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Este pensamiento parte de una visión mecanicista del mundo, típicamente moderna,
en la línea que une a Descartes, Galileo, Bacon, Newton, Locke y Adam Smith (éste
en la economía y Locke en la concepción social). Un pensamiento en el cual la idea
de progreso es tan connatural que ni se piensa en discutirla.
La ley de la entropía
La segunda ley fue desarrollada a través de los estudios con las máquinas de vapor
en 1.824, por el físico francés Sadi Carnot. Carnot se dio cuenta que utilizar la
energía para realizar un trabajo dependía del gradiente de temperatura de la
máquina, esto es, de la diferencia entre las partes más calientes y más frías de
la misma. Según se realiza el trabajo, la diferencia de temperaturas disminuye.
Aunque la energía total permanece constante, termina estando menos disponible para
realizar más trabajo.
Así se distinguió entre energía disponible o libre, que puede ser transformada en
trabajo y energía no disponible o limitada, que no puede ser transformada en él.
¿Desafiando a la entropía?
Sin embargo, la teoría evolutiva dice todo lo contrario; primero existieron los
animales más simples, menos estructurados, y luego fueron evolucionando hacia
formas cada vez más complejas. La vida parece evadirse de la degradación
entrópica. La flecha biológica parece tener un sentido contrario a la
termodinámica.
La entropía sería una medida del grado (gradiente o razón entre la variación del
valor de una magnitud en dos puntos próximos y la distancia que los separa) de
energía no disponible en un sistema termodinámico.
Los organismos vivos son sistemas abiertos que están importando y exportando
energía constantemente, son capaces de mantenerse en estado de desequilibrio
químico y termodinámico y, creciendo y evolucionando hacia una mayor
heterogeneidad y complejidad.
Cuando el ser humano produce una mercancía genera siempre un residuo equivalente a
la materia y energía degradadas. Como la energía y los materiales no se pueden
crear ni destruir, lo que entra en forma de factores productivos tiene que salir
forzosamente como mercancías y residuos, pero no puede desaparecer.
El futuro es decrecimiento
Pero no puede haber nada definitivo ni permanente, incluso en este intento, porque
frente a nosotros se extiende un futuro, más allá del futuro imaginable, que nos
puede colocar frente a nuevas encrucijadas que nos obliguen a repensarlo y
reconstruirlo todo de nuevo una vez más. Pero a estas alturas no podemos
preocuparnos de inquietudes aún no concebidas. Tenemos más que suficiente con los
desafíos que enfrentamos ahora.
No existe ningún tipo de solución permanente. Todos los milenarismos han causado
estragos.
Toda forma de concentración de poder (y todos los sistemas actuales nos llevan a
ello) aliena a la gente de su entorno, natural y humano, y limita o anula su
participación directa y sentido de responsabilidad, restringiendo su imaginación,
información, comunicación, capacidad crítica y creatividad.
Que el mundo moderno se desmorone es, en todo caso, la única esperanza para
quienes mantienen viva alguna fe en la humanidad.
FUENTES: