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En 1792 nace Percy Bysshe Shelley, hijo de un rico propietario de Sussex y nieto
de un barón. Como vástago de una familia pudiente, lo destinan a seguir sus
estudios en el aristocrático colegio de Eton. En ese ámbito, comienzan los
sufrimientos del futuro poeta debido al choque entre sus tendencias y necesidades
personales y los valores del ambiente en que se desenvuelve.
En 1821 Inglaterra sufre la pérdida de uno de sus más excelsos poetas: John II
Keats. Mal valorado por sus contemporáneos, tendría que esperar el juicio de la El líquido Peneo fluía
crítica moderna para ser elogiado como uno de los mejores líricos de todos los y el Tempé estaba oscuro, a la sombra
tiempos. No obstante, lo que no pudo ver la miopía de su época, lo supo la del Pelión, que ya dominaba
sensibilidad de Shelley. A Keats le dedicó la que quizá sea su obra maestra: el ocaso más rápido huyendo
Adonais. El canto, solemne y majestuoso, recorrido en sus cincuenta y cinco por el son de mi flauta tan dulce.
capítulos por una emoción noble y apolínea, tal vez sea asimismo el anuncio de la Los silenos, silvanos y faunos
propia muerte de quien llora al lírico desaparecido. Tan solo un año después, y las ninfas de ríos y selvas,
Shelley habría de morir en los brazos sensuales y crueles de una tempestad. Sobre en la orilla de prados mojados
una playa italiana, Byron habrá de contemplar cómo se quema el cadáver casi o en las cuevas que cubre el rocío,
irreconocible de Shelley. Sin embargo, ve que el corazón se niega a arder. Ese y así todo el cortejo, callaban
corazón que durante tres décadas dio una vida plena de generosidad, de por amor, como callas, Apolo,
postergación propia, de ayuda a los amigos, de ardientes ensueños y exaltaciones envidiando mi flauta tan dulce.
de la fantasía.
III
Si bien Shelley fue un rebelde en sus ideales, lo fue porque aspiraba a que el Los danzantes luceros, cantaba,
mundo cambiara hasta transformarse en una morada apacible, de amor y y la Tierra, como un laberinto,
comprensión. Como en todos los románticos, su ideario filosófico-social, aunque y los cielos, las guerras enormes
ingenuo, formaba el cimiento del edificio de su poesía. Una poesía hecha de del Amor y el Nacer y la Muerte.
gracia, de claridad, de imaginación y belleza, destinada a perdurar mientras los Mudé luego mi canto: era un Ménalo,
hombres reconozcan que el mundo del espíritu existe con tanta fuerza como el en un valle -canté-: perseguía
universo de lo visible. a una joven y obtuve una caña.
¡Así engañan a humanos y dioses!
Se nos quiebra en el pecho y sangramos:
y lloraron. Y así lloraríais Y el retronar profundo:
si la envidia o la edad no os helaran, Cuanto hay exento de miseria humana
al plañir de mi flauta tan dulce. En la naturaleza soberana.
Amo la soledad de alas tranquilas,
De la amistad la pervivencia fiel;
A LA ALEGRIA Mi espíritu te copia: ¿qué vacilas
En hermanarte a él?
Espíritu sutil de la Alegría, Pero, insensible tú, guardas lejano
¡Cuán pocas veces te llegaste a mí! Cuanto amo a par de ti y anhelo en vano.
¿Por qué, noche tras noche y día tras día, Y amo el Amor, aunque en sus alas de oro,
Desampararme así? Tenga de un relámpago su albor.
¡Cuánta cansada noche y día triste, Pero ante todo, Espíritu, te adoro:
Espíritu vital, no bien huiste! Tú eres vida y amor.
¿Cómo será que vuelvas, ni que vibres ¡Oh, ven, y haz tu mansión del alma mía,
En sombras de mi alma, tu fulgor, Espíritu inmortal de la Alegría!
Si tú con los dichosos y los libres,
Te ríes del dolor?
¡Espíritu falaz! tu gloria esmalta A
Sólo las vidas a quien no haces falta.
Como la cierva si crujió una hoja, La música, al morir en notas tiernas,
Te das ante los males, a temblar. Continúa vibrando en la memoria;
Aun el menor suspiro de congoja Los perfumes, si enferman las violetas,
Te viene a reprochar Reaniman los sentidos en que moran;
Que ni a la pena asistas ni al gemido Las hojas libres, si la rosa muere,
El que se exhala, prestes el oído. Van a posarse sobre el lecho amado;
¡Déjame alzar con melodía nueva, Y así, en tus pensamientos, cuando vueles,
Limpia y jovial, mi tenebroso canto! Quedará el Amor mismo dormitando.
No que a escucharme la piedad te mueva:
Te moverá el encanto.
Mas, corte la piedad las crueles alas A UNA ALONDRA
Con que en remoto azul siempre resbalas.
Pues son también los tuyos mis amores, ¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!
