, respecto de la transferencia, cabe dete- nerse en un aspecto suplementario relacionade con el relato del suefio: “Habia olvidado contar que todas las veces, tras desper- tar, habia sentido olor a humo. El humo armonizaba ‘muy bien con el fuego, pero adems sefialaba que el sue- lo tenfa‘una particular relacién conmigo, pues cuando ella aseveraba que tras esto 0 aquello no habia nada es- condido, solfa oponerie: ‘donde hay humo, hay fuego’. Pero Dora hizo una objecién aesta interpretacin exchi- sivamente personal: el sefior K y su papa eran fumadores apasionados, como también yo Jo era, por lo demés,”2! Por un lado, es importante notar que se trata de un Suefio que se repite en el curso del tratamiento, Por lo tanto, cabria preguntarse a qué obedece ese retorno, es decir, éde qué necesita defenderse Dora en este punto? Por esta via, se pone en juego con Freud una posicién 24, bid, 6 25, Ibid, p. 65. 60 frente a la ten. tacién de obsequiar a este titimo lo que su mujer le re. Inisa, el suefio refresca el amor de antafio por el padre, 4 mis alld de la prosecucién de un pensamien. to iniciado, el suefio retoma un aspecto infantil, cierto del mate. 4 tentacién protégeme como lo ha- sel y bet, Introdyelén ala clinica de las neurosis sticular de esta analizante, la sustraccién histérica de Perel que ocupa un lugar de seductor. De este modo, se sade un suefio de entrada en andisis,en el cual Dora sncuye a Freud en una serie transferencial especifia -2 artir de un rasgo privilegiado: la oralidad; en este beet fido deberfaentenderse la construccinfreudiana de la © fantasia de querer ser besada-. Dicho de otra manera, con este suefio Dora pone sobre aviso a Freud de que co- menzaté a defenderse del tratamiento asi como lo hic xa del sefior Ken Ia escena de! lago. En resumidas cuen- tas, se trata de un suefio que permite ubicat las coorde- nadas de iniclo de andlisis de una histérica: “entra salien- ssa al avisar que se va a i” Desde ene punto de vista, Zadmo se “ee” la transfe~ rencia y la inclusion del analista en la “sere psfquica”? “Tas yemmmlot detent paren remontre st ect [ees on er a eee ‘Sasi tlbofenrs eo sducor sec chipetatorese Frag enstmoment permet la Por tina recog iin queen poate tyme ga cp on i oa rsonn r ain eraa rdho {Sern ners leven ech famasettagietetninr cas Ai 27 anansunpere paris oe dcieen po rviaarge sn decnsoniocn can pr alosend co Gea am Giese wana ge dese tio wi ea 5 dias, aproveché la ausencia para pergefiar este suefio Ce 7 clase sna ov ee ea cdc any eu no i SOSEAS Wanye seb yon Sn tng, Tustarme, pensar Soe es porque lp quer deci Licino Lutrens En primer lugar, es notorio que Freud sancione que el suefio es una respuesta a una intervencién suya (més o ‘menos constante, destinada a hacerle reconocer a Dora su amor por el sefior K). En este punto, la respuesta de enabsoluto esos asi, va que el humo est referido al tabaco y la con comparten los tres hombres; es de una interpretacién imaginaria que atribuya roles a los personajes de lsituacién analitica por ejem- Plo, es conocido el suefio de la paciente Frida, de M. Lit- le, quien al sofiar con Ja virgen Maria se encuentra con que su analista se atribuye esa con: de virgen-, sino que es Dora misma quien, al objetar la interven Ci6n, ubica a Freud en la serie en cuestién, A propésito de este tltimo punto, por otro lado, équé podria decirse respecto del modo en que Dora responde a las intervenciones de Freud? Nuevamente ahf se pone ‘en juego una respuesta propiamente histérica: la obje- \6n -que podria ser reconducida a la posicién de la his- térica respecto del goce a través del asco-. Esta misma actitud se encuentra en la sectiencia que lleva de la con sideracién de los indicados pensamientos hipervalentes de Dora (acerca de la relacién entre su padre y la sefio- ta X) hacia la interpretacién que realiza Freud ~al indi- carle su participacién edipica en el amor por su padre y |a ocupacién del lugar de su madre-: “Cuando comuniqué a Dora que yo debfa suponer que su inclinacién hacta el padre habia tenido, ya en épaca sine de las neurosis isteriayobsesign. Intodueciin a temprana, el cardcter de un enamoramiento cabal dad, su habitual respuesta: 'No me acuer- Deeste modo, Dora se defiende dela presencia del ana- lista en la interpretacién al defraudarlo, punto en el que cabe pensar algo respecto de la posicién de aquél ante la histeria, Es cierto que, luego de la objecién, Dora recuer- dael caso de una prima que confirma la intervencién de Freud, a partir de un contenido semejante: “Estoy habituado aver en tales ocurrencias, que presen- tan algo acorde con el contenido delo que yo he asevera~ do (al pactente), una confirmacién que viene del incons- lente. Ninguna otra clase de "se escucha desde el in- ‘consciente; tn ‘no’ inconsciente no exist en absoluto."* He aqut un punto delicado, que la lengua popular tra- sunta en una afirmacién vulgar: “cuando la histérica dice ‘no’... en realidad quiere decir ‘sf. La distancia entre la 28, Freud, S. (1905) “Fragmento de anilisis de un caso de histeria (Caso Dora’), op. cit, . 51. 29. Ibid. 30. *Otra forma asombrosay enteramente confiabledecorroboracin consclente, que yo no conocfa atin en la época psa por eaber! mente eo me era el pacientes erponer or primera vera st perpen concent le pensmientos Fepimldor na hace io ater recente erm IN eno casos sige deat". p51 63 eelano tateest afirmacién de Freud y esta reduccién peyorativa radica en la corroboracién que éste encuentra en la asociacién Il- bre. Asimismo, cabe preguntarse si acaso el modo de in- lel analista no obedecfa a un céleulo un poco entusiasta que forzaba el rechazo en cuestién, Desde un comienzo Freud se obstina en hacerle reconocer a Dora el objeto de su deseo, La linea de interpretacién freudia- na, que lo confirmaba en una posicién de seductor, se resumfa en que Dora asumiese su amor por el sefior K... Sin duda no se trata de la mejor via para responder a esa coyuntura deseante que es a histeria, De acuerdo con esta de entenderse la “autocritic: historial, cuando consigna su mo ima indicacién es que pue- freudiana en el final del “error” para reconocer se trata de quie Dora estuviese enamorada de la sefiora K, s decir, esa inclinacién no debe ser enitendida en térmi- nos de eleccién de objeto, sino que en esa mencién debe apreciarse que Freud descubre la orientacién clinica del tratamiento de la histeria, esto es, el lugar que la Otra - sostenida desde el deseo del padre~ ocupa como enigma de la feminidad. Asi es que Freud rectifica su propia po- 31 "En efecto, Freud no vioque et des est situado