Está en la página 1de 10

3. Los cánones de interpretación en el ordenamiento argentino.

En materia de interpretación contractual la doctrina nacional extrae del

ordenamiento jurídico diversas pautas de interpretación que enmarcan los elementos de

juicio que el intérprete podrá tomar en consideración a la hora de fundar una

determinada conclusión sobre el sentido que asignar a una regulación contractual. Estas

pautas son denominadas por algunos autores como distintos tipos de interpretación,

reconociéndose la interpretación literal, subjetiva, fáctica, sistemática, conservadora y

principio favor debitoris1. Dichas pautas han sido analizadas en cuanto a su aplicación

por la Corte Suprema de Justicia de la Nación2.

Ante este cuadro de situación caben algunas consideraciones: el carácter que se

reconocerá a las pautas de interpretación, la relación lógico temporal con que ellas se

aplicarán, y cómo serán entendidos cada uno de los cánones.

Desde nuestro punto de vista consideramos que corresponde admitir que lleva

razón la doctrina que propone distinguir entre el objeto interpretado, el método y el

material. El objeto interpretado es el contrato, como acto perfeccionado en un

determinado momento histórico. El método refiere a la perspectiva que adoptará el

intérprete para establecer el sentido. En gran medida las pautas establecidas por el

ordenamiento jurídico refieren al material o herramientas interpretativas con

fundamento en los cuales podrá establecerse el significado del texto contractual.

Si bien la doctrina nacional ha considerado estos elementos en una sucesión

lineal puede proponerse una “relectura” de estos criterios a partir de algunas pautas

ordenatorias propuestas por la doctrina comparada. Partiendo del elemento o sentido

literal se intenta establecer si la cláusula es susceptible de más de un sentido, situación


1
MOSSET ITURRASPE, Jorge “Contratos”, Ediar, Bs. As., 1994, pág. 265 y sgtes.
2
F ILIPP IN I, Aníbal “Interpret ación contractual en la jurisprudencia
de la corte suprema de justicia de la nación”, en Revista de Responsabilidad Civil y
Seguros, año 2, N° 4, julio-agosto de 2000.
que puede tener lugar ante la polisemia del lenguaje. Si la disposición contractual

admite más de un significado, entonces, el intérprete habrá de acudir al contexto

contractual reflejando los diferentes sentidos que ella pueda tener. Establecida esta

contraposición entre sentido literal y el proporcionado por el contexto el intérprete debe

seleccionar aquel sentido literal que más se avenga a la común intención de las partes.

3.1. El sentido literal

El art. 217 del C. Com. estatuye que las palabras del contrato deben ser

entendidas en el sentido que les da el uso general. También el primer inciso del art. 218

del C. Com. hace expresa referencia al significado literal de las palabras del contrato.

En un más reciente enfoque se ha señalado que la remisión al sentido literal

implica la adscripción al texto contractual del que corresponde según el código de

significados. La literalidad evoca un sentido externo y objetivo. Expresa Irti que

sentido literal es el sentido o la pluralidad de sentidos que la palabra recibe en el código

lingüístico de una determinada comunidad de hablantes3. El sentido literal se perfila en

contraposición con la común intención. El primero es abstracto y general, la segunda es

concreta. En la indagación de la potencialidad expresiva de las palabras –señala Irti- se

advierte que el código lingüístico no es uno, sino que existen usos según comunidades

de hablantes, siendo así posible establecer un sentido primario y otro u otros

secundarios.

Estos señalamientos por nuestra parte nos llevan a reconocer una cantidad de

cuestiones imbricadas en el sentido literal. Una primera permite reconocer que el

“significado” literal será solo un aspecto de la cuestión. Los problemas ante la

literalidad del texto contractual no suelen reducirse a una elección de significado que se

defina con el recurso al diccionario. La determinación del uso general del lenguaje
3
IRTI, Natalino “Testo e contesto”, Cedan, Padova, 1996, pág. 3 y sgtes.
tiene una base importante en la norma o regla semántica pero usualmente los

dificultades interpretativas trascienden ese plano. Hay, en efecto, dificultades

provenientes de la connotación intencional de las partes que se expresan en el “sentido”

que se pretende dar a una expresión y no propiamente en el significado.

Igualmente son significativos los aportes de la doctrina y jurisprudencia

anglosajona al distinguir las distintas variantes que puede presentar en la interpretación

el que se denomina como “sentido ordinario” de un término. Lewison, luego de señalar

que la regla de interpretación según el sentido gramatical y ordinario de los términos

constituye la “regla de oro” de la interpretación contractual, explica las distintas

variantes jurisprudenciales que ha admitido este sentido ordinario4. En primer lugar se

señala que sentido ordinario de las palabras es el popular o habitual, debiendo preferirse

ordinariamente entre una acepción científica y una sentido ordinaria esta última. En la

referencia al sentido ordinario se toma como parámetro al hablante común de la

lengua5. Se aclara que éste puede no ser el de la comunidad en general sino el de

personas que se ubican en una particular posición u ocupación. Se destaca igualmente

que el significado natural de las palabras aparece igualmente condicionado por el

contexto de su utilización6.

