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PRÓLOGO

En 1792 nace Percy Bysshe Shelley, hijo de un rico propietario de Sussex y nieto
de un barón. Como vástago de una familia pudiente, lo destinan a seguir sus
estudios en el aristocrático colegio de Eton. En ese ámbito, comienzan los
sufrimientos del futuro poeta debido al choque entre sus tendencias y necesidades
personales y los valores del ambiente en que se desenvuelve.

Inversamente a lo que pudiera parecer, no era Eton un lugar donde se cultivara el


interés por las ideas. Muy por el contrario, se buscaba modelar el carácter de los
jóvenes antes que darles educación libresca. Por ello, la pasión por la literatura de
Shelley era vista como una afectación. Sus compañeros no cesaban de convertirlo
en blanco de sus burlas, lo cual lo hacía reaccionar con una violencia
insospechada en un ser en apariencia frágil. La vehemencia con que defendía sus
AD O NAI S afirmaciones verdaderos estados de trance- hicieron que acabara por llamárselo
"Shelley, el loco''.
Y
OTROS POEMAS Las vacaciones lo restituían al marco de la vieja casa acogedora, donde se
P E R C Y B. S H E L L E Y encontraba el coro aprobador -que tanto lo seducía- de sus hermanas y también
de una prima que se les unía. La constelación familiar se completaba con otros
elementos no tan idílicos: un hermano menor, el abuelo, la madre y el padre, que
descollaba por su carácter vivo y cínico, completamente antagónico de las
inclinaciones de su hijo. En ese clima, el joven Percy -siempre evanescente,
siempre soñador- supo construir desde la infancia historias de fantasmas y
monstruos legendarios que asustaban y deleitaban a su auditorio. El narrador
solía ser tan elocuente y persuasivo que acababa él mismo entrampado en el
suspenso que había creado. Ya desde entonces no le resultaba fácil encontrar las
fronteras de separación entre lo irreal y lo visible, entre las criaturas vivientes y
los seres de ficción.

En 1810, Shelley entra en la Universidad de Oxford. Se hace allí de un amigo,


Jefferson Hogg, bueno pero mediocre. Las ideas revolucionarias de Shelley no
eran aceptadas bajo ningún concepto por el conservadorismo de su amigo,
avalado en esto por la opinión general. La situación, muy tirante, termina por
Ediciones elaleph.com estallar en una agria discusión a propósito de la publicación de una novela, San
Irwine o la Rosacruz, con la cual Shelley continuaba la labor creadora comenzada
Editado por con Zastrozzi, también una novela, escrita en colaboración con su hermana
elaleph.com menor y su prima.
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A pesar de las disensiones, Hogg correría la misma suerte que Percy en la Shelley conoce a Mary Wollstonecraft, hija de Godwin y de la célebre feminista
Universidad. Con el nombre de Jeremías Stukely, Shelley publica, entre otros, un del mismo nombre. Definitivamente enamorado de aquélla, el poeta le anuncia a
folleto incendiario titulado La necesidad del ateísmo. Se desata el escándalo. Su su mujer, embarazada de nuevo de cuatro meses, que ha decidido huir con Mary.
exhibición en una vidriera de Oxford colma la tolerancia de las autoridades La fuga, postergada por la enfermedad que le produce a Harriet la noticia, se
educativas, ya largamente minada por manifestaciones anteriores del estudiante, cumple en pésimas condiciones. Cuando finalmente llegan a Suiza, la estadía no
por su posición negativa respecto a la santidad de los lazos matrimoniales y la excede las cuarenta y ocho horas. Rápidamente hartos del lugar, deciden regresar,
existencia de Dios. Aunque sabían que este chisporroteo verbal rara vez pasa a la llevando consigo Shelley las partes iniciales de Los asesinos.
acción -tal como efectivamente ocurrió- no podían tolerar una indisciplina teórica A fines del mes de noviembre nace el hijo de Percy y Harriet. La criatura es del
permanente. Sin mayores consideraciones, se decide expulsarlo, junto con su sexo masculino. Por su parte, Mary espera un hijo. Cuando el estado de gravidez
amigo Jefferson Hogg, de la Universidad de Oxford. avanza, Shelley encuentra el renovado placer de descubrir el alma de otro ser y
comparte largos paseos con Clara, hermana de Mary.
Enemistado con la familia por un suceso, a juicio de su padre, tan desdichado,
marcha a Londres, sin dinero y sin amigos. Amistad y auxilio habría de El mundo exterior pareciera no querer dejarlo disfrutar de sus pequeñas
encontrarlos en Harriet Westbrook, una muchacha de dieciséis años. Sin felicidades. Percy se entera por otra mujer -siempre el apoyo femenino- de que es
embargo, luego de diversas y dificultosas tratativas, retorna a Field Place, la casa buscado por deudas. Debe entonces separarse temporalmente de Mary a quien,
paterna, con una pensión anual de 200 libras. La condición fundamental del sin embargo, sigue viendo furtivamente. En 1815 muere su abuelo, de 83 años,
regreso es que no modificará sus opiniones ni su actitud. Desde Londres, Harriet con lo cual parecen resolverse los aprietos financieros crónicos de los Shelley.
lo llama, amenazándolo con suicidarse si no la socorre. Débil, el poeta accede a ir Asimismo, nace el bebé de ambos, que desgraciadamente vive solo un mes.
en su busca, abriendo así el camino de la serie ininterrumpida de búsquedas y Instalado con Mary al borde del Támesis, el poeta escribe Alastor o el espíritu de
equivocaciones sentimentales. En 1811 –el mismo año que pasó el cometa- la soledad. Con el correr del tiempo, Mary tiene un segundo hijo, a quien le
Shelley, para alarma de la familia y la sociedad, se casa con Harriet en ponen el nombre de William.
Edimburgo, tras una fuga donde lo que realmente no había era dinero ni igualdad
de posición social. Lord Byron, acusado de incesto con su hermana Augusta, deja Inglaterra y se va a
Suiza, donde se instala en el mismo hotel en que, por ese entonces, habitaba la
Meses después, surge su faceta libertaria. Preocupado por sucesos de público familia Shelley. Perseguido por la hermana de Mary, Clara, tiene finalmente un
conocimiento y con una perfecta dicotomía entre el pensar y el hacer, Shelley romance con ella, del que nace una niña. En primera instancia, siguiendo sus
parte a Gales para ayudar a independizarse a los católicos. Pronto debe volver. Su permanentes impulsos de colaboración y ayuda, Shelley se hace cargo de la hija y
evaluación de la realidad resulta inexacta y arbitraria. Seda cuenta de la acogida de la madre, abandonadas por Byron. Más tarde, la niña le será enviada al padre,
poco favorable que se le dispensa a un ateo entre los católicos, infinitamente peor que no tarda en cansarse de ella. Primero la entrega al cuidado de un matrimonio
que la ofrecida a los protestantes. Un ateo es un enemigo más despreciable que el y, poco después, al de las monjas de un convento italiano.
enemigo verdadero. De tal manera se agota de una vez y para siempre su aspecto
de reivindicador social activo. Como un desdichado desenlace de una vida sin horizontes, se suicida casi
anónimamente Fanny, hermanastra de Mary y Clara. El poeta, actuando por
En 1812 conoce a Godwin, el autor de Justicia política, cuyas ideas en contra del primera vez de manera contraria a sus principios, a lo que siente y piensa, les
matrimonio habían inspirado largamente al poeta. Godwin, ya casi olvidado por pide a aquéllas que guarden silencio sobre lo ocurrido. No mucho después, les
los lectores, rodeado de una familia numerosa, vive acosado por problemas llega la noticia del suicidio de Harriet, la mujer legítima de Percy. Se enteran de
económicos, que su joven admirador procura paliar. Mientras tanto, Shelley que el tramo final de su vida ha sido verdaderamente desgraciado, que se hallaba
comienza a escribir La reina Mab. Nace Ianthe Elizabeth, la primera hija de en completa soledad, casi dedicada a la prostitución. El poeta se hunde en una
Shelley, cuando éste tiene 21 años. El matrimonio, sacudido por desavenencias gran desesperación, sintiéndose en parte culpable y acentuando su imaginería
profundas, empieza a zozobrar. fúnebre.
El detractor de la sociedad, que, por haber renegado de los lazos matrimoniales, HIMNO DE PAN
es excluido de la sociedad, viéndose viudo, decide de inmediato legalizar su
unión con Mary. Tiene en ese momento 25 años. Viaja varias veces de Inglaterra I
a Italia. El suelo italiano le ofrece a Shelley alegrías y dolores. Goza de los cielos De las altas tierras y bosques
azules, del mar que tanto lo atrae. Pero allí pronto muere Clarita, su única hija hoy venimos, venimos;
mujer. Escribe, en Este, su Prometeo desencadenado. Disfruta platónicamente de de las islas ceñidas de ríos,
un romance con Emilia, una fogosa italiana que se revela autoritaria y terrible. A donde, bravas, las ondas se callan,
ella le dedica su Epipsychidion. escuchando mi flauta tan dulce.
Todo viento, en los juncos y cañas,
En Roma, muere de disentería William, el hijo suyo y de Mary, cuyo recuerdo y y la abeja en la flor del tomillo,
cuyas imágenes nutrirán de allí en más sus poemas. Nace Percy-Florence, el en arbustos de mirto los pájaros,
único de todos los hijos de Shelley que lo sobrevivirá y que acabará por la cigarra en limeros subida,
convertirse en heredero absoluto de los títulos de su abuelo. La hermana de Mary, los lagartos abajo, en la hierba,
Clara, se aleja finalmente del hogar de los Shelley al enterarse de que ha muerto más que Tmolus, el viejo, callaban,
Allegra, su pequeña hija de cinco años puesta al cuidado paterno de Lord Byron. escuchando mi flauta tan dulce.