para el histérico en tal posicin, que decile Desea usted a éte 0.2 ta es slempre una lnterpretaién forza sno hay ningin ejemplo Fy no haya obtenido al ‘menos, sin ninguna clase de excepcién, la negativa de la pactente a accader al sentido del deseo de su s 1957-58) EL seminari 5; Las formaciones del inconscient, op lt, p. 415. mn homosexual del caso. Dicho de otro modo, no + Historia yobeesi,Intoduccén la licks de as neurosis sicién en la cura, demasiado orientada a buscar la con- fesiGn del deseo, cuando la histeria se ubica en la sal- vaguarda de que ese objeto sea nombrado... porque se- ia intitil, porque si algo ensefia la histeria al psicoand~ Iisis es que el objeto del deseo no es su causa, y esto il timo es lo que a este tipo cl interesa. “Como es es lo que a este tipo clinico le interesa. “Como es ue una mujer causa un desec he agui la pregunta que la histérica formula con su sintora cuando rechaza condescender a la satisfacclén,¥ porque en su nticleo se ‘encuentra el presupuesto de que la satisfaccidn a1 deseo; esto es, a pesar de separar la causa del deseo y el nfesé que no podia guardar acta el seiorK. la inquina que 3 Ue, Ca gum dao nbs econ pot cle «estando ellen compatia de una prima que nolo conocia, Laima ‘exelamé de pronto: Dora, équéte pasa? Te has puesto mortalmente pillda’. En su interior no habia sentido nada de ee cambl cenplqué que los gestos ya expresin de los afectos obedecfa mas alo Inconsciente que alo consciente[..]- Otra ver, tras varios dias en habia mantentdo un talante alegre, seudi6a mf del peor humor ‘Mi arte interpretativo estaba embotado est dia lade seguir lando y de pronto record que hoy ra también el cumpleaiios del sir K, hecho gue yo aprviehé ex su contra. Freud, S. (19 “Eragmento de anilisis de un caso de histeria (‘Caso Dora)" cit, p. 52-53, BB.CE Andee 8. (1995) eQu ule tna mula, Meo, Siglo 300, 2002. : 34, Aqui podria responderse ala eventual pregunta por la “actualidad el caso Dora, cuando hoy en dia vemos que las histéricas ro tdenen tantos rodeos ni evitan poner el cuerpo, Sin embargo, una sustraccién mis sofstcada no deja de ser una sustraccién: la histrica actual bien puede exponersu cuerpo... pero nose entrega. Asuvez este aspecto demuestra que condescender al lugar de objeto cortelatola puerta de entrada al oce ferenino, goce del la histérica muchas veces ce defiende incluso com el orgastuo que puede hacer un uso “frigido"), 6 3 6 ‘clin Luteeaa objeto que lo podria satisfacer, no deja de solapattos sin. fométicamente en su respuesta defensiva ante el Oto, Ahora blen, {de qué le servirfa a un analista confi rdadera” en el sentido ~ si esta no produce un ‘cambio de posicién subjetiva? Luego de varias secuenciag ‘mar que su interpretacion es “ de que se adecua a los “hechos’ de intervenciones con Dora, Freud escribe io siguiente: “No obstante, ella sigulé perseverando en su contradic- ign ami aseveracién (que buscaba ratifcar el amor por <1 sefior KJ, hasta que hacia el final del andliss se ob- tuvo la terminante prueba de que esta era correcta," Sin embargo, a pesar de que Freud “tuviese razén" lo cierto es que Dora abandoné el anilisis. En este pun. to, ¢s preciso introducir una reflexién acerca del lugar de la verdad en el tratamiento analttico de la histeria, ST $e a mitimlento analitico de la histeria,. 35, Este aspecto se ve en Dora ve en Dora partir desu pret 9, mejor dicho, en su anhelo de ser amada po one en juego en el motivo por el sma (que se hace echara una gobemnanta SefioraK al delatar I intimidad eee fu oe Punto puede entreverse el valor elfnico de la Sade aint conta dapat som ee et mento, orl at, sacle come in ned ae eee rtm dectomaie saree es tanta wey ne eas Dor cs oe ae ‘eset nui" legs Boa sane stark gua sia sge dec a S'G905 regen de di Seon ne Fa Dora')", op. cit., p. 55. feaaaenccee ta 3 6 < & que hidera de rainy hn, ena ede ot esta tltima se interesa por la elaboracién de saber, pe- ‘propias intuiciones la causa tilti- ma de lo que aquella dice. En todo caso, en la interven- cidn analitica se que la’verdad se produzca como: efecto del decir del analizante y no sea restitulda por el _ efecto del decir del analizante ‘gnalista. Después de todo, el analista frente a la histe- ria no tiene por qué ser una especie de detective sagaz, sino -Itodo lo contrario!- un chorlito que se deje enga- fiar por los velos con que la histérica presenta su rela- cidn con el deseo. ‘Como hemos dicho, el andlisis de Dora no avanz6 mu- cho. Se fue tan neurética como Ileg6; su posicién subjeti- va permaneci6 inalterada -como demuestra un testimo- nio posterior de F. Deutch-.” Si Freud presentara el caso en funcién de entender la reaccién de la muchacha, la respuesta se encuentra en el esclarecimiento del segundo suetio, con el que también se pone fin a la cura: “Yo consideraba que todavia no se habia explicado en absoluto qué la habia levado a sentirse tan gravernen- te afrentada por el cortejo del sefior K, tanto més cuan to que empezaba a ver que para elsefior K el cottzjo de Dora no habia sido un frivolo intento de seduccién.”* 37, CE. Deutsch, F. (1957) "Una nota a ple de pigina al trabajo de Freud ‘Andliss fragmentario de una histerla” en Revista de Pelecadlsis, 27, n° 3, Buenos Aires, 1970. 38, Freud, S. (1905) “Fragmento de andlisis de un caso de histeria (Caso Dora) opt. 84 7 Lacano Luterea ‘Histeria yobs, Inroduccén slink de ns neurosis Esta via de esclarecimiento llevarfa, finalmente, a la” Jocalizacién de Dora en una posicién simétrica ala de lg empleada que habfa dado un preaviso de 14 dias, lego de un intento de seduccién por. parte del sefior Ky, por cier. to, no otra coyuntura es la que se actualizé en la transfe. tencia con Freud. Asi es que Dora -conseguiria su nombre ‘como caso, que, después de todo, indica su PB 6 goce: Dora era el nombre con que la fami Freud lamaba a su empleada... aunque-su nombre era Marth: 4sinem- 4 Dargo, este tiltimo era también el nombre de la esposa de Freud y no estaba bien visto que una empleada le disputa- rael nombre a la sefiora del hogar. Por lo tanto, se le dio elnombre Dora, que implica su céndicién de “sin nom- bre” y, en su relacién con el caso de Ja muchacha anali- zante de Freud, la actitud de sustraerse de la posicién de objeto cuando se atribuye a éste un estatuto degradado. Asimismo, el segundo suefio abre la deriva que con duce hacia el interés de Dora Por el saber -en el punto €n que prefiere ir a leer un libro antes que asistir a las exequias del padre muerto-. En este punto, cabe enfati- 2%, como ya hemos afirmado, que esta indicacién de sa- ber en Ia