Oh Espíritu sutil de la Delicia; No fuiste nunca un pájaro,
La fresca Tierra en nítidos verdores, tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,
La noche y la caricia el corazón derramas
Vesperal del otoño, y la alta aurora en profusos acentos, con arte no pensado.
Que pájaros concierta y brumas dora. Alta, siempre más alta,
Amo la nieve, el iris con que sabe de la tierra te lanzas
La viva escarcha abrillantar el mundo; como nube de fuego;
La nube, la onda azul, la brisa suave por el azul revuelas
y cantando te ciernes y, cerniéndote, cantas. entre flores y hierbas que a los ojos la ocultan.
En dorados relámpagos Cual rosa retirada
del sol, ya trasmontado, entre sus hojas verdes,
donde se encienden nubes, deshojada por brisas
flotas tú y te deslizas tibias, hasta que siente desmayo, por exceso
como gozo sin cuerpo que empieza su carrera. de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.
La tardecita pálida y purpúrea, en torno Al son de los chubascos
de tu vuelo se funde: de primavera, en hierbas relucientes,
como estrella del cielo, a flores despertadas por la lluvia,
al ser día, invisible eres tú, a todo lo que hubiere
pero escucho tu voz dulce y aguda, de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.
fina como las flechas Dinos, ave o espíritu,
de la esfera de plata, tus dulces pensamientos:
cuya viva luz mengua nunca oí una alabanza
en la blanca alborada, del amor o del vino,
y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos. que tan divino arrobo, ardiente, derramara.
Todo el aire y la tierra Los coros de Himeneo,
de tus trinos se colman: los cantos de victoria,
así, en la noche pura, junto a los tuyos fueran
desde una nube sola, ostentación vacía,
derrama luz la luna y se inundan los cielos. aquello en que se siente alguna falla oculta.
No sabemos quién eres. ¿Qué objetos son la fuente
Y a ti más parecido de tu feliz gorjeo?
¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca ¿Qué campos, ondas, montes?
gotas tan radiantes, ¿Qué cielos o llanuras?
como de tu presencia nos llueven melodías. ¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?
Así un poeta oculto En tu alegría clara
en luz de pensamientos, no caben languideces;
que entona sus canciones, la sombra de la angustia
hasta sentir el mundo nunca a ti se ha acercado:
temores y esperanzas que no advirtiera nunca. amas y el triste hastío de amor nunca supiste.
Así una alta doncella En vigilia o dormida,
en torre de un palacio, pensarás de la muerte
que alivia pesadumbres cosas más ciertas y hondas
de amor secretamente, con música tan dulce que nosotros, mortales:
como el amor, fluyendo de su estancia. si no, ¿cómo brotará tu arroyo cristalino?
Tal dorada luciérnaga Miramos antes, luego;
en valle de rocío, lo que no es lloramos:
que esparce, sin ser vista, nuestra risa más clara
aéreos, sus fulgores, se mezcla con suspiros;
da los más dulces cantos nuestro pensar más triste. FILOSOFIA DEL AMOR
Mas si hiciéramos burla
de orgullo y odio y miedo; La fuente se une al arroyo,
si hubiésemos nacido el arroyo se une al mar
para no llorar nunca, y las brisas y las auras
no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo. unidas vienen y van.
Mejor que todo verso Si por ley del Universo
de sones deliciosos, no hay un ser en soledad;
mejor que las preseas si todo se une con algo
de los libros, tu arte ¿por qué unida a mí, no estás?
será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces! Los montes besan al cielo,
Si un poco me dijeras besos las olas se dan,
del gozo que tú sabes, la flor desdeña las flores,
tal locura armoniosa que no besan a su igual;
brotara de mis labios, rayos de sol y de luna
que, como yo te escucho, el mundo escucharía. besan la tierra y el mar:
y ¿qué vale tanto beso
si no me besas jamás?
LO PASADO Trad. Manuel González Prada
I
¿Olvidarás las horas de ventura LA SERENATA INDIA
que en el grato jardín de los amores
enterramos los dos solos y tristes, Durante el primer sueño de la noche
cegando la aterida sepultura Soñando en ti mi corazón se eleva,
con tiernas hojas y nevadas flores? Mientras sopla suave y manso el viento
Flores que eran los goces del pasado, Y en el cielo titilan las estrellas.
y hojas que eran las dulces esperanzas, Soñando en ti, mi corazón se arroba
los sueños de placer que no han volado. Y un dulce espíritu que en mi estancia vaga,
Me conduce -quién sabe por qué medios-
II Hasta el mismo dintel de tu ventana.