En 1821 Inglaterra sufre la pérdida de uno de sus más excelsos poetas: John II
Keats. Mal valorado por sus contemporáneos, tendría que esperar el juicio de la El líquido Peneo fluía
crítica moderna para ser elogiado como uno de los mejores líricos de todos los y el Tempé estaba oscuro, a la sombra
tiempos. No obstante, lo que no pudo ver la miopía de su época, lo supo la del Pelión, que ya dominaba
sensibilidad de Shelley. A Keats le dedicó la que quizá sea su obra maestra: el ocaso más rápido huyendo
Adonais. El canto, solemne y majestuoso, recorrido en sus cincuenta y cinco por el son de mi flauta tan dulce.
capítulos por una emoción noble y apolínea, tal vez sea asimismo el anuncio de la Los silenos, silvanos y faunos
propia muerte de quien llora al lírico desaparecido. Tan solo un año después, y las ninfas de ríos y selvas,
Shelley habría de morir en los brazos sensuales y crueles de una tempestad. Sobre en la orilla de prados mojados
una playa italiana, Byron habrá de contemplar cómo se quema el cadáver casi o en las cuevas que cubre el rocío,
irreconocible de Shelley. Sin embargo, ve que el corazón se niega a arder. Ese y así todo el cortejo, callaban
corazón que durante tres décadas dio una vida plena de generosidad, de por amor, como callas, Apolo,
postergación propia, de ayuda a los amigos, de ardientes ensueños y exaltaciones envidiando mi flauta tan dulce.
de la fantasía.
III
Si bien Shelley fue un rebelde en sus ideales, lo fue porque aspiraba a que el Los danzantes luceros, cantaba,
mundo cambiara hasta transformarse en una morada apacible, de amor y y la Tierra, como un laberinto,
comprensión. Como en todos los románticos, su ideario filosófico-social, aunque y los cielos, las guerras enormes
ingenuo, formaba el cimiento del edificio de su poesía. Una poesía hecha de del Amor y el Nacer y la Muerte.
gracia, de claridad, de imaginación y belleza, destinada a perdurar mientras los Mudé luego mi canto: era un Ménalo,
hombres reconozcan que el mundo del espíritu existe con tanta fuerza como el en un valle -canté-: perseguía
universo de lo visible. a una joven y obtuve una caña.
¡Así engañan a humanos y dioses!
Se nos quiebra en el pecho y sangramos:
y lloraron. Y así lloraríais Y el retronar profundo:
si la envidia o la edad no os helaran, Cuanto hay exento de miseria humana
al plañir de mi flauta tan dulce. En la naturaleza soberana.
Amo la soledad de alas tranquilas,
De la amistad la pervivencia fiel;
A LA ALEGRIA Mi espíritu te copia: ¿qué vacilas
En hermanarte a él?
Espíritu sutil de la Alegría, Pero, insensible tú, guardas lejano
¡Cuán pocas veces te llegaste a mí! Cuanto amo a par de ti y anhelo en vano.
¿Por qué, noche tras noche y día tras día, Y amo el Amor, aunque en sus alas de oro,
Desampararme así? Tenga de un relámpago su albor.
¡Cuánta cansada noche y día triste, Pero ante todo, Espíritu, te adoro:
Espíritu vital, no bien huiste! Tú eres vida y amor.
¿Cómo será que vuelvas, ni que vibres ¡Oh, ven, y haz tu mansión del alma mía,
En sombras de mi alma, tu fulgor, Espíritu inmortal de la Alegría!
Si tú con los dichosos y los libres,
Te ríes del dolor?
¡Espíritu falaz! tu gloria esmalta A
Sólo las vidas a quien no haces falta.
Como la cierva si crujió una hoja, La música, al morir en notas tiernas,
Te das ante los males, a temblar. Continúa vibrando en la memoria;
Aun el menor suspiro de congoja Los perfumes, si enferman las violetas,
Te viene a reprochar Reaniman los sentidos en que moran;
Que ni a la pena asistas ni al gemido Las hojas libres, si la rosa muere,
El que se exhala, prestes el oído. Van a posarse sobre el lecho amado;
¡Déjame alzar con melodía nueva, Y así, en tus pensamientos, cuando vueles,
Limpia y jovial, mi tenebroso canto! Quedará el Amor mismo dormitando.
No que a escucharme la piedad te mueva:
Te moverá el encanto.
Mas, corte la piedad las crueles alas A UNA ALONDRA
Con que en remoto azul siempre resbalas.
Pues son también los tuyos mis amores, ¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
Oh Espíritu sutil de la Delicia; No fuiste nunca un pájaro,
La fresca Tierra en nítidos verdores, tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
La noche y la caricia el corazón derramas
Vesperal del otoño, y la alta aurora en profusos acentos, con arte no pensado.
Que pájaros concierta y brumas dora. Alta, siempre más alta,
Amo la nieve, el iris con que sabe de la tierra te lanzas
La viva escarcha abrillantar el mundo; como nube de fuego;
La nube, la onda azul, la brisa suave por el azul revuelas
y cantando te ciernes y, cerniéndote, cantas. entre flores y hierbas que a los ojos la ocultan.
En dorados relámpagos Cual rosa retirada
del sol, ya trasmontado, entre sus hojas verdes,
donde se encienden nubes, deshojada por brisas
flotas tú y te deslizas tibias, hasta que siente desmayo, por exceso
como gozo sin cuerpo que empieza su carrera. de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.
La tardecita pálida y purpúrea, en torno Al son de los chubascos
de tu vuelo se funde: de primavera, en hierbas relucientes,
como estrella del cielo, a flores despertadas por la lluvia,
al ser día, invisible eres tú, a todo lo que hubiere
pero escucho tu voz dulce y aguda, de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.
fina como las flechas Dinos, ave o espíritu,
de la esfera de plata, tus dulces pensamientos:
cuya viva luz mengua nunca oí una alabanza
en la blanca alborada, del amor o del vino,
y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos. que tan divino arrobo, ardiente, derramara.
Todo el aire y la tierra Los coros de Himeneo,
de tus trinos se colman: los cantos de victoria,
así, en la noche pura, junto a los tuyos fueran
desde una nube sola, ostentación vacía,
derrama luz la luna y se inundan los cielos. aquello en que se siente alguna falla oculta.
No sabemos quién eres. ¿Qué objetos son la fuente
Y a ti más parecido de tu feliz gorjeo?
¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca ¿Qué campos, ondas, montes?
gotas tan radiantes, ¿Qué cielos o llanuras?
como de tu presencia nos llueven melodías. ¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?
Así un poeta oculto En tu alegría clara
en luz de pensamientos, no caben languideces;
que entona sus canciones, la sombra de la angustia
hasta sentir el mundo nunca a ti se ha acercado:
temores y esperanzas que no advirtiera nunca. amas y el triste hastío de amor nunca supiste.
Así una alta doncella En vigilia o dormida,
en torre de un palacio, pensarás de la muerte
que alivia pesadumbres cosas más ciertas y hondas
de amor secretamente, con música tan dulce que nosotros, mortales:
como el amor, fluyendo de su estancia. si no, ¿cómo brotará tu arroyo cristalino?
Tal dorada luciérnaga Miramos antes, luego;
en valle de rocío, lo que no es lloramos:
que esparce, sin ser vista, nuestra risa más clara
aéreos, sus fulgores, se mezcla con suspiros;
da los más dulces cantos nuestro pensar más triste. FILOSOFIA DEL AMOR
Mas si hiciéramos burla
de orgullo y odio y miedo; La fuente se une al arroyo,
si hubiésemos nacido el arroyo se une al mar
para no llorar nunca, y las brisas y las auras
no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo. unidas vienen y van.
Mejor que todo verso Si por ley del Universo
de sones deliciosos, no hay un ser en soledad;
mejor que las preseas si todo se une con algo
de los libros, tu arte ¿por qué unida a mí, no estás?
será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces! Los montes besan al cielo,
Si un poco me dijeras besos las olas se dan,
del gozo que tú sabes, la flor desdeña las flores,
tal locura armoniosa que no besan a su igual;
brotara de mis labios, rayos de sol y de luna
que, como yo te escucho, el mundo escucharía. besan la tierra y el mar:
y ¿qué vale tanto beso
si no me besas jamás?
LO PASADO Trad. Manuel González Prada