histeria es la Puerta de entrada al anilisis, en la medida en que la disputa de un deseo insatisfecho s6l0 conduce a una rectificacién de la demanda o una varia- ble de la plasticidad yoica; en cambio, la referencia al sa- Enel seminario 17, Lacan arviesga que Freud se habria equivocado en su forma de acercarse a la histeria: *Z¥ por qué se equivacé Freud hasta ese punto, tenien= doen cuenta que, de creer en mi anélisis de hoy, no te- nfa més que tomar lo que le daban asf, en Ja mano? @Por qué sustituye el saber que recoge de todos esos pi- cos de cro, Anna, Emmie, Dora, por ese mito, el com- plejo de Edipor® La afirmacién es un tanto injusta, en la medida en’ ‘que Freud descubrié el psicoandlisis gracias a la histe- rlay, por cierto, respecto del caso Dora ~segiin lo hemos considerado en este capitulo es evidente que pudo es- clarecer los elementos estructurales indispensables para su diagndsticoy la puesta en marcha del dispositivo, Sin embargo, el punto en gue Lacan enfatiza el extravio de Freud es bien concreto, esto es, apunta a la intervencion ‘yel manejo de la transferencia. Respecto de la primera cuestién, ya hemos indicado de qué manera Freud avanza precipitadamente en Ia in- terpretacién del objeto del deseo (el amor por el sefior X), cuando la histérica testimonia de la condicién enig- en Ia calle con una ex-parea: “Le pregunté en qué andaba y me respondié: ‘No tengo necesidad de contarte’ {Cémo puede ser que conductor de ese anzuelo en que la histérica padece su cutiosidad, por la cual inter- cambia la realizacién del deseo.” 39. Una analizante lo decfa en est términos luego de encontrarse 68 re qlracontar™ Poco importa queda euveren ae con Ctra tone po en gee eneueto profi ee conmovetorquesreejsen urns sus que dito xenta de ue xe "deseo de sae” este ena el Inconcu, Lcane Lutereau mitica de este tiltimo 0, mejor dicho, del cardcter de res- to ~de la demanda- que lo define. 4 ‘A propésito de la transferencia, la elaboracién en tor- no al segundo suefio demuestra de qué modo el entusias- ‘mo de Freud como investigador fue contraproducente, Frente al aviso de que se trataba de la tltima sesién pro- puso continuar el trabajo como si nada y, en el momen- to conclusivo, se mostré satisfecho con los resultados, a Jo que Dora respondié que no habia sido gran cosa. De ‘este modo, Freud hizo consistir su posicin de seductor cen la transferencia ~verificada con el primer suefio~ y Dora no hizo més que replicar su respuesta de sustrac- cién, En dltima instancia, esta secuencia permitiria con- firmar ese famoso refrén que sostiene que “quien avisa, no traiciona”. Y, por cierto, para Dora la venganza no era un motive menor. “EL obsesivo arrastra en la jaula de su narcisismo los objetos en que st pre- gunta se repercute en la coartada mul- tiplicada de figuras mortales y, domes- ticando su alta volteret ‘menaje ambiguo hacia el paleo donde tiene él mismo su lugar, e del amo que no puede verse.” Jacques Lacan (1953) Fuotcidny campo de la palabra y del lenguaje en psicoanaliss Por lo general, es una referencia remanida afirmar la ambivalencia en el miicleo de la neurosis obsesiva. Capaz de los gestos mas generosos, el obsesivo resuelve sus ac~ ciones, al mismo tiempo, con un tinte agresivo que sue~ le sorprender 2 su interlocutor, Por esta via, se ha habla do muchas veces, entonces, de un “deseo de destruccién” en a obsesién y asi, pot ejemplo, es que ~por momen- tos Freud interpret6 las coordenadas deseantes de su pa- ciente "El Hombre de las ratas”, Sin embargo, la agresi- 70 n a : _—_ eee teria obesGn, Introduceién al clinica elas neurosis vidad dista de ser un fenémeno privativo de esta forma de neurosis; también puede apreciarse que la histética ‘capaz de las mantobras de confrontacién més encarniza- das -asi es que, por ejemplo, ha podido hablarse de una © “histeria perversa”-. En definitiva, cabria asumir que este avatar €s propio de la relacién imaginaria con el semejante y, antes que el objeto de un deseo, tifie un modo discrecional de po- mientras que la histérica objeta al Otro, (sea que lo lamemos Padre, Ideal, etc.) y se identifica con el semejante; el obsesivo hace del Otro el sostén de su relacién con el deseo y padece el infierno de la rela- asume una condi ‘cidn imaginaria. Por lo tanto, en lugar de desacreditar esta supuesta ambivalencia, mas interesante es la via de esclarecimiento de su razén estructural, Para dar cuenta de este aspecto seria importante ensa- yar la respuesta a una pregunta especifica: de qué modo s¢ relaciona sintomaticamente el obsesivo con el deseo, elamor y el goce? Respecto de Ja primera cuestién, podria recordar- se una célebre indicacién de Lacan a propésito del nifio (futuro) obsesivo que demanda una cajita con un énfa- sis algo insistente: otras sino que pre- ‘esque no es una demanda como 1 mismo que senta un cardcter de condicién absolut tes he designado como propio del deseo. Jarelacisn del sujeto con el Otto ad © quiere cierto tite destructvo es porque, en la elevacién dela demanda a este cardcter absoluto, el Otro come de seante es rechazado. Sin embargo, esta posicién en la de- manda no deja de ser una demanda como cualquier otra ‘en la medida en que esta dirigida al Otro, esto ¢s, se re quiere a este timo pero‘ titulo de desconocerio. Por eso paradgjica: | Deeste mo bsesivo hace pasar su deseo por delante de todo, gqulere decir que va a buscarlo mis alli, poniendo la ria en él, propiamente, en su constitucién del deseo, cesdecir, en la medida en que, en cuanto tal, destruye al (Otro, Agus esta el secrcto de la contradlecién profunda aque hay entre el obsesivo y su deseo."