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Interdependencia de los seres – Ivone Molinaro Ghiggino

Cuando Jesús nos trajo el Mandamiento Mayor, “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí
mismo”, se fijó, en definitivo, la certidumbre de que somos todos hermanos y que debemos unirnos por los lazos
de la fraternidad, hija del Amor. La propia Creación Divina nos enseña que estamos, todos los seres, ligados unos
a otros, necesitándonos mutuamente para evolucionar y crecer juntos.
La tierra y el agua alimentan los vegetales; el viento también coopera, repartiendo semillas y polen; los
animales y el hombre usan la sal, el agua, arcilla y piedra para construir sus abrigos, etc. Los vegetales protegen
de la erosión el suelo de las lomas; producen la fotosíntesis; sirven de comida y medicamento a animales y
hombres, proveyéndoles, aún, material para fabricación de utensilios, construcciones y calor (madera, fibras,
carbón vegetal); etc. Los animales producen el estiércol, que fertiliza la tierra; pájaros y abejas polinizan los
vegetales; lombrices ahuecan el suelo para las raíces, y producen el humus; sirven de alimento al hombre, auxilian
en su protección, transporte, etc. Muchos más ejemplos hay de esa inter-colaboración...
“La naturaleza, en todas partes, es un laboratorio divino, que elige el espíritu de servicio por proceso natural
de evolución.” (Emmanuel, en “Fuente Viva” – mensaje 82: “Quien sirve, prosigue”)
¿Y el ser humano?
El espíritu, creado sencillo e ignorante (L. Espíritus, preg. 115), necesita de encarnaciones sucesivas para
obtener experiencia y desarrollar las “dos alas”: la del conocimiento – que va a disciplinar su mente, y la de la
virtud – que disciplinará su corazón, enseñándole a latir al compás de la melodiosa máxima de Jesús trayéndonos
la Ley del Amor. Así, progresando, el espíritu irá marchando hacia la perfección y la felicidad absoluta, que tanto
anhela.
En ese caminar, forzoso es obedecer a la ley de Dios, enseñada por Jesús, y que la Doctrina Espírita,
esmeradamente, nos presenta en la 3ª parte de El Libro de los Espíritus, “Leyes Morales”, las cuales tratan de las
relaciones del hombre con Dios, con sus semejantes y consigo propio, leyes esas que están indeleblemente
inscritas en nuestra conciencia ( preg. 621).
Para seguir la ruta de la evolución, necesitamos unos de los otros, ya que el hombre es un ser de relación, bio-
psíquico-socio-cultural-espiritual, no debiendo vivir aislado (ídem, preg. 766, 777, 768).
De esa manera, verificamos su interdependencia, sea material (aptitudes y facultades distintas, generando
conocimientos y oficios diversos, de los cuales todos necesitamos para nuestra supervivencia y nuestro bienestar
físico), sea espiritualmente (para que ejerzamos la fraternidad, pues es a través de esa convivencia, no siempre
harmoniosa, que logramos conquistas nuevas de aprendizaje y reparaciones).
En verdad, todos los compañeros de romería en el cuerpo físico son nuestros grandes cooperadores. Si son más
adelantados que nosotros, caminan a nuestro lado, amparándonos y enseñándonos por la palabra y por el ejemplo
eficaz. Si esos compañeros están en nivel evolutivo igual al nuestro, o incluso en nuestra retaguardia, será a través
de ellos que creceremos mucho, ya que, frecuentemente, ellos nos propician las dificultades imprescindibles a
nuestro adelanto. Recordemos al Instructor Alexandre en “Misioneros de la Luz” (André Luiz, por C. Xavier –
cap. 13: “Reencarnación”): “La tempestad es nuestra bienhechora; la dificultad, nuestra maestra; el
adversario, instructor eficiente.” Muchas veces, los rescates que nos tocan vienen a través de ellos...
Y lo mismo se aplica entre los dos planos de la vida, cuando, por la oración, por el aconsejo, por el trabajo
edificante y siempre por el ejemplo en el bien, el auxilio se hace.
¿Cómo crecer, entonces, mediante esa interdependencia? Amando incondicionalmente, como nos dijo Jesús.
Hagamos un honesto viaje interior, para analizar y conocer nuestro propio mundo íntimo, a fin de que
identifiquemos nuestros errores de pensamiento y sentimiento, y firmemente nos dediquemos a corregirlos. Así,
seremos capaces de ver los otros hombres realmente como Hermanos, de acuerdo con la orientación del Maestro
amado, admitiendo que “solamente en las actividades del bien para el bien de los otros es que garantizaremos la
vida y la continuidad de nuestro propio bien” (Emmanuel, “Seara de los Mediuns”, psicografía de C. Xavier,
capítulo “Pequeñitos, pero útiles”).
¡Jamás olvidemos: todo es armonía, trabajo y cooperación en el Universo! Nadie crece solo!

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