I
¿Olvidarás las horas de ventura LA SERENATA INDIA
que en el grato jardín de los amores
enterramos los dos solos y tristes, Durante el primer sueño de la noche
cegando la aterida sepultura Soñando en ti mi corazón se eleva,
con tiernas hojas y nevadas flores? Mientras sopla suave y manso el viento
Flores que eran los goces del pasado, Y en el cielo titilan las estrellas.
y hojas que eran las dulces esperanzas, Soñando en ti, mi corazón se arroba
los sueños de placer que no han volado. Y un dulce espíritu que en mi estancia vaga,
Me conduce -quién sabe por qué medios-
II Hasta el mismo dintel de tu ventana.
¿Olvidar lo que ha muerto? ¡Oh!, todavía Languidece el errante cefirillo
quedan espectros que vengarlo puedan, Entre tinieblas; el silencio fluye;
recuerdo que terribles El ampac entre vapores va exhalándose
hacen del corazón tumba muy fría, Tal como el sueño en pensamientos dulces.
pesares que vagando El plañir de los tristes ruiseñores
por la tristeza que las almas llena, Sobre su propio corazón se apaga...
a nuestro oído llegan murmurando: -Tal quisiera extinguirme sobre el tuyo,
¡La dicha que se va truécase en pena! ¡Oh, dulcísima prenda de mi alma!-
Ven, bien mío, levántame del césped;
Desmayo, desfallezco de abandono; sobrevive a la mano que las finge
Dame tu amor en deliciosa lluvia al corazón, cuyo alimento fueron.
De besos en los labios y en los ojos. El pedestal conserva aquel escrito:
Mi mejillas están frías y pálidas; "Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes;
Me late con violencia el corazón... del Universo potestades, mi obra
¡Ay, sobre el tuyo una vez más estréchalo, ved y desesperad"; y allí no hay nada,
Y al fin se quebrará, mi dulce amor! y de la ruina colosal en torno
tienden, ilimitadas y desnudas,
su nivel solitario las arenas.
AMOROSA

Reseda y heliotropo, VINO DE HADAS


¿por qué mandas, señora? ¡Extraño afán!
De salud y de amor símbolo, ¿ignoras Me embriagué de aquel vino de miel
que en la misma guirnalda del capullo lunar de zarzarrosa,
mal unidos están? que recogen las hadas en copas de jacinto;
Vienen húmedos... lágrimas los lirones, murciélagos y topos
o besos tuyos, ¿hay acaso aquí? duermen entre los muros o en la hierba,
Que lleven la fragancia a huerta y flores en el patio desierto y triste del castillo;
cosa es que nunca vi. cuando el vino derraman en la tierra de estío
La misma duda inspírame o en medio del rocío se elevan sus vapores,
ésta, más cara aún al corazón, de alegría se colman sus venturosos sueños
melancolía, y los suspiros trémulos y dormidos, murmuran su alborozo; pues pocas
de mi pecho, y el llanto son las hadas que elevan esos cálices tan nuevos.
dulce que por ti vierte mi aflicción.