* Por esta via, el Otro no serfa mas que un requisito ex- pectante de la demanda en juego (por eso Lacan acosturn- braba decir que el obsesivo siempre est pidiendo permi- so, es decir, asi restituye al Otro del que “aparentemen- te” reniega)*y el obsesivo, como cualquier neurdtico, se “En esta exigencia tan particular que s ccémo pide el nifio una cafita, lo que es el Otro y la gente llama de forma aproximada la idea fja, Tae (95750 enna faces i ase Boor Ars i 99, 40 een cia del Otro, el obsesivo tiene 1 ra, es el recurso: 4 Mpeateldes Oro bss tienen, sane ben sn co en su comport se ee tlisge belamndotocunmonenosisteabas de 2B tc bsteean extravia respecto del abjeto de su deseo. Asi se accede a tuna configuracién especifica del deseo de muchos anali- zantes obsesivos: sostener el deseo en una prohibicién -o en cualquier otra instancia del Otzo, aqui como ley, que fundamente la rel no pocas veces el objeto mis requerido es répidamente abandonado cuando la dimensién del esfuerzo desapa- rece. Esta configuracién deseante permite introducir, su vez, otros dos elementos que establecen sus coorde- nadas: la hazafia ~habitualmente interpretada en térmi- nos de omnipotencia o infatuacién narcisista~ y el abu- rrimiento ~eso que Lacan llamaba “bajada‘de tensién li- bidinal” en el camino de realizacién del deseo-. Este ¢s cl derrotero que conduce a los gulones habituales de la fantasmitica del obsesivo, irreductible ala atribucién co- riente de “sadism “encontrar una via de paso en loreferente al deseo, Estas tentativas, aunque sean las 1 estan siempre marcadas por tuna condena 0 (1962-63) EL Paldés, 2007, p. 316. De puede entenderse oro ‘omnipresente con la Es el caso de un analizante que, _rapatos embarrados del divén, $d prohibido”, le espondimos, antes de ay que quedarse quietito in embargo, la pregunta a que lo condujimmos ‘ae otra: “ePor qué el hecho de que te hagan una observacién se transforma en la muerte?” fay obec Intoduccin a la lien de las newness ‘Amor, deseo y goce en Ia obsesién En todo caso, las posiciones fantasmaticas del obse- sivo organizan las relaciones del sujeto con el Otro, en funcién de lo indicado anteriormente -a propésito del (Otro come garante-; sin embargo, un detalle suplemen- tario radica en la disyuncién que se establece entre los fantasmas del obsesivo y el acto: aquejado de inhibicio- nes ¢ impedimentos, el analizante excepcionalmente lo- gra dar un paso... y muchas veces sélo a través de un ac- ting out. No obstante, équé acto no seria algo ptecipita- do? Podria recordarse, en este punto, la frase final del escrito de Lacan acerca del tiempo légico: ye siempre demasiado pronto. Pero ese dems to es la evitacién de un demasiado tarde”. He a tonces, uno de los problemas corrientes del obsesivo con el tiempo; apenas realiza un movimiento en la direccién del deseo se encuentra, si no con la angustia, al menos con la decepcién: “Lo que est en juego se sitia en otra parte o sea, en el plano dela discordancia entre el fantastna [Jy €l acto ‘mediante el cual aspira a encarnarlo, acto que, respec- to del fantasma, siempre se queda corto.”” Tacan, J. (1945) “El tiempo légico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma” en Esoites 1, Buenos Aires, Siglo (1960-61) El seminar 8: La transfirencia, Buenos Aes, aids, 2004, 293 75 Lacano iseiayobsesin. introduce 3 acini de as neurosis ‘Tomarse en serio esta “discordancia” implica asumir que, si el acto siempre queda corto, entonces esta d Ia derrota.* Por lo tanto, como una otientacién importa menos alojar las quejas respecto de la va- precisamente en aquel testigo invisible, aquel Otro que estd ahi como espectador, el que cuenta fos tantos."” He agu{ el abanico de una variedad de fendmenos ha- pituales en la obsesién -desde el sentimiento de desper- sonalizacién hasta el desafio hueco que, una vez logrado, no tiene consecuencias en el sujeto-, cuyo fundamento esa localizacién del otro como “testigo” mientras la re- lacién con el semejante se vacla; de ahi esa sensacién co- rriente de estar donde nunca pasa nada, 0 bien de inade- -cuaci6n con respecto al tiempo y lugar. Respecto de este tiltimo punto, segtin la considera~ cién de que los fantasmas del sujeto obsesivo no suelen set ejecutados, se clerne esa posicién sintom: cular ante el deseo que es el aplazamiento. Clinicamen- tees importante destacar que no se trata de empujar al obsesivo en la reallzacién de su deseo, que deje de pos- tergar y avance IIbremente hacia esos objetos signados por Ia prohibicién, sino de que advierta que su sostén radica en su condicién de imposibles. Suele ocurrir, y rno pocas veces, que en el curso de su andlisis el obsesi- vo caiga en la cuenta de que aquello que quiso durante mucho afios ~por ejemplo, segiin lo relataba un anali- valo que el sintoma viene a suturar. Cabe detenerse, en- tonces, en la dimensién de la hazafia para reconocer su cardcter defensivo: “Para que haya hazafia, hace falta ser al menos te Lo que trata de obtener en Ia hazatia el obsesivo es pre- cisamente esto, que llamabamos hace uti niomento el ppermiso del Otro [...] Hay en la hazafia del obsesivo algo que permanece siempre iremediablementeficticio, por- que la muerte, quiero decir aquello en lo que se encuen- trael vetdadero peligro, no reside en el adversario a quien parece desafiar sino ciertamente en otra parte. Est Esta “derrota” es la de un muchacho cuyo andlisis comensé a rale 4e cierto aburrimiento generalizado y el temor a perder su pareja dada la cantidad de tiempo que dedicaba 2 sa trabalo. Era docente pasar horas horas preparando ls clases, por en su trabajo no aba relacionado con un proyecto concrete, sino que encubria ftemor que tenia a las intervenciones de los aluranos. En sus inmensosratos de estudio caleulaba preguntas posiblesyantiipaba respuestas que lo trangulzaran de antemano, En absoluto pod disfrutar de I tarea de enscfiar,ofcio que dese tuna burbuja” que se rompfa cada vez que tocaba ir a dar su case. "En el fondo dela experiencia del obsesivo hay slempre lo gue yo Tlamarfa cierto temor a deshinchars,respecto de la inflacéa flea". Lacan, J (1960-61) E seminario 8: La transferencia, op. lt, . 293. 40, Lacan, J. (1957-58) El semfnario 5: Las formaclones inconscente, logue caracteristico del modo de proceder del obsesivo en su forma de situarse respecto del Otro més ‘exactamente, de no estar nuncz en el lugar, en el instante, en el ‘que parece indicar que ests. Lacan, J (1960-61) Elseminario 8: La transferencla op. cit, p- 289. 7 lciano Lateeau zante que rondaba la treintena de aos, ser una “estre- lla de rock” (motivo con el que todavia adornaba mu- cchas de sus fantasias diurnas)- en absoluto es algo que realmente le interese, soporte apenas de su relacién nar- cisista con el semejante (al sobresalir félicamente del conjunto) y la conquista amorosa (siempre en el pit co stele estar la amada a la que se dedica la proeza) para una versién del Otzo (més 0 menos idealizado) desde la cual “se mira desde afuera”.2 Por otra parte, el contrapunto del en la aparicién de la ner en tela de juicio el acto, con el efecto enajenante de ue se suele acompafiar; en el medio de la situa lazamiento est est en la “imipureza” del deseo: desde las clésicas ideas relacionadas con pensamientos blasferriatorios hasta los temores supersticiosos mas recénditos~. En definitiva, la triba en la reconduccién a las coordenadas de aparicién de aguello que no tiene otra funcién que la de interrum- pir. No se trata de quc el obsesivo tenga un deseo parti- cularmente fijado (una “‘idea