Se reconoce también una amplia gama de elementos que se incorporan a partir

de la diferencia entre lengua y habla, reconociéndose usos del lenguaje que no siempre

se reflejan en la lengua normativizada. Estos usos del lenguaje representan también un

sentido literal externo a las partes que indican las potencialidades expresivas de los

contratantes.

4
LEWISON, Kim “The interpretation of contract”, Sweet & Maxwell, London, 2003, pág. 85 y
sgtes.
5
Lewiaon refiere al “ordinary speaker of English”, LEWISON, Kim, op. cit., pág. 87.
6
Ibidem, pág. 89.
Hay que destacar una gran importancia dentro del sentido literal a una serie de

elementos que provienen de la estructura gramatical, como de la sintaxis y de la

puntuación del texto interpretado. Una cláusula contractual encierra una unidad de

pensamiento referida por el marco de la sintaxis, que establece la relación que tendrán

entre sí las distintas partes de esa estructura. Los datos provenientes de la puntuación

utilizada en la conformación de la oración o del texto brindan también elementos no

siempre puestos de resalto en el proceso interpretativo. Son particularmente relevantes

en esta indagación las consideraciones efectuadas por los profesores uruguayos

Caumont y Mariño respecto de la aplicabilidad al proceso interpretativo de las técnicas

de análisis del discurso y de la semiótica7.

Es igualmente significativa la perspectiva señalda por Lorenzetti en cuanto a la

existencia de diferentes tipos de “lenguaje” lato sensu, entre los que menciona el

lenguaje verbal o gestual, del lenguaje electrónico, el lenguaje común y el profesional8.

La interpretación literal ofrece una más profunda perspectiva en la reciente obra

de Scalisi. Allí pone de resalto este autor que corresponde proceder a la descodificación

de los signos lingüísticos de los contratantes. Esta tarea requiere de la clarificación de

una problema previo que consiste en la “identificación de la lengua del contrato”,

problema esta que se manifiesta sobre todo en los casos de contrataciones

7
CAUMONT, Arturo, MARIÑO, Andrés “Referencias semióticas para el estudio de problemas
de hermenéutica contractual. Examen del favor debilis como factor interpretativo. Análisis de su
admisiblidad en el Derecho Uruguayo”, Anuario de Derecho Civil Uruguayo, T. 26, pág. 395. Estos
autores expresan: “La interpretación de un texto o discurso es definir el sentido del mismo. Para lograr tal
objetivo y llegar a resultados válidos de análisis, es necesario ceñir la interpretación a una metodología
concreta… Sin embargo, a fin del siglo veinte, los estudios semióticos han alcanzado un alto grado de
desarrollo como consecuencia directa de lo cual deben ser necesariamente considerados como la base de
estudio de la interpretación del contrato: su exclusión es insusceptible siquiera de plantearse si en verdad
se pretende un abordaje científico de la temática de la hermenéutica en general y del contrato en
particular”
8
LORENZETTI, Ricardo “Tratado...”, cit., pág. 463.
internacionales9. Se incorpora como perspectiva y con distintos criterios de solución el

problema de la “distribución del riesgo lingüístico”10.

3.2. La superación del elemento literal. Distintas posiciones.

3.2.1. Planteo y fundamento de la cuestión.

En torno al grado de constricción que implica para el intérprete un texto

contractual que se califica como claro, la doctrina ha asumido distintas posiciones. Una

primera podría calificarse como literalista, y señala que si del examen de la letra del

contrato surge un grado aceptable de comprensión de su sentido, no corresponde

avanzar más allá de este elemento textual en la indagación del significado. En otra

postura, cabe reconocer a distintas posiciones doctrinales que, con diferente alcance,

admiten la superación del sentido literal de un texto contractual aún claro, recurriendo

para la determinación del significado a los demás cánones extratextuales.

Los criterios interpretativos mencionados comprometen distintos aspectos del

funcionamiento de la categoría contractual. Por una parte, se señala que está en juego el

grado de confianza que los jueces han de tener en el lenguaje escogido por las partes. En

la medida en que la confianza de los jueces respecto del lenguaje utilizado por las partes

se debilite tenderá a aumentar la litigiosidad en materia contractual11.

