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¿Trabajo o esclavitud?
Evita el costo de la sobrecarga laboral
Por Camile Roldán Soto / end.croldan@elnuevodia.com
Tienes que haberla experimentado alguna vez. Esa sensación de agobio,
pesadumbre o preocupación extrema por asuntos relacionados con el
trabajo que revolotean en tu cabeza. No te dejan pensar en otra cosa e
incluso te impiden conciliar el sueño.
Para muchas personas el estrés laboral es el pan de cada día. Se
acostumbran a un estado de inestabilidad hasta que comienzan a
experimentar las consecuencias: problemas familiares, con la pareja, el
ánimo o la salud.
Un estudio de la Universidad de Toronto publicado este mes concluyó que
de 1,800 trabajadores norteamericanos entrevistados, el 50% se llevaba
tareas al hogar “a veces” o “frecuentemente”.
Aquellos con más preparación académica reportaron mayor interferencia
del trabajo en su vida personal. Los asuntos de oficina que más tensión
causan, según la investigación, son los conflictos interpersonales, la
inseguridad laboral, los ambientes desagradables y las situaciones de
mucha presión.
La psicóloga María Declet Brana establece que en los últimos 20 años el
mundo laboral ha experimentado grandes transformaciones que imprimen
presiones en los trabajadores. Particularmente, hay tres tipos de
presiones relacionadas con el tiempo: “tener que realizar tareas más
rápido, trabajar más horas y 24/7 dondequiera y en todo momento”.
Comúnmente, explica la psicóloga, las personas se llevan trabajo a la
casa por
factores relacionados con la empresa, como exceso de labores o
distribución inadecuada de ellas. También puede ser que el empleado
tenga dificultad organizando sutiempo, sea incapaz de delegar o padezca
de
alguna inseguridad que le impida desempeñarse de manera eficiente. No
Las consecuencias de no desconectarse del trabajo son varias y afectan
tanto al empleado y su familia como la empresa.
“A nivel personal trabajar en la casa interfiere con el tiempo de descanso
físico y mental. En las organizaciones las consecuencias están atadas a
cometer errores, accidentes, poca productividad y dificultad en las
relaciones personales”, apunta Declet. Sandra Rodríguez, ingeniera de 33
años, sabe cuánto puede pesar el trabajo en el diario vivir. “En la industria
en la que trabajo hay una cultura generalizada de esperar un fuerte
compromiso con
la empresa. Aunque estés al día, para ser considerado como alguien
comprometido debes estar en la oficina nueve o diez horas”, sostiene.
“Esas exigencias confligen totalmente con mi rol de madre soltera de dos
niñas”, afirma la mujer, para quien la situación es a menudo fuente de
gran ansiedad.
En ocasiones, según cuenta, pasa los domingos sentada frente a la
computadora mientras sus hijas insisten en que quieren salir a pasear, o
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aprovecha los días en los que el papá las recoge para, en lugar de cumplir
con otras responsabilidades del hogar, quedarse en la empresa hasta
tarde.
Aunque sus evaluaciones siempre son sobresalientes, en entrevistas para
algún puesto de mayor jerarquía sus jefes la han abordado respecto a su
“situación” y la han cuestionado sobre cómo haría para estar más tiempo
en la oficina.
Estar y no estar
No necesariamente alguien abrumado por el trabajo es muy trabajador o
tiene demasiado que hacer. “El presentismo es el primo hermano del
ausentismo”, explica Santiago. Es lo que ocurre cuando un empleado
enfrenta tensiones dentro o fuera del trabajo que bloquean su
concentración afectando su
productividad. “A este individuo se le va el tiempo y está continuamente
patinando, dilatando el proceso de hacer una llamada o preparar un
informe porque nunca se siente listo. Así empieza a afectarse su trabajo”,
sostiene. Estos empleados se diferencian de los adictos al trabajo, pues
tienen que llevarse el trabajo a la casa, pero para compensar su atraso en
la jornada.
Para lidiar con esta situación el psicólogo recomienda establecer un plan
de cuatro pasos: identificar la tarea, reconocer la necesidad de ayuda si
aplica, escribir los pasos necesarios para completar la labor y una vez
realizada, verificar el cumplimiento de los objetivos. Personas con tareas
de supervisión, con negocios propios, altos niveles de responsabilidad o
creativos pueden tener más dificultad para desconectarse del trabajo. Sin
embargo, buscar el respiro
es fundamental. Los psicólogos recomiendan identificar actividades para
distraer la mente por al menos un rato todos los días o varias veces en
semana.
“Cuando la cabeza no tiene en qué ocuparse recicla las preocupaciones y
las molestias, incluyendo las laborales”, dice.
Trabajar para vivir, no vivir para trabajar
Identifica la causa específica de tu estrés laboral. Una vez lo logres
puedes desarrollar tu propias estrategias para enfrentar la tensión, que
pueden incluir un diálogo con tus jefes. Si no logras hacerlo por tu cuenta,
considera la ayuda de un profesional como un psicólogo industrial. Al
enfrentar situaciones que no puedes cambiar recuerda que la asignación
de los niveles de importancia que das a cada cosa está en tus manos. En
ocasiones invertimos mucho tiempo y
energías en situaciones que, si nos detenemos a evaluar, realmente no
son tan importantes en nuestra vida. Establece prioridades y aprende a
decir no.
Cuida tu salud. Discute junto a tu familia alternativas para enfrentar los
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