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Lo "natural" es la tecnología 03/09/2009 13:10

Lunes | 12.08.2002

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DEBATE
Lo "natural" es la tecnología
No podemos cerrarnos a metodologías que puedan responder a
necesidades médicas reales y no a caprichos estéticos, elitistas o
discriminatorios.

Alberto Kornblihtt. BIOLOGO MOLECULAR. PROFESOR DE LA UBA E INVESTIGADOR


DEL CONICET.
D os semanas atrás, en esta misma sección, Francis Fukuyama escribió un
artículo muy crítico sobre la biotecnología.

Coincido con él (¡qué horror para un respetuoso de las ideas de Marx


coincidir con quien decretó el fin de la historia!) en que la clonación y
las tecnologías genéticas aplicables a humanos debieran ser de
interés de todas las personas, religiosas o no, y no sólo de aquellas
que se oponen a la destrucción de embriones y al aborto. Tiene razón al
afirmar que la característica principal del hombre es su extrema
complejidad, que surge de múltiples y aún desconocidas interacciones entre
los 30.000 genes que conforman nuestro genoma, y que la causalidad
genética de la conducta y otras características de orden superior como la
personalidad y la inteligencia es cuanto menos nebulosa. Como también lo
es pretender "mejorarlas" a través de la ingeniería genética.

Es cierto que una tecnología que busque manipular la naturaleza


humana no sólo podría acarrear consecuencias imprevistas sino
que podría minar la propia base de los derechos humanos
respecto de la igualdad.

No obstante, su negativa a la biotecnología humana merece ser debatida,


ya que está inspirada en posturas de una ecología mal entendida
(ecologismo) y en una definición arbitraria de lo natural.

La especie humana apareció hace unos 200.000 años, o sea, "ayer" si se lo


compara con la aparición de la vida, ocurrida hace 3.800 millones de años.
Antes de la aparición del hombre, miles de especies animales, vegetales y
bacterianas surgieron, se expandieron y se extinguieron. Se cree que el
tiempo promedio de duración de una especie es de alrededor de 200
millones de años. La extinción es algo natural, en tanto y en cuanto ocurrió
múltiples veces sin la intervención ni proteccionista ni destructiva del
hombre (simplemente no estábamos) y probablemente seguirá ocurriendo
pese a tal intervención.

No hay duda de que la aparición del hombre ha producido profundos


cambios en la estructura de los ecosistemas de la Tierra. Cultivamos la
tierra, cambiamos el curso de los ríos, seleccionamos y domesticamos
animales y plantas que no existían tal como hoy las conocemos en la
naturaleza prehumana. Surcamos los aires en máquinas voladoras y la
tierra en rodados veloces. Mantenemos alimentos y medicamentos en
cadenas de frío producidas por electricidad, sin las cuales nuestra
morbilidad y mortalidad serían espantosas. Operamos tumores que, de
quedar donde estaban, nos matarían rápidamente. Curamos con cierto
grado de racionalidad y mucho de pragmatismo decenas de enfermedades.
Inventamos anteojos para "leer" desde moléculas hasta galaxias, pasando
por el diario. Tomamos decisiones en base a informaciones transmitidas
por la velocidad de la luz en forma inalámbrica.

Podría seguir enumerando, pero me pregunto: ¿es todo esto natural o


artificial? No dudo de que todo lo que hacemos es natural porque somos
parte de la naturaleza y nuestra esencia humana consiste justamente
en transformar la naturaleza. Si no fuera así, ¿alguien podría explicar
qué tiene de "natural" (uso comillas para lo natural como lo de escasa o
nula intervención humana) cultivar miles de hectáreas con una única
especie como el trigo o el arroz, hecho fundamental en el pasaje nómade
al sedentario de hace 10.000 años y base indispensable de la alimentación

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de los pueblos? O, ¿qué hay de "natural" en criar y alimentar vacas para


luego matarlas en serie de un garrotazo, enfriar sus músculos por días para
prevenir su contaminación bacteriana, asarlos al fuego y comérnoslos como
bifes? El hombre es tecnológico por naturaleza a causa del desarrollo
diferencial de su cerebro, que le confiere habilidades distintivas de especie,
tales como hablar, calcular, computar, reflexionar, proyectar; pero también
comprar, vender, mentir y sobornar.

Cuando cambiar es mejorar

Me parecen vanos los esfuerzos por preservar la naturaleza a


imagen y semejanza de los tiempos prehumanos, supuestamente
porque es más pura, en un contexto que no tenga como objetivo
fundamental la preservación de la especie humana y los derechos básicos
de sus integrantes. Por supuesto que debemos conservar, no contaminar,
no destruir ni dañar todo aquello del ambiente que sea beneficioso directa
o indirectamente para el hombre; pero también debemos modificar,
transformar, humanizar, tecnologizar, revolucionar y socializar todo aquello
que haga que la humanidad viva más y mejor, menos pobre y más feliz.