¿Olvidar lo que ha muerto? ¡Oh!, todavía Languidece el errante cefirillo
quedan espectros que vengarlo puedan, Entre tinieblas; el silencio fluye;
recuerdo que terribles El ampac entre vapores va exhalándose
hacen del corazón tumba muy fría, Tal como el sueño en pensamientos dulces.
pesares que vagando El plañir de los tristes ruiseñores
por la tristeza que las almas llena, Sobre su propio corazón se apaga...
a nuestro oído llegan murmurando: -Tal quisiera extinguirme sobre el tuyo,
¡La dicha que se va truécase en pena! ¡Oh, dulcísima prenda de mi alma!-
Ven, bien mío, levántame del césped;
Desmayo, desfallezco de abandono; sobrevive a la mano que las finge
Dame tu amor en deliciosa lluvia al corazón, cuyo alimento fueron.
De besos en los labios y en los ojos. El pedestal conserva aquel escrito:
Mi mejillas están frías y pálidas; "Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes;
Me late con violencia el corazón... del Universo potestades, mi obra
¡Ay, sobre el tuyo una vez más estréchalo, ved y desesperad"; y allí no hay nada,
Y al fin se quebrará, mi dulce amor! y de la ruina colosal en torno
tienden, ilimitadas y desnudas,
su nivel solitario las arenas.
AMOROSA
ADONAIS
OZYMANDIAS DE EGIPTO
I
Hallé un viajero que la vuelta hacía Murió Adonais y por su muerte lloro.
de un antiguo país y así me dijo: Llorad por él aunque el ardiente llanto
"De pie sobre la arena del desierto, no deshaga la nieve que le cubre.
en el busto que un tiempo sostenían, Y tú, hora fatal, la que escogida
hay dos enormes piernas de granito: fue de los años para que él muriese,
de ellas no lejos, enterrada un tanto, despierta a tus oscuras compañeras,
yace rota cabeza. Altiva frente muéstrales tu dolor y di: conmigo
plegado labio, irónica sonrisa, murió Adonais y mientras que el futuro
de frío imperio a revelar alcanza al pasado no olvide, su destino
cuan bien el escultor sintió pasiones, y su fama serán eternamente
cuyo sello, infundido a la materia, un eco y una luz para los hombres.
hijo tercero de la luz gloriosa.
II
Cuando Adonais murió di, ¿dónde estabas? V
¿En dónde estabas tú, madre potente, Tú, la más musical lamentadora
cuando tu hijo yacía traspasado llora y gime otra vez porque no todos
por el dardo que surca las tinieblas? a tan gran esplendor subir osaron;
¿En dónde estabas tú, perdida Urania? y más felices los que conocieron
Allá en su paraíso, sentada entre los Ecos su dicha y cuya antorcha brilla aún
vigilantes y mientras con suspiros en la noche del tiempo en que los soles
amorosos y blandos reanimaba han muerto; más sublimes los heridos
una de las ya marchitas melodías, por la envidiosa cólera del hombre
con las que, como flores que se burlan o de los dioses, que derrumbaron
del cadáver, ornar y esconder quiso fundidos en su aurora refulgente.
el futuro volumen de la muerte. Y otros viven aún y van pisando
el sendero espinoso que conduce
III a través de los odios y fatigas
¡Melancólica madre, vela y llora, a la mansión serena de la fama.
por Adonais, difunto, vela y llora!
Mas ¿para qué? En su ardiente lecho apaga VI
tus encendidas lágrimas y deja Tu más joven y amado niño ha muerto,
a tu gimiente corazón que guarde el de tu viudedad; creció cual pálida
tan silencioso sueño como el suyo. flor cultivada por doncella triste
Porque se fue, hundido en donde todas y nutrida con lágrimas de amor
las bellas cosas graves descendieron, inconsolable en lugar de rocío.
no sueñes ¡ay!, que el amoroso abismo ¡Tú, la más musical lamentadora,
te lo devuelva al aire. No. La muerte llora de nuevo tu esperanza última!
devorando su voz muda se ríe Perdida está la flor, sus mustios pétalos
de tu desesperanza y de la mía. murieron sin abrirse en la promesa
de su fruto mejor. El lirio amado
IV quebrado duerme y la tormenta pasa.
Tú, la más musical lamentadora,
llora otra vez la muerte del poeta, VII
anciano, ciego, en vida abandonado, A esa alta capital en donde reina
cuando pisoteaban el orgullo con una corte pálida la muerte
de su patria infeliz, cuando el tirano, subió y pagando con su aliento puro
el clérigo y el pueblo la humillaban en la gloria compró morada eterna.
con sus sangrientos ritos de lujuria. Retírate de prisa. Mientras sea
Al penetrar sin miedo en los oscuros un azul día italiano el mejor cielo
dominios de la muerte, su alma clara para su osario, mientras él repose
permaneció reinado sobre el mundo, en un sueño cubierto de rocío,
no le despiertes, no, porque es seguro no murió, no; contempla en los sedosos
que halló su plenitud en la gran calma párpados de sus ojos doloridos,
de su profundo y líquido descanso, como el rocío en una flor que duerme,
porque todo lo malo dió al olvido. una lágrima quieta desprendida
del corazón de un sueño". ¡Angel perdido
de un paraíso en ruinas! Ay, no supo
VIII que era su propia lágrima y sin rastro
El no despertará, ¡ay!, nunca, nunca. desvanecióse igual que blanca nube
Dentro, en la tenue cámara se esparce que derramó su lluvia lentamente.
