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La cruz y la espada

Crímenes de los conquistadores

Edgar González Ruiz

El Papa Benedicto XVI, declaró el pasado 19 de febrero en El Vaticano que la evangelización de


América y la llegada del cristianismo a ese continente hace más de 500 años “purificó” las
culturas precolombinas.

Contrariamente a las palabras del pontífice, de antecedentes pronazis y marcadas tendencias


conservadoras y eurocentristas, la historia de la llegada del cristianismo a las tierras
americanas horroriza por los muchos e increíbles crímenes que se cometieron, en nombre de
la religión y motivados por la avaricia.

De ellos hizo una denuncia pormenorizada el dominico español Fray Bartolomé de las Casas
(1474-1566), con información que recopiló a lo largo de cinco décadas y dio a conocer en su
“Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, publicada por primera vez en Sevilla, en
1552.

Sin duda, esas atrocidades tienen un lugar entre los peores hechos de la historia, junto con los
crímenes de los nazis, tradición en la que se educó el actual pontífice, quienes, al igual que
muchos de los conquistadores de América, creían estar masacrando y despojando a razas
“inferiores” a quienes a veces ni siquiera les reconocían la calidad de seres humanos.

Las Casas, quien encontró notables similitudes en el comportamiento de los conquistadores en


diferentes lugares: Cuba, México, Nicaragua, Guatemala, Venezuela, Colombia, Perú, etc.:
reyes indígenas secuestrados y luego asesinados; hombres, mujeres y niños mutilados,
quemados vivos, despedazados por los perros, o explotados hasta morir. Todo ello, para sacar
provecho de ellos, para quitarles sus tesoros, si los tenían, y con el pretexto de que eran
idólatras.

Estos son unos pocos de los hechos que relata, y que en su tiempo fueron corroborados por
otras versiones y denuncias, como hizo notar el propio Las Casas y su biógrafo Juan Antonio
Llorente.

En la isla de La Española, Las Casas presenció cómo asesinaban a los indios: “…cortábanles
ambas manos y de ellas llevaban colgando”, y los usaban como mensajeros, diciéndoles: “lleva
las nuevas a las gentes que estaban huidas por los montes” (Brevísima relación…, Fontamara,
Barcelona, 1979,p. 38).
“Comúnmente mataban a los señores y nobles de esta manera: que hacían unas parrillas de
varas sobre horquetas y atábanlosen ellas y poníanles por debajo fuego manso: para que poco
a poco dando alaridos en aquellos tormentos desesperados se les salían las ánimas”.

En Cuba, “En tres o cuatro meses estando yo presente, murieron de hambre por llevarles los
padres y las madres a las minas, más de siete mil niños. Otras cosas vide espantables” (p. 48).

Hubo territorios del Caribeque habían estado habitados hasta por miles de personas, donde
los conquistadores dejaron sólo o-nce, como resultado de sus depredaciones y matanzas.

En Yucatán, “Cuando se salían los españoles de aquel reino, dijo uno a un hijo de un señor de
cierto pueblo, o provincia, que se fuese con él: dijo el niño que no quería dejar su tierra.
Responde el español: vete conmigo sin no, cortarte he las orejas; dice el muchacho que no.
Saca el puñal y córtale una oreja y después la otra. Y diciéndole el muchacho que no quería
dejar su tierra, córtale las narices, riendo y como si le diera un repelón no más”. (76)

“Este hombre perdido se loo e jactó delante de un venerable religioso desvergonzadamente


diciendo: que trabajaba cuanto podía por preñar muchas mujeres indias: para que
vendiéndolas preñadas por esclavas le diesen más precio de dinero por ellas”.

“En este reino, o en una provincia de la Nueva España, yendo cierto español con sus perros a
caza de venados, o de conejos, un día no hallando que cazar, parecióle que tenían hambre sus
perros, y toma un muchacho chiquito a su madre y con un puñal córtalo a trozos los brazos, y
las piernas, dando a cada perro su parte….”

En Venezuela, a unos doscientos indios, que acudieron voluntariamente al llamados de sus


nuevos amos españoles, les hicieron cortar “desde las narices con los labios, hasta la barba,
todas dejándolas rasas. Y así con aquella lástima y dolor y amargura, corriendo sangre los
enviaron a que llevasen las nuevas de las obras y milagros que hacían aquellos predicadores de
la santa fe católica…” (p. 100)

Además, los españoles diezmaron a la población indígena a la que obligaban a trabajar en la


pesca de perlas: “Métenlos en l amar en tres y en cuatro brazas de hondo, desde la mañana
hasta que se pone el sol. Están siempre debajo del agua, nadando sin resuello arrancando las
ostras donde se crían las perlas….Las camas que les dan en la noche es echarlos en un cepo en
el suelo, porque no se vayan…dándoles tan horrible vida hasta que los acaban y consumen en
breves días…” (pp. 91-92)

En Perú, “yo afirmo que yo mismo ví ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y
orejas a indios e indias sin propósitos algunos, sino porque lse les antojaba hacerlo… y yo ví
que los españoles les echaban perros a los indios para que los hiciesen pedazos, y los ví así
aperrar a muy muchos…” (p. 107)

“También ví que llamaban a los caciques y principales indios que viniesen de paz seguramente
y prometiéndoles seguro, y en llegando luego los quemaban. Y en mi presencia quemaron
dos…”.
Frecuentemente, los conquistadores usaron el tormento de quemarles los pies a los
gobernantes indios,para que les entregaran sus tesoros.

Al relatar todas esas crueldades, planteaba Fray Bartolomé: “Júzguese ahora qué tal estarán
aquellas gentes, cuánto amor tendrán a los cristianos, y cómo creerán ser el Dios que tienen
por bueno y justo, y la ley y religión que profesan y de que se jactan inmaculada…” (p. 100)

A más de cuatro siglos de que Las Casas denunciara esos crímenes, en los países de América,
muchos jerarcas católicos, que no son como él, brindan su respaldo a gobiernos derechistas
expoliadores y criminales, como los de Colombia y México, que siguen perpetrando, en
versiones modernas, la destrucción de los pueblos americanos, justificando la explotación
inmisericorde que llevan a cabo empresarios católicos, rapaces como los conquistadores, así
como los crímenes de la milicia contra la ciudadanía.

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