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Mil meses

Carlos Bonfil

Tomado de: La Jornada, 22 de noviembre de 2004

LAS PRIMERAS ESCENAS de Mil meses, del marroquí Faouzi Bensaïdi, son
cautivadoras. Desde lo alto de una colina, una multitud contempla el
firmamento al atardecer. Atisban la aparición de una luna creciente,
signo tradicional del inicio del periodo de Ramadán, noveno mes del
calendario musulmán consagrado al ayuno, a la abstinencia sexual y a
diversas restricciones en el consumo de alimentos y bebidas. Un día
especial que vale por todos los demás días juntos, y según la
sabiduría popular, por más de mil meses de ayuno.

EN SU PRIMER largometraje, Bensaïdi, antiguo guionista y actor del


realizador francés André Techiné (Lejos, 2002), construye un peculiar
mosaico narrativo. El espectador debe seguir de cerca las tramas
secundarias que adhieren al relato central, al recuento costumbrista
de las experiencias del niño Mehdi de siete años (Fouad Labied), y su
educación sentimental en un pueblo de la cordillera Atlas. A este hijo
de un activista opositor del régimen, prisionero político por
manifestar abiertamente su disidencia, su madre y abuelo paterno han
decidido ocultarle el paradero del padre, haciéndole creer que vive en
el extranjero.

MIL MESES MUESTRA a Mehdi como buen alumno en una escuela casi en
ruinas, donde un maestro un tanto petulante, lo elige como favorito
asignándole la extraña tarea cotidiana de cuidar su silla magisterial,
al punto de hacer que le acompañe a todas partes. El robo de esta
silla desata un drama en el pueblo, donde todo mundo parece culpable,
aun cuando al espectador se le ha sugerido ya la identidad del ladrón.
Este juego de escamoteo de los hechos se repite en otras viñetas del
relato.

DE MANERA ASTUTA, el director revela parte de una intriga, la deja


inconclusa, siembra incógnitas y emplea con malicia la elipsis
narrativa. Poco sabemos, por ejemplo, de Houcine, personaje
estrafalario, idiota del pueblo, acusado de haber matado a su mujer, y
que es la burla de los niños del barrio. Houcine defiende rabiosamente
un pequeño terreno que cultiva con gran celo; un aguacero echa a
perder su siembra, y desesperado transforma el lugar en una mezquita
al aire libre, desde donde reza, grita al cielo, e injuria al mundo
entero. El es uno de los personajes más enigmáticos del relato. En
otra escena, Amina, madre de Mehdi, vende su anillo de bodas para
alimentar a su familia; acto seguido, una mujer menesterosa le pide
una limosna, sólo para advertir a un grupo de mendigos que se dirijan
a la joven y exijan su parte. Al cabo del asalto tumultuario, el
rostro de Amina, nueva Viridiana, expresa toda la desesperanza que la
cinta ha venido insinuando sutilmente. La ironía del director se
extiende al comentario sobre la corrupción política y el maltrato
judicial; expone la prepotencia de los jerarcas locales, y les reserva
el escarnio de una boda kitsch, que la revelación del robo de la silla
arruina por completo.
EN POCO TIEMPO el niño Mehdi ha experimentado un fuerte sentimiento
afectivo por una joven, ha vivido de cerca la muerte, sufrido también
la lejanía paterna, y a estos golpes y decepciones le han seguido, en
su rápida educación sentimental, dilemas morales relacionados con la
religión, la buena práctica del ayuno, y el robo que tanto perturba a
la comunidad. La crónica de sus jornadas escolares remite al
referentedel cine de Kiarostami, con la salvedad, muy irónica, de un
profesor de ética profesional muy endeble, incapaz de dar clases
despojado de su silla acostumbrada. El cineasta presenta esta serie de
retratos y reflexiones morales con un toque de comedia y con una
rigurosa construcción dramática.

MIL MESES ES una muestra original de un cine marroquí apenas difundido


fuera de los festivales, y que en México sigue siendo poco conocido.

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