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El Criado
El Criado
Edipo que maya a Layo sin saber que es su padre. (O la madre y la hermana que matan
a Jan sin saber quién es en realidad). La palabra final del viejo criado (como un
moderno Tiresias) hace entender que no hay esperanza en este Universo, que las cosas
sólo pueden suceder de una manera y, lo peor de todo, que nada importa, que todo da lo
mismo; es un Universo carente de sentido moral.
Me pareció lo mismo que "Los Justos", que "La Peste", que "La Caída"; no pudo hacer
sido mejor escrito.
El malentendido se escribió y estrenó en 1944, en Francia y durante la ocupación nazi. Dos años antes, Albert Camus había publicado El
extranjero, una novela con la que esta pieza establece algunas relaciones. El contexto histórico de su alumbramiento era extremadamente
importante y, sin embargo, no aparece directamente en la novela, aunque se encuentra en el trasfondo y en la motivación del experimento
que supone este drama.
Este experimento no es otro que realizar una gradación en la actitud ética del ser humano, de la moral casi plena a la ausencia absoluta de
moral, que no parecía inverosímil en el periodo final de la Segunda Guerra Mundial. Cinco personajes pueblan el escenario de este drama:
una madre y su hija que regentan una pensión, el anciano y silencioso criado que las ayuda, un cliente llamado Jan y su mujer, que no se
hospedará en la pensión pero que aparece al principio y al final del texto. El hecho desencadenante del conflicto ya da una idea del
carácter experimental de la obra, que está por encima de su realismo. Las dueñas de la pensión son unas criminales que de vez en cuando
asesinan a uno de sus clientes para quedarse con su dinero y así subsistir. Piensan hacerlo con Jan sin reconocer en él al hijo y al hermano
que veinte años antes se marchó de casa y que ahora vuelve para ayudarlas económica y afectuosamente. Ahí surge el malentendido que
da título al drama: ellas no saben que Jan es su hijo y él no sabe que piensan matarlo. Esta situación provoca que el desarrollo de la trama
esté lleno de réplicas anfibológicas y que sólo el espectador conozca todos los elementos de la historia. No desvelaremos el desenlace de la
acción, ya lo descubrirá el lector que desee acercarse a este magnífico texto. Lo que sí nos importa es comentar el objetivo y el resultado
del experimento. La reflexión sobre el grado de moral que posee el ser humano es enormemente interesante y ha ocupado, por supuesto, a
los estudiosos de la Ética, pero también a muchos intelectuales y artistas. En el plano real podría considerarse improbable el grado
absoluto de ética y su contrario, la absoluta falta de ética. Pero en el plano de ficción literaria sí se pueden dar ambos extremos y esto es lo
que plantea Camus en El malentendido, en un momento clave para reflexionar sobre ello. Jan y su mujer estarían del lado de la ética. Jan
roza el máximo moral y así se plasma en sus intervenciones. Frente a ellos se encontrarían su hermana y el criado. La hermana de Jan es
una mujer fría en extremo, que no quiere saber nada de sentimientos; pero precisamente por ese empeño, a veces violento, en rechazar
todo sentimiento demuestra que posee un mínimo de ética. Quien curiosamente desconoce por completo en qué consiste la moral es el
criado. Éste tan sólo tiene dos intervenciones, en la última escena –de hecho cierra la obra–, pero definen perfectamente su grado moral:
el cero absoluto. En el experimento de Camus, esta figura que pasa muda por toda la acción y que parece ser la única no protagonista es
fundamental, ya que justifica todo el experimento. Entre las dos posiciones, justo en el centro, se encuentra la madre. Tiene conciencia,
pero también es una criminal como su hija.
Es curioso que Dios aparezca a menudo en los parlamentos de los personajes. La religión no sirve para resolver los problemas de la ética,
aunque durante siglos se haya creído con la exclusividad doctrinaria sobre la materia. Los personajes buenos se encomiendan a Dios, los
malos no, aunque también su ateísmo es relativo. Pero Dios no puede hacer nada para evitar los actos de los hombres, no interviene ni
influye en sus vidas, por lo que el problema ético lo debe resolver el ser humano por sí solo. Este experimento, acertado en cuanto que
suscita la reflexión en el lector/espectador, está construido no obstante sobre una acción dramática que no descuida el entretenimiento.
La trama se desarrolla con fluidez pese a lo abstracto de los diálogos, las reacciones de los personajes dan pie a interpretaciones no
convencionales que permitirán a los actores lucirse lejos de la interpretación naturalista y la intriga que crea el conflicto mantiene al
público expectante y ansioso ante el desenlace. Además, del mismo modo que en El extranjero, hay una presencia estética de la
meteorología. Aquí se contrapone el clima lluvioso y triste de la Europa donde transcurre la acción a la luminosidad de África, de donde
procede Jan y donde se puede llegar a ser feliz. Camus imparte una lección sobre cómo introducir en el teatro asuntos de gran calado y
tratados con profundidad; los mismos asuntos que tratará, poco tiempo después, el teatro del absurdo, aunque en su caso la dificultad
formal, a pesar de tener una justificación histórica y existencial, aleje a sus posibles receptores de pensar con claridad sobre sus tesis.