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- Amén.
Día 1º
EL DOLOR DE MARÍA
Oración final:
Día 2º
NUESTROS PECADOS
Oración final:
Día 3º
NUESTRO DOLOR
Oración final:
Día 5º
LA FE DE MARÍA
Oración final:
Día 6º
MARÍA Y LA IGLESIA
Oración final:
¡Oh Madre Dolorosa!
Por tus lágrimas, por la corona de
espinas, por los clavos que llevas en tus
manos, por las espadas de dolor con que
nuestros pecados traspasaron tu
corazón; vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos y alcánzanos de tu Hijo
Santísimo dolor intenso de nuestras
culpas y vivos sentimientos de fe,
esperanza y caridad.
¡Oh Madre Dolorosa! Protege a la Santa
Iglesia, protege a nuestra Patria, ampara
a la juventud, ampara a la niñez. -
Amén.
Día 7º
MARÍA Y LA PATRIA
Oración final:
Día 8º
MARÍA Y LA JUVENTUD
Oración final:
Queridos jóvenes:
UNA HORA DE ESPERANZA
4. No ha escapado a la reflexión el
análisis de la realidad de su país y el
puesto que debe desempeñar la
juventud en la sociedad ecuatoriana.
Un joven no puede ni debe cerrar los
ojos a la problemática del mundo que
lo rodea. Cristo le enseña a mirar al
mundo con visión crítica, para actuar
de manera consecuente. No para
amar o quedarse en las cosas
terrenas, en las cosas del mundo (cf.
1 in 2, 15)," sino para elevarse por
encima de ellas, porque "quien
cumple la voluntad de Dios
permanece para siempre" (1 in 2,17).
A este respecto recordamos las
palabras del "Documento de Puebla",
cuando al señalar los rostros
concretos en los que debemos
reconocer los rasgos de Cristo que
sufre, señala los de ciertos "jóvenes
desorientados por no encontrar su
lugar en la sociedad; frustrados,
sobre todo en zonas rurales y
urbanas marginales, por falta de
oportunidades de capacitación y
ocupación" (N. 33).
También han visto que la juventud
ecuatoriana no puede convertirse en
víctima de la droga, del alcoholismo,
del sexo, de la violencia, del
alejamiento sistemático de Dios, de
un sistema educativo que
oficialmente no tiene en cuenta la
religión. Habéis constatado también
que el joven de hoy vive en un
mundo conflictivo y lleno de
problemas, como el poder, la
competencia, el consumismo. Por
eso quieren permanecer justamente
críticos ante la carrera armamentista,
el racismo, los atropellos de los
derechos humanos y de la dignidad
del hombre. Por eso sienten como en
carne propia los graves problemas de
sus hermanos marginados,
especialmente los indígenas y
montubios. y sufren, junto a sus
padres, hermanos y compañeros, los
efectos de una precaria situación
económica.
Ahí tienen que demostrar el
verdadero amor al mundo; el amor
de ustedes, jóvenes, que quieren
vencer al maligno (cf. in 2, 14).
Día 9º
MARÍA Y LA NIÑEZ
Objetivo de este día:
Oración final:
ECUADOR:
EL ESTADO NO SE TOMA EN SERIO LA LABOR INFANTIL.
FUENTE: ELCOMERCIO.COM
FECHA: 6 MAYO DE 2004
QUITO - Farith Simon, especialista en
trabajo infantil, habla de las
repercusiones que conlleva la falta de
políticas en el tema de la actividad
laboral de los niños.
¿CÓMO REDUCIR EL NÚMERO DE NIÑOS Y NIÑAS
TRABAJADORES CUANDO SON SUS MISMOS PADRES
QUIENES LES EXIGEN LABORAR?
La incorporación de un número
importante de niños y niñas al trabajo
está vinculada a la necesidad de
generar ingresos para la sobrevivencia
familiar, por lo tanto debería trabajarse
en políticas sociales que recuperen dos
dimensiones obvias: fortalecer la familia
y asegurar la educación.
¿QUÉ IMPACTO TIENE EL TRABAJO INFANTIL EN EL HOGAR
Y LA EDUCACIÓN?
J. L. MICÓ BUCHÓN, S. J.
En Ecuador sabemos todos esa historia; en
Ecuador se han multiplicado, por todas
partes, las copias de esa imagen, que se
llamará, “La Dolorosa del Colegio”. Era una
figura dulce, serena, dolor de madre
recordando a su Hijo crucificado y sepultado,
traspasada de pena, en las manos los clavos
y la corona, húmedos de sangre viva, y siete
espadas clavadas en el corazón de la Madre.
Lo más impresionante de esa Madre
Dolorosa son sus ojos, de una infinita y dulce
tristeza, que no gritan, no protestan, no
piden justicia, como claman las madres
cuando han asesinado a sus hijos; ellos son
aceptación de los misterios dolorosos
acaecidos, y Ellos miraron, hace casi cien
años, a los colegiales del “San Gabriel”.
Los cuadros no miran; son para ser mirados
y admirados; pero ellos no miran, aunque a
veces lo parezca; pero en verdad que no
miran. Hubo un Cuadro de Nuestra Señora
de los Dolores que sí nos miró hace cosa de
cien años.
Y se desencadena uno de los fenómenos
más notables de la religiosidad popular de
esta tierra, pródiga en esos fervores y esa fe
que se expresa en rezos, flores, procesiones,
velas, miradas, caricias y consuelos. Así es
ese pueblo creyente, no siempre practicante
del culto ni de los diez mandamientos, pero
capaz de sentirse santo, o sea, querido por
Dios, y bajo la mirada maternal de la Señora.
Nosotros sabemos, por experiencia, la fuerza
que da esa fe, para luchar y sufrir, para vivir
y morir, para perdonar y comprometerse por
la justicia y la paz. Es un culto plenamente
entendible por el pueblo, cercano a él, que
lo crea. La religiosidad popular necesita la
calle, el campo, las plazas, y las andas,
estandartes, luminarias, los cantos y las
flores, y la gente, mucha gente; es culto, es
fiesta de todos. Los creyentes van ante el
Cuadro de la Dolorosa, le cuentan sus
sufrimientos, sus esperanzas, sus
agradecimientos, su aceptación de lo
inevitable, y su confianza siempre segura; y
le dejan colgando, sus peticiones y
necesidades.
¿Ha cumplido, por su parte, el Ecuador, lo
que quería significar la mirada de La
Dolorosa, mirada de Madre doliente y
suplicante? No podríamos afirmar,
simplemente que sí. Falta mucho por hacer
en este País de Santa María: la formación
humana y cristiana de nuestra juventud no
responde a las exigencias del Evangelio;
pocos han descubierto su misión de unidad,
de liberación, de justicia, de hermandad;
sigue medrando el individualismo, la
ambición, las rivalidades, la indiferencia, y
hasta la corrupción. País profundamente
creyente, y devoto de la Madre, y también
injusto, violento, enfrentado, indiferente
ante tanto dolor de muchos hermanos.
Gente que cree en la vida eterna y no se
esfuerza por hacer esta vida un poco más
llevadera para todos. Algo falta en nuestra
devoción a la Dolorosa.