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Para comprender de mejor forma la necesidad de una función judicial independiente de los
demás poderes del Estado es menester hacer una referencia histórica. Para la mayoría de la
doctrina, y en eso estamos de acuerdo, es que la génesis de la independencia judicial dentro
de la doctrina de la separación de poderes, se ubica en las antípodas de la cultura jurídica
del Estado moderno. Las interpretaciones doctrinales que se hacen de Montesquieu ,
señalan que no se trataría de tener jueces independientes del soberano legislador para que
se respete la voluntad de la ley, sino que lo que busca dicha independencia del poder
judicial es asegurar que el Monarca no pueda controlar esta parte del poder estatal que debe
corresponder a los nobles. Este orden de poderes se asegura evitando que el Monarca
designe a los jueces y haciendo hereditarios los cargos judiciales. Se genera de este modo
un poder del Estado por razones de sangre. Sin perjuicio de ello, Montesquieu se contradice
y termina por delinear un modelo de juez que no se corresponde con la idea de proteger a la
nobleza como orden social determinado. En efecto, para él los jueces no debían ser
permanentes ni estables.
Como sea, es evidente que en Montesquieu hay paradojas. Resulta sorprendente que con
sus escritos tan fuertemente inmersos en los problemas y en la ideología del Estado
estamental, haya podido llegar a ser, hasta el día de hoy, el teórico de las organizaciones
liberales fundadas sobre el sujeto único de derecho y la igualdad formal.
No cabe duda la importancia que tiene el poder judicial en un régimen político por eso es
muy importante que este sea independiente, sin que se inmiscuyan en sus competencias, es
así entonces que esta independencia no tiene otra justificación que el respeto al imperio de
la ley, en otras palabras debe haber alguien encargado de velar por el cumplimiento de las
normas jurídicas. La doctrina esta conteste en el hecho que con el poder ejecutivo donde se
justifica más radicalmente la independencia de los tribunales de justicia, toda ves que es en
este plano político donde se pueden dar mayores abusos y corrupción. Así entonces es
impensado permitir por ejemplo que un gobernante de pautas o instrucciones a los jueces en
orden a cual es la forma de proceder en un caso en concreto. Es por eso que Carl Schmitt
señalaba que no basta con garantizar la independencia del poder judicial en las causas entre
los particulares sino que es necesaria una real independencia en relación con los otros
poderes estatales. Pero así como abogamos a que no haya una intromisión entre los poderes
estatales, esto no es solo con respecto al poder judicial, sino hay que entenderlo en sentido
lato, es decir que el poder judicial no puede ejercer funciones que le correspondan al
parlamento, ni tampoco al ejecutivo.
Importante es señalar además que si bien es cierto la función principal de los tribunales de
justicia es resolver conflictos, esta no es la única existiendo otras importantes funciones
como la de controlar la juridicidad de la actuación de los otros poderes del Estado. La
consecuencia de este rol de control jurídico que han asumido los jueces, y que en realidad
es lo que históricamente justificó su creación en régimen de independencia, es que no
puede concebirse el ejercicio de la función jurisdiccional por órganos vinculados a los
poderes estatales objeto del control. No puede de este modo entenderse que la
administración o el parlamento ejerzan jurisdicción en materias en las que aparezcan ellas
interesadas. Por lo tanto la administración no debe conocer de una contienda con un
particular sobre materias de impuestos, aduanas, concesiones, etc. Por lo tanto lo que
proponemos es que el poder del Estado se especialice de una ves por todas dividiéndose
entre varios órganos, así entonces constituiría un derecho fundamental o en otras palabras
una garantía esencial para los ciudadanos. Concordamos en este punto con lo señalado por
Charles Eisenmann y Michel Troper en orden a que la especialidad y la independencia de
los órganos con el objeto de que haya un mutuo contrapeso entre ellos.
La función hace al órgano. Esta frase repetitiva en los estudios de derecho procesal y
fundamentado por Chiovenda y en Chile por la doctrina, en especial por Colombo tiene
como consecuencia que cualquier órgano autorizado por la ley para resolver conflictos de
intereses de relevancia jurídica del orden temporal es un tribunal de justicia. Por tanto,
pueden ejercer jurisdicción los tribunales de justicia, los órganos legislativos o los que
forman parte de la administración pública, con tal que la ley los faculte para ello. Sin
perjuicio de esto, si seguimos a estos autores como podríamos explicar la proscripción que
hace nuestra constitución al señalar que ni el presidente de la república ni el congreso
puede ejercer funciones judiciales. Esta incoherencia constitucional es salvada por parte de
la doctrina argumentando que la prohibición hay que entenderla en sentido restrictivo y no
lato, y por tanto, hacerla efectiva exclusivamente para los órganos que alude la carta
fundamental y no para sus subordinados o ramas, como por ejemplo un ministro o la
cámara de diputados, toda ves que es un rama del congreso. Este argumento si bienes cierto
es corroborado en la practica, lo encontramos d e poco peso y rebuscado, debiendo
entenderse el articulo en comento, en el claro sentido de la norma, es decir que no haya
intromisión del ejecutivo y legislativo en el poder judicial.
Así entonces podemos señalar por consiguiente que la Constitución Política de Chile
vigente reconoce una sola función en materia de justicia, cual es la función jurisdiccional,
que el artículo 76 CPR. Denomina judicial, la que es exclusiva de los tribunales de justicia
establecidos por la ley. Por lo tanto no podemos concebir la intromisión de ningún otro
poder en la función judicial , el caso mas típico de esto es la actividad que ejerce el director
del servicio de impuestos interno, actividad de carácter administrativa q no debe ser
considerada como jurisdiccional, esta solo le pertenece a los tribunales de justicia del poder
judicial.
Concluimos por lo tanto que para garantizar el Estado de Derecho es imprescindible que
el Poder Judicial sea totalmente independiente del resto de los poderes del Estado y
responda, únicamente, ante sí mismo y ante los ciudadanos, sólo de este modo se puede
garantizar la imparcialidad y efectividad de los jueces a la hora de juzgar los actos
administrativos del Gobierno y las leyes del Parlamento.
Proponemos al menos una reforma a la constitución que sea capaz de establecer de
manera clara competencias que digan relación con la naturaleza jurídica y política de los
órganos que construyen el régimen político , y una absoluta independencia del poder
judicial, creemos que la designación de los miembros del pode judicial por los otros
poderes estatales , si bien esta justificado históricamente , no vemos en esta herramienta ,
un mecanismo que trasparente la democracia , por el contrarios solo busca tener de alguna u
otra forma algún tipo de control de carácter político del gobierno de turno que amenaza
incluso la seguridad de los individuos en la sociedad. Creemos además que una total
separación del poder judicial con respecto a los otros poderes estatales hace que las
personas crean mayormente en el poder judicial y en la justicia social.