ADONAIS
OZYMANDIAS DE EGIPTO
I
Hallé un viajero que la vuelta hacía Murió Adonais y por su muerte lloro.
de un antiguo país y así me dijo: Llorad por él aunque el ardiente llanto
"De pie sobre la arena del desierto, no deshaga la nieve que le cubre.
en el busto que un tiempo sostenían, Y tú, hora fatal, la que escogida
hay dos enormes piernas de granito: fue de los años para que él muriese,
de ellas no lejos, enterrada un tanto, despierta a tus oscuras compañeras,
yace rota cabeza. Altiva frente muéstrales tu dolor y di: conmigo
plegado labio, irónica sonrisa, murió Adonais y mientras que el futuro
de frío imperio a revelar alcanza al pasado no olvide, su destino
cuan bien el escultor sintió pasiones, y su fama serán eternamente
cuyo sello, infundido a la materia, un eco y una luz para los hombres.
hijo tercero de la luz gloriosa.
II
Cuando Adonais murió di, ¿dónde estabas? V
¿En dónde estabas tú, madre potente, Tú, la más musical lamentadora
cuando tu hijo yacía traspasado llora y gime otra vez porque no todos
por el dardo que surca las tinieblas? a tan gran esplendor subir osaron;
¿En dónde estabas tú, perdida Urania? y más felices los que conocieron
Allá en su paraíso, sentada entre los Ecos su dicha y cuya antorcha brilla aún
vigilantes y mientras con suspiros en la noche del tiempo en que los soles
amorosos y blandos reanimaba han muerto; más sublimes los heridos
una de las ya marchitas melodías, por la envidiosa cólera del hombre
con las que, como flores que se burlan o de los dioses, que derrumbaron
del cadáver, ornar y esconder quiso fundidos en su aurora refulgente.
el futuro volumen de la muerte. Y otros viven aún y van pisando
el sendero espinoso que conduce
III a través de los odios y fatigas
¡Melancólica madre, vela y llora, a la mansión serena de la fama.
por Adonais, difunto, vela y llora!
Mas ¿para qué? En su ardiente lecho apaga VI
tus encendidas lágrimas y deja Tu más joven y amado niño ha muerto,
a tu gimiente corazón que guarde el de tu viudedad; creció cual pálida
tan silencioso sueño como el suyo. flor cultivada por doncella triste
Porque se fue, hundido en donde todas y nutrida con lágrimas de amor
las bellas cosas graves descendieron, inconsolable en lugar de rocío.
no sueñes ¡ay!, que el amoroso abismo ¡Tú, la más musical lamentadora,
te lo devuelva al aire. No. La muerte llora de nuevo tu esperanza última!
devorando su voz muda se ríe Perdida está la flor, sus mustios pétalos
de tu desesperanza y de la mía. murieron sin abrirse en la promesa
de su fruto mejor. El lirio amado
IV quebrado duerme y la tormenta pasa.
Tú, la más musical lamentadora,
llora otra vez la muerte del poeta, VII
anciano, ciego, en vida abandonado, A esa alta capital en donde reina
cuando pisoteaban el orgullo con una corte pálida la muerte
de su patria infeliz, cuando el tirano, subió y pagando con su aliento puro
el clérigo y el pueblo la humillaban en la gloria compró morada eterna.
con sus sangrientos ritos de lujuria. Retírate de prisa. Mientras sea
Al penetrar sin miedo en los oscuros un azul día italiano el mejor cielo
dominios de la muerte, su alma clara para su osario, mientras él repose
permaneció reinado sobre el mundo, en un sueño cubierto de rocío,
no le despiertes, no, porque es seguro no murió, no; contempla en los sedosos
que halló su plenitud en la gran calma párpados de sus ojos doloridos,
de su profundo y líquido descanso, como el rocío en una flor que duerme,
porque todo lo malo dió al olvido. una lágrima quieta desprendida
del corazón de un sueño". ¡Angel perdido
de un paraíso en ruinas! Ay, no supo
VIII que era su propia lágrima y sin rastro
El no despertará, ¡ay!, nunca, nunca. desvanecióse igual que blanca nube
Dentro, en la tenue cámara se esparce que derramó su lluvia lentamente.
veloz la sombra de la blanca muerte
y la invisible corrupción espera XI
en tal puerta dar fin a su camino Quién enjuagó los delicados miembros
encontrando su turbia residencia. desde la urna de estelar rocío,
El ansia eterna está sentada, pero y embalsamó su cuerpo; cual cortaba
el terror y la lástima calmaron abundantes sus rizos en guirnalda
su desteñida rabia y no se atreve como depositando una corona
a devorar su víctima preciosa engastada con perlas de su llanto;
hasta que las tinieblas y los años cuál, quebrantó las flechas, rompió el arco,
no acaben de correr sobre su sueño consciente del dolor que la oprimía,
la cortina mortal que ya le oculta. atajando con pérdida más débil
la pérdida mayor y amortiguando
IX el fuego agudo contra el rostro frío.
¡Llorad por Adonais! Los sueños rápidos,
los pensares con alas de pasión, XII
huyeron en bandadas desde el vivo Otra luz se posó sobre su boca,
torrente que su espíritu nutría, aquella boca fina, acostumbrada
enseñando el amor como una música. a sorber un aliento que tenía
No vuelan más ardiendo en la memoria fuerza para adentrarse en los ocultos
y perecen allí donde nacieron. espíritus y entrar al palpitante
Lloran su triste pérdida girando profundo corazón, con brillo y música.
sobre su helado corazón, en donde La húmeda muerte sobre el yerto labio,
ya no recobrarán fuerzas perdidas extinguió sus caricias, meteoro
ni después de tan dulce pena nunca agónico que cruza la fría noche
encontrarán de nuevo una morada. manchando su corona en lunáticas
luces y nieblas, tal recorrió el pálido
X cuerpo sin vida hasta el total eclipse.
Quien con sus manos temblorosas coge
su cabeza helada y lo abanica Xlll
con sus alas de luz lunar, clamando: Llegan también... deseos, homenajes,
"Nuestro amor y esperanza, nuestra pena, aladas persuasiones y velados
destinos, esplendores y tinieblas, XVI
encarnaciones débiles de miedos La adolescente primavera, loca
y esperanzas, y tenues fantasías; se volvió de dolor, fingióse otoño,
el dolor con familia de suspiros; lanzando al suelo cual marchitas hojas
el placer, ciego de lágrimas, guiado los nuevos brotes. Si se fue su gozo,
por el furor que daba su sonrisa ¿el año hostil por quien despertará?
moribunda en lugar de por ojos. No tan querido a Febo fue Jacinto
Vinieron, ay, con una lenta pompa, ni Narciso se amó tanto a sí mismo
con la pompa que arrastra en las corrientes como Febo y Narciso te quisieron,
el otoñal desfile de las brumas. ¡oh! mi Adonais; exhaustos y marchitos
entre sus juveniles compañeros,
XIV al trocar el rocío por las lágrimas
Todo lo que él amó, lo que amoldado cambiaron los perfumes por suspiros.
fue por su pensamiento, formas, tonos,
perfumes y sonidos melodiosos, XVII
por Adonais gemían. La mañana El ruiseñor, hermana de tu alma,
buscaba la atalaya de la aurora no se duele viuda de su amante,
y sus cabellos, húmedos de lágrimas no expresa su dolor con tanta música;
que son gala del suelo, oscurecieron ni el águila se queja cuando sube
los ojos claros que dan luz al día. al imperio del sol, como solías
Distante el trueno sordo se quejaba. subir tú mismo, no se queja, nutre
En un sopor inquieto, el océano su juventud con sangre de la aurora,
pálido yacía. En las alturas clamando alrededor del vacuo nido;
sollozaban los vientos alocados. Albion gime por ti con mayor pena.
Caiga la maldición al asesino
Caín, sobre la frente del que, herida
XV en tu pecho causó, expulsando el alma
Entre montañas mudas recostada angelical su huésped de la tierra.
Eco está alimentando sus pesares
con el recuerdo de baladas suyas. XVIII
No responde ni al viento ni a las fuentes ¡Ay! ¡Ay de mí! Que en el rodar del año
ni a las amantes aves suspendidas el invierno partió luego que vino,
sobre la verde espuma de las ramas; pero no a mi pesar, aunque los aires
ni al cuerpo del pastor ni a la campana y las corrientes, con acentos dulces
vespertina; ya que imitar no puede goces remueven. Ya las golondrinas,
sus labios, queridos más que aquellos las hormigas y abejas reaparecen;
cuyos desdenes fallecer lo hacían nuevamente las hojas y las flores
oscureciendo todos los sonidos. de la muerta estación ornan el féretro
Un lúgubre murmullo es lo que oye y las amantes aves ya se cruzan
el leñador mezclarse con sus cantos. en los jarales, los musgosos nidos
edificando en montes y praderas; los confunde la muerte que anticipa
ya de sus trances soñolientos vuelven lo que la vida pide de prestado.
verdes lagartos y serpientes de oro, En tanto que los cielos. sean azules
como fuego que brota de una cárcel. y verdes sean los campos, la mañana
empujada será por negra noche
XIX cuyas sombras la tarde anunciará,
El corazón terrestre emana vida y los años y meses con gemido
para los bosques, ríos y océanos, despertarán a los años y los meses.
igual que siempre desde la mañana
grande del mundo, la primer aurora, XXII
alba de Dios nacida sobre el caos. ¡El, no despertará, ay, nunca, nunca!
Más blanda luz ostentan en el cielo La miseria gritó: "Madre sin hijo,
sujetos a sus órbitas los astros. álzate de tu sueño y con tu llanto,
Las cosas más humildes se estremecen con tus suspiros sacia la profunda
con sacra sed de vida; se difunden; herida de tu pecho, más terrible
y en deleites de amor gastan belleza aún que la suya". Todos los ensueños
que renuevan con júbilo, potentes. que velaban los ojos de Urania,
todos los Ecos que la voz fraterna
XX en sagrado silencio mantenía,
Por este tierno espíritu tocado le gritaron: "¡Levántate!". Obediente,
exhala flores de gentil aroma igual que un pensamiento a quien hubiera
el cadáver leproso; cuando el brillo mordido la serpiente del recuerdo,
se transforma en fragancia, las estrellas rápido el esplendor agonizante
encarnan para dar luz a la muerte saltó de su reposo de ambrosía.
y así se burlan del feliz gusano
que abajo se despierta. Nada muere XXIII
de lo que conocemos. ¿Será todo Se irguió como una noche del otoño
una espada que fuera de su vaina que nace por oriente y sigue loca
por el cielo relámpago es fundida? con temblorosas alas eternales
Un momento reluce intenso el átomo, al triste día de oro, como un negro
luego se apaga en un reposo frío. fantasma que abandona el catafalco
con un cadáver más sobre la tierra.
XXI Miedo y dolor hirieron de este modo,
¡Ay! ¡Que tenga que estar como si nunca despertaron, raptaron de este modo
hubiera en él vivido lo que tanto a Urania, y de este modo hicieron
amábamos nosotros, y que sea un ambiente de niebla tormentosa
mortal también nuestro dolor! ¿De dónde en torno suyo; así la arrebataron
hemos venido y para qué vivimos? por su camino trágico hasta el triste
¿Y de qué escena somos los actores lugar en donde su Adonais yacía.
o los testigos? Grandes y pequeños
XXIV ahora que tú estás muerto vivirán
De su secreto Edén salió corriendo con alimentos de memorias tristes,
atravesando campos y ciudades, oh, mi Adonais. Yo lo daría todo
sobre un áspero suelo en donde había por estar como tú, no encadenado
entre el hierro y las piedras, corazones, al tiempo que no puede libertarme".
humanos corazones que eran duros
a las leves pisadas, que le herían XXVII
las plantas delicadas e invisibles; "Oh, gentil niño, si eras tan hermoso,
sobre lenguas agudas, por punzantes ¿por qué tan pronto dejas los senderos
pensamientos corrió, que laceraban pisados por el hombre? ¿Cómo osaste
la suave forma a la que no pudieron desafiar con puños tan endebles
nunca vencer, cuya bendita sangre, aunque con pecho firme, en su antro mismo
como jóvenes lágrimas de mayo, al hambriento dragón? Ay, indefenso,
pavimentaba con eternas flores ¿dónde estaba el escudo reluciente
el ingrato sendero recorrido. de tu saber, la lanza del desdén?
XXV Si tú hubieras esperado el fin del ciclo
hasta cuando tu espíritu alcanzara
En la cámara fúnebre un momento la plenitud de tu creciente esfera,
enrojeció la muerte que humillada los monstruos del desierto de la vida
ante tal poder vivo aniquilóse. huyeran ante ti como los gamos".
Alentaron de nuevo aquellos labios
y destelló la luz de la existencia XXVIII
en los pálidos miembros que habían "Los lobos en manada son audaces
sido momentos antes su deleite. sólo cuando persiguen; los obscenos
"No me dejes así, desconsolada, cuervos sobre los muertos clamorean
solitaria y demente, como mudo los buitres sólo fieles al emblema
relámpago a una noche sin estrellas. del saqueador, no comen sino sobras
"¡Ay, no me dejes!" -exclamaba Urania. de lo arrasado y de sus alas llueve
Con sus gemidos; despertó la muerte sucio contagio. Cómo huyeron cuando
y la muerte se irguió sonriente y vino tal nuevo Apolo, el Pitio de este tiempo,
a encontrar sus inútiles caricias. con arco de oro disparó su flecha
sonriendo después. No insisten nunca
XXVI los despojadores. Viles se doblegan
"Detente un poco y háblame otra vez, hasta besar los pies del orgulloso
bésame lo que un beso durar pueda. que con desdén altivo los aparta".
Dentro, en mi pecho descorazonado
y en mi ardiente cerebro esas palabras XXIX
y ese beso serán más permanentes "El sol nace y desovan los reptiles;
que todos los recuerdos de mi vida, se oculta el sol y cada insecto
como si fueran una parte tuya antes del alba efímero perece
al renacer los astros inmortales; XXXII
así en el mundo de los hombres vivos. Un alma de león hermosa y ágil
Una mente divina alza su vuelo un amor disfrazado de tristeza,
velando el firmamento, desnudando un poder que se juzga débil y
la tierra con su gozo y cuando cae casi no puede levantar el peso
los míseros enjambres que nublaban de la superyacente hora; lámpara
o compartían su luz a futuros que muere, lluvia que cae, oleaje
iguales esplendores abandonan roto antes que la voz mientras hablamos.
la pavorosa noche del espíritu''. Sobre la mustia flor el sol sonríe
aunque muerte le da. En las mejillas
XXX arde la vida en sangre aunque en el pecho
Cesó de hablar Urania. Los pastores el corazón se está resquebrajando.
rotas las mantas mágicas venían
por los montes, marchitas las guirnaldas. XXXIII
El peregrino de lo eterno, cuya Coronaban su frente pensamientos
fama se inclina igual que un alto cielo marchitos y violetas jaspeadas,
sobre su viva frente -monumento blancas y azules que languidecían;
prematuro y durable- llegó triste, con piñón de ciprés el ágil tirso,
velando los fulgores de su canto. ceñida el astra ruda con las trenzas
De su áspero dominio Irene infausta sombrías de la yedra y goteando
al más dulce liróforo le envía, con rocío de selva al mediodía,
con el amor las penas aprendieron vibraba con el pulso interminable
a caer de sus labios hechas música. del corazón que hace temblar la débil
mano que lo empuñaba. Del cortejo
XXXI venía el último, aparte y solo,
Entre las menos destacadas, una ciervo desamparado por la grey
forma débil llegó, para los hombres que derrumbó la flecha cazadora.
fantasma, solitaria nube última
de agónica tormenta que tronase XXXIV
como doblan a muerto las campanas. A su roto gemido, apartados,
Yo pienso que ya había contemplado el noble grupo sonreía entre lágrimas
la desnuda hermosura de la tierra, llorando el propio en el destino ajeno
nuevo Acteón vagaba sin destino así cantaba aquél nuevas angustias
recorriendo con débiles pisadas con acentos de un mundo no sabido.
el desierto del mundo, y a lo largo Urania triste, vuelta al extranjero,
del áspero sendero lo seguían ''¿Quién eres?", murmuró. El, nada dijo,
sus propios pensamientos, cual rabiosos con mano presta desnudó su frente,
perros, tortura y causa de su vida. señalada y sangrienta, ¡ay dolor!
como la de Caín o la de Cristo.
XXXV lejos voló de los voraces buitres
¿Qué suave voz se apaga sobre el muerto? que abajo graznan. Ora vela y duerme
¿Cuál frente esconde aquel sombrío manto? al lado de los muertos perdurables.
¿Qué figura se inclina tristemente No podrás ascender hasta tu trono.
y junto al blanco lecho finge duro El polvo al polvo, mas el alma pura
monumento, y en duelo el corazón fluye de nuevo a la encendida fuente
sin una queja trémulo palpita? donde brotó pedazo de lo eterno,
Sí, es él, el más dulce de los sabios; y ha de brillar igual, inextinguible,
amor, letras, consuelo dio al ausente, atravesando tiempo y accidente,
no con suspiros ásperos turbemos mientras ahogan tus cenizas frías
silencio de tan grato sacrificio. la miserable lumbre del oprobio.

