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El Nuevo Día, 25 de enero de 2010 1

¿Trabajo o esclavitud?
Evita el costo de la sobrecarga laboral
Por Camile Roldán Soto / end.croldan@elnuevodia.com
Tienes que haberla experimentado alguna vez. Esa sensación de agobio,
pesadumbre o preocupación extrema por asuntos relacionados con el
trabajo que revolotean en tu cabeza. No te dejan pensar en otra cosa e
incluso te impiden conciliar el sueño.
Para muchas personas el estrés laboral es el pan de cada día. Se
acostumbran a un estado de inestabilidad hasta que comienzan a
experimentar las consecuencias: problemas familiares, con la pareja, el
ánimo o la salud.
Un estudio de la Universidad de Toronto publicado este mes concluyó que
de 1,800 trabajadores norteamericanos entrevistados, el 50% se llevaba
tareas al hogar “a veces” o “frecuentemente”.
Aquellos con más preparación académica reportaron mayor interferencia
del trabajo en su vida personal. Los asuntos de oficina que más tensión
causan, según la investigación, son los conflictos interpersonales, la
inseguridad laboral, los ambientes desagradables y las situaciones de
mucha presión.
La psicóloga María Declet Brana establece que en los últimos 20 años el
mundo laboral ha experimentado grandes transformaciones que imprimen
presiones en los trabajadores. Particularmente, hay tres tipos de
presiones relacionadas con el tiempo: “tener que realizar tareas más
rápido, trabajar más horas y 24/7 dondequiera y en todo momento”.
Comúnmente, explica la psicóloga, las personas se llevan trabajo a la
casa por
factores relacionados con la empresa, como exceso de labores o
distribución inadecuada de ellas. También puede ser que el empleado
tenga dificultad organizando sutiempo, sea incapaz de delegar o padezca
de
alguna inseguridad que le impida desempeñarse de manera eficiente. No
Las consecuencias de no desconectarse del trabajo son varias y afectan
tanto al empleado y su familia como la empresa.
“A nivel personal trabajar en la casa interfiere con el tiempo de descanso
físico y mental. En las organizaciones las consecuencias están atadas a
cometer errores, accidentes, poca productividad y dificultad en las
relaciones personales”, apunta Declet. Sandra Rodríguez, ingeniera de 33
años, sabe cuánto puede pesar el trabajo en el diario vivir. “En la industria
en la que trabajo hay una cultura generalizada de esperar un fuerte
compromiso con
la empresa. Aunque estés al día, para ser considerado como alguien
comprometido debes estar en la oficina nueve o diez horas”, sostiene.
“Esas exigencias confligen totalmente con mi rol de madre soltera de dos
niñas”, afirma la mujer, para quien la situación es a menudo fuente de
gran ansiedad.
En ocasiones, según cuenta, pasa los domingos sentada frente a la
computadora mientras sus hijas insisten en que quieren salir a pasear, o
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aprovecha los días en los que el papá las recoge para, en lugar de cumplir
con otras responsabilidades del hogar, quedarse en la empresa hasta
tarde.
Aunque sus evaluaciones siempre son sobresalientes, en entrevistas para
algún puesto de mayor jerarquía sus jefes la han abordado respecto a su
“situación” y la han cuestionado sobre cómo haría para estar más tiempo
en la oficina.

