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Pero de lo que realmente quiero comentarle tiene que ver con la imagen que
proyecta cada vez que se le ve en la tv o lugares públicos. Es la imagen de una
persona insegura, temerosa, acorralada que lucha por demostrar lo contrario. Por eso
le vemos en cada momento profiriendo amenazas, insultos y descalificaciones
personales, como los espectáculos que montan los promotores de una pelea de
boxeo en la presentación al público, en donde los contendores casi siempre hacen lo
único que aprendieron hacer en la calle, cuando ni siquiera sabían su nombre: Gruñir
para intimidar a sus adversarios, insultar para hacerlo enfurecer, para que pierda la
concentración y de esa manera hacerle quedar como un tonto ante la prensa.
Ni el que más grita o amenaza es el que más poder o capacidad tiene de hacer daño,
por el contrario estudios muy detallados en esos casos, nos revelan que el mensaje
es otro. Veamos a los perros que ladran al ver pasar a los extraños, no lo hacen
porque quieren demostrar los fieros que son, lo hacen por miedo a lo que en principio
ven como una amenaza, actitud que cambia cuando el que se les acerca le muestra
que no tienen nada que temer. Esto no aplica a los perros entrenados para atacar en
determinas situaciones y a la voz de mando que ya reconoce de su entrenador.
Usted debe haber escuchado el refrán que dice “Líbrame del Agua mansa que de la
brava me libro yo” y el por qué los orientales son los mejores observadores y
creadores de las mejores y elaboradas técnicas en defensa personal? ¿Quiénes de
los Jefe de Estados que usted ha conocido dominan más el arte de ocultar lo que
realmente están pensado? o los rostros petrificados de los Jugadores de Poker. Lo
primero que uno aprende cuando comienza en las practicas en las artes marciales, es
a desarrollar el control de la agresividad, desde el mismo momento que comenzamos
a ganar confianza en nuestras habilidades para dominar al contrario más peligroso
que tengamos en frente, pero lo que más quiero destacar en este caso, es que
aprendemos a ocultar el poder y el control que tenemos para defendernos o atacar
sorpresiva y mortalmente a cualquiera que represente una amenaza real.
Desarrollamos seguridad, auto control, que lo podemos reflejar en nuestro rostro, al
caminar y al intercambiar impresiones con otras personas. Vladimir Putin a su edad
sigue practicando artes marciales y en su rostro se refleja el poder y la autoridad que
representa. En cambio los orientales son más impenetrables en el estudio de sus
expresiones corporales y faciales.
Gritar, gesticular como Mussolini genera rechazo y hasta burlas, hablar pausado,
bajito, suave, midiendo las palabras cuando se dan las ordenes, infunde respeto,
temor. Es una clara señal de que quien da la orden sabe perfectamente que tiene al
mando. No necesita demostrarlo a nadie, todo lo saben, ni siquiera tiene que impartir
órdenes directas, basta que venga del Jefe, del Presidente. Y si alguien no cumple, se
tiene el poder para sancionarle sin levantar la voz, sin alterarse, no estamos
entrenado Doberman y ni a los fieles subalternos le gusta ser tratados de esa forma.
Por eso soy partidario que las artes marciales, preferiblemente Chinas o Coreanas
para que formen parte de la educación y entrenamiento deportivo en las escuelas,
liceos y universidades del país y en especial en las fuerzas armadas y policiales,
porque ayuda a desarrollar confianza y controlar la agresividad.