veloz la sombra de la blanca muerte
y la invisible corrupción espera XI
en tal puerta dar fin a su camino Quién enjuagó los delicados miembros
encontrando su turbia residencia. desde la urna de estelar rocío,
El ansia eterna está sentada, pero y embalsamó su cuerpo; cual cortaba
el terror y la lástima calmaron abundantes sus rizos en guirnalda
su desteñida rabia y no se atreve como depositando una corona
a devorar su víctima preciosa engastada con perlas de su llanto;
hasta que las tinieblas y los años cuál, quebrantó las flechas, rompió el arco,
no acaben de correr sobre su sueño consciente del dolor que la oprimía,
la cortina mortal que ya le oculta. atajando con pérdida más débil
la pérdida mayor y amortiguando
IX el fuego agudo contra el rostro frío.
¡Llorad por Adonais! Los sueños rápidos,
los pensares con alas de pasión, XII
huyeron en bandadas desde el vivo Otra luz se posó sobre su boca,
torrente que su espíritu nutría, aquella boca fina, acostumbrada
enseñando el amor como una música. a sorber un aliento que tenía
No vuelan más ardiendo en la memoria fuerza para adentrarse en los ocultos
y perecen allí donde nacieron. espíritus y entrar al palpitante
Lloran su triste pérdida girando profundo corazón, con brillo y música.
sobre su helado corazón, en donde La húmeda muerte sobre el yerto labio,
ya no recobrarán fuerzas perdidas extinguió sus caricias, meteoro
ni después de tan dulce pena nunca agónico que cruza la fría noche
encontrarán de nuevo una morada. manchando su corona en lunáticas
luces y nieblas, tal recorrió el pálido
X cuerpo sin vida hasta el total eclipse.
Quien con sus manos temblorosas coge
su cabeza helada y lo abanica Xlll
con sus alas de luz lunar, clamando: Llegan también... deseos, homenajes,
"Nuestro amor y esperanza, nuestra pena, aladas persuasiones y velados
destinos, esplendores y tinieblas, XVI
encarnaciones débiles de miedos La adolescente primavera, loca
y esperanzas, y tenues fantasías; se volvió de dolor, fingióse otoño,
el dolor con familia de suspiros; lanzando al suelo cual marchitas hojas
el placer, ciego de lágrimas, guiado los nuevos brotes. Si se fue su gozo,
por el furor que daba su sonrisa ¿el año hostil por quien despertará?
moribunda en lugar de por ojos. No tan querido a Febo fue Jacinto
Vinieron, ay, con una lenta pompa, ni Narciso se amó tanto a sí mismo
con la pompa que arrastra en las corrientes como Febo y Narciso te quisieron,
el otoñal desfile de las brumas. ¡oh! mi Adonais; exhaustos y marchitos
entre sus juveniles compañeros,
XIV al trocar el rocío por las lágrimas
Todo lo que él amó, lo que amoldado cambiaron los perfumes por suspiros.
fue por su pensamiento, formas, tonos,
perfumes y sonidos melodiosos, XVII
por Adonais gemían. La mañana El ruiseñor, hermana de tu alma,
buscaba la atalaya de la aurora no se duele viuda de su amante,
y sus cabellos, húmedos de lágrimas no expresa su dolor con tanta música;
que son gala del suelo, oscurecieron ni el águila se queja cuando sube
los ojos claros que dan luz al día. al imperio del sol, como solías
Distante el trueno sordo se quejaba. subir tú mismo, no se queja, nutre
En un sopor inquieto, el océano su juventud con sangre de la aurora,
pálido yacía. En las alturas clamando alrededor del vacuo nido;
sollozaban los vientos alocados. Albion gime por ti con mayor pena.
Caiga la maldición al asesino
Caín, sobre la frente del que, herida
XV en tu pecho causó, expulsando el alma
Entre montañas mudas recostada angelical su huésped de la tierra.
Eco está alimentando sus pesares
con el recuerdo de baladas suyas. XVIII
No responde ni al viento ni a las fuentes ¡Ay! ¡Ay de mí! Que en el rodar del año
ni a las amantes aves suspendidas el invierno partió luego que vino,
sobre la verde espuma de las ramas; pero no a mi pesar, aunque los aires
ni al cuerpo del pastor ni a la campana y las corrientes, con acentos dulces
vespertina; ya que imitar no puede goces remueven. Ya las golondrinas,
sus labios, queridos más que aquellos las hormigas y abejas reaparecen;
cuyos desdenes fallecer lo hacían nuevamente las hojas y las flores
oscureciendo todos los sonidos. de la muerta estación ornan el féretro
Un lúgubre murmullo es lo que oye y las amantes aves ya se cruzan
el leñador mezclarse con sus cantos. en los jarales, los musgosos nidos
edificando en montes y praderas; los confunde la muerte que anticipa
ya de sus trances soñolientos vuelven lo que la vida pide de prestado.
