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RJ 1998\10200
Sentencia Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 2ª), de 12
noviembre 1998
Jurisdicción: Contencioso-Administrativa
ANTECEDENTES DE HECHO
FALLAMOS:
FUNDAMENTOS DE DERECHO
El artículo 25, apartado 2, de la Ley 7/1985, de 2 abril (RCL 1985\799, 1372 y ApNDL
205), de Bases de Régimen Local, dispone que «el Municipio ejercerá, en todo caso,
competencias, en los términos de la legislación del Estado y de las Comunidades Autónomas, en
las siguientes materias: (...) l) Suministro de aguas, y el artículo 26, apartado 1, añade: "1. Los
Municipios por sí o asociados deberán prestar, en todo caso, los servicios siguientes: c) En todos
los Municipios: (...) abastecimiento domiciliario de agua potable (...)". Por último el artículo 85
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de la misma Ley 7/1985, dispone que los servicios públicos locales se podrán gestionar
directamente por la propia entidad local o indirectamente, mediante la forma, entre otras, de la
concesión».
El artículo 3.º de la Ley 7/1985, de 2 abril, reguladora de las Bases del Régimen Local,
relaciona en su apartado 1, las entidades locales territoriales, el Municipio, la Provincia y las
Islas y en su apartado 2, precisa que asimismo gozan de la condición de entidades locales, entre
otras, las Mancomunidades de Municipios.
El Título IV del Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 abril (RCL 1986\1238, 2271 y
3551), que aprobó el Texto refundido de las Disposiciones Legales Vigentes en Materia de
Régimen Local, contiene las normas esenciales relativas a la constitución, fines, competencia,
estatutos y funcionamiento de las Mancomunidades Locales, de tal modo que en punto al
desempeño del servicio público para el que se han constituido, en el caso de autos, el
abastecimiento de aguas, las referencias que se hagan respecto de la competencia de los
Municipios Locales valen para las Mancomunidades Locales.
En cuanto a la prestación indirecta del servicio, como podría ser el caso de CIPARSA, el
Reglamento de Servicios de las Corporaciones Locales de 17 junio 1955, citado, todavía vigente,
regula en su artículo 115 las cláusulas que como mínimo deben establecerse en toda concesión
administrativa de servicios públicos municipales, entre ellas es menester mencionar la 6.ª que
dice: «Tarifas que hubieren de percibirse del público, con descomposición de sus factores
constitutivos, como base de futuras revisiones». El artículo 127 precisa las potestades que las
Corporaciones Locales concedentes ostentarán entre las que es obligado mencionar: «1.ª Ordenar
discrecionalmente, como podría disponer si gestionare directamente el servicio, las
modificaciones en el concedido que aconsejare el interés público y, entre otras: (...) b) la
alteración de las tarifas a cargo del público y la forma de retribución del concesionario. 2.ª.
Fiscalizar la gestión del concesionario, a cuyo efecto podrá inspeccionar el servicio, sus obras,
instalaciones y locales y la documentación relacionada con el objeto de la concesión, y dictar las
órdenes para mantener o restablecer la debida prestación». Por último, añade el artículo 127, en
su apartado 2, que: «La Corporación concedente deberá: (...) 2.º Mantener el equilibrio
financiero de la concesión, para lo cual: (...) b) Revisará las tarifas y subvención cuando, aun sin
mediar modificaciones en el servicio, circunstancias sobrevenidas e imprevisibles determinasen,
en cualquier sentido, la ruptura de la economía de la concesión».
Ahora bien, el ejercicio de la potestad tarifaria está limitado por las facultades de control
de precios que correspondían al Estado y que éste transfirió a las Comunidades Autónomas. Se
hace, por tanto, necesario distinguir con nitidez el campo propio de la potestad tarifaria y el
campo propio de las autorizaciones para determinados aumentos de precios, entre los cuales se
encuentran las tarifas de abastecimiento de agua a poblaciones.
El artículo 107, apartado 1, del Real Decreto Legislativo 781/1986, de 18 abril, por el que
se aprobó el Texto Refundido de las Disposiciones Legales Vigentes en Materia de Régimen
Local, admite claramente la distinción conceptual que estamos analizando, al disponer: «1. La
determinación de las tarifas de los servicios (potestad tarifaria) que, con arreglo a la
legislación sobre política general de precios, deban ser autorizadas (competencia sobre precios)
por Comunidades Autónomas u otra Administración competente, deberá ir precedida del
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oportuno estudio económico. Transcurridos tres meses desde la fecha de entrada del expediente
en la Administración autorizante sin que haya recaído resolución, las tarifas se entenderán
aprobadas».