Igualmente se destaca que la interpretación de un texto contractual plantea como

cuestión a tomar en cuenta la inviolabilidad del lenguaje de las partes, lo que lleva a

9
SCALIS I, Antonino “La comune intenzione del contraenti.
Dall’interpretazione letteral e del contratto all’interpret azione secondo buona fede”,
Giuffrè, Milano, 2003, pág. 55.
10
Ibidem, pág. 58.
11
FARNSWORTH, E. Allan “Contracts”, Third Edition, Aspen Law & Business, Aspen
Publishers, INC., New York, 1998, pág. 469.
reconocer la existencia de un “punto de ruptura crítico” más allá del cual ningún

lenguaje puede ser forzado y del que no podría avanzar legítimamente el proceso

interpretativo. Destaca sutilmente Farnswoth que, no obstante, para determinar dónde se

encuentra ese punto de ruptura han de intervenir otros factores además del lenguaje12.

Las posiciones que seguidamente se considerarán han sido examinadas por

Lorenzetti quien las ha designado como: 1) regla de la prioridad absoluta del texto

contractual, 2) regla de la subsidiariedad, 3) regla de la igualdad y 4) regla de la

subsidiariedad inversa en la que el intérprete no se encuentra limitado por el tenor de la

palabras para interpretar el contrato13.

3.2.2. La posición literalista

Fijado el sentido literal se abre una discusión en la doctrina respecto de cuál ha

de ser el proceder del intérprete respecto de los demás cánones hermenéuticos. En otros

términos, fijado el sentido literal cabe preguntarse si debe el intérprete continuar con la

indagación del resto del material hermenéutico o sólo debe hacerlo en caso de que el

sentido literal ofrezca dudas, ambigüedad o pluralidad de sentido.

Se ha sostenido, como criterio tradicional, que si el texto contractual es claro no

debe continuarse el proceso interpretativo mediante el recurso a las demás pautas

brindadas por el ordenamiento jurídico. Tal criterio contó con el aval que ha

proporcionado la clásica regla “in claris non fit interpretatio”.

En el caso particular del ordenamiento argentino tal criterio podría considerarse

que tiene sustento “literal” en lo dispuesto por el. art. 218 del C. Com. que establece que

corresponde recurrir a la intención común “habiendo ambigüedad en las palabras”14.


12
Ibidem, pág. 469.
13
LORENZETTI, Ricardo “Tratado…”, cit., pág. 464/465.
14
En esta tesitura reconocemos a Mosset Iturraspe cuando afirma al tratar la interpretación
fáctica: “Queda claro que sólo se de recurrir a estos elementos extrínsecos, que arrojan luz sobre la
En esta postura puede reconocerse a Messineo quien pese al tenor del art. 1362

del C. Italiano, que señala que para la interpretación contractual no basta atenerse al

sentido literal de los términos, entiende que muchas veces bastará que la indagación

interpretativa se limite al sentido literal de las palabras, como en los casos en que la

redacción recayó en técnicos en derecho o cuando las partes son versadas en la materia

o cuando se ha preparado el contrato con formularios. Sólo admite el traspaso del

elemento literal cuando el contrato ha sido preparado por profanos o cuando fue hecho

apresuradamente y sin preocuparse por la exactitud de las palabras empleadas15.

Entre los argumentos que se brindan para sustentar esta posición rígidamente

objetivista, respecto de la hermenéutica contractual, se ha mencionado que imparte

estabilidad a la transacciones comerciales y que un análisis que comienza con la

consideración de evidencia extrínseca de lo que las partes quisieron significar denigra

innecesariamente el contrato16.

3.2.3. El reconocimiento de un principio de ultraliteralidad

En la actualidad puede considerarse mayoritaria la posición doctrinal que señala

que el proceso interpretativo no debe necesariamente detenerse en el elemento literal

“claro”. En este sentido pueden reconocerse distintos matices en las posturas que dan

sustento a la admisión de que se supere el sentido literal, en principio claro, de los

términos contractuales. Una, sigue admitiendo una subsidiariedad de los elementos

extratextuales, con carácter moderado y otra, que decididamente cuestiona por carente

de logicidad la regla “in claris non fit interpretatio”.


intención, habiendo ambigüedad en las palabras”, conf. MOSSET ITURRASPE, Jorge “Contratos”,
Ediar, Bs. As., 1984, pág. 268.
15
MESSINEO, Francesco “Doctrina general del contrato”, cit., pág. 98.
16
Argumentos brindados por la magistrada Judith Kaye de la Corte de Apelación de New York,
a propósito de la consideración de evidencia extrínseca al contrato, en “Steuart v. Mc Chesney, 444 A2d
659, 663, citado por FARNSWORTH, Allan, op. cit., pág. 479.
Como exponente de la primera postura encontramos a Sacco quien considera que

resulta necesaria una específica motivación por parte del Juez de la que denomina

interpretación antitextual17. Por eso reformula el principio de subsidiariedad de los

materiales interpretativos extratextuales señalando: si el sentido literal del contrato

revela con claridad y univocidad la común intención y no existe divergencia entre la

letra y el espíritu de la convención una posterior interpretación no es admisible.