XXXVI XXXIX
Bebió nuestro Adonais, ¡ay!, el veneno. Callad, que no está muerto ni dormido;
¿Qué criminal vipéreo y sordo pudo despertó ya del sueño de la vida.
con tal licor de angustia coronar Perdidos en visiones tempestuosas
la copa matutina de la vida? y armados contra espectros sostenemos
Ya el gusano sin nombre se condena; contienda estéril y en delirio loco
sintió el veneno, mas pudo librarse el puñal del espíritu clavamos
del mágico cantar que conjuraba en el vacío invulnerable. Si,
maldad, odio y envidia, y que clamaba cruel despojos sepultos decaemos,
desde aquel pecho solitario y único, el temor y la angustia día a día
mudo ya en esperanza de canciones; nos crispan y consumen, y esperanzas
helada la maestra mano y sueltas friolentas cual gusanos hormiguean
están las cuerdas del laúd de plata. en la entraña del barro que vivimos.

XXXVII XL
Tú, cuya infamia nunca será gloria, Ascendió más allá de las tinieblas
mancilla oscura en nombre memorable, de nuestra noche; envidia ni calumnia,
vive, no temas un peor castigo. odio, dolor, ni esta inquietud que el hombre
Sé tú mismo y conócete cual eres, llama placer le tocan ni le hieren;
y cuando llegue la hora y se desborden se libró del contagio de esta lenta
tus colmillos, descarga tu ponzoña mancha del mundo, y no podrá ya nunca
asco y remordimiento irán contigo, gemir en vano cuando el tiempo torne
la encendida vergüenza quemará helado el corazón, gris la cabeza,
tu frente oculta y entonces como ora ni al dejar de arder el alma misma
has de temblar cual perro fustigado. llenarán sus cenizas sin fulgor.
urna desamparada por el llanto.
XXXVIII
No lloremos, si aquel, deleite nuestro,
XLI XLIV
Vive, vela. No lloréis por Adonais. Fulgor del firmamento de los tiempos
La muerte murió, no él. Tú, joven es eclipsado, pero no extinguido;
amanecer, enciende tu rocío, asciende y se remonta cual los astros
no se ha ido el espíritu que lloras; a su fija altitud; neblina baja,
vosotras, grutas, selvas, no gimáis, la muerte que no empaña el resplandor
ni vosotras, flores y fuentes lánguidas. que vela. Si sublime pensamiento
Y tú, aire, que extiendes como un velo a un corazón joven toca y levanta
de dolor tu cendal sobre la tierra de su cubil mortal, y amor y vida
desolada, desnúdala hasta el alto se disputan en él por su destino
fulgor en que sonríen los alegres en la tierra, -allí los muertos viven
astros a su fatal desesperanza. y se mueven cual ráfagas de luz
en un aire de sombra y tempestad.
XLII
Ya se fundió con la naturaleza; XLV
la voz de él, suena en toda su armonía, Herederos de fama no cumplida
del gemido del trueno al dulce pájaro de su trono erigido más allá
de la noche; se siente y reconoce del pensamiento mortal, en el reino
su presencia en la luz y la tiniebla, de lo inaparente, se levantan.
en la hierba y la roca, y se difunde Es el pálido Chatterton, en él
doquiera que palpita ese poder aún no se desvanece su agonía
que recogió su vida y cuyo amor solemne; Sidney, tal como en la lucha
sin desmayo conduce y rige el mundo y la derrota y en amor y vida,
lo sostiene en su mano y lo ilumina. sublime en su ternura y un espíritu
sin tacha, se acercó; después, Lucano,
XLIII que en prueba dió su muerte. A su vista
Parte es de la belleza que otros días se escabulle el olvido como réprobo.
hizo más bella; está con el espíritu
cuya potencia plástica recorre XLVI
la entraña del espeso mundo inerte Y otros, oscuros nombres de la tierra,
y crea desde allí todas las formas mas cuyo trasfundido efluvio nunca
que revisten las nuevas sucesiones, morirá mientras el fuego sobreviva
y tortura a la escoria en rebeldía a la chispa original, revestidos
que se resiste al vuelo que la encumbra en la inmortalidad deslumbradora,
a su alta identidad, según la masa acércanse: "Ya estás entre nosotros
la comparte, y estalla esplendorosa -exclaman- esperándote esa esfera
en todo su vigor y su belleza sin monarca hace tiempo giraba
desde el árbol, las bestias y los hombres en el cielo del canto, sola, muda
hasta la luz del cielo. y ciega en su vacía majestad.
Y pues llegas, Lucero de la tarde,
tu trono alado ocupa en nuestra corte". derrama un grato resplandor de flores.