verdes lagartos y serpientes de oro, En tanto que los cielos. sean azules
como fuego que brota de una cárcel. y verdes sean los campos, la mañana
empujada será por negra noche
XIX cuyas sombras la tarde anunciará,
El corazón terrestre emana vida y los años y meses con gemido
para los bosques, ríos y océanos, despertarán a los años y los meses.
igual que siempre desde la mañana
grande del mundo, la primer aurora, XXII
alba de Dios nacida sobre el caos. ¡El, no despertará, ay, nunca, nunca!
Más blanda luz ostentan en el cielo La miseria gritó: "Madre sin hijo,
sujetos a sus órbitas los astros. álzate de tu sueño y con tu llanto,
Las cosas más humildes se estremecen con tus suspiros sacia la profunda
con sacra sed de vida; se difunden; herida de tu pecho, más terrible
y en deleites de amor gastan belleza aún que la suya". Todos los ensueños
que renuevan con júbilo, potentes. que velaban los ojos de Urania,
todos los Ecos que la voz fraterna
XX en sagrado silencio mantenía,
Por este tierno espíritu tocado le gritaron: "¡Levántate!". Obediente,
exhala flores de gentil aroma igual que un pensamiento a quien hubiera
el cadáver leproso; cuando el brillo mordido la serpiente del recuerdo,
se transforma en fragancia, las estrellas rápido el esplendor agonizante
encarnan para dar luz a la muerte saltó de su reposo de ambrosía.
y así se burlan del feliz gusano
que abajo se despierta. Nada muere XXIII
de lo que conocemos. ¿Será todo Se irguió como una noche del otoño
una espada que fuera de su vaina que nace por oriente y sigue loca
por el cielo relámpago es fundida? con temblorosas alas eternales
Un momento reluce intenso el átomo, al triste día de oro, como un negro
luego se apaga en un reposo frío. fantasma que abandona el catafalco
con un cadáver más sobre la tierra.
XXI Miedo y dolor hirieron de este modo,
¡Ay! ¡Que tenga que estar como si nunca despertaron, raptaron de este modo
hubiera en él vivido lo que tanto a Urania, y de este modo hicieron
amábamos nosotros, y que sea un ambiente de niebla tormentosa
mortal también nuestro dolor! ¿De dónde en torno suyo; así la arrebataron
hemos venido y para qué vivimos? por su camino trágico hasta el triste
¿Y de qué escena somos los actores lugar en donde su Adonais yacía.
o los testigos? Grandes y pequeños
XXIV ahora que tú estás muerto vivirán
De su secreto Edén salió corriendo con alimentos de memorias tristes,
atravesando campos y ciudades, oh, mi Adonais. Yo lo daría todo
sobre un áspero suelo en donde había por estar como tú, no encadenado
entre el hierro y las piedras, corazones, al tiempo que no puede libertarme".
humanos corazones que eran duros
a las leves pisadas, que le herían XXVII
las plantas delicadas e invisibles; "Oh, gentil niño, si eras tan hermoso,
sobre lenguas agudas, por punzantes ¿por qué tan pronto dejas los senderos
pensamientos corrió, que laceraban pisados por el hombre? ¿Cómo osaste
la suave forma a la que no pudieron desafiar con puños tan endebles
nunca vencer, cuya bendita sangre, aunque con pecho firme, en su antro mismo
como jóvenes lágrimas de mayo, al hambriento dragón? Ay, indefenso,
pavimentaba con eternas flores ¿dónde estaba el escudo reluciente
el ingrato sendero recorrido. de tu saber, la lanza del desdén?
XXV Si tú hubieras esperado el fin del ciclo
hasta cuando tu espíritu alcanzara
En la cámara fúnebre un momento la plenitud de tu creciente esfera,
enrojeció la muerte que humillada los monstruos del desierto de la vida
ante tal poder vivo aniquilóse. huyeran ante ti como los gamos".
Alentaron de nuevo aquellos labios
y destelló la luz de la existencia XXVIII
en los pálidos miembros que habían "Los lobos en manada son audaces
sido momentos antes su deleite. sólo cuando persiguen; los obscenos
"No me dejes así, desconsolada, cuervos sobre los muertos clamorean
solitaria y demente, como mudo los buitres sólo fieles al emblema
relámpago a una noche sin estrellas. del saqueador, no comen sino sobras
"¡Ay, no me dejes!" -exclamaba Urania. de lo arrasado y de sus alas llueve
Con sus gemidos; despertó la muerte sucio contagio. Cómo huyeron cuando
y la muerte se irguió sonriente y vino tal nuevo Apolo, el Pitio de este tiempo,
a encontrar sus inútiles caricias. con arco de oro disparó su flecha
sonriendo después. No insisten nunca
XXVI los despojadores. Viles se doblegan
"Detente un poco y háblame otra vez, hasta besar los pies del orgulloso
bésame lo que un beso durar pueda. que con desdén altivo los aparta".