Interesa destacar que el artículo 107, reproducido, utiliza con precisión terminológica el concepto
de autorización, como técnica administrativa de limitación de derechos, en este caso de la
potestad tarifaria que corresponde a las Corporaciones Locales, gestoras directas o concedentes
del servicio público de abastecimiento de agua potable a poblaciones, y en este caso a la
«Mancomunidad Intermunicipal de Moguer-Palos de la Frontera». Esta modalidad de
autorización propia de la intervención del Estado en la economía, y más concretamente de la
política de precios tendente a controlar los procesos inflacionarios de la economía, implica la
preexistencia de un derecho, en este caso la potestad tarifaria de las Corporaciones Locales, pero
limitado en su ejercicio, para hacerlo acorde con los objetivos de política económica
patrocinados por el Gobierno; por ello la autorización referida comporta las siguientes notas
conceptuales: a) Sobre la potestad tarifaria, se superpone la potestad de ordenación y control de
la economía. b) Las Corporaciones Locales o en su caso las Mancomunidades Intermunicipales
conservan la potestad tarifaria que se funda en la mejor y más eficaz prestación del servicio
público, así como en la consecución del equilibrio económico de la explotación, que no obstante
puede ser sustituido por déficits admitidos intencionadamente por razones sociales, enjugados
con subvenciones. Ahora bien, la Corporación Local o Mancomunidad Intermunicipal está
limitada y debe respetar la política de precios señalada por el Gobierno que ejerce a través de las
preceptivas autorizaciones, siempre que aquélla pretenda aumentar las Tarifas. c) Las
Comunidades Autónomas son las competentes para otorgar o denegar las necesarias
autorizaciones, pero, y, esto es muy importante, sus acuerdos deben estar fundados
exclusivamente en el efecto de aumento de precios que comporta la revisión propuesta, teniendo
en cuenta los objetivos de política económica y sobre todo, la justificación del aumento de las
Tarifas debida al aumento del coste de explotación. Es fundamental tener claro que la
Comunidad Autónoma autorizante no puede invadir la competencia sobre tarifas que
corresponde a la Corporación Local o Mancomunidad Intermunicipal, basándose en razones
relativas al funcionamiento del servicio. d) Existe silencio positivo a favor de las Corporaciones
Locales y Mancomunidades Intermunicipales, concedentes del servicio público, si la Comunidad
Autónoma no se pronuncia sobre la autorización pedida. e) Nunca el acuerdo de revisión de las
tarifas puede proceder del concesionario, ni de la propia Comunidad Autónoma, porque ello
significaría, de una parte el desconocimiento de la relación esencial entre la Corporación Local o
Mancomunidad Intermunicipal concedente y el concesionario, y de otra parte la invasión por la
Comunidad Autónoma de la potestad tarifaria de la Corporación Local o de la Mancomunidad
Intermunicipal.
Es necesario advertir que con anterioridad a los Decretos-leyes 12/1973 y 6/1974, las
Tarifas de los servicios públicos municipales eran autorizadas por la Administración Central,
concretamente por los Gobernadores Civiles, previo informe de la Comisión Provincial de
Servicios Técnicos, como disponía el artículo 18 de la Ley 48/1966, de 23 julio (RCL 1966\1393
y NDL 15298), sobre modificación parcial del Régimen Local (básicamente de la Hacienda
Local).
Los aumentos inferiores al 3 por 100 eran aprobados por la Junta Superior de Precios, y
los superiores por el Consejo de Ministros, dada la trascendencia de la lucha contra la inflación.
El Real Decreto 2226/1977, de 27 agosto, por el que se modificó el artículo 3.º.3 del Decreto
3477/1974, anterior, en lo relativo a las autorizaciones de los aumentos de tarifas de servicios de
competencia local, estableció que los expedientes de elevación de las tarifas de los servicios de
competencia local se tramitarían inicialmente por la Corporación titular del servicio a instancia
del Órgano o Entidad gestora o concesionaria del mismo... y la Corporación emitiría informe
motivado sobre la elevación solicitada, precisando con exactitud las cantidades o porcentajes
de aumento que estime adecuados, elevando el expediente al Gobernador Civil de la
provincia...».
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La utilización poco afortunada del término informe, en lugar del término acuerdo, ha
sido la causa de que disposiciones posteriores hayan ido mermando más y más la potestad
tarifaria de las Corporaciones Locales.