En otra posición se afilia Irti postulando el reconocimiento de un principio de

ultraliteralidad. Se destaca que la letra del contrato es un punto de partida y también un

punto de regreso, puesto a partir de este sentido literal se deberá indagar si los

elementos que brinda la intención común permiten fijar uno de los sentidos posibles

según la literalidad del documento. La intención común, en el caso, en que pueda ser

detectada por otros elementos objetivos, permitirá establecer otro sentido contrapuesto o

no al literal. Es decir, permitirá elegir aquél de los sentidos literales que mejor se

avenga a la intención común. Sobre la base de un paradigma teórico distinto ya Betti

había anticipado una consistente argumentación para superar el sentido literal18.

Con igual finalidad cabe reconocer como acertado el criterio que recoge

Farnsworth en cuanto a la carga de fundamentación que supone para el intérprete la

adopción de un criterio interpretativo que no es el propiamente literal. Transcribiendo

expresiones de Corbin ha recordado que “Cuando más bizarra e inusual es una

interpretación más convincente ha de ser el testimonio que la sostiene”.

17
SACCO, Rodolfo “Tratatto di Diritto Civile”, cit. pág. 382.
18
Señaló este autor: “De este modo, a una interpretación meramente gramatical y atomista que
llevaría a aislar la declaración del marco de las circunstancias socialmente influyentes en que fue emitida,
y a colocar la letra por encima del espíritu, se contrapone otra intepretación, que integra el supuesto de la
declaración encuadrándola en el total comportamiento recíproco y en el conjunto de las circunstancias, la
que se desarrolla alumbrando el espíritu y fin práctico que estaba en la conciencia de ambas partes”, conf.
BETTI, Emilio “Teoría general del negocio jurídico”, cit., pág. 262.
En cuanto a las razones por las cuales cabe admitir el traspaso del elemento

literal aún en nuestro régimen de derecho positivo que, como dijimos, acude a

elementos extratextuales “habiendo ambigüedad en las palabras” se destacan las

consideraciones de Blengio quien ante semejante norma en el Código Civil de la

República Oriental del Uruguay expone seis razones que justifican dicha superación19.

La justificación más convincente del recurso a elementos extratextuales radica

en que un texto aparentemente claro en su significación literal puede no llegar a serlo en

el cotejo con elementos provenientes de un caso. Como hemos señalado más arriba De

Lorenzo ha indicado con suficiente fundamento las falacias encerradas en la máxima in

claris non fit interpretatio a cuyas consideraciones remitimos.

También en nuestro medio Alterini postula que: “La literalidad del texto

contractual no descarta la investigación de la voluntad real de las partes siendo

relevantes para ello la intención y la finalidad de los contratantes” 20. Igualmente

corresponde mencionar la postura de Andorno quien señala que en todos los casos es

menester acudir a la interpretación, agregando que la noción de claridad de la norma es

19
Señala este autor que tal superación del elemento literal se justifica en que: 1) el art. 1298 del
Código Civil de la República Oriental del Uruguay no establece expresamente que ante un texto claro
precluya el recuso al análisis de elementos extratextuales, 2) remitiendo a Betti indica que la claridad del
texto no es un dato preexistente al proceso interpretativo dado que esa claridad abarca también el
comportamiento de las partes, 3) remitiendo a Farnswoth considera que es por demás cuestionable que
una palabra tenga un sentido divorciado de las circunstancias en la que fue usada, 4) de las normas legales
que regulan la interpretación se infiere el principio de la totalidad o coherencia textual, 5) porque la
expresión sentido literal hay que entenderla como un reenvío a índices de significación objetiva que en un
cierto tiempo y en determinadas situaciones se suelen referir, según criterios de regularidad, no sólo a las
palabras sino también a gestos, comportamientos o todo lo que en sentido amplio puede definirse como
signo y 6) porque el Proyecto del Acevedo, según lo refleja una nota no entendió separarse de la regla del
Digesto que no hacía referencia a la ambigüedad, conf. BLENGIO, Juan “La interpretación del contrato
en el Derecho de la República Oriental del Uruguay”, cit., pág. 143/144.
20
ALTERINI, Atilio Anibal “Contratos. Civiles, comerciales, de consumo. Teoría general”,
Abeledo Perrot, Bs. As., 1998, pág. 414.
relativa pudiendo ser claro el texto pero confusa su finalidad21. Asimismo, destaca que la

aparición de nuevas situaciones puede tornar oscura una norma que parecía clara.

21
ANDORNO, Luis “La interpretación en los negocios jurídicos”, en “Derecho Privado. Libro
Homenaje a Alberto J. Bueres”, Dir. Oscar Ameal, Hammurabi, Bs. As., 2001, pág. 596.

También podría gustarte