Dentro, en mi pecho descorazonado
y en mi ardiente cerebro esas palabras XXIX
y ese beso serán más permanentes "El sol nace y desovan los reptiles;
que todos los recuerdos de mi vida, se oculta el sol y cada insecto
como si fueran una parte tuya antes del alba efímero perece
al renacer los astros inmortales; XXXII
así en el mundo de los hombres vivos. Un alma de león hermosa y ágil
Una mente divina alza su vuelo un amor disfrazado de tristeza,
velando el firmamento, desnudando un poder que se juzga débil y
la tierra con su gozo y cuando cae casi no puede levantar el peso
los míseros enjambres que nublaban de la superyacente hora; lámpara
o compartían su luz a futuros que muere, lluvia que cae, oleaje
iguales esplendores abandonan roto antes que la voz mientras hablamos.
la pavorosa noche del espíritu''. Sobre la mustia flor el sol sonríe
aunque muerte le da. En las mejillas
XXX arde la vida en sangre aunque en el pecho
Cesó de hablar Urania. Los pastores el corazón se está resquebrajando.
rotas las mantas mágicas venían
por los montes, marchitas las guirnaldas. XXXIII
El peregrino de lo eterno, cuya Coronaban su frente pensamientos
fama se inclina igual que un alto cielo marchitos y violetas jaspeadas,
sobre su viva frente -monumento blancas y azules que languidecían;
prematuro y durable- llegó triste, con piñón de ciprés el ágil tirso,
velando los fulgores de su canto. ceñida el astra ruda con las trenzas
De su áspero dominio Irene infausta sombrías de la yedra y goteando
al más dulce liróforo le envía, con rocío de selva al mediodía,
con el amor las penas aprendieron vibraba con el pulso interminable
a caer de sus labios hechas música. del corazón que hace temblar la débil
mano que lo empuñaba. Del cortejo
XXXI venía el último, aparte y solo,
Entre las menos destacadas, una ciervo desamparado por la grey
forma débil llegó, para los hombres que derrumbó la flecha cazadora.
fantasma, solitaria nube última
de agónica tormenta que tronase XXXIV
como doblan a muerto las campanas. A su roto gemido, apartados,
Yo pienso que ya había contemplado el noble grupo sonreía entre lágrimas
la desnuda hermosura de la tierra, llorando el propio en el destino ajeno
nuevo Acteón vagaba sin destino así cantaba aquél nuevas angustias
recorriendo con débiles pisadas con acentos de un mundo no sabido.
el desierto del mundo, y a lo largo Urania triste, vuelta al extranjero,
del áspero sendero lo seguían ''¿Quién eres?", murmuró. El, nada dijo,
sus propios pensamientos, cual rabiosos con mano presta desnudó su frente,
perros, tortura y causa de su vida. señalada y sangrienta, ¡ay dolor!
como la de Caín o la de Cristo.
XXXV lejos voló de los voraces buitres
¿Qué suave voz se apaga sobre el muerto? que abajo graznan. Ora vela y duerme
¿Cuál frente esconde aquel sombrío manto? al lado de los muertos perdurables.
¿Qué figura se inclina tristemente No podrás ascender hasta tu trono.
y junto al blanco lecho finge duro El polvo al polvo, mas el alma pura
monumento, y en duelo el corazón fluye de nuevo a la encendida fuente
sin una queja trémulo palpita? donde brotó pedazo de lo eterno,
Sí, es él, el más dulce de los sabios; y ha de brillar igual, inextinguible,
amor, letras, consuelo dio al ausente, atravesando tiempo y accidente,
no con suspiros ásperos turbemos mientras ahogan tus cenizas frías
silencio de tan grato sacrificio. la miserable lumbre del oprobio.
XXXVI XXXIX
Bebió nuestro Adonais, ¡ay!, el veneno. Callad, que no está muerto ni dormido;
¿Qué criminal vipéreo y sordo pudo despertó ya del sueño de la vida.
con tal licor de angustia coronar Perdidos en visiones tempestuosas
la copa matutina de la vida? y armados contra espectros sostenemos
Ya el gusano sin nombre se condena; contienda estéril y en delirio loco
sintió el veneno, mas pudo librarse el puñal del espíritu clavamos
del mágico cantar que conjuraba en el vacío invulnerable. Si,
maldad, odio y envidia, y que clamaba cruel despojos sepultos decaemos,
desde aquel pecho solitario y único, el temor y la angustia día a día
mudo ya en esperanza de canciones; nos crispan y consumen, y esperanzas
helada la maestra mano y sueltas friolentas cual gusanos hormiguean
están las cuerdas del laúd de plata. en la entraña del barro que vivimos.
XXXVII XL
Tú, cuya infamia nunca será gloria, Ascendió más allá de las tinieblas
mancilla oscura en nombre memorable, de nuestra noche; envidia ni calumnia,
vive, no temas un peor castigo. odio, dolor, ni esta inquietud que el hombre
Sé tú mismo y conócete cual eres, llama placer le tocan ni le hieren;
y cuando llegue la hora y se desborden se libró del contagio de esta lenta
tus colmillos, descarga tu ponzoña mancha del mundo, y no podrá ya nunca
asco y remordimiento irán contigo, gemir en vano cuando el tiempo torne
la encendida vergüenza quemará helado el corazón, gris la cabeza,
tu frente oculta y entonces como ora ni al dejar de arder el alma misma
has de temblar cual perro fustigado. llenarán sus cenizas sin fulgor.
urna desamparada por el llanto.
XXXVIII
No lloremos, si aquel, deleite nuestro,
XLI XLIV
Vive, vela. No lloréis por Adonais. Fulgor del firmamento de los tiempos
La muerte murió, no él. Tú, joven es eclipsado, pero no extinguido;
amanecer, enciende tu rocío, asciende y se remonta cual los astros
no se ha ido el espíritu que lloras; a su fija altitud; neblina baja,
vosotras, grutas, selvas, no gimáis, la muerte que no empaña el resplandor
ni vosotras, flores y fuentes lánguidas. que vela. Si sublime pensamiento
Y tú, aire, que extiendes como un velo a un corazón joven toca y levanta
de dolor tu cendal sobre la tierra de su cubil mortal, y amor y vida
desolada, desnúdala hasta el alto se disputan en él por su destino
fulgor en que sonríen los alegres en la tierra, -allí los muertos viven
astros a su fatal desesperanza. y se mueven cual ráfagas de luz
en un aire de sombra y tempestad.
XLII
Ya se fundió con la naturaleza; XLV
la voz de él, suena en toda su armonía, Herederos de fama no cumplida
del gemido del trueno al dulce pájaro de su trono erigido más allá
de la noche; se siente y reconoce del pensamiento mortal, en el reino
su presencia en la luz y la tiniebla, de lo inaparente, se levantan.
en la hierba y la roca, y se difunde Es el pálido Chatterton, en él
doquiera que palpita ese poder aún no se desvanece su agonía
que recogió su vida y cuyo amor solemne; Sidney, tal como en la lucha
sin desmayo conduce y rige el mundo y la derrota y en amor y vida,
lo sostiene en su mano y lo ilumina. sublime en su ternura y un espíritu
sin tacha, se acercó; después, Lucano,
XLIII que en prueba dió su muerte. A su vista
Parte es de la belleza que otros días se escabulle el olvido como réprobo.
hizo más bella; está con el espíritu
cuya potencia plástica recorre XLVI
la entraña del espeso mundo inerte Y otros, oscuros nombres de la tierra,
y crea desde allí todas las formas mas cuyo trasfundido efluvio nunca
que revisten las nuevas sucesiones, morirá mientras el fuego sobreviva
y tortura a la escoria en rebeldía a la chispa original, revestidos
que se resiste al vuelo que la encumbra en la inmortalidad deslumbradora,
a su alta identidad, según la masa acércanse: "Ya estás entre nosotros
la comparte, y estalla esplendorosa -exclaman- esperándote esa esfera
en todo su vigor y su belleza sin monarca hace tiempo giraba
desde el árbol, las bestias y los hombres en el cielo del canto, sola, muda
hasta la luz del cielo. y ciega en su vacía majestad.
Y pues llegas, Lucero de la tarde,
tu trono alado ocupa en nuestra corte". derrama un grato resplandor de flores.
XLVII L
¿Quién llora así por Adonais? Suspende, Y tapias grises en torno se derrumban
pobre infeliz, tu llanto y piensa en ti comidas por las horas indolentes
y en lo que él es ahora. Y envuelva como tizón blanquizco en fuego sordo.
tu alma ardiente la tierra suspendida Y ágil pirámide de trazo excelso,
y de allí como flechas luminosas pabellón que custodia las cenizas
el poder espacioso de tu espíritu del que soñó ese asilo a su memoria,
traspase el litoral del universo alza su flama convertida en mármol.
hasta que colme su ámbito vacío Y abajo, en la pradera, fresca banda
y retorne después a un solo punto que plantó en la sonrisa de los cielos
de estas noches y días de nosotros, su campo fúnebre, acoge dulce
mas si encendiéndose las esperanzas con apagado aliento al que perdimos.
te atraen al confín, para no hundirte
aligera el pesado corazón. LI
Detente aquí. Muy jóvenes son estas
XLVIII tumbas y todavía no han vivido
O ve a Roma, sepulcro no suyo el dolor que pesaba en cada una,
mas de nuestra alegría. En vano mas no rompas el sello que cegó
fue que edades, imperios, religiones el surtidor de un alma dolorida,
descansen enterradas en las ruinas pues hallarás si a tu mansión regresas
que labraron; la gloria puede darla tu propia fuente derramando lagrimas.