La normativa aplicable, conforme a Derecho, es, en primer lugar, la propia del Régimen
local, que hemos expuesto, concretamente la que hace referencia a la prestación de los servicios
públicos municipales, directamente o mediante concesión administrativa y en segundo lugar, de
modo yuxtapuesto la normativa de control de precios, pero limitada a esta facultad; en
consecuencia, se debe concluir:
Debe quedar claro que la competencia que legítimamente tiene atribuida la Junta de
Andalucía para el debido control de los precios «autorizados» de los servicios públicos
municipales (transportes, abastecimientos de aguas, etc.) no le confiere el carácter de tutor de los
Municipios y de las Mancomunidades Intermunicipales, que son plenamente autónomos para
regir sus destinos y gestionar sus intereses propios, autonomía reconocida plenamente por la
Constitución y por la Ley 7/1985, de 2 abril, reguladora de las Bases del Régimen Local.
Desde esta perspectiva, hay que analizar el extenso escrito de alegaciones de la Junta de
Andalucía formulado en su recurso de apelación, en el que sus fundamentos de derecho, a
diferencia de los que presentó en la contestación a la demanda en el recurso contencioso-
administrativo de instancia, se refieren todos ellos a cuestiones de competencia municipal o
mejor dicho de la Mancomunidad Intermunicipal.
En efecto, las cuestiones que plantea son: 1.ª) Si CIPARSA es ciertamente o no una
empresa distribuidora o por el contrario es un promotor urbanístico privado. 2.º) Que el Acuerdo
17 agosto 1981 no vincula a la Mancomunidad Intermunicipal, sino sólo al Ayuntamiento de
Palos de la Frontera, conviene recalcar que este acuerdo era del siguiente tenor: «El
Ayuntamiento de Palos de la Frontera estudiaría de nuevo el precio al que debe facturar el agua
consumida por CIPARSA, precio en el que tendría en cuenta que se trata de un suministro a una
distribuidora con redes de distribución propias». 3.º) Que cualquier rebaja de la tarifa de 30 ptas.
fijada para las urbanizaciones supondría rehacer el estudio económico financiero de la Tarifa.
4.º) Que de acuerdo con el artículo 82, j) del Reglamento de Verificaciones Eléctricas (sic) de
1954 (RCL 1954\718 y NDL 10079) debería ponerse en contacto CIPARSA con la
Mancomunidad y acordar lo procedente. 5.º) Que CIPARSA debió ceder al Ayuntamiento las
instalaciones de distribución, por lo que carece de justificación que pretenda compensarse con
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tarifas.
La Sala no se pronuncia sobre ninguna de las cinco cuestiones planteadas, por cuanto sólo
pretende destacar que ninguna afecta a la potestad de control de precios que corresponde a la
Junta de Andalucía, al contrario todas ellas afectan única y exclusivamente a las competencias de
la Mancomunidad Intermunicipal relativas a la prestación del servicio y a su potestad tarifaria.
En este proceso contencioso-administrativo se da la extraña circunstancia de que la Junta
de Andalucía reconoció en su escrito de contestación a la demanda, que las cuestiones planteadas
por CIPARSA eran previas a la «autorización» de la Tarifa, por razones de política de precios, y
que debían haber sido resueltas antes por el Pleno de la Mancomunidad Intermunicipal, en
cumplimiento del Decreto 2226/1977, de 27 agosto, por el que se modificó el Decreto 3477/1974
de 20 diciembre, en lo relativo a las autorizaciones de aumento de tarifas de servicios de
competencia local y Orden Ministerial 30 septiembre 1977, por la que se dictaron normas sobre
tramitación de expedientes de modificación de tarifas de servicios de competencia local, razón
por la cual si la Junta de Andalucía hubiera sido congruente con sus propios argumentos
jurídicos debió de abtenerse de comparecer como parte demandada, puesto que la impugnación
de la Orden 17 marzo 1986, de la Consejería de Economía e Industria afectaba a cuestiones que
no le afectaban.
FALLAMOS
TERCERO.-Sin la expresa imposición de las costas. Así por esta nuestra sentencia,
definitivamente juzgando, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
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PUBLICACION.-Leída y publicada fue la anterior sentencia por el Excmo. Sr.
Magistrado Ponente de la misma D. Alfonso Gota Losada, en el día de su fecha, estando
celebrando audiencia pública la Sala Tercera, Sección Segunda del Tribunal Supremo, lo que
certifico.
Fuente consultada: http://www.civis.gva.es
www.mazagonbeach.com