El reto de balancear roles


Lograr el balance entre la vida laboral y personal es definitivamente un
reto, especialmente en el contexto de la crisis económica y los recortes en
la nómina del Gobierno y la empresa privada, coinciden los psicólogos
entrevistados.
“Es altísimo el por ciento de personas que debido a la competitividad
tienen que buscar un nivel más alto de ejecución. Hay jefes o supervisores
que miden la labor del empleado por la cantidad de trabajo que genera,
aunque no necesariamente esa cantidad sea igual a calidad”, apunta el
psicólogo Carlos Santiago, presidente de Santiago & Associates.
Esta presión de producir es diferente para las personas que trabajan por
su cuenta como Jessika Cuevas, empresaria, coordinadora de bodas y
también madre de dos niños. “Tengo un negocio de servicios, así es que
nunca me desconecto”, sostiene. “A veces pienso que me va a dar un
infarto”, afirma.
En su caso, el estrés proviene de la ansiedad que le crea la dependencia
de otros para cumplir con sus compromisos, el trabajo con los niños y, por
supuesto, de conseguir clientes. “Lo más estrés que me da es quedar mal
con un cliente o que no le guste mi trabajo. Después que hago una boda a
veces tengo pesadillas de que no me llegan las flores o los manteles. Los
otros días
tuve una pesadilla con una boda que hice en junio”, cuenta Cuevas,
quien, sin embargo, no deja sutrabajo porque reconoce que es lo que
mejor sabe hacer y le apasiona.
El psicólogo industrial Rodolfo Fernández apunta que comúnmente en su
práctica ve casos de
hombres y mujeres que sufren el desgaste físico, emocional o ambos a
consecuencia de no saber balancear sus roles profesionales y personales.
“No importa el trabajo que uno haga, si se entrega demasiado esas son
las consecuencias”, apunta el profesional con más de una década de
experiencia. “Hay muchas personas que a una edad joven comienzan en
un buen trabajo con muy buena paga, se comprometen mucho
económicamente y
tienen que trabajar demasiado para mantener cierto estilo de vida. Con el
pasar del tiempo el cuerpo empieza a pasar factura. He tenido personas
que entran en grandes crisis porque para atender su salud tienen que
tomar la decisión forzada de cambiar su estilo de vida”, explica.
Señales de alarma
Como en otros aspectos de la vida, no todo el mundo se enfrenta de la
misma forma al estrés laboral y a cada cual el escenario de alta tensión le
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afecta de diferentes maneras. La capacidad de organizarse, es una de las


claves para evitar el desgaste, coinciden los expertos.
Dolores de cabeza o espalda frecuentes, falta de energía, pobre calidad
de sueño o insomnio, dificultad para concentrarse y cambios de humor
son algunos de los múltiples síntomas que se experimentan cuando hay
sobrecarga. Fernández sostiene que los casos que más preocupan son
aquellos en los cuales, para enfrentar el agobio, las personas buscan
refugio en la bebida, comida o comienzan a automedicarse, primero con
medicamentos de farmacia y luego con drogas más fuertes.

Estar y no estar
No necesariamente alguien abrumado por el trabajo es muy trabajador o
tiene demasiado que hacer. “El presentismo es el primo hermano del
ausentismo”, explica Santiago. Es lo que ocurre cuando un empleado
enfrenta tensiones dentro o fuera del trabajo que bloquean su
concentración afectando su
productividad. “A este individuo se le va el tiempo y está continuamente
patinando, dilatando el proceso de hacer una llamada o preparar un
informe porque nunca se siente listo. Así empieza a afectarse su trabajo”,
sostiene. Estos empleados se diferencian de los adictos al trabajo, pues
tienen que llevarse el trabajo a la casa, pero para compensar su atraso en
la jornada.
Para lidiar con esta situación el psicólogo recomienda establecer un plan
de cuatro pasos: identificar la tarea, reconocer la necesidad de ayuda si
aplica, escribir los pasos necesarios para completar la labor y una vez
realizada, verificar el cumplimiento de los objetivos. Personas con tareas
de supervisión, con negocios propios, altos niveles de responsabilidad o
creativos pueden tener más dificultad para desconectarse del trabajo. Sin
embargo, buscar el respiro
es fundamental. Los psicólogos recomiendan identificar actividades para
distraer la mente por al menos un rato todos los días o varias veces en
semana.
“Cuando la cabeza no tiene en qué ocuparse recicla las preocupaciones y
las molestias, incluyendo las laborales”, dice.
Trabajar para vivir, no vivir para trabajar
Identifica la causa específica de tu estrés laboral. Una vez lo logres
puedes desarrollar tu propias estrategias para enfrentar la tensión, que
pueden incluir un diálogo con tus jefes. Si no logras hacerlo por tu cuenta,
considera la ayuda de un profesional como un psicólogo industrial. Al
enfrentar situaciones que no puedes cambiar recuerda que la asignación
de los niveles de importancia que das a cada cosa está en tus manos. En
ocasiones invertimos mucho tiempo y
energías en situaciones que, si nos detenemos a evaluar, realmente no
son tan importantes en nuestra vida. Establece prioridades y aprende a
decir no.
Cuida tu salud. Discute junto a tu familia alternativas para enfrentar los
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desafíos del trabajo. Si tu trabajo actual no llena tus expectativas pero no


es posible moverte a otro agradece lo que tienes y ofrece lo mejor de ti.
Busca aprender o desarrollar habilidades para emprender nuevos rumbos
cuando te sea posible.
Las organizaciones deben incluir en sus diagnósticos información
relacionada a la vida personal de los empleados en el proceso de
rediseñar el trabajo.
(Fuente: Dra. María Declet, psicóloga industrial.)

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