Los cultivos transgénicos, por ejemplo, cuya derrota en Europa Fukuyama


parece saludar, representan un desarrollo tecnológico donde entran en
juego tanto prejuicios "naturalistas" como intereses económicos. Al igual
que con cualquier variedad vegetal producida por cruzamiento, es
imprescindible estudiar exhaustivamente la bioseguridad de cada variedad
transgénica, esto es, comprobar que además del carácter beneficioso
introducido (resistencia a virus, herbicidas, insectos, etc.) no presenta
riesgos ni perjuicios comprobables para la salud humana y animal ni para
el ecosistema. El adjetivo "transgénico" sólo se refiere a la metodología por
la cual se obtuvo la nueva variedad y no a sus propiedades; no califica ni
de bueno ni de malo; no nos informa (aunque le pongamos una etiqueta al
producto) de su seguridad o peligrosidad, ni de su "naturalidad" o
artificialidad. Un híbrido obtenido por cruzamiento tradicional puede
resultar mucho más alejado de la norma "natural" que un transgénico.
Habrá transgénicos donde los beneficios superan a los perjuicios y
viceversa, por lo cual no se los debe ni prohibir ni imponer en su
conjunto sino analizarlos individualmente, teniendo en cuenta los
impactos biológicos, económicos y sociales.

El clonado de embriones humanos por transferencia nuclear merece un


capítulo aparte. Existe consenso entre los científicos en mantener una
moratoria a la clonación reproductiva, esto es, a la obtención de
bebés humanos clonados por transferencia de núcleos provenientes de
células somáticas de otro humano y no por la clásica, y sin duda más
divertida, reproducción sexual. Por un lado, no existen motivaciones
médicas ni psicológicas de peso para la clonación reproductiva. Por el otro,
las técnicas de clonación son por ahora artesanales, de baja
reproducibilidad y eficiencia, y acarrean peligros de acumulación de
mutaciones genéticas incontrolables de efectos impredecibles. Pero si
naciera un bebé humano clonado sano, no sería más que un bebé al que
habría de cuidar, alimentar, abrigar, querer y educar como a cualquier otro
bebé y terminaría con una personalidad e identidad únicas. Porque somos
mucho más de lo que mandan nuestros genes. Somos el inevitable e
irrepetible resultado de la interacción de nuestros genes con el ambiente
físico, cultural y social en que crecemos. En todo caso, la fantasía
determinista no es un motivo válido para impedir la clonación humana.

Distinta actitud debería tomarse frente a la clonación terapéutica,


es decir, al uso de células embrionarias humanas con potencialidad de
generar tejidos de reemplazo para adultos enfermos. Los posibles
beneficios de estas investigaciones bien valen la pena de desenmascarar
la hipocresía de quienes se niegan a utilizar embriones humanos
generados de a decenas en los protocolos de fertilización asistida y que se
sabe que nunca serán implantados en una madre sino que terminarán
malográndose congelados por años en termos de nitrógeno líquido.

También existe consenso entre los biólogos que las terapias con genes
deben limitarse a órganos de adultos (terapia génica somática) y no
dirigirse a las células germinales de modo de evitar que la modificación
genética sea heredable. Suena razonable una intangibilidad
transitoria de nuestro genoma por los mismos motivos arriba
enunciados para la clonación reproductiva. Pero no podemos cerrarnos

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definitivamente a metodologías que en un futuro puedan responder a


necesidades médicas reales y no a caprichos estéticos o con fines
elitistas o discriminatorios.

Cualesquiera terminen siendo las intervenciones del hombre sobre sus


propios genes, nada nuevo se inventará respecto de la esclavización,
sometimiento y explotación económica de un grupo de humanos sobre
otro. No hace falta recurrir a la genética para generar desigualdad,
discriminación, hambre, falta de educación y guerras. Ya existen, las
tenemos aquí y en proporciones inmensamente mayores que las que podría
generar cualquier manipulación genética. Las raíces de estos males
están en el viejo capitalismo y no en los efectos de la nueva
genética.

Está claro que estos temas son demasiado importantes como para dejarlos
solamente en manos de los científicos. Mucho peor si se los deja sólo en
manos de políticos con representatividad cuestionada y escaso contacto con
sus bases.

La sociedad toda debe informarse, debe "exprimir" el conocimiento de los


especialistas, sacar sus propias conclusiones y promover legislaciones
cautas pero alejadas de fundamentalismos conservadores, es decir,
de los que le temen a lo nuevo y pretenden frenar la historia por decreto.

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