XLVII L
¿Quién llora así por Adonais? Suspende, Y tapias grises en torno se derrumban
pobre infeliz, tu llanto y piensa en ti comidas por las horas indolentes
y en lo que él es ahora. Y envuelva como tizón blanquizco en fuego sordo.
tu alma ardiente la tierra suspendida Y ágil pirámide de trazo excelso,
y de allí como flechas luminosas pabellón que custodia las cenizas
el poder espacioso de tu espíritu del que soñó ese asilo a su memoria,
traspase el litoral del universo alza su flama convertida en mármol.
hasta que colme su ámbito vacío Y abajo, en la pradera, fresca banda
y retorne después a un solo punto que plantó en la sonrisa de los cielos
de estas noches y días de nosotros, su campo fúnebre, acoge dulce
mas si encendiéndose las esperanzas con apagado aliento al que perdimos.
te atraen al confín, para no hundirte
aligera el pesado corazón. LI
Detente aquí. Muy jóvenes son estas
XLVIII tumbas y todavía no han vivido
O ve a Roma, sepulcro no suyo el dolor que pesaba en cada una,
mas de nuestra alegría. En vano mas no rompas el sello que cegó
fue que edades, imperios, religiones el surtidor de un alma dolorida,
descansen enterradas en las ruinas pues hallarás si a tu mansión regresas
que labraron; la gloria puede darla tu propia fuente derramando lagrimas.
él y los suyos, pero nunca aquellos Contra las agrias ráfagas del mundo
que el mundo convirtieron en su presa. busca asilo en la sombra de una tumba.
En el círculo está de los monarcas ¿Por qué temer la suerte de Adonais?
del pensamiento que pugnaron siempre
contra la decadencia de su siglo, LII
y el pasado solo ellos no trascienden. Lo uno queda, lo vario muda y pasa.
La luz del cielo es resplandor eterno,
XLIX la tierra sombra efímera. La vida
A Roma ve, que es tumba y paraíso cual cristalino domo de colores
y ciudad y desierto; sus escombros mancha y quiebra la blanca eternidad
se elevan cual montañas sacudidas, esplendorosa hasta que cae
y las hierbas en flor y las fragantes a los pies de la muerte en mil pedazos.
malezas engalanan el osario Para encontrar lo que persigues, ¡muere!
de la desnuda desolación, -sigue ¡Sigue la vía de todo lo que huye!
hasta que el genio del lugar te lleve Flores, ruinas, el cielo azul de Roma,
al talud verdecido que en su prado, estatuas, melodías y palabras
cual sonrisa infantil, sobre los muertos no alcanzan la verdad resplandeciente
de la gloria que viven y trasfunden. a lejanías de pavura y sombra,
mientras en lo más íntimo del cielo
LIII el alma de Adonais como una estrella,
¿Por qué esperas y vuelves y resistes? fulgura en su mansión de eternidad.
Se fueron, corazón, antes de ti
tus esperanzas y dejaron todas
las cosas de la tierra. ¡Parte ya! ODA A NAPOLES
Pasó una luz en el rodar del año,
pasó para los hombres y mujeres. En la ciudad desenterrada estuve
Todo lo grato que en el mundo queda y las hojas de otoño escuché, como pasos
atrae para perder y se resiste leves de sus espíritus en las calles; y oía,
para agotar tu vida lentamente. a intervalos, la voz soñolienta del Monte,
Sonríe el cielo plácido, murmura estremeciendo aquellas estancias sin amparo:
cerca el viento. Es Adonais que llama. el trueno oracular sacudió penetrante,
Vuela con él, que la vida no aparte al alma que escuchaba, en mi alma suspensa.
lo que unirá la muerte para siempre. Conocí que me hablaba la Tierra en su profundo
corazón, mas no oía. Entre columnas blancas
LIV resplandecía el mar, sosteniendo a la isla,
Este fulgor cuya sonrisa inflama llano de luz en medio de dos cielos azules.
al universo, esta pura belleza Había en torno mío los sepulcros radiantes,
en que las cosas obran y palpitan, cuya belleza pura el Tiempo, como a gusto
esta gracia que nunca extinguirá perdonando a la Muerte, dejó intacta.
la maldición oscura del nacer, Tan claros eran todos los perfiles
este perenne amor que entre las mallas como en la mente misma del escultor; y allí
que ciegamente van tramando las guirnaldas de mirto, yedra y pino de mármol,
hombres, bestias y tierra y mar y cielo como invernales hojas que moldeó la nieve,
refulge esplendoroso o mortecino, no crecer ni moverse parecían,
pues todo es un reflejo de la lumbre sólo porque el silencio cristalino del aire
que apaga nuestra sed, brilla ora en mí en su vida pesaba; así el Poder divino,
y consume las nubes de esta fría que lo aquietaba todo, cerníase en la mía...
mortalidad, olvidadas y solas.

LV LA MUERTE
Desciende a mí la vida cuya
esencia invocó el canto. Lejos de la playa I
la barca de mi espíritu deriva, No hay sitio que la muerte silenciosa
muy lejos de la turba temblorosa no recorra veloz con pasos ciertos;
que nunca dió su vela al huracán. nada su marcha detener consigue,
¡La tierra ponderosa se desgaja y nosotros también estamos muertos.
de la celeste esfera! Voy llevado
II tras montañas de púrpura: a través de una sima
Ella con mano fuerte ha colocado de la niebla que el viento divide, el lago oscuro
su sello aterrador en nuestra frente; la refleja; se apaga; ya vuelve a rutilar
en todo lo que pasa por el mundo al desvairse el agua, mientras hebras ardientes
está la marca sepulcral latente. de las tejidas nubes arranca el aire pálido:
¡se pierde! Y en los picos de nieve, como nubes,
III la luz del sol, rosada, ya tiembla. ¿No se oye
Cuando han muerto el placer y la esperanza la eólica música de sus plumas, de un verde
aléjase el temor del pecho herido; marino, abanicando al alma carmesí?...
después que ya esa deuda se ha cumplido
el polvo llama al polvo y nos alcanza
de la fosa el abrazo entumecido. EL TIEMPO

IV ¡Mar sin fondo, cuyas olas son los años fugitivos!