él y los suyos, pero nunca aquellos Contra las agrias ráfagas del mundo
que el mundo convirtieron en su presa. busca asilo en la sombra de una tumba.
En el círculo está de los monarcas ¿Por qué temer la suerte de Adonais?
del pensamiento que pugnaron siempre
contra la decadencia de su siglo, LII
y el pasado solo ellos no trascienden. Lo uno queda, lo vario muda y pasa.
La luz del cielo es resplandor eterno,
XLIX la tierra sombra efímera. La vida
A Roma ve, que es tumba y paraíso cual cristalino domo de colores
y ciudad y desierto; sus escombros mancha y quiebra la blanca eternidad
se elevan cual montañas sacudidas, esplendorosa hasta que cae
y las hierbas en flor y las fragantes a los pies de la muerte en mil pedazos.
malezas engalanan el osario Para encontrar lo que persigues, ¡muere!
de la desnuda desolación, -sigue ¡Sigue la vía de todo lo que huye!
hasta que el genio del lugar te lleve Flores, ruinas, el cielo azul de Roma,
al talud verdecido que en su prado, estatuas, melodías y palabras
cual sonrisa infantil, sobre los muertos no alcanzan la verdad resplandeciente
de la gloria que viven y trasfunden. a lejanías de pavura y sombra,
mientras en lo más íntimo del cielo
LIII el alma de Adonais como una estrella,
¿Por qué esperas y vuelves y resistes? fulgura en su mansión de eternidad.
Se fueron, corazón, antes de ti
tus esperanzas y dejaron todas
las cosas de la tierra. ¡Parte ya! ODA A NAPOLES
Pasó una luz en el rodar del año,
pasó para los hombres y mujeres. En la ciudad desenterrada estuve
Todo lo grato que en el mundo queda y las hojas de otoño escuché, como pasos
atrae para perder y se resiste leves de sus espíritus en las calles; y oía,
para agotar tu vida lentamente. a intervalos, la voz soñolienta del Monte,
Sonríe el cielo plácido, murmura estremeciendo aquellas estancias sin amparo:
cerca el viento. Es Adonais que llama. el trueno oracular sacudió penetrante,
Vuela con él, que la vida no aparte al alma que escuchaba, en mi alma suspensa.
lo que unirá la muerte para siempre. Conocí que me hablaba la Tierra en su profundo
corazón, mas no oía. Entre columnas blancas
LIV resplandecía el mar, sosteniendo a la isla,
Este fulgor cuya sonrisa inflama llano de luz en medio de dos cielos azules.
al universo, esta pura belleza Había en torno mío los sepulcros radiantes,
en que las cosas obran y palpitan, cuya belleza pura el Tiempo, como a gusto
esta gracia que nunca extinguirá perdonando a la Muerte, dejó intacta.
la maldición oscura del nacer, Tan claros eran todos los perfiles
este perenne amor que entre las mallas como en la mente misma del escultor; y allí
que ciegamente van tramando las guirnaldas de mirto, yedra y pino de mármol,
hombres, bestias y tierra y mar y cielo como invernales hojas que moldeó la nieve,
refulge esplendoroso o mortecino, no crecer ni moverse parecían,
pues todo es un reflejo de la lumbre sólo porque el silencio cristalino del aire
que apaga nuestra sed, brilla ora en mí en su vida pesaba; así el Poder divino,
y consume las nubes de esta fría que lo aquietaba todo, cerníase en la mía...
mortalidad, olvidadas y solas.
LV LA MUERTE
Desciende a mí la vida cuya
esencia invocó el canto. Lejos de la playa I
la barca de mi espíritu deriva, No hay sitio que la muerte silenciosa
muy lejos de la turba temblorosa no recorra veloz con pasos ciertos;
que nunca dió su vela al huracán. nada su marcha detener consigue,
¡La tierra ponderosa se desgaja y nosotros también estamos muertos.
de la celeste esfera! Voy llevado
II tras montañas de púrpura: a través de una sima
Ella con mano fuerte ha colocado de la niebla que el viento divide, el lago oscuro
su sello aterrador en nuestra frente; la refleja; se apaga; ya vuelve a rutilar
en todo lo que pasa por el mundo al desvairse el agua, mientras hebras ardientes
está la marca sepulcral latente. de las tejidas nubes arranca el aire pálido:
¡se pierde! Y en los picos de nieve, como nubes,
III la luz del sol, rosada, ya tiembla. ¿No se oye
Cuando han muerto el placer y la esperanza la eólica música de sus plumas, de un verde
aléjase el temor del pecho herido; marino, abanicando al alma carmesí?...
después que ya esa deuda se ha cumplido
el polvo llama al polvo y nos alcanza
de la fosa el abrazo entumecido. EL TIEMPO