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Continuidad y cambio en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del

Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM

Pedro Ángeles Jiménez

Antes que nada, debo decir que resulta estimulante compartir con Ustedes esta serie de
reflexiones en el marco del ya tradicional Encuentro Nacional de Fototecas, y cuánto más, entre
los trabajos de esta mesa, titulada "La Fotografía en los archivos del siglo XXI"; pues como verán,
muchas de las inquietudes que expondré se derivan de los trabajos que se han venido
implementando en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, no sólo desde que tuve la
oportunidad de ocupar su coordinación. Coincidiendo con la década de encuentros que se festejan
aquí, las presentes líneas pretende recapitular brevemente sobre los últimos 10 años en los
quehaceres de nuestro archivo.

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Por supuesto, que en el título de esta mesa aparezcan las palabras ”siglo XXI” ya es
intimidante, pues fácilmente se evocan imaginarios futuristas, y para muestra un botón:
recordarán que el futuro de replicantes descritos en la novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los robots
con ovejas electrónicas?, y su secuela Blade runner, se desarrolla en la ciudad de Los Ángeles,
ubicando su acontecer en el ya muy próximo año de 2018.
Al menos para mi, resulta tranquilizador que a tan sólo 9 años de distancia, las
descripciones hechas en esas obras no acontecerán, o sólo parcialmente, y que la ciudad de Los
Ángeles, seguirá siendo bastante parecida a la que hoy recorreríamos en una visita. Podríamos
afirmar, inclusive, que los oscuros paisajes urbanos en los que actúa Harrison Ford, quedarán
restringidos a los sets hollywoodenses, y que su figuraciones sólo serán, como la Metrópolis de
Fritz Lang, otro devaneo futurista al que debemos convertir, si fuera posible, en algo más
prometedor… aunque… sin duda podrá sorprendernos que el actor que caracterizó Terminator
gobierne el estado de California; después de todo "la realidad supera a la fantasía", pero el
quehacer cotidiano de nuestros archivos deberá de plantearse sobre las bases de una realidad algo
más objetiva, en la que deberemos trabajar incansablemente, a fin de dibujar presentes más
ciertos.

1999-2009. En el recuento de una década

Al menos desde hace una década, en lo que concierne a la imagen, hemos podido apreciar una
hecho extraordinario, que ha afectado profundamente a nuestro Archivo Fotográfico: la transición
de la imagen argéntica a la digital. Este proceso, en su momento ajeno a nosotros, tuvo su origen
en las decisiones de las grandes industrias que controlan la producción de los aparatos y
suministros fotográficos para la creación de las imágenes, quienes dejaron al consumidor
expectante por recibir los beneficios de esa nueva tecnología, y tener que desarrollar los
conocimientos para manejar esos nuevos mapas de bits.
La transformación parecería no tener precedentes. De hecho, antes de 2005, muchos
elementos fortalecían la apariencia de una industria bien consolidada; en todo el mundo se sabía
qué era una película 35 milímetros, un asa 100, un f11 con un 125 de velocidad. Solo que, si se

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pone atención al comportamiento mismo de la innovación tecnológica, veremos que desde sus
orígenes, en la historia de los procesos fotográficos existe un continuo que llevó de una técnica a
otra, dejando obsoleta a la anterior, y la mayoría de las veces debido no a su calidad, pero si a
factores como sus costos de producción, a un manejo más fácil o eficiente de soportes y procesos
químicos o a la manipulación de sus cámaras; todo ello, merced a las condiciones de un mercado
cada vez más global, y a la necesidad de imágenes cuya obtención necesita ser más inmediata, con
la capacidad de llevarse o transmitirse a más distancias grandes.
¿Cuántos procesos antiguos conocen Ustedes, que no hayan caído en la vorágine destructiva
de ese mercado? Pero qué duda cabe que las imágenes, soportadas en su frágil materialidad, nos
son importantes y vemos en ellas sus diversos valores; de ahí se derivan todos nuestros esfuerzos
por catalogar, documentar, conservar y difundir nuestras fotografías. Por esta razón, enmarcados
en la complejidad de esa transición, me permito mencionar, desde mi archivo, tres
acontecimientos de los que hemos sido testigos y que nos han marcado pautas, mismas que
seguramente darán materia para seguir la reflexión de esta década.

1º. Entre 1999-2000, el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint inició el proyecto Banco de
imágenes del patrimonio artístico mexicano. Entonces, el CONACYT proporcionó un
financiamiento con el que se adquirió una serie de equipos destinados a la creación de
nuestro primer proyecto de digitalización
2º. El 15 de julio de 2003, la empresa Kodak anunció que suprimiría su línea de producción
de proyectores de diapositivas para junio de 2004. Al lado de ese anuncio, seguiría la
paulatina desaparición de diferentes suministros fotográficos producidos por esa empresa,
y posteriormente, el cierre de sus fábricas y oficinas en la ciudad de México
3º. La decisión, en enero de 2009, con la que el Archivo Fotográfico anunció a sus usuarios
que cancelaría el préstamo de diapositivas a domicilio, en diciembre de 2010

Por sí mismos, cada uno de estos acontecimientos son ejemplares entre los que marcaron un
hito al Archivo Fotográfico Manuel Toussaint, el que, debido a su vocación, de manera continua

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y desde su formación institucional el año de 19541, se convirtió en el repositorio de las imágenes
fotográficas del Instituto de Investigaciones Estéticas, proporcionando a sus académicos –
especialmente con diapositivas-, esta herramienta indispensable para la investigación, la docencia,
la difusión de la historia del arte y la conservación y defensa del patrimonio artístico mexicano.
Del primer acontecimiento señalado, a la fecha, ya se aprecian varios resultados. Al lado del
desarrollo de métodos de descripción mediante bases de datos, aquella fue la primera ocasión en
que las tecnologías las información arribaban al Archivo, planteando problemas que en diferentes
niveles, dinamizaron la relación entre la efímera imagen argéntica y la volátil imagen digital,
revelándose la importancia que tiene la representación de una imagen analógica en bits.
Además, hubo que establecer diferentes parámetros de trabajo, algunos de ellos aún en
movimiento: formas de almacenamiento y administración, que siguen en franca transformación,
tamaños de archivos, modelos de color, formatos y tantos y tantos conocimientos, que obligaron a
buscar el consecuente desarrollo de una base tecnológica que implicó acceso a sistemas de red,
como a la posibilidad de contar servidores y sistemas RAID. Proceso que en su propia evolución
ha mostrado dificultades obvias, pero también considerables avances.
No esta de menos mencionar, que el proyecto Banco de imágenes del patrimonio artístico
mexicano, tuvo por objetivo responderle al Archivo para qué servía la imagen digital; lo que no
esperábamos era que la respuesta se multiplicara de tal forma, que al día de hoy, ya todo su
personal cuenta con una computadora de escritorio conectada a Internet y a nuestro sistema de
cómputo, en cuyos servidores manejamos la captura de nuestra base de datos y la evolución de su
conceptualización, así como también las herramientas en con las que implementaremos las nuevas
formas de consulta y administración, de las más de 750,000 imágenes argénticas que
resguardamos, además de aquellas imágenes que, “nativas digitales”, van llegando a sumar riqueza
y problemas a un archivo, que siempre se ha distinguido por acrecentar sus fondos, ya sea por
donación y ocasionalmente por compras simbólicas; pero sobre todo, por la producción natural que
se deriva de las necesidades de la investigación académica de nuestra Institución.

1
Cecilia Gutiérrez Arriola, “Elisa Vargaslugo y la fotografía: fotografía e historia del arte”, De arquitectura,
pintura y otras artes. Homenaje a Elisa Vargaslugo, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2004: p.
510.
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Si alguien, supuestamente hubiera dicho por enero de 2003, que la diapositiva dejaría de ser
el principal vehículo de transmisión de la imagen para clases y conferencias, lo hubiéramos
considerado una broma. Piensen que durante buena parte de su existencia, nuestro Archivo tuvo
como fundamento acrecentar su patrimonio fotográfico, justamente con ese vehículo que,
privilegiadamente, se convirtió en la única posibilidad de llevar a las aulas el imaginario de las
obras de arte convertidas en imagen, y que el formato de diapositiva en 35 mm a color, campeó en
México desde los años cuarentas, con el arribo de películas fotográficas como la Kodachrome2, de
calidad increíble. Por esa razón, durante poco más de 50 años, conocimos al Archivo Fotográfico
Manuel Toussaint de manera doméstica como “la fototeca”, acrecentando sus fondos de
diapositivas a más de 460,000 ejemplares, que cotidianamente sirvieron a los académicos
relacionados con la historia del arte, a la manera de una gran biblioteca de imágenes.
Todavía para esa fecha, era posible tomar un rollo de película diapositiva en la mañana, y
tenerlo frente al usuario en un par de horas, con alarde de eficiencia y rapidez. Todavía en esa
fecha era posible contar con procesos de increíble calidad, como el R3, que permitía, con costos
algo elevados, la impresión de imágenes diapositivas a papeles fotográficos.
Pero la broma fue, quién lo diría, que lo pronosticado pasó, y cada vez con mayor
frecuencia, los usuarios del archivo demandan imágenes pidiéndolas digitales. Aquella visión en la
que nadie compraría cañones carísimos –entonces como ahora- pasó a ser una realidad cotidiana,
y aunque todavía esperamos mejoras en la calidad y precios, hoy en día casi todos usamos como
vehículo de nuestras conferencias a la imagen digital o digitalizada.
Esta tendencia, en el recuento de acontecimientos que les vengo mencionando, fue la que
nos obligó a tomar la última disposición, decisión curatorial de importancia que, por su puesto, no
significa la supresión del servicio de consulta de diapositivas, sólo que la tecnología y los cambios
en la industria de la imagen, posibilitaron el hecho de, por primera vez en nuestra historia, en
lugar de prestar frágiles imágenes argénticas, lo mismo para procesos editoriales que para
proyectarlas en los salones de clases o conferencias, ya es posible entregar referentes digitales. Por
primera vez, nuestra diapositeca dejará de ser un banco de fotografías, para pasar a ser considerada

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El 22 de junio de 2009, la empresa Eastman Kodak anunció el fin de la producción de película
Kodachrome.
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un fondo más de nuestro archivo, uno igual al resto de colecciones especiales como la Luis
Márquez Romay, la Tina Modotti, la Juan Guzmán, que no se prestan, que sólo se consultan.

Qué presentes y futuros?

El juego de los tiempos parece siempre implacable, después de todo, de eso trata la materia que
nos toca, que es la del saber histórico. Por eso museos, archivos y bibliotecas tienen un papel tan
relevante, porque al organizar en catálogos, conservar con sus mejores recursos, y promover el
conocimiento de los objetos que custodian, los convierten en patrimonio. Ejercen un poder -
siempre habrá quién lo cuestione-, que consiste en dar a la sociedad que nos procura acceso y
tiempo, tiempo para que los objetos que salvaguardamos perduren, trasciendan generaciones,
acceso, pues sin convertir al patrimonio en objeto de interés público, ¿qué sentido tendrían
nuestras acciones?.
En un momento determinado, la socialización de nuestro acervo se cumplimentó con los
modelos creados a partir del servicio y atención a usuarios, que a lo largo de la historia, se fueron
perfeccionando. Y la verdad es que sólo a partir del arribo de la digitalización, se apreció, de
forma concreta, la posibilidad de divulgar de una manera más amplia las colecciones del Archivo
Fotográfico.
Este no fue, como podría suponerse, un principio manejado a partir del primer proyecto de
digitalización, pues como ocurrió en otros lugares, la idea de contar con referentes digitales para
la consulta, se alentó al principio a partir de la idea de que la preservación, primaba sobre el
acceso. Entonces, se hicieron evidentes algunos problemas cruciales: ¿existe alguna responsabilidad
social en las instituciones públicas que custodian al patrimonio cultural mexicano?, ¿cuál es su
papel?, ¿qué relación tiene ese papel con sus acervos patrimoniales?, ¿en qué medida la legislación
contemporánea abriga a estas instituciones y los intentos de la socialización de sus fondos, sin
demérito de otros derechos como los de autor?. Estas sólo son algunas cuestiones en las que
debimos profundizar, y el las que aún queda margen para establecer definiciones que conciernen
ya no sólo el quehacer del Archivo Fotográfico Manuel Toussaint.
Nuestros sistemas de clasificación, aquellos que modelamos durante mucho tiempo y que

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constituyen la tradición local de trabajo con la que describimos nuestras colecciones
patrimoniales, ¿podían, así como estaban, responder a los esfuerzos internacionales de
organización de la información?, ¿la red es el camino más adecuado para la socialización? y ya en
la red, ¿es posible orientar los esfuerzos para que la descripción automatizada de nuestros acervos
alguna vez pueda federarse?... ¿y eso, tiene sentido?, ¿tiene sentido participar del concepto de
visibilidad en la red, y crear estrategias tecnológicas que permitan a nuestras instituciones
proporcionar en sus paginas Internet, algo mas que información de tipo administrativo?... ¿eso es
deseable?.
No cabe duda que la respuesta a cuestiones de índole similar va de la mano con la
proyección de cualquier esfuerzo por modelar los archivos del siglo XXI, ya que, quiérase que no,
el enorme y complejo proceso que representa la convergencia digital, actúa sin que podamos
eludir los retos que propone, retos para los que es necesario responder a preguntas como las que se
esbozaron apenas, y a otras tantas que habrán de formularse a la luz de la acción del tiempo.
Retos que suponen acceso a tecnologías que en muchos casos, apenas vislumbramos al hablar de
repositorios institucionales, de metadatos, de sistemas de respaldo de información adecuados y
robustos, de tecnologías para publicar nuestra información en línea, de la web 2.0 y de la sociedad
del conocimiento.
Debo decir que a la fecha, para el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint ésta ha sido una
aspiración, una que con sus correspondientes dificultades, apenas va convirtiéndose en realidad.
Una aspiración que sin embargo, permitió en los años que van de 2007 a 2009, darse cuenta del
valor de los principios que alienta la Norma Internacional General de Descripción Archivística
(ISAD-G), y ensayar su aplicación como modelo de trabajo aplicado a los diferentes niveles de
descripción de nuestras colecciones fotográficas, situación que todavía se halla en proceso.
Del mismo modo, hoy en día estudiamos la idea de crear un repositorio institucional,
tecnología que dote a los objetos digitales que producimos, entre otras cosas, de un URL único,
que permita mantenerlos en línea y se convierta en el modo de citarlo inequívocamente. El
repositorio es clave en la gestión de metadatos y en la definición de si Dublin core será, entre los
diferentes modelos existentes, aquel que seleccionemos para la organización de dichos objetos
digitales. Además, al ser ésta tecnología nativa a servidores más robustos, la preservación de las
colecciones digitales y de todo cuanto hagamos ahí, dependerá de la capacidad que tengamos para
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aumentar los terabytes instalados y la velocidad de respuesta para arreglar cualquier desperfecto a
nivel de hardware.
Si esa puerta parece delinear el quehacer del archivo en estos momentos, debemos comentar
que la preocupación por estudiar qué hacemos con la data que producimos, es tan importante
como los esfuerzos que dedicamos a la conservación de nuestros materiales argénticos.
Muchos de ustedes, conocerán que el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint ha elaborado
una consistente trayectoria en la aplicación de la idea de la preservación mediante el control de
condiciones ambientales. Lo fue en su momento, con la realización de encuentros como "Frío *
Seco. Bóvedas para la Conservación de Materiales Fotográficos: Condiciones Ambientales",
realizado en mayo de 20013, y desde enero de 2006, con la puesta en marcha de nuestra bóveda y
prebóveda, en la que actualmente obtenemos de manera cotidiana, índices de permanencia de la
imagen que están próximos a los 100 años en sus expectativas, merced a que en esa eterna lucha
contra el clima, logramos mantener estabilidad en sus condiciones ambientales promediando 35%
de humedad relativa con 15 ºC de temperatura.
De esa experiencia, la de tener un archivo con bóveda, nació la posibilidad convertirnos en
un archivo bóveda, es decir, a un archivo que pudiera tener control ambiental en todas sus áreas,
para que, salvando el necesario diferencial de temperatura que cada espacio requiere, manejara ese
35% de humedad relativa, lo mismo en las áreas de documentación y clasificación, que en
cualquiera otra donde tengamos almacenados materiales fotográficos.
Este importante proyecto actualmente está implementándose en el Archivo Fotográfico
Manuel Toussaint, y no es sino un esfuerzo más, en la búsqueda de ser un archivo, que alejándose
de fundamentar sus acciones en criterios propios, prefiere la implementación de normas y estándares
internacionales, que ayuden a describir mejor sus colecciones, a resguardarlas a plazos más
duraderos y a acercarlas a la sociedad, que con sus recursos, procura su funcionamiento.
Normas y estándares no son palabras que puedan fraguarse desde un solo lugar. El Archivo
Fotográfico Manuel Toussaint lo sabe, y como siempre, encamina sus esfuerzos siempre listo a
discutir constructivamente sobre estos temas, porque como decía al principio, sólo así

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El encuentro se realizó en la Sala Francisco de la Maza los días 21 y 22 de mayo de 2001. Vid:
“Encuentro en el Instituto de Investigaciones Estéticas. Bóvedas frías y secas prolongan la vida del material
fotográfico”. Gaceta UNAM, 4 de junio de 2001: pp. 18-19.
http://www.dgcs.unam.mx/gacetaweb/2001/04jun01.pdf. Consultado octubre de 2008.
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alcanzaremos a dibujar mejores presentes y futuros más deseables.

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