Todo cuanto queremos en el mundo ¡Mar del Tiempo, cuyas aguas, de dolor y de
lo mismo que nosotros desaparece; tormento,
ésa es la ley tirana que nos rige. se amargaron con el llanto que derraman los
¿No es cierto que el amor también perece? cautivos!
¡Hondo piélago sin costas que en tu raudo
movimiento con la muerte has de tocar!
PROMETEO DESENCADENADO ¡Y aún, ahito de rapiña, pides más con saña fiera, y
vomitas tus despojos en la inhóspita ribera!
Tú bajaste, entre todas las ráfagas del cielo: Traicionero en la bonanza y en la tempestad
al modo de un espíritu o de un pensar, que agolpa terrible,
inesperadas lágrimas en ojos insensibles, ¿quién de ti podrá escalar,
o como los latidos de un corazón amargo insondable y ancho mar?
que debiera tener ya la paz, descendiste
en cuna de borrascas; así tú despertabas,
Primavera, ¡oh nacida de mil vientos! Tan súbita EL ESPIRITU DEL MUNDO
te llegas, como alguna memoria de un ensueño
que se ha tornado triste, pues fue dulce algún día, En lo hondo, muy lejos del borrascoso camino
y como el genio o como el júbilo que eleva que la carroza seguía, tranquilo como un infante en
de la tierra, vistiendo con las doradas nubes el sueño,
el yermo de la vida. yacía, majestuoso el océano.
La estación llegó ya, y el día: ésta es la hora: Su vasto espejo silente ofrecía a los ojos
has de venirte cuando sale el sol, dulce hermana: luceros al declinar, ya muy pálidos,
¡llega al fin, deseada tanto tiempo, y remisa! la estela ardiente del carro
¡Qué lentos, cual gusanos de muerte, los instantes! y la luz gris de cuando el día amanece,
El punto de una estrella blanca aun tiembla, en tiñendo las nubes, a modo de leves vellones,
lo hondo de esa luz amarilla del día que se agranda que entre sus pliegues al alba niña acunaban.
Parecía volar la carroza EPIPSYCHIDION
a través de un abismo, de un cóncavo inmenso,
con un millón dc constelaciones radiante, teñido ... Emilia
de colores sin fin flota ahora un bajel en el puerto,
y ceñido de un semicírculo se cierne un viento sobre la frente de los montes;
que llameaba incesantes meteoros. cruza una senda el piso azulado del mar,
Al acercarse a su meta, y no surcó hasta ahora quilla alguna esta senda.
más veloces aún parecían las sombras aladas. Los alciones meditan en islas sin espumas
No se columbraba ya el mar; y la tierra y el engañoso océano sus tretas allí olvida.
parecía una vasta esfera de sombra, flotando Los alegres marinos son allí osados, libres.
en la negra sima del cielo, Dime ¿querrás venir conmigo, dulce hermana?
con el orbe sin nubes del sol, Nuestro bajel es un albatros cuyo nido
cuyos rayos de rápida luz está en Edén lejano, en levante de púrpura;
dividíanse, al paso, más veloz todavía, de aquella iremos en sus alas y entre tanto, la Noche
carroza y el Día y la Borrasca y la Calma, ministros
y caían, como en el mar, los penachos de espuma serán para nosotros en ese mar sin límites,
que lanzan las ondas hirvientes el uno en pos del otro, mas sin saberlo nunca.
ante la proa que avanza. Sé de una isla, en jónicos celajes amparada,
Y la encantada carroza su ruta seguía. bella como un salvado rincón del Paraíso
Orbe distante, la tierra era ya y, no siendo sus puertos ni buenos ni seguros,
el luminar más menudo que titila en los cielos, aquel país se hubiera quedado en soledades,
y en tanto en la senda del carro, a no ser unos pocos pastores que allí nacen
vastamente rodaban sistemas innúmeros y que en el aire elíseo, claro y dorado, beben
y orbes sin cuento esparcían, de los dorados tiempos como el postrer espíritu,
siempre cambiante su gloria. vivaces y sencillos, osados e inocentes.
¡Maravillosa visión! Eran curvos algunos, al modo Azul, ciñe el Egeo ese escogido hogar,
de cuernos con murmurar que cambia siempre y luces y espumas,
y como la luna en creciente de plata, pendían besando las cernidas arenas y las blancas
en la bóveda oscura del cielo; esparcían cavernas; y los vientos que vagan por la orilla
otros un rayo tenue y claro, así Héspero cuando en ondulan dulcemente, como las mismas ondas.
el mar Hay allí densos bosques donde formas selváticas
brilla aún el Poniente, apagándose; más allá se discurren; y unas fuentes, arroyuelos y estanques
arrojaban transparentes como un diamante elemental
otros contra la noche, con colas de trémulo fuego, o serenos como aire matinal; y más lejos,
como esferas que a la ruina, a la muerte caminan; los senderos musgosos de las cabras y ciervos
como luceros brillaban algunos, pero al pasar la (que el rústico pastor sigue una vez al año)
carroza, conducen a los claros y a cavernas y umbrías;
palidecía toda otra luz. y cámaras, que ciñe la yedra y las cascadas
alumbran, con murmullo incesante acompañan
a ruiseñores del mediodía. Y discurren
por todo aquel lugar unas brisas muy dulces; gentes de aquella isla saben por quién se alzara
el elemento leve y claro de la isla ni cuándo; baluarte no es, aunque más alta
se hace denso de aromas de limonero en flor, que los bosques se eleve; mas, para su deleite,
que flotan como niebla, cargada de invisibles algún prudente y tierno Rey del Mar, cuando el crimen
lloviznas, en los párpados cayendo como un sueño. no conocía el hombre, en la niñez del mundo,
Y asoman en el musgo junquillos y violetas, la hizo, y fue el asombro de los sencillos tiempos,
que el cerebro traspasan con saetas de aroma envidia de las islas y casa deleitosa,
hasta que, en un sufrir deleitoso, desmayes. que sagrada se hizo a la esposa o a la hermana.
Y todo movimiento y olor, luz y sonido Vestigio no parece del arte de los hombres,
con aquella profunda música van acordes, sino como un recuerdo titánico; en la entraña
que es un alma en el alma -y dijérase que son de la tierra adquiriendo su forma, y desprendida
como ecos de un sueño prenatal, lejanos. luego de las montañas, de las rocas vivientes,
Entre el cielo y la tierra, el aire y el mar, irguiéndose en cavernas luminosas y altas.
se mece aquella isla, suspensa en la paz clara: Pues todas las imágenes tan sabias, de aquel tiempo
brilla, así en el Edén Lucifer vagabundo, ya desaparecieron borradas, y en su sitio
lavada por océanos azules de aire joven. veríais cómo enlazan dulcamaras y yedras
Es lugar elegido. Ni el Hambre ni las Plagas, sus masas, con el tallo de innumerables curvas;
ni la Peste o la Guerra o el Temblor, posan nunca y las flores parásitas alumbran con sus gemas
la planta en sus picachos; buitres ciegos, navegan de rocío las salas sin luz, y cuando mueren,
más allá, hacia lo lejos, en su terrible ruta; entre las tracerías de invierno el cielo asoma,
las aladas borrascas, su salmodia de truenos con manchones de luna o átomos de estrella
ofreciendo a otras tierras, dejan simas azules o pedazos del día intenso y apacible,
de paz sobre la isla, o lloran su rocío, labrando unos mosaicos de Paros en el suelo.
que renueva los campos y bosques, para siempre, Y día y noche, lejos, desde las altas torres
en su inmortalidad verdeante y dorada. y terrazas, dijerais que la Tierra y el Mar,
Y se elevan del mar o del celaje llegan muy abrazados duermen y en sus sueños hay ondas
unos claros vapores, suaves y brillantes, y flores, nubes, bosques y peñascos y cuánto
velo tras velo, todos ocultando delicias: realidad llamamos, leyendo en sus sonrisas.
mas los aparta el sol, o la luna o la brisa, La isla y la morada son mías y he querido
hasta que su hermosura la isla, como novia que fueses tú la dama de aquellas soledades.
desnuda, resplandece con su gracia y su amor, Y allí algunas estancias hice que dispusieran,
colorada y temblando de excesiva ventura. mirando hacia los aires dorados del Oriente
Pero, como una lámpara sepultada, hay un Alma y a nivel de las brisas vivientes, que discurren
que arde en el corazón de esa isla tan dulce, como ondas, encima de las vivientes ondas.
átomo de lo Eterno que esparce su sonrisa, Música y libros hice mandar allí y aquellos
y sentirla pudiérais, aunque sin verla en rocas instrumentos con que conjuran almas nobles
grises y en las azules ondas y en bosques verdes, al futuro en su cuna y a los tiempos pasados
llenando sus grietas desnudas y vacías. en su tumba, y que hacen perdurar el presente
Pero la maravilla que guarda aquel desierto en pensares y gozos que duermen, mas no pueden
es una solitaria morada: ni las rústicas morir, pues los envuelve su propia eternidad.
Nuestra vida sencilla poco anhela, y el gusto DOS ANGELES
verdadero no alquila al Lujo, esclavo pálido,
que en vez de ornar malogra, pues la Naturaleza El ángel de la vida y el de la muerte un día
con su progenie, vive aún en las colinas. pasaron con el alba sobre mi humilde aldea;
La paloma torcaz en la sombría yedra, la luz daba en sus rostros; cada cosa parecía
da su queja amorosa; ciñe un vuelo de buhos con el humo un carruaje de penacho que ondea.
la torre de la tarde y estrellas nuevas miran Iguales en su aspecto y en su actitud iguales,
por entre los murciélagos veloces, en su danza idénticos sus rostros y sus nevadas vestes;
crepuscular; los ciervos braman en la frescura mas el uno ceñía corona de inmortales,
lunar, a nuestra puerta; la noche lenta y muda el otro de narciso y aureolas celestes.
con sus alientos miden, en apacible sueño. De súbito pararon el vuelo; con espanto