fja”), sino que sus condi- 12, “Ahora bien la correlacién de esta omnipotencia con, por asi deci, Jaoranividencts, nos indica suftcientemente de quése trata, Setrata e lo que se dibuja en cl campo que esté mis alld del espejsme de 4a potencia Se trata de esa proyeccién del sujeto en el campo del deal, desdoblado entre, yor un lade el alter ego especular ~el yo al-¥, por oto lado, lo que esti més alll Ideal del yo". Lacan, (1962-63) El seminario 10: La angusti, op. ct, p. 331. Hiserlayobcesin, tnrodvecén aa clinica des paresis ciones de imposibilidad son las que fijan todo tipo de ro- eos para una realizacién minima, que pase desapercibi- da, porque "él no se encuentra Esta via del aplazamiento conduce a aprehender una de las compulsiones més propias del obsesivo: la duda. Esta tiltima no consiste en una indeterminacién, esto es, en un mero “no saber”, sino que la duda del obsesivo se resume en la eleccién de duudar. De este modo, la duda es un sintoma de la irresolucién intrinseca del obsesivo, una forma de elegir no elegir,* y permanecer aislado en- tre dos opciones, cuando no se trata de preguntar al Otro pora causa desu determinacién ("Qué me conviene?”); “tempedirse. La compulsién es aqut la de la duda. Con- cicrne a aquellos objetos dudosos gracias a los cuales se Por eso Freud podia decir que cl sintoma obsesivo se articula en dos tiempos, donde el segundo cancela al pri- mero, es decir, donde el sintoma esté al servicio de poner a distancia el acto en que el sujeto podria “perderse”."* fi, - Ge Sac (985 "a dain de ners en Fae anis Bueno As, Manel 2007 9.) Samar 10 Login cp. p35. cn un freq onsale a tueln sonnet ropes dol co debe naa dec: Secon tapes pn ea pe sgn kan Shunllountoa pda continua ener 9 baclane Lateseaa Esta Ultima consideracién acerca de la duda permite introducir las relaciones del obsesivo con el amor: “¢Quées ese amor Idealizado que encontramos toda observacin algo avanzada del obsesivo? éCul es la solucién de este enigma ~enigma de a funcién atribul- da al Otro, en este caso la mujer [...] para saber lo que representa subrepticiamente de negacién de su deseo," En este punto, mas alld de la interpretacién edipica que podria reconducir la pareja al lugar de un sustituto parental, importa apreciar el orden de la maniestacién misma del amor en la obsesién: “aguello que él conside- Ya que aman es una determinada imagen suya, Esta ima- gen, se la da al otro”.¥" Esta circunstancia no sélo adhie- re al reconocimiento de la oblatividad propia del obse vo, sino que permite caracterizar aquello que Lacan lla- mara su particular “diplopia” restgiosa Universidar ‘bo dejar trabajo porla beca? Ay de que ahora puede imp! nem Lind run impacto econémico, a largo plazo jimos que “mmotivs" pare siempre se encuentran. “Sobran las mctivos, era una manera de indeterminat esa resolver la duda con motivos st habia tocado. 17, Lacan, J. (1962-63) El seminario tia op. ct 2 La) (962-6) 10: La angustia, op. ct, p. 347. 19, Lacan J, (1953) El mito individual del ne 1 textos 1, Buenos Aires, Manantial, 191, que asumir lo que ya le ico" en Intervencones 48. 80 seria ycbsesibn, tnteduecéi alia de as neurosis impactante en la psicologia del neurético [..Jes el aura de anulacién que rodea del modo mis familiar al partenaire sexual que para él tiene mayor realidad, que lees mi préximo, con el cual tiene en general los vin- culos mis legitimos, ya se trate de una rela ‘matrimonio, (.] se presenta un personaje que desdobla ero y que es objeto de una pasién mas o menos de manera maso menos fan tasmitica, con un estilo andlogo al del amor pasion..." El correlato de a idealizacién amorosa de uno de los términos ¢s, a su ver, la particular degradacién de la vida exética ~ya entrevista por Freud que reduce el Otro sexo alestatuto de complemento fantasmitico del deseo: el ob- sesivo no sdlo ama mujeres a las que luego no se atreve a “mancillar” ~esa distincién recogida en la lengua popu- lat que afirma que estan las mujeres para casarse (articu- ladas a los ideales familiares) y otras para acostarse (se- tin la causa del deseo)- sino que también desea a mu jeres con las que no logra establecer una relacién tierna, De ahi atin idealismo invertido ~"Apueste por la mujer de su de~ seo”, en una especie de herofsmo roméntico, que puede estar bien para las novelas pero no para la direccién de la ‘cura~ sino de advertir el cardcter mismo dela division ein- terrogar su particular posicién frente a la demanda amo- rosa (en la expectativa narcisista de ser amado en ténmi nos ideales) y la condicién de un desco que no hace lu- 1e no se trate, para el analista, de incentivar nin- 20. bid, p50. 81 tdiane tateeau gar mis que a la degradacién, esto es, que no se presenta como encuentro con el deseo del Otro ~es decir, que no hace del Otzo sexo la causa de su desco-. En este punto, otro modo de entender esa se encuentra en lo que Lacan lamara el “insulto”®* del deseo del Otro, Para dar cuenta de este aspecto cabe re- mitirse a la fSrmula de! fantasma obsesivo: ) AO®(a, a’, a”, a” El obsesivo encuentra su lugar en la division del Otro ~con su patognémico “ser para la deuda”~ y desde allf se dirige al Otro que se presenta como falo, a través de una sucesién de formas degradadas del deseo, cuyo valor ima- sinario se encuentra siempre desplazado.” Esta metoni- mia del deseo, a su vez, hace del obsesivo ~enfrascado en sus objetos~ un objetante del falo en el Otro: “.smegacién del signo del deseo del Otro, No aboliciSn, ‘tampoco destruccién del deseo del Otzo, sino rechazo de sus signos. He aquf lo que determina esta imposibi- 23, Lean J (1960-61) El conn: La rans, op. i o cit, 281 22, "aferrmlacin dl segundo tein dl fntasnacbsesivoalude de manera muy preci a qué son los objtos per objeto de deseo, pests en fein de cera !- es precisamente fo que subyace a a eulalenela ene los cbetosenel plano exo. Eyes deal tedidaalagul uo aemods finland, la func dels bjetos desu dese. [] quel sustruciones, de aquela metonimia permanente co tiemplo encarnade es Ix sintomatis del observ. tid, pp. 289-290, 82 Histeriayobtesin ntoduecin aa clinica de las neurosis lidad tan particular que afecta en el obsesivo ala mant- festacl6n de su propio deseo.” Como tina ilustracién de esta situacién podria pensar- seen las “contrapropuestas” del obsesivo ~que van desde el rechazo de toda iniciativa de su pareja hasta la degra- dacién de todos los intereses de un semejante cualquie- rar, cuyo correlato es la culpabilidad que luego se resuel- veen la biisqueda del perdén. De este modo, la compul- sign a “insultar” el deseo deja al obsesivo en una cier~ idad (que, eventualmente, se manifiesta cli- nicamente en afirmaciones del estilo: “Ya no sé por qué todo me sale mal”), punto en que la captacién de su propio feedback puede orientat al obsesivo hacia el saber. Luego de considerar las vertientes del desco y el amor cabe detenerse en la relacién con el goce. La satisfaccién del obsesivo, dadas las coordenadas de deseo anterior- mente indicadas, tiene un matiz especifico: “aun deseo prohibido no quiere decir un deseo extin- {guldo, La prohibicién esté abt para sostener el deseo, pero para que se sostenga ha de presentarse, [..