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Lunes 23 de julio de 2001

Editora Responsable: Patricia Vega

Contaminación y violencia
Victoriano Garza Almanza

Con la mirada en las estrellas


Patricia vega

Ciencia, tecnología
y diversidad cultural
Alberto Betancourt Posada

Lunes en la Ciencia, 23 de julio del 2001

Nexos entre conductas criminales y acumulación de sustancias


neurotóxicas en el cuerpo

Contaminación y violencia
Victoriano Garza Almanza
Hace 17 años, en julio de 1984, James Oliver Huberty entró a un establecimiento de comida
rápida en San Ysidro, California; de entre sus ropas sacó varias armas y disparó a matar
contra los comensales. "La sociedad ha tenido su oportunidad", gritaba. "Voy a cazar, a cazar
humanos". Poco después cayó muerto a manos de la policía. Huberty asesinó a 21 personas,
la mayoría eran niños.

La oficina forense ordenó practicarle al cadáver de Huberty todos los exámenes posibles,
entre ellos análisis toxicológicos. Se le encontró una cantidad inusual de cadmio: "la
suficiente para matar a dos personas", dijo quien examinó las muestras. El cadmio es un metal
pesado que cuando ingresa al organismo destruye los riñones y daña el sistema nervioso. Los
expertos no se explicaban cómo es que el tipo no hubiera muerto semanas atrás.

Investigaron cómo fue que Huberty se contaminó y encontraron que, antes de migrar a
California, trabajó como soldador. La exposición a los gases tóxicos, sin protección alguna, le
enfermaron y provocaron transtornos mentales. Un antiguo compañero de trabajo declaró que
Huberty continuamente decía que los humos de la soldadura lo estaban volviendo loco.

William Walsh, quien estudió el caso desde el principio, hizo un descubrimiento


sorprendente: en el organismo de Huberty y en el de otros que han ejecutado masacres y actos
de extrema violencia se encontró la presencia y acumulación de contaminantes de
propiedades neurotóxicas.

La relación entre la presencia de ciertos contaminantes que afectan la conducta humana y el


crimen violento interesó, desde los noventa, a numerosos investigadores que hoy exploran
esta rama de los campos de la neurotoxicología, criminología y salud ambiental.

Roger Masters es uno de los principales exponentes de esta línea de investigación. Asegura
que "la contaminación ambiental puede interactuar con la pobreza, subalimentación, consumo
de alcohol, uso de drogas y estrés social, para situar a algunos individuos en riesgo de
toxicidad subclínica, la cual se manifiesta por una pérdida de control de los impulsos y un
incremento del crimen violento". Neurotóxicos como plomo y manganeso, combinados con
una dieta pobre y deficiente en vitaminas y minerales, alteran las funciones normales del
cerebro.

Sus estudios, que abarcan el territorio de EU, y cuyas fuentes son los archivos de la FBI,
penitenciarías, etc., muestran una estrecha relación entre contaminación y conducta criminal
violenta.

Masters asegura que las teorías sociales sobre la violencia son insuficientes para explicar la
tasa de criminalidad presente en los condados de EU, donde los crímenes violentos varían de
menos de 100 a más de 3 mil por cada 100 mil habitantes.

Considerando todas las variables sociales que convencionalmente se aceptan como causales
de conducta criminal, Masters demostró que el crimen violento es tres veces mayor que la
tasa nacional en aquellos lugares en donde hay actividad industrial que libera plomo o
manganeso.

La preocupación por entender cómo la contaminación afecta a la salud ha hecho que el


gobierno de EU promueva la creación de centros de estudio de salud ambiental urbana en
universidades. Actualmente cuentan con 28 centros, mientras que en AL no existe un solo
organismo similar.

La contaminación ambiental es omnipresente, no podemos controlar la inhalación de


partículas tóxicas ni evitar ingerirlas mediante el agua, alimentos o medicamentos peligrosos
autoadministrados o mal dosificados. Algunos se acumulan en el cuerpo y causan daños
irreversibles.

Masters no asegura que los contaminantes neurotóxicos sean la principal causa de violencia
urbana, pero sí que es un co-factor no considerado anteriormente Este hecho cimbra la
estructura teórica de la conducta social, programas educativos y reformatorios, sentido e
impartición de justicia, protección ambiental.

Masters también plantea el problema neurotóxico del flúor y su aplicación al agua. La


fluoración se empezó a utilizar hace más de medio siglo como medida preventiva contra las
caries.

La polémica se ha suscitado porque indiscriminadamente se provee de flúor a la gente. Las


condiciones de hoy son diferentes a las de hace 50 años, ya hay otras formas de tratar los
problemas bucales que se quisieron prevenir poniendo flúor al agua. Expertos aseguran que
ya no es necesaria la fluoración y, en cambio, que sí es potencialmente peligrosa dados los
riesgos que entraña al sistema nervioso.

Normas de control de la contaminación, agua de consumo, salud ocupacional, alimentos,


medicamentos, tendrán que ser revisadas y replanteadas a la luz de los hallazgos que se están
produciendo. Lamentablemente, para hacer estudios serios son contados los toxicólogos de
carrera en México y menos aún los laboratorios con capacidad instalada.

Los neurotóxicos son una realidad. Plomo, mercurio, manganeso, cobre, cadmio y otros
metales y sustancias peligrosas son contaminantes y tienen un riesgo potencial desconocido,
que obliga a investigar sus repercusiones para prevenir y minimizar su impacto en sitios de
trabajo o lugares presuntamente contaminados. >

El autor es investigador del Programa Ambiental de la Universidad Autónoma de Ciudad


Juárez

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