Tengamos ese hogar en vida, y cuando cubran dije: "Corazón mío, si lates, con violencia
los años con marchitas horas, como hojarasca descubrirás los seres queridos que amas tanto,
nuestro polvo, seamos el día suspendido, los seres que hacen dulce y alegre tu existencia.
seamos alma viva de esa isla celeste, Desciende el que narcisos ceñía. Llega, toca
conscientes, indistintos, uno solo. Entre tanto, a mi puerta; mi alma dentro de sí se sume,
nos alzaremos ambos: sentados o en camino, cual fuente que, si tiembla la tierra, por la boca
nos cobijará azul, el techo de ese clima de hervoroso mana, al punto se consume.
jónico, y vagaremos por los prados o iremos Reconocí, temblando, las vagas agonías,
a los musgosos montes, cuando el cielo se inclina, las penas que en mi infancia de terror me llenaron
con las brisas más leves, a besar a su amante; y que en esos momentos feroces y sombríos
o pasaremos donde la orilla con sus guijas con triplicadas fuerzas de mí se apoderaron.
bajo los besos raudos y suaves del mar, Abrile por fin la puerta al santo mensajero:
se agita y centellea como en éxtasis; dueños a oír al Ser Supremo que todo bien ordena
y a un tiempo poseídos por todo lo que encierra dispúseme callado, sin atreverme, empero,
ese tranquilo círculo de ventura, y el uno para el ni a sonreír de gozo ni a sollozar de pena.
otro, hasta ser como una cosa misma el amor y la Entonces, con sonrisa que iluminó mi estancia,
vida. O al mediodía, iremos exclama: "Soy el ángel que anuncia sólo vida";
a alguna antigua cueva muy blanca, que parece y antes de responderle, difundiendo fragancia,
guardar claro de luna cuando expiró la noche, desapareció dejando mi vida oscurecida.
y donde nunca asoma, despierto, el día. Velo De tu hogar a las puertas llegóse en el momento
será de nuestro asilo, cual nocturna clausura el ángel que ceñía corona de inmortales,
que celará tus luces inocentes con sueño, y con frases henchidas de tristísimo acento
con el sueño, rocío fresco del amor lánguido, pronunció, de la muerte los cantos sepulcrales.
lluvia que apaga besos y los renueva. Largo Aquella faz de tu hija, graciosa y perfilada,
será nuestro coloquio, y excesiva dulzura marchitóse y tu pecho se colma de tristeza;
tendrá la melodía del pensamiento, hasta un ángel entró solo, ¡oh amigo!, a tu morada,
que sin palabras, viva en miradas, saetas y dos de allí salieron volando con presteza.
del mudo corazón, estremecida música Todo a Dios pertenece. Cuando extiende su mano
que da calladamente armonía al silencio... apíñanse las nieblas, cl cielo se encapota,
hasta que sonriente mira el valle, el Océano, al mar Mediterráneo, que dormía
desde la oscura nube que huye a la región remota. mecido en las corrientes que formaste
El ángel de la vida y el ángel de la muerte de la isla de Baie en la bahía,
jamás sin tu mandato de la morada abierta do vió en sueños mil mágicos castillos
traspasan los umbrales. ¿Quién pues, con mano brillar llenos de musgo, al claro día,
fuerte con aspecto tan dulce y tan romántico,
podrá a sus mensajeros cerrar audaz la puerta? que al pintarlo temblarán los pinceles;
tú, por quien los poderes del Atlántico
se abren en un arcano indescriptible,
ODA AL VIENTO DEL OESTE mientras lejos, los bosques y las flores
se asustan al oír tu voz terrible,
¡Oh, Viento del Oeste, altivo y fiero! y locos de terror, con un lamento
por quien las muertas hojas -cual fantasmas se despojan; escucha, escucha, ¡oh Viento!:
que huyeran con pavor de un hechicero- Si, hoja muerta, tu aliento me arrastrara,
negruzcas y rojizas y amarillas, si, alta nube, llevárasme en tu vuelo,
vuelan en asquerosas multitudes. si, ola sujeta a ti participara
Tú, que a su lecho llevas las semillas de tu valiente impulso, aun cuando fuera
aladas que reposan en espera menos ágil que tú, si por mi dicha
-lo mismo que en su tumba los cadáveres- fuera como en la infancia, si pudiera
de que tu hermana la áurea primavera contigo recorrer el firmamento
toque el clarín, y engendren las entrañas y, como entonces, al querer vencerte,
de la tierra, rebaños de capullos corriera, cual visión, jamás violento,
perfumados en valles y montañas. contigo fuera en la hora del vencido.
¡Oh poderoso espíritu de lucha! Como onda, u hoja o nube, ¡oh viento!, ensálzame,
¡Oh destructor y amparador! ¡Escucha!: que las zarzas del mundo me han herido.
Tú que desprendes de los blancos velos Las horas han vencido lentamente
-como las hojas secas de los árboles a alguien cual tú, fugaz, libre y valiente.
enlazados del mar y de los cielos- Tu lira sea cual la selva umbría,
los rayos y la lluvia y desparramas y, si caen mis hojas cual las suyas,
en la azulada aérea superficie su poderosa y mágica armonía
-como erizada cabellera en llamas de ambos recabará un canto otoñal,
de alguna Ménade terrible- desde el lúgubre dulce, aun en la tristeza. Que tu espíritu
borde del mismo cenit a las puertas sea el mío, ¡oh Espíritu Vital!
de la nueva borrasca, el canto fúnebre Mis pensamientos lleva al Universo
del año en estertor -del cual la noche -¡también fecundan las marchitas hojas!-
que muere es la alta cúpula de un vasto y, por la dulce magia de este verso,
sepulcro levantado con derroche dispersa -cual la lumbre inextinguida
de vapores, de cuya inmensa lucha centellas y cenizas- mis palabras,
fuego y granizo estallarán -¡escucha!: y sean a la tierra adormecida,
Tú que del sueño estivo despertaste profético clarín, que, ¡oh Viento!, espera
tras el invierno la áurea Primavera. de vida el bosque majestuoso llena,
en donde fresnos, argentadas hayas
y erguidos sauces su follaje ostentan;
ECOS en tanto que el otoño en el camino
como un anciano trémulo se sienta,
Si mueren dulces voces, todavía el áureo petirrojo entre las ramas
Canta en el corazón su melodía; de los frondosos bosques aletea;
Cuando agonizan, pálidas, perdura el purpúreo pinzón, ave de invierno,
De las violetas la fragancia pura; pica del avellano las almendras;
Con pétalos sin fin, muerta la rosa, de la cabaña, sobre el techo ahora,
Orna el amante el lecho de la hermosa: alza el pájaro azul su dulce endecha,
Así en tus remembranzas, tú ya ausente y del mayal los repetidos golpes
Quizá el amor se aduerma dulcemente. se escuchan a lo lejos en las eras.
¡Oh, cuántos goces este mundo ofrece
al que limpia y tranquila la conciencia
OTOÑO ante un cielo brillante y silencioso
cumplidos sus deberes se presenta!
Con cuánta gloria viene y se va el año; Las amarillas hojas y los vientos
los vástagos de hermosa primavera, hermosas esperanzas le revelan;
precursores de cielos despejados la muerte le dirá los grandes himnos
y de tiempo apacible de la tierra, que por el mundo sin cesar resuenan;
adornos por doquiera repartidos, que él irá del descanso a la morada
su nueva vida plácidos ostentan sin verter una lágrima siquiera.
cuando el velo argentado de las nubes
sobre el astro del otoño se despliega
y el año viejo con amor recibe LOS VAGABUNDOS DEL INVIERNO
de frutos en sazón la rica herencia,
bellísimos y varios panoramas Estrella de alas lumínicas
por todas partes la Natura enseña. que pasas con vuelo audaz:
Hay un hermoso espíritu que exhala ¿en qué cueva de la noche
fragancia embriagadora en las florestas tus alas aquietarás?
que embellecen los bosques con los tintes Luna, peregrino pálido
de variado color de su paleta de un camino sin hogar:
y baña en luz dc nubes las columnas ¿noche o día en sus abismos
que majestuosos pórticos sustentan. un lecho acaso te dan?
La mañana cual ave de verano Viento, huésped que no admite
de la montaña sobre la alta cresta la Tierra sobre su faz:
levanta el ala purpurina; el viento ¿tal vez algún nido escondes
galán apareciendo, en la pradera en un árbol o en el mar?
besa las frescas hojas somojadas: BUENAS NOCHES
INDICE
"¿Buenos noches?"... ¡Ah!, no, que es triste la hora
que viene a separar
a aquellos que no deben, ¡mi tesoro!, Prólogo
separarse jamás; Himno de pan
deja que estemos juntos todavía, A la alegría
¡y entonces, sí serán A
grata la vida, dulces los amores, A una alondra
la noche celestial! Lo pasado
¿Cómo se ha de llamar "buena" la noche Filosofía del amor
en triste soledad, La serenata india
por más que anhelas tú que pase rápida Amorosa
como nube fugaz? Ozymandias de Egipto
Deja que estemos juntos, ¡vida mía!, Vino de hadas
que nadie lo sabrá, Adonais
¡entonces sí, será para nosotros, Oda a Nápoles
la noche celestial! La muerte
Para los corazones que se sienten Prometeo desencadenado
amantes palpitar, El tiempo
desde que el sol se oculta hasta que surge El espíritu del mundo
el sol, radiante ya, Epishychidion
son en el mundo gratos los amores; Dos ángeles
la noche celestial; Oda al viento del oeste
porque ellos no se dicen, ¡mi tesoro! Ecos
"buenas noches", jamás. Otoño
Los vagabundos del invierno
Buenas Noches
CANTO FUNEBRE Canto fúnebre

Brisa otoñal que sollozando exprimes


Penas sobrado tristes para el canto;
lóbrego viento en que explayais, sublimes
Nubes nocturnas, el cinéreo manto
Selva maldita que en el cierzo gimes,
Tormentas rotas en estéril llanto,
Grutas sin luz, mar lúgubre e infecundo:
Llorad, llorad por el dolor del mundo.

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