} La for. 23. hid, p. 282. 24, Por esta via puede echarse alguna iuz sobre las inhibiciones hhabituales del obsesivo, que demuestran ese punto en que el yo ‘puede venir a obturar la falicizcién del objeto cuando ésta cae. Asi, el obsesivo introduce su yo degradado en escena (por ejempl “soy una mierda"): “En este punto de careneia, donde la funcién de alcismoaa que se entra el sueto se encuentra encubierta,en se produce aquel espelismo de narcisismo que en el sujeto ‘obsesvo llamiaré verdaderamente frend tucianotateess ma cn que lo hace es, como ustedes saben, muy com- pleja. A la vex lo muestra y no lo muestra. Por decitio todo, lo camufla.” En este punto, la clisica atribucién de agresividad a} obsesivo puede ser revisada una vez més: “Toda emergen- cia de su deseo seria para él ocasién de ac lla proyec- idn, o de aquel temor de venganza, que inhibirfa todas sus manifestaciones” De este modo, el obsesivo maniffesta su deseo hurtandolo o, para utilizar una expresién de Lacan en “La direccién de la cura..”, de “contrabando”. Curiosa~ mente, quien se sitiia respecto de la demanda con un fasis petentorio es también quien hace de'su deseo u 80 de escondite. Asi pueden reconocerse maniobras habi- tuales en la obsesién, que van desde lajustficacién perma- nente de los actos més nimios como un modo de inten- tar darle una azn al goce- hasta el sentimiento de llevar una vida vacia y sin sentido -como una forma de testimo- niar el cardcter extrafio al yo de la satisfaccién. pulsional-. De acuerdo con esta perspectiva puede afirmarse, a partir relacién del obsesivo con la satisfaccién, que ia a Ja presencia del Otzo, a su mantenimiento,” como instancia de vali dacién -aspecto que, segtin se comenté anteriormente, la 25, Lacan, J. (1957-58) El seminario 5: Las formacions dl inconscie a eos 5 formactones de inconscente, 2 2 ata deeraqu vad conn el emgrtamieno has Su ecto cen no hay dud esd mane del Otro”. Ibid, p. 427. ae “imiento 84 Histeriayobesin,tnreduesén la nia dels neurosis hrazafia demuestra a la perfe Por otto lado, a par- tir de lo ya expuesto a propésito de la relacién del obse~ sivo con la.demanda del Otro, puede pensarse la parti- cular incidencia del objeto anal: “Ese es el mecanismo de lo que se produce en cierto momento decisive de todo anilisis de obsesivo. [.) En tanto que la evitacton del obsesivo es la cobertura del deseo en el Otro por la demand en el Otro, «; el ob to de su causa se sitia alli donde la demanda do ‘se, en el estadio anal, donde a no es pura y simple- ‘mente el excremento, puesto que es el excremento en cuanto demandado.” He aqu{, entonces, el punto de partida de una co- yuntura particular de la clinica de la obsesién: la angus- tia anal frente al Otro, reflejada en actitudes retentivas ~que van desde el rechazo de la interpretacién (a través de las mas diversas maniobra: i, puede ser”, “Nunca lo habia pensado” cuando es sabido que lo que el obse- sivo no pensé... Ino existel, etc.) hasta el reclamo por el pago de honorarios u otras vicisitudes transferenciales-. Dicho de otro modo, el obsesivo es particularmente re- sistente a entregar el capital de goce de su sintoma -as- pecto en el que se diferencia notablemente de la histe- tia, dada la relacién inmediata con el saber que caracte- tiza a este tiltimo tipo clinico-. Por lo tanto, intitil seria Ja posicién del analista que pretenda situarse en una de- 28, Lacan, J. (1962-63) El seminaro 10: La angustia, op. ct, p. 316, 85 ano tueraa a Hiei obasion. intoducelén aa linia de las neatsts ca, sino gracias a nuestras intervenciones [..]- Enton- cesnos confiara la invasién, més 0 menos predominan- te, de su vida psiquica por fantasmas.”"* manda més radicaly, por ejemplo, pretenda forzarla pé dida que el obsesivo retiene, En todo caso, mucho m: propicio es el rodeo que deja a tn lado el cizcuito dela pulstén anal para enlazar la obsesinal saber a través de la curfosidad -satisfaccién propia de lo escépico-2? As mismo, antes que reclamarle al obsesivo el producto de su tetencién, se trata muchas veces de indicarle que esa pérdida ya acontecié... ‘Ahora bien, cabria comparar esta precisién de Lacan ‘con el modo en que se presentara el “Hombre de las ra- ‘tas” ala consulta con Freud, para evaluar la articulacién, entre los temores ¢ inhibiciones en cuestién y la vida fan- tasmnitica que es st reverso: ‘Transferencia ¢ interpretacton en Ia neurosis absesiva _2Cémo se presenta clinicamente el obs. ‘minario 5 Lacan formula la siguiente descripcit ‘Cuando vemos a un obsesivo en bruto 0 en estado de naturaleza, tal como nos llega [...] vemos a alguien que 10s habla ante todo de toda clase de impedimentos, de inhibiciones, de obstéculos, detemores, dedudas, de pro- hibiciones. También sabemos de entrada que no seré en. se momento cuando nos hable de su vida fantasmati- 3. En oe eto pcm entender sh , Sas ene de Lac aera 6s Sdn dea fn dee case tom sn 4 seminaro 10:2 stoma slo quts costo exande sj pct de dl praessbmor pore formas de eomportameno abso eer nor ade one Sa Como tls] Fae au toms la lead : ode enigma ‘patina cp adr noes fore oe Com sau mj epee tage sue snc ave que saber agp ol epee) “Un joven de formacion universitaria se presenta indi- cando que padece de representaciones obsesivasya desde sa Infancia, pero con particular intensidad desde hace ‘cuatro afios. Contenido principal de su pateeer son dice unos temores [aderns de impulsos y prohlbicio- nes] de que les suceda algo ados personas aqulenesama ‘mucho [padre y amada, [Esta situaclén le hizo perder ‘mucho tiempo, en particular en su carrera] De las curas intentadas, la nica provechosa fue un tratamiento de aguas en un instituto [pero porque af pudo tener rela- ‘clones semuales con una muchacha), Su vida sexual ha sido en general pobre, el onanismo desempesié slo un {nfimo papel alos 16 o 17 afios. Arma que su poten- ‘ia es normal; primer colto alos 26 afos."*" 30, Lacan, J. (1957-58) El sernari 5; Las formaciones del nconsciente, op. cit, p. 419. +31. Freud, 5. (1909) "A propésito de un caso de neurosis obsesiva (el “Hombre de las Ratas')" en Obras completas, Vol. X, Buenos Aires, Amorrorta, 1998, p. 127. 87 Licino bstseas Al este dela obsesién ~ se utiliza la misma palabra (“en sambladura”) para referirse a estos aspectos-. Sin em. bargo, la legada a la consulta de ambos es muy diferen, de la descripcién de! padecimiento, éno es lamativo que el Hombre de las ratas ponga en un pri. mer plano su vida sexual? En este sentido, es notable que Freud le pregunte por esta misma cuestién, pun- to en el que verifica una primera version del Otro de la transferencia: el joven universitario habia lefdo un libro suyo y, ademis de encontrar cierta convergencia con los “‘rabajos de pensamiento” en que consistia su malestar, Puede desprenderse que el hecho de que Freud fuese un Herr Professor no es algo indistinto -de la misma ma- nea en que més adelante en el caso se relata la asoci cin del nombre de Freud con el de un criminal; ast, ya en.este modo de presentacién puede anticiparse el des- plazamiento al analista de la oscilacin entre un técmi- no idealizado y otro degradado en que consiste la divi- sin subjetiva del obsesivo-, En segundo lugar, que la vida sexual ocupe el primer Plano de esta comunicacién permite entender la posi- cin de quien consulta frente a la demanda en un “razo- que podria expresarse del modo siguiente: “si ibe sobre sexualidad, eso es lo que quiere de que Te hablen y, entonces, de eso hablare” ~esto es, ya desde ada el Hombre de las ratas se sitia respondiendo 2 la demanda que le supone al Otro-, De este modo, en ual que en el caso Dora, el objetivo de Freud en 88 cesta breve: Serial ¢s reconstrufr la génesis y el mecanismo stesayebsesin, tnroduerén 2 la clinica de as neurosis secuencia se encuentra una nueva pista trans- i ue ferencial que se amplia en el relato de la primera com ck 7 ‘én que el paciente realiza cuando se le ofrece ha- nica‘ blr “Tine un amigo len reget exrordnaramete Aeatea sere que fo tia un imps cies, ye preguntas despre come delincuete oy sierrindle qe es hombre irachable[-b anes ora person ec soe psec ine jun asin que tenia 1 af cuando @ mise andaba por los 140 15 alos, te esate Bla ccbrao fet, yaa lero tn eraornariatene cea snimlent des paar an ei. Ee exudate fe lego su precept hogsefo yd pron: «2 modi comprtamientoebsirdslocome aun ldiota, Por dtimo, zeparé en que se interesaba P« de sus hermanas..."" ibremente’ Cabrfa detenerse, por un lado, en que la: ie S amigo dista de ser anodina ~dado que el ae ae ne resuena con la palabra “amigo” en alemin ( ieee a See a ana leant pra alias e otra vatiable del tratamiento p para de responder como el amigo uel ave ty Io disculpa; esto es, puede ae a e implicita (como toda demanda) que se le ie to sies un gran hombre o un criminal. Sane ond tra también, por otro lado, el resto de la secus 32, Ibid, p. 128. 89 Luciano battens lade as neusosis Histerayobseién Intoiueién 3 do incluye al preceptor, con el cual se vuelven a poner en, juego las coordenadas de divisién antedichas y que ocu- arian todo el desarrollo del caso: genio/idiota; en fin, tun término idealizado y otro degradado. Eneeste punto, no deja de sorprender cémo en el modo de presentacién del padecimiento ya se recortan todos los elementos fundamentales para el tratamiento de la neurosis obsesiva, Podria pensarse también la forma dis- crecional de respuesta de Dora frente a la desilusién con su gobermanta (cuando descubre el interés de esta tilti- ma por su padre): la hace echar... el Hombre de las ratas ga deseo escdpico se vinculara con el temor de que algo ia, Bee de indicar la eélula elemental de la neurosis infantil, puede advertirse en esta secuencia de qué oto | Ia neurosis obsesiva no est deslgada del afecto -es de~ cir, no se trata slo de una cuestién de “ideas” 7 asi es como tambicn toca al cuerpo; asimismo, por esta raz6n, se concluye la manera extrafia en que el obsesivo se vin- caula con el deseo, en la medida en que el temor cobra ese valor bivalente: por un lado, indica la tentacién y, por el se siente un idiota -siendo este lugar cafdo (que hoy en dia suele nombrarse como “baja autoestiria” o “insegu- tidad”) un motivo frecuente de consulta- Esta coordenada de degradacién se encuentra tam- bign en el relato de su infancia cuando, hacia los 4 0 5 afios, le pidié permiso (como buen futuro obsesivo) ala gobernanta para deslizarse bajo su falda. En ese punto se desperts su deseo a través de una curiosidad ardien- te (de ver mujeres desnudas), tanto como quedé fijado 2 la condicién de no decir nada al respecto, circunstan- cia asociada al momento en que (a los 7 afios) escuché 2 otra gobernanta decir: “Con el pequefio es claro que una lo podria hacer, pero Paul es demasiado torpe” y, al entender el menosprecio, el pequefio se puso a llorar... A los 6 afios padecfa de erecciones, por las cuales consul- taba a su madre (motivo que permite distinguir el pene del flo y recordar los avatares del caso Hans en torno al Inicio de su fobia), pero el punto crucial estuvo en que 90 posicign de quien habla, esto es, di y la prohibicién.* Este tiltimo aspecto es el que se encuentra en todo el esclarecimiento relativo al gran temor obsesivo del Hom- bre de las ratas, aquel que motivé la consulta con Freud (a pesar de que la neurosis se hubiese desencadenado mu- Deena emeereaee aetna acter Sn eae eae te ne cepa hare cago atari ten a Se Gotten una eres flag, end Pet dr rds Oe ee a ao al Homie de ESSER on daboracion mas pec dela gre del pare srenecacateenr nme een 92) tConsdractone sobre pre en Se cree lcarans Boel, Argzama, 1976 ucla tert iserlay obsess. Introdechn ala clinics de las neurosis cho antes), a partir de una vivencia particular en el con- texto de las maniobras militares: frente a la situ: del olvido de sus quevedos, le sucedié sentarse junto aun, capitén que ya habia demostrado pruebas de crueldad y uutado al respecto -por lo tanto, ca- bria preguntarse, épor qué fue a sentarse justamente al lado de ese hombre?" entonces, este iltimo relaté un tormento aplicado en Orlente que consistia en introdu- cir ratas en el ano del torturado. En ese momento, se le ‘ocurrié que ese castigo le ocurria a una persona querida (su amada y su padre). Al dia siguiente, quien le acerca sus quevedos, con |: debia pagar el reembolso. En ese puntoy'sé le plasmé la sancién de no devolver el dinero (para evitar la fantasfa anterior), aunque tambicn el mandamiento de hacerlo, No cabe detenerse aqui en el desarrollo completo de la idea obsesiva y todos sus pormenores, sino recoger los. dos aspectos que son centraies para la puesta en forma del dispositivo analitico por parte del analista: continuar. La respuesta de este tiltimo no se deja esperar: “Lo mismo podria pedirme que le bajara dos cometa: esto es, sanciona el caracter intransigente de la regla fun- damental, poniendo en cuestién cualquier atribuctén de ‘crueldad por parte del analista como funcién (aunque, ‘por cierto, a Freud crueldad no le faltaba segtin demues- ‘ra su sugerencia del “empalamiento”). El efecto de esta , curiosamente, radica en ubicar a Freud en ica del Hombre de las ratas, ya que al despe- dirse lo saluda con el titulo de “sefior capitan”. De este modo, en la medida en que Freud se abstiene de hacer consistir el lugar de goce del Otro a través del cumpli- miento de la regla analitica, esta tiltima produce como Freud ya no es sélo el Professor (u otto si sino también un nombre de la satisfaccién que el Hom- bre de las ratas cede al campo del Otro. Frente al delirlo en que consiste el desarrollo del te- mor obsesivo, la respuesta de Freud no radica en relati- vizar lo acontecido ni en testear el grado de realidad que le corresponde, sino que su intervencién tiene el valor de una rectificacién del sujeto en cuestién: a pesar de la in- formacién comunicada por el capitén respecto del reem- bolso, el Hombre de las ratas ~por lo que se desprendia de A) Cuando el Hombre de las ratas comienza a relatar el tormento, se interrumpe y so ita a Freud lo excuse de 534. No puede pasar desapercibido, para a leturadel caso, que el campo militar era na referencia patema para el Hombre de laeratasy qu, in dicho contexto, se habfa propuesto “mostrar a los oficiales de fo algo, sino que puede aguantar (1908) “A propésito de un caso de neurosis obses jombre de las Ratas’)”, op. cit, p. 132. 35, En esta indicacién no se trata de ninguna atribucién de voluntaé, sino de destacar que el neurético siempre encuentra al Orzo que lo trauma esto es, que verifica su Fantasma 136, “Aqui se interrumpe, se pone de ple y me ruega dispensarlo de Ja pintura de los detalles. Le aseguro que yo mismo no tengo ‘nelinacién alguna por la erueldad por cicrto que mo me gusta ‘martirizaco, pero que naturalmente no puedo regalarle nada sobre Jo cual yo no poses poder de disposicién, Lo mismo podta pedizme aque le regaara dos comet p.133, 92, 3 ltano Lnerea la secuencia de sus idas y venidas al tratar de cumplir con la sancién y ¢l mandamiento- debfa saber que quien ha- pagado la deuda era la muchacha de la estafeta pos- or lo tanto, no sélo se trata de que estuviese ten- tado de desconocer el interés que pudiese tener por esa muchacha, sino que habfa un saber que sabia sin saber- lo, un saber no sabido. De este modo, con esta interven- ci6n Freud concierne al Hombre de las ratas con la cau- sa psiquica de su padecimiento y, al mismo tiempo, fun- da éticamente la existencia del inconsciente, B) En continuidad con este planteo de la posicién del analista en respuesta a la neurosis obsesiva puede afiadir- sella secuencia relativa al relato de la ocasién de la tlti- ‘ma configuracién de la enfermedad, a partir de la muer- te del padre, cuando el Hombre de la ratas se hizo un re- proche por su ausencia en dicho momento; sin embar- £0, este reproche sélo un tiempo después adquiris un ca- ricter martirizador, cuando acontecié la muerte de una tay, en dicho contexto, se topé con una frase alusiva de su tio que pudo aplicar a la puesta en duda de la fdeli- dad matrimonial de su padre, Asf, el reproche se vuelve obsesivo cuando el Otro queda afectado en su deseo (y, por cierto, la cuestién del matrimonio no es un motivo liferente en el caso del Hombre de las ratas en la me- dida en que él mismo estaba concerido en la posi dad de un matrimonio por conveniencia... al igual que el padre). Por eso, si el obsesivo responde con su fal- 37, En sentido estricto, el “ocasionamiento” de la enfermedad estarfa nel plan de matrimonio familiar que “le encendié el conflict: 94 Histeiay obsesn,Introduccén ala clinica dels neurosis ta ala falta del Otro, para el analista no se trata de en- zarzarse en los laberintos de la culpa yoi 0 menos omnipresente, sino de recondt damento inconsciente, tal como hace Freud al justificar cl sentimiento de crimi como lo habria hecho el amigo- aunque destacando su carfcter desplazado. De este modo, en lugar de tomar Ja culpa como hilo conductor del andlisis del obsesivo, podria afiadirse que mis significativo es considerar el efecto de la titima ma- nifestacién de la enfermedad: “Una seria incapacidad para el trabajo fuela consecuencia inmediata de este ataque”,* dice Freud. Dicho de otra manera, las inhibiciones del ob- sesivo ~que muchas veces conviven con una inmensa ac tividad, se refugian en la declaracién yoica de “in- seguridad”~ son una puerta de entrada al . Ast lo dice Lacan cuando afirma lo siguiente: “Desde luego, no podemos decit que mostrarle relacién con el falo imaginario para, por asi decir, fa- riliarizarlo con ese callején sin salida, no esté en la via de solucin de las dificultades [.]ées posible no adver- tir que [.] el sujeto no estaba en absoluto desembara- ‘si debia permanecer fel a su amada pobre o seguir las hucllas del padrey tomar por esposa ala bella, rcay dstinguida muchacha que lehabfan destinado. Ya ese conflicto, que en verdad lo era entre su amory el continuado efecto de a voluntad de padre, lo soluclons ‘enfermando; mejor dicho: enfermando se sustajo de Ia tarea de solucionario en la 38. bid, p. 139. 95 Uciano batereas Histelay obesén, intrducelén 2a clinica de las neurosis 2ado de sus obsesiones, sino tan sélo de la culpabilidad ue las acompaiiabar"? jamuerte del padre sin duda no se present6 por primera ezen ese caso”, De este modo, relanza la asociactén del bsesivo, quien relata que idéntico pensamiento le ocu- trié medio affo antes de la muerte del padre y, por ter~ cera ver, el dia anterior a su muerte. No obstante, agre- ga que la muerte del padre nunca puede haber sido obje- to de deseo, sino de temor. Tras este dicho, Freud intro- duce un fragmento de teoria, que vincula el amor cons- ‘Gente con el deseo reprimido. El efecto, con una inter~ jento yolco, ¢s una pro~ funda alteracién de lo imaginatio: “E] queda muy agita- do, muy incrédulo, y le asombra que fuera posible en él tho de otro modo, el efecto es de extrafia- miento y cierta despersonalizacién. 3) A partir de lo anterior, puede indicarse la diferencia entre una interpretacién que le otorga un objeto al de- ggltte de las ntevenciones